EN LAS PROFUNDIDADES DE SPIRITUALIZED: UNA ENTREVISTA CON JASON PIERCE

Spiritualized vuelve al ruedo con Everything was beautiful, álbum que encuentra a Jason Pierce en gran forma. Detrás de J.Spaceman habita un hombre cercado por la obsesión de una construcción sónica constante. De acuerdo a su propias palabras: “hacer música es lo más importante de mi vida”.
Una entrevista en profundidad con la mente responsable de los míticos Spaceman 3 y la nave expansiva de Spiritualized.

Jason Pierce tiene un consejo. O quizá se trate de una teoría. Tiene varias y gusta de compartirlas. “Uno no enloquece tanto cuando tiene al sol arriba de la cabeza”. El comentario llega luego del saludo inicial. Mientras que en Londres el frío aprieta fuerte con amenaza de nieve, en el litoral argentino el calor es agobiante. Cuenta que la tarde previa a la entrevista estuvo gugleando las ciudades con las debía hacer jornada de prensa. De Rosario no sabía nada, pero al río Paraná ya lo tenía registrado. Habrá que creerle. Por lo pronto, está en lo correcto al asociar un río imponente con la presencia rutilante del sol.
Semanas antes de la publicación de Everything was beautiful, el onceavo trabajo de Spiritualized y su regreso a la superficie terrestre, Pierce alias J. Spaceman alias Spiritualized disfruta la tarde tomando té.
Conversador amable, prefiere hablar de música antes que promocionar su nuevo material. Antes que un músico reverenciado es un melómano. Cita referencias constantes que lo pintan como un ávido coleccionista y un verdadero enamorado del rock and roll. Parece que este hombre de 56 años, sobreviviente de varias neumonías severas, hepatitis y cáncer, todavía se considera un alumno de la disciplina que le fascina. Aun siendo la mente maestra detrás de Ladies and gentlemen we are floating in space, disco que siempre encuentra su lugar entre las listas de mejores discos de los 90, de los últimos tiempos o de la historia del rock, él prefiere considerarse un enamorado eterno del rock.
Nacido en Rugby en 1965, Pierce pasó toda su vida haciendo música. Primero con Spacemen 3, luego con Spiritualized. Ambos proyectos le granjearon un prestigio internacional como artista de vanguardia. Entre tantos pergaminos de ventas, giras e inspirados artículos de la prensa especializada, todavía sigue siendo un estudioso. Entre lecciones y aprendizajes de su camino musical, quien más referencias se lleva es Iggy Pop. David Bowie y The Beatles aparecen, ineludibles. Sucede que mientras los incrédulos, las redes sociales, la industria y medios de comunicación tildan al rock de vetusto, Pierce sigue considerándolo su marco referencial. Pero hay mucho más que lo evidente: es un antropólogo de bateas y navegante de la red, en su disfrute hay lugar para el jazz, para el country, el rock-steady y el soul, entre otros géneros.
Iggy funciona como un portal de referencias épocales. El impacto inigualable de Raw Power durante su adolescencia. The Stooges como código de pertenencia entre recién conocidos. En 2022 todavía abre el juego para sus charlas.
Habla y toma té. Nada raro, infusión clásica. Pide perdón por ser tan obviamente inglés. Dialoga de manera cordial. Prefiere un intercambio. Ninguna pregunta es cerrada. Siempre quiere escuchar una devolución.
No lo dice de manera elocuente, pero Everything was beautiful lo entusiasma. En 2018, en ocasión de la publicación And nothing hurt, se refería al disco como su último trabajo y retiro definitivo. Había tenido suficiente.
Afortunadamente nada de eso se concretó. 2022 marca su regreso confirmando su amor por la fantasía expansiva y absurda de Kurt Vonnegut. Ahora comparte instancias del inminente lanzamiento sin demasiado filtro. Adopta cierta honestidad brutal que lo descubre. Tiene ganas de hablar. ¿Habrá sido efecto colateral de coronavirus? ¿Siente la necesidad de comunicarse con otros? Qué lugar extraño se volvió el mundo. 

