Tras una exitosa primera edición en 2022, entre Capital Federal, Rosario y Córdoba, Espacio Moebius concretó la nueva experiencia en noviembre de 2023, en la ciudad de Mar del Plata.
Tren Moebia MDQ fue integrado por pasajeros-dibujantes como María Luque, Panchopepe, Jazmín Varela, Juan Manuel Puerto, Pato Iacovino, Bruno Mc Mint, Fede Di Pila, Júlia Barata y China Ocho, junto a la escritora Inés Kreplak, el fotógrafo Renzo Leonard y el periodista Lucas Canalda. Lucía Álvarez, Juan Ángel Szama, Ale Díaz B. y Martín Ramón conformaron el equipo de producción y registro de Espacio Moebius, gestor de la iniciativa.
La segunda edición de la experiencia pudo realizarse gracias al Programa FUTURA, herramientas para una cultura en movimiento, organizado por el Centro Cultural Buenos Aires España, con el apoyo de la Fundación Williams.
A continuación, un diario de viaje de una experiencia única en el circuito cultural argentino.
En una contemporaneidad regida por la velocidad, encontrarse es un accidente feliz. Los vínculos nos sostienen entre el vértigo de los sucesos impredecibles.
El encuentro, entonces, se siente como una trinchera de resistencia afectiva que tanto contiene como estimula. Esa trinchera debe entenderse como una frontera; como un límite hacia afuera: a partir de aquí se construye; desde acá se imagina; aquí se aprende.
Somos porque aprendemos. Somos porque resistimos. Hoy más que nunca.
Tren Moebia se perfila como una experiencia única en las arterias artísticas-culturales de Argentina: aprender mediante el acto del encuentro; vincularse haciendo lo que unx ama; proyectar el futuro desde la complicidad de la admiración.
De nuevo: los tiempos corren rápido. Hay mucho de este diario de viaje que ya no existe como tal. El Festival Internacional de Cine de Mar del Plata se encuentra en una nebulosa. Las compañías estatales ferroviarias abren un retiro voluntario y el futuro de Trenes Argentinos es incierto. Una funcionaria fue removida de su cargo.
Algunas cosas se rompieron. Otras se perdieron. Sin embargo, no nos estamos yendo a ninguna parte. Seguimos acá, al igual que los recuerdos y aprendizajes.
Meses después de la experiencia, Tren Moebia todavía se multiplica para contarse en intercambios, ferias, muestras, talleres y clínicas improvisadas en latitudes varias, excediendo al núcleo original.
Los mejores viajes son aquellos que encuentran gente.
El viaje parte temprano desde Plaza Constitución. Antes de tomar sus respectivas ubicaciones, el grupo hace entrega de un tesoro: libros, fanzines, historietas y poemarios son donados para la biblioteca a bordo de Trenes Argentinos. A partir de ese momento, la producción de varios integrantes del Tren Moebia (TM) queda disponible para ser leída por lxs pasajerxs.
Tras acomodar el equipaje, algunos corazones manija empiezan a dibujar. Todavía falta un rato para que el vagón comedor esté habilitado, así que la jam improvisada se larga desde los asientos. Hay un aplauso generalizado cuando se inicia el movimiento. Mar del Plata está a un puñado de horas.
En el contingente 2024 muchxs se conocen, otrxs no. Lo más apropiado es afirmar que se conocen mediante su obra. De leerse; de haber pasado por alguna muestra; de tener colegas en común; de algún concurso años atrás; de haber descubierto sus notas por la primera edición de TM. Este último aspecto funciona particularmente para quienes vienen del interior.
Mirar alrededor del grupo, ya integrándose, avanzando hacia una dinámica propia que está por revelarse, tiene un resultado llamativo: cada persona aquí presente transita un estadio diferente de su vida y tiene perspectivas y prioridades profesional muy diferentes entre sí. Hay quienes publicaron de manera tupida. Otrxs están arraigados en la docencia. Varixs lograron hacerse fuerte en el ámbito del diseño gráfico. Las redes sociales son una obligación molesta para unx, mientras que para el resto significan la visibilidad absoluta y punto de partida obligado.
