CANAL DE CONSTRUCCIÓN, TRANSMISIÓN Y AFECTO

Aguas Tónicas, Sol Bassa y Compañero Asma convergieron en una noche de construcción independiente en Galpón de la Música.

Hemingway solía decir que para escribir solo hacía falta una oración honesta. Había que escribir la oración más honesta que conozcas y luego continuar desde allí. Quince días atrás, al leer la gacetilla que anunciaba la fecha de Aguas Tónicas, Sol Bassa y Compañero Asma, el fantasma del escritor norteamericano se presentó en mi pensamiento, casi como una señal de aprobación. La información de la gacetilla en cuestión era de una frugalidad casi espartana, dando cuenta de los artistas implicados, el lugar y el horario. 
En la chorrera de gacetillas inflamadas de hype que llegan semana tras semana, la data era concreta, completamente despojada de adjetivos e hipérboles. Sábado 16/4, Galpón de la Música, 21hs: tres artistas de tres generaciones diferentes unidos por la electricidad y la autogestión.
No había necesidad de sobreactuar nada. Se trataba de una noche de música independiente. Recital + canciones + discos. Otra jornada de construcción.
En esa marcha constante que es el devenir del trabajo cultural autogestivo, Aguas Tónicas viene logrando una presencia constante en los últimos tres años, un periodo signado por la pandemia, la malaria económica y el hype utilitarista que deja cadáveres de carreras por doquier semana tras semana. 
El ciclo creativo inaugurado por el Disco Gris, a finales de 2020, devolvió a Aguas Tónicas a una saludable regularidad que los encontró renovando su fuego mientras enlazaban con una nueva generación de propuestas musicales. De esa forma establecieron un calendario de conciertos en espacios conocidos y nuevos territorios. Del Galpón 11 al Museo de la Ciudad, pasando por el Parque Yrigoyen y el Museo MARC para volver al escenario estatal junto al río.
Esa constancia discreta siempre tuvo un único objetivo: sonar bien, disfrutar, mantener las cuentas en un nivel de flotación, acercarse a oídos nuevos. Fuera del radar mediático y con esfuerzo parejo con bandas allegadas como Monte Palomar y Belarus, las cosas marcharon de forma alentadora. Lograr balances positivos en los últimos 26 meses, cuando todo se complejiza allá afuera, es toda una proeza.
“Justamente, como todo está tan podrido redoblamos la apuesta”, afirma Mariano Conti, cantante y guitarrista del grupo anfitrión, además de gestor cultural curtido por unos veinte años de caminar los canales subterráneos. “Hacer música para nosotros es una responsabilidad grande con nuestro propio deseo y con el contexto”, agrega.
Sobre el momento saludable que transitan, Conti explica que “tener varios años de trayectoria te da perspectiva y conocimiento de cómo hacer ciertas cosas, de ahí esa armonía entre la propuesta artística, el aspecto humano -como te manejas con tus colegas- y lo financiero. Es fundamental que estos tres aspectos estén balanceados, es a lo que apuntamos. Para nosotros de alguna manera eso es tener éxito”.  

