PERDERME PARA SIEMPRE: AMELIA PRESENTÓ SU DISCO ONÍRIKA

Amelia presentó su flamante disco ONÍRIKA en una noche compartida junto a Fermín Sagarduy, Proyecto Jacobino (CABA) y Juana Maidagan en Galpón de la Música. 

Viernes a la noche, camino por las calles del centro con los auriculares puestos y la mirada clavada en el celular. Estoy volviendo a casa cansado y un tanto desanimado. Algunas nubes se acumulan sobre mi cabeza amenazantes de tormenta y ya me imagino empapado. Busco distraerme un rato con música y voy salteando canción tras canción de una playlist que me tortura de repetitiva. Algo en mi algoritmo no logra llevarme fuera de mi zona de confort. Los clásicos están desgastados y sé que tengo que afinar la mirada, indagar en lo fresco. Sé que hay mil artistas locales que me encantan pero en este momento tengo la mente en blanco. De repente, se ilumina fugazmente la calle, miro para arriba y veo un fuego azul atravesando el firmamento. Un cometa que viaja radiante y desaparece a los pocos segundos, dejando una estela de estrellas; disipa la tormenta y me hipnotiza. De ese residuo cósmico, luminiscente, desciende un haz de luz y se posa a pocos metros de donde estoy. Al principio la claridad me encandila, pero al acercarme y enfocar la vista veo que la luz se concentra en un afiche pegado en la pared que contiene un símbolo misterioso, un código QR y una inscripción que dice “¿Cuánto cotizará tu alma?”
Interpelado por el momento escaneo el código y siento cómo mi cuerpo se teletransporta a un espacio irreconocible, liminal. Flotando sobre una masa de agua, rodeado de montañas lejanas apenas visibles por la densa neblina azul, veo una silueta resplandeciente que se acerca volando sobre un CD gigante. Intento decir algo pero las palabras no salen, tampoco puedo moverme ni hacer nada más que observar como la luz avanza hacia mí y me envuelve. Siento una energía atravesándome, me comparte su musicalidad y resuena en mí, pero algo durante la transferencia falla. Las ideas se vuelven difusas.
Entonces me encuentro en mi cama, con mi gata maullándome y el sol entrando por la ventana. “Fue un sueño” pienso, y trato de reconstruir el final en mi cabeza pero no puedo lograrlo. Me levanto todavía confundido y agarro mi celular, entonces descubro que mi última reproducción en Spotify fue la canción «¿Cuánto Cotizará Mi Alma?» de Amelia, perteneciente a su nuevo disco ONÍRIKA. Descubro también que esta misma noche se hace la presentación en un templo llamado Galpón de la Música junto a Fermín Sagarduy, Proyecto Jacobino y Juana Maidagan. ¿Una premonición divina? ¿un mal sueño? ¿tan solo una excusa narrativa para arrancar la nota? de cualquier forma, viajo hacia el templo para averiguarlo.

A modo de aperitivo, para ir afinando el oído, los miembros de la primera banda suben al escenario y ocupan tres sillas. Juana Maidagan se sienta en el centro con micrófono en mano, a su derecha, Joaquín Lanzellotta despierta las cuerdas de su guitarra eléctrica, mientras que a su izquierda, “Lichi” (Lisandro) Valdelomar da vida al bajo eléctrico. El trío, complementado por baterías electrónicas simples y minimalistas, desarrolla una propuesta sonora que se enciende lentamente y se mantiene suave, navegando entre las corrientes del R&B, el jazz y el neo-soul. Los dos instrumentos tienen un sonido muy limpio, sin distorsión pero con buen brillo, envuelven en un colchón harmónico a la voz de Juana que se distingue con carácter. Es en su voz donde recae el protagonismo, cantándole al amor con un tono sensual que de repente se convierte en torrente de fuerza, resonando en todo el galpón.
Porque a veces menos es más, la sutileza del conjunto resulta en un ambiente íntimo, como si fueran tres amigos zapando desde el sillón. El setlist consta de canciones propias como las publicadas «Sol No Te Vayas» y «Otra más», los covers «Todo el tiempo» de Abril Olivera y «En cada momento» de Mia Zeta, y otras canciones inéditas como «Dual» en la que invitó al escenario a cantar a “Pecu” (Candela) Carballada y la última del show «737» que, adelanta Juana, planea sacar en un EP en febrero.