El contingente Tren Moebia MDQ es diverso e inquieto. Irresistiblemente imperfecto. Se trata de una junta dispar que se hace fuerte desde las diferencias.
Armar un grupo de desconocidos para viajar durante cuatro días, es apostar a una química que recién puede probarse cierta kilómetros adentro. Se trata de una práctica arriesgada que esquiva al amiguismo típico del circuito artístico-cultural para fomentar, básicamente, en vínculos humanos. Es un salto sin red. No demasiado peligroso, pero salto, sin lugar a duda. Podría resentirse los egos; podrían invadirse sensibilidades. Sin embargo, nada de eso existe. Hay una prioridad absoluta: dejarse llevar.
Dibujar en TM es estar presente, ver con paciencia aquello tan inesperado como efímero, responder al espacio que rodea y cambia de manera dinámica, así como también al espacio dentro de cada artista. Ante lo cambiante de cada postal solo queda dejar ir el control para seguir el movimiento reinante, sostenido por el resto de los viajerxs dibujantes.
Hay algo de danza en todo esto: manos en movimiento, dedos deslizándose sobre materiales, risas sincronizadas, cabezas que se alzan o se agachan en sucesión rítmica de respiraciones. Es un gran baile de improvisación entrelazada con confianza. ¿Hay un relato Tren Moebia? ¿Quiénes son los destinatarios de la producción? ¿Hay un método certero para producir un diario de viaje? ¿Se hace o se produce? ¿O se trata, sencillamente, de accionar solo siendo? Allí aparece la memoria de Hannah Arendt, quien decía que la acción no tiene fin y dura sin fin.
Sentados en el vagón comedor, entre cafecitos y un tendal de colores, Varela, Luque, Di Pila y Barata están paseando sin mapa. No necesitan un destino porque van sostenidos en su dibujo. Puede que no sepan dónde van, pero saben dónde están. Exploran el azar de las circunstancias, incorporando aquello que llegue desde lo imprevisto: una señora de cabellera Pompadour; varios rostros adormecidos; una campera chic; unas carcajadas llamativas; retazos de conversaciones ajenas que hacen de disparadores.
El grupo atrae la atención de todo el mundo cuando se pone a dibujar en varias mesas. Entrar a un lugar para encontrarte con diez personas dibujando resulta en una curiosidad irresistible para cualquiera. En ese sentido, TM funciona como una fuerza de ocupación afectiva: alrededor de la pandilla dibujante se genera una platea de admiración que amplifica la energía y multiplica al grupo, incorporando desconocidxs.
Tanto la ida como la vuelta producen episodios puntuales que ejemplifican el poderío de la irresistible ocupación dibujadora:
-En camino hacia La Feliz, en el vagón comedor, dos hermanas viajeras pispean con curiosidad a Varela, Di Pila y Luque. Primero a tres mesas de distancia. Luego a dos. Una de ellas, finalmente, no puede resistirme más: camina y se instala junto al trío. “¡Ay, se están dibujando entre ustedes! ¿Por qué? ¿Qué hacen?” Varela le explica y las hermanas terminan sentadas en la mesa. Varela ofrece retratarlas. La hermana mayor acepta, aunque propone un trueque: Jazmín la retrata y ella les tira el Tarot. En apenas diez minutos la mesa cobija cuadernos, hojas, fibrones, café, cartucheras, mate, arcanos y un libro de Tarot para principiantes. El dibujo y las cartas se terminan cuando cierra el comedor.
-Volviendo a Capital Federal, ahora con el vagón comedor cerrado, María Luque graba una entrevista en vivo. El Capitán del tren pasa, curioso, sin emitir comentarios. Minutos más tarde, con Puerto Dibujos, Panchopepe y Di Pila dibujando mientras graban, el Capitán reaparece. “Chicos, ¿qué hacen?” “¿Después van a ordenar todo?” “¿Para qué medio es esto?”. Picado por la curiosidad, toma asiento en la mesa contigua, escuchando la charla hasta que termina participando.
