BEBEL GILBERTO: “NUNCA ME PROPUSE SER EXPERIMENTAL, SIMPLEMENTE ESTABA HACIENDO MÚSICA EN LIBERTAD”.

Como hija de la leyenda de la bossa nova João Gilberto, y también del ícono de la música popular Miúcha, el arte de Bebel está profundamente arraigado en una herencia que tiene tanto de familiar como de universal. A través de las décadas, la cantante se ha labrado un camino propio, fusionando ritmos tradicionales brasileños con influencias globales y elementos de vanguardia. Su nuevo disco se titula João y está integrado por  once canciones donde celebra el legado de su padre desde una perspectiva personal.
Entrevista exclusiva desde Brasil.

 

“¡Estoy disfrutando a pleno!” dice Bebel Gilberto con una sonrisa enorme. Está feliz y quiere compartirlo. Hace una semana que está de regreso en Río de Janeiro, mientras cumple con compromisos laborales para todo el mundo. Cuando se le pregunta dónde anda precisamente, no responde de forma verbal, optando por ponerse de pie y apuntar su teléfono móvil un ventanal horizontal que ofrece una panorámica privilegiada de la playa de Copacabana. Según dice, cuando acabe con la entrevista, la última pautada para esta jornada de prensa, va a bajar a la playa. “Para nosotros, nativos de Río, siempre es fundamental que el viento acompañe. Hoy está espectacular”. 
Bebel no piensa bajar sola: está acompañada por su perra Ella. Juntas planean disfrutar de una jornada que todavía promete mucho sol. Pero antes, como corresponde, hablemos del disco.
“Siempre quise ser sincera con mi arte. Estoy transformando en algo propio una forma de conectar con mi padre”, explica a propósito del lanzamiento de João, que llegó hace tres semanas desde el sello británico PIAS. João es un homenaje a su padre João Gilberto, uno de los fundadores de la bossa nova, quien falleció en 2019. Bebel recupera su herencia de la manera más completa posible con los éxitos y rarezas de su padre, conservando el trazado electrónico de los mejores trabajos de su carrera. “Es una carta de amor a mi padre. Siempre fue extraña la sensación de versionar la música de mi papá. Ahora es el momento de presentar al público las canciones de João Gilberto que me han influido desde que nací, e incluso antes”.
El disco dista de ser un mero tributo, también evitando convertirse en celebración onanista o una exploración antropológica del bossa. La relevancia de este trabajo llega porque hay una sensación de intimidad con las canciones. Bebel conoce cada recoveco de estas composiciones puesto que estaba junto a su padre mientras cada composición tomaba forma. Padre e hija probaban las canciones en desarrollo. Esa cercanía trasciende y engancha. La producción musical tiene el buen tino de no mostrarse invasiva: respeta la magia de las canciones; resalta la elegancia vocal de Bebel; ejerce sofisticación sin pretender ser vanguardia.
João se trata de un álbum producido por Thomas Bartlett y mezclado por Patrick Dillett, que presenta la voz exuberante e hipnótica característica de Bebel, así como con los arreglos de guitarra de Guilherme Monteiro. La selección de canciones incluye algunos tracks inesperados, como el Vals «Valsa», una de las composiciones más raras escritas por João Gilberto, que fue creada para su hija, así como también contará con sus grandes clásicos, como «Ela é Carioca» o «Desafinado». 

