MERCEDES IANNIELLO: ¿QUÉ TE GUSTARÍA MÁS?

Mercedes y Los Un Millón editaron Temporal, colección de canciones pop que funciona como el epítome de un proceso de renovación estética que Ianniello encaró en su regreso a Rosario la década pasada.
A continuación, el presente de una artista con ganas de contagiar.

 

Luego de dos años de silencio Mercedes y Los Un Millón volvieron al ruedo con Temporal, álbum de treinta minutos de pop inmersivo. La colección de seis canciones funciona como el epítome del proceso de renovación estética que Mercedes Ianniello y el productor Federico Baronio vienen realizando en los últimos años. El grupo se completa con Ezequiel Fructuoso en bajo y Walter Randisi en batería.
Si bien las décadas de constancia de Ianniello se destacan en la banda, la cantante, guitarrista y compositora destaca que nunca antes se había sentido tan acompañada. Con Temporal editado de manera independiente a mediados de febrero, hoy Ianniello se sabe integrante de un equipo. Su nuevo esfuerzo llegó con una lección fundamental: no puede hacer todo sola.
Mujer independiente y decidida, nunca se demoró esperando por nada o nadie. La calma ahora llega porque entiende que hace falta un laburo colectivo. La autogestión necesita una base fundamental: la confianza. Desde ese punto, reflexiona sobre los procesos que llevaron a Temporal y a movidas inminentes como La Sexta Existe, festival gratuito que tendrá lugar el sábado 23 de abril en Parque Yrigoyen, junto a Ani Bookx y Mona Muta.  Los Un Millón, por supuesto, serán de la partida.
Ianniello está pasando un gran momento. Quiere compartirlo. Está eufórica, quiere conectar con la gente en el vivo. El trabajo de años empieza a manifestarse de forma concreta con un disco justo cuando llega el momento de reencontrarse en las calles, luego de la pesadilla pandémica. Ahora, repleta de energía contagiosa, quiere volver a construir. 