1. SIRENAS

Por encima de Everything was beautiful -que se edita el viernes 22 de abril- la prolongada conversación con Pierce tiene una serie de temas recurrentes: su obsesión por la música; su obsesión por los detalles; su obsesión por encontrar nuevos abordajes a sus canciones; su obsesión por los sonidos, en general. Sí. Pierce tiene ciertos issues. A su favor debemos decir que no intenta esconderlos detrás de una fachada de falsa neurosis. Entiende sus maneras como algo natural, abrazándolas con modos educados y una espontaneidad que lo enriquece como entrevistado. Su manía con los detalles mencionados revela mucho tanto de su personalidad como de su faceta artística.
Pierce responde desde su casa, ubicada en el este de Londres. Apenas iniciado el contacto, voluminosas sirenas se cuelan desde la calle. Esas sirenas veloces aparecen de forma reiterada durante toda la conexión. “Las sirenas están siempre revoloteando por mi ventana. Este barrio es así”, comparte de inmediato, rompiendo cualquier tipo de protocolo previsible de promoción del disco.
Pierce traza círculos desde la cotidianidad más prosaica para asociarlos a su música. Ningún detalle se le escapa. Aún mejor: todo detalle puede integrarse a una canción. “Si escuchás mis discos de cerca se pueden escuchar las sirenas de la zona. Te juro que están en cada uno de mis discos, las sirenas pasan infectando todo”, confía.
En 2020 y 2021, durante los periodos de confinamiento estricto, ese soundtrack de sirenas de policías, bomberos y ambulancias llegó a extinguirse por completo. La desaparición de las sirenas fue algo que Pierce notó. Su compañía constante había desaparecido. Cuando el silencio fue total su preocupación se desató. Algo muy grave estaba pasando ahí afuera. “Vivo en medio de la ciudad. Es muy extraño tener algo de calma. Cuando no suenan las sirenas es para alarmarse. Son mi canto de pájaro, algo muy extraño”, observa.
“Cuando grabás música está esa cosa de buscar el silencio. Uno graba cuando el mundo está quieto. Aun cuando estás dentro del estudio, en un cuarto a prueba de sonido, los músicos elegimos grabar bien entrada la noche, lo que es casi ilógico. Buscamos esa calma del mundo nocturno. Fue extraño tener esa misma calma por semanas las 24 horas. De repente, cada momento del día parecía ideal para hacer música”.
Para el productor y multiinstrumentista la situación estuvo lejos de ser un sueño ideal. De hecho, vivió momentos perturbadores porque tanto silencio era apabullante. Si el exterior está inmerso en la quietud absoluta, ¿qué clase de vértigo mental ocurre dentro de cada casa, de cada persona? 
El historial médico de Pierce es abultado y con entradas considerables durante diferentes periodos de su vida. Cuando se le pregunta por su salud responde que está bien, que viene sintiéndose saludable “dentro de todo”. Ese comentario anuncia un desvío. Si el organismo de Pierce pudo sobreponerse a padecimientos graves que llegaron a poner en riesgo su vida, su mente funciona como siempre, para bien o para mal. En ese maquinar constante, la presencia del otro ocupa una parte importante de su neurosis en épocas de pandemia: “creo que estoy sufriendo algo de desesperación como todo el mundo, lo normal. Últimamente digo que disfruté el confinamiento como una calma extraña para la que entrené toda la vida. Pero detrás de ese comentario entiendo que hay algo: la experiencia está lejos de ser impoluta, hay un temor grave en mí, siento que ahí afuera hay gente que está trabajando al extremo para salvar vidas. Me pregunto si realmente estamos pensando en esas personas que están en la primera línea. Me desespera que un sector de la población no sienta responsabilidad de sus pares. Me preocupa la suerte que puede correr el pueblo en circunstancias tan complejas y extremas. Si miro por la ventana hacia afuera, parecería que todo el mundo camina sintiéndose inmune al virus, eso me transmite cierta tristeza, en principio, luego algo de desesperación. Parece que mucha gente no tiene consideración alguna por el otro. No se entiende que hay gente en situación más vulnerable que uno, que tiene otras debilidades, tanto de salud como de otras circunstancias, me refiero a tener un empleo, cobertura médica, necesidades básicas cubiertas. ¿Cuánta gente sola hay allí afuera?”. 

