BARFEYE EN BRODA – EXCLUSIVO DE RAPTO

Con banda completa Barfeye estrena su sesión BRODA explotando su lado imperfecto.
El estreno llega
este domingo a las 22hs por YouTube.

Para alguien que hizo de la Internet su rocola favorita y que en sus shows entrega siempre una performance diferente, BRODA se siente como un paso ideal. Nada puede salir mal. Ramiro Hernández AKA Barfeye tiene canciones, plasticidad y la presencia para hacer de su sesión algo que resalte dentro del rico historial del ciclo producido por Nymbus, FANGO y Mariscal Media.
Black Beer su debut de 2016 fue directamente colgado en las redes. A partir de entonces su música logró un alcance considerable que más tarde continuó cimentando con más discos y ediciones físicas limitadas en compacto y vinilo. Garlik, el sello independiente que comanda junto a Dagger (polifacético talento musical que vimos en la sesión de Chuli Mane), llegó para respaldar el trabajo constante que realiza en sus diversos proyectos.
Valiéndose de las posibilidades de la Internet, la música de Barfeye acusa reproducciones y feedback desde varias latitudes. Su espontaneidad juega a favor al momento de lucirse en plataformas. Con inteligencia y planeamiento, las oportunidades que aparecen resaltan aún más. Barfeye trasciende. Su instinto le dice por dónde atreverse.
Las ediciones en vinilo se agotan siempre y se despachan más allá de Rosario, marcando una tendencia a la que Hernández está bien atento. Desde hace un tiempo que viaja seguido a Buenos Aires, habitando la ciudad desde un lugar de vinculación y disfrute, quizás eligiendo prioridades algo más estimulantes que ir por negocios.
Volviendo a Rosario, sobre la sesión que se estrena este domingo cuenta que fue muy divertida de grabar.  También pude tener un día medio ´estrellado´”, agrega.
Hernández apunta el reencuentro con su banda como otro de los destacados de hacer la BRODA. Se trata de la banda fija de Barfeye en vivo que incluye talentos que se sostienen por sí mismos, pero en conjunto alcanzan otro level de combustión: Guido Castellotti en la batería, Manu Piró en la guitarra y Lisandro Valdelomar en el bajo. Valdelomar es quien acompañó a Hernández en todos los shows del año hasta ahora, como el sold out en la terraza de Plataforma Lavardén, el verano pasado.

-¿Qué preparaste para la ocasión?

Absolutamente nada. Me propuse hacer la sesión de un modo contrario al concepto de data. Nada de acordes bien tocados o cantantes talentosos, más bien explotando el lado imperfecto, pero brutal de la banda. De hecho creo que es la primera sesión BRODA sin tecladistas ni sintetizadores o pistas adicionales.

A Ramiro Hernández el desamor le propició casi un knockout tiempo atrás, pero Barfeye lo sacó adelante, rescatándolo a fuerza de música y un ritmo compulsivo de producción.
En el otoño de 2020 Cómo capitalizar la tristeza marcó el inicio del capítulo actual de Barfeye. Amar y Diferir llegó unos meses después, confirmando la contundencia de un momentum doloroso, pero magnético. Sublimando un entripado dolido Rama marcha bien, creemos.
Sin deshacerse de su constancia saludable a principios de agosto editó Desarmar y ahora -apostamos- está trabajando en nuevo material. Incluso ayer, a días del estreno de su sesión BRODA, llegó «Pero recuerdo tu cuerpo» a YouTube, colación pre-primaveral que lo encuentra cantando y tocando por Pellegrini en un plano secuencia espontáneo.
Los últimos dos años vienen siendo más que positivos para Barfeye la banda, Barfeye el individuo, Barfeye el proyecto. La sucesión de estupendas (e impredecibles) canciones a corazón abierto más recitales sólidos con buena respuesta por parte del público llegaron acompañados de una visibilidad considerable en la prensa.
Se alinearon los planetas, de alguna forma, tanto para él como para una generación que va ganando protagonismo a pesar de tanta pálida alrededor. En su círculo más inmediato, la Sleepy Squad, hace de las suyas dando pasos certeros, también.
Alrededor de Barfeye se concentraron elogios, respeto y mucho cariño por parte de sus colegas. Desde diferentes palos y edades, el amor se manifestó en invitaciones a compartir fechas, escenarios y feats.
Pero entre tanto ruido, su inquietud sigue quemando dentro del pecho. Imposibilitado de dormirse en los laureles, sabe que cualquier cosa parecida “a llegar” es una trampa cazabobos peligrosa. Por eso, ante todo, sigue adelante.
En la TanBionesca «Daño», segundo track de Desarmar,  dice que todo está saliéndole bien y que los planes empiezan a funcionar. Sin embargo, nada es tan color de rosa: “todos me aplauden cualquier boludez/y yo quiero estar como antes/comiendo a las seis de la tarde/escuchando algún disco de Idles”.
Barfeye sigue siendo demasiado inquieto para echarse a disfrutar. La pregunta para un futuro no tan lejano es saber si alguna vez podrá detenerse a apreciar todo lo bueno que está sucediendo. Por ahora, seguramente no le interese eso. Tiene otra canción que escribir, un disco a medias para terminar, algún que otro sinsabor que escupir. Escéptico a las vanidades que pululan por el circuito, sigue concentrado en lo que mejor sabe hacer.

