XINA OCHO & LOS FANTASMAS DE UNA ÉPOCA

Con Inframundo, Xina Ocho logra una novela gráfica que captura las sombras de una época marcada por la angustia digital y los mandatos sociales. Combinando lo cotidiano con elementos de género fantástico, la ilustradora presenta un gran trabajo que la aleja del punch autorreferencial que la llevó a popularidad en años recientes.

Inframundo es la primera novela gráfica de Xina Ocho. El título se publicó por capítulos en Fierro Digital, mientras que Hotel de las Ideas lo editó de forma íntegra a finales del 2021. El libro viene generando una recepción cálida entre público y medios especializados desde su aparición, principalmente debido a un espinazo generacional atrapante: depresión, familias alienantes, angustia digital, sexo, precarización laboral, vínculos tóxicos, nocturnidad compuesta de flashbacks que nadie quiere recordar. En pocas palabras: un día de la vida.
Mediante sus 94 páginas y 8 capítulos Inframundo profundiza en el zeitgeist de una generación (y media) padeciente de un contraste entre las miserias de la vida real tangible -esa que puede ser áspera y cruel- y una voracidad interior que tiende a tirar hacia abajo impidiendo hacer pie en ese afuera tambaleante.
Xina Ocho tiende los elementos con paciencia.
Por un lado, tenemos descargas de dopamina por la aprobación digital, los mandatos profesionales establecidos hace décadas, las correntadas de ansiedad que van ganando forma de depresión, pilares como la familia, ya deteriorada, y la amistad, en pleno proceso de expansión hacia otras direcciones. Por el otro, un mundo real que únicamente parece responder con desconexión a esas realidades paralelas, pero igual de demandantes para las generaciones más jóvenes. 
Carolina, la protagonista, trata de hacer equilibrio entre todos factores, viviendo dentro de un frenesí cotidiano realista hasta que pasan cosas. Inframundo evita contar la forma en que su protagonista sale adelante tomando lecciones que caen de los episodios transcurridos, su autora prefiere enfocarse en la convivencia de Caro con un carnaval de fantasmas -internos y externos-, que transcurre sin permitir siquiera un respiro. 
Más allá del realismo oral de sus personajes, la nocturnidad química, el desahogo catártico y la represión subyacente -esas ganas de gritar de frustración o mandar todo a la mierda- podemos abordar a Inframundo como un tratado sobre la depresión: una batalla periódica que no ofrece triunfos ni ganadores, así como tampoco ningún tipo de resultadismo apreciable en la fugacidad nociva de las redes. Se trata, simplemente, de salir adelante en la vida real. El epílogo de la novela deja un resabio terrenal tan fuerte como asequible. En ese sentido, Inframundo traza un vínculo inmediato con Warpaint de Renzo Podestá: cada nuevo día significa lucha, construcción y resistencia en una experiencia vital que, por más absurda y repetitiva que sea, adquiere el valor y el sentido que nosotros le damos. 

