Luego de algunos años ausente de los escenarios locales, ÑÑÑÑ regresó a Rosario para celebrar una misa noise junto a Ponzonia y Dislexxxic Crew en Refi. Cortapluma, su nuevo EP, marca el inicio de otro ciclo vital para la dupla dadaísta. Notas desde el núcleo creativo de una banda fundamental del circuito independiente federal.
Entre las incontables virtudes del ruido se destaca su naturaleza imperecedera. El ruido toma infinitas formas. El ruido se infiltra. Se loopea. Se transforma.
Las distancias culturales y teóricas entre ruido y música fueron dinamitadas hace décadas. Amén.
El ruido tiene una potencia accesible. Está disponible para cualquiera. Los desechos de alguien son el tesoro de otro.
Desde la ciudad de Santa Fe, ÑÑÑÑ busca y encuentra. Corta. Pega. Construye paisajes oníricos con retazos que no encajan del todo.
Para los Ñ, los bordes son ásperos. No importa si las partes encajan. Esa fricción es bienvenida. La acarician. La manipulan, apostando por una estructura que no responda a una lógica aparente.
ÑÑÑÑ es un dúo compuesto por Pablo Bantar en batería y José María Hernández AKA Jo, en sintetizador, guitarra, piano y voz.
Cuando les pinta, toman una estructura rota, un ritmo desarmado, una melodía desarticulada y empiezan a pegar, por acá y por allá. Apuestan por una visión, aun cuando todavía no se manifiesta del todo. En ese sentido, son aprendices de Brian Eno: “a veces estoy tan harto de la música. Lo único que quiero oír es ruido en el que pueda imaginar la música. Cuando la música ocupa tanto espacio cultural, anhelas cualquier ruido que no esté destinado a ser música, que sea fresco, complicado y libre de intención estética, y, por lo tanto, disponible para la invención estética”.
Lejos de ser un proyecto teórico, la banda funciona como una ecuación de electrificación-provocación-improvisación que se desequilibra a sí misma, haciendo de cada una de sus apariciones un suceso irrepetible. ÑÑÑÑ no es simplemente una banda: es una experiencia.
“Nuestra banda tiene una idea inicial, que es la del remix del postmodernismo, donde los fragmentos se usan; donde no hay una obra final, sino que siempre puede estar inconclusa o ser despartizada”, explica Jo, echando luz sobre la criatura que crearon hace unos trece años. “Partimos de la idea de que no hay fin. La técnica tiene que ver con el collage o con cosas que nos permiten cambiar todo”, sostiene, marcando las pausas claves del grupo.
Jo habla con fluidez, acompañando sus movimientos de manos con un parpadeo lúcido. Pablo, sentado enfrente, afirma, sonriendo.
En Rosario la temperatura araña los nueve grados. Dentro de REFI la sensación térmica es aún más baja.
El dúo llegó hace un rato desde la capital de la provincia. Probó sonido de forma precisa, aunque con soltura, luego de hacer un trabajo previo durante la semana con el sonidista Martín Greco. Ambas partes vinieron preparadas, listas para domar el tinglado desafiante que es REFI.
El arribo de ÑÑÑÑ a Rosario tiene una excusa ideal: la reciente aparición de Cortapluma, nuevo material luego de algún tiempo de relativa calma.
La fecha, sin embargo, no tiene carácter de presentación oficial del EP. El protocolo de la ocasión va por otro lado, jugando la carta del regreso de un combo de chapa histórica: ÑÑÑÑ & Ponzonia.
Entre camarines y pruebas de sonido, las estimaciones van y vienen: que tocaron doce veces juntos; que fueron diez; que tantas en Rosario, que algunas más en Santa Fe.
Pasaron varios años desde la última aparición de ÑÑÑÑ en Rosario. Al menos en lo que se refiere a cierta escala amigable.
En abril de 2022 fueron parte de Psicotropía en Playa de la Música. Ese festival, de una enormidad impersonal, tuvo a los Ñ en su grilla.
En febrero de 2020, se presentaron en Club 1518, junto a Ponzonia y Unexcoder. A la distancia, puede que esa haya sido la noche final del mítico espacio de calle Salta. Con la presencia estelar de la GUM, esa fecha derivó en multas y clausuras. Pocos días más tarde, la llegada del COVID sería un cross directo. La gestión de Pablo Javkin y la especulación inmobiliaria harían el resto.
En la memoria, esa noche tomó dimensiones considerables. La banda santafesina estaba encendida, contagiando espasmos digitales al público congregado a su alrededor.
Esa mística labrada entre el atestiguar en primera persona y el recuerdo marcado devienen en interrogante: ¿estará ÑÑÑÑ a la altura de aquellos capítulos pasados?
