QUIZ RAPTILIANO #61: ROKI BIGIOLLI

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Guillermo Roki Bigiolli es docente, músico y escritor.
Integró las bandas Ácido Guaraní y Club Social y Destructivo.
En 2021 publicó el poemario titulado El Tropezón. Es colaborador del periódico El Ciudadano.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Hace varios años que estoy conviviendo con el insomnio. Actualmente mi humor matutino batalla con las condiciones que este cuadro me impone. Por lo general arranco con el humor suficiente para sobrellevar otra día más. Sometido a un buen humor que intenta mantenerme estable y conectado con otrxs. Pienso algún chiste para decir, alguna idea para escribir. Sacarle una sonrisa a alguien, aunque sea por vía virtual, es la misión. 

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primera experiencia como asalariado fue en la construcción: primero en pintura de obra y después fui peón en montaje eléctrico. Trabajé en Rosario y en CABA. Fue desde finales de los 90s hasta que en el 2001 perdí el puesto. Recuerdo jornadas laborales de 10 horas o más. Llegamos a trabajar los domingos inclusive para entregar a tiempo las obras. Años de flexibilización laboral en patineta. Así y todo hice mis primeros aportes a la caja jubilatoria y estaba afiliado a la UOCRA. Hoy lo cuento y me parece estar relatando otra vida. Ahí sentí el rigor de laburar en grupo. Mantener un ritmo conjunto. Es con otros, siempre.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a la docencia?

Una tragedia llamada neoliberalismo. Soy maestro de escuela primaria. Profesor en Enseñanza Primaria reza el título. Empecé a formarme en el 97. Fueron tiempos en donde las barriadas populares iban creciendo a la par del empobrecimiento estructural. En esos años militaba activamente en el anarquismo organizado. Participaba dando apoyo escolar, talleres y meriendas en barrio Magnano de la zona sur y en el barrio Toba de Travesía y JJ Paso. Una cosa llevó a la otra y esa tragedia devino en 25 años de estar involucrado en la docencia primaria de niñxs, adolescentes y adultos. Además, 25 años de luchar por un salario digno y mejorar las precarias condiciones laborales. No veo una épica en esto último, hay fallas muy graves en el sistema educativo argentino. Cada vez más expulsivo y elitista.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Sí, constantemente. Es una falopa a la que me someto a diario. Cada tanto le aflojo un poco porque me ataranto. Muchas voces juntas envilecen.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos musicales?

Voy a repartir el crédito entre mi viejo y mi vieja. Dos postales de la infancia. Los sábados mi madre sintonizaba el programa “Hipótesis”, que en ese momento lo conducía Eduardo Aliberti. El tema que usaban de apertura era esa belleza llamada “El mercado de Testaccio” de los chilenos Inti Illimani a los que tuve la suerte de ver en vivo en dos ocasiones. Esa canción es parte de la memoria de mi madre. El otro recuerdo es con mi viejo haciéndome escuchar un casete en donde se había grabado rascando y cantando “Like a Rolling Stone” de Bob Dylan. Mi viejo cantando y tocando, no lo podía creer. De ahí me viene el Rock n Roll, de mi viejo.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

Me voy a tomar el atrevimiento de pretender pensar colectivamente. Me preocupa que se interrumpa el dialogo entre jóvenes y viejos. La agonía de las ideologías y la decadencia de las religiones, trocando el resguardo comunitario por ser supermercados de fe. El avance del mercado desregulado. Hay un devenir oscuro en eso, todo se está volviendo cada vez más sectorizado e individualista, miserable y violento. Por otro lado vamos a requerir de un nuevo tipo de templanza y creatividad para gestionar este quilombo. Las universidades han fracasado rotundamente formando dirigentes. El pueblo argentino merece otro tipo de representantes. Se me ocurre un triunvirato entre un chacarero, una puta y un camionero como para dar un ejemplo. Gente rigoreada por la intemperie, no por los claustros. Hay una utopía arlteana que está a nuestra disposición.

En tu libro El Tropezón hay un revoltijo de emociones, pero especialmente puede haber un factor pandémico que complica la visibilidad a largo plazo en una clima de época ya bastante denso. Entre tanto, la poesía que está dedicada (o inspirada) a tu hija funciona como un sostén para dejarse arrastrar. ¿Fue/es la paternidad un ancla que evita zozobrar en las épocas turbias que transitamos?

La paternidad, aferrarse a la barra del bar, sacarle una sonrisa o un estremecimiento a quien te lee. Todos son gestos de amor que sostienen y son parte de El Tropezón. El amor puesto en práctica es lo único que nos da resguardo y guía. Cuesta pero vale el intento. 

