NINGUNA LÍNEA RECTA HACIA TU OBSESSION

Obsession celebró una noche de fantasía con Six Sex, Amelia, Amaru, Ayelén Beker y DJs Leiny, Loli Carrizo y Blood Sugar. Durante seis horas, el Galpón 11 se transformó en una zona segura de ravetón y performance libre de inhibiciones.

Nadie del circuito independiente está haciendo tanto por el panorama cultural rosarino como Obsession. Cada movimiento de la productora equivale a diez casilleros hacia adelante en esta versión conserva de El juego de la vida que es nuestra ciudad, sitiada por la gentrificación, las políticas culturales que demandan sumisión pasteurizadora y ordenanzas públicas que datan de hace casi cincuenta años. Ni hablemos de los helicópteros que sobrevuelan día y noche, o la presencia de Gendarmeria, Prefectura y policía.
Cada uno de los pasos de Obsession es un manifiesto propositivo por la integración de múltiples micro escenas, acercando lo disperso hacia una convivencia -por un puñado de horas- donde el campo de acción se transforma y se resignifica.
La productora copa los espacios reimaginando posibilidades y habitándolos con una convocatoria que trasciende la descripción de mero público o asistencia: se trata de una comunidad que entiende y espera otras formas de disfrute cultural, partiendo desde la creación de espacios seguros.
Como un desvío contestatario a la metodología transaccional que predomina en el ámbito cultural nocturno, donde la lógica está puesta en obtener la mayor ganancia con el mínimo riesgo e inversión, Obsession tiende redes proponiendo una experiencia conjunta donde la totalidad de las partes avanzan y construyen.
Las acciones de la productora formada en 2022, ante todo, son apuestas sin red de seguridad que constituyen una ventura donde nada está garantizado: el actual esquema económico + la apatía cultural rosarina (la oferta sin imaginación responde a la demanda conservadora) puede resultar en pasos en falso. Sin embargo, la productora persiste, subiendo la apuesta, incubando la posibilidad de un circuito propio que traccione público, información fresca y sensaciones múltiples.

Con base regular en Feuer, sus acciones se expanden hacia salas de mayor capacidad, en una decisión consciente de multiplicarse, tanto desde su propio núcleo de DJs y performers, como de la gestión de artistas locales y de afuera.
La lista de talentos que llegaron arroja un resultado considerable: Barrio Niebla, Marttein, Saphik, Genosidra, Jabex, Mabel, Six Sex, El Plvybxy y Sassyggirl. Del plano local pueden mencionarse a La Lucero, El Topo, Gladyson Panther, Cyberangel, 4n0, Drama de Rubia y Amelia.
Obsession acepta el riesgo porque no hay disfrute sin desafíos. Desde esa decisión, sus apuestas adquieren una perspectiva de futuro: cuando llegue el momento de mirar atrás, tendrán consciencia y corazón legitimados porque supieron asumir el rol de ser protagonistas de su tiempo.


El timeline definitivo de Obsession no puede relatarse -ni medirse- de forma lineal puesto que se basa tanto en sus movimientos oficiales como en apariciones adyacentes de sus protagonistas como performers, DJs y gestores. En ese sentido, su movida excede las formalidades de la productora, integrándose en el circuito de forma orgánica.
Con tanto, debe destacarse una de las virtudes fundamentales de Obsession: son una verdadera anomalía en un circuito de nocturnidad históricamente dominado por bolicheros, empresarios y productores. Todos varones. Siempre bajo lógicas explotadoras que reúnen los clásicos modus operandi de la noche y la gastronomía.
¿Puede Obsession ser una disrupción de la nocturnidad regenteada y pensada por-y-para masculinidades tradi? ¿Puede que estén posibilitando una apertura real para que mujeres y disidencias articulen decisiones y propuestas que cambien el panorama de una Rosario conservadora, habituada a que nadie nunca cuestione nada?
Lejos de la heterónoma, Obsession se procura un ámbito propio e integrador que se manifiesta con un orgullo que no pide permiso ni espera la validación del resto del circuito. Tu obsession, bebé hace las veces de insinuación pistera y grito de guerra; una identidad que se siente como una resistencia desfachatada y estimulante ante los embates anti-derechos y los discursos de odio que inundan el presente.
Estamos ante un entramado que brota entre espacios de goce seguro y BPMs mestizos, posibilitando una unión colectiva donde la gestión fortalece sus vínculos de manera potenciadora. ¿Es posible un futuro inmediato de estímulos nuevos que escapen de las lógicas mercantilistas y violentas? Obsession nos hace creer que sí.

