ROMPE: EL BAILE DE TU CORAZÓN

ROMPE flota en el aire como un agente de renovación en el circuito cultural autogestivo.
El sábado pasado fue la tercera edición y última fecha del año para un ciclo que rebasa la descripción de batalla de baile.
Un vistazo al interior de la propuesta más magnética de la temporada.

“¿Qué es ROMPE?”. Esa pregunta se repite mucho en los últimos meses. Además resuena bastante su alternativa coloquial de “¿Qué onda lo de ROMPE?”. Saciar esa curiosidad rápidamente, no demanda demasiadas palabras: es una batalla de baile. Afortunadamente, hay mucho más que eso. ROMPE es un espacio libre de expresión para que toda la gente involucrada pueda gozar del movimiento y de la danza. El ciclo sale al encuentro del público, posibilitando un contexto que desacraliza dogmas y distancias académicas, permitiendo que lxs cuerpxs brillen desde un lugar natural, crudo y gloriosamente imperfecto.
ROMPE surge durante la primavera de 2021 como una conjunción de inquietudes de parte de un equipo fundador integrado por talentos del ámbito de la danza y la expresión corporal: Julieta Traferri, Florencia Álvarez, Antonela Pereyra, Ignacio Campos y Juana Manuela Torres.
Mientras que en Capital Federal ya están instalados eventos de este estilo desde hace rato, en Rosario todavía había una vacante. En paralelo, sentían la necesidad de generar un espacio que pueda ser habitado por la danza desde un abordaje lúdico y orgánico.
Los primeros esbozos del proyecto fueron apareciendo paulatinamente. Las charlas se enfocaron en poder desarrollar una propuesta que fuera más allá de una simple batalla. De acuerdo a Juana Torres, parte del equipo creador y conductora junto a Igna Campos AKA Petra, “quisimos darle una vuelta de rosca tanto a la conducción como a la votación para romper con la forma tradicional de las batallas de breakdance”.
“Apostamos a que la conducción del evento tenga una impronta más artística con personajes de ficción, al igual que la decisión de que el público sea el jurado, para quebrar también con la imagen del espectador pasivo”, observan desde el equipo .
Luego de varios meses de preproducción ROMPE se presenta en sociedad a principios de octubre en Micelio. La DJ de aquel debut fue Ani Bookx, quién repitió su función para la segunda edición, una noche de noviembre dedicada al pop de los 2000.
Mientras el aura de ROMPE valiéndose del boca en boca, el ciclo se inscribe dentro de la bitácora de renovación del circuito cultural rosarino.

De acuerdo a lo anunciado semanas antes, la última fecha de ROMPE tiene un leitmotiv de reggaetón old school con la participación de Violeta Estelar pinchando con maestría. Según Petra, “es una noche que promete una buena ensalada de ortos”.
Lxs batallantes de la jornada son Gabrielle, Chacha, Tuti, Eyty, Angel, Nacho, Karin y Veky, quienes algunas horas antes del show se reunen en Micelio para conocerse, prepararse y entrar en calor como corresponde.
Por la tarde, el detrás de escena revela detalles de la combustión de producción en tiempos reales: mientras que algunxs batallantes están elongando en la habitación profunda que sirve como estudio de danza para los varios talleres de Micelio, otros están en camarines aguardando su turno para maquillarse.
De manera previsible hay nervios previos. Sin embargo, la tensión se maneja en compañía: calentamiento, risas cómplices, abrazos contenedores. Son compañeros y compañeras de una noche única.
Las conductoras-anfitrionas, frente a un espejo luminoso, ultiman detalles mientras se ríen de las miradas intrusivas de la prensa. ¿La fama ya golpea a sus puertas? Ambas se turnan frente al espejo mientras afuera, en los pasillos, integrantes del equipo de producción van y vienen con algunos equipos.
En la cocina se preparan empanadas vegetarianas, que se van acumulando cerca de las botellas de Amargo Obrero y de pomelo. Como alternativa se ofrece cerveza artesanal. El buffet de precios populares se monta, con tranquilidad, a la izquierda del ingreso.
Los detalles técnicos se revisan antes de recibir al público. Hay cámaras para la pista, otra para la ubicación de la DJ, una GoPro estática en la altura, un celular sobre trípode para transmitir vía YouTube. Micrófonos, sonido, audiovisual, chequeados.
Sin que nadie pueda preverlo, llega la verdadera realeza del lugar: Olimpia, una gata negra que se pasea con total autoridad buscando mimos, y Aldo junto a su hermana Ziggy, dos perros largiruchos y compradores. Aldo reclama su minuto de estrellato y se ubica en el centro del círculo de baile. Sin meditarlo demasiado, se echa en el medio, mirando alrededor. En parte busca mimos, pero también intuye que no estaría ubicado en el mejor lugar.
A medida que el reloj avanza reina la camaradería. Hay una velocidad que se corresponde con todo lo programado. Aún cuando dan puerta, el clima se mantiene cálido. Junto a una enorme pelopincho azul, hasta sale algún cigarro que permite la charla comunitaria. Con el calor de diciembre pegando fuerte la pileta luce tentadora, pero como dirían Arya Stark y BTS: “not today”.

