ANFIMUG VOL II: MANIJA ESTELAR & RESISTENCIA

El Movimiento Unión Groove celebró su segundo anfiteatro y confirmó el rumbo de su trabajo afectivo.
Crónica de una noche de color humano y construcción colectiva.

 

Cuando la medianoche decreta que el viernes deja de existir para dar paso al sábado, Paloma Gallardo, stage manager del anfiMUG, rastrea a uno de los ocho integrantes de  Latelonius que está desaparecido. Los horarios vienen con un leve atraso, algo entendible, nada para desesperar, pero la banda tendría que estar tocando.
“No pasa nada, si se preocupa una, nos preocupamos todes”, le comenta Aixa Richards, Community Manager del MUG, dando una mano.
El horario formal para cerrar el escenario son las 00 hs, pero siempre hay un margen. Nada grave, todavía sirve.
Finalmente, el público estalla en aplausos y gritos de agite. Latelonius sale a escena para cerrar una noche repleta de emociones y que llega para confirmar el rumbo estable y saludable que mantiene el Movimiento Unión Groove, el colectivo interdisciplinario de mayor crecimiento del interior del país.
Con el último grupo sonando afilando, la gente se entrega al goce. El disfrute es ahora y hay que entregarse del todo, nunca se sabe cuándo es la próxima oportunidad. Todo se reduce a este momento, el instante cúlmine de la noche: un gran agite comunitario.
Detrás de escena, las sonrisas se prenden al despliegue musical de Latelonius. Es un cierre ideal que lentamente va procurando abrazos. Luego de meses de esfuerzos, se va terminando la noche.
Del otro lado, en las gradas, hay 1200 personas en la plena. En todas esas sonrisas que residen largas semanas de preparación y gestión.  Hubo un grupo de producción de veinte personas que trabajaron durante cinco semanas enfocando sus esfuerzos en diferentes áreas: merch, producción artística, técnica, comunicación, sponsors, ensamble MUG, producción general y contaduría.
Salió todo bien. Por supuesto, eso no quiere decir que haya sido perfecto. Pero hasta el clima acompañó: el Servicio Meteorológico Nacional anunciaba tormentas para el fin de semana y ahora el cielo nocturno apenas delata algunas nubes rojas.
La fecha en el anfiteatro demandó meses. Hoy mismo, puntualmente, trabajaron 65 personas desde las 9 de la mañana. Pasada la medianoche, la mayoría sigue acá.
Mientras que la gente celebra la maestría de Latelonius, los camerinos y el backstage empiezan a brindar por un laburo bien hecho. Un abrazo de unas cinco personas termina en algo grupal de quince. De la nada, alguien dispara “SUAVE…” y no hace falta más nada: veinte criaturas mugeras responden automáticamente con “…COMO ME MATA TU MIRADA”. Luismi, esbozando su sonrisa enorme de dientes blancos y piel bronceada, aparece al pie del Paraná, clausurando la noche de esta hermandad en ciernes.