2.TODO ERA HERMOSO

Everything was beautiful es una apuesta hacia las taras de Pierce: repleto de paisajes sonoros dramáticos y sublimación de su desesperación cotidiana. Aun así, el regreso de Spiritualized logra ser íntimo y profundamente absorbente. La atención al detalle, la instrumentación inspirada y la producción cerebral nos dejan saber que está en gran forma.
Desde el minuto cero se propone un equilibrio donde realidad y flotación espacial conviven en un plano único: el de Pierce. Las sirenas de las ambulancias se unen al ruido, la melodía y un dejo de desesperación resignada.  «Always together with you» deja en claro que la espera valió la pena. Pierce suena frágil. Inmerso en texturas elaboradas con precisión parece encomendado a algo superior: el otro.
El caleidoscopio pop lo invade todo desde el principio. La orquestación va creciendo de manera tímida, pero sin pausa. Se trata de cierto júbilo melancólico que hace de la resignación algo envolvente, una comodidad adquirida luego de demasiadas persecuciones neuróticas.
La naturaleza rasposa de Pierce permanece intacta porque la asimilación de Lou Reed & John Cale sigue presente. Hay riffs pegajosos en «Best thing you never had» y los vientos contienen una cualidad de sótano cooptado por la humedad, lo que resulta en un crossover entre Velvet Underground y Exile on Main Street. Spaceman no intenta ser ni Reed ni Jagger: parece un obseso machacante que disfruta el rock mientras deja que la banda crezca a su alrededor. 
Bien entrado el álbum aparece un claro rastro de Spacemen 3: space rock tan potente como narcótico que se encauza hacia su querido James Osterberg. Las capas de guitarras nos llevan en el viaje de transición. Cuando llega «Let It Bleed (for Iggy)» no hace falta nada más que ilusionarnos con la posibilidad que el camino de ambos pueda cruzarse. ¿Pierce podrá quedarse en su silla teniendo a Iggy saltando a su lado? El tiempo lo dirá. 
«Crazy» presenta una cadencia relajada acompañada de armonías vocales cuidadosamente elaboradas. Nikki Lane lleva la canción hacia un estado reflexivo mientras Pierce la acompaña con su propia voz, tomando un rol secundario. Los arreglos son equilibrados y si bien Lane se luce definitivamente la conducción de Pierce parece buscar otra cosa: la identidad de la canción desde la construcción colectiva. 
La conclusión llega con dos composiciones épicas que constituyen 17 minutos de los 44 que dura el disco: «Song A (Laid In Your Arms)» y «I’m going home». Hay un guiño a los tempranos noventa y ráfagas furiosas que paulatinamente se van ralentizando hasta evolucionar en algo dreampopero. Spiritualized termina en orillas jazzeras, con su líder conduciendo la orquesta hacia arriba antes que caiga el telón.
Pierce toca 16 instrumentos en Everything was beautiful, que se grabó en once estudios diferentes, así también como en su casa. Además empleó a más de treinta músicos y cantantes, incluida su hija Poppy, su antiguo colaborador y amigo John Coxon, secciones de cuerdas y metales, coros y campanas.
Hay mucha data sucediendo al mismo tiempo en cada una de las canciones. Pierce, por supuesto, es consciente que su tarea fue ardua. Ahora respira tranquilo, entre orgulloso y satisfecho. “Había tanta información en el disco que el más mínimo movimiento lo desequilibraba, pero para mí es importante dar vueltas”, cuenta. “No es como si estuvieras fuera de control, sino que estás dando vueltas y vueltas y en cada revolución te sostenés de lo bueno. Claro, también surgen ciertos errores, pero también te aferrás a algunos de ellos. Llegar significa abrazar esos errores que también son direcciones”.
Pierce enumera estudios de grabación en diversas localidades de Inglaterra. La tranquilidad mental de Pierce fue fundamental. Para eso no hubo nada mejor que casa. Más allá de la comodidad de su hogar, fue el mismo líder de Spiritualized quien tuvo que moverse para grabar el disco. Algunos de los estudios son puntos geográficos algo alejados de Londres porque la totalidad de la banda vive a dos horas de distancia de Pierce y resultaba más sencillo acercarse a ellos.
Otro factor que complicó el ya de por sí laxo cronograma de grabación es que algunos estudios, simplemente, no resultaron aptos para las exigencias de Pierce. Según explica, “la realidad es que muchos de esos estudios resultaron en sesiones que no funcionaron. De ahí salió mucho trabajo que quedó sin terminar o fue descartado”. 
Los tiempos se estiran mucho -pero nunca demasiado- porque Pierce está empecinado en intentar siempre un abordaje único, logrando otra forma de cerrar las canciones. Se trata de una manía que, luego de cuarenta años de carrera, no debería sorprender a nadie. Sin embargo, todavía sucede.
Pierce se muestra directo con respecto a esa problemática. Es una cuestión que lo desvela durante los procesos de producción y hasta el día de hoy genera dolores varios, tanto para él como para su equipo. Sin obviar los pormenores de la situación, desarrolla: “sucede que en la industria de la música hay gente que hace el mismo disco una y otra vez, con el mismo personal involucrado, repitiendo su especialidad. Uno se acerca a tal productor o sonidista y le pide que haga lo mismo que hizo con el disco que trabajó antes. ´Quiero eso mismo que le diste a otro´. A mí no me interesa trabajar de esa forma. Siempre procuro hacerme de un lugar diferente, un espacio para sonidos propios, otra forma de desarrollar las canciones ubicando todo en un espacio único. Siéndote sincero, luego de tanta experiencia haciendo música, sigue siendo un desafío que las personas involucradas acepten esa forma de trabajar. Generalmente la gente quiere hacer lo que sabe hacer, sin salirse de la norma”. 
Para el nativo de Rugby el tiempo no fue un problema. De hecho, se entusiasma teorizando desde su propia experiencia: “el confinamiento profundo se sintió más aletargado, incluso para alguien tan aislado como yo”. De nuevo, las sonoridades propias de las calles jugaron un rol importante en el buceo pandémico de Pierce. Según afirma, la falta de las sirenas omnipresentes en su barrio funcionó como la verdadera pausa de la realidad, dilatando aún más el mundo interior de su hogar y estudio. “Cuando ambulancias y patrulleros cesan de transitar te das cuenta que estás en otro nivel de flotación”, teoriza.