No se trata tanto del tiempo transcurrido sino de TODO lo sucedido en ese periodo, con pandemia, cuarentenas, muertes, depresión generalizada, bandas acabadas, algoritmos omnipresentes y -cómo olvidarlo- el declive de los circuitos subterráneos, tanto en Rosario como en Santa Fe.
En ese sentido, cuatro años (dos, técnicamente) es muchísimo tiempo. Naturalmente, uno se pregunta cómo se mantiene su sonido hoy en día o si han realizado algún upgrade.
La buena noticia es que, para aquellos que aman a la banda por su energía, cuando las cosas se calientan, es tan apasionante como siempre. ÑÑÑÑ está en plena forma. Llevan en la sangre la impronta de un asalto de synth-punk, donde la información es la droga favorita, como en una novela de William Gibson.
Hay algunos respiros entre la velocidad rítmica. Algunas líneas de sintetizadores agradables aparecen aquí y allá, popeadas, como para distender y abrazar. Ganan matices. La musicalidad está declarada.
Las canciones son envolventes. La canción de ÑÑÑÑ, en plano general, tiene un curioso don de la melodía, ensamblada pedazo por pedazo, que más bien son para acompañar con espasmos corporales -baile- que con voces al unísono -canto- cuando aparece, digamos, algo así como un estribillo.
Lo predecible sigue siendo ajeno a su performance. En ese sentido, se hace preciso destacar la manera en que Jo incorpora, de inmediato, el espacio a su alrededor. Si la imagen residual que tenemos en la retina es de Jo doblado sobre su sinte y guitarra, en cuevas pequeñas, en REFI se desata de los instrumentos y corre, entre giros y saltos, cargando el micrófono, ocupando todo el escenario. De la misma manera, cuando Eme de Melissa sube a cantar, corre y gira, dominando las tablas con plena seguridad. No se trata de algo ensayado ni estudiado: es una prestancia de la entrega.
No hay palabras. No hay saludos. Las canciones de Cortapluma suenan desde el inicio, en una descarga directa. Esta fecha de regreso no se trata de un reencuentro amable, repleto de clásicos que todos quieren escuchar. La dupla parte desde el núcleo de su ahora. Cuando suena material de discos previos, no hay pompa alguna. La bajada es clara: pasado y presente tienen el mismo peso; el protagonismo real pertenece a la continuidad, o sea, al ahora, a esto que acontece sobre el escenario, frente a un público narcotizado por la conexión musical-alcalina.
Cortapluma llegó en las primeras semanas de abril, editado por el sello Repelente Discos. Integrado por cuatro canciones, el EP marcó un regreso esperado y necesario. El material se esparció de manera discreta, mayormente por compartidas de la fanaticada, más alguna -mínima- mención en medios especializados.
La extensión de 12 minutos funciona como factor adictivo. El plan se repite, una y otra vez. Cortapluma es una correntada de dadaísmo-digital que esboza una sonrisa taimada: el ruido como medio afectivo que contiene y libera.
Son canciones pensadas para bailarlas muchas veces descubriendo, en cada escucha, que bajo la velocidad y el impulso se esconde una palabra, una idea, una cuestión. Aquí el ruido no puede pensarse como ejercicio individual: Cortapluma existe para que lxs desajustadxs del mundo se unan para incendiar convencionalidades.
“Una vez que tenemos, más o menos, armadas las canciones, vamos a un estudio, grabamos las baterías, y después el resto lo posproducimos y mezclamos nosotros a la vez”, explica Jo acerca del proceso de elaboración de Cortapluma. “Como que hay una distancia de mezcla, que también es de composición. Entonces, mientras se mezcla, se van grabando cosas, produciendo cosas”, señala.
“Como lo hacemos nosotros, nos tomamos nuestro tiempo. La verdad es que ya teníamos hace un año y medio que teníamos las baterías grabadas. Pero bueno, siempre decimos que vamos a tardar menos en el próximo disco, pero no es el caso”, cuenta el cantante, guitarrista y tecladista.
“Creo que los nuevos desafíos de la banda son esos: ser más ágiles en el momento de poder sacar material nuevo”, considera Pablo. “Porque nos pasa eso, como hacemos todos nosotros, bueno, en realidad se encarga Jo, llega el momento que sale el disco y nosotros ya estamos en otra etapa, por decirlo de alguna manera”.
“Nos está pasando siempre eso: sale el disco, pero ya estamos mirando el desafío de poder sacar algo nuevo para nosotros, porque como que lo nuevo se demora un tiempo, lo que es razonable al ser independiente todo, pero que nos está quedando medio desfasado con lo que sentimos en el momento”, revela el baterista, sonriendo con un gesto de aceptación divertido típico de quien ya conoce sus mañas.