“Responsabilidad”, señala Xina Ocho. Lo remarca con un “Jeje” que salta, en clave meta, desde la hiperconectividad. Se refiere a las devoluciones que siguen llegando a partir de las lecturas de Inframundo. Su libro pega fuerte entre sus lectorxs y ella lo va entendiendo, aunque todavía se está habituando a esa idea: “Hace poco me escribió una amiga diciendo que lo había leído y había quedado mal. Quedó movilizada. Fue fuerte. Ahí me quedé pensando si no tenía que advertir o preguntar si estaban en condiciones para leerlo”.
Lejos de cargarse la cruz del tío Ben Parker con aquello de “Gran poder conlleva una gran responsabilidad”, la Xina se toma las cosas con calma: “Cuando me escriben con comentarios re presto atención, sean positivos o negativos. Pero no sé si ya estoy para andar pendiente de eso. Por ahora estoy en el ejercicio de poder hacer algo con lo que escribí”. 
Carla Ochoa dialoga con RAPTO sentada en un claro del Parque Sarmiento, ciudad de Córdoba, en la última jornada de Tren Moebia, aventura organizada por Espacio Moebius sobre finales de abril. La propuesta trasladó a quince artistas de Capital Federal y Rosario a una experiencia de residencia sobre rieles con diversas escalas en galerías, museos, bares y estudios.
Durante el centenar de horas que duró la experiencia, la Xina arremetió con dibujo tras dibujo, principalmente en un cuaderno de tapa dura, una ganga que encontró en las calles porteñas y que inmediatamente capturó la atención de sus colegas del contingente. Además, en su rol de arquitecta, instruyó al grupo sobre diversos tesoros edilicios de La Docta. Pasando datos de ofertas, dibujando, sacando fotos y divirtiéndose con sus camaradas, Ochoa es una viajera contenta.
En cada una de las actividades de Rosario y Córdoba, Ochoa protagonizó su propia constante:  público acercándose a conocerla; lectores y lectoras rastreando sus pasos mediante historias de Instagram para comprar Inframundo a su autora. El Pasaje Pan, la Galería Satélite o el Museo Caraffa reciben la misma escena: personas que llegan explicando que quieren comprar su ejemplar.  Siempre lista, la Xina lleva un stock reducido en su mochila. Inframundo no sale únicamente para público atento, algunxs compañerxs de viaje aprovechan para hacerse con el libro.
Desde su edición el pasado mes de diciembre, la novela gráfica tuvo un recorrido inquieto: paseo de prensa por medios especializados; en diciembre tuvo su presentación formal en Otra Historia (CABA) junto a Robertita; repitiendo dos semanas más tarde en Craz (Rosario) acompañada por Femimutancia, Pedro Mancini, Jazmín Varela y la música de Feli Punch; finalmente, recibió su lugar en la Feria Internacional del Libro en Capital Federal, donde la ilustradora estuvo firmando para el público interesado. 

Inframundo evita ser un compendio del punch autorreferencial que llevó a Ochoa a la viralización en los últimos años. Pasando de explotar su popularidad digital, el libro emprende un esfuerzo narrativo que reconoce un aliento calmo, bien alejado del vértigo de las redes.
En algunas páginas se encuentra cierto caos, pero se trata de una cantidad correcta que nunca termina de convertirse en ruido. El empeño narrativo -una depuración paciente- gana la partida en Inframundo, evitando caer en el principal padecimiento de los tiempos corrientes: quemar etapas saltando los procesos madurativos, buscando publicar cuando antes, priorizando siempre el oportunismo. Aquí Ochoa logra respirar y esperar, saliendo airosa con su primer trabajo de largo aliento.
“Mi desafío era ir de cosas muy cortitas y full autobiográficas hacia una trama más larga”, afirma detrás de sus gafas de cristal color granadina. “En principio, fue escribir un montón sobre cosas que me estaban pasando. Todavía no tenía forma de novela, no tenía la menor idea de qué hacer con eso. Era catarsis y ya. Iba a ser lo mismo de siempre: full autobiográfico”, comparte.
Hubo dos razones concretas para pegar un volantazo antes de dirigirse por la ruta autorreferencial: la decisión consciente de Ocha por evitar la repetición, lo que resultaba sencillo, pero también predecible. Además, las notas originales, de un considerable tenor intimista, exudaban una exposición demasiado abrumadora. De esa forma, hubo que desarmar y reimaginar los pasos a seguir.
Si bien en un principio se sintió expuesta decidió seguir adelante. No dudó un segundo. Necesitaba hacer algo con todo eso que había escrito. Según explica: “Traté de pasar las emociones que yo quería transmitir. Podía hacer una especie de ficción con eso. Fue imaginarlo como si fuera una serie. ¿Qué estaría viendo en la pantalla? ¿Qué dirían sus protagonistas?” .
Desde esa decisión, Ochoa fue construyendo, entre minuciosidad y caos creativo. Las conversaciones fueron apareciendo en detalle, imaginando cada paso.  Así, repasó sentimientos, hechos olvidados, escarbando más allá de sus notas. Trató de armar su propio Frankenstein, compuesto de dolores, desbordes, fiestas y lecciones. “Fue cosa de ir recauchutando cosas”, cuenta, renegando con un encendedor derrotado por el viento cordobés. 
Casi como protocolo obligatorio, la Xina aclara que no hay personajes reales en el libro. En tanto, reconoce que el desarrollo de Inframundo llegó aparejado de ciertos poderes reparadores: “Escribir desde la ficción, sin traspasar todo lo que había escrito como un diario íntimo, está mejor…me daba ese nivel de exposición encubierta. El proceso me ayudó a construir algo verosímil al sacar ciertas cositas que mejor no hablar”.
A medida que el intercambio avanza, la Xina va echando luz sobre sus procesos. Por cada una de las revelaciones que Ochoa comparte, arma un cigarrillo. 
Ochoa destaca sobre un punto específico al que volvió de manera reiterada: los diálogos. Allí reconoce un nivel de detallismo que se tornó obsesivo. “La conversación tenía que sonar real. Algo que podía pasar con naturalidad, anoche, ahora o mañana”.  
La Xina se refiere a una de sus características: el detalle por las pequeñas cosas que componen el todo. Cuando Ochoa dibuja un cuarto del personaje en la viñeta, necesita dejar saber que ese espacio está vivo, que fue transitado. “Mi obsesión pasaba por cierta naturalidad: quería sentir que los diálogos fueran de personas reales”. 
Fijando su atención en una fluidez realista, se encontró volviendo sobre sus pasos en varias ocasiones. Retocando y repensando, los procesos se fueron extendiendo, de forma irremediable.
Además de un repaso emocional que llegó con lecciones saludables, Inframundo demandó cierta entrega física. Bajo el sol cordobés, repasa las instancias de escritura y dibujo, entendiendo que todo fue enorme. Mirando atrás, ella es la primera en sorprenderse. “Pensé que nunca iba a terminarlo. Cada vez me costaba más”, señala con algo de tensión en voz. Haciendo un silencio que se presiente necesario, afirma: “Sentí mucho alivio cuando lo terminé. Posta”. 