4.MANÍA

Pierce viene haciendo música desde 1982. Primero con Spacemen 3, luego con las orquestaciones susurrantes que componen el sonido trascendente de Spiritualized.
Con su primera banda ganó reconocimiento entre los medios especializados de Estados Unidos y Europa. Con Spiritualized alcanzó un nivel superior, logrando un estatus de prestigio y devoción por todo el mundo.
Mientras que los esfuerzos de Spacemen 3 podrían ser suficientes para que Pierce se relaje un poco y descanse sobre los laureles, la calma parece serle esquiva. Liderar Spiritualized lo consume todo. Mejor dicho: sublimar la música de Spiritualized lo consume todo. Incluso su salud física.
Desde 1990, año inicial del proyecto que le granjeó prestigio global, nada parece traerle algo de paz duradera. Padre de dos, la familia es un refugio importante. Sin embargo, Pierce siempre anda en una. Lejos de ser un vulgar workaholic ahogando sus angustias en laberintos cuasi kafkianos, Pierce parece correr detrás de algo más trascendental: una obra que lo sobreviva.
Pierce está siempre desafiándose a una tarea difícil: superarse. ¿Busca la atención del otro? ¿Qué angustia reside detrás de su compulsión? Esas preguntas van encontrando cierta claridad a medida que el productor desata su cordial verborragia. Se trata de un hombre que está en paz con sus manías. 
Mientras que el otro se manifiesta tanto en Everything was beautiful como en su discurso ante la prensa, no queda demasiado en claro cuán presente está ese otro en su vida cotidiana. ¿Cuánta presencia tienen los demás en los procesos creativos de Pierce? ¿Cuánta confianza deposita en su equipo? Delegar parece ser un impedimento supremo. Pierce es el primero en admitirlo: “no podría decirte que comparto mucho. La verdad es que me vuelvo obsesivo con respecto a la música en general. Cuando se trata de mi producción, todavía peor. Creo que me obsesiono al nivel de enfermarme. Entro en un estado de ´esto es lo más importante de mi vida´. Muchos de mis amigos o la gente que me rodea no entiende la razón de semejante comportamiento. Creo que lo entienden cuando el disco está terminado y lo escuchan. ´Ahhh, OK, entiendo por dónde ibas´. Claro que parece re sencillo todo cuando uno tiene el disco terminado en sus manos. Cuando te ponés a escucharlo todo parece lógico y evidente, pero el proceso es otra realidad. La mayoría de la gente no entiende la clase de persecución que hay detrás de un disco. Se trata de ir frenéticamente detrás de algo que no tenés claro qué es o cómo suena precisamente. En mi cabeza tengo una certeza: siempre puedo ser mejor, siempre se puede sonar mejor, producir de otra manera, encontrar algo diferente a lo que inicialmente ideaste. Entiendo que no es fácil. Creo que, igual, soy de escuchar las opiniones más cercanas. Al menos un poquito. Tengo mis referencias. Le paso mucho material a John Coxon, quien solía estar en la banda y tiene una idea confiable de lo que estoy intentando lograr. Pero, en general, creo que todo se siente como un esfuerzo en solitario. Creo que se trata de algo en lo que estoy completamente extraviado y voy obsesionándome con los detalles más pequeños. Siempre digo que hacer un disco de Spiritualized es como construir una casa de naipes: se trata de un equilibrio muy delicado, donde cada carta tiene que tener el peso correcto o todo se derrumba. Lo peor es que todo puede terminar luciendo una forma horrible. Para mí hacer discos se trata de eso: está todo en los detalles más ínfimos. En la canción «Always together with you», que abre el disco, no funcionaba el puente. No podía cerrarla. No me parecía que podía estar terminada hasta encontrar un mínimo detalle que me volvía loco. No funcionaba y punto. Tuve que ponerme a desarmarla, pensarla desde otra perspectiva. La escuchaba y algo no funcionaba a pesar de los intentos. Hay algo ahí: me parece una falta de respeto pedirle al oyente que soporte casi siete minutos de una canción que no funciona y encima encabeza el disco. ¿Cómo voy a cerrar algo así? No. De ninguna manera.  Entonces, todavía renegando, redescubrí un pitido de la transmisión de la misión del Apolo 11 y lo fui metiendo de a pedacitos, digamos. Antes lo usé en Ladies and gentlemen we are floating in space, lo tenía fresco porque el año pasado trabajamos en la remasterización. Reconozco que no soy de revisitar ese tipo de recursos, pero me parecía que calzaba perfecto, el detalle perdido que faltaba cuando estaba perdiendo la cordura estando tan, pero tan cerca. Apenas entró ese ruido de la transmisión y mi hija leyó esas líneas correspondientes al título del álbum, de repente, todo cambió para ser perfecto. Todo el disco se sentía como una transmisión, como si alguien lo estuviera transmitiendo desde afuera del planeta. Encontré un rasgo romántico que no estaba antes. Esa ausencia apenas era pitido diminuto, no se trata de lo que uno asumiría como un aporte musical extraordinario. Para mí los discos se componen de miles de decisiones similares. Se trata de la construcción de detalles así. Para mi esa pequeñez cambió toda la tez del disco, logró echar luz sobre el resto de la producción”.  