LUZ DE BLUES

A las 19:45hs, Sol Bassa está sobre el escenario probando sonido. Chequeando detalles, se mete de lleno en las canciones, revisando cada curva. En el control está Charlie Egg. La dupla se entiende rápido y la prueba es un placer más que una tarea rutinaria. 
A puertas cerradas, el personal del Galpón transita alistando las instalaciones mientras se acerca la hora de abrir. Frente al tablado, la situación es diferente: los integrantes de Aguas Tónicas están sentados escuchando a Bassa. Relajada, como de entrecasa, hace y deshace con su guitarra ante la atención completa de sus colegas. “Da cátedra de blues”, señala Damián Coco, baterista tónico. 
La nativa de Coghlan tiene mucha alegría de llegar a Rosario. En los últimos meses Bassa salió fuerte a la ruta argentina, recorriendo capitales y localidades de varias provincias. Compartiendo salas elegantes o antros underground, Bassa encontró camino con bandas y gestores a la distancia. Además de estar preparando un disco (Océano rojo llega en los próximos meses) recientemente grabó con Los Auténticos Decadentes una versión de «De nada sirve», clásico de Moris.
Trabajando de manera independiente, Bassa apuesta con paciencia a construir vínculos reales. Lo manifiesta con claridad apenas se sienta en la mesa junto a los Aguas Tónicas: “no hay nada más político que sostener un proyecto cultural”. Lo comenta luego de haber comprobado algo: llegó a Rosario con la gente correcta. Está acompañada de colegas que trabajan desde la autogestión y se enfocan en los aspectos humanos del trabajo musical. Mientras que la industria parece estar cada día más propulsada por aire caliente, priorizando engagement, feats y cantidad de seguidores, existe una superficie más saludable donde habita cierta calidez.
A propósito de un primer trimestre tocando en Córdoba, Villa General Belgrano, Salto, Tandil, Villa Rumipal y Alcorta con excelente recepción de sus colegas, Bassa apunta que “me hace reflexionar del sentir y la construcción”. 
Luego de dos nominaciones a los premios Gardel y de recibir excelentes devoluciones de la prensa especializada de Buenos Aires, en 2021 Bassa empezó a mirar su trabajo desde otra perspectiva. Había que salir a disfrutar de otro aire, nutriéndose de otra información.
Por estos días Bassa busca otra forma de comunicar sus cosas. Apuesta a acompañar su música con fanzines de ilustraciones, jugando con una estética renovadora, algo corrida de los círculos predecibles del blues, el jazz y cultores del rock and roll.
Tocar lejos de su casa, ante gente que sabe las letras de las canciones y que conoce sus discos, no deja de maravillarla. Es una alegría extraña que le inyecta energía para seguir adelante.
“En Salto me pasó con la banda Fiebre que vienen tocando una versión punk de «El misterio de negrita», de repente, estábamos juntos, haciendo dos fechas. En Córdoba pasó algo similar. Sucede todo de una manera alternativa. Vamos paso a paso. Yo misma estoy coordinando eso. Son semillas. Siento que entro con las personas correctas”.
Bassa se entusiasma con un esfuerzo que, ante todo, describe como un trabajo de hormiga. En su apuesta paciente se muestra permeable con las propuestas que llegan. “Creo que estamos generando algo. La participación que hice en el último disco de los Decadentes, poder salir a tocar tanto. La obra paciente me hace sentir alegría”, cuenta.
Al viento a favor Bassa lo disfruta para luego procesarlo a su manera: escribiendo canciones. En ese sentido, está trabajando en un nuevo rock and roll en clave Chuck Berry que dice “Estoy haciendo las cosas bien/ pagué todas mis deudas / invité a mi suegra a comer”.
De frente a una temporada de novedades Bassa tiene los pies firmes sobre la tierra. Luego de Rosario se vienen jornadas extensas dedicadas a grabar un video, terminar las sesiones dentro del estudio y seguir coordinando lo necesario para que Océano rojo llegue a buen puerto.
Su música está en un punto justo: engancha, divierte, se siente bien entre sensibilidad social y cierto humorismo que el rock nunca debió perder. 
Toma las cosas con calma. Mirando a la gente ingresar al Galpón, afirma: “siento que es sincero lo mío. El día que deje de sentirlo así, largo todo”. 