Minutos antes de las 20 hs, Triga Nigga toma el control del escenario, encendiendo la parafernalia audiovisual para algo más que un warm up: se enciende el fuego y oficialmente arranca en anfiMUG.
En las primeras filas, los grupos presentes desde temprano empiezan a soltarse, lentamente.
Con la llegada de la noche, un rato más tarde, el ingreso empieza a fluir de manera constante. Las personas que entran se asoman para tener una perspectiva del anfiteatro, tanto de encontrarse con quienes llegaron antes.
Las gradas se van completando entre abrazos, gritos y mensajes de WhatsApp que arrojan coordenadas certeras de las ubicaciones.
Sobre los pasillos hay vendedores con sus correspondientes conservadoras: venden cerveza fría, gaseosa y agua a precios populares. También ofrecen delicias vegetarianas caseras. Abajo, sobre la derecha, el puesto principal de ventas, está comandado por seis integrantes del MUG. La mayoría son músicxs que tocaron en la fecha anterior.
A cargo del sonido del concierto se encuentra el legendario Jorge Negro Ojeda, quien antes del comienzo, da vueltas por el lugar, entre ansiedad y detalles.
El sonidista y productor comenta la buena conexión que tiene con el colectivo. Se confiesa contento de ser parte de la movida, observando el tremendo empuje que tiene el MUG.
Cerca de Ojeda, Mafer Weber, iluminadora estrella de la movida musical rosarina. Completa la partida el equipo de BRODA, con Juan Follonier a la cabeza, que será responsable de las visuales del show.
Desde temprano y hasta el cierre de la noche, el anfiMUG presenta un microcosmos de trabajadores y trabajadoras de la cultura autogestiva.
Ambas ediciones del anfiMUG funcionan como la conjunción de diversas ramas del circuito cultural independiente rosarino. Trabajando codo a codo para la ocasión encontramos profesionales del teatro, la danza, la música, la educación, el campo audiovisual, la comunicación, el diseño, las letras y la lista podría seguir.
El esfuerzo parte desde la horizontalidad, remarcando especialmente algo que el MUG sostiene hace tiempo: antes que nada, lxs artistas son laburantes.

Luego de una hora DJ Trigga Nigga, las anfitrionas Tati y La Negra Sound toman el escenario para una bienvenida (in)formal ante el público presente que sigue llegando.
Además de los saludos pertinentes, la dupla se encarga de las obligaciones protocolares referidas a cuidados sanitarios e indicaciones de seguridad.
Luego de las formalidades la bandaMUG se ubica sobre el tablado para hacer sonar sus instrumentos. Batería, bajo, guitarra, sinte, teclados, voz, flauta, saxo, trombón, trompeta y más: una formación que no deja ningún detalle librado al azar.
El ensamble de 17 músicos -dividido en dos sets- preparó un repertorio groovero conformado por un picadito de canciones de las bandas que integran el colectivo. Más que una celebración endogámica, la iniciativa tiene la intención de hacer resonar las composiciones de los grupos que no forman parte del cartel. La bandaMUG, por su parte, está integrada por talentos que no pertenecen formalmente a ninguna agrupación.
Suenan como una unidad bien preparada que va midiendo su entrega. La noche recién está comenzando y disfrutan mientras la gente se suma cantando.
Proponiendo un recambio de integrantes y sumando invitadxs, el primer bloque del anfiMUG va subiendo la temperatura. El público conoce las canciones, por ende, acompaña, haciéndose parte de la misión de extender el cancionero más allá de la lógica del cartel.
“Ahora vamos a continuar con invitades de lujo”, comenta la vocalista del ensamble, Malena Greca, sin exagerar. Aparecen: Shanti, Blas Urruty y Joako22 para destrabar otro nivel de intensidad.
Por toda la noche habrá una vibra de familia extendida. El primer indicio de eso es cuando la gente, desde el vamos, empieza a corear “Soy esto”, estribillo de «Mercurio», hit de la sociedad de Shanti & Blas. Se trata de una demostración del multiverso que representa la movida rosarina en 2021: un terreno de amplitud estética donde la convivencia generacional está atravesada por recitales en espacios culturales, clandestinas, discos, cápsulas audiovisuales como BRODA e impulsada por un público atento listo para seguir sus propias tendencias, casi fuera de los circuitos mainstream.
La banda arremete con «Poetas Muertos» de Joako22 y las rimas se apoderan del anfiteatro. Joako se desatada sobre el escenario, oscilando entre la guitarrista Valentina Solé y Shanti. La energía es alta, con las rimas de rap consciente y una base cuasi jazzera que a Shanti le sienta muy bien, por eso mismo las rimas que se tiran con el niño de la sonrisa ancha se sienten como columnas: lo que se siente acá tiene que seguir de alguna forma.
Con la rotación de la bandaMUG, Brunella toma el escenario para cantar. Con la espontaneidad que la caracteriza se gana al público al primer saludo: “Buenas noches, ¿dónde están? Vamos a hacer un poquito de ruido”.
Tocan «Malamor» en clave chill. Nadie lo sabe pero es la calma antes de la tormenta.
“Quiero que recibamos a una artista inmensa” dice Brunella para anunciar a Flor Crocci en el bajo. La gente estalla en una ovación unánime y arrancan con una versión explosiva de «Birra fría». En el sinte: Mel Mal, otra Guiso  y línea fundadora del MUG. Pararrayos de todo el equipo, Brunella ocupa todo el escenario con su energía física y su voz poderosa. A mitad de la canción se quita la remera para revolearla en clave tributo a La Sole old school.
Con la despedida de la banda, entran en acción Les MUGtantes, agrupación escénica performers que tienen una finalidad concreta: contagiar a la gente de electromovimiento. Si Tati y La Negra son las profesionales conductoras todo terreno, Les MUGtantes son agentes psicodelizantes con la misión definitiva de captar al público para llevarlo en un viaje donde lxs cuerpxs adquieren una plasticidad propia de otra dimensión.
Les MUGtantes bajan corriendo entre las gradas; saltan de una elevación a la otra; buscan descolocar, correrse de las limitaciones físicas del cuerpo para posibilitar otro entendimiento de nuestros organismos.
Con Trigga Nigga disparando música, Les MUGtantes se ocupan que la adrenalina no desaparezca.