Un sintetizador adquiriendo intensidad, rebotando en el aire; sonidos ambientales y ligeros punteos de guitarra anuncian el inicio de la siguiente banda. Los fumadores del patio apagan sus cigarrillos, los que retiran bebida de la barra se apuran a tomar un buen sorbo para no llevar el vaso muy lleno y los que aprovecharon para ir al baño salen con rapidez, algunos hasta sin lavarse las manos; todos se acercan atraídos por ese presagio sonoro, atraídos como los mosquitos de la noche hacia la sangre más dulce. Entonces la instrumental se atenúa y aparece la voz de Nicolás Manikis cantando en la primera estrofa sobre la tele en los 90’s y Mirtha Legrand. La confusión es grande, la curiosidad aún más, pero cuando se unen todos los instrumentos se genera una energía tremenda de rock-pop electrónico, y entonces todo cobra sentido: en la primera canción del show la banda despliega todos sus recursos, presentándose al público con seguridad.
Proyecto Jacobino está formada por Nicolás Manikis (voz y guitarra), Alejandro Manikis (guitarra y sintetizador), Meme Manikis (violín), Juan Marinelli (bajo) y Baltazar Sánchez (batería). Su música, principalmente impulsada por estructuras rock-pop, se conjuga con ritmos disco y tecno invitando a bailar y cabecear a la vez. Las guitarras están cargadas de efectos de modulación y empapadas en wah-wah, en criollo: su sonido te pega como patada en el pecho y se queda flotando en tus oídos. La batería tiene una gran versatilidad para llevar las diferentes bases rítmicas y explotar en momentos puntuales, mientras que el violín es quizás el elemento más distintivo del conjunto: por momentos participa con su sonido natural tocando melodías de influencia clásica y por momentos (también a través de pedales de efectos) adquiere un sonido distorsionado con el que hace bases y contra melodías como si fuera un sintetizador más.
Salvo «Cuerpos» (2020), la mayoría de las canciones tocadas son parte del próximo disco aún inédito, aunque «Cenado», «Anarcotizado» y «Le Discoteque» están disponibles como singles. Se nota en este material una gran carga conceptual, con letras que utilizan elementos de la cultura popular para hacer una crítica social ácida, configurando una distopía en la modernidad capitalista argentina. “Mi sueño siempre fue llevarte al sur / antes de que sea una colonia / A veces llegan vuelos sin ID / sobrevolando mi Patagonia” y “Todo el mundo bailando en el Obelisco / siento que nos miran pero no sé por qué / si solo soy uno más anarcotizado” son ejemplos de esta lírica particular en la que también parece haber una especie de leitmotiv: “Para un mundo sin paz”.