 TEMPORAL

Durante la hora dorada del último viernes de marzo, Ianniello está ubicada en un bar clásico del Abasto. Desde el arranque aclara algo: “siento que hablo de más en las notas. ¿Lo dije o no lo dije? Mi  rol es gracioso. ¿Cuánto es suficiente?”.
Por la transitada Cochabamba, pululan grupos de escolares, estudiantes universitarios y bebedores tempraneros que salen en busca de happy hours. Es una escena contrastante al periodo de confinamiento en que Temporal empezó a manifestarse como un disco.
Si bien marcado por su contexto, el reciente esfuerzo de Mercedes y lxs Un Millón se corre de ese submundo popularmente conocido como “Disco de pandemia”.  Temporal luce rasgos que lo acercan a algo más universal, a un humanismo donde la fragilidad del ser parece atrincherarse en lo sustancial (hogar, vínculos, familia, barrio, naturaleza) ante un zeitgeist que decanta el final de ciclo.
¿Podrá prevalecer algo más que la resistencia tribal? ¿Habrá algún otro refugio además de la imaginación? Temporal despierta esos interrogantes desde el rincón que habita Ianniello como hacedora de canciones. Las preguntas llegan sin solemnidad, a divertirse por un rato. Mercedes canta desde su lugar, algún pasillo en La Sexta, entre sombras arboladas y amaneceres rojos, que, por ahora, se disfrutan apenas levantando la vista.
Temporal fue ganando forma entre sesiones virtuales e intercambios de la dupla Ianniello-Baronio, con el resto del equipo integrándose a medida que el panorama covidiano se abría.
Las canciones van guiadas por guitarras y sintetizadores, proponiendo una ensoñación envolvente. Hay una riqueza especial en las intros y outros, un trabajo premeditado para buscar una expansión de la escucha. El disfrute se desprende de la estructura típica de la canción, algo que Ianniello buscaba hace tiempo, coqueteando con otras sonoridades y conceptos. En ese sentido, cuando años atrás llegó el sencillo Algo parecido, funcionó como un aviso de lo que estaba por venir: la voz de Mercedes envuelta en colchones sintéticos profundos, entre matices oscuros. Además, ese lanzamiento llegó aparejado con un retrato suyo salpicado de fluorescente digital. Algo estaba cambiando dentro suyo.
La formalidad nos dice que Mercedes y los Un Millón surgió en 2016 como su principal proyecto en el regreso a la ciudad de Rosario. Además de cantar, componer y tocar, Ianniello hace las veces de mánager y gestora cultural, aceptando una variedad de roles común en el circuito independiente local.
Desde hace unos siete años que Ianniello está concentrada en alcanzar lo que vive actualmente. Su regreso a la ciudad va más allá de un ciclo personal, coincidiendo con cambios generacionales en el escenario local y el advenimiento de una nueva ola de feminismo que modifica paradigmas varios.
En ese sentido, tanto la evolución como el cambio estético de Mercedes parece confluir en un proceso que tiene a Temporal como ejemplo concreto, pero que debe ser detallado rebasando la estrechez enciclopédica:
– Un deseo de renovación artística, entendiendo que el aprendizaje del artista nunca concluye, sin importar años de permanencia, discos editados o escenarios pisados.
– Llegar a una ciudad en combustión creativa y sentirse lo suficientemente magnetizada para querer aportar tanto en cuestiones artísticas como de gestión o de discusión política. En ese sentido, su rol como una de las fundadoras y agitadoras del Colectivo Mujeres Músicas de Rosario se mixtura con su hacer musical.
– Trazar una sociedad creativa con Baronio, quizás apostando a una atracción de polos opuestos.
– Lograr una revisión de su pasado sin recurrir a la nostalgia ni recurrir a pergaminos simbólicos de una ciudad ya no existe. En ese sentido, Ianniello valorizó su obra temprana desde un hacer del presente. Si encontró su -merecido- lugar en una nueva escena y en los medios que la reflejan, fue gracias al trabajo constante con los Un Millón. 
 