La inclusión de Suave Lomito en el universo MUG fue una noticia alentadora. Sin dudas había muchas personas esperando que ese romance ocurriera. Como banda joven de ímpetu decidido y entripado agitador, la evidente conexión rebasada lo estrictamente sonoro: el espíritu espontáneo que caracteriza al trío atraviesa a todo el escenario sub 23 de Rosario, acercandolo tanto a Gladyson Panther como la Ani Bookx más desatada.
Desde el principio se destacaron por tener una mixtura irreverente en su sonoridad, una especie de groove climático con elementos que iban entrando y saliendo a medida que el mood lo requería. Esa variante los hizo únicos dentro del circuito, dándoles la oportunidad de compartir fechas con bandas de diferentes palos.
El anfiMUG resultó la oportunidad ideal para capturar nuevas miradas y seguir demostrando que la atención ganada hasta ahora no fue en vano. En primer lugar, 72 horas antes del festival, el baterista Lauti Muñoz sufrió un problema de salud imposibilitando su ingreso a la cancha por lo que hubo que tomar medidas urgentes. Dos héroes de los parches dieron un paso adelante: la primera mitad del show estuvo Leandro Casas AKA Chapa (de Huracán y Amor Underground), luego llegó Fidel Faletti (3223 y Bifes con ensalada). Con ambos bateros hubo apenas un ensayo previo, por lo que la entrega en vivo tuvo una carga de riesgo que potenció para bien.
Con el público encendido frente a un escenario caliente la apuesta era grande. De manera directa Suave Lomito empezó con su descarga, entendiendo ciento por ciento el sentido de aquí y ahora de la ocasión.
La celebración de Suave Lomito en el anfiMUG recuerdan las palabras de Ani Bookx en el doblete festivalero de finales de abril de 2019 que hizo de presentación oficial del MUG: “acá el fuego es libre. Por eso genera semejante respuesta y se retroalimenta”.
Suave Lomito fue la última banda que surgió de las jams sessions semanales que supo albergar el Club 1518. Claro que para cuando la banda ya estaba activa el mítico espacio de calle Salta tenía los días contados. Al trío le tocó a salir a curtirse en un circuito desolado que veía bajar persianas debido a los tarifazos macristas y la desidia municipal que desde entonces se incrementó.
La capacidad de gestión y la convocatoria robusta del MUG en los últimos tres años posibilitó a las nuevas generaciones un terreno fértil donde sembrar su futuro. Mientras que algunas de las bandas fundadoras se conocieron en las jams que tomaban lugar en La Chamuyera o las mismas raíces del colectivo se remontan a los tiempos muertos de birra, charla y faso en los ensayos de Casa Huayra, ahora la historia pone todo el otro lugar: el MUG como agente posibilitador de un recambio generacional de espacios (plazas, anfi, galpones, clandes) y hacedorxs de música todavía sin un proyecto fijo. Lo hace, además, generando trabajo.
Las palabras de aquella ocasión de 2019 se mantienen impertérritas también porque se hacen referencia a un fuego en continuado que es transversal a todo el circuito: quienes hoy están en el público mañana pueden ser camaradas de la movida aportando desde la música, la técnica, la comunicación, la iluminación, el sonido, las visuales, el vestuario o un largo etcétera. Las posibilidades son múltiples puesto que la construcción necesita diversidad estética e ideas frescas además del compromiso ético.
Por último la cita de Ani confirma otra verdad que se presenta tan inevitable como real: el circuito/la escena/la movida somxs todxs. Si bien es cierto que la mayoría de las personas presentes en la organización y en las gradas son parte de algún colectivo, sello, ONG, banda, cooperativa y productora involucrada en diversas expresiones e iniciativas artísticas, educativas y/o  políticas, el público es actor fundamental desde el primer momento en que decide concurrir, pagar una entrada, correr la voz y disfrutar in situ.
