QUIZ RAPTILIANO #63: BEIBI KEBAB

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Florencia Larrarte, alias Beibi Kebab, nació y creció en San Cristobal.  Estudió en la UBA y terminó su licenciatura en letras en la Université Paris VIII (Francia), donde descubrió la novela gráfica como género literario. Estudió pintura y actualmente ilustra.
Gracias a la convocatoria “Publicación Novela Gráfica” del CCR, publicó ¿Cuáles son los colores de la mañana? en junio del 2022 por Editorial Deriva.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Una tensión entre lo que quiero y lo que debo: es esa sensación de tener una fuerza aplastante sobre el cuerpo, pero sobreponerme y seguir.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Trabajé en un instituto de clases particulares en donde enseñaba Lengua y Literatura y Latín. Aprendí que hay fuerzas muy inexplicables que nos hacen trasmitir determinados conocimientos, pero ¿qué queremos decir verdaderamente cuando tenemos el poder de ser escuchadxs?

 ¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras estudiar Letras?

En el secundario, mi ritmo no se condecía con el del resto. De repente, tenía que cumplir con deseos que no eran míos: gustar de alguien, salir de fiesta, estudiar. Entonces, encontré mucha contención en la lectura. En abrir un libro, olerlo, meterme en una historia. El primer libro que me hizo sentir así fue Rosaura a las diez. El segundo, Los árboles mueren de pie. Los cuentos de Poe.Viajaba al colegio leyendo en el subte E. En el verano, pedía clásicos para poder disponerles tiempo: El amor en los tiempos del cólera, Cien años de Soledad, Crimen y Castigo. Decidí estudiar letras para estar en el lugar donde más me iba a poder sentir así: en los costados de lo inmenso.

 ¿Cómo llega Beibi Kebab a la vida de Flo Larrarte? ¿Hay un juego de personajes ahí?

Beibi Kebab o “tu heroína de la fase uno” es, ante todo, un juego. Surge como esa posibilidad de seducción frente a un mundo detenido. Beibi es la posibilidad de quebrar a esa distopía pandémica para meterte en los intersticios de los secretos, los amantes, las horas que se escurren aun cuando no hay nadie en las calles.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Lo que me abruma de las redes es la sensación de que todo lo que posteás está malhecho, ¿qué potencialidad puede surgir de esto?, me digo cada vez que aprieto “postear”. Y sin embargo, ese instinto en el hacer, en el oficio, en lo rudimentario, hacer que continue disponiéndome a subir material. Entonces, ahí hay un hallazgo.

 ¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

Las preguntas sobre el futuro inmediato. El tabique de especular con lo que vendrá sin dejar que las fuerzas del destino hagan lo suyo. Sumergirse en el ensimismamiento.

 ¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?

El placer fresco implica culpa y eso es un pacto que se va renovando. De lo que se trata es de ver qué es ese placer escondido que va cambiando de lugar. Entonces, a esa culpa hay que seguirla como a una brújula. Mi principal brújula la encuentro en la escritura. Disfruto mucho a escondidas escribir sobre las personas que me rodean. Tener un diario íntimo. Nombrar todos los goces exagerados, los enojos incoherentes, los amores platónicos. Gozo mucho de nombrar por la palabra en sí misma.

 ¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Sin ocio no se puede trabajar. Para poder tener una mirada perceptiva, a la caza de experiencias, es necesario haber descansado. El ocio es sobretodo un derecho. Un símbolo de cuidado.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

El compromiso siempre es con una misma y en ese pacto se desprende lo político y la búsqueda. Toda persona que se comprometió a nombrar su dolor fue para mi una demostración de lucha. John Cheever, Sylvia Plath, entre los clásicos pero también ahora Ocean Vuong, Camila Sosa.

 ¿De qué forma se te manifestó la historieta como una posibilidad real?

Me fui de viaje y vi que había un campo bastante preciso. Terminé la carrera de Letras en la Universidad de París VIIII cursando una materia sobre historietas donde las entregas eran prácticas. Leíamos historietas, exponíamos historietas, íbamos al Centro Pompidou a ver muestras de historietas y teníamos que dibujar y guionar una historieta por semana. Verdaderamente, es en esas entregas me di cuenta de que era un campo posible para mí.