Fermín Sagarduy sabe muy bien lo que está haciendo. El prolífico productor musical que participa activamente en diversos proyectos junto a otros grandes artistas rosarinos tiene esta noche la oportunidad de volcar sobre el escenario su arte más personal, presentando por primera vez en vivo su disco This is fine (2020). Este material pandémico contiene toda la sensibilidad poética de ese complicado contexto y es una montaña rusa de emociones plasmadas con minucia. Multinstrumentista y productor, tiene el control total sobre su obra y se encarga de hacerla sonar exactamente como quiere. Con altas dosis de sintetizadores, loops, samples, y demás magias electrónicas, genera un universo al que también se le suman guitarra, bajo y batería, posibilitando una variedad de climas y géneros musicales.. Parece que la música de Fermín va y viene en respiración: inhala ambient y suaves punteos con palabras afligidas y exhala potencia avasallante de guitarras distorsionadas; inhala etéreos pads y un fraseo spinetteano y exhala baterías frenéticas rompiendo el silencio.
Para la ocasión, Sagarduy canta y toca el bajo y los sintes. La banda se completa como un power trío con “Pati” (Agustín) Muntaabski en guitarra y sintetizadores y Camilo Pistol en batería. La suma de estos dos excelentes músicos a la fórmula genera una elevación en la presentación y los tres liberan toda su energía en ella.
Después de tocar varias canciones en conjunto, Pati y Camilo se retiran del escenario. “Momento acoustic. Practicadísimo cero” dice Sagarduy, quedándose solo con la guitarra frente al micrófono. En esa pausa me imagino que le debe estar cayendo la ficha de lo que está sucediendo, entonces dice algunas palabras: “Este disco lo vengo pateando hace bocha… pandemia… lo podría haber tocado antes. Pensé un montón de cosas para decir sobre las elecciones y ahora pienso ¿qué hago?. Lo que hacemos acá nos sirve a todos. En tiempos como ahora, donde esto peligra, está bueno valorarlo y sostenerlo” El galpón se inunda de aplausos. La ternura de Fermín con el momento excede a su obra y se expande en gratitud hacia todos los presentes, pero también plantea una problemática: la inestabilidad del trabajo artístico frente a las políticas amenazantes que asoman.
Pero la angustia no se apodera del momento, por el contrario, estar reunidos en torno al arte es la primera resistencia. Cada uno de los músicos que toca durante la noche está poniendo su vida en eso, y cada persona que pagó una entrada y fue, está siendo parte.
Finalizado ese pequeño momento de reflexión, Fermín nos regala desde sus entrañas la interpretación más emotiva de la presentación: «Té de Jazmín» bella canción con la cual alguno que otro seguro derramó una lagrimita. A esa le continúa, en el mismo formato, un cover de la banda Otros Colores, «Corazón de Oro». Y para cerrar vuelven a subir guitarra y batería y hacen juntos un tremendo tema nuevo del cual no sabemos nombre y para el cual tendremos que esperar a escucharlo en el futuro.
Ojalá no pase demasiado tiempo para volver a escuchar su música en vivo.

El motivo principal de la noche es la presentación del nuevo disco de Amelia: ONÍRIKA. En su tercer álbum de estudio Amelia muta hacia una nueva faceta de su arte. A diferencia de sus discos anteriores, escritos mayormente en inglés, en esta oportunidad abraza el español y con eso logra acercar el mensaje y expresarse en una sintonía más propia. Estas letras no solo evolucionan en una cuestión idiomática, sino también en lo que plantean y en la profundidad con que lo hacen. A través de un universo surreal, expresa su disconformidad con el injusto funcionamiento del mundo. ¿Cuánto Cotizará Mi Alma?, single adelanto, hace de lema en esta obra conceptual, preguntándose por los motivos de seguir adelante y el valor de la existencia. Podemos decir que en este sentido se nota una cierta madurez en la obra de Amelia, ella misma lo expresa diciendo “Ahora duermen las canciones que canté a los 17”, despegándose de su obra anterior para enfocarse en este nuevo proyecto. Aunque también se filtran ciertos rayos luminosos de fantasías románticas en la lírica de algunos tracks. Musicalmente, el disco está fundado en el synth-pop pero no le teme a la experimentación, llevando sus sonidos hacia el rock, el house y el trap. El excelente resultado de tal amalgama musical se debe principalmente a que el disco fue craneado en conjunto con otros artistas, siendo Gladyson Panther, Lusio y Fermín Sagarduy los principales productores y compositores junto a la misma Amelia.
Para la presentación en vivo, la banda que acompaña a Amelia está formada por Catalina Druetta en guitarra, Gabriel Rosignoli en batería y lusio en sintetizadores. Además, su hermano Fermín Sagarduy se suma a tocar el bajo durante cuatro temas.