La construcción es entre todxs, sin dudas, pero el primer esfuerzo radica en la decisión/formación de hábitos cotidianos. En un mundo donde los medios masivos y las plataformas hegemónicas bombardean los sentidos hasta el aturdimiento, la elección cotidiana de darle play a información que escape del rigor formateado del algoritmo constituye un ejercicio vital para la supervivencia para los circuitos culturales alternativos y las minorías estéticas.  Bajo el bombardeo constante el simple acto de compartir – correr la voz- significa un micro de acto de resistencia ante lo colonizante de la información digitada.
“A estos chicos los había visto una vez en Lavardén, creo”, comenta Mariana. La duda le entra porque, según dice, esa noche era una banda más tranquila. La entrega física de Suave Lomito la confunde, pero está en lo correcto: la banda tocó en lo más alto del edificio de Sarmiento y Mendoza algunas semanas atrás.
Mariana estudia diseño industrial y viste una envidiable remera de Spinetta. Musicalmente quizás no sea tan cercana a la onda que maneja el MUG, comenta con sinceridad. Le cabe más el rock nacional. Su conexión pasa por los encuentros con la música en vivo. Una amiga la acercó a la movida a principios de 2020, al parque, cuando todavía no había estallado del todo la locura pandémica. Le gustó la música, sí, pero también la energía diferente. Encontró un lugar donde bailar tranquila, dice. Por supuesto, hace extensiva esa explicación a sus tres amigas que ahora tratan de comprar cerveza luego de la adrenalina de Suave Lomito.
Las cuatro coinciden en otro atractivo fundamental de la noche: Tati. La siguen desde hace años y se declaran cholulas. Tienen fotos con ella, cuentan.
Cuando La Negra y Tati salen al escenario y se ponen a bailar el «03 03 456» de Raffaella Carrà se cantan todo.
Durante una de las fechas en el Scalabritney Mariana cayó en cuenta que la flaca que encabezaba la banda que tocaba era la misma de Alto Guiso. El círculo se cerró. Al final, estaba metida en la movida desde hace tiempo sin saberlo. Desde entonces sigue a Ani Bookx como solista y en sus bandas. A Flor Crocci la vio en el homenaje a Charly y no lo podía creer. “Qué mina grosa”, comenta justo antes que Tati anuncie a Kunyaza sobre el escenario.
Con el advenimiento de la pandemia gran parte de la comunión que proponía el MUG se vio reformulada. Hubo que cranear nuevas formas de seguir trabajando siempre contemplando la seguridad de todas las personas involucradas. En el torbellino de preocupaciones, el espacio público se presentó como una posibilidad única.
Tocar en diferentes escenarios verdes, abiertos y DIY tuvo una resonancia simbólica muy fuerte. Además de ser un contexto seguro para reencontrarse con la gente, cada recital dejaba en claro que “estamos todos en el mismo escenario” tanto frente a la situación pandémica como a la desidia municipal que otra vez dejaba al cordón cultural autogestivo librado a su suerte sin expresar voluntad alguna de generar algún balance o trabajo conjunto.
Además, la acción e intervención sobre el espacio público toma otra dimensión en ciudades como Rosario, donde cultura, hábitat, modelo de ciudad y especulación encuentran una tensión cada vez más palpable.
Al ocurrir en parques tradicionales de nuestra ciudad esos eventos fueron oportunidades para replantear nuestra relación con la calle: con la hegemonía del modelo agroexportador, la disponibilidad de millones de pesos en negro -nadie demuestra interés por el origen del dinero- y las constructoras enquistadas en los recovecos municipales, hace tiempo que el espacio público está en juego en Rosario. Los años venideros serán claves.
Durante 2021 la energía se reconfiguró mediante encuentros satélites donde la construcción se posibilitó con altas dosis de irremediable catarsis.
En una Rosario cada vez más vigilada cada llamado a una acción libre de adulteración protocolar sirvió como un imán que mantuvo encendidos los vínculos generados y atrajo nuevos espíritus curiosos. Cada convocatoria a tocar, bailar, encontrarse, cuidarse, funcionó como un necesario abrazo para mantener la moral alta en tiempos angustiantes. No era simplemente juntarse a bailar: se trataba de reivindicar -recordar- aquello que nos hace sentir vivos.

