QUIZ RAPTILIANO #68: ELIÁN DEL MESTRE

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Elián Del Mestre es escritor y editor. Es entrerriano, nació en Paraná. Actualmente vive en Neuquén. Publicó El libro que no fue jueves (2010), Pulóver (2014), Así conocí una Rom (2017), Sergio (2017), Dame la mochila (2018), Después de los pájaros (2018), Tal vez mañana mariposas (2018), Como si fuera de día (2018), Las venas son del color del que hablamos (2019), Dos poemas (2019), Antes el río (2021), El porqué de las playas (2022) y Humedal (2023). Coordina talleres, laboratorios y clínicas de poesía. Es abogado.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Tengo 20 alarmas. Arrancan a las 6 y 40, y 6 y 45. No es la alarma la que me despierta sino el test energético en las distintas alarmas con motivo de la conexión con la realidad, cuando siento que es ahí, me levanto. A ojos cerrados. Hago yoga todas las mañanas y eso me prepara para el mundo. Muy lento todo, al ritmo suave que te deja, lento pero preciso. Salgo de casa, pongo música al palo. Ando de buen humor generalmente, soy de los que hace reír. Últimamente me gusta mi trabajo de las mañanas, y eso es un montón.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer mecanismo de querer juntar una moneda de la realidad fue dar clases de piano, particulares, en la casa de mis abuelos, algo de adolescente, para amigos y conocidos, porque estudiaba piano, me recibí de profe y todo. Pero mi primer trabajo así más en serio, de jovencito, fue laburar como maquinista para el Cervantes, para el Teatro Nacional, a través de Metamorfosis, una ONG de teatro de Paraná, en el marco de un plan federal de giras.
Estuve como cuatro años de gira, a puro viajar, conocer gente, teatros, ciudades, elencos. Lo que aprendí. Mi criterio escénico viene un poco del teatro, mi concepción escénica de las cosas viene de tanto estar adentro de teatros viendo a gente decidir y gestionar escena. Aprendí a viajar y moverme en lugares, aprendí de producción. Lo más extraordinario fue haber viajado durante un año con Osvaldo Bayer.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a la poesía?

No sé si se decide dedicarse a la poesía. Me pasó y no puedo salir. Es una forma de matrizar la realidad, es una forma de pensamiento. No hay una relación causal entre la experiencia y el mecanismo de la poesía. O tal vez sí, y no llego a verla. O sea, sí la hay entre la experiencia y un poema. Pero no sé por qué empecé a escribir poesía, pertenece al territorio de los mecanismos mágicos. Puedo identificar por ejemplo mi primer búsqueda literaria en contexto de una pequeña primer embestida amorosa pero no fue eso lo que determinó que termine haciendo libros de poesía. Sirvió para que me acerque al hecho de decir. La lectura también influyó en el proceso de decir cosas del mundo. Pero mis libros de poemas vinieron después.

¿Cómo te sentiste la primera vez que publicaron algo de tu autoría? ¿Qué era?

Fue muy simbólico porque no era una época donde era tan posible publicar, pero fue en un contexto extraño. Porque fue un cuento que estaba en un libro antología que fue la consecuencia de una primer y única convocatoria organizada por el centro de estudiantes de la Facultad de Derecho de la UNL allá por 2007, raro porque nunca más hubo una convocatoria de ese estilo en la facu y porque no era desde el mundillo literario ni cerca.

¿Cómo te llevás con tu propio rastro? ¿Qué pasa cuando te encontrás con publicaciones viejas y te volvés a leer?

Parte del rastro es asumir que uno ha vivido. Mis primeros libros no me gustan, mi primer libro no me gusta, Pulóver ya me gusta más. Hay un momento en que me empieza a gustar lo que escribo. Pero hay algo del rastro que tiene que ver con el hacia dónde. Uno va identificando los movimientos, se pueden ver las direcciones si se analiza la globalidad, se pueden ver esos momentos. Hay libros propios que ya no me gustan, pero hay libros que adoro. Es lindo ver en lo que me he convertido, hubo un recorrido interesante.
Cuando leo libros viejos es desde el ahora pero en dialogo con el que fui, entonces es un viaje muy interesante esto de resignificar lo propio ya significado antes. Se produce una distancia por el hecho de ser otra persona por el paso de la propia vida, entonces pasan cosas. La obra y el libro son igualmente diferentes aspectos. La obra como masa intangible de contenido y el libro como una bajada en un aquí y ahora determinado, una foto si se quiere de esa obra, es la bajada a libro de esa cosa más grande. Justo ahora estoy en un proceso de revisión de libros viejos y es muy distinto lo que los ojos actuales quieren corregir o actualizar esa obra para bajarla a un nuevo libro o incluso nuevo que escribir. Es lindo pensar que los libros, por lo menos los propios, no se quedan así para siempre, y que también esa es una dimensión creativa.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

