El cuarteto porteño debutó en Rosario en una fecha combinada con Gladyson Panther. Mediante un compendio de canciones expresionistas, la banda de Juan Olima demostró porqué son una criatura diferente dentro del circuito independiente contemporáneo.
Ya lo dijo Bioy Casares: vivir es distraerse. Cada quien sabrá cómo hacerlo. Del mismo modo, podemos afirmar que cada persona sabrá de qué distrae su atención.
Hace varios años que Juan Olima -alias Oli- se distrae haciendo música y más música. Ese camino lo trajo hasta acá: julio de 2024, en el patio de Casa Mona, un rato antes de probar sonido para debutar en Rosario con Plenamente, su banda insignia. Oli sentencia de manera elocuente: “no hay mucha mística acá: es un pibe de 30 años haciendo música en su pieza a altas horas de la noche sobre cosas que siente. No hay mucho más que eso. Es bien simple”.
No se sabe de qué se distrae Olima. Tampoco importa. Por otro lado, sabemos que tiene razón en un punto: la cosa es simple.
Las canciones y la música son muy simples en muchos sentidos. La música funciona cuando se la disfruta. Al tocar. Al componerla. Al escucharla. Ese detalle especial marca la diferencia.
Si forzás algo solo para hacerlo funcionar, no sirve. Ese detalle es fundamental. Ya no hay nada especial. No hay nada mágico cuando la música es forzada.
Nada parece artificial en Plenamente. Tampoco en Olima. No tiene cassette para responder. Tampoco acude a frases hechas. Si vamos al detalle, apenas si levanta la mirada del piso para entablar un diálogo. Sin embargo, no se le escapa nada.
“Yo soy re amateur. Cero experimentado en sentido de prensa, digamos. Tampoco me preguntan tanto. Siento que está todo en la música”, continúa.
“No hay historia ni nada. Solo amigos y haciendo música, ahora en Rosario”, finaliza.
Ese ahora se vuelve fundamental. ¿Cómo llegan esos cuatro amigos a Rosario para hacer música? ¿Por qué, mientras prueban sonido al atardecer, desde un balcón vecino de calle Sarmiento se asoma un michi, curioseando por el ruido supremo que emerge desde el ventanal de enfrente?
Plenamente está en la ciudad para tocar junto a Gladyson Panther, una combinación prometedora. Una semana antes la dupla tuvo su primera fecha en Buenos Aires, tocando en el Qi de Villa Crespo. Ahora aguarda su momento el escenario de Casa Mona.
La banda está integrada por Yan en bajo, Marcos en guitarra y Jano en batería. Quien lidera el proyecto, como compositor, cantante y guitarrista es Oli.
En vivo, Plenamente pendula entre un fluir relajado, con sus integrantes dejándose llevar, y las explanadas de post-rock que exploran perfiles introspectivos y neuróticos. Siempre se mueven en la estructura deconstruida-reintervenida-resignificada de la canción pop.
Sobre el escenario estirado de Casa Mona la banda forma, de cara al público, con guitarra, guitarra y voz, bajo y batería. Se evidencia, desde el inicio, una dinámica contrastante: Marcos y Oli cumplen a rajatabla el protocolo shoegaze, mirando el piso todo el tiempo, encorvados sobre las seis cuerdas, sin conectar visualmente con nada -ni nadie- alrededor. En cambio, Jano y Yan se miran todo el tiempo, sonrientes, disfrutando de la ejecución, tal vez descifrando movimientos. En ese descifrar debe destacarse algo: como baterista Jano construye y sostiene alrededor del ruido sin necesidad de ser estruendoso ni muscular. Es una lectura acertada para una sala pequeña que precisa más toque que golpe. Pero principalmente es una decisión que toma casi sobre la marcha: una cosa es probar sonido a sala vacía, otra con el público chupando el ruido. Los bateristas con buen tino son difíciles de encontrar.
Con la banda en velocidad crucero, Casa Mona se transforma en una caja etérea que se retroalimenta entre el ruido del grupo y la atención total del público presente.
El lugar está casi lleno. No se trata tanto de un público cautivo, si no de la curiosidad primera: gente que llega por necesidad de experienciar a la banda con todos los sentidos.
Plena no es una banda de moda. No goza de titulares en medios especializados. Sus remeras no aparecen por streaming. Tampoco tienen manager ni productoras rosqueras detrás. Sin embargo, tienen un respaldo que se sostiene en esta contemporaneidad derruida por el hype y los algoritmos: gozan del genuino valor del boca a boca.
No hay mejor manera de comprender qué propone Plenamente que diluirse en su devenir sónico, dejándose llevar, a un costado de la lógica racional.