Con 57 años, Bebel planifica los meses que están por venir, manejando la agenda propia de un lanzamiento internacional. Cumpliendo con cada compromiso, mantiene su energía en lo importante, disfrutando cada día, saboreando los momentos. Grabar; producir; comunicar; tocar. Entre tanto, cada jornada ofrece un disfrute. Hoy, como ya aclaró, será un rato de playa y otra de caminata, al igual que otras tardes. Encontrar un balance entre la música y el silencio es la meta. Lo aprendió de su familia, aunque el tono adecuado lo encontró por sí misma, como artista solista.
Bebel es hija del cocreador de bossa nova João Gilberto y de la prolífica cantante Miúcha (Heloísa Maria Buarque de Hollanda). Su tío es Chico Buarque. 
Bebel Gilberto nació en 1966 en la ciudad de Nueva York, donde vivían en ese momento sus demandados madre y padre. La pareja musical procedió a criarla allí, entre viajes y estadías en Brasil. Bebel aprendió a cantar con Miúcha, y desde niña ya participaba en musicales profesionales. A los siete años, hizo su debut discográfico en un álbum en solitario de su madre. Dos años más tarde, actuó con su madre y Stan Getz en el Carnegie Hall. En 1983, con 17 años, Bebel compartió un disco con el cantante Pedrinho Rodrigues, Um Certo Geraldo Pereira.
Su debut discográfico en solitario llegó en 1986 con el EP Bebel Gilberto. Sus canciones fueron escritas en colaboración con varios artistas brasileños de pop y rock, incluidos Cazuza y Dé.
En 1991, Gilberto regresó a Nueva York y comenzó a actuar en clubes de jazz, en espacios culturales como Lincoln Center y a trabajar con David Byrne y Arto Lindsay, entre otros artistas de renombre en la vanguardia. Por aquellos años, además, comenzó a participar en producciones dirigidas al mercado de la música dance con un estilo brasileño de bossa nova, e incluso coescribió el éxito mundial «Technova» con el DJ y productor Towa Tei. Bebel también apareció en sencillos de Thievery Corporation como «Só Com Você» y junto al dúo Arling & Cameron, para «Sem Contenção».
Hacia finales de la década, Bebel se trasladó a Inglaterra, iniciando otra etapa fructífera en la escena londinense, otra vez conectando con talentos interesados en sonoridades mixturadas entre vanguardia y raíces. 
El álbum Tanto Tempo llegó en 2000 logrando gran desempeño en las listas de World Music, obteniendo dos nominaciones al Grammy Latino como Mejor Artista Nuevo y Mejor Álbum de Música Popular Brasileira.
En 2009, firmó con el sello Verve para All in One. Grabado en Nueva York, Jamaica y Brasil, sus productores incluyeron a Mark Ronson, John King, Carlinhos Brown y Mario Caldato, Jr. En el célebre Tudo de 2014, trabajó con el arreglista de cuerdas Miguel Atwood-Ferguson, el cantante Seu Jorge y el productor Kassin. En 2019, Bebel y el productor y compositor Thomas Bartlett grabaron Agora
En 2023, Bebel se prepara para iniciar otro ciclo vital en su carrera, mirando hacia el futuro. João tiene algo de cierre. Lo que viene puede ser libertad. Bebel necesitaba conectar con su padre, también para dejarle saber que su opinión sigue siendo importante, pero no ya la amedrenta.
La curaduría de canciones para João llegó desde la inspiración de su infancia. Bebel se decantó por aquellas que supieron en su hogar desde bien temprano en su vida, esas mismas que cantó junto a su padre mientras componía. Entre recuerdos de entrecasa, con mamá y papá probando, a piano y voz, Bebel fue escogiendo la lista definitiva. 
“Se trata de las canciones que siempre me inspiraron”, comparte vía Zoom. “No se trata de las elecciones más fáciles. Ni los clásicos, ni tampoco los éxitos comerciales que serían los más obvios: indagué en mis favoritas. Obviamente que hay canciones que son favoritas universales, pero las mías son éstas. No sé…me costó armar la lista, pero cuando la cerré, me mantuve firme. Traté de alejarme de aquellos temas que pueden considerarse los sospechosos de siempre, pero resultó inevitable en algunos casos”.
Desde afuera, jugando la estrategia de marketing más fácil, se puede afirmar que João es un álbum imprescindible para los admiradores de una de las mayores dinastías musicales de la música brasileña. El esfuerzo, no obstante, merece una atención de mayor sutileza: hay una dedicada orfebrería que eleva las canciones hacia una personal calidez que corre el eje, presentando otra posibilidad para el legado del fallecido Gilberto. Gracias al canto conocedor de Bebel, junto a los arreglos inteligentes, el flujo de disfrute se mantiene de principio a fin. 

-Las canciones que integran el disco son parte de un legado cultural universal que pertenece a los melómanos de todo el mundo. Al mismo tiempo, hablamos de composiciones que te acompañan desde la más tierna edad, puesto que estuviste en las instancias formativas de muchas canciones, cuando tu papá las escribía. Debe haber sido una sensación compleja estar atravesada por esas certezas. ¿Durante el proceso de trabajo del disco pensaste en ese legado cultural que dejó tu papá para el mundo?  

Creo que sí pensé en el resto del mundo. Entiendo lo que decís sobre ese legado universal. Es cierto que hay una pertenencia con las canciones. Eso viene desde hace décadas. Pasa en Brasil y en todo el mundo. Cuando pensé en esa universalidad, digamos, lo hice esperando que el mundo pudiera entender cómo quería celebrar yo a mi papá. Que no haya elegido las canciones más populares no significa que haya pensado en la gente. Creo que evité el camino comercial. Opté por un sentimiento bien personal. Años atrás, cuando mi padre vivía, se me presentó la oportunidad de grabar esas canciones exitosas, algo que pudo haber sido muy lucrativo, pero decidí no hacerlo. Primero porque me parecía comercial, sin asidero artístico real. Por otro lado, tenía mucho miedo a la opinión de mi padre. Ahora, quiero compartir ese legado a mi forma. El disco se trata de eso. El hecho de compartir una mirada personal sobre la obra de mi padre con el resto del mundo es algo muy sincero. Creo que siempre traté de esa forma mi carrera: con sinceridad, sin cálculos. Sin dudas, de haber elegido otras formas, optar por caminos más obvios, mi carrera estaría en otro estatus de fama. Siempre quise elegir los pasos más difíciles. No intento sostener un discurso de preferencia por los desafíos, ojo. En realidad, me interesé por aquello que era diferente, lejos de lo obvio. Ahora siento lo mismo, al elegir este repertorio. 

