MUJER CEBRA: ALGO NUEVO NACE

El trío porteño debutó en Rosario en el marco del ciclo Vomit, compartiendo escenario con Bubis Vayins, Las  Aventuras y Buenos Vampiros en Galpón de la Música.

Todo el mundo sabe hablar pero nadie sabe qué decir. Mujer Cebra deja que la música hable por ellos. El escenario te expone. No queda otra que salir y ser libre. Entre instrumentos y amplificadores están cómodos. Son ellos mismos. El resto redunda.
Un rato después de las 22 horas del sábado, con la noche avanzada, la temperatura sigue clavada en 34°. La caída del sol parece tener un efecto minúsculo en el calor agobiante que pegó durante toda la jornada. La temperatura no amedrenta al grupo. El microclima del escenario, con luces, pantallas, proyectores y demás artefactos, tampoco. Están en la suya.
El ataque de Mujer Cebra en vivo es muscular y de una electricidad predominante. Cubren todo el terreno, haciéndose cargo del rol de power trío en cada detalle, desde su postura sobre el tablado, enfrentando al público, hasta la manera en que lo transitan: seguros, encendidos, rebosantes de energía. Están siendo sinceros con todo el Galpón: somos tres mostris musicales desatados. Suben la intensidad con cada canción. Estiran las cuerdas. Pelan su musicalidad (y sus torsos). Transpiran mucho. Disfrutan. Están por primera vez en Rosario para hacer lo que mejor saben hacer: tocar. 
Suenan «Adrenalina», «SEISDIECISIETE», «XXYY», «Otro lado», «Ahora sí», entre las nueve que integran la lista. Las versiones son atronadoras y expansivas. Cada canción patea a su forma, extendiéndose, mutando en criaturas vivas casi independientes de la versión de estudio. Los retazos de introspección de su disco en vivo arden en catarsis encendida. Nada es igual.
La banda detiene la marcha por apenas unos segundos entre tema y tema. Cuando saludan agradecen el recibimiento. Lo hacen recuperando el aliento. El baterista, bañado en sudor, se permite un instante de escape para advertir que la siguiente canción está a su cargo, encarando -a capella- la primera estrofa de «Fuegos de octubre».
La lista avanza. Con «De películas» el volumen sigue atronando mientras la intensidad baja. La voz principal se desdobla, casi besando al micrófono para refugiarse en un mumbling a la J Mascis. Es un gran momento. Casi un instante. Cuando el impulso netamente rockero baja su velocidad aparece lo mejor de la banda: canciones pegadizas forjadas a la escucha atenta de aquel rock alternativo que tuvo el -irresistible- descaro de presentar su aproximación a la sensibilidad pop. Desde esa corteza 86-92 surge la posibilidad de un pop expansivo, cercano al gaze, que versa sobre desilusión y errar en una cotidianidad falseada de realidad, un poco por los coletazos pandémicos, otro por los estadios de un planeta agobiado.
El público se divide: están quienes se quedan estáticos absorbiendo la descarga musical; otros están estudiando/midiendo el desempeño del grupo visitante que tanto revuelo genera; finalmente, bien adelante, los adolescentes canalizan la energía saltando y armando un mosh circular amigable.
Cuando la lista concluye es necesario salir a respirar. Mujer Cebra marcó territorio. La temperatura escaló algunos grados.

