Quiz Raptiliano #28: Alfredo Rosso

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Alfredo Rosso es periodista, presentador y ocasional docente. Fue parte fundamental de la mítica revista Expreso Imaginario desde sus comienzos en 1976.
Fue redactor de publicaciones como Mordisco, Cerdos y Peces, Rock & Pop, Los Inrockuptibles, Esculpiendo Milagros, Mix, Rolling Stone y los suplementos musicales y para jóvenes Si (del Clarín), Rock (del La Nación), No y Radar (Página/12)
Además fue director asociado de la revista La Mano.
En la década del 80 llevó adelanta la disquería Tabú, más tarde reconvertida en Fénix.
Fue curador musical en compañías discográficas como Music Hall y BMG.

La casa del Rock Naciente y La Trama Celeste son los programas radiales que están asociados a su nombre desde hace más de una década. Nacional Rock, Radio Rivadavia, Del Plata y AM 750 fueron algunas de las emisoras que también se cuentan en su recorrido.
Además colaboró con la BBC, Much Music y Warner Bros en diversos proyectos.
En la actualidad prepara dos libros que serán publicados en 2021.

 


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Después del primer ojo valiente que se abre y cuando se despejan las sombras que pueden haber dejado las cavilaciones de madrugada y esos sueños inquietantes que uno no recuerda, ducha y café y desayuno mediante, mi humor se estabiliza y la mañana, en general, se transforma en un período productivo.  Y si los jugos creativos no surgen, un buen paseo en bicicleta ayuda a estimular las neuronas y los músculos.  En época de pandemia, ese paseo tiene fines más definidos, como compras para la casa, etc.

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

Siempre digo que no he tenido héroes ni ídolos porque el concepto mismo de la veneración a alguien o algo me produce rechazo, pero lo que puedo afirmar es que admiro a las personas, generalmente del campo de la música, la literatura o el arte, en general, que se han planteado las mismas preguntas existenciales que uno, pero quizás un rato antes o de una forma diferente, y también a quienes han manifestado una gran sensibilidad a lo largo de sus carreras.  En ese sentido, la lista de referencias es amplia.  En  la música abarca a John Lennon, Javier Martínez, Joni Mitchell, Caetano Veloso, Charly, Spinetta, Saul Bellow, Mariana Enriquez, Quino, El Bosco, James Joyce, Carlos Alonso, Litto Nebbia, Moris, en fin… La lista es larga…

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a lo tuyo?

El haber conocido el periodismo musical del semanario inglés New Musical Express en su época de oro, cuando escribían Charles Shaar Murray, Ian McDonald, Nick Kent, etc.  El haber escuchado programas de radio pioneros de “radio de autor” en Argentina como “El show del minuto”, de Hugo Guerrero Martinheitz, o programas musicales como “Modart en la Noche” y “El Tren Fantasma”.  Y debería incluir un par de revistas de aquí, como Pinap, Mordisco, Pelo…

¿Cómo fue la peor cita de tu vida?

Una cita romántica de la que me arrepentí  a tiempo.  Y escapé, cobardemente…

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Fui profesor de inglés en un instituto privado. Y sí, la experiencia fue positiva: me ayudó a ser tolerante y más empático con la gente.  Y me afirmó en lo que podría llamar mi vocación paralela, que es transmitir contenidos que me resultan valiosos. No creo tanto en el concepto de “enseñar” a la manera antigua: un personaje omnisciente que “da” un conocimiento como si te lo bajase desde un púlpito: más bien creo en compartir conocimientos y despertar la curiosidad, el interés.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

En lo general, lo que a la mayoría de la gente: encauzar un país como Argentina, que no parece encontrar el rumbo ni conseguir un consenso básico entre sus habitantes acerca de sus objetivos y propósitos en el contexto mundial.  En lo particular, quisiera mantener la curiosidad, la lucidez y un razonable estado de salud físico/mental para la parte de vida que me quede, que espero que sea bastante, porque me interesa vivir.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Utilizo bastante las redes sociales, en especial las usinas de búsqueda de contenidos (Google, Wikipedia, etc.) Mantengo un espíritu crítico acerca de ellas, porque sé que no son infalibles. Pero gracias a Internet, a Facebook, etc., me pude poner en contacto con personas y contenidos valiosos para mi profesión y también para satisfacer mi curiosidad acerca de todo.  Lo que a veces me abruma de las redes sociales son el hecho de que sean un vehículo para los llamados “trolls”, es decir, personas que atacan a sus semejantes sin motivo, ni criterio. El fomentar la intolerancia o las “fake news” es una de las partes oscuras de las redes sociales.  Pero en general, me parece que la tecnología que nos dio las redes sociales es valiosa. Lo que hacemos con ellas depende de los humanos.

¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?

Es curioso, pero a veces me he sentido “culpable”, por el hecho de que me guste salir a comer afuera solo, acompañado por una buena lectura.  Eso no quiere decir que no disfrute de una buena cena con amigos y amigas; pero me he dado cuenta que en ciertos círculos suena raro eso de que alguien decida comer solo en un rincón de un restaurante, acompañado por un libro para disfrutar entre plato y plato.

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Ese sería otro de mis placeres “culposos”, porque siempre siento que tengo que hacer algo que he postergado: la votación de un certamen musical en el que soy jurado, desgrabaciones de reportajes para un libro que nunca se termina, ordenar mis CDs y libros, en fin.  El ocio para mí significa pedalear con mi bicicleta sin un rumbo fijo y leer una revista de música o un capítulo de una novela en un bar nuevo en algún barrio desconocido. Más de una vez he subido la bici al furgón del Mitre para ir a merendar a un café de Florida (el barrio) y es un pequeño placer que llena mi vida.

-El imaginario alrededor de Alfredo Rosso es de un periodista especializado en música; uno de los referentes indiscutibles del periodismo de cultura rock en la Argentina y en Sudamérica. Sin embargo, tu trabajo siempre fue más allá de lo estrictamente musical, supiste extenderte hacia el cine, la literatura, la poesía y más. Creo que la radio fue el espacio donde más pudiste congeniar todas esas pasiones.
Haciendo perspectiva sobre el camino recorrido: ¿te parece que está bien ese porcentaje protagónico de música por sobre cine y literatura?

Cuando me meto en las maratones del Bafici durante diez días, corriendo de un cine a otro para ver determinada película; cuando recorro de punta a punta una librería, que puede ser El Ateneo de Buenos Aires o Foyles de Londres, indistintamente o cuando me quedo embelesado viendo una exposición de un artista, pienso que mi vida podría haberse centrado en ser comunicador (nunca me gustó la palabra “crítico”) de cualquiera de esas ramas del arte o la literatura.  Pero la música les ganó de mano, y lo interesante de la cultura rock en la cual me metí de lleno, es que no solo abarca muchos estilos y géneros musicales en su constante mestizaje, sino que siempre se llevó bien con la literatura, el cine, el teatro, las bellas artes.  Yo me metí por primera vez en todo esto en los años ’60, cuando la llamada Contracultura joven englobaba todas estas disciplinas en una visión alternativa de la vida y de la sociedad. Al menos esa era la intención.  Luego, por supuesto, hubo cambios, distorsiones, etc., pero creo que la semilla de esa Contracultura permanece en el tiempo y quién nos dice que quizás resurja con nueva intensidad, de maneras que hoy no podemos concebir.  En parte esa esperanza es la que me impulsa a querer vivir, no solo para alentarla sino para participar en lo que pueda.

-Siguiendo con tu camino por fuera de la música, quisiera detenerme en que entrevistaste a gigantes de la ciencia ficción como Ray Bradbury e Isaac Asimov.
¿Cómo surgieron esas oportunidades? ¿Cómo fueron esos encuentros telefónicos con semejantes figuras inmortales?

El mérito de haber orquestado esas entrevistas, así como también buena parte del cuestionario de las mismas hay que adjudicárselo a Juan Carlos Insúa, por entonces (1983) productor del programa “Entre Nosotros”, que conducía Graciela Mancuso por la FM de Radio Rivadavia y del cual yo era musicalizador y también colaboraba como intérprete inglés-castellano, en el caso de que se produjeran, como en este caso, entrevistas internacionales.  Pero desde ya que disfruté mucho de ambas entrevistas y recuerdo que una de las preguntas a Ray Bradbury fue si él imaginaba al futuro como lo pintaba “Bladerunner”, film estrenado en aquellos días. Y él respondió que “no, en absoluto…”

 -Fuiste parte fundamental de revistas culturales que hicieron escuela en la República Argentina. Más tarde, publicaste en revistas como La Mano, que redefinieron el estándar de revistas de cultura rock.
¿Cuál es tu relación con las revistas del presente?

En este momento no tengo una gran actividad en el periodismo escrito, aunque estoy trabajando en una recopilación de mis artículos (y los de Pipo Lernoud y Claudio Kleiman) que escribí para Expreso Imaginario.  Quizás llegue a escribir algo para Radar, el suplemento cultural dominical de Página 12, que me merece el mayor respeto.  Lo único regular que estoy haciendo en gráfica es una página en revista Billboard mensual, dedicada a álbumes que cumplen 50 años. La sección se llama “Bodas de Oro”.   Pero si surgiera un plan de una revista digital y/o gráfica, con las características de Expreso Imaginario o La Mano, sería el primero en adherir y postularme como redactor.  De las que existen ahora, que no son muchas, leo la Rolling Stone, que me parece que ha tenido una especie de “renacimiento cultural” con la dirección de Daniel Flores.