Kunyaza toma el escenario en una clave pistera que paulatinamente va tomando cadencia de R&B. La banda liderada por Sofía Maiorana llega acompañada por Malena Greco. El público aprovecha entre y tema para reclamar -a los gritos- sus favoritos.
“Venimos a traerle música” comenta Sofía Maiorana al frente de la banda. “Estamos preparando nuevo material y ahora vamos a compartirles algo de lo que se viene”, agrega antes de proceder con el material todavía inédito.
Horacio pinta canas y está ubicado a escasos metros del control de sonidos e iluminación. A priori parece alguien del staff que está laburando, pero no, vino al recital con sus sobrinxs: la nena baila, el nene está enfrascado en su celular.
Horacio está aquí por la música y se trajo a la familia. Vino por Latelonius. Curte el palo del jazz y le caben varias de las bandas del MUG. Conoce en detalle la movida y habla con especial cariño de Latelonius, Groovin Bohemia (“re suenan esos hippies”) y Bonhomía Del Soul.
Kunyaza elige una experiencia envolvente que prioriza las canciones. Maiorana, jefa escénica, conecta con un público que aprecia toda la musicalidad que despliega la banda. Joako22 sube como invitado en rimas, acoplándose al mood mellow que dispone el cuarteto. Antes de abandonar el escenario agradece a la hermosa familia que es Kunyaza.
Horacio tira una observación a propósito del neo soul de Kunyaza: “fijate como la flaca (Maiorana) maneja matices vocales mientras la banda la sigue en todas. Están conectados en la suya. Eso es cintura”.
El testimonio de Horacio toma ribetes generacionales considerables cuando se refiere a bandas de funk que décadas anteriores supieron tener relevancia considerable en nuestra ciudad. Por supuesto, Horacio las vivió. A 45 días del 2022, señala: “las bandas de los 90 y los 2000 estaban muy bien, pero todas venían del palo rockero. El origen acá parece ser otro, vienen de una estructura muy diferente a la nuestra. El rock era nuestra matriz. Aun cuando nos sirvió para irnos a otros palos, el rock seguía marcando el camino. Ahora cambió todo. Escuchás a esta flaca (Maiorana, otra vez) y te das cuenta que maneja un background, que estudió música brasileña o mucho jazz. Tiene educación la banda.”
Mientras Kunyaza se va despidiendo Horacio sigue disfrutando con su sobrina bailando al lado.
Cuando La Negra sale al escenario y empieza a cantar pegando una nota altísima que sostiene y sostiene, el niño levanta la mirada del celular. Ya tiene toda su atención.


