DROPKICK MURPHYS: “ES UNA ÉPOCA DESOLADORA PARA LAS CLASES OBRERAS DE TODO EL MUNDO”

Entrevista exclusiva desde Estados Unidos: la banda presenta su nuevo disco This Machine Still Kills Fascists, donde grabaron un puñado de letras inéditas de Woody Guthrie. A punto de iniciar una nueva gira, el cantante Ken Casey rescata el legado del folk socialista en un presente de desigualdades clasistas, totalitarismo y el capitalismo corporativo.

Un miércoles de verano boreal, Ken Casey está al teléfono desde Boston. Pasado el mediodía, el cantante y líder de Dropkick Murphys está dedicado a una jornada de prensa en las semanas previas al lanzamiento de This Machine Still Kills Fascists, disco donde el sexteto le pone música a un puñado de letras inéditas del legendario Woody Guthrie.
Con la llegada de This Machine Still Kills Fascists, publicado el viernes 30 de septiembre, la banda logró un disco completo en torno al ícono del folk estadounidense, trayendo sus balizas poéticas-políticas al presente. Más que un tributo o un saludo, la banda inyecta vida desde un abordaje musical que respeta su propia identidad. El acierto del grupo de Boston fue crear una música para esas letras inéditas y no para una leyenda o un legado inmortal. Dejando de lado la solemnidad, los Dropkick Murphys eligen ser profesionales y, especialmente, colegas de Guthrie, poniéndose a trabajar codo a codo en una colaboración respetuosa, pero repleta de vitalidad. La banda entiende cuándo apoyarse en su sonido característico y cuándo inspirarse en los sonidos de otros artistas folk. Las emociones al transmitir las letras de Guthrie se capturan hábilmente desde los llamados a la acción colectiva hasta las conversaciones sensibles entre una pareja que busca algo de sosiego en un mundo imprevisible.
Con su grueso acento bostoniano, Casey se toma el trabajo de prensa como un deber fundamental en una carrera sostenida por décadas de entrega completa. Respondiendo cada pregunta con generosidad, amplía el espectro de la comunicación hacia una conversación real que cuenta como un intercambio de ida y vuelta. Las razones del nuevo disco residen en una realidad que se manifiesta más allá de las fronteras políticas: considera que hay una necesidad de movimiento obrero internacional como sucedió en otras épocas. Puede que vivamos en la era de la comunicación, pero algo se perdió en el camino. Ken cree que hay que volver a creer en una internacional socialista que esté por encima de las diferencias culturales e idiomáticas. Si del otro lado hay un único símbolo -el capitalismo- arrasando con todo, las clases trabajadoras deberían unirse para hacerse oír. 
“Siempre fuimos una banda política. Lo fuimos desde el principio”, afirma Casey. “Siempre nos consideramos una banda política, nunca hubo dudas con respecto a eso. Pero te hago una observación de la que tomé consciencia recién el año pasado: mientras que nosotros siempre cantamos sobre inmigración, mano de obra organizada, las clases obreras resistiendo junto a los pobres, nunca hubo una época tan desoladora como la que vivimos ahora. O sea, los tiempos siempre son complicados para los trabajadores, siempre lo fueron y siempre lo serán, siempre tuvimos que luchar contra la gente en el poder y los millonarios, pero ahora es una cuestión de muerte, entonces el mensaje se vuelve mucho más intenso”, plantea. “Como artista es fundamental tomar posición”. 
En la canción «All You Fonies», quinta pista del disco, se aborda la necesidad de formar y construir sindicatos y el impacto de la negociación colectiva en oposición a la negociación individual. Las palabras de Woody datan de la década del 50 aunque tienen una contundencia del presente más urgente, casi como si fuera un testimonio de los estragos que padecen miles de trabajadores de corporaciones globales en sus reclamos más básicos.
Con las diez canciones que componen este nuevo álbum, los Dropkick Murphys revitalizan parte del catálogo de Woody Guthrie que quedó sin grabarse o que nunca tuvo una terminación musical. El trabajo sigue indagando en una cantera de canciones gestadas por un tipo con una cabeza encendida que bajaba al papel lo que atestiguaban sus ojos. Muchas son de las décadas de 1940 y 1950, décadas antes de que los integrantes de la banda hubieran nacido o que, incluso, sus propias familias estén radicadas en los EEUU. La música, sin embargo, resulta extrañamente relevante para el mundo de hoy. Décadas más tarde, la leyenda de Woody está más viva que nunca gracias al legado artístico y a un mundo que, lamentablemente, no supo aprender de sus errores. 
El legado de Guthrie siempre se mantuvo vivo por dos razones: a través de las décadas siempre fue resignificado por artistas de diferentes calibres y sonoridades, desde Bob Dyan a Wilco, pasando por Ry Cooder, Bruce Springsteen, Neil Young y Dolly Parton. Desde punks furibundos hasta el colorido bombástico de Lady Gagá, hubo decenas de artistas que supieron encontrar un sentido valioso en el corazón del cantautor.
Woody Guthrie, quien falleció en 1967, fue un pionero del folk estadounidense, alabado por su habilidad para manejar la poesía como un arma en la lucha por la justicia socioeconómica. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, Guthrie se mudó de Texas a Nueva York, donde escribió y grabó Dust Bowl Ballads en 1940, un disco que narraba las tormentas de polvo de la era de la Depresión en su casa de Oklahoma a mediados de la década de 1930. Aunque no forma parte de ese disco, el mismo año lanzó la icónica canción «This Land is Your Land».
Woody Guthrie escribió canciones desde el corazón y para la gente común. Se aseguró de estar presente cuando más se lo necesitaba, a menudo actuando en eventos de recaudación de fondos, beneficios y mítines para defender las causas de la clase trabajadora y condenar la codicia, la guerra y el capitalismo sin control, todo con su guitarra en la mano.  Aquí es exactamente donde Woody Guthrie y Dropkick Murphy se cruzan. El sexteto es un núcleo familiar inmigrante que sigue adelante, estableciendo lazos profundos con la comunidad; un puñado de artistas con vocación de servicio y acción que depende de los informes honestos que vuelca en sus canciones. Al igual que el recordado cantautor, dar cuenta de la vida real es lo que hace que sus canciones sean tan necesarias. Eso no es una coincidencia, explica Casey: “Woody Guthrie, él es el punk original. Fue contra la corriente, dio batalla, habló y cantó sobre sus creencias. Me motiva leer lo que escribió y me inspira su coraje”.
“Creo que es triste saber que muchas de las cosas sobre las que Woody escribía y se manifestaba hicieron un giro, como una historia circular. El fascismo y el totalitarismo son fuerzas que están peleando contra la democracia en varios países, incluido Estados Unidos. La violencia militar está presente en Ucrania, por ejemplo, pero en Estados Unidos tenemos una codicia corporativa desatada que genera una brecha entre los ricos y los pobres que es pura obscenidad. Esa brecha está en su pico histórico. Las canciones de Woody Guthrie siempre fueron por y para los trabajadores y ahora tenemos un país donde la gente perdió su trabajo, o que no llega a cubrir sus necesidades básicas”, señala el cantante.
“En nuestro país, existen personas como Jeff Bezos de Amazon: su riqueza creció más que nunca en los últimos tres años, justo en el mismo periodo en que la pobreza llegó a niveles de desesperación en todo el país. En Amazon los trabajadores están buscando formas de resistir a Bezos. De repente, mirando a tu alrededor, te das cuenta de que todo lo que manifestaba Woody Guthrie está presente de vuelta. Sus canciones necesitan resonar otra vez, bien fuerte”, observa. 