 – Antes de la etapa de grabación y producción que tanto te apasiona está el paso obligado de componer canciones. ¿Cuándo te das cuenta que estás en el camino correcto para lograr una canción? ¿Tenés algún método luego de décadas de hacer música? 

Creo que es algo instintivo. ¿Estuviste viendo el documental de The Beatles que estrenaron recientemente? Es algo hermoso. Es una ocasión rara ser invitado a presenciar el proceso creativo de alguien. La mayoría de la gente no quiere ningún tipo de cámara dando vueltas en esa instancia de trabajo. Lo que observé con mucho interés es que su proceso de trabajo no es tan diferente a la experiencia de cualquier otro colega. Fue muy humanizante verlos así. Es positivo ver que no se trata de alguna especie de genialidad superior, es ponerse a laburar: tararear, rasguear, zapar, cantar, tirar palabras al azar, buscar por todos lados hasta que algo pega. Encontrar algo único, algo que te despierte la curiosidad, no hay método seguro para eso. Simplemente hay que entregarse. Al mismo tiempo, no se trata de inventar algo nuevo. La originalidad no es parte de ese proceso, creo. Por ahí suena similar a algo que te encanta, pero en detalle es muy diferente. Componer canciones se trata de eso: uno atraviesa un proceso de hacer ruidos hasta que uno te da curiosidad entonces te aferrás a eso y desde ahí le das vueltas, trabajando. Estoy seguro que hay gente que se sienta y escribe canciones, que tiene ese talento. Piensa el puente, el estribillo, la vuelta que le da y la cierra de manera perfecta. Sin embargo, quién quiere una fórmula o establecerse a uno mismo reglas. Yo intento jugar, ver qué pasa. 

 – Tus procesos son muy personales. Debe ser complejo seguir tu hilo de pensamiento para quienes te acompañan. Siento que son instancias muy solitarias, procesos aislantes.  

Sucede lo siguiente: no puedo tomarme el oficio musical como una actividad mecánica. Mucha gente entra al estudio como si fuera un trabajo mecánico. Grabar, bajar, cortar, mezclar, listo. Así todos los días, como si hacer música fuese construir con ladrillos de Lego. Sale una banda entre la otra y hacés encajar todo. No siento que haya disfrute alguno o nada que aprender de ese procedimiento. Mi experiencia es lo contrario: es un proceso largo donde no quitás nunca la mirada de los detalles, seguís intentando e intentando e intentando e intentando de elevar la vara más alta, hacia otra luminosidad, hacia otra belleza. Creo que es una oportunidad única para terminar algo hermoso. Después se termina todo. ¿Qué queda?

– Me suena a que estás pensando en un legado. 

Sí. Suena raro ponerlo en palabras. Tenés una oportunidad de lograr algo hermoso. Después se termina eso, pronto. Es una chance de dejar una especie de belleza atrás, un legado, como decís. No estamos acá por mucho tiempo. Es importante lograr eso. 