Con la visibilidad creciente del ciclo la demanda es mayor. Juana (AKA Vivi) lo describe como un oficio 24/7 que para el inminente 2022 promete seguir elevando la apuesta. Siempre inquietas, nunca quietas, las cabezas de ROMPE ya van tirando ideas para el año que viene. Evalúan posibilidades, juegan con fantasías, toman notas. En febrero vuelven. Confirmado.
“La repercusión que se está generando nos tiene muy felices y motivadas”, confía la producción. Toda la crew se entusiasma hablando de una movida que, aunque recién llegada, pegó fuerte: “al público rosarino le hacía falta un lugar más transparente, un lugar donde convivan las diferencias y en ROMPE no hay filtro para los errores, hasta los defectos suman, se deja ver todo, es muy carnal y por eso lo consideramos un espacio multiverso”.
El equipo principal de ROMPE está conformado por cinco personas: tres en producción y dos en conducción. Además, de acuerdo a la necesidad de semejante evento, hay otras personas que se van rotando cubriendo puestos de coproducción, DJ, escribanía, técnica, fotografía y audiovisuales.
La edición del sábado convoca a 75 personas que adquieren su entrada online de forma anticipada ya que no se venden entradas en la puerta. Ese proceder permite mantener un orden sobre la capacidad limitada mientras que evita encontronazos o frustraciones de último minuto antes del show.
El equipo de laburantes de la tercera edición está integrado por ocho batallantes, ocho integrantes de ROMPE y ocho de Micelio. Cada persona está enfocada en su métier, aunque alguien tiene que hacerlo entrar en razón a Aldo, para que se levante antes del show.

La tercera edición contó con batallantes que llegaron de diferentes ámbitos: murga, free style, hip hop, dance hall, reggaeton, aérea y swing. Esa heterogeneidad resultó en un colorido sorpresivo. Potenciando la formación de cada participante, la pista encaró el reggaetón old school con los movimientos propios de ese baile y elementos que aportaron imprevisibilidad.
Lxs batallantes son convocadxs con dos semanas de anticipación a la fecha del evento. “Es por orden de inscripción, siendo lxs primeros ocho en anotarse quienes quedan dentro del juego”, indican desde la producción.
“No existe trabajo previo más que la comunicación que mantenemos con ellxs desde el día de la inscripción hasta el día del evento”, agregan. Ese proceder garantiza puntos fundamentales para una cualidad X que es tanto interna como externa: “se desconoce el nivel de lxs participantes y es un poco sorpresivo para ellxs también porque no saben contra quiénes compiten hasta que lo anunciamos el día del evento a través de las redes”.
El asombro y delirio que causan lxs batallantes en acción con sus distintas maniobras es real para el público y para el staff. Ante el despliegue espontáneo de lxs participantes el goce es colectivo. No sorprende, entonces, revisitar videos, stories o fotografías para encontrarse a las conductoras, productoras o público con la misma cara de admiración. Por eso, cuando Petra dice que está estufectada, le creemos.
“Si bien es una competencia, el objetivo es el juego, el goce y el disfrute, que se apoyen y se alienten como grupo, respetando obviamente las individualidades de cada unx, pero dejando siempre en claro que la idea es compartir la danza, divertirse y pasarla bien”, explica la organización.