Las bandas y artistas que terminan de tocar abandonan el escenario rápidamente y se cambian al camerino. Llegó el momento de relajarse. Algunas personas cenan, con el catering recién salido de la cocina. Hay quienes prefieren beber algo y sentarse para bajar la adrenalina. Sin embargo, la mayoría elige perderse en las gradas para seguir disfrutando el cartel.
Entre los sillones y sillas de plástico del backstage proliferan las risas, comentarios y observaciones propias de lo recién vivido. Entre vasos y humo, hay quienes deben volver al escenario. Eso significa un breve descanso, revisar el vestuario y otra vez entrar en concentración.
Quienes no cortan con su química son Tati y La Negra. Detrás de escena, mientras los grupos hacen su gracia, la dupla anfitriona (y mucho más) recorre los rincones en complicidad absoluta. Da la impresión que están juntas hasta el final como unas Thelma & Louise eléctricas e histriónicas.


Quizás la banda que mejor supo capturar la adrenalina de inyección terrenal que significan los recitales en espacios verdes abiertos fue Chokenbici. Cuando llega su momento de tomar el escenario, la bienvenida se manifiesta en aplausos y algo más que no puede apuntarse puntualmente en palabras precisas. Lxs cuerpos se predisponen de otra manera: hay un código tácito entre público y grupo, un vínculo enraizado en una psicodelia libre de estructuras previsibles.
Ante la enormidad del anfiteatro Chokenbici propone un espectro tribalista. Las formalidades de la canción quedan de lado, generando una atmósfera tántrica-bailable que exige entrega mientras que, al mismo tiempo, que va liberando endorfinas. Es un trance cautivo predominantemente colectivo: la escucha individual puede resultar satisfactoria, pero el efecto psicoactivo que potencia y libera aparece únicamente en contexto comunitario.
Si el lema del anfiMUG fue “Psicodelia para el pueblo”, Chokenbici fue la apuesta definitiva. Con groove denso e hipnótico mezclado con retazos de cumbia-trónica el grupo propone un ritual bailable que se construye de forma satelital en parques, clandes, escenarios y ocasiones cambiantes. Tantos sentidos tienen una conjunción: el baile como lenguaje universal.
“Felicidad plena”, declara Ani, categórica. “Fue muy lindo poder disfrutar de tocar en un escenario tan grande como el del anfi”, agrega.
De acuerdo a la frontwoman, “estábamos muy entusiasmadxs con poder brindarnos con un poco más de potencia. Creo que logramos generar un clima de baile y cercanía sensorial”.