Con una energía arrolladora, las canciones del nuevo disco se estrenan en su mejor versión. Si hablábamos de alcanzar otros géneros musicales, es en el vivo donde eso alcanza su punto máximo, en la canción «SALOMA» donde la intensidad crece hasta desembocar en una especie de break de metal con Amelia gritando entre distorsiones feroces.
Además, se hacen presente los feats, en la entrañable «A la sombra» donde Amelia invita a Cundo a cantar a dueto sentados en dos reposeras, o la enérgica «De qué sirve» con Pedro Lyricko avivando el agite. Y sorprende también, un cover de «Yegua» de Babasónicos, ejecutado desde su mejor frecuencia personal.
El momento de quiebre se da cuando Amelia queda sola en el escenario y se pone frente al piano diciendo “Vengo a presentar mi disco. Todo este disco lo amé por su proceso. Entonces me parece un amor traerles una canción en su proceso. Estoy aprendiendo a tocar el teclado.” Y entonces, suena una melancólica canción inédita, a piano solo, estilo bedroom pop. Es una grata sorpresa que parece llamarse «Lucidez».
La penúltima canción del recital es «No quiero tener que perderte» quizás la más tierna, y la última «Recuerdo» donde respetando el final del disco, después de cantar con vehemencia “Todos mis amigos están lejos” se hace un silencio, los músicos abandonan el escenario sin despedirse y queda resonando esa outro fantasmal que te hace preguntarte si todo fue un sueño.
Como un cuento de hadas envuelto en una terrible tormenta eléctrica, la dualidad artística de Amelia que se condensa en su último disco fue debidamente presentada, frente a un público que quedó cautivado por la energía compartida en esa noche tan esperada.

Bonus Track: Amelia en sus propias palabras en la nota

– En tu álbum ONÍRIKA hay una evolución tanto musical, con la exploración de nuevos sonidos, como lírica, de letras punzantes en español. ¿Qué representa esta nueva búsqueda para vos?

Representa dos cosas: en el proceso de este disco entendí que la mejor manera de crecer artísticamente era absorbiendo la mayor cantidad de música y arte que tenía al alcance, escuchando nuevos artistas y, más que nada, obligándome a ir a recitales y movidas que veía por ahí. Por otro lado, desde su concepción, ONÍRIKA fue pensado para producirse en conjunto, entre Gladyson Panther, lusio y Fermín Sagarduy. Ya había trabajado con los tres por separado, pero quise ver qué pasaba si lo compartíamos todos juntos, incluso invitando a Cata Druetta a componer ella misma las guitarras. Quise que todos puedan apropiarse del disco y a la vez entender que poniendo lo mejor de cada uno el resultado iba a ser mil veces mejor. Creo que lo fundamental en este disco fue aprender de otros artistas y mantenerme siempre permeable a nuevas experiencias artísticas, entender que necesitamos del resto para nutrirnos creativamente.

– El recital se hace en un clima político y social tenso, cuando todavía no se cumple una semana del balotaje. ¿Qué lugar crees que ocupa el arte en estos tiempos convulsionados?

Me parece que el rol del arte en estos momentos es vital, es una herramienta que te permite imaginar un mundo completamente distinto al que habitamos y materializarlo, pasarlo al plano real. No sé si muchos artistas son conscientes de eso y me angustia notar que no se lo aprovecha, que se tenga que recurrir a temas de Charly García para combatir ideas fascistas porque la música popular actual no lo está logrando. Creo que necesitamos de todas las áreas y géneros artísticos para hacerlo, así que espero eso cambie con el mundo que se nos viene.

– ¿Qué experiencia te llevas de esa noche?

La verdad que fue muy emocionante, después de todo el laburo que lleva hacer un disco y producir una fecha es lindo llegar a esas instancias donde sólo queda disfrutar y de cierta forma festejar. Además quedé sinceramente súper conmovida con las presentaciones de Juana Maidagan, Proyecto Jacobino, Fermín Sagarduy. Fue una locura ser el cierre de la noche. Aunque nos acompañaron días de mucha angustia que hacen que sea más complejo disponer de buena energía, el sábado se generó algo realmente especial y eso me emocionó muchísimo. Traté de ser consciente de eso, que todos estábamos trabajando y poniendo lo suyo para que la fecha salga bien. Se podría decir que lo dimos todo.

Texto de Matías Vazquez  / Fotografía por Kiki Valentini

 

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