Desde su primera edición ROMPE fue creciendo por dos razones que tienen correlación. En primer lugar, el magnetismo irrepetible de cada edición genera un éxtasis que no encuentra homólogos en el circuito rosarino: ROMPE es tanto un encuentro de baile así como un show animado libre donde únicamente está garantizado lo estructural de las rondas. Alrededor de esas circunstancias, todo puede suceder. Esas dos horas (con un descanso incluido) de estímulos sucesivos que se disparan desde la pista, la audiencia y las conductoras, tuvieron un efecto inmediato generando un eco estruendoso. La pista de baile y la premiación estallaron en stories que se viralizaron en sus sucesivas ediciones. Pero ROMPE rebasó las redes para lograr un proceso lineal de información, yendo de boca a boca, con la gente recomendando e invitando a las ediciones que estaban por venir. De esa forma, los “te aviso la próxima” entre personas fueron haciendo de ROMPE una cita impostergable.
Asimismo, la propuesta lúdica de la batalla se completa con factores donde lo colectivo se evidencia, irrefrenable. El ciclo encuentra una sociedad potenciadora en las instalaciones de Micelio donde la apuesta audiovisual es tanto envolvente como identitaria. La movida es refrescante puesto que se corre de los ámbitos familiares y ultra transitados. Micelio presenta una impronta humana, renovada y fuera del mapa impuesto por la agenda hegemónica local.
ROMPE se inscribe dentro de un circuito cultural autogestivo que viene asomando en los últimos años: horizontal, independiente, colectivo y diverso, haciendo de lo lúdico una experiencia de complicidad colectiva.
En la diversión que propone ROMPE, la persona desconocida termina siendo compinche total. Puede que no se vuelvan a cruzar nunca más en la vida, pero al menos, por esa noche, quienes están compartiendo las gradas serán cómplices sin barreras de un disfrute inolvidable. Ese detalle no es menor cuando la paranoia pandémica de los últimos veinte meses puso al otrx en el lugar de potencial amenaza.
Como experiencia de cercanía ROMPE une las partes, borrando el anonimato y posibilitando algo de pertenencia en un viaje de éxtasis y entrega porque, por supuesto, el público no permanece estático, se involucra con palmas, aplausos, gritos y hasta craneando otras formas de hacer ruido: cuando llega el momento de apoyar a su batallante favoritx, garganta, manos y brazos no son suficientes, hay quienes patalean sacándole ruido al piso o hacen de las gradas un cajón peruano ad hoc para elevar el aguante sonoro.
“No hay ROMPE sin público”, afirman desde la Crew organizadora, sin dudarlo un segundo. “Tiene la misma importancia la participación del espectador como la del batallante, el juego involucra a todxs lxs presentes. La euforia que se genera en el ambiente te hace viajar casi multisensorialmente”, aseguran.
“Es un evento generoso, no solo ves data física o musical, se ve hasta lo emocional, se siente esa expresión de adrenalina y empatía por quienes están dándolo en la pista”, comunican.
“Creemos que todo esto lo habilita la danza misma. Es único y muy personal, pero es tan sensible y expresivo que la gente lo entiende y lo goza casi de la misma manera que quien lo baila. Podríamos decir que ROMPE habilita el espacio, pero son el movimiento y la expresión quienes se encargan de todo”, reflexiona la producción.
“Si hay algo que tenemos en claro es que la danza lo hizo de nuevo y nos enorgullece poder compartirlo así”, finalizan.