5.ARTEFACTOS

El artwork de Everything was beautiful está diseñado por Mark Farrow, un viejo cómplice en las aventuras de J.Spaceman y uno de los diseñadores más renombrados en Inglaterra. En una trayectoria de casi tres décadas, varios de los trabajos más prestigiosos de Farrow llegaron desde colaboraciones con Spiritualized.  Su carrera comenzó a principios de la década de 1980 diseñando portadas y carteles experimentales para Factory Records y The Haçienda, lo que lo colocó a la vanguardia del diseño gráfico de música contemporánea. La otra banda cercana al corazón de Farrow es Pet Shop Boys.
Durante 2020 Farrow colaboró de cerca con Pierce para lo que se llamó el Spaceman Reissue Program, que el año pasado vio los primeros cuatro álbumes de Spiritualized reeditados en nuevas ediciones de vinilo y compacto por Fat Possum records.
Farrow, Pierce y Bella Union pusieron un ímpetu especial para que la edición en vinilo de Everything was beautiful sea un objeto irresistible. La decisión llega como un acto de coherencia puesto que cada trabajo de Spiritualized se presenta como una pieza de colección para los cultores de las bandas y el coleccionista promedio. Por otro lado, luego de un 2021 donde las ventas de vinilo confirmaron la bonanza de la industria, plasmar el regreso de la banda en ediciones preciosistas, es una iniciativa lógica. 
La edición es demasiado irresistible: un paquete de píldoras superpuesto a la imagen de un prado. La referencia directa al mítico diseño farmacéutico de Ladies and gentlemen…nos deja saber que Farrow y Pierce están jugando con el legado visual de Spiritualized, aceptando que la historia de la banda ya permite guiños, chistes internos y hasta una leve reverencia a las glorias pasadas.
El vinilo te permite sacar una caja de píldoras de la funda, revelando una lámina dorada debajo, y con la posibilidad de ensamblar la caja en relieve en braille y colocarla en algún lugar de la casa. El boxset tiene ocho de esas cajas de pastillas. Ideal para renovar cada rincón del hogar o de la oficina. “Farrow y yo estábamos hablando sobre lo que deberíamos hacer y simplemente dijimos: ‘El disco se llama Todo es hermoso ¿cómo no vas a poder tomarte una pastillita?”. La vuelta de bienestar narcótico indoors le sentó bien a todos, una especie de cereza en el postre que define el zeitgeist de los últimos años.

Las ediciones preciosistas entre Pierce y Farrow escriben otro capítulo con Everything was beautiful. Pierce está en cada uno de los detalles y al tanto de lo que sucede con el disco en sus diversas ediciones. Según cuenta, para Iberoamérica hay una edición especial con diseño especialmente traducido al español por un amigo colombiano.
La idea de producir algo diferente dentro de su propio universo discográfico lo tiene lleno de entusiasmo. El riguroso nivel de detalle que entrañan tanto las ediciones en compacto como en vinilo exigen un cuidado especial. Es tanto el empeño que Pierce y el sello ponen en los discos que sobre finales de enero tuvieron que aplazar dos meses el lanzamiento de Everything was beautiful por problemas técnicos con el diseño del packaging. Más que dolor de cabeza, el inconveniente funcionó de parabienes como estrategia de marketing: mientras aparecían las primeras reseñas saludando el muy buen resultado del disco, la ansiedad de sus seguidores iba creciendo a la par de la espera.
Con tanta orfebrería compartida con su público, la dedicación de Pierce va más allá de pasión por su propio arte, se debe a una sincera devoción por el artefacto disco. En ese sentido parece lógico: ponés a un coleccionista de discos a hacer discos y el resultado es la manía perfeccionista de las ediciones de Pierce y Farrow. 
Entre tanto, Pierce se describe como un coleccionista medido. Más que buscador de tesoros de filo arqueológico prefiere considerarse un coleccionista de música. ¿Siente la fiebre de coleccionista? ¿La ansiedad se vuelve urgencia cuando está revolviendo las bateas? “Te voy a responder de manera blanda: sí y no”, explica. “Por supuesto, entiendo la fascinación que llega con el coleccionismo. Compro muchos discos, pero no estoy interesado en gastar una locura de dinero en rarezas. Siempre pienso que la música es más importante que cualquier edición especial. En ese sentido, no me gasto la plata en una primera edición, a menos que encuentre alguna ganga. A veces esas oportunidades se presentan de manera muy azarosa”.
Paulatinamente Pierce se va soltando. Su respuesta tibia pronto traspasa el umbral del coleccionista medido para dejar que el romanticismo se despliegue sin máscaras: “Todavía soy un enamorado del vinilo. Además, parece que todavía satisface a tanta gente alrededor del mundo. Son una especie de artefactos religiosos. Tienen tanta magia y misterio dentro suyo. Especialmente cuando van envejeciendo se vuelven algo tan especial. Amo cuando el sobre interno se va poniendo amarillo y medio que va exhibiendo las marcas de la vida. Cuanto más pasa el tiempo más magia se acumula, es una belleza eterna”. 