¿Se puede cantar a la par de Plenamente? Vale la pena intentarlo, quizás acompañando el movimiento de los labios de Oli, mientras afuera -casi- todo es reverberación.
Las letras, tan catárticas como escapistas, trazan una experiencia introspectiva en medio de las ondas de ensueño. Esa emocionalidad parece tener una salida hacia adentro, develando una intimidad que es refugio y trinchera.
Alrededor de las letras despojadas de artificios poéticos, la construcción abunda en sonidos melódicos y ásperos; una disonancia inmersiva que eleva a la introspección hacia cierta liberación. No se trata de una purga emocional que quita un peso de encima, en todo caso, tiene que ver con la aceptación: sacarlo para compartirlo, conectar desde ese pesar, colectivizar la introspección. En ese sentido, entre el oleaje sónico, las palabras son balizas precisas para saber de dónde sostenerse.
Plenamente toca una lista de catorce canciones. Arranca con «Necesito olvidarte, necesito dejarte atrás adonde ya no pueda verte más», «Soñé que te ibas» y «Artificial». A partir de los diez minutos, la levitación sensorial es considerable.
Luego llegan «Mentalmente no estoy acá», «Mochila rota», «Perdón, estaba disociando», «Te extraño» y «Rosario», entre otras.
Las voces, enterradas bajo las capas de sonido, intensifican aún más la cualidad emocional de la música. Las palabras se estiran. Las expresiones se deforman. El sentido es menos sentido. El efecto es revitalizante.
Un ejercicio alumbrador es visitar el Bandcamp de Plenamente y sentarse a escuchar discos, canciones y recovecos del proyecto a través de los años.
Desde hace años que Olima se dedica a fusionar guitarras (eléctricas y acústicas), a menudo ruidosas, con melodías infundidas con una dulzura modesta. La misión parece ser lograr que lo ruidoso sea amigable o que las improvisaciones exploratorias dominen un idioma accesible.
Referirse a Plenamente podría resolverse fácil, inmediatamente recurriendo a la etiqueta del shoegaze, o a algún puñado de subgéneros y guiños para una audiencia estrictamente avanzada. Con todo, la obra que Oli desarrolló como Plenamente elude el facilismo.
Debajo de toda la carga de ruido, reverberación, psicodelia y expresionismo abstracto se revela la sencillez de un tipo que compone a partir de premisas básicas de la sensibilidad pop.
Hablamos de canciones. Tenemos versos y estribillos. Van y vuelven. A veces todo se ensimisma. El pop, no obstante, nunca deja de ser.
“Todo es bien sencillo”, confirma Oli. “Es re por ahí”.
“Acá tenemos cuatro elementos: dos guitarras, bajo y batería”. Es tan especial como eso. Se trata de un universo donde Olima se siente cómodo y en total libertad, logrando expandirse.
“Cuando empezamos a hacer un disco comienza con una idea puntual, desde algo chiquito, sea un riff, una batería o una línea de bajo, y eso va progresando paulatinamente, sumando cosas”, transmite, ya en confianza.
Jano elige partir desde el llano para hablar de Plena: “Es pop. Oli hace pop. Siempre banqué la forma en que lo hace y el cómo la hace. Le gustan las canciones. Nunca me quiero meter en el medio de eso. Quiero ser parte”.
“Toda la vida compuse”, explica Oli, a propósito de su prolificidad como músico. Podría ser un ejército de uno, sin embargo, la comunión con otros seres se vuelve inevitable en algún momento. “Obviamente, para tocar en vivo necesito gente que la apoye”, cuenta.
El hacer de Olima se extiende por encima de Plena hacia otras vertientes: bandas como Superpussy y Facultad de Medicina; su canal de YouTube, un compendio de registros de vivencias cotidianas, sesiones en vivo de decenas de bandas, recortes de películas y dibujos animados que entremezclan con capturas cotidianas, y mucho más.
Oli hace todo el tiempo, en lo que, a la distancia, parece una necesidad frenética de sublimar. En esa compulsión por hacer, su habitación se torna una usina millenial: computadora, placa de sonido, celular y otras herramientas para conectar con el afuera. El bedroom pop deja de ser un género para transformarse en método y posicionamiento ante el mundo.
Recorrer el historial de grabaciones de Plenamente deja saber que el catálogo es extenso, así como también la cantidad de integrantes que pasaron por las filas del proyecto.
Sin entrar en nombres precisos, se reconocen talentos de toda la escena porteña. La banda supo congregar desde diversas aristas de la música independiente de CABA de los últimos tiempos.
“A través de los años hubo gente que fue y vino a la banda. Ahora están ellos acá”, indica, sin levantar la mirada, aunque asintiendo con la cabeza gacha.