El grupo se aloja en Casa Intermitente, en el barrio residencial de Punta Mogotes. Se trata de una iniciativa independiente iniciada en 2015 por la arquitecta Florencia Silva y el artista Marcos Calvari.
Casa Intermitente es un ámbito dedicado a la investigación del arte contemporáneo experimental y a la producción de proyectos colaborativos en la región de Mar del Plata.
El lugar está ubicado a pocos metros del mar, cuenta con una serie de pisos equipados, un taller de multiusos, una biblioteca y una sala de exposiciones. Organiza eventos gratuitos cómo exposiciones, conferencias, formación profesional y clínicas de arte. Hace casi una década que Silva y Calvari dan la bienvenida a artistas de disciplinas como arquitectura, música, escultura y artes digitales.
Alojarse en el barrio de Punta Mogotes resulta un acierto que desactiva el facilismo centralista, permitiendo otra mirada de la ciudad. Fuera de temporada Mar del Plata se disfruta en una escala intimista. Espera ser recorrida con detalle a través de sus calles amigables, con los jardines explotados de colores, la conjunción cinematográfica del festival y la gastronomía infalible.
TM es un proyecto donde la lógica de la residencia clásica se resignifica para desarrollar una experiencia única. No hay nada definitivo en el transcurso itinerante de la residencia móvil. Todo se imagina y se reimagina sobre la marcha de la espontaneidad. Se dibujan las risas; se colorean los vínculos; aprendizaje y descubrimiento colectivo se complementan desde el espesor individual. Cada voz aporta a un imaginario colectivo horizontal surgido desde la naturalidad. Alguien tira un chiste. Otra voz lo potencia. Una tercera lo dibuja, sorprendiendo. A las pocas horas, todo se resignifica, por circunstancias azarosas del movimiento. Ese todo tiene la virtud de ser anfibio: desde la mirada pasa a la oralidad para luego saltar al papel y complementarse en redes sociales.
Durante la primera recorrida a pie del barrio, un hallazgo: el Pato de Punta Mogotes. Saludando impertérrito sobre Avenida de los Trabajadores, el animal de siete metros de altura se transforma en el tótem supremo, atravesando la totalidad de las páginas (en cuadernos y tabletas) que se producen en la ciudad. Como un kaiju kitsch, el Pato se reproduce en los dibujos de todo el grupo: todxs quieren aportar su visión. Inexpugnable, hasta se convierte en punto de referencia. “Che, estamos en el Pato, vengan para acá”. No se diga más.
Movilizarse en conjunto prueba ser un desafío. Se coordinan horarios de partida, puntos de encuentros y modos de transporte. Salen taxis y remises. Uber cuando es necesario.
El contingente se divide según las necesidades humanas y no tanto: aquellxs que demoran demasiado en ducharse y cambiarse; quienes deben cargar baterías de equipos de trabajo; lxs que tienen que clavar alguna siesta reparadora.
La primera incursión según el itinerario oficial es Chauvin, multiespacio de creación, que incluye salas de conciertos, de microteatro y pista de baile, entre otras posibilidades. En el patio, el equipo abre la paleta de colores para comenzar el juego: tres docenas de fibrones Posca y otros accesorios se despliegan sobre una mesa. Se intervienen los ventanales con algunas de los filmes que integran el festival de cine: Cuando el mal acecha (Demián Rugna), Cleo de 5 a 7 (Agnès Varda), Where the Devil Roams (John Adams, Zelda Adams, Toby Poser) y Danger: Diabolik (Mario Bava), en otros.
Lo que primero es mirado con desconocimiento por los habitués del lugar pronto deriva en una sucesión de fotografías, stories y TikToks. Sobre la medianoche, con Chauvin colmado, las fotos se multiplican en un oportunismo aesthetic que nadie quiere perderse.