La idea de This machine still kills fascists se viene condensado desde hace casi una década. Se trata de un trabajo paciente entre Nora Guthrie, hija de Woody, y la banda, que supieron encontrar los tiempos correctos para desarrollar y concretar una empresa cargada de trabajo afectivo, simbolismo artístico y conciencia política.
Estas letras de Woody Guthrie se han mantenido fuera del radar de los sellos durante más de medio siglo mientras en el mundo exterior todo cambiaba, ciclo tras ciclo. Inexplicablemente, los cambios globales ocurridos no desterraron las injusticias, las iniquidades ni las violencias propias de un sistema que sigue apostando a la explotación: de los recursos naturales, de las clases trabajadoras, de las comunidades que resisten a pesar de todo.
Los Dropkick Murphys y su productor Ted Hutt grabaron en The Church Studio en Tulsa, a unos pocos kilómetros de Okemah, lugar de nacimiento de Woody, en el estado de Oklahoma, en sur estadounidense. La banca completa –Casey (voz principal), Tim Brennan (guitarras, silbato de hojalata, acordeón, piano, voz), Jeff DaRosa (guitarras, banjo, mandolina, voz), Matt Kelly (batería, percusión y voz), James Lynch (guitarra y voz), Kevin Rheault (bajo)- se instaló allí para trabajar con paciencia.
Nora fue seleccionando una colección de letras de su padre nunca publicadas que acercó a la banda para ir trabajando. El desafío siempre fue encontrar el momento adecuado para unir letras y música. Los tiempos se fueron estirando por un sentido de responsabilidad -y respeto- mutuo: la familia Guthrie supo entender los compromisos de agenda de la banda mientras que los músicos quisieron estar ciento por ciento dedicados a la altura de las circunstancias. Después de todo, se trata, nada más y nada menos, que las canciones inéditas de una leyenda de la música popular del siglo pasado.
Desde el seno de la banda, el guitarrista Tim Brennan explicó que: “al comienzo de esto, me sentí bien al saber que la letra ya estaba escrita. Yo creo que pensamos que podría ser más fácil de abordar, pero ha sido bastante difícil… en el buen sentido. Fue un desafío. Quisimos estar a la altura de una tarea tan especial”
Si bien la instrumentación celta es escasa y distante, el espíritu de la banda todavía está allí y el punk rock está, sin duda, muy presente. El sexteto entendió cuándo desplegar el sonido característico de todos estos años y cuándo inspirarse en otros artistas folk como Johnny Cash o The Pogues. Ahí reside otra clave del disco: se trata de algo más que el legado de Guthrie, los Dropkick Murphys son cultores de una tradición de la que beben y estudian desde chicos. El disco es una oportunidad de demostrar su musicalidad mientras rinden un homenaje no-solemne.