-El paradigma actual de la industria musical estableció presentar novedades constantes: simples, videos, EP, discos, remixes, etc. Se trata de un ritmo que obliga a estar siempre presentando novedades para mantenerse en el candelero sin quedarse relegado en la catarata de información cotidiana.
¿Cómo te llevás con ese flujo constante de información?

Es excitante, en cierta manera. Y me recuerda un poco a los días de los ’60, en los que los grupos debían editar al menos dos, tres o más singles por año para mantenerse vigente. Recordar a Los Beatles, sin ir más lejos…   Es posible que la ausencia, en la mayoría de los casos, de un equivalente en formato físico, le dé a uno la sensación de que todo lo que pasa es efímero. Pero al menos yo trato de conservar un archivo digital propio para tener la música a mano y poder poner el perspectiva lo que se va editando, porque la sensación de “arte evanescente” me da un poco de temor.  Si los humanos duramos poco tiempo sobre la Tierra, es reconfortante pensar que al menos nuestra contribución al arte colectivo y a la memoria de la raza humana, permanezcan.  Gracias a quienes se preocuparon en preservar el arte, la literatura, etc., de nuestros antepasados es que tenemos una historia detrás que nos apuntala y nos da un sentido de pertenencia a algo que es más grande que nosotros pero que también nos incluye…

-En los últimos años las programaciones en las radios porteñas sufrieron de una inestabilidad considerable. Lo que antes tomaba algunas temporadas en construirse ahora debe probarse en unos pocos meses o viene el hachazo. ¿Por qué pasó eso? ¿Cómo fue seguir trabajando entre tanto movimiento convulsionado?

Creo que las radios tradicionales no pueden escaparle al esquema tradicional de la necesidad de éxito mensurable en el menor tiempo posible. Otro tanto ocurrió con las grabadoras tradicionales, y con la televisión, obviamente.  Yo he tenido la fortuna –hasta ahora, porque nada es definitivo, desde ya- de haber creado programas o ciclos que lograron establecer cierto arraigo en el público, como “La Casa del Rock Naciente” o “La Trama Celeste” y permanecer en el aire. Pero, insisto, nada de lo hecho, ningún “pergamino” obtenido, te garantiza una nueva temporada en el aire. Quizás la solución para conseguir una cierta estabilidad en el campo de la radio, pase por el mismo lugar por donde transita hoy día la música independiente: la autogestión.   Ignoro la logística de montar una radio desde cero, aunque sea de corto alcance, pero si los costos son accesibles, representa un interesante desafío para poder decir lo que uno quiere, pasar la música que uno quiere y, en fin , desarrollar un medio con personalidad propia.  Sobre todo en estos momentos en que hay varias plataformas ciberespaciales y diversas maneras de llegar a un público potencial. Cómo convencer a ese público potencia de que te escuche, bueno, eso ya depende de los contenidos y del poder de atracción de los/las protagonistas.

– Con los cambios culturales y generacionales, la cultura de rock, que por tantos años dominó gran parte de la argentina, fue quedando a un lado. Eso también repercutió en los medios (revistas, radios, canales, más) ¿es posible para la radio de rock reinventarse en este contexto? O ese tipo de códigos, feedback y cultura ha quedado atrás?

Primero me parece necesario decir que el rock, como cultura, sigue gozando de buena salud, tanto en el contexto nacional como internacional. No dejan de surgir bandas y solistas que –más allá de estilos y sub-géneros- tienen algo sustancioso que decir en letra y música.  Esto puede no resultar tan obvio si uno se fija en el “mainstream”, que está dominado por otro tipo de sonidos, pero –después de todo- salvo una franja de tiempo determinada, que podemos ubicar en los años ’80 y ’90- el rock, al menos en la Argentina, nunca fue prioridad del “mainstream”. No estuvo mucho en la TV y salvo Rock & Pop y alguna que otra emisora, tampoco fue prioridad de las radios.
En cuanto a la supervivencia de la cultura rock y sus códigos en la radio de la ya tercera década del siglo XXI, creo que todo dependerá del interés y la dedicación de las nuevas generaciones a seguir adelante con una, digamos, versión actual de esos ideales y aspectos culturales que el rock le transmitió a la sociedad como agente de transformación social.   Soy conciente, sin embargo, que hoy día, más que nunca, el rock como cultura es un híbrido que engloba muchos otros géneros musicales que también son vehículos de potenciales contenidos sociales transformadores y urticantes.  Pero, al fin y al cabo, siempre fue así. Después de todo, el rock es un gran virus cultural mutante.

 

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