Cerrar un evento siempre es un arma de doble filo: por un lado, es un honor, por el otro una responsabilidad enorme que, en ocasiones, puede pesar. Para Latelonius, encontrarse con 1200 personas encendidas de goce, es una noche para atesorar entre los miles de toques que conforman su recorrido.
La mítica banda groovera rosarina hace gala de su virtud por una música que mixtura identidad propia, reminiscencias históricas y un sonido actual vibrante.
Seteando su GPS en algún lugar entre jazz-funk-vanguardia y lecciones bien estudiadas, el octeto genera un efecto de inmersión en toda la audiencia, posibilitando una comunicación clara tanto con el neófito como con el connoisseur. Ese entendimiento por parte de sus integrantes es clave en su llegada. Latelonius es tanto fiesta popular como disfrute para el casi académico. No sorprende, entonces, que parte de su público fiel esté compuesto por cabezas adictas a la data al igual que gente que únicamente quiere pasar un buen rato bailando. No es nada raro. Latelonius alberga tanto lo apolíneo como lo dionisíaco en partes iguales que se armonizan casi siempre. El grupo manifiesta lo pasional sobre un ritmo inclaudicable, mientras que las formas acabadas -bellas y sutiles- se manifiestan en un virtuosismo que (afortunadamente) nunca llega al onanismo.
Pero entre tanto baile y agite de medianoche no hay necesidad -ni tiempo- de ponerse tan cerebral. La banda emprende el trayecto final, cerrando una celebración casi perfecta. Los horarios en un espacio municipal son apretados. Pasado el horario estipulado todo se convierte en una negociación. La gente no lo sabe, claro, pero el equipo completo está cortando clavos.
La suerte está echada. El final llega de manera abrupta. Las autoridades responsables cortan el sonido por un atraso de 45 minutos, dejando muchas ganas de más, pero especialmente evidenciando una falta de delicadeza por el esfuerzo artístico que carece de respaldo privado.
No obstante, la alegría marca bien arriba. El público, agradecido, eleva su aplauso para cada una de las personas involucradas. La segunda incursión del MUG en el anfiteatro marcó otro acto de resistencia que demuestra la capacidad del circuito independiente para reinventarse y sobrevivir aún a las circunstancias más hostiles.
“Las experiencias de autogestión colectiva van evolucionando”, comenta Franco. “Creo que en el MUG supieron aprender de las experiencias anteriores, tomando nota de los aciertos y ver las lecciones de los errores”, señala.
Franco se apellida Santángelo. Es trompetista y hace más de veinte años que pertenece a la escena musical rosarina. Con un corazón sincero y una mente abierta, Frantángelo probablemente sea el músico más transversal a toda la movida, habiendo integrdo y colaborado en bandas hardcore punk, jazz fusión, noise, tecno pop, indie, rock y mucho más.
En su derrotero conoció espacios como el Galpón Okupa y Planeta X, entre otros. Por sobre todas las cosas, es un amante de la música, siempre observando el devenir de la escena. Por supuesto, fue parte del vibrar comunitario del anfiMUG.
“La gente del MUG entendió el pasado. Revisaron cuáles fueron los puntos flacos de las experiencias colectivas anteriores, estudiaron cómo hacer para trascenderlos”, comenta.
“Si vos querés que la cosa sea grande y sustentable tenés que saber gestionar y entender los aspectos burocráticos. Esta generación lo tiene clarísimo a eso”, analiza desde la perspectiva de sus 43 años. “Sin guita no podés sostener nada en el tiempo: ni una banda, ni una PYME, ni un sello, ni nada. ¿Cómo hacemos para no ceder nada de la parte artística  y lograr sustentabilidad? Supieron resolver eso, incorporarlo a un nivel que les va a permitir seguir creciendo”, agrega.
Con ojo avisor Santángelo mira hacia el futuro abriendo interrogantes: “Todo esto pinta para seguir creciendo exponencialmente. Siempre me quedó pensando en cómo van a lograr romper la barrera de Rosario. El MUG tiene todas las de crecer hasta encontrar un techo en la ciudad, pero para terminar de explotar tiene que tener una escala nacional. ¿Cuáles serán los puentes que van a trazar para afuera? Supongo que lo deben tener en vista”.
Con un paso adelante, el Movimiento Unión Groove ya piensa en lo que está por venir. Sobre el final de la noche, con todo el anfiteatro sumido en el silencio, Ani Bookx confía: “nos tenemos que juntar, hay algunas cosas que se vienen”.
La construcción y resistencia del MUG gozan de una salud contagiosa. La apuesta es crecer, aprender y evolucionar. Mente, corazón y cuerpo enfocados en seguir adelante. Después de todo, sólo se trata de darse a la pasión.
Traigan puertas.

Por Lucas Canalda + Renzo Leonard

 

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