Con más de 25 años a sus espaldas, los Dropkick Murphys de Boston son verdaderos veteranos del punk. La experiencia transitando escenarios y rutas de Estados Unidos formaron una banda integrada por orgullosos representantes del rock and roll subterráneo de Boston, consagrados a fuerza de dedicación, trabajo duro y hermandad con su público.
Cuando Dropkick Murphys se formó en el sótano de una barbería de Boston en 1996, el objetivo no era llenar el campo interior del estadio Fenway Park en un escenario de concierto, o convertir un trozo olvidado de una letra de Woody Guthrie en un himno  como «I’m Shipping Up to Boston» que resonara en The Departed, la película de Martin Scorsese ganadora del Oscar.
El objetivo nunca fue convertirse en íconos del punk rock o emblemas de la clase trabajadora de Boston. Al principio de toda la historia de la banda, apenas hubo una apuesta entre amigos. Un desafío de adolescente es la raíz de toda la historia. Después de casi una docena de álbumes de estudio, millones de discos vendidos, miles de shows ante salas llenas en todo el mundo, es seguro decir que Dropkick Murphys ganó esa apuesta.
“¡Nunca imaginé que iba a estar en una banda!”, afirma Casey entre risas de gran volumen. Divertido, mira hacia atrás y admite que siendo un adolescente jamás imaginó integrar una banda, mucho pensó que un cuarto de siglo más tarde sería un músico profesional que creció y maduro como líder de un grupo reconocido internacionalmente. “Cuando empezamos fue porque un amigo mío me desafió a armar una banda. Lo único que me interesaba era ganar esa apuesta”, añade, todavía incrédulo ante todo lo sucedido. “Nunca tuvimos planes de hacer una carrera o dedicarle la vida a Dropkick Murphys. Es un sueño hecho realidad. Estamos muy agradecidos”, concluye.

En octubre el grupo arranca una gira acústica de cinco semanas en teatros de treinta estados de EEUU. Se trata de unos meses de intensidad declarada, con conciertos de forma periódica. Si las cosas salen bien, incluso podría haber más de un show por día. La agenda ajustada asegura emociones a través de todo el territorio norteamericano.
“Creo que estamos bien preparados”, adelanta Ken respecto al ritmo demandante del tour. “Estuvimos de gira dos meses durante el verano, tocando en Europa. Ahora estamos en forma. Cada vez que salimos a la ruta, nos encerramos a practicar una y otra vez. No se trata únicamente de ensayar las canciones, se trata de ponerse a tono con las exigencias de una gira. Es un trabajo que amamos y tomamos seriamente. En las semanas previas, nos encerramos y tocamos todo el repertorio de forma completa, sin cortes. Le metemos hasta encontrar la forma ideal. Para nosotros es importante estar seguros de estar en forma para el show número uno al igual que el número sesenta”.
La idea de gira acústica como la que propone This Machine Still Kills Fascists es una experiencia diferente aunque, según aclara el cantante en clave de franqueza, no se trata de algo completamente nuevo: “la idea es tocar las canciones de forma acústica, pero en la formación de siempre. No es que vamos a estar sentados en butacas. Creo que la entrega física es similar, solo que diferente en lo sonoro. Sobre el escenario somos los mismos. El público de nuestra banda disfruta mucho de cantar a la par, por eso creo que esto nos acerca aún más. Se trata de un evento que nos conecta mucho con la gente, eso se siente muy bien luego de los procesos restrictivos del Covid. El show es tan poderoso como siempre”.

