FANTASMAGORIA & EL IMAGINARIO DEL DOCTOR GORI

Fantasmagoria regresó a Rosario para reencontrarse con sus fans más acérrimos y presentar las canciones de Ahora/Después, su último disco.
A continuación un viaje espontáneo a través de los múltiples capítulos del Goriverso y toda una vida al costado del camino.

Hay que creer en algo, ya lo decían los Ramones. Gori, ante todo, es un creyente. Siempre creyó que sería músico. Nunca jamás albergó duda alguna que su vida sería la música. Cualquier posibilidad imaginada partía desde la música. Desde ahí también se planteó alternativas. Algunas, incluso, contemplaban la mutilación azarosa.  “¿Y si pierdo una mano? Bueno, canto o toco el piano. Nunca pensé que no iba a ser músico”. 
Desde su adolescencia camina un sendero propio, casi único dentro del rock argentino. Por encima de las influencias vernáculas que lo marcaron a fuego, Gori eligió construir un universo propio valiéndose de un imaginario que alquimiza el dandismo de Oscar Wilde, el nonsense de Lewis Carroll, el pop barroco, la psicodelia, cierto folk espacial, las siluetas mod, sutil proyección camp y un sentido de candidez propia de los pioneros del rock argentino. Todo eso sumado al background de hardcore, punk y rocanrol lumpen, hacen de Gori un animal único dentro de la música argentina. “Añadiría a Tim Burton: algo medio infantil, pero de terror”, observa, aprobando esa sumatoria a la que podríamos llamar el Goriverso.  Canciones de cosecha reciente como «10000 veces», «Ding dong dang Firulais» o «Brian es una riot girl» confirman esa dirección, una vez más. “Siempre sale casual. No hay una decisión consciente de juntar esas influencias. A veces lo exagero, otras trato de esconderlo, pero voy siempre por ese lado”.
Gori es guitarrista, cantante y compositor. Además, es DJ, bajo la identidad de Gorian Grey, siendo ideólogo de ciclos musicales míticos del circuito rocker porteño como Sympathy for the Party.  Como seleccionador musical también fue conocido como Gori Wan Kenobi, Goris Karloff o Goris Del Valle.
A través de las décadas sus canciones aparecen en proyectos como xAutocontrolx, Catarsis y Gorianópolis. Se debe mencionar, además, aventuras paralelas como Bombas de Amor, Boconas y Hermanos de distinto padre y madre.  Su nave insignia es Fantasmagoria, que lleva más de veinte años de vida y viene de publicar el estupendo Ahora/Después. Fun People, claro, es otra parte de esa vida. Un capítulo hermoso, cerrado a tiempo.
Actualmente se entrelazan todas las épocas y todos los posibles Goris que, desde su adolescencia, vienen poblando las páginas de una biografía siempre al costado del camino, eligiendo ser diferente, existiendo a través de un prisma que le otorga una identidad única.
Con 48 años de edad, ya lleva más de la mitad de su vida haciendo música. En 2022, ese Goriverso sigue aumentando sus capítulos allí donde se presente la oportunidad.
Las rutas argentinas esperaron largo tiempo por una gira de Fantasmagoria. Apenas se despejó el panorama pandémico, el cuarteto integrado por Gori, Nikky Molyna en bajo, Agustín Búho Rocino en batería y Mariano Acosta en teclados volvió al ruedo para hacer sonar sus canciones. Capital Federal, La Plata, San Justo y San Miguel ya tuvieron su necesaria dosis de psicodelia. Además, Fantasmagoria pasó con éxito por el Quilmes Rock, obteniendo el visto bueno del público, pero también de la prensa especializada que remarcó su propuesta en las reseñas del festival.
El regreso a Rosario se produce unas semanas después de haberse cumplido quince años de su primera visita. Aquella noche de 2007, en el ya desaparecido Zona 79, Fantasmagoria compartió fecha con los debutantes Daddy Rocks. Gori mira atrás y se acuerda, pero no se acuerda. El año exacto se le escapa, pero recuerda la noche. Repasando su historial en la otrora Chicago argentina, bromea sobre otra noche difusa: “¿Esa fue la vez que llegué tarde?”. Se refiere a junio de 2013, cuando el grupo tocó en McNamara, otro espacio desaparecido.
Antes de Fantasmagoria, por supuesto, Gori llegó a Rosario con Fun People. El recuerdo ahí le pertenece al público presente aquella ocasión, por entonces púberes, adolescentes, jóvenes que hoy tienen sus propias bandas. En off, alguien recuerda al guitarrista emerger de una prueba de sonido en unos chupines animal print (“leopardo furioso”) extra apretados.
En mayo de 2022 puede que la escena sea más sobria, pero siempre manteniendo el dandismo rockero que lo caracteriza: chupines AY Not Dead grises y polera de lana entallada.  Igual, pide paciencia. “Dame un minuto que para las fotos tengo una camisita ideal”. Hace aparición una camisa mod que decreta el comienzo de la noche.
Se dijo: Gori siempre supo que la música iba a ser su vida. Ya siendo profesional, una vez se preguntó qué otra cosa podía ser. “Podría dedicarme a la moda. Se me da bien la ropa”, cuenta, repasando los años previos a Fun People, cuando tenía un local en la Bond Street. Apelando a esa memoria, entre emotiva e identitaria, dice que podría haberse dedicado a eso, mas no se permite definirse desde ese lugar preciso. No se imagina siendo diseñador de modas. La única posibilidad para definirse es el oficio de la música.
El rol más rupturista de la vida de Gori llegó recientemente con el nacimiento de Joy. Su primera hija llegó para cambiarlo todo. Algo se ilumina en su cara. Lo admite sin vueltas: “ahora el chico no soy yo”. La experiencia en la paternidad lo llevó a otro estadio. Ahí también la música tiene un espacio fundamental. Dos meses después de la llegada de Joy se despachó con un disco titulado Atorrantismo máxima potencia, 35 canciones de menos de un minuto de duración. “Ahora estoy haciendo el segundo”, cuenta en modo primicia. Luego de la primera experiencia espontánea, la continuación llega con lecciones impartidas por Joy desde la cuna: “me di cuenta que las letras tienen que ser más cortas porque empieza a repetir las frases. Repite las palabras que escucha”.
El Goriverso sigue sumando posibilidades de forma constante. Entrevistado, habla con sinceridad. No desperdicia un segundo en caretearla. Tiene la capacidad de reírse de sí mismo y la ejerce: “escucho death metal porque sigue manteniendo el inconformismo del rock. O sea, ninguna banda de metal extremo va a tocar en el Quilmes Rock”. Gori se divierte. 