La jornada concluye con un brindis generalizado de cerveza, gin tonic, negroni y vino. Las sucesivas etapas en micro, subte, tren y traffic no pesan: algunos se pierden en la pista de baile de Chauvin; otros recorren el barrio buscando un mini para comprar latas de cerveza; parten dos taxis para una cena tardía en el mítico Club Atlético Quilmes.
Mar del Plata espera, nocturna e interminable.
Las horas en tren del viernes sirven para generar interrogantes que, durante el sábado y el domingo, transitando diversos puntos de la ciudad, se pronuncian en voz alta, de forma directa. Dibujar en comunidad permite observar una disparidad de métodos, ejecuciones y excentricidades. La persona que dibuja al lado siempre tiene algo único que la diferencia del resto. Aparecen rasgos idiosincráticos propios del camino que lxs trajo hasta acá. A medida que avanza el finde, todo va subiendo a la superficie mediante preguntas de sincera curiosidad.
El sábado cohesiona los vínculos. Aparece la complicidad. Se estrecha la curiosidad. Desde entonces, durante las cuatro jornadas, el delicado equilibrio de aprendizaje se horizontaliza en una vinculación orgánica: preguntas van y vienen; observaciones entre pares; manos silenciosas en acción. El respeto y admiración fluye sin recelos ni diferencias estéticas o metódicas. “Jazmín Varela es dios”, comenta maravillado Panchopepe sobre la capacidad resolutiva de la rosarina.
El movimiento continuo profundiza el hacer mientras se contagian enseñanzas desde la horizontalidad comunitaria. Todo se aplica de inmediato. ¿Por qué esperar para probar lo recién incorporado si puede hacerse ahora mismo, inspirado por el muelle portuario, o la habitación de Victoria Ocampo?
TM provee estímulo, marco y espacio seguro para una comunidad itinerante, resultando en un revoltijo de extremos en la práctica artística: neurosis humorística; introspección catártica; experimentación saludable; trazos aesthetic; guiños malogrados; pinturas prometedoras. Se trata de un devenir fructífero que mezcla estéticas y procedimientos. El resultado, por fuera de objetivos editoriales, mercado o realización profesional, es rejuvenecedor.
Entre las virtudes del proyecto se destaca el destierro de la zona segura para dibujar. El mejor ejemplo llega el sábado por la mañana, en el puerto marplatense, al abordar un paseo de dos horas en el mítico crucero Anamora.
El barco posee una capacidad para 300 personas y sale a mar abierto para entregarle al turista una visión diferente de Playa Grande, Varese, Playa Chica y Cabo Corrientes.
Cuando aborda el Anamora, el grupo Moebia se incorpora a un contingente mayor de turistas, en su mayoría familias con niños correteando por doquier.
La tropa viajera se ubica en varias mesas de madera, rodeadas de gente disfrutando en plena sintonía turística.
Pasan vasos de gaseosa gigantes que salpican; niños llorando; las selfies paralizan el tránsito; una familia tiene que arrojar cenizas al mar como última voluntad de un familiar fallecido. Toda la escena es vacacionalmente caótica. Con tanto sucediendo alrededor, no queda otra que dibujar. Pero todo se intensifica: el movimiento de la gente, la velocidad del crucero, el movimiento del mar, madres y padres a los gritos.
¿Cuánto oleaje pueden resistir pulso y trazo hasta ser vencidos definitivamente? ¿Quién inspira y quién interrumpe? ¿Cuándo dejará de cruzarse gente?
Un abuelo camina detrás de su nieto chocando codos dibujantes. ¿Se hace borrón y cuenta nueva o se incorpora ese factor inesperado? Hay quienes eligen la segunda opción. Otros prefieren relocalizarse en otra parte de la embarcación. Casi todos coinciden en algo: brindar ante un horizonte de azul interminable.