APOSTOLADO 

La música significa una porción enorme de la vida de Ianniello. A través de algo más de treinta años de vivencias continuas puede citar sentimientos de fascinación, éxtasis, amor, goce, frustración, fortaleza, diversión, aprendizaje, angustia. La lista es larga. Con todo, Ianniello sigue adelante. Elige seguir produciendo. Sabe que el camino es éste, todo su organismo se lo confirmó una y otra vez.
Ante las vueltas de la vida Ianniello nunca jamás resignó la música. Si le preguntan de qué va a vivir cuando sea mayor, dirá que no tiene la menor idea, pero ni loca deja su hacer musical. Le van a decir exactamente eso, que está loca; que se atrevan: esa locura le hace creer en algo que siempre la saca para adelante.
“Yo me subo al escenario y encuentro un goce”, comparte con tono seguro. Importan esos instantes. A todo el rollo que viene con una vida en la música -vértigo de la autogestión, la lucha cotidiana, los pormenores de conducir una banda- ya le encontró una definición irresistible: El apostolado. 
“El oficio de la música es un apostolado”, cuenta riendo. Es un aprendizaje de décadas, dice. La definición la encontró hace unos veinte años. Desde entonces forma parte de su vida cotidiana. A los veinte, a los treinta, a los cuarenta. En Rosario, Buenos Aires, Alcorta, Córdoba. Una vida entregada al oficio musical.
“Cuando me enojo toma otra dimensión y hablo del apostolado ridículo. Una mañana, en Capital, esperábamos a un batero que nunca llegó. Estábamos en plena espera y le digo a mi hermano que estaba conmigo: esto es un apostolado, ¿qué seguimos haciendo acá? Es así. El tiempo nos deja claro que hay más cosas a favor que en contra. Hay bajones, pero nos vamos curtiendo. Negocio cosas conmigo misma. Entiendo cuál es mi motor. Todo lo demás es entregarse al apostolado”.
Aquel baterista que acompañaba a los hermanos Ianniello en el grupo Cautiva nunca apareció. Esa banda tuvo un periodo de estabilidad y luego terminó su envión con cada integrante tomando un camino distinto. Ella sigue haciendo música hasta hoy. Sus hermanos, también. 
Mercedes, José y Nacho comparten mucho más que una familia, un apellido o la música. Los tres hacen del sentido del humor un ejercicio fundamental para llevar adelante la vida. De esa forma, el apostolado cobra otra dimensión. Una donde música y risas van de la mano de la catarsis. Allí donde estén, siempre van a estar a las risas cómplices y desarrollando alguna teoría.
En Buenos Aires, sobre principios de los 2000, en un país quebrado económica y espiritualmente, formaron el grupo Cautiva. Ahí el apostolado los lleva por ribetes algo surrealistas. Un sello discográfico que ya no existe se les presentó con una idea fija: querían que la banda grabara un disco de versiones de Raphael. A cambio, ofrecían costear el presupuesto de un disco de canciones propias. Por supuesto, le dieron para adelante.
Grabamos ambos discos. Sacamos un disco doble físico, alrededor de 2004. Fue un delirio. Terminó todo en algo raro, pero nos mantuvo haciendo cosas”, recuerda. 
Hay mucha música en su familia desde siempre. Mercedes es madre de Lupe de 15 y Camilo de 10. Cuenta que su hija solía subir al escenario con ella cuando era niña. Juntas compartieron varios momentos similares hasta que llegó la adolescencia. “Después ya no quiso saber más nada, viste cómo es”, relata con humor.
Todavía lejos del tobogán hormonal Camilo comparte mucho con Mercedes. Atravesando la pandemia en la profundidad de la República de La Sexta, Camilo una tarde se apareció en la cocina con una pregunta para su mamá: ¿Qué te gustaría más? Mercedes entendió que allí había una canción.
Esa canción terminó en el disco, me pareció poderoso el momento”, señala Ianniello, feliz. La maternidad le permitió redescubrir el arte a través de sus hijos. “El arte es una herramienta para comunicarme con mis hijos. Lo vivo así. La maternidad confronta tantas cosas. Es un evento tan potente”. Lo cuenta contenta, sabiendo que este disco entraña el tiempo que los tres vivieron juntos en la pandemia, unidos ante tanta incertidumbre afuera.
“Habrá que ver si enloquecer es una solución” se pregunta Ianniello en la primera línea de «¿Qué te gustaría más?». Se trata de un interrogante que resuena contundente desde adentro de una casa que resiste acorazada por su humanidad mientras en el exterior se acelera el proceso de deshumanización, en plena locura capitalista covidiana. Temporal acierta desde sus gestos sensibles, los más pequeños, los más humanos son su principal resistencia ante el pánico del afuera. 