 – ¿La facilidad de la Internet cambió tu forma de buscar material? 

De chico podía leer mucho sobre música, pero no podía acceder a ella. Tenía que andar recordando el nombre de la gente que me interesaba: Charlie Feathers o Jim Dickinson. Siempre andaba pensando en acordarme de encontrar discos suyos. Supongo que ahora es tan sencillo. Es algo maravilloso poder acceder a esa curiosidad de inmediato. Creo que esa es una de las ventajas del streaming: el acceso inmediato desde cualquier parte del mundo. Antes de eso eran inaccesibles. Creo que la Internet complementa mi rigurosidad, digamos. 

 – ¿Cómo te llevás con el streaming cuando se trata de tu propia obra? ¿Qué pasa con el trabajo de capa sobre capa de instrumentación de tus discos? En Spotify pierde muchísima calidad, termina siendo prácticamente imperceptible. 
Entiendo que esto lo conversamos dos personas arriba de los 35 años, con hábitos formados en otro paradigma tecnológico. En ese sentido no desestimo la ventana infinita que es Internet: la primera vez que escuché Spiritualized fue porque alguién me grabó un cassette. Después que desarrollé el vínculo con la banda me llevó un tiempo encontrar un compacto. Era chico y no manejaba esa información. Ahora esa data está a un clic de distancia, el problema, creo, pasa por otro lado: cómo encontrarse entre tanto ruido.

Por supuesto, coincido con vos. Cuando escucho cualquier cosa en Spotify medio que se transforma en música de fondo, siento que no tiene la información necesaria como para profundizar y conmoverme. Pero creo que lo fundamental es que puedas acceder a escuchar y llegar a tener una idea más clara de esa información, a partir de ahí podés comprobar si te dan ganas de comprar ese disco, si te interesa tal artista, si querés seguir investigando. Creo que eso es algo muy valioso. Ya que estamos compartiendo experiencias, te digo qué me pasa a mi: yo no puedo escuchar jazz en streaming, no sé la razón de eso, debe ser el snob musical que habita adentro mío que me dice que no tiene la suficiente claridad o profundidad. La experiencia de alta fidelidad sigue siendo importante. Pero es como dijiste vos, somos dos personas con hábitos ya formados. No somos ningunos casos raros, entiendo cómo crecimos y cuáles son nuestras preferencias. Por eso no desestimo el avance digital. Es importante que haya acceso de alguna forma u otra. Además del disfrute inmediato también posibilita que esa información determine tu relación con ciertos discos o artistas. Creo que reduce el riesgo de no gastarte el dinero en algo que, al final, puede no gustarte. Eso es un servicio importante. Retomando tu comentario anterior: yo estoy bien entrado en mis 50, me tomó toda una vida poder encontrar apenas tres discos de Augustus Pablo, pero ahora tengo acceso digital a casi todo su catálogo. Eso es fabuloso, poder ponerme a escuchar su obra completa sin gastarme un presupuesto de locura o andar rastreando un disco que por ahí no termina gustándome del todo. 

– Recién mencioné la sobredosis de ruido que hay dando vuelta a través de la Internet. En los últimos quince años el paradigma de la industria cambió, exigiendo otro tipo de exposición para los artistas, precisando que siempre estén activos a través de las redes sociales.
Vos siempre tuviste un timing muy único dentro de la industria: te tomás tu tiempo para realizar un nuevo disco, te corrés de todo, casi desapareciendo. Además, sos un tipo discreto.
¿Cómo te sentís con respecto ante ese imperativo de la exposición minuto a minuto? 