Fantasmagoria llegó a Rosario tras hacerse extrañar algunos años. El regreso fue posible como banda invitada de Chivos Vaca, en Capitan (SIC), un espacio que el quinteto local conoce como nadie. El viernes, desde temprano ambos grupos ultimaban detalles para una noche que comenzó pasadas las 22hs, luego continuando con una fiesta.
Esta tarde, el combo visitante prueba sonido por casi una hora. Molyna, Rocino y Acosta se dedican a sus instrumentos con precisión, uno por uno. Gori, mientras tanto, se concentra en su guitarra electroacústica, sentado en el piso, luego de rodillas sobre el escenario. En principio, juega. Luego prueba. Le mete paciencia y obsesión. Cuando finalmente la banda toca de forma conjunta hacen una o dos vueltas. Paran. Algo no funciona. Primero Acosta pide probar el micrófono para su voz, pieza fundamental para las armonías vocales -entre barrocas y folkies- características del grupo. Retoman otra vez para cortar inmediatamente, a pedido de Gori. El amplificador del bajo se retroalimenta con la caja de su guitarra. “Empieza a acoplar en La”, indica Gori al sonidista. La banda prueba hasta que finalmente las cosas salen bien.
Mientras espera su turno, Gori tira sonidos que no se corresponden con ninguna canción. La única que se reconoce es la intro de «Signos». El resto de la prueba la pasa entretenido en lo que, a priori, parece la nada. Pero detrás hay algo más: “Cuando agarro la viola no me pongo a tocar nada en particular, tiro a ver qué sale. A mí me gusta mucho componer, lo hago todo el tiempo. Con la guitarra toco cosas hasta que sale algo en particular y me gusta. Lo grabo y le pongo letra. Si me gusta, lo sigo”. 
La mayoría de las canciones de Fantasmagoria surgen de esa forma. Cuando Gori se siente conforme con la canción arma un demo y se lo pasa al resto de la banda. Ahí empieza un intercambio entre los cuatro. Cuando llegan a la sala, si bien en su mente ya tiene una cierta película de cómo debería ser el tema, van probando entre todos. 
Para Ahora/Después -que llegó en diciembre de 2021- la situación fue diferente porque lo compusieron en pandemia. Cada integrante demeó por separado. Según explica, eso resultó en algo frío, quizás demasiado. Todo tomó otro tenor cuando se juntaron. El cuarteto ensayó bajo llave hasta que llegaron al punto justo. Entonces entraron a grabar. 
Gori remarca que la química humana es fundamental para lograr cada una de las canciones. La tecnología permite mucha soltura, pero el tacto personal sigue prioritario. En ese sentido cuenta que entre los cuatro bajan a la realidad porque, a veces, sus demos tienen bateristas con seis manos.
Ahora/Después captura la quintaesencia de Fantasmagoria. Puede que fans y críticos se entreguen a discusiones interminables sobre cuál es el mejor álbum de la banda, pero de aterrizar un alien curioso por descubrir la mística del cuarteto, sería ideal hacerle escuchar Ahora/Después en un loop generoso hasta que se deje permear en las armonías vocales personalísimas, las estructuras desiguales con arreglos dedicados, letras astutas y una composición de personajes únicos.
La intuición marca otro paso adelante en este disco de Fantasmagoria. El único plan certero de la banda es la libertad. Mientras que tener un horizonte completamente libre le resulte abrumador a cualquier otro artista, el cuarteto avanza con una intuición nata, haciendo posibilidad de su curiosidad. Para Gori esa libertad creativa es autentica, por eso, jamás le pesa, al contrario, le otorga vuelo.