En la primera parte del 2022, los Dropkick Murphys se ocuparon de ultimar los detalles del disco mientras giraban por Europa, dando al público una razón para celebrar, logrando una gira reencuentro luego de dos años pandémicos que marcaron una distancia demasiado gris.
El sexteto pasó por Francia, Alemania, Bélgica, Austria, Italia, Suiza, Hungría, Polonia, Holanda, Irlanda del Norte, Gales, Inglaterra, Irlanda y Escocia. Tanto en Alemania como en Inglaterra hubo media docena de fechas, con una calurosa demanda de tickets por parte de la gente.
Luego de décadas de girar de forma incansable y seguir apostando a generar una música fiel a sus raíces, algunas canciones de la banda lograron convertirse en himnos cotidianos de cientos de miles de personas de todo el mundo, sin importar su lenguaje o herencia cultural. Se trata de un pequeño fenómeno que atraviesa el corazón del público hermanando música y vida. 
“Conocer el mundo gracias a la banda es algo increíble”, comparte Ken sobre la experiencia internacional que en 2022 y 23 suma nuevos capítulos. “Imaginate que nuestros abuelos y familias llegaron a Boston desde Irlanda por necesidades básicas. Ninguno de nosotros tuvo la oportunidad de viajar a ningún lado, nunca. Mi mundo era el barrio donde crecí. No conocía más que eso. Gracias a Dropkick Murphys pudimos salir a tocar, viajar para conocer el mundo, educarnos de otra forma. Nunca deja de sorprenderme cuando existe un recibimiento tan especial desde países lejanos donde se habla otro idioma o las diferencias culturales son marcadas. Yo nunca viajé a ningún lado, nunca tuve dinero para salir a conocer otras culturas. Todo eso llegó gracias a la banda. Si ahora puedo hablar con vos es gracias a la banda. Poder decir que tengo amigos en México o en países más al sur, es gracias al trabajo que hicimos. Sudamérica, Japón, Europa, Australia: somos gente muy afortunada. Creo que eso es lo mejor de formar parte de Dropkick Murphys. Ahora siento que pude experimentar diversas culturas de todo el mundo. Siempre me sentí agradecido por eso”.
Llegado el momento de hablar de Sudamérica, Casey sigue adelante con su franqueza a rajatabla: “todavía no tenemos nada cerrado, pero estamos en conversaciones para cerrar una gira en 2023. Siempre ha sido una experiencia tremenda tocar en países sudamericanos”.
Con las planificaciones todavía por definirse, el cantante asegura que la banda está lista para venir, aunque no siempre depende únicamente de su decisión: “Necesitamos una estructura donde respaldarnos porque allá sigue siendo un terreno para seguir explorando”.

Tanto hablar de giras internacionales, ciudades, países e idiomas, se vuelve impostergable referirse a Boston, cuna de los Dropkick Murphys y otros actos de rock históricos como Pixies, Aerosmith, The Cars, Mission of Burma, The Magnetic Fields y…Boston, por supuesto.
Boston es la capital del estado de Massachusetts y su metrópolis más grande. Fundada en 1630, es una de las ciudades más antiguas de los Estados Unidos. Actualmente, la ciudad posee una población que supera los cuatro millones de habitantes y una pujanza económica que lentamente va cambiando la vista panorámica de la ciudad, al igual que sus calles. En ese sentido, las zonas más peligrosas que formaron un imaginario cinematográfico y televisivo de Boston como una ciudad picante están cambiando desde hace tiempo.
El sur de Boston, popularmente conocido como Southie, está conformado por una comunidad católica irlandesa de clase trabajadora. En los últimos años ese barrio se fue transformando, recibiendo nuevos inquilinos, haciéndose cada vez más popular entre los profesionales millennials.
Tantos cambios socioeconómicos nunca pasaron desapercibidos para los integrantes del grupo, siempre militantes de su comunidad y embajadores culturales de Boston, donde quiera que vayan. “En algunas cosas la ciudad cambió para mejor”, explica Casey. “En lo económico Boston se convirtió en una ciudad pujante. El tema es que, con ese éxito financiero, llegó la gentrificación. De repente, ya no podemos permitirnos vivir en el vecindario en el que crecimos. Las familias que se criaron en los barrios de Boston se fueron mudando hacia las afueras o directamente dejaron la ciudad”, comparte el cantante. “Yo diría que Boston todavía conserva mucho de su espíritu. Es una ciudad enorme con un sentimiento de pueblo pequeño. Tenemos una comunidad muy unida, pero lamentablemente muchos de nosotros nos vimos obligados a mudarnos de nuestros barrios porque todo se encareció de manera desmedida. En ese sentido, mucha gente se fue alejando de sus raíces porque no puede afrontar una vida en el mismo barrio donde crecieron ellos, sus padres o sus abuelos. Sucede que cuando llega el momento de formar tu propia familia, tenés que mudarte. Se trata de una historia conocida”. 

 

Por Lucas Canalda

 

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