RETIRO VOLUNTARIO

Media hora antes de que arranque la noche, los camarines están rebosantes de energía. Hay mucha química entre las bandas y toda la gente involucrada. En uno de los camarines, Charlie Egg y Esteban Manino, bajista del grupo anfitrión, conversan sobre las nuevas generaciones musicales de Rosario. Al lado, con capacidad máxima en sus sillones, el resto del equipo se reúne alrededor del catering: pizzas al molde de mozzarella, amasadas a mano y con 24hs de fermentación en frío. Una delicia provista por Dickie’s
Hernán Espejo, Sol Bassa y Jorge Capriotti de Aguas Tónicas, mientras tanto, hablan con fascinación de Calamaro en todas sus facetas: la musical, la mediática, la narcótica, la expresiva. 
La charla se interrumpe porque llama el deber: responder unas preguntas a la prensa. Tomando una de las puertas traseras, Espejo encara hacia el empedrado de Estévez Boero. Allí ya se nota un cúmulo de gente aguardando para entrar.
Luego de amagar con una despedida en 2018, algo así como un descarte de la piel de Compañero Asma, Espejo volvió al ruedo con esa fuerza transversal que luego de tres décadas, se reconoce como una influencia en esferas del rock, el punk, la electrónica experimental, el heavy, el stoner, el indie, el kraut y algo más. Años de actividad febril pusieron a Compañero Asma en un lugar reverenciado. Sin embargo, Espejo no estuvo nunca en ese lugar. Desinteresado en recostarse sobre laureles simbólicos, optó por seguir haciendo.
Mucho tiempo pasó desde Uno, Nacido por error y Camión Atmosférico, cassettes aparecidos entre 1993 y 1994 y distribuidos de forma artesanal. Actualmente las canciones todavía rezuman de esa entidad sostenida con tesón rockero, inclinación kraut y fascinación desprejuiciada llamada Compañero Asma.
Mientras dialoga con RAPTO son varias las personas que se acercan para saludar y estrecharlo en un abrazo. Volver a Rosario significa reencontrarse, al menos por un rato, con gente querida.
Pasaron diez años desde su última visita a Rosario. La primera fue hace veinte, de mano del colectivo Planeta X, en la mítica casa de calle Urquiza. 
Para Espejo Rosario es una ciudad que ofrece historias. El vínculo con Planeta X corre profundo. No debería sorprender que la mayoría de sus integrantes estén presentes. 
“El año que viene van a ser treinta años del primer cassette. Es una gran alegría. Yo vine por primera vez a Rosario a pasar música electrónica. Después otro día con la guitarra acústica solo, después con un trío, después con otra formación. Siempre hubo un amor espectacular”, cuenta. 
Encorvado hacia adelante, con manos en los bolsillos de su campera denim, cuando arranca con su verba, no para. 
Habiendo desarrollado una obra musical que entra en la categoría de lo inabarcable, los años lo pusieron en un lugar inesperado. Tal vez el pibe que escuchaba Maiden, Soda Stereo y Duran Duran nunca imaginó que su vida estaría dedicada por completo a la música. De ese pibe hoy queda muchísimo, la curiosidad y el desprejuicio, principalmente. La edad, claro, cambió. “Me encanta que me digan viejo”, se ríe, cuando se refieren a su extenso camino.
Espejo responde profundizando, pero algunos tópicos en particular activan nociones afectivas. Hablar de sus referentes lo entusiasma, mientras que referirse a sí mismo, no tanto. Sin embargo, lo hace.
En treinta años de carrera Espejo se convirtió en un referente indudable dentro del ecosistema musical argentino. Aunque siempre fue demasiado curioso para quedarse quieto, ese factor imprevisible le agregó magnetismo al personaje. 
Referente, sí. Pero, ¿referente de qué, precisamente? Encontrar la respuesta mirando al público presente es una misión complicada. Hay artistas de punk, de hardcore, de electrónica experimental y la lista podría seguir. “Hay una cosa así, de llegar a todos públicos bien diversos”, admite al observar lo heterogéneo de la junta. 
Revisar la prolífica discografía de Compañero Asma no arroja una conclusión definitiva a la pregunta previa, no obstante, ofrece una certeza irrefutable: para Compañero Asma la única convicción que funciona como norte es el capricho.
“Yo tardé muchos años en hacer una linda canción en castellano que me saliera para Compañero Asma”, declara mirando al piso. “Hacía muchas canciones en inglés, juegos personales. De a poquito, cuando fueron apareciendo, sentí que trataba de seguir una tradición de los cantautores de rock argentino que me gustan: Gustavo, Luis Alberto, Calamaro. Me han gustado épocas de Fito y Charly, de todo.  No tengo problemas con eso. Lo que siempre traté es de darle la vuelta, es agregarle algunas influencias más personales: mucho kraut, psicodelia, algunas cosas más del indie norteamericano, más del noise. También hay mucho riff, armo los temas desde una forma guitarrera, siempre trato que sean entretenidos los voicing de la guitarra”.