La formación actual celebra gran forma en el vivo, aunque, además, pronto estará ingresando al estudio, coronando el momentum.
“En una semana vamos a grabar dos temas”, adelanta Oli. “Creo que es lo primero desde la existencia de la banda donde no voy a estar yo solo grabando”, afirma, demostrando cierto entusiasmo.
“Quise que Jano hiciera sus batas. Cada integrante aporta lo suyo. No me quiero meter. Quiero que esté la esencia de algo nuevo”, comparte.
“Pasa que, a uno, con el bagaje que trae de asimilar discos y demás, le resulta muy difícil transmitir con precisión para que algunas personas interpreten eso”, detalla el cantante, compositor y guitarrista. “Es complejo proyectarlo en otro. No sé…ejecutar de determinada manera. Capaz uno viene de escuchar a los Redonditos, y otra persona necesita que sea de una manera que nada que ver”, explica.
“Ellos están acá porque entienden. Saben y quisieron estar acá. Lo nuevo va a ser diferente. Con ellos se viene algo superador”, concluye.
¿Qué hace especial al presente que disfruta Plenamente? La química entre sus integrantes, primero. En segundo término, parecen ser conscientes que la cosa funciona, de manera orgánica, porque cuatro experimentadas individualidades se encontraron en el momento justo, en el proyecto indicado.
“Somos una banda que toca mucho en vivo. Tenemos mucha actividad: no se trata solo de presentar un disco nuevo, sino de siempre estar mostrando cosas que salen, que estamos preparando”, considera Marcos.
“Plena es todo: el Oli que hace temas en su cuarto y la banda que transforma todo. La banda hoy existe en esas formas”, reflexiona el guitarrista. “Sigue siendo la banda de Oli, con sus temas, sus letras, la música que él desea explorar en el momento. Después, la otra pata, es cómo se proyecta eso en vivo, ahí entra lo fundamental de ser banda. Creo que conviven las dos cosas”.
De acuerdo a Yan, cada toque de Plena es diferente, una sensación única por fecha. “Son tres buenos músicos que vienen desde la aproximación experimental”, afirma.
“Creo que vengo de una escuela más tradicional. Entonces compartir con ellos me pone en otro lugar como música. Esa experiencia está buenísima. En el vivo eso me encanta. Nos potencia”, asegura la bajista.
Si bien el material de Plenamente se encuentra disponible en las plataformas musicales habituales, es en YouTube donde se perciben detalles para comprender qué les hace diferentes dentro del circuito.
Sus álbumes, EP y sencillos conviven con cientos de registros en vivo capturados por los teléfonos del público presente. En ese entrecruce de usuarios se advierten mensajes de todo tipo. De esa forma, aparecen líneas como “los vi en el Recoleta y me sorprendieron para bien” o “Plenamente me alegra el alma gracias por grabarlo y subirlo hermano”, además de “Me voy a largar a llorar” o “En Moscú fue god. Me convirtieron”.
Los comentarios son abundantes. En la lectura fina sorprende que la mayoría de los mensajes parten desde la heterogeneidad que proponen las fechas compartidas. “Fui por tal banda y los descubrí” parece ser el patrón principal. El otro sería “Soy de otro palo pero ustedes la rompen”.
Esa sensación de crossover permanente hace a la estela de Plenamente. Tienen un público que se congrega desde diferentes corrientes, que queda enganchado a partir del impacto directo de su música en vivo.
“Se rompió algo en cuestión de público. Antes era más cuestión de nicho, la gente hardcore iba únicamente a fechas hardcore, y la gente del dream pop caía solo a recis dream pop y nada más”, argumenta Marcos.
“Hay mucha convivencia, con bandas amigas compartiendo fechas entre sonoridades disímiles. El público se funde. Está re bueno eso. Quien fue a ver Plena capaz que al otro día escucha Warren en la casa. Se rompió la tribu según el género”, añade el otrora guitarrista de Medalla Milagrosa.
“Plena toca mucho. Llega un momento en el que siempre te cruzás con otros”, afirma Jano. Asimismo, el baterista indica que “la música que se hace ahora es muy sensible. Hay mucha carga emocional. El hilo conductor de todas las bandas de la escena que nos vemos, es una sensibilidad más bien romántica”.
“Hay sensibilidades que se comparten”, comenta Olima, coincidiendo con Jano. “Además, venimos de una época de descargar música, tipo del Ares, una convivencia total. Me crie con MTV. De repente estaba viendo un video de Korn y al toque otro de Madonna. Creo que hay una convivencia de géneros entre nosotros. Es parte de nuestra generación. Importa que el tema sea bueno. El género se hace a un lado cuando la canción perdura”.
Texto por Lucas Canalda – Fotografías por Renzo Leonard