“El tema más contemporáneo es «R3miss», que no lo habíamos grabado en la sesión de baterías, y como lo estábamos tocando en vivo y nos parecía que estaba bueno. Ojalá podamos lograr ese ritmo de sacar lo que tocamos”, informa Jo.
Con la aparición de Cortapluma la actividad de ÑÑÑÑ se multiplicó. Emergieron de la quietud con material fresco, listos para encarar una serie de fechas en varias ciudades del país, comenzando en su Santa Fe natal.
En un contexto complejo, donde los grupos calibran cada uno de sus pasos, apostando corto, en la premeditación conservadora, la dupla volvió al ruedo con decisión absoluta.
De alguna manera, sus acciones pueden interpretarse como decisión y riesgo. Sin embargo, el mapeo recitalero de los últimos meses también habla elocuentemente de un esmerado trabajo de gestión. No es solo ruido: hay aprendizajes de quince años de experiencia en el circuito independiente federal.
Antes de la salida del EP, las fechas eran pocas. Apenas apareció, la agenda se cuadriplicó. ÑÑÑÑ quería salir a tocar. Más importante aún: mucha gente quería que ÑÑÑÑ saliera a tocar.
“No es para nada fácil”, afirma Pablo, con las manos en el aire. “Hay mucho esfuerzo. Por suerte estamos teniendo invitaciones también y le estamos poniendo el pecho bastante”, agrega el baterista.
“Nunca estuvimos inactivos musicalmente. La pandemia planchó bastante, pero no nos detuvo. Ahora surgieron muchas fechas y estamos intentando retomar cierta velocidad. Queremos pisar el acelerador”, comparte el baterista.
De acuerdo a Jo, “después de la pandemia pusimos ahí como el enfoque en tocar afuera de Santa Fe. Por suerte, en todos estos años fuimos construyendo una red de amigos y contactos, gracias a Repelente Discos. Esas cosas van quedando”.
“Es un sacrificio salir de gira. Es ausentarse de tu casa varios días. Además, ya no somos pendejos. Ya estamos con los 40 en la puerta”, se sincera Jo. “Tenemos varios amigos dando vueltas que nos ayudan un montón y se recopan. Entonces nos sentimos bastante acompañados. Si estuviéramos solos sería todo muy difícil”.
Nadie quiere levantar la perdiz. No sea cosa que, de repente, los Ñ tomen conciencia que pronto cumplen quince años.
Sin prisa, pero sin pausa, van encaminados. Falta.
El tiempo se acumula. El archivo crece. Mientras tanto, sostienen su vigencia con una actividad que no acusa el paso del tiempo. Jo salta y patalea como siempre. Pablo arremete contra los parches, frenético. Tienen conversos en ciudades y pueblos que acumulan su propia historia con el grupo.
“No somos de razonar cosas así”, confirma Jo, sonriendo incrédulo. “Es un montón cuando lo pensás”.
“La verdad que sí, son un montón de años. Pero era un proyecto en el cual estaban todas las fichas metidas, así que no me sorprende tanto que haya durado esto”, devuelve su compañero de ruta.
“Somos dos. Eso simplifica”, aporta Jo. “No somos quince uruguayos arriba del escenario, como diría Iorio. Siendo dos es llevadero y mucho más directo”.
Una de las claves de la permanencia -y relevancia- de ÑÑÑÑ radica en la claridad del concepto. Podría hablarse de objetivos y logros. No obstante, los conceptos iniciales del grupo siguen siendo tanto meta como horizonte.
La especificidad les abrió el camino hasta el presente. De la misma manera, fue el impulso crucial que los hizo fundar el proyecto.
Los Ñ rescatan una célula rítmica o una melodía y parten desde ahí. Abrazan el découpé desde su naturaleza sónica. Estiran. Yuxtaponen. Juegan. Disfrutan. Piensan, pero antes de alcanzar el demasiado, se corren.
El primer tema de Cortapluma está tomado de un pedazo del disco anterior. Cortaron y construyeron a partir de eso. Probaron. Funcionó. Le dieron para adelante. Los bordes se rompen. Todo se recicla. Todo es otra cosa.
Los Ñ persisten. Se sobreponen. El concepto los interpela, todavía. Quieren seguir desarrollándose, explorando las posibilidades.
Desde el vamos ÑÑÑÑ fue un espacio de comodidad. Buscaban tocar a su antojo. Lo lograron. Lo sostienen.
“El concepto estético tiene que ver con el remix posmodernista. Mezclar y pegar. Con la música electrónica, mezclada con el rock, la emocionalidad punk. Esto es visceral”, plantea Jo. “Está bastante intacto el concepto inicial. Creo que sigue siendo más o menos la misma banda. Me pone contento”.
Texto por Lucas Canalda – Fotografías por Renzo Leonard