-A propósito de lo universal de estas canciones, creo que «É Preciso Perdoar» tiene una belleza que trasciende tiempo, espacio y toda distancia cultural. La aproximación que hiciste tiene un rastro bien propio, un aura de sutil electrónica.

Hay un efecto electrónico que hizo Thomas (Bartlett). Es realmente hermoso y creo que captura el mantra que tiene la canción. Volver a grabar un clásico así fue un acto de valentía, tuve que aceptar el desafío. Tiene un esmerado trabajo de percusión, con varios bateristas tocando en él. Uno de ellos es mi sobrino Chico Brown, hijo de Carlinhos Brown. Hizo un trabajo y una programación increíbles. También me encanta la guitarra de Guilherme Monteiro, quien está de gira conmigo. Hizo un trabajo increíble, investigando los cambios de acordes de mi padre, analizando la forma en que tocaba él.

-Quienes desarrollamos nuestro mapeo musical durante los noventa asociamos tu nombre con una música que manejaba elementos de world music, experimentación, guiños de la pista de baile underground y una curiosidad cosmopolita. ¿Alguna vez te consideraste una música experimental?  

Creo que sí. Sobre todo, porque siempre me involucré en el sonido de mi música. Me interesa estar bien cerca de la producción, aprendiendo, opinando, metiendo mano. Nunca fui simplemente una canción. Si bien no sé manejar con maestría ningún instrumento, entiendo cómo tocar, sé lo que quiero expresar, comprendo lo que quiero escuchar. Me involucro en cada instancia. De esa forma, no te queda otra que entregarte a la experimentación. Desde ahí todo cambia, tomando caminos imprevistos, a veces. Eso es bienvenido, siempre. Mi padre también fue un gran experimentador. Eso también es algo que me viene a la mente ahora, hablando con vos. Lo tengo presente a eso. Siempre me supe rodear de productores y músicos que me permitieran sacar adelante esa faceta experimental. Colaborar con figuras como David (Byrne) significa trata de jugar y descubrir. No hay parámetros establecidos. Es algo cercano a la libertad del descubrir. Mirando atrás, además, considero que nunca pensamos en que estábamos haciendo música experimental, no había una consciencia precisa. Sencillamente estábamos haciendo música.

-Hablando de tus asociaciones artísticas, siempre supiste desarrollar proyectos trabajando de forma colectiva con artistas capitales culturales como Nueva York y Londres. ¿Te parece que el esfuerzo colectivo es clave en tu carrera?

Absolutamente. Usualmente estoy bien acompañada. Encontrar un equipo es fundamental. Pero también tuve aprendizajes importantes. Cuando trabajás con productores importantes… ¿cómo decirlo sin que suene fuerte?… digamos que pueden llegar a ser territoriales. Entonces, no quieren lidiar con las opiniones de los artistas porque consideran que interfieren en la producción. Creo que fui muy afortunada en haber trabajado con productores varones que… (se interrumpe) mirá, acabo de darme cuenta que… ¡nunca trabajé con productoras mujeres! ¡Qué mundo machista! Pero, volviendo al tema, siempre trabajé rodeada de tipos, pero siempre me respetaron. Eso siempre fue muy importante.  Creo que es importante entender bien cuáles son nuestros roles. Eso está por encima de todo lo demás. O debería ser así. Además, es fundamental separar la música de la vida personal cuando estás trabajando. Eso genera respeto.  

– ¿Podrías elegir entre el trabajo en estudio y las presentaciones en vivo?  

