LAS AVENTURAS: DICIENDO SIN HABLAR

Las Aventuras irrumpió en el circuito independiente con canciones abstractas desarrolladas por afuera de las tendencias dominantes y el paradigma de la inmediatez. Recientemente editaron Resta el accionar, uno de los discos más interesantes del 2023.  El sábado 4/11 se presentan en Pop del Futuro y Del Presente, junto a El Club Audiovisual, Gladyson Panther y Los Cristales, en Galpón 11. Aquí algunas postales desde su núcleo intuitivo.

 

“Vi que mentía, porque tiene dos caras y las veo juntas”, escribió Sara Gallardo. Eso mismo induce Las Aventuras, a través de sus múltiples elementos. Una mueca marca el tono. Podría ser una sonrisa. O un guiño. Algo de amargura, acaso. Puede que sea celebración. Cada quien sabrá. 
Nada es seguro con la banda. Su música se hace fuerte en un juego de apariencias que se vale de la sutileza. Hoy se elevan evitando cualquier literalidad. Mañana será otra cosa. 
Desde sus primeras apariciones hasta nuestros días, nada parece ostentar un punto conclusivo, como si estuvieran girando en un ciclo orgánico loopeado que sigue y sigue. Si Las Aventuras se sintió como un aparte desde el instante en que aparecieron, no fue tanto por la originalidad de su música sino su flotación sobre esa cualidad orgánica. Algo invitaba a participar.
Sin impregnarse del imperativo de producir corriendo contrarreloj, el grupo sabe medir cada uno de sus pasos, por eso su desarrollo ocurrió entre ensayos y fechas que oficiaron de acercamiento con el público. Esa relación se fue estrechando en cada toque, siempre dejando algo en claro: estamos en la nuestra, ojalá nos acompañen. Paulatinamente, esa distancia deductiva generó un lienzo en blanco donde la gente bosquejó su propia construcción sobre el grupo. La participación, entonces, era interpelación.
Aun cuando sus apariciones fueron contadas, el público se fue haciendo de sus temas favoritos. Por fuera de las demandas del paradigma reinante, el grupo lanzó sus singles con paciencia, sabiendo tomarse el tiempo correcto. Por ende, la gente disfrutó desde una cercanía especial: al final de cada toque se volvían a casa con un tema diferente; descubriendo o repensando.
En el transcurso de los meses, entre canciones, shows y fanzines, fue ocurriendo una maceración, logrando que cada persona se hiciera con un imaginario único del grupo. Para cuando el material estuvo disponible en plataformas, el público ya proyectaba su propia huella sobre la banda. 

Las Aventuras es un proyecto que surge en 2020 valiéndose de lenguajes varios. Su puesta audiovisual está mezclada y editada en tiempo real en cada presentación en vivo, poniendo en manifiesto el espíritu experimental de la banda. Su inercia expresiva, además, se traslada a dibujos, relatos, animaciones y fanzines. 
El grupo está integrado por Facundo del Castillo (voz y guitarra), Julián Bianciotti (batería), Marco Tenaglia (guitarras y teclados), Juan Aguilar (bajo) y Juan Ignacio Miles (VJ).
En abril de 2023 publicaron el sencillo Tiene sentido. Meses más tarde, ya en invierno, llegó Quedan rayos, última novedad antes de su larga duración, Resta el accionar, aparecido el 11 de agosto. El disco fue producido y grabado de manera independiente entre 2021 y 2023, en los respectivos hogares de la banda, bajo una reserva admirable.
Resta el accionar se presentó el viernes 15 de septiembre en Distrito 7, con la apertura de Invernáculus, proyecto que simbólicamente parece anteceder a Las Aventuras en microuniverso de canciones desarrolladas al calor de los susurros. El gesto de compartir la ocasión con el proyecto liderado por Matías Rivas no pasa desapercibido en un circuito cada vez más enclaustrado en el amiguismo. Allí pudo deducirse tanto un abrazo generacional como una declaración de principios: venimos a trazar puentes.
Aquella ligera noche invernal, entre proyecciones de arte líquido, perfo y agite amable aplacado por el staff de seguridad -toda una novedad para el centro cultural de avenida Lagos-, la propuesta de la banda se cristalizó en gran forma.
Uno de los aciertos de la fecha fue el tono discreto que se utilizó para la campaña promocional: la banda comunicó de forma clara, evitando el ruido, los spoilers y los recursos efectistas. La pauta fue concreta desde el vamos: presentamos el disco, vengan. Listo. Ninguna cabeza flotando vendiendo humo y alimentando su narcisismo. Tampoco una voz individual comunicando y hablando por el resto. En ese sentido, cabe destacar que, en épocas de individualidades, en Las Aventuras no prima ningún nombre por encima del otro. Hay una química sobrecogedora en el grupo, lo que se cristaliza en un desborde energético del hacer. Por eso están para armar y desarmar, para seguir el rastro de sus patrones y reconocerlos, cosa de desactivarlos, antes que se tornen comodidad.
“Arrancar un proyecto así significó una apuesta por la intuición”, asegura Del Castillo, informalmente apodado Cundo. “Ahora lo pienso y considero que fue rejugado. Nos mandamos sin conocernos. En ese momento no parecía un riesgo, porque existía un código. Fue, además, en la pandemia. Ni nos conocíamos todos, pero el código era evidente. Nos lanzamos”. 