Discreta, Júlia Barata hace gala de concentración, avanzando en una propuesta que pensó especialmente para Tren Moebia: producir una película en formato Cinegraf, un dispositivo de uso doméstico similar a la linterna mágica. Se trata de un proyector manual de películas confeccionadas en papel translúcido que proyecta una historieta sobre un telón o sobre la pared. Júlia acercó la idea y los materiales, comenzando ella misma. Día por día, todos se suman a dibujar, inclusive periodistas y fotógrafos, en un relato no-lineal colectivo. En el barco, la autora de Familia y Gravidez, dibuja con ahínco, casi aislada de las correrías que toman lugar a su alrededor.
El grupo llega al Museo Casa sobre el Arroyo -popularmente conocido como la Casa del Puente- dos meses antes de su apertura general. Es una oportunidad especial para recorrer lentamente cada rincón, mientras se repasa el derrotero de un punto histórico esencial de la historia marplatense. Además, todavía corriendo contrarreloj para abrir al público en enero de 2024, las particularidades de la restauración pueden apreciarse de forma directa.
La visita ocurre bajo la guía personalizada de Magalí Marazzo, licenciada en Museología y Recursos Naturales y en Gestión Cultural, y hasta diciembre de 2023, directora en la Secretaría de Obras y Planeamiento de la Municipalidad, además de directora de Casa del Puente. Marazzo sostuvo y encabezó, por casi veinte años, el proyecto de recuperación y restauración del ícono arquitectónico.
La obra fue construida entre 1943 y 1945 por Amancio Williams junto con su esposa, Delfina Gálvez Bunge, para su padre, el músico y compositor Alberto Williams. Se trata de una casa emblemática, una de las diez modernistas más famosas del mundo, que resistió los embates del tiempo y fue declarada Monumento Histórico Artístico.
La casa está organizada en un sector público, con hall de acceso, estar y comedor. Un sector privado, los dormitorios y el servicio; y uno semipúblico donde se encontraba el piano del compositor.
Un dato fundamental para la historia de la región: la construcción está ubicada en un terreno que abarca dos manzanas de un área natural y está atravesado por el arroyo Las Charcas, cuenca que dio origen a la fundación de Mar del Plata.
Tras la muerte del músico, el edificio fue vendido para convertirse en sede de la radio LU9 entre 1970 y 1977. La última dictadura cívico militar clausuró la emisora y la construcción quedó deshabitada hasta 2004. En ese lapso de tiempo, fue vandalizada, y dos incendios le generaron graves daños estructurales.
En 2005, a través de un convenio, el Municipio pasó a tutelar la propiedad y, en 2012, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner giró lo fondos para que el municipio de General Pueyrredón adquiriera dos fracciones del edificio, la casa principal y la casa del casero, con la intención de acondicionarlos y convertirlos en Museo.
En 2023, el Estado Nacional realizó una inversión histórica, para la restauración, preservación y puesta en valor, respetando la identidad, los materiales y las tecnologías originales para no afectar su autenticidad histórica y valor testimonial.
Casa del Puente es un universo en sí mismo para perderse durante horas y horas. Naturaleza, arquitectura e historia se amalgaman en un ámbito corrido de la ciudad. Terminada la visita guiada, la mayoría del grupo se despliega por el parque, dibujando y mateando. Vista desde los ventanales de la casa, parece una instantánea de estudiantes de arquitectura en sus primeras instancias formativas.
Unxs pocxs permanecen junto Marazzo, con preguntas puntuales sobre la restauración: los materiales; los planos originales; la cintura política que demanda un proyecto de semejante envergadura.
Llegado el momento de partir, Barata, arquitecta, está conmovida. No está sola: en Instagram las stories de la visita redundan en pleno engagement: “¡La casita de Williams!”; “Tremendo estar ahí”; “¿Cómo hicieron para entrar? ¿Se puede ir?”; “Maravillosa. Hagan más videos”; “Qué locura esa obra. Orgullo nacional”.