Mujer Cebra está compuesto por Santiago Rocca (Guitarra y voz), Patricio García Seminara (Batería) y Gonzalo Muhape (Bajo). Los tres se complementan desde sus temperamentos, a priori, disímiles. Arriba del escenario se ensamblan con una musicalidad absoluta. Abajo, esperan su turno para responder. Coinciden, a veces. Uno es verborrágico, pura ansiedad. Otro es contemplativo. El tercero juega un rol equilibrante. Con todo, implícitamente, es evidente que Mujer Cebra es una banda dueña de sus tiempos. Entienden eso, lo que es un punto a favor. Al final, respetar su propio paso se convirtió en una virtud característica de su identidad.
La banda debutó en vivo en junio de 2020. Desde entonces el trío arremete donde tenga oportunidad. Tocaron en Capital Federal. Luego pudieron extenderse. Salieron de Buenos Aires, saltando a otras ciudades, llegando a provincias que nunca se habían cruzado en sus cabezas cuando la pandemia cayó justo en los primeros meses de formación del proyecto.
Trazaron vínculos. Entendieron problemáticas ajenas, comprendieron situaciones endémicas al circuito subterráneo. Encontraron gente en fechas que los curtieron. La respuesta del público les dejó saber que había algo en la propuesta que iban desarrollando. Mujer Cebra era algo más que un capricho.
El vivo se convirtió en su ariete fundamental. Se corrió la voz sobre cómo suenan, trayendo oídos curiosos a su disco, pero especialmente acercando público que llega para quedarse, siempre. Además, las fechas trajeron otro aspecto esencial para Mujer Cebra: sentirse parte de una movida, una camada post pandemia que rompió el estupor de la distancia, necesitada de experiencias crudas, algo que ponga el cuerpo, alma y mente en una misma frecuencia. 

En noviembre de 2021 llegó su disco debut. Un larga duración homónimo que es la -acertada- base de todo lo que están construyendo. Previamente habían aparecido tres adelantos: Verano (sin personas), SEISDIECISIETE y De películas/Ahora sí. Cada novedad anunciaba una versatilidad sonora que los hacía difícil de predecir: pop, post punk, alternativo. Había melancolía, rabia, hastío, gaze y resignación. 
El disco fue producido, grabado y mezclado por Estanislao López para Casa Del Puente. Hay una sensación de orden en el álbum. Mientras que en el directo Mujer Cebra estalla corriendo libre en su electricidad, el productor fue puliendo el músculo rockero para encontrarle un potencial diferente: melodías cuidadas, estribillos gancheros, arreglos de voces que escapen el vicio indie de cantar para adentro. Si en vivo Mujer Cebra tiene un tesón musical ambicioso, el productor parece haber entendido las prioridades para potenciarlos en este inicio de su camino. López, cual tío de Spiderman, les hizo comprender que gran poder conlleva gran responsabilidad: tres animales musicales hambrientos corrían el riesgo de atragantarse con las mordidas enormes de su propio poderío. López opera la consola mientras permite que la banda experimente con sus propias obsesiones sónicas, además de abrir el juego, mostrando otras posibilidades. Una buena relación entre partes.
Desde que el álbum debut fue publicado su escucha fue creciendo exponencialmente, principalmente debido al efecto boca a boca de sus conciertos. Por cada nueva fecha, las voces se corrían, multiplicando la atención. La prensa, por su parte, fue relevando el accionar de Mujer Cebra. Cada gesto sirvió para seguir adelante, sumando a una mística anacrónica: mientras que todos los niveles de la industria musical se empecinan en sostener el paradigma de la novedad constante, gastando energías y recursos limitados para el circuito independiente y autogestivo, corriendo detrás de algoritmos que siempre ganan la partida, Mujer Cebra se concentró en tocar y tocar, entendiendo cuál era su principal herramienta de visibilidad. En esa constancia, encontraron la forma de mantenerse relevantes en los últimos veinte meses, sin necesidad de apelar a campañas efectistas, desplegar roles falseados de influencers/creadores de contenido, o gastar energía en las actividades superficiales que colman la agenda de supuesta visibilidad de la abrumadora mayoría de proyectos musicales contemporáneos.
Con el disco girando en Internet, el público de Mujer Cebra fue creciendo, rebasando lo que, a priori, sería su audiencia inmediata. La gente más joven se fue completando con melómanos +35 que hallaron en la banda un fuego que creían olvidado. Quizás tenga algo que ver con una de las primeras líneas de «XXYY»: “Una parte mía, muerta, se despierta hoy”. Sus recitales y apariciones en festivales convocan a una audiencia heterogénea. Con una credibilidad creciente, los titulares más rutilantes llegan desde la gente, bien lejos de los medios: “A Mujer Cebra les creo todo. Tocan 1000”. Mientras sus raíces musicales siguen fortaleciéndose, el gueto va quedando atrás y el futuro está abierto. 