Surfeando por encima de las clasificaciones constrictivas y los encasillamientos obvios, Espejo siente el afecto sincero que llega desde circuitos estéticos tan disímiles. De explicarse la influencia de Espejo en el circuito underground (y no tanto) habría que recurrir al meme de Swords unite, allí donde metaleros, cores, indies, alternos, psicodélicos, cantautores y demás tribus unen sus espadas en respeto y alianza bajo el estandarte que es Compañero Asma.
“Hay muchos halagos de pibes jóvenes. Por ejemplo, Santiago decía que la trilogía de Él Mató estaba inspirada en unos EP que hice yo con un sello llamado Ventolín”, afirma. “Siempre creo que hay cosas para todos. Capaz es más fácil entrar dentro de categorías, pero no sé”.
“Creo que hay una tradición, en todas las escenas de música argentina, de un montón de gente que supo hacer mucha música y es considerada como artistas que van generando un catálogo y una obra. Capaz que no hay un momento en el que haya un pico de popularidad, más bien se trata de un continuar. La idea es continuar una obra”. 
Espejo cuenta treinta años desde los primeros cassettes que eventualmente dieron paso a los discos completos que llegaron en épocas de compacto. Luego llegó el turno de la era digital, la oportunidad de diversificar aún más, llegado a diferentes ubicaciones del globo. Como dice él mismo: “fueron un montón de discos virtuales. Un montón”. Además, por una década compuso música para televisión. Eso quedó compilado en Palomo Profeta de 2017. 
La línea entre Compañero Asma y Hernán Espejo es difusa. Demasiado. Puede que el nombre, después de todo, no sea importante. Lo fundamental es que su obra siempre fue personal. Allí no hay ninguna confusión. Rebasando esos treinta años de oficio musical, siempre quiso que todo llevase una marca personal, que tuviese identidad. “Eso siempre fue importante para mí. Estoy muy orgulloso de que eso se logró. Todo medio fuera de etiquetas”.
En la actualidad divide sus días entre ser un hombre de familia y un músico de múltiples tentáculos. Desde su oficio musical se deben destacar tres puntos: su rol como productor artístico; ser el responsable de Compañero Asma; su deber como coordinador en la musicalización general de Nacional Rock.
Como productor musical trabajó con bandas como Mujercitas Terror, Satan Dealers y Aguas Tónicas. Sobre finales de 2021 llegó Sangre en las piedras de Krupoviesa, donde estuvo revalidando su título, acompañando a la banda porteña en producción y arreglos.
Compañero Asma, por su parte, hizo de la pandemia una época prolífica: durante 2021 publicó el sencillo El creador tiene un plan maestro, además del EP Serenata lunar. Del año anterior se cuentan Casi no puedo evitarlo, Sur l´océan y Jubilación anticipada/Retiro voluntario, todos sencillos. 
Entre tanto, antes de la llegada de los vaivenes covidianos, los últimos años de Compañero Asma fueron esenciales para cerrar otro círculo vital. Mientras que Espejo decidió tomar un perfil decididamente discreto al organizar fechas propias, sí aceptó la invitación de bandas allegadas. De esa forma, el compartir movidas con Fútbol, Poseidótica y Él Mató sirvió para acercar conversos a la fuente de Compañero Asma.
Finalmente, su rol como programador musical en una frecuencia que supo sacudir cierto aire vetusto, es toda una experiencia contrastante. Allí tuvo que aprender a hacer equilibrio estando en medio de dos fuegos diferentes, el de los comunicadores y el de sus colegas. Sobre esa tarea, Espejo comenta: “el personaje del músico se complejiza porque hace ocho años que soy el coordinador de música de Nacional Rock. Entonces soy curador de la radio pública del país. Trabajo mucho para hacer posible algo: ayudar a la escena. Junto mil canciones, les rompo los huevos a todos los programas para que pasen música nueva argentina, les explico que lo público siempre tiene que ser pedagógico y no dogmático. Que hay que recordar cosas viejas también, de recordar grupos perdidos, pasemos grupos de acá que no conoce nadie. Trato de darle la fuerza del underground”. 
“Me pasó de darme cuenta que mucha gente tiene prejuicios con la música local, a veces por temas personales”, observa. “La idea es valorar un montón de música local que hay dando vueltas. Tengo esa cosa del metal, de darle para adelante, de seguir apoyando lo nuevo y lo underground. Es resistir”.
Finalmente, comparte: “como en el rock nacional, desde hace años, hay una visión conservadora y recién te dan bola si tenés determinada convocatoria, hay que trabajar muchísimo para generar un cambio. Eso se abrió un montón, ahora. La realidad es que hay un montón de gente que ya no necesita de los medios para seguir difundiendo su música. Enhorabuena, lograron puentear todo ese sistema”. 