La noche del viernes se sostiene entre pista y performance. Una jornada de cinco horas donde se moldean sensaciones al calor de sonido experimental, la mezcla social, deseo de formas libres, lo cuir, los estados alterados de conciencia y estilos rebasadores de la norma.
Junto al río, con una humedad que no cede, el calor se intensifica, por eso, el aire se vuelve más espeso, caliente, húmedo. La respiración se agita, mientras se combina con el sudor ajeno, entre abrazos que inundan, estrechando desconocidos y conocidos, en una fiesta sin principio ni final, donde el escape está garantizado.
El hedonismo se presta como horizonte necesario; una razón para salir adelante, por un rato, en un contexto demasiado asfixiante. Milei, dengue, tarifazos; plata que se debe, plata que no llega, que no se tiene; violencia en las calles. El afuera es apabullante. Mientras tanto, acá, lo desconocido contagia, disparando placeres de los sentidos y de la carne. La piel salva.
Cuando se activan las bandejas, todo es flujo. Bajo la descarga de luces, como flashes transformadores, todo se confunde: extremidades, cabezas, cabelleras, voces, perfumes.
La extensión de fantasía, como una licencia únicamente válida durante el fin de semana, se intensifica, porque el brillo individual se potencia entre lo colectivo. Las miradas ajenas calientan, el tacto desconocido es aventura, el juego que se desata de manera inesperada. Obsession se convierte en una chance de fantasía vertiginosa donde los sentidos se extravían.
El escenario principal, habitualmente dedicado a la música, también toma otro tenor: es un elemento más en un todo de aproximación gestáltica. La disposición clásica se reformula, entre tarimas enfrentadas, destacando una central para DJs.

La responsable de abrir la jornada es Amelia, acompañada por la guitarrista Catalina Druetta y Lusio, en sinte. Además, recibe a Pedro Lyricko sobre el escenario, quien hace lo propio desde su dominio de las barras.
Decía André Breton que “la belleza está en aquello que no es real”. En la noche del viernes, Amelia parece partir desde esa máxima. Después de todo, su último trabajo se titula Onírika. Su incursión en Obsession comienza de manera discreta, cuando dos hadas montaraces hacen del espacio frente al escenario un terreno nocturno, dibujando, con tiza, un círculo pagano al que tributan con ofrendas de pétalos.
Con el correr de las canciones, las hadas reaparecen, acompañando a Amelia. Bajo luces rojas, maridado con el negro profundo, los indicios de surrealismo sugieren que el agente Dale Cooper podría aparecer en cualquier momento.
Es música tanto como es perfo, pero se trata de algo más: Amelia adentrándose en la proyección que viene construyendo en los últimos años. La misma que juega con su hermana Juana (escritora), entre cartas encontradas e historias familiares que pertenecen a este mundo como a cualquier otro.

DJ Blood Sugar inaugura la pista mientras el desfile de outfits se acomoda bajo los strobos. Es una ocasión para montarse. Reina la fantasía hasta que desaparezca la luna. La Blood tiene el honor de producir el soundtrack.
Leiny abraza la multiplicidad: muta de quinceañera, festejando con torta y velas, para sublimar el sugar rush con una coreo entre tarimas que culmina en la consola de DJ. Con la cara llena de crema y azúcar, oficia como capitana musical de su propia fiesta. Es su fiesta y viaja entre brazos fornidos si quiere, encantando en derredor.
Debido a la amplitud de su talento interdisciplinario, Amaru se anota entre los actos imperdibles de la ciudad. Cada aparición es motivo de una expectativa que siempre se ve correspondida con la sorpresa. ¿Qué hace única cada experiencia de Amaru en directo? La yuxtaposición de elementos, donde los retazos de art-pop colisionan con lo provinciano y lo popular se borronea hacia la vanguardia, probando que sus apariciones (porque son manifestaciones singulares que juegan con la forma) son tanto resignificación posporno como burla a cualquier pretensión académica o institucional o mediática que quiera definirle.
Podría ser una criatura de la neurosis de Gaspar Noé, o del filo de Paul Verhoeven, aunque también ser un personaje de algún relato de Selva Almada, desde el entripado del Entre Ríos profundo.
Dispara beats, rapea y canta. Baila sobre la consola de DJ. Su piel lúbrica es faro de la excitación. Octa Rey (Casa Kaos) lo acompaña en celebración desatada.
Ayelén Beker se suma para estrenar la canción «Mata yuta»y mucho más. Postal icónica, Amaru & Beker pegan fuerte cuando se combinan. La suya es una química payé: hechizo terrenal inapelable, captura el deseo de carne y huesos.

El show de Six Sex transcurre entre gritos de histeria. La devoción, además, abarca a sus bailarinas, vitoreadas por el público. Los hits arrecian, uno detrás de otro. Con los tracks de Satisfire, La Six entra en frecuencia de ravetón y la adrenalina bombea por el sistema circulatorio. Postal de nuevo paradigma: la gente no corea únicamente con sus voces, lo hace con todo el cuerpo. Las pupilas se dilatan a nivel espacial mientras las extremidades escalan al cielo. Con este set de canciones, el show es rompedor: en lugar de reverenciar al escenario, se celebra el espacio seguro que supieron conseguir. Son cuarenta minutos galopantes que se funden, sin pausa, con DJ Loli Carrizo, para coronar la noche hasta el baile definitivo.

Obsession va encontrando su lugar. Lo imprescindible, ya lo tiene: su propio lenguaje. Bajo la bandera del goce, rechaza toda categorización, mientras crea valor artístico e invita a imaginar otra ciudad.

 

Texto de Lucas Canalda / Fotografía por Kiki Valentini

¿Querés más RAPTO? Chequeá nuestro encuentro con Six Sex

comentarios