La intro de «Signos» en el soundcheck recuerda capítulos previos del Goriverso. Pasados o recientes, cada uno de esos episodios constituyen un orgullo personal para Gori. Mientras se acerca al medio siglo de vida, el respeto y cariño que recibe de sus pares significa un verdadero honor. Esa consideración equivale a sus Grammy, a sus Gardel.
Gori empezó a coleccionar esos honores a principios de la década pasada. Ya en los 2000 era saludado por generaciones de bandas nuevas que habían crecido a la par de cassettes y recitales con la música de sus proyectos tempraneros. Después llegó Fun People. Allí parecía cumplirse aquella observación de Brian Eno sobre The Velvet Underground & Nico: si a finales de los 60 las pocas criaturas que compraron ese disco terminaron fundando su propia banda, cientos de pibes y pibas que experimentaron a Fun People en primera persona terminaron armando grupos, sellos, fanzines, entre otros emprendimientos DIY. Pero pasado el 2010, cuando Fantasmagoria se había erigido como un espíritu libertario único en la geografía rockera argentina, la admiración empezó a multiplicarse desde frentes varios. Gustavo Cerati se confesó fan del grupo en los medios, votando a su favor en las encuestas mediáticas, para más tarde comentar que parte de las guitarras folkies de Fuerza Natural cargaban con un vibra muy Fantasmagoria.
En 2022 ese cariño y admiración de parte de sus colegas sigue fluyendo. Se trata de un cariño transversal de parte de artistas de culto y hasta de vacas sagradas del rock argentino. Entre tanto, Gori no se la cree. “Ese amor es 10000 mejor que recibir un premio Clarín, un Gardel o cualquiera de esos cosos. Ojo, esos mimos están bien, pero cuando llega el cariño de gente que admirás es enorme”.
“Que te inviten a tocar es hermoso. Que quieran compartir con uno, es maravilloso. Debo decir que muchas invitaciones me llegaron, algunas cuantas dije que no porque no me sentía ahí…sentía que me traicionaba. No pasa por la guita, nunca hice música por guita. Creo que eso se valora, me parece”, comparte.
Algunos años atrás llegó una invitación concreta desde un palo algo ajeno a Gori. “O Connor me llamó para tocar y sentí un tremendo honor, pero le dije que no. ¡Boludo, no me da el piné, ni en pedo! Me gusta el tipo de música y Claudio es un prócer”, cuenta. “Claudito querido, te pido disculpas, pero no me da”, recuerda, uniendo sus manos en señal de devoción.
La señal de cariño más reciente llegó desde el teléfono, el verano pasado. Un día Gori recibió un llamado de Ariel Minimal. Quería comprar el vinilo de Fantasmagoria. Charlando, una cosa llevó a la otra: Gori terminó invitado a tocar en vivo con Pez. Uno de Riff y otro de Ratones Paranoicos. “Cuando fui al ensayo me puse nervioso porque son unos monstruos. Se tocan todo”. Sobre el sillón del camarín, Gori enfatiza ese todo dibujando un círculo en el aire con ambas manos. Empezaron con «Enlace» y todo salió bien.
La relación de Gori con los Ratones viene de larga data. Cuando era un adolescente de 14 años siempre insistía con ir a recitales de Violadores en Cemento. Su mamá no lo dejaba ir solo, pero proponía una alternativa pensando en la paz del hogar: que su hermano Gustavo (primer bajista de Fantasmagoria) lo lleve con él a ver los Ratones. “Yo me volvía loco, era tremendo”, señala con una sonrisa.
Cuando algunos años atrás Juanse salió a la ruta como solista, gran parte del mundillo rocker terminó con su quijada sobre el piso al encontrarse a Gori como ladero guitarrero del -nunca- ex paranoico. Juan Sebastián Gutiérrez había logrado sumar uno de los jugadores más codiciados del circuito.
Cuando Juanse me invitó a tocar lo dudé”, señala Gori, pausando su respiración. “En el primer ensayo me agarró algo…fue como una patada en la cabeza. ¿Estoy tocando un cover o qué estoy tocando? Porque él no está tocando un cover, si el tema es suyo. ¿Estoy tocando covers? ¿Qué onda? ¿Le pregunto a Juanse? ¡Qué me va a entender!”. Mientras ardía de nervios por adentro, logró mantener las apariencias. Un poquito más calmado, simplemente se dejó llevar. “Se me puso la piel de gallina cuando escuché el mismo solo de guitarra de «Carolina»”, recuerda ahora, sonriendo. “Era el mismo audio, el mismo solo, con el sonido de la Fender increíble que tiene”. La experiencia llegó en una clave intimista, puesto que Gori no escuchó el solo a través del ampli, sino que sintió el audio de los dedos de Juanse sobre las cuerdas. “Ahí todo me estalló. Me sumé. Sentí que estaba tocando de manera auténtica. Juanse se dio cuenta de eso. No era un sesionista. Me dio un lugar copado”. 