Entiendo la razón detrás de ese comportamiento. Sé cómo funcionan esas cosas más allá de mantenerme a un costado. Se trata de un medio para alcanzar un fin. Estás todo el día hola hola hola hola, mostrando qué desayunás, qué estás cocinando, por dónde andás paseando, acá estoy, en realidad estás recolectando suficiente gente para el momento en que tenés un disco o un libro para vender. Es un infierno que justifica el fin. No sé…no puedo conectarme con eso…me interesa el misterio de las cosas. Ojo, no te estoy diciendo que me gusta cultivar un concepto misterioso sobre mi persona, me refiero al misterio detrás de los procesos. Hay una magia en descubrir desde otro lado. Nunca, realmente, estuve interesado en los detalles superfluos de la gente. Siento que muchas personas fueron absorbidas por todo ese aparato. Sienten una necesidad de hacerlo porque todo el mundo lo está haciendo.  

– No siempre es sencillo habitar ese afuera. Mirar las cosas pasar desde un costado requiere cierta decisión y fortaleza. Resistir desde un margen no es para cualquiera. 

Siempre sentí que uno puede hacer una forma de arte que no esté a la moda. Creo que en las épocas de Spacemen 3 nunca nos interesó hacer música de moda, no nos importaba ser cool entrando en lo que todo el mundo estaba vendiendo por entonces. Únicamente nos movía el objetivo de hacer música fabulosa. Recientemente cuando hicimos reediciones del primer tramo de Spiritualized me encontré con que nada suena como una máquina del tiempo que vuelve a principios de los 90. No se trata de música de hace treinta años. Simplemente es música. Creo que pudo haber sido ayer cuando fue publicada por primera vez. Eso me parece importante. Quizá no siempre es la mejor opción dejarse llevar por las corrientes contemporáneas. No sé…siempre me dicen tenemos que hacer esto, actualizar aquello, comunicar esto, no, ¡basta!. El engaño de las redes sociales es que se trata todo de contenidos: más contenido acá, necesitamos otros contenidos allá. ¿Para qué? ¿Qué te asegura generar más contenidos? La gente simplemente está sweepeando sin prestarle atención a nada. El mundo está demasiado saturado del contenido del otro. Creo que si ignorás todo eso la gente llega igual. Eventualmente te encuentran. Si realmente quieren dejarse movilizar por algo, van a llegar. 

 – A tus veinte años seguramente no imaginabas lograr una carrera desde tus canciones. ¿Te sorprende mirar atrás tomando consciencia que lograste envejecer dentro de la industria?  

Sí, por supuesto. Cambió tanto todo desde entonces. Nosotros solíamos bromear cuando éramos chicos que los únicos que podían seguir tocando como adultos mayores eran los músicos de blues. Siempre seguían en conciertos, tocando ante la gente, tocando la guitarra sentados. Y ahora de repente soy yo quien está tocando sentado. ¡Al final no estábamos tan lejos! 

-¿Te parece que la fijación de la industria musical inglesa por encontrar algo nuevo para vender devino en un culto a la juventud que dejó al rock de lado? 

Es importante aventurarte a lograr algo mejor a medida que vas envejeciendo. Creo que es diferente en ese caso. Muchos músicos parecen considerar que es irrelevante lo que se dice a medida que van creciendo porque ya se dijo lo importante hace tiempo. Ahh, todo lo fundamental ya pasó, ahora tiremos algo nuevo y revitalicemos nuestro catálogo. Creo que es la forma equivocada de ver las cosas. Tenemos que seguir sumando, ser más especiales, ponerle más dedicación a nuestro esfuerzo. Podemos hacerlo. 

– Vos no hacés nada por inercia. ¿Hoy en día qué te moviliza de la creación musical? A punto de publicar un nuevo disco y ya palpitando una gira extensa, ¿qué sentís? 

Creo que para seguir adelante dentro de mí mantengo una idea: si voy a seguir haciendo discos tienen que ser discos dignos de hacerse. O sea, hacer algo valioso. Creo que mucha gente de mi edad sigue sacando discos de manera constante, pero sin que les importe el contenido. No les interesa hacer música nueva, les interesa sacar un disco para tener una excusa para volver a la ruta a tocar el repertorio de siempre. En Inglaterra tenemos un chiste: cuando la banda dice que va a tocar un tema nuevo la gente se queja. No. No quiero ser ese chiste. Siempre pienso en eso porque creo que ahí encuentro una presión que me hace seguir adelante: siento que tengo que seguir elevando la vara, presionándome para lograr algo valioso. No quiero seguir haciendo discos que no sean importantes. No tengo que cumplir con nadie más que conmigo mismo. Para el disco anterior salimos a tocar estrictamente esas canciones. Sentimos que era importante, no se trataba de salir a tocar nuestros viejos éxitos. Todo eso es pasado, yo todavía tengo cosas para decir, de no ser así no seguiría haciendo esto. 

Por Lucas Canalda

 

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