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

Voy a elegir, a modo de homenaje, a un working class hero. Hoy devenido en multimillonario, un héroe del capitalismo. El querido Stephen King es quien me acompañó a dar los primeros pasos en el apasionante vicio de la lectura. Contra las adversidades de la vida se convirtió en lo que tenía y quería ser: un escritor popular de producción demencial. Ser para los otros, ahí está lo heroico. ¡God save the King, vieja!

¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?

Lo primero que me viene en mente son las maratones de sagas que nos venimos dando con mi hija. Ya hemos visto todas las Rocky, las Karate Kid y Cobra Kai, ALF y ahora estamos terminando las de Freddy Krueger. Nos divertimos mucho pero me da un poco de culpa habilitarle toda esa basura yanqui. ¡Qué desafiante es criar hijxs y que no salgan boludxs a imagen y semejanza!

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

El ocio es un talismán. Si no tenés fe que te sirve para algo, que te ofrece beneficios, ahí queda, como una piedra que mira pasar la vida de los otros.  

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

Vengo formateado con los enojos y las marginalidades del punk como movimiento global. Me gusta ese ejercicio de divertir y hacer renegar desde el arte o desde el manifiesto.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico?

No es algo que haya pensado demasiado. Hoy día supongo que el límite pasará por pavear un rato en twitter. 

Para la mayoría de los artistas, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos?

Empecé a escribir literatura ahora de grande y creo haber evitado el querer emular a alguien. Escribo porque me viene bien hacerlo y la voz propia está. Sin dudas tengo influencias que me entrega la lectura de otrxs autorxs, pero creo que esas influencias operan de  manera subyacente a medida que voy creando textos. Por ejemplo hay momentos que se me escapan algunos barroquismos vetustos, producto del lugonismo que padezco. En cuanto al aprendizaje con pares, lo adopté posteriormente a haber publicado algunos relatos. Exponer cuentos en un taller con sus rondas de lecturas y devoluciones, me benefició en crecimiento técnico y creativo. Descubrís cosas que en los momentos de soledad están velados.

¿Cómo describirías tu militancia política a través de los años?

Siempre base, nunca dirigente. 

Los míticos Hazlo tú mismo y Cualquiera puede hacerlo de la irrupción punk esconden dos constantes en tu camino: por un lado, la actitud de hacerlo, de llevar a cabo nuevas misiones nacidas desde la inquietud, ahí están la música, la poesía y la escritura; por el otro, un desparpajo que combina observación, sensibilidad y mucho humor.
¿Cuánto encontrás de esas premisas en vos?

En esas premisas punk, y permítanme agregarle guachescas, está todo. Son como una especie de fuente de la juventud a la que uno echa mano para ungir sus quehaceres. Además hay un anclaje hacia esa adolescencia eterna que nos quedó tatuada. Cada tanto me miro al espejo y me digo: “mientras haiga pelo, hay cresta”. Y ahí nomás comulgo pasándome la rapadora. 

Las colaboraciones-asociaciones son frecuentes en tu camino: Ácido Guaraní era un tridente; Los Dependientes con Ernesto, una reimaginación del universo de Leonardo Favio. 
¿Las colaboraciones te ayudan a encontrar otras perspectivas? 

Sin dudas. Congeniar con los compañeros de bandas fue lo mejor que me pasó con la música. Grabar esos discos fueron experiencias totalmente diferentes y alucinantes cada una de ellas. Tanto Ácido Guaraní como Los Dependientes son proyectos que distorsionan y resignifican obras de otros. En ambos casos hay un juego con la búsqueda de perspectivas, tanto en lo musical como en las letras. Me imagino tomando unas latas con el boss: “escuchame una cosa Bruce Springsteen; Dancing in the Dark en realidad se llamaba Bailando en la Oscuridad y trata de la soledad y la nostalgia de un amor. ¿Me entendés?”

¿Cuál es el principal aprendizaje que te dejó la docencia luego de tantos años?

Practicar una resignación positiva (si es que existe esto) frente a la inevitabilidad de las  cosas. Somos personas trabajamos con personas. Demasiado amontonados de prepo. Se viven momentos maravillosos y momentos muy tristes en esta profesión.

Por algunos años estuviste detrás de la barra de El Diablito, sin dudas una posición única para observar. ¿Alguna vez se te ocurrió bajar algo de eso al papel en clave bukowskiana? 

Es una situación tragicómica la de mi estadía laboral en El Diablito. Los dueños en ese momento eran Eloy y Marian. Tuvieron la ocurrencia de ofrecerme a mí que era (tomando justamente una categoría bukowskiana) un barfly, ser el encargado de los fin de semanas. Por supuesto acepté el desafío y creo haberlo cumplido dignamente. Disfruté muchísimo de ese trabajo con compañerxs totalmente chiflados y entrañables. Es un bar hermoso que me robó el corazón desde el primer día, por eso le dediqué una poesía, creo, es una de las mejores que he escrito. La potencia narrativa que tiene El Diablito es increíble. Cada noche puede ser relato, el relato.

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