BARES & BANDAS

Mercedes nació en Alcorta hace 52 años. Sentada frente a una cerveza roja de sabor amargo recorre su vida descubriendo muchas cosas. Casi como en una sesión de terapia dispara detalles de los que toma consciencia cuando ya golpean con la contundencia del demasiado tarde. Habla en la mejor tradición italiana: enfatizando con todo su lenguaje corporal lo que expresa la verborragia de su boca. Es la primera en reírse de las verdades y, a veces, de las barbaridades que dice. Por supuesto, entiende que su espontaneidad es un valor en sí misma, por eso no reniega de ella.
Su vida fue pasando entre bares y bandas, dice, en lo que podría ser un yeite calamariano salido de Los Rodríguez. La música está desde muy temprano en su vida. Mucho antes de tener la edad para entrar un bar; años antes de llegar a sostener una banda.
Es la hermana mayor de cuatro hermanos, dos de ellos también músicos: José y Nacho. Uno vive en Rosario, otro en Madrid. La menor, Cecilia, vive en Traslasierra. Son hijos de padres separados, creciendo en una época cuando eso era algo raro que los diferenciaba de los demás. José y ella eran bichos raros en el Florentino Ameghino.
Desde siempre tuvieron la música. Principalmente por un padre abogado que buscaba acercarse a ellos mediante canciones. Desde chicos iban a recitales y recibían discos copados. Manejaban una data diferente que los iba marcando.
Bichos raros en la escuela, con los discos girando en casa mientras su mamá salía a laburar para ganarse el mango. Las canciones iban germinando dentro de esas cabezas inquietas. Desde entonces nunca se abandonaron: ni la música a los hermanos, ni los hermanos a la música.
En Rosario su padre era abogado y punto. En Alcorta la historia era diferente. Atrás había quedado un grupo de folclore: Los Montoneros. Mirando atrás, Mercedes sospecha que su padre era músico frustrado. Su carrera como abogado no llegó a apagar eso, dice. Por eso les inculcó la música, primero como vínculo fortalecedor, luego como una manera de mirar hacia afuera.
Más allá del estímulo familiar, cuando Mercedes quiso ser artista fue un problema. Lo mismo para José y Nacho. Aunque la hermana mayor tuvo que fumarse cuatro años de Comunicación Social prevaleció la música. Estudiaba para que poder ir a ensayar en paz, dice. Mientras se remonta décadas en el tiempo, se ríe. Menciona lugares que ya no están, pero no cae en una nostalgia pavota como otros artistas de su generación que parecen anclados en un pasado que llenaron de negación para recordarlo como dorados. Mercedes mira atrás recordando buenos y malos momentos. Tiene también con una certeza: le interesa más el presente que el pasado. Más que recordar, prefiere activar. Sabe que su propia relación con la ciudad de Rosario está algo adulterada. Tanto irse para volver y rajar de nuevo tiene como resultados grandes baches de información: siempre está indagando sobre lo nuevo y aquello que no experimentó.
Por eso ahora le encanta recorrer La Sexta para descubrir lugares con potencial, rincones con encanto que puedan cobijar las historias del futuro. Está interesada en las historias locales que no pudo vivir de la misma forma que se interesa por el circuito contemporáneo.
Aun cuando en los últimos cinco años se viene generando una puesta en valor de proyectos primigenios como El Lado,  Ianniello no pierde demasiada energía en el pasado. Le interesa habitar el presente. De la misma forma, prefiere apostar a lo que está por venir, siendo consciente que no hay certezas de absolutamente nada: ganancias, reproducciones, público, concursos, entre otras variables. ¿Le interesan esas cosas? Claro, trabaja cada día para eso. Sin embargo, desde hace más de veinte años que entiende que la música es una elección dura que viene aparejada con variables, mambos y riesgos varios. ¿La angustia? Para nada. Ya aprendió mucho del apostolado. Caminó mucho en Rosario y en Buenos Aires. Le tocó vivir momentos preciosos y atravesar procesos nefastos desde bien adentro, entre ellos, el post Cromañón en la CABA que terminaría engendrando a Mauricio Macri jefe de gobierno. 
Desde mediados de los 90 abrió y gestionó el bar Sarajevo. Más tarde Campamento Huno. Le tocó atravesar la locura de 2001 y 2002 más tarde llegaría Cromañon y un cimbronazo que sigue presente hasta el día de hoy.
En aquellos tiempos tumultuosos Ianniello volvió a Rosario para regresar rápidamente a Capital Federal. Su historia allá no estaba cerrada. Tampoco lo está hoy. Se trata simplemente de procesos. Todo es temporal. 