Hay varios abordajes posibles para referirse a Mujer Cebra. La banda puede citarse para argumentar que el rock no necesita reinventarse ni camuflarse bajo otras formas para seguir generando una respuesta saludable del público. Es una propuesta contundente que se construye desde las bases, escalando de a poco, haciendo algo más que resistir: propone de manera sincera.
El trío exuda data de una larga tradición de cultura rock, pero nunca se siente en deuda precisa con nadie. Ciertamente, esas ráfagas de furia de seis cuerdas recuerdan una variedad de la nación alternativa de los años 90, sin embargo, hay mucho por desgranar. Todo parece remontarse más atrás, a veces sugiriendo unos pilotes del rock argentino de la década del 80, con Patricio Rey y Soda Stereo impartiendo lecciones de estribillos trabajados hasta la perfección, listos para ser adoptados y cantados a los gritos en el vivo, pero también ideales para transitar las FM AOR en rotación intensa, logrando transversalidad. Son postales concretas de otra época. Patricio Rey no existe. Cerati murió. Las FM AOR se terminaron, limitándose a la evocación de la nostalgia y a emitir comerciales. La transversalidad de las canciones bien trabajadas, empero, trascienden los artefactos caducos, las playlist curadas al mejor postor, los festivales de agencias y el efectismo de las redes sociales. Las canciones siguen llegando a la gente. Cuesta, como siempre, pero eventualmente encuentran su escucha.
Al final, los Mujer Cebra pueden ser considerados como unos tradicionalistas: un trío de guitarra, bajo y batería que vibra desde los estribillos certeros, las ráfagas de ruido melódico, algunos solos de guitarra y el lucimiento instrumental. Producen discos sólidos con vivos que suben la apuesta, dejando saber que hay mucho más por delante. 
El panorama se completa debajo del escenario. Cabezas de colores se entremezclan con sienes cubiertas de canas. Vieja y nueva escuela comparten el viaje un rato. Cada cual obtendrá lo suyo. Tal vez precisamente exactamente lo mismo: emoción. Para Mujer Cebra la emoción es clave. Hacer música es conectar. Entre ellos y los demás. ¿Qué hay detrás del proyecto?  Una tarea. Una necesidad. No lo hacen tanto por los demás, es algo más propio…una urgencia casi egoísta. Pero el otro es fundamental porque les permite entenderse. La mirada ajena profundiza. Les otorga perspectiva.
Probablemente no haya quórum entre los integrantes del grupo sobre qué hacen precisamente. Rock alternativo; postpunk que no es tan post; shoegaze adrenalínico; indie… ¿qué es indie? Hay referencias cruzadas y chicanas. ¿Es tan importante definirse? Por supuesto que no. En todo caso, es un pasatiempo divertido. Especialmente cuando hay birra fría para paliar el calor agobiante. Existe, sí, una aceptación absoluta: la música habla de manera elocuente, lo demás, es redundante.
Mujer Cebra charla sin cassette. Ordenan sus ideas a medida que llegan las preguntas. Hacer prensa viene con el territorio de ser una banda que crece cada día un poco más. De por medio no hay ningún discurso armado. Pensar la banda desde afuera, considerarla a partir de las devoluciones externas que llegan desde el público y los medios especializados, es todavía un ejercicio a resolver. Lo toman como al resto: calma. Lo más importante ya fue dicho sobre el escenario. 