Fantasmagoria intenta mantener su deseo musical a medida que los años pasan y los discos se acumulan. Para el cuarteto se trata de algo más que hacer canciones o editar con frecuencia de mercado. La prioridad es tratar de sorprenderse a sí mismos.
Con los pies en la tierra, Gori sabe que eso no siempre es posible. Probar, descartar, errar, olvidarse. Hallar algo, darle para delante, construir. La banda cuenta con una ventaja: no tiene que rendirle cuentas a nadie.
El cuarteto marcha a su propio ritmo, haciendo caso omiso de las modas o de ciertas tendencias de consumo cultural. Se trata de un timing perteneciente al capricho supremo, a un antojo musical que habita por fuera del paradigma ultra demandante de la industria musical contemporánea. Corrido de casi todo, Gori se mantiene ocupado. Camina por pastizales fecundos, haciendo música cuando lo siente, sin atender leyes de mercado o las necesidades de los expertos en marketing digital, esos personajes condescendientes que pululan en la trastienda de los sellos. “Tenemos una búsqueda que principalmente es mantenerlo entretenido para nosotros”, sentencia con un tono que podría traducirse como los de afuera son de palo. ¿Cerrados? No, simplemente prefieren hacer la suya.
Hay otra lección  en la guía básica para mantener la frescura.  Entre estudioso de la cultura rock y curtido hombre con mil recitales sobre su espalda, Gori evita cualquier procedimiento que pueda proveer seguridad. Los lugares comunes, al igual que el resultadismo, cuanto más lejos, mejor. Se trata de avanzar siempre por rutas diferentes, asumiendo diversión y riesgo. La paciencia es bienvenida. En ese sentido, una canción nueva puede salir en semanas o en años. No hay problema. De nuevo: no los corre nadie.
Evitamos el refrito. No repetimos fórmulas. Conocemos mil fórmulas porque hace mil años que tocamos. Ya sabemos cómo hacer para que el tema sea más efectivo. Pero nos divierte hacer cosas nuevas. Entonces ahí surge la mezcolanza, de ahí salen temas como «Firulais». Nos gustan encontrarnos con que salen las cosas así, de joder”.  