Amo todo. Estar en el estudio es un proceso hermoso porque te permitís cantar, experimentar, sorprenderte, volver a inspirarte aun cuando las cosas no estén funcionando del todo. Además, seamos sinceros, en el estudio uno no siempre está con el ánimo ideal. En el estudio podés estar mal vestida, con cara larga, sin maquillaje, de mal humor, hasta de resaca, no importa. Aun así, podés lograr algo. Es importante saber que, en la actualidad, no podés obligarte a trabajar cuando no estás en el ánimo correcto. Grabar algo en un estado malo no funciona. No sirve. Eso es parte del aprendizaje. El estudio es una experiencia que sigue encendida para mí. Cuando tenés presentaciones, es otra cosa: hay un lugar, una fecha, una hora precisa para arrancar. Ahí, no importa nada, tenés que salir. Entonces, con la experiencia, el oficio te va convirtiendo en algo así como una actriz.  En el estudio es un esfuerzo diferente. Cuando no lo siento correcto puedo enfocarme en otra cosa. Por eso hay muchos artistas que no se sienten cómodos en el escenario, se sienten más plenos en el estudio, desarrollando fuera de la exposición. En lo personal, disfruto de ambas partes. También soy una actriz que ama el escenario. Es todo parte de ser cantante y yo amo serlo.  

 – ¿Cómo fue el regreso a las presentaciones en vivo luego del periodo pandémico? Si bien hace años que vivís entre Río y Nueva York, el regreso de la actividad encontró restricciones en ambas ciudades. ¿Qué sentiste al volver? 

Fue interesante ese regreso. La primera presentación que hice fue justo en Brasil, donde experimenté la pandemia. Era un tributo a Cazuza, un artista amigo a quien admiro mucho. Fue una celebración por sus sesenta años de carrera. Fue al aire libre, estaba lloviendo. No fue un show propio, sino una participación. Fue algo mágico, debo decirlo. Muchas emociones dando vuelta. Después hice dos shows personales. Debo agradecerle a Dios o quien sea que esté a cargo de todo. El primer show propio post pandemia fue en el Cristo. Nunca había tocado ahí, ¿podés creer? En Brasil la pandemia golpeó fuerte. Es una tristeza enorme lo que sucedió por acá. En Nueva York, como en el resto de Estados Unidos, la situación fue compleja. El regreso fue pausado. En lo personal, sería ingrato quejarme ya que atravesé la situación con cierta calma. Sin embargo, fueron tiempos desesperantes para miles de trabajadores de la música.

-Me intriga tu relación con ambas ciudades. A esta altura de tu vida, habiendo atravesado experiencias transformadoras tanto en Nueva York como en Río o Londres, imagino que tu GPS afectivo tiene paradas repartidas por varios países. ¿Cuál dirías que es tu hogar?  

Nueva York. Pasaron 28 años desde que me mudé allá. Cuidado, no quisiera ser ingrata con Brasil, especialmente porque fue mi primer hogar. Nunca tuve un hogar al que llamar propio, digamos. Brasil es eso. Esa sensación de vivir por el mundo es maravillosa, pero la realidad es que siempre estás pagando alquiler. No es ninguna sorpresa, es una problemática contemporánea. Nueva York es mi hogar, pero Río es mi propio hogar, mi casa familiar. Cuando mis padres murieron sentí que tenía este hogar propio. Es nuestro lugar. No te rías, pero siento una conexión con mi cocina. La amo. (Gira para abrir abrazar simbólicamente a la cocina). Amo Río. De todas formas, es diferente la sensación. Aquí la gente me reconoce más. Amo la idea de ser neoyorquina porque allá me encontré yo misma siendo joven. Allí me desarrollé siendo una persona más propia, lejos de pertenecer a una familia de artistas. Me fui para ser yo. Es diferente la sensación en cada lugar. Acá me conocen, me muestran su afecto. Vos bien sabés que nuestro país está saliendo de años muy duros con un presidente loco que tuvimos. Fue un periodo muy áspero. Son tiempos difíciles y hay que mantener la calma. Lo siento, no quiero ponerme seria. En lo personal, no puedo quejarme. Fue un periodo muy duro que no se terminó porque hay consecuencias. Brasil sigue siendo un lugar maravilloso. Mis sensaciones son heterogéneas como mis vivencias. Soy consciente de que soy una persona afortunada. 

-Habiendo nacido en el seno de una familia tan sensible como talentosa, estuviste aprendiendo desde la cuna. ¿Alguna vez se termina de aprender en la música o se trata de un oficio de aprendizaje constante?  

Siempre estoy aprendiendo, obviamente. Siempre, siempre, siempre. Habiendo experimentado tanto estoy dispuesta a más. Los errores te enseñan tanto como los logros. A veces, te sentís segura, como que estás canchera, pero algo te golpea, algo nuevo. Agradezco eso. Es la vida misma. Hay que mantenerse humilde. La música, como la vida, es un camino de aprendizaje. Nadie sabe todo. Después te morís y aprendés como es estar muerta. Siempre estás aprendiendo.  

 

Por Lucas Canalda
Fotos por Helga Ancona & prensa PIAS

 

 

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