 SHOW

Temporal se presentó el sábado 19 de marzo en la terraza de la cúpula de Plataforma Lavardén, en una de las últimas noches al aire libre. Rodri Fre estuvo abriendo la ocasión luego de algunos años viviendo en España.
La banda contó con la presencia de Marina Calvagna (Chiquita Machado, Malvón) en sinte como un refuerzo de lujo que permitió otro nivel de flotación pop para el proyecto. Un Baronio guitarrero desde una sutileza muy británica de los 90, tan elegante como seguro, entendiendo que la destreza con las seis cuerdas involucra algo más que alarde de musculatura. Por momentos Fructuoso dejó su bajo para tocar un sintetizador Korg MS-20 que procuro aún más vuelo pop, mientras Baronio completaba el panorama con su guitarra armónica. 
El show se sintió orgánico, con la banda completa transformando los ropajes ambientales de Temporal en una apuesta gestáltica donde las partes compusieron una sonoridad de pulso humano en un equilibrio justo. A Ianniello se la percibió cómoda conectando con el público, especialmente disfrutando de las canciones que le permitieron darse al estribillo, quizás su juego favorito.
Las nuevas canciones armonizaron con el material de lanzamientos premios, posibilitando que Ianniello pueda entregarse de otra manera, entendiendo que hay una historia previa al presente de Temporal
El vivo, además, manifiesta con elocuencia el viaje que Ianniello emprendió algunos años atrás: mientras que pudo haberse quedado en la comodidad de la canción que tanto disfruta, optó por correrse y apostar al aprendizaje/fricción que significa afianzar una sociedad creativo con otras partes. Durante el concierto quedó claro que Ianniello está al comando de su aventura junto a un equipo cercano que elige avanzar en conjunto.
“Fue especial esa noche”, comenta Merdedes una vez concluido el raid emocional y físico que demanda una presentación formal. “Me hubiera gustado hacer más temas, pero estuvo bien así. Había química, había linda energía entre nosotros”.
“Estoy tratando de subir al escenario a disfrutar, pero evitando caretear, que tenés tu banda, etc. Me interesa más la comunión entre nosotros y el público presente. Voy buscando que se vuelva mágico, me interesa vivirlo como ese instante compartido. De lo contrario, ¿cuál es el sentido?”, cuenta.
“Re contentos porque se incorporó Marina”, observa sobre su joven colega. “La estamos amando”, cuenta sin necesariamente confirmarla como refuerzo estelar. 
Merce y el resto del team se entusiasman con Calvagna: “puede sumarse para llevar un formato de trío muy interesante. Es una genia para tocar”. 
A Mercedes la estimula la posibilidad de generar algo dreampopero. Sabe que pueden animarse a diferentes formatos, extendiendo la vitalidad de las canciones mientras salen al encuentro de un público desconocido transitando los escenarios mestizos de una ciudad que cada vez exige más heterogeneidad para infiltrarse en la agenda de espaciosEn ese sentido,  Ianniello, señala que “tenemos la idea que este proyecto pueda salir a jugar de a dos, tres, cuatro o hasta cinco. La realidad es que no da para que salgamos siempre los cinco. Ojalá. Marina es una genia. Fede es muy inquieto, le interesa mucho versionarnos todo el tiempo. Eso arroja sorpresas”. 