Xina Ocho es ilustradora, arquitecta y docente. Publica historietas en internet y fanzines desde el 2014. Participó en Pibas (Ediciones In Bocca al Lupo / Hotel de las Ideas), Yeguas (Ediciones Invisible) y en los fanzines autogestionados Valiente, Los Azules y Ridícula. Actualmente se dedica a la ilustración y a la animación de forma freelance para distintas agencias de publicidad y tatúa en su estudio privado, o allí donde se presente la oportunidad de activar un flash day.
Ochoa evita definirse de forma sencilla. No obstante, sale del paso disparando una palabra que la libera: desorganizada. “Muy”, remarca, de inmediato.  Fumando, explica: “Soy full desorganizada. Soy espontánea porque soy impaciente y me cuesta concentrarme. Todo conmigo es medio instantáneo, rápido”. 
Su aproximación a la historieta llegó de forma autodidacta mientras terminaba la carrera de arquitectura. Concisa, señala que nunca fue una consumidora formal de historietas. De chica su relación con el medio fue mediante revistas varias. Sin embargo, ese mundo de viñetas todavía estaba lejos de manifestarse como algo propio en su deseo.
Con el paso de los años, dibujando de forma deliberada, casi incontenible, encontró en la historieta un medio ideal para mostrar sus ideas. Con las herramientas claras -a la par del deseo-su llegada a la historieta argentina fue bien recibida, en parte por su espontaneidad refrescante, pero también por una tenacidad catártica que parecía llegar al núcleo del disturbio con valentía o sin buscar resoluciones ciento por ciento coincidentes con el canon estereotipado de una época que espera vibrar alto o brillar con resoluciones efectistas.
El desembarco de Ochoa en la historieta está asociado a la necesidad de contar. Se trata de una mente a mil revoluciones canalizando tanto el malestar como el absurdo.
El perfil de Xina Ocho marca una diferencia en un aspecto fundamental: el empeño de darle sentido a la turbiedad cuasi existencial, la apatía y el dramatismo millennial que maneja de forma cotidiana. Ochoa no quiere quedarse en golpes efectistas, prefiere encaminar esos procesos en alguna dirección que, sin bien tarda en encontrarse, con paciencia llega. Inframundo parece la confirmación de eso y de aquello que está por venir. 

Por Lucas Canalda + Renzo Leonard

 

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