NENAGENIX EN ROSARIO: ESTO ES UN ABRAZO

El quinteto llegó por primera vez a Rosario para formar parte del ciclo Amor de Verano, en el Centro Cultural Güemes. Con una gran respuesta del fandom local, la esperada visita dejó claro que el vínculo entre la banda y nuestra ciudad es un romance declarado.

Si un abrazo es otra manera de esconder la cara, Nenagenix se siente precisamente como eso: un gesto estrecho y emotivo que captura toda emoción mientras oculta su mirada frágil, en un acto sincero de timidez. Sus canciones empatizan y acompañan. Contienen en la medida justa. Resta descifrar el rostro enigmático de una banda joven que apenas está amaneciendo. Se trata de una apuesta a un futuro que ya está corriendo.
El quinteto está integrado por Victoria De Biasio (bajo), Laura Ferreira (guitarra), Martina Sampietro (voz), Blas Bulacio (guitarra) y Francisco Peña (batería).
Con apenas catorce canciones publicadas, Nenagenix se enfoca en crear una narrativa que ahonda en la decepción, la angustia, la frustración y la sospecha. La banda despliega su perspectiva de una contemporaneidad de fugacidad feroz donde todo parece descartable excepto la alienación.
Pertenecientes a una generación abrumada por la angustia digital, el quinteto parece arder con un fuego que impulsa y se siente genuino. ¿Es una banda política? No precisamente. Y, sin embargo: lo personal es político. Son canciones pertenecientes a una generación marcada por el aislamiento pandémico, la vastedad laberíntica de la adultez que nunca llega, la cuarta ola de feminismo y la Internet como espejo abismal.
La expresión sonora tiene un tono oscuro, derivando en texturas nebulosas de pop de ensueño llenas de guitarras arremolinadas, plenas de pedales, resultando en armonías distantes y reverberantes. Además, hay riffs simples con cambios de clave, ganchos emotivos, que por momentos pueden ser inquietantes. Las letras diseccionan el sexo, la adolescencia, la necesidad de identidad. Al leerlo, parece un montón, pero les Nenagenix logran un equilibrio que funciona y engancha.


Resistencia, catarsis y creación. Las formas cambian, entre canción y canción, de fecha a fecha. El grupo avanza rápido. Su curiosidad es considerable. También su deseo de crecer. Por supuesto, pronto se armó un equipo de trabajo eficaz para llevarles a velocidad crucero.
Al principio fueron tres. Ahora son cinco. A su alrededor hay expectativa. Un productor como Santiago De Simone y el sello Bohemian Groove ya son de la partida. La escala es mayor. Lo que alguna vez fue íntimo ahora toma otro espesor. Ese afuera puede resultar enorme. ¿Pesa?
“No damos nada por seguro. Cada vuelta nos sorprende y nos pone muy contentos que podamos seguir”, explica De Biasio. “Cuando arrancamos jamás nos imaginamos la repercusión tan buena que íbamos a tener y por eso cada oportunidad que se da, la verdad que estamos recontra agradecidos. Ese crecimiento nos permite seguir metiéndole. Hay re-laburo detrás. Cuando se notan los frutos de ese trabajo es gratificante. Por eso seguimos jugando, tampoco tan serios. Estamos acá también porque logramos conexión entre nosotros. Eso llega a la gente, creo”.
“El envión nos impulsa a trabajar cada vez mejor”, agrega Sampietro, alias Cheman. “Sabemos que la apuesta detrás es grande, no nos podemos quedar atrás. Queremos seguir subiendo la vara”. 
“Todos los encontrones de feedback con la gente siempre tienen su impacto, porque la verdad es que también se laburó un montón para esto y tener esa retribución de todo el esfuerzo también está buenísimo. Todo lo que imaginamos se está como super dando y se nota que cada vez más grande. Estamos muy agradecidos”, completa Peña.