Sobre las 21hs las luces bajan advirtiendo que la batalla está por comenzar. Con La Factoría sonando fuerte, la gente empieza a bailar y aplaudir desde sus ubicaciones. Petra y Juana entran corriendo, circulando la pista entre perreo e invitación al público. ROMPE comienza formalmente entre saludos y aplausos.
Mientras que las conductoras manejan el timing de la noche, Violeta Estelar luce poderosa. Como manijera experta del circuito urbano de la ciudad, tiene autoridad y magnetismo. Su outfit lo deja en claro: lleva un body de látex y encima un arnés de cuero. Completa con un choker leather con tres X, gafas y una mochila de unicornio rosa con apropiados detalles bondage. Es la Dominatrix de tu vida y lo sabe.
Lxs ocho batallantes se enfrentan de a dos, con una primera ronda donde bailan tres veces cada unx, en turnos de 45 segundos. Las batallas iniciales se definen de acuerdo al nombre que salga de la elección de tarjetas a cargo de diferentes personas del público. La gente decide quién gana cada batalla. ¿Cómo se manifiesta esa decisión? Según explica Petra frente al micrófono, “levantaremos la mano de cada batallante y la gente se volverá loca”. Sin perder un segundo, aclara: “yo sé que son un público criterioso y amable, pero al momento de elegir, por favor, sean lo más sanguinarios posible”.
Desde el comienzo el pacto implícito de ROMPE parece ser el goce colectivo que deviene del baile y la espontaneidad circular que propone la inyección de adrenalina. Las conductoras eluden barreras protocolares invadiendo el terreno de lo performático. Con gran tino, intuyen hacia dónde encauzar el entretenimiento, estableciendo un código de complicidad absoluta con la gente y con lxs batallantes.
“Nuestros roles siempre velan en pos del evento. Se disponen acorde al género musical, que varían según la propuesta de cada edición”, confía Juana.
“Los personajes se fueron afirmando a lo largo de estos ciclos y tienen un guión esqueleto sobre el que van jugando en escena de acuerdo a cómo se van dando los momentos”, apunta.