Barfeye tiene que hacer música aunque no quiera. Es más fuerte que él. Imposible domar esa necesidad primaria que lleva adentro. Esa certeza es tema recurrente en muchas de sus entrevistas, perfiles o charlas off the record.
Abandonarse al silencio no es una posibilidad. Ni ahora, ni antes. Sus primeros recuerdos musicales son vívidos. Los describe con rigurosidad, valiéndose de una precisión consciente que repasó una y otra vez: “un diapasón, así en primera persona. Fue lo primero que me compré al saber cómo funcionaba. Mi mamá poniendo arroz y fideos secos en dos vasos de plástico y pegándolos con cinta para hacerme un shaker y que toque sobre la música que bailaba cuando era muy bebé”.  La memoria sigue emanando: “Natalia (su primera profesora de guitarra), Miguel, Gustavo, el amor, Dagger, Moma, Noches, Dagger otra vez. Todo en ese orden”.
Con siete discos, seis EPs y un puñado de simples editados, Barfeye es el proyecto más prolífico del joven Hernández. Activador serial desde la adolescencia, salió al ruedo con MomaFunk, banda que se disolvió en 2015. De la inercia de ese final sale Barfeye, que en la actualidad mantiene un impulso constante, afianzándose cada vez más.
Acerca de la experiencia iniciática de MomaFunk Hernández comenta: “tengo recuerdos muy buenos y unos muy amargos, también. Era literalmente otra vida. En ese momento había gente que yo sentía como mi hermana, y nos amamos. Y hoy no sé nada sobre esa gente. Había muchas emociones, mucha gente, muchas ganas de todo y muy poco miedo. Eso es algo en lo que todos los que estábamos ahí estaríamos de acuerdo, creo. Recuerdo todo eso con mucho amor y ternura, más allá del dolor de algunas decepciones posteriores”.

-Un tipo que produce compulsivamente, ¿cuánta cabida le da a los primeros trabajos? ¿Sos de volver a Black Beer o Elisabeth’s fears, por ejemplo? 

Absolutamente ninguna. No escucho mis discos desde el día en que salen. Literalmente no escucho Black Beer hace cinco años. Y así. Estoy esperando igual, no pienso nada negativo. Me estoy guardando el día en que descubra la carrera de Barfeye y se vuelva mi banda favorita.

-Siempre hablaste de querer trascender los géneros y mixturar la música en algo bien bastardo. A paso firme vas en esa dirección.
Cuando recibís el cariño de colegas de diferentes palos y generaciones como Coki, Muñecas, Gay Gay Guys o Gladyson sentís que estás logrando esa gambeta constante a la clasificación fácil?

No, no creo estar gambeteando nada porque creo que cada vez hay menos a lo que gambetear. No son muchos los interesados en géneros últimamente, por suerte. Creo que en algún futuro la música va a ser una sola, no va a hacer falta el concepto de las generaciones ni la edad ni el género ni nada.

-Cuando tocás junto a una banda estás atravesado por la adrenalina.  La entrega escénica es muy fuerte. Pasa con tu propia banda y pasó cuando fuiste invitado de los Killer Burritos en el Centro Cultural Güemes.
Con la llegada de Cómo capitalizar la tristeza adoptaste un ropaje acústico. ¿Cómo se sintió ese cambio? 

Tocar con banda es lo más lindo que hay. Hay una energía medio mística, ¿viste? Algo primitivo y muy real. Pero a la vez las canciones de ese álbum fueron escritas en soledad, quietud y madera. Así que no me resultó chocante, presentarlas acústicamente me hizo cerrar el álbum con una estética más hogareña, que es como se hicieron esas canciones.

-¿Cómo organiza las ideas un tipo que produce constantemente? ¿Sos de creer en malas y buenas ideas?
A veces laburar una idea que parece mala o descartable puede abrir el panorama hacia algo impensado. 

Absolutamente, yo amo las malas ideas, porque son las que nos obligan a pensar más las cosas que hacemos y esa obra que nace de una mala idea quizás tiene más trabajo artesanal encima que una canción que cayó del cielo como una idea repentina. Creo en las malas ideas y las defiendo ejerciéndolas.

-Probablemente Barfeye sea el único proyecto musical de Rosario que tenga programada semejante cantidad de lanzamientos durante el año. Esos plazos de publicación se cumplen, de no haber imprevistos.
Las canciones están, al igual que las herramientas.
¿Cuándo van llegando los músicos invitados? ¿También los tenés en el plano general o vas llamando de acuerdo a lo que va surgiendo? Por ejemplo Chuli Mane en «Daño» o, más recientemente, lo que estuvieron haciendo con Eloy (Quintana).

Los músicos que tocan mis canciones son quienes me hacen sentir cómodo tocándolas con ellos. Si yo siento que mi canción te pertenece, vamos a tocarla juntos porque -te- pertenece. Y en mi vida la gente viene y se va. Hace un año no te hubiera creído que iba a sacar un feat con la Chula. Y hoy no puedo creer cómo aún no hicimos un disco juntos. El único que está realmente desde el 0 en mi vida y la música es el Dagger. Digo a nivel colegas, ¿no? de no ser así también incluiría a mi familia.

Por Lucas Canalda & Ph Ferarte

 

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