Sobre el escenario la banda se comunica a través de su música. Las palabras son puntuales: saludan; agradecen el recibimiento en Rosario; invitan a sacarse; se despiden. El resto queda en manos de la música.
Están en la ciudad para encontrarse con su público. Se trata de un descubrimiento mutuo: el público a la banda y viceversa. Cuando Sampietro pregunta si alguien alguna vez vio al grupo en vivo, la respuesta es mayoritariamente negativa. Hay una responsabilidad en el acto de conocerse de esta manera, entrando a Rosario por una sala de tamaño considerable. El grupo tiene que estar a la altura de las circunstancias.
La apuesta en vivo es lograr un halo envolvente de pop ensoñador. Quien comanda, con dinamismo y constancia, es la bajista Victoria De Biasio. A través de su musicalidad puede entenderse una cartografía sónica de cuatro décadas. Pero Nenagenix no es una propuesta compuesta por retazos de referencias: se trata de una banda true believer de la sensibilidad pop como idioma universal.
La crudeza cautivante de Flash Memory (2020) quedó atrás. La banda es otra. La formación se amplió para consolidarse. La amplitud musical está declarada. La capacidad es evidente. En ese sentido, se advierte en una búsqueda por la canción, indagando en las posibilidades de estructuras, husmeando en estribillos, entre otros ejercicios. 
Donde supo ser ataque directo, Nenagenix se ha vuelto más profundo, aunque sigue bien dependiente de sus emociones. Al hacerlo, el grupo comenzó a jugar más libremente con sus raíces post-emo indie rock, creando música que canaliza la urgencia por un cauce más sofisticado. 
En Lo Más Cercano a Caer (2023) la banda construye utilizando ropajes de géneros específicos. Las canciones son buenas. En vivo, la apuesta se eleva, dejando en claro que ese LP también quedó atrás. Les representa, claro, pero están evolucionando con decisión.
Están en una zona de disfrute. Nenagenix puede avanzar hacia donde se le ocurra: tienen las herramientas, manejan la información y, sin dudas, incorporan nuevos aprendizajes canción tras canción. Todo lo que sus integrantes absorben es una influencia válida en los discos y en el vivo.

Tocan «Material pornográfico», «Asfixia», «Dientes de leche», «Igual», «Antes que olvide» y «Asking 4 it», entre otras. La respuesta de la gente es diversa por sectores. Cada cual tiene sus favoritas. Por momentos el movimiento se desata, de forma irremediable, sacudiendo el piso del Güemes. Tienen un base fiel: que agita, que reclama temas, que pide por más.
Entre las canciones del grupo se cuentan abismos que se multiplican; vínculos que se erosionan; idealización desde el desapego; violencia de género. Se trata de resistir, en primer lugar. Pero también de romper todo. Nenagenix tiene lo necesario para ambas opciones. Resiste haciendo canciones. Por momentos, no obstante, sus ganas de romper todo tienden a ser literales. En ese sentido, parecen promulgar aquellas palabras de Courtney Love en Hole: si el mundo está equivocado podés enfrentarlo con una canción; si el mundo está equivocado podés romperlos a todos con una canción. 
“Seguimos siendo más sensibles más que viscerales”, considera la bajista. “Es una relación tirante, creo. Está eso adentro. La cuestión es saber articularlo”.
“Cuando algo es genuino la gente lo siente”, indica Sampietro. “No hace falta explicitar demasiado. Eso llega para la gente que consume nuestra música o comparte ese sentimiento disruptivo”.
“Ese sentimiento de romper cosas es una esencia de la visceralidad, no se transmite en una cuestión de audio. Es emocional. Lo que pasó con el disco es que buscamos procesar esa búsqueda introspectiva, super fuerte, quisimos comunicarlas”, afirma Peña. 
“Buscamos transmitir poniendo lo mejor de nosotros, cada uno de su parte. Intentando lograr algo distinto, generar algo de nuestro lugar que teníamos adentro y sentíamos que no encontrábamos”, cierra Bulacio. 

El presente estimulante del quinteto se debe a la incorporación orgánica de las vivencias que se suceden, una detrás de la otra, desde hace dos años. Del home studio lofi al estudio profesional, trabajando junto a técnicos de renombre; del DIY a ser centro de un equipo de trabajo que proyecta; de las cuevas under a venues como Niceto Club o Vorterix; de sus casas a festivales; de los ensayos dedicados a los trabajos de la vida real.  
“Estamos atravesando un periodo donde se aprende mucho”, confía Peña, con su voz grave. “Además encontramos una disciplina que no sabíamos que teníamos. Encaramos el proyecto y lo elaboramos. Antes era una cosa medio barrilete, ponele. Ahora lo encaramos con una estructura en mente, tratando de desarrollar para mejorar tiempos y no volvernos locos. No queremos estar forzando la música”. 
“Toda esa disciplina vino a nuestra vida muy de prepo”, observa Cheman. “Aprendimos a juntar mundos”, sostiene. “Hubo que aprenderlo sobre el vamos”. 
“Tuvimos que hacer el álbum, encerrarnos en el estudio, para aprender y sacarlo adelante. Por suerte estuvimos siempre bien acompañados. Fue sacar adelante lo que habíamos craneado. Los chicos grabaron en cinco días, después estuve cuatro días para las voces. Fue muy arduo. Tuvo sus dificultades emocionales. Fue un cambio, pero nos sirvió para volvernos más prolijos”, recuerda la cantante.
Con una agenda apretada Nenagenix sigue adelante. Los próximos movimientos se enfocan en salir, en rodar las canciones por la Argentina. Pasó Córdoba. Ahora Rosario. Nuevos destinos están por destrabarse. Mientras tanto, resta una pregunta: ¿se imaginan haciendo esto por el resto de sus vidas? “Ojalá que se pueda”, responde Sampietro. “La verdad que sí, o sea, todo lo que proyecto están en la música”. 

  

Texto de Lucas Canalda / Fotografía por Kiki Valentini

 

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