Las canciones del LP se perciben como si hubiesen sido construidas desde lo más sencillo, elaboradas hasta la precisión justa y luego, como gesto coronador, dadas vueltas de afuera hacia adentro, como un rebobinado dadaísta, en una percepción necesitada de saber exactamente cómo se compone cada parte.
En ese proceso, la mayoría de los temas quedan librados en un pedestal de libertad que, en vivo, el grupo aprovecha para rumbear hacia donde se les cante: improvisación; experimentación; esquemas pop trazados para funcionar en medio de la combustión, pero lo suficientemente fuertes como para trasladarse a un fogón y sobrevivir. 
En su núcleo las canciones son increíblemente simples, lo que nos deja saber que -al menos en esta etapa iniciática- el desafío pasa por entregarse de lleno a esos procesos-retrocesos de desarmadero exploratorio. Las Aventuras están lejos de ser tecnócratas obsesionados con el estudio o sus herramientas. Tampoco son estudiantes sónicos de alguna vanguardia ruidista ni nada por el estilo: se trata de cinco tipos –uno vive afuera- descubriendo la sinergia que generan cuando se juntan, valiéndose de curiosidad e instinto. Esa es una de las razones por las que cada aparición en directo se cuenta como única: lo que sucede alrededor del núcleo siempre tiene un acabado diferente.
“Todos los temas vienen desde la matriz de canción. Son guitarras, una criolla, acordes. A partir de eso se crea algo más onírico”, comparte Aguilar, también conocido como Muke. “Partimos de las canciones. Luego evolucionamos. Trabajamos encima. Le sumamos elementos. Cada ensayo deja algo. Es un ida y vuelta que sucede entre ambos planos: lo básico de la canción y el revestimiento de elementos”, explica el bajista.
“En las partes más abstractas aparece el papel de la banda. Todo nace como canción. Tenemos verso y estribillo, luego alguna parte que se preste para algo más. Eso, llevado a la banda, se utiliza porque se aprovecha de forma completa”, indica Del Castillo.
Miles, por su parte, observa que no hay ideas de normalidad en los ensayos del grupo. Ni siquiera una regularidad de método. “Nunca termina siempre igual. No es que estamos siguiendo un plan. Cada tema empieza y sube y sube, logrando algo cuando los pibes están cebados, probando algo”, explica. “Cuando se encuentran con algo desconocido, van por ahí. Piensan y juegan ahí. Se mandan y lo registran”.
“Ahí está el concepto de la banda. Aventurarse por eso que asoma”, considera Muke. “Es improvisación. No queda todo lo que aparece, pero sabemos que cada cosa lleva a algo más. Dentro de la banda las canciones se fueron reversionando para salirnos e ir un poco más allá.
“Con nosotros nada está determinado. Tanto las visuales como los temas salen de jugar”, agrega Tenaglia, rompiendo el silencio, luego de escuchar concentrado a sus compañeros. “Cada concepto nace espontáneamente. Después, lo forzamos para que funcione. Las ideas de Facu salen jugando. Los dibujos llegan desde chistes internos. No hay nada planeado concienzudamente de entrada. Sí fue deliberado amalgamar todo, forzarlo para encontrarle la vuelta, logrando un sentido”.
“Todo va cambiando. Los primeros shows fueron una colecta de elementos de todas las partes: dibujos, fotos, animaciones. Para cada show aparece algo diferente. Puede ser más complejo o básico. Es investigar y charlar, medir. Pensar, pensar, pensar”, concluye Miles.
Tanto pensamiento, sin embargo, no es impedimento de la entrega. Hay algo de agitación emocional cuando la banda se presenta en vivo. Hasta el momento en que se escriben estos párrafos, todavía sus fechas pueden contarse con ambas manos, por ende, podemos seguir su rastro, en detalle. Siempre preparados -todo lo ajustado que puede pedirse a una banda bien ensayada- sobre el escenario la frecuencia se altera, progresando en mucho más que sincronía. Tenaglia, insular, se desdobla sobre su teclado, en total discordancia con el resto. Ahí, de nuevo, aparece esa sensación de flotación, quizás una proyección involuntaria causada por un Marco que aparece ubicando al centro-frente. Cundo, sobre la izquierda, también juega su trip, enfocado en sus seis cuerdas. La situación, orgánicamente vacilante, engendra un directo expansivo, con las estructuras formales tomando espesor y dilatándose de acuerdo al ánimo preponderante.
“Siempre hicimos esto para disfrutar entre nosotros. Me encanta que, desde afuera, todos tengan una percepción distinta de la banda”, admite Tenaglia. “Cuando estamos sobre el escenario no sé bien qué pasa. No podría explicar”.
“Siempre mantuvimos una manija interna. Tenemos una energía interna muy fuerte de adentro hacia afuera”, aporta Cundo.
 