– ¿Qué sienten cuando se encuentran con un público compuesto por adolescentes que recién empiezan a curtir recitales y rockeros vieja escuela que están enganchados con la banda?  

Patricio: Eso me fascina. Nos encanta que la gente vuelva a creer en la música tocada con instrumentos. Me emociona que la gente vuelva a escuchar música que va contra la corriente, entre comillas, ponele. 

Santiago: creo es gente que creció sin pertenecer a algo mainstream, pero sí con el objetivo de armar algo honesto. Sin saber que se podía armar una escena, de repente, apareció una nueva inesperada, donde nosotros pudimos correr de forma libre. 

Patricio: nos estamos dando cuenta que está pasando en todas las provincias del país. De a poco eso se va uniendo. Creo que tomamos consciencia de factores en común. La chispa está en todos lados. 

Santiago: la idea era hacer algo honesto. Que salga del inconsciente y del corazón. Por eso termina agarrando gente chica y grande. El arte no pasa de moda. Las modas se extinguen rápido. 

-A diferencia de lo que se acostumbra hoy, están corridos del imperativo de la novedad: el disco salió hace bastante y lo dejan seguir creciendo, permitiendo que llegue a quien esté atento. No están fogoneando lo que está por venir, tampoco recurriendo a las lógicas de las redes sociales.

Patricio: Tenemos el segundo disco cocinado. Vamos por el lado clásico. Singles para adelantar el disco, nada más. 

Gonzalo: esto no está hecho para retener la atención. Ni contamos views ni peleamos por estar viralizados. Esto va por otro lado. 

Santiago: en el afán de correr tras algo que no existe terminás rompiendo tu propia música, alterando tu propio arte. Las cosas tienen que tener un tiempo de gestación, sino es como hacer plástico. Para mí, esto que se está generando ahora, es una respuesta al plástico. Mujer Cebra, igual que las otras bandas de nuestra generación, no es para armar algo rápido, bueno, bonito, barato, masivo. 

Patricio: también nos da cringe romperle las pelotas a la gente con todo eso. Hacer publicaciones todo el tiempo sin decir absolutamente nada me da vergüenza. Cuando publicamos es por algo. Hablamos cuando hay algo para decir. 

– El imperativo de la novedad parece regirlo todo en la actualidad. ¿Desde el sello les reclaman algo en ese sentido?

Santiago: Creo que nos entienden y respetan. Aceptarlo como estrategia comercial terminó funcionando. Ven que funciona entonces nadie quiere poner palos en la rueda. La parte de honestidad de la que hablamos se perdería de querer vender otra faceta. 

Gonzalo: siempre discutimos estrategias. Pero no hay una fuerza especial en eso. 

Santiago: La música habla por sí misma. Nosotros no pasamos demasiado en eso. Nos enfocamos en otra cosa. Creo que nuestro laburo ya dice suficiente. 

Patricio: es que esa presión o eso que sigue creciendo, no se siente hasta que no estoy tocando. cuando sube al escenario empiezo a tomar dimensión. 

Santiago: Nos acostumbramos desde el principio a laburar sin mucha expectativa. Arrancamos en un momento donde la movida estaba planchada. Al principio de la banda nunca tuvimos una idea real si la cosa podía funcionar o no. De repente fueron tomando color, fueron creciendo. Ahora la cosa está exponencialmente creciendo. A veces se transforma en algún tipo de presión, pero tratamos de no barajar expectativas, de no quedarnos mirando hacia adelante. Tratamos de hacer música. 

Patricio: queremos hacerlo con tranquilidad. Si nos toca sembrar algo que se cosecha a largo plazo, que así sea. apostamos a seguirla. 

Santiago: Queremos que la música trascienda.

 

Texto de Lucas Canalda / Fotografía de Renzo Leonard 

 

Si te gusta lo que hacemos invitanos un Cafecito para poder seguir produciendo

 

 

 

comentarios