VOLVER

En el extenso camino de Ianniello como cantante y compositora su relación con la canción siempre fue un tanto particular. Cuando se trata de definirse Ianniello no lo duda: lo suyo es la canción. Para ser más precisa apunta que ama la canción fogonera, esa que es sencilla para tocar y que presenta estribillos cantables a garganta pelada por aquellos ubicados alrededor del fuego. Sencilla, breve, pegadiza y capaz de generar emoción en el pecho de cualquiera. Al mismo tiempo, siendo consciente de su ambigüedad en relación con la canción, señala que siempre le interesó lo disruptivo, sintiéndose atraída por artistas que fueran en otra búsqueda. Luego de tres décadas de hacer música Ianniello todavía sigue indagando en los claroscuros de esa ambigüedad. 
Casi en el principio de su carrera se debe destacar la agrupación dark-experimental El Lado, trío conformado junto a Valei y Miguel Navarro. Su trabajo independiente de 1993 Llegar es a lo mismo reapareció remasterizado en 2021 justo para sellar un revisionismo que ubicó al grupo en un merecido lugar dentro del rock rosarino. Las canciones de El Lado suenan ideales para el soundtrack de The Hunger (Tony Scott, 1983), no solamente por sus tintes góticos, la búsqueda estética del trío va más allá del ejercicio de estilo, cultivando un dadaísmo que choca con la vulnerabilidad punzante de Alejandra Pizarnik. Escuchar Llegar es a lo mismo a la distancia parece la pieza que completa un puzzle de goth nacional que tiene su merecido lugar junto a Todos Tus Muertos, Don Cornelio, Fricción y el primer Siete Delfines. Mejor aún: El Lado parece ser una continuación con identidad propia de la Rosario de densidad oscura que Ciudad de pobres corazones supo capturar para la posteridad. Allí donde Páez registró paranoia, calles sangrantes y almas deambulantes El Lado escribe su capítulo con laberintos surrealistas, urgencia y existencialismo.
Cuando a fines de la década del 90  Ianniello se radicó en Capital Federal llevó adelante los grupos Amarilla, de tintes electro pop y luego, Cautiva algo ligado al pop rock. Con ambos proyectos editó discos y transitó la escena indie porteña.
“Siempre me copó estar de ese lado”, apunta. “Busco alimentarme de gente que tenga ideas disruptivas, que entiendan ir al choque”, agrega. “El Lado iba por ahí. Cuanto más abría la boca la gente, mejor era para nosotras”, recuerda sobre aquellos días.
La química está con gente así”, señala desde el presente, afirmando que su sociedad creativa con Baronio tiene basamento en búsquedas similares desde otra aproximación estética.
Federico Baronio es guitarrista, tecladista, cantante, productor y compositor. Lo último siendo una artimaña: más que componer, a Baronio lo mueve el deseo de descomponer, de desarmar y empezar de nuevo. Su entendimiento del pop es una transformación constante. Siempre buscando, sus herramientas son diversas.
Cuando algunos años atrás Ianniello y Baronio se encontraron empezaron a vislumbrar un camino común que ahora tiene Temporal como su materialización definitiva. El encuentro entre la cancionera renegada y el productor laborioso tuvo como resultado un buen disco que esconde un proceso extenso de aprendizajes, confianza y sorpresas varias. De alguna forma Temporal se trata de entenderse, ceder, potenciarse y aprender mutuamente. 
“No me fue fácil”, confía Ianniello sobre entregarse a un no-cancionero. Por sobre todo prevaleció la confianza. “Lógicamente tiene que ver con que hace un tiempo que laburamos juntos”, observa sobre un proceso que fue mutuo, con Baronio también permitiéndose explorar la naturaleza de su socia. Para Ianniello se trata de confiar, en darse al otro. Es algo que corre más allá de lo artístico: entiende que no puede abarcarlo todo. Alguna vez intentó, la unión, además de la fuerza, hace al crecimiento.
“A veces venía con propuestas de nivel armónico que se iban para un lado que no era lo que buscaba. Es cierto que, por ahí, Fede es anti canción, pero esas propuestas las amo. Salir con un disco así me gustaba. Fue una decisión correcta”. 
“Algunas cosas me dieron miedo: puntualmente me hacía falta volver a repetir algo. Volver a un estribillo. Quiero volver a cantarlo, necesito que la gente se aprenda el estribillo, cantarlo todos juntos. En eso soy de la canción pop de tres minutos. Ahí tengo el corazón. Pero también siento que este disco fue regresar a mis comienzos. Salvando las distancias, fue volver a El Lado”.
“Por supuesto que ahora quiero volver a la canción más pura y sencilla. Tengo ganas de volver a meterme en ese viaje. Siento que pude dar la vuelta entera. Cuando hace ese proceso, no se vuelve igual. Te alimentaste, cambiaste tu cabeza. Estoy contenta”.  

Por Lucas Canalda y Flor Carrera Ph

 

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