El arte es una consecuencia de que somos seres sociales. La primera incidencia social y política es para quien hace arte, para quien crea algo nuevo en el mundo con los elementos del mundo. Creo que lxs artistas a veces funcionan como catalizadores sociales, a distintos niveles, y que van registrando las cosas registrables que según su impronta se cuelen en sus producciones con el encripte propio. Considero importante el desarrollo de una sociedad artista, en la que el arte sea una dimensión más del compromiso ciudadano para vincularse con la época.
El fenómeno artístico es un diálogo social por sí mismo. Y cuando eso sucede, ya saliendo de quien hace arte, cuando alguien más ingresa a ese dispositivo de conversa, sucede al menos que algunas ideas, conceptos, formas de ver las cosas, se ponen en tensión y eso genera un compromiso al menos con la propia visión, con ese encuentro.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico? 

No consumo tanto de forma irónica, me parece extraña esa forma de vincularse. Puede que el límite y limbo sea el humor, mi límite es el humor, a veces lo bizarro merece un capítulo en la historia, o un meme. Pero ahí está mediatizado mediante el ojo humorista que le dio dimensión. Igualmente mi mayor límite es el tiempo, lo cuido, no consumo gilada porque sí o para tal o cual.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

El colapso sistémico, climático y ambiental. Que está pasando. Y la devaluación.

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

No tengo héroe ni heroína ni tendré.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumado por las redes sociales? ¿Por qué?

Ni tanto, me llevo bien con las redes. Creo que cuando me abruman hackeo el algoritmo o la forma de interactuar. A veces me abruma el concepto de compartir todo lo propio y verme envuelto en situación de estar pendiente de cómo me vinculo con la realidad real con motivo de la intermediación de las redes.

Sin deseo no hay poesía: ¿cuándo tuviste claro tu deseo?

No sé si tengo claro el deseo, la cosa es medio tanteante. Si supiera lo que quiero, en ese mismo instante ya no lo querría. Me gusta la incertidumbre y la sorpresa, el andar sin mirar, me gusta no identificar claramente el deseo, desconocer los mecanismos mágicos que nos llevan a hacer.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente?

El punto recurrente que encontré es el registro indirecto, lateral, de mis relaciones amorosas de la época en la que estaba escribiendo tal o cual libro, como una especie de incorporación contextual, no necesariamente principal. Como que se cuela mi vida amorosa, que es uno de los aspectos importantes de mi vida.

¿Alguna vez un poema propio te sorprendió de una manera inesperada? Por ejemplo, terminaste de escribir y te encontraste con algo que te asustó.

Me está pasando algo de ese estilo. El surrealismo habilitó este tipo de fenómeno. Mi última explosión poética fue litoral y verdemarrón, sucedió con motivo de atravesar la pandemia en Entre Ríos. Así apareció Antes el río, que es mi último, el libro más libro. Y digo explosión porque no es algo que se agotó, al poco tiempo de publicado ya necesitó ser otra cosa más, pedía otra capa de expansión.
Y así vino El porqué de las playas, y así también, dentro del coletazo, aparece Humedal, un juego y libro que estoy lanzando en los días que pasaron, un juego cut-up, que propone dialogar con poemas de Antes el río, desde la escritura y mediante lo lúdico.
Todo es muy litoral y con la misma impronta, la misma matriz. La última estela que queda de aquél momento es otro libro, misma matriz pero más íntima, una conversación, saldrá en unos meses, está en etapa de maquetación: Ternura matorralEstamos en presencia de un sistema poético y eso para mi es nuevo, no me lo esperaba.

Para la mayoría de los artistas, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos?