 ¿Cuál es tu límite con el consumo irónico?

Cuando me aburre. No tengo mucha moral a la hora de consumir arte. Desde ya que si hay una apología al odio, sí me deja de interesar.

Para la mayoría de los artistas, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos?

Primero copias y después vas viendo qué es tuyo. Este proceso no es tan consciente. Primero probás, probás, próbas. Lo mostrás (parte fundamental). En ese mostrar, tenés que tener en cuenta que tiene que ser a personas criteriosas y que aun así podés desestimar su opinión. Sin embargo, si un mismo comentario resuena, es probable que tu obra esté diciendo algo que no sabés percibir. Finalmente, los hallazgos suelen ser notados en el feedback con tu grupo literario, estético, artístico. Así, vas a tener la famosa “voz propia” sin dejar de alimentarte de otros artistas.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente?

Si, esto de vivir patinando entre temas sin quedarme en un lugar preciso.

Algunos años atrás tuviste una experiencia en Francia donde indagaste en la novela gráfica. ¿Qué te marcó de ese lenguaje que tanto en Francia como Bélgica es tan importante?

Me marcó saber que había un campo delimitado, preciso y valorado. El hecho de que haya librerías especializadas por todos lados, que haya una cultura de la historieta, un museo de la historieta y que eso no sea menospreciado como literatura menor. En tanto al lenguaje, me hizo ver la plasticidad de una lengua: la sonoridad, la cadencia, la posibilidad de que los colores digan por sí mismo, la idea de ser llevada por una experiencia estética muy directa, menos mediada que la literatura clásica.

¿Cuáles son los colores de la mañana? tiene una identidad circular que se logra de forma natural: en ese sentido, apelás a que el público reconozca ciertos elementos que se repiten o guiños internos.
Se trata de una apuesta arriesgada porque pudo haber salido mal y terminar siendo reiterativa o demasiado obvio, sin embargo, es orgánico el resultado.
¿De qué forma llegaste a ese resultado?

Toda puesta estética es un riesgo: puede quedar mal, puede ser pesado para el lector, puede aburrir, puede quedar a medio camino. En fin, ¿cómo hacés para minimizar el riesgo? Mostrando tus borradores o tu obra a lectores de confianza y preguntándoles si lo lograste o no. Esos lectores puede ser tu grupo literario, amigxs con lo que compartís charlas muy estimulantes, colegas historietistas, editores. Es el único modo de ver cómo funciona tu obra cuando estás muy apegado a ella.

 Hay una economía de palabras en el libro.
¿Lo fuiste midiendo de forma detallada?

Sí. Lo medí para ver la sonoridad de la obra, me gusta ver cómo se lee en voz alta, cómo darle aire, de ser necesario, como darle ruido, de ser caótico.

 Durante las páginas de ¿Cuáles son los colores de la mañana? parece que la protagonista necesita poner al mundo en off, al menos por un rato, para ordenarse y arrancar. Eso resulta imposible porque nadie puede darle una pausa real al mundo, pero ahí surge otra cuestión: ¿cuán marcados estamos por ese mundo exterior? Con sus cosas buenas y malas, necesitamos ese afuera que nos hace transitar la vida.
La pregunta es: ¿Podrías correrte de ese ritmo?

Para hacer una obra honesta, es necesario tener una mirada contemplativa. Y en ese contemplar está el correrse del ritmo, de la necesidad de estar todo el tiempo rodeado de gente, de estar inmerso violentamente en las redes, de leer y estar al tanto de lo que pasa en todos lados. Es mi ritmo el que permite ponerle un freno a ese mundo que avasalla.

Si tengo que describir a ¿Cuáles son los colores de la mañana?, de forma rápida, diría que es un poema cromático.
¿Te parece correcto pensarlo así? ¿Te gusta que el libro dispare diferentes reacciones en la gente?

Una obra artística siempre está abierta a diferentes reacciones, a considerarla un poema, una novela, un híbrido. En algún punto, ese es el descubrimiento de traer algo al mundo, porque no tiene control, ni siquiera del que lo hace. Justamente, eso es lo interesante de hacer: se trata de poder a rodar elementos y que despierten sensaciones, más allá de cuáles sean.

 

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