Luego de la introducción y presentación de lxs batallantes, el despegue está listo. Cuando Violeta Estelar dispara un track, la batalla comienza bajo los rombos multicolores de Micelio. La energía empieza a palpitarse diferente en un crescendo que va desde la pista hasta el público y viceversa.
Lxs batallantes fluyen a un tempo de 95 BPM. La modestia inicial se termina pronto y la sucesión de movimientos se torna vistosa: breaks, planchas, twerk, headstance, bounce. Pero, entre tanta cantera de movimientos, lxs batallantes dan rienda suelta a su imaginación. Se trata de una soltura que acepta la posibilidad en toda su amplitud: no hay resultados seguros, no hay pasos que garanticen la locura del público, tampoco sirve el manual del género reggaetonero; la imaginación vuela en lapsos de 45 segundos que exigen una reinvención inmediata.
Lxs batallantes encaran su performance midiendo el espacio completo del círculo. Pueden rodearlo, atravesarlo o centralizarlo con sus movimientos más potentes y flasheros. Es crucial atacar con decisión: la mínima posibilidad de duda hace peligrar la entrega completa. La distancia con el público es casi inexistente. De hecho, por momentos, desaparece por completo. Allí, hasta la gesticulación se percibe como parte del todo: algunxs batallantes regalan sonrisas enormes de puro goce, otrxs apelan a la complicidad, mientras que la actitud enigmática de adiviná dónde voy si podés le pertenece a unxs pocxs.
Se trata de una demostración de estilo directo en el calor del momento. Cada participante entrega en la medida en que lo permitan el conjunto de habilidades, la creatividad y el carisma personal, pero fundamentalmente dependen de la capacidad de imaginar cada movimiento segundos antes que suceda en la realidad. Se trata de un poder de precognición tan fascinante como sus habilidades motrices. Son 45 segundos donde cada batallante hace gala de esa capacidad de verlo antes de hacerlo que iguala a artistas con deportistas y que lxs diferencia del resto de lxs mortales, al menos por un rato.
La batalla se reduce a un pasar furioso donde disciplina, espontaneidad, estética y estilo se combinan en una fuerza única e irrepetible mientras alrededor público y equipo disfrutan maravillados.
En el ataque de electromovimiento de cada batallante la apuesta reside en vencerse a sí mismx, superarse en cada vuelta. Sus oponentes son valiosos porque son parte fundamental de la puesta, incluso hasta acompañando de ser necesario. La otra persona, al final, es fundamental en el viaje, puesto que la energía se retroalimenta. Cada entrega sube la apuesta, cada cuerpx absorbe la energía de la pista, apropiándosela para dirigirla hacia otro envión.
A medida que las llaves avanzan el calor se hace sentir. Paradójicamente, cada nueva ronda, encuentra a lxs batallantes más libres, se aprecia mayor soltura en cada movimiento y un conocimiento más detallado del terreno.
Entre tanto, la gente se entrega al fervor del baile, acompañando el vértigo. El público podrá tener sus favs, pero la apreciación está puesta en el baile, por eso acompaña cada vuelta, sorpresa y guiño que les llega desde la pista.
El público se entrega y el delirio se vuelve ensordecedor. Nadie se queda en su asiento: brazos arriba agitando, gritos, aguante total.
¿Cuando todo alrededor está prendido fuego por el éxtasis de la gente lxs participantes son conscientes de lo que sucede o están abstraidxs en el baile? Para Tuti, la ganadora de  la noche, ambas opciones son válidas. “Trato de ser consciente de lo que estoy haciendo y lo que me está pasando, también cómo repercute en la gente”, explica.
En el fuego del momento, aún cuando la adrenalina comanda la inercia, la cabeza trabaja a conciencia. Mientras que afuera la película avanza a 30 fotogramas por segundo, el razonamiento no cesa.“Pienso en los recursos que no había hecho, en cómo podía utilizar el espacio, trato de buscar cosas nuevas”, revela la favorita de la gente.

Victoria Tuti di Fazio tiene quince años y fue elegida por fervor popular como la gran ganadora de ROMPE. Probablemente sea una de las personas más jóvenes presentes en Micelio, pero no es la única. El rango etario es amplio: desde adolescentes hasta +40.
Además de la alegría de haber sido la revelación de ROMPE, cautivando al público, organizadorxs y colegas, Tuti apunta lo importante de participar en un ciclo renovador: “fue hermoso ser parte de la movida independiente y autogestiva, más gratificante aún habiendo un ambiente súper cálido”.
Tuti pertenece a una generación que entiende su derecho a participar en la vida cultural de la ciudad como un ejercicio de responsabilidad, de construcción y de goce. La estela colectiva de los últimos años se siente fuerte en una camada que mira hacia adelante comprendiendo que lxs destinatarios de las políticas culturales tienen derecho y criterio para decidir sobre su futuro. Las herramientas de transformación no resultan ajenas al involucrarse en una escena que semana tras semanas va evolucionando.
El aprendizaje llega cada vez más temprano a la vida de lxs nuevxs actorxs del circuito. El cambio saludable es un horizonte posible.
Es por ahí. ROMPE lo entiende, canalizando la experiencia colectiva en un nuevo espacio de construcción y de disfrute.
El viaje recién está comenzando. En febrero vuelven. Ahí nos encontramos.

Por Lucas Canalda + Fotografías de Emma Godoy

 

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