Escribir viene de la mano de haber leído, hay una conexión directa. La emulación aparece sobretodo en mi primer libro, la mayoría de lo que he escrito fue publicado en libros. Pero aunque lo biografíe, en el fuero más íntimo, Pulóver, que es el segundo publicado, es mi primer libro. La cosa mejora un poco. Coincide la identificación de la voz propia con el momento en que empiezo a escribir poemas, como si hubiese descubierto un código que luego usaría.

Antonio Porchia decía “Qué te he dado, lo . Qué has recibido, no lo sé”. ¿Cómo es tu relación con los lectores? ¿Al escribir tenés presente al lector?

Como escritor mayormente hago la mía, no tengo tanto en cuenta cómo se lee o qué se lee. Escribo libros enteros porque es la parte más divertida y lo hago re en la mía. Es como jugar, yo juego. Escribo las cosas que me gustaría leer. Pero como me encargo de toda la cadena de publicación, y mayormente autoedito mis libros, en ese momento, tengo más en cuenta a quien lee, desde la forma de socializarlo mediante la edición. Algo que hago mucho es tratar de que la gente se choque directamente con la obra, cuidando la pureza de ese momento, sin que se ensucie con otras capas de interpretaciones. No me gustan los prólogos, ni las contratapas ni cualquier cosa que condicione ese diálogo que propone el libro como dispositivo. Confío en ese momento que nadie ve.

¿Cuál es tu relación con el surrealismo? Tus poemas tienen un vínculo que insinúa un surrealismo funcional, casi que lo usás para develar otra faceta tuya.

Coincido con el diagnóstico de las premisas surrealistas respecto de la sociedad que habitamos. Porque parece que quedaron viejas o que son clásicas, y siguen siendo aún hoy día una especie de vanguardia, permanente. El surrealismo propone ciertos procedimientos para acceder al poema atrapado en nosotros, una línea directa al espíritu, al verdadero poema, al más crudo e indisimulable poema, obviando un poco los límites invisibles de la propia dinámica social que incide en lo personal.
En mi caso el surrealismo le dio sentido al hecho de escribir, un sentido político. Trae un desapego de la obra, hay un desplazamiento del ego del artista. Y eso genera libros más profundos y reales y menos caretas, más verdaderos.
Se acomoda a una concepción democratizadora de la creación y no tan elitista: cualquiera puede escribir, lxs surrealistxs dicen que la poesía debe ser hecha por todxs. Coordino laboratorios, clínicas y talleres surrealistas bajo estas líneas, y lo he visto, con mis propios ojos, he visto personas escribir los poemas de sus vidas, poemas increíbles, a veces sin acordarse siquiera que lo acaban de hacer, he visto encontrar el poema que se buscaba en poemas viejos rotos y mezclados y reordenados. El surrealismo no es solamente una estética, propone un sistema operativo.

¿Alguna vez sentiste que la escritura resultó un método de supervivencia?

Escribir ha sido la forma de sobrevivir y resolver la vida, ha sido la única constante. Una forma de ir asentando los movimientos, hoy en perspectiva puedo verlo. Me ha ayudado a ordenar las prioridades. Porque el proceso de escribir, independiente del resultado, siempre implica una purga y una conexión real. Escribir es un mecanismo que es muchos mecanismos. La explosión última y litoral que inauguró Antes el río me hizo sobrevivir a la pandemia y conectar con el origen y la entrerrianía como no sé si de otra forma hubiese pasado.

Los últimos años, entre la sequía, la bajada del río y el ecocidio en los humedales, vienen siendo muy complejos para el litoral argentino. La pandemia, además, fue una experiencia cruda que se vivió en simultáneo. ¿Te parece que nuestra relación con el ecosistema se fue resignificando? ¿Estamos pensando al Litoral de otra manera ahora que dejamos de darlo por seguro. 

La pandemia trajo, además de otras cosas, quietud, introspección, y la quietud, conexión con el entorno. Hubo un boom artístico en general, aunque también literario y poético, bien litoral, vinculado con el río y el cuidado del agua, con la destrucción de los humedales y las quemas. Se vinculan con la posible perdida, claro, con el colapso, que está a la vuelta de la esquina. Aparece el territorio no ya como paisaje sino como lugar que habitamos, donde estamos, de donde somos, como parte integrada. Hay un movimiento social inconsciente que refleja ese cambio de paradigma y se vuelve visible en el arte, que es un termómetro de las cosas.

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