Compañero Asma, abril 2022: Ariel Issaharoff, Hernán Espejo, Valentín Robles y Federico Pérez Losada.

 

CANAL DE TRANSMISIÓN

En el Galpón 11 hay tres generaciones presentes. Entre el público se reconocen músicxs, ilustradorxs, arquitectxs, editorxs, fanzinerxs, productorxs, librerxs y algo más. Se trata de una congregación de gente que se multiplica a través de su obra. De alguna manera, el trazado de una obra al que hace referencia Espejo también parece definir al público.
Con la responsabilidad de abrir la noche ante una audiencia desconocida, Bassa lejos de amedrentarse, sale con todo, luciendo los yeites de una ejecutante avanzada. 
Su set de guitarra, voz y canciones consiste en once temas. Suenan «Pieza inundada», «Morir por vos», «Océano rojo», «Furia» y «La caja de la esencia», entre otras.
La gente, distribuida entre las gradas y las mesas, está distante del escenario, sin embargo, escucha con atención. Con excepción de un par de fumadores empedernidos, casi todo el público está descubriendo a la (no tan) recién llegada. Se trata de la primera presentación oficial de Bassa en Rosario, sus incursiones previas fueron como integrante de Transeúntes, la banda de Santi Moraes. 
Las vueltas bluseras de Bassa se enlazan bien con la psicodelia de Aguas Tónicas. La electricidad y la raíz blusera funcionan como una matriz en común. El cuarteto toma impulso rápidamente, levantando vuelo por su discografía: suenan piezas de Los Desposeídos, Disco Gris y Canal de amor y confusión
Desde el escenario el grupo no media palabras, excepto para agradecer al público presente y celebrar la reunión con Bassa y Compañero Asma. Son anfitriones conscientes: saben que la fecha está marchando bien, no quieren densearla con discursos solemnes. Con que hable la música es suficiente. 
Desde el grito de “Kraut and roll, viejas” de Espejo frente al micrófono hasta las guitarras entrópicas que parecen contener toda la fórmula que el indie made in LAPTRA explota hace quince años, pasando por el guiño de «Rock ‘n’ Roll Star», Compañero Asma es una unidad compacta que hace un mandato de la mutación.  Además, arriba del escenario el cuarteto suma otra notable virtud: el disfrute de tocar lo que quieran, desmarcándose de cualquier deber ser.
Compañero Asma hace once canciones y un bis, ante el reclamo de la gente. Canciones clásicas se mezclan con algunas inéditas. También hay temas que nunca sonaron en Rosario. Tocan «Sostener la fe», «Cuando el tiempo apremia», «El satén de su limpia cara», «La buena suerte», «Sobrecalificado para el rock and roll», entre otras.
Espejo tampoco es demasiado afín a las palabras sobre el escenario, sin embargo, ante el micrófono reconoce su fidelidad por la ciudad. Se evidencia una grata localía. 
La despedida llega antes del encore de «Aparición fantasma». “Nos vemos en 2032”, dispara Espejo como cierre ambiguo. 

UNDERGROUND 

Unos minutos después de la medianoche, mientras Compañero Asma recibe los aplausos de despedida, en el camarín hay tres Aguas Tónicas respirando profundo. “Qué tremendo. Metimos una fecha bien under y salió todo bien”, comenta Manino, contento porque la apuesta resultó fructífera. Por los pasillos laterales al escenario, entre claroscuros, el resto del equipo comparte esa satisfacción.  En un fin de semana de Pascuas, con una agenda local cargada de propuestas y mucha gente en éxodo turístico, la empresa resultó exitosa. 
“Las sensaciones cuando nos ponemos a armar una fecha siempre son encontradas”, comparte Maru Conti luego del recital. “Nerviosismo y ansiedad, siempre hay. Es una decisión que se lleva adelante con mucha pasión y responsabilidad”. 
“La fecha tuvo la particularidad de que no se trataba de algo encasillado en un género específico, pero sí había un factor en común entre las tres propuestas: una manera de posicionarse en la música, el arte y la vida. Eso para nosotros es importantísimo. Entonces cuando todo termina, vemos que la gente fue y la pasó bien, ya está, nos vamos a casa y estamos en paz”. 

 

Por Lucas Canalda + Renzo Leonard

 

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