Las ocho canciones poseen un ritmo o un gancho que se revela en algún momento u otro. Pueden ser las letras o arreglos tarareables. Hay una elaboración que hace gala de una musicalidad presente en todo momento, incluso en las pistas más oscuras. Esa cualidad se destaca puesto que la banda parece, a priori, entender que cada pista se constituye desde el primer segundo hasta el último, aun cuando se trate de vacío. En Resta el accionar, el silencio posee tanta musicalidad como cualquiera de sus ataques estridentes. 
Alrededor del disco se dibuja un aura enrarecida de nuestra zeitgeist. Una consciencia real de cómo se diluye el tiempo ante nuestra mirada consciente, quizás hasta maravillados de seguir así. ¿Así cómo? Absortos, mientras todo se sucede alrededor nuestros, demasiado rápido, irremediable.
Puede que se trate todo de una treta catalizadora para que, efectivamente, hagamos algo. La banda apela, con astucia, a la ambigüedad en una danza impertérrita y oscilante. ¿Nos quieren hacer reaccionar?
Por otro lado, las canciones albergan algo sobre el poder meditativo de sentarse y no hacer nada, contemplando su lugar en medio de la sobrecarga de la vida posmilenial. ¿Cuán iniciados estarán los integrantes del grupo en ese evangelio llamado Spiritualized? Algo de J.Spaceman se encuentra circulando aquí. No hay ningún plan más que simplemente estar. Contemplar. (Des)conectar. Reorientar la atención del entorno exterior hacia los pensamientos y sentimientos internos es un montón. Sin embargo, no hay garantías acerca del resultado. Rumiar. Fantasear. Escapar. Todo es parte de la aventura. Lo que hace destacables a estas canciones reside en el disfrute absoluto del no saber. Miramos fijamente el vacío y no adivinamos respuestas. No las necesitamos. No queremos cerrarlas. Hay algo de armonía en esa búsqueda. Esa parece ser la broma definitiva de Las Aventuras: dejarnos flotando en el interrogante mayor. 

 

Texto de Lucas Canalda / Fotografía por Kiki Valentini

 

 

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