En los últimos años llegó una seguidilla de lanzamientos discretos que dejaban saber que Fantasmagoria gozaba de buena salud, sobreviviendo a los embates de una época sociopolíticamente complicada.
Gori fundó la banda en una Argentina quebrada. El 2001 encontró a la banda intentando despegar desde una pista en ruinas. Los años que siguieron, entre giras DIY, refugios rockeros, efervescencia social y grabaciones caseras no fueron los más sencillos, pero sí marcaron el temple de un grupo que ante la pálida, la resignación y el cinismo generalizado supo responder con canciones repletas de imaginación, inocencia y luminosidad; con letras que escapaban la bajada de línea vulgar proponiendo ejercicios surrealistas que abrazaban, brindando algo de sosiego entre el incendio cotidiano y un rock argentino cada vez más chato. Ante cada himno tribunero de brocha gorda, Fantasmagoria publicaba canciones pequeñas, intimistas, repletas de libertad que eludían los dogmas políticos y el rock estandarizado.
Veinte años más tarde, con un planeta tierra sopapeado por la pandemia y una Argentina percudida por el COVID y la crisis económica, Ahora/Después mantiene la línea de flotación, prefiriendo la imaginación a la desesperación.  “La canción «Haciendo las valijas otra vez» era re 2001”, recuerda Gori. “Todos mis amigos se iban a vivir afuera. En el último disco está la presencia de la pandemia, de la exageración”.
La discografía de Fantasmagoria está plagada postales metafóricas y enmascaradas. Se trata de una psicodelia real. Gori evita el hedonismo escapista. Pateando día y noche por Constitución llegó a desarrollar un olfato para las calles. Puede medir cierto grado de realidad y aplicarlo a sus canciones utilizando su prisma barrettiano. “Ya nadie se enrosca en letras tan largas como las que hicimos nosotros en este último disco”, opina. “Iggy decía que las letras tenían que ser cortas. Más en estos tiempos. Las cosas pasan muy rápido”.  

Cuando toma el escenario, la banda entrega una canción tras otra, sin mediar palabra alguna con el público. Apenas saludan y arremeten con 45 minutos sin interrupciones antes de ceder el escenario a Chicos Vaca, sus anfitriones.
La combustión de Fantasmagoría derrocha partes desiguales de psicodelia, country rock, pop de fogón y rocanrol callejero. Los pasajes instrumentales son inmersiones totales, con la banda desplegando su faceta más física. Disfrutan tocando y lo dejan saber.
Suenan «El río», «Yo nunca tengo razón», «Brian es una riot girl», «A veces», «Aterrizaron aterrorizados», «Caballos negros atravesando el desierto de noche», «Alicia», «El sheriff», «La mosca blanca» y «Gori llamando a Río», entre otras. Aunque ninguno lo diga de forma explícita, Gori y sus secuaces se despachan con una fiesta reencuentro para el público rosarino.
Si aceptamos la teoría escrita algunas líneas atrás, aquella que afirma que quienes experimentaron a Fun People en primera persona terminaron armando diversos micromundos DIY a través de todo el territorio nacional, el recital de Fantasmagoria en Rosario podría funcionar como la comprobación empírica: adelante del escenario de Capitan, unas veinte personas dan forma al núcleo duro de conversos, bailando, aplaudiendo, reclamando canciones y celebrando la música del cuarteto. En ese montón de gente, bien apartado del resto del público, marcando una línea territorial que deja clara su pertenencia se reconocen unas cuantas personalidades del circuito local: Osvaldo Zulo de Víctima del Vaciamiento, Laura Remis de Densha Gogó y editorial Ciudad de las Mujeres, Luisina Aymar de Torneo de Verano, Pablo Deschutter alias El Deschu, y el poeta-fanzinero Manu Del Mar, entre otros. Se trata de una junta que le da sentido a la hermosa (y tarareable) «Los colores» de Ahora/Después: “…Otros van mezclando los colores, gran curiosidad/Algo individual pensamiento personal/Van flasheando y eso es lo mejor”.  Fantasmagoria se trata de eso. 

 

Por Lucas Canalda + Renzo Leonard

 

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