El primero de abril de 2024, dos días antes de cerrarse esta publicación, La Casa sobre el Arroyo ganó el premio de Modernismo WMF/Knoll 2024, otorgado por el Fondo Mundial de Monumentos (WMF), al mejor proyecto de conservación.
La tarde de sábado ofrece lo que tal vez sea la postal más significativa de TM como habilitador de encuentro: la merienda de dibujo en librería El Gran Pez resulta en una convocatoria a casa llena, con mesas y tablones repletas de cuadernos, carpetas, hojas y cartucheras, con la gente dibujando a pleno. Pasadas las seis de la tarde, la escena se intensifica, con gente dibujando en el piso, en ronda, y hasta son ocupadas las mesitas pertenecientes a los talleres infantiles.
La actividad transcurre desde las 16hs y se estira hasta las 21 cuando la librería de calle Santiago del Estero tiene que cerrar. Todo sucede en el primer piso, espacio dedicado a talleres y presentaciones.
Entre tanta afluencia de gente, se advierten talentos locales como Dana Mucci, Julián Azzara, Ommo, Facundo Nehuén López, Jazmín Jofre, Dem, Paula Fernández, Brujo Melquíades, Sofía Paz y Julián Mono, quien pasa a saludar para toparse con el lugar repleto. Además, al recorrer las mesas, hay sorpresas como la presencia de Beibi Kebab, dibujante porteña de paso por la ciudad atlántica durante el fin de semana.
Entre mates, intercambio de cuadernos y devoluciones, cada mesa encuentra su propia dinámica de conversación: elecciones; presupuestos; convenciones por venir, entre otros tópicos. Beibi Kebab y María Luque recomiendan el taller de animación de la rosarina Estefanía Clotti, autora del renombrado corto Acordate dame un beso al despertar.
Las marplatenses Mucci y Ommo, esa misma tarde cranean la Feria Dibujito, concretada en febrero de 2024, en El Gran Pez. “Es algo que las dos teníamos en mente y cuando a la merienda nos dijimos que teníamos que hacerlo acá”, cuenta Dana.
Sobre las siete de la tarde, ya con casi todos los tópicos recorridos y agotados, las energías se enfocan en dibujar. Por un rato, en la sala únicamente se escucha la música incidental de la librería y el sonido amable de lápices y fibras sobre el papel. Si alguien se acuerda del mundo allá afuera, prefiere no decirlo en voz alta: aquí adentro todo es perfecto.
Le Putit es una galería de arte de puro espíritu Hazlo Tú Mismo montada en una vivienda pequeña, una creación de Nahuel Agüero, escultor, curador y gestor cultural. Ubicada en la zona de Villa Primera, Le Putit responde al capricho disruptivo de Agüero, un agitador que pone verba y deseo en acción, abriendo el juego de la escena marplatense por encima de los tradicionalismos.
Setrata de una apuesta por un espacio no institucional, que rompa con las estructuras jerárquicas tradicionales de las galerías de arte y la danza estratégica-social que la acompañan. En ese sentido, Nahuel como creador y principal conspirador de la galería, transmite una sensación de activismo de guerrilla: caminando la escena marplatense, acercando las esquinas, activando sin protocolizar. A priori, podría afirmarse que Le Putit es acerca de la experiencia de estar en un espacio donde se intenta comunicar ideas.
En épocas de sobre-estetización, Agüero prefiere jugar con las apariencias y apelar a la confusión: ¿Le Putit funciona como instalación permanente o, en todo caso, es el público quien husmea en una cotidianidad protagonizada por el constant concept? ¿Sentarse sobre la cama es atentar contra la instalación, o esa misma duda viene a completarla? En esta galería cada visitante trata de enhebrar su propia lectura. La noche primaveral parece suscitar varias teorías que se comentan en los pasillos invadidos por enredaderas.
Domingo. La primera parte de la jornada asegura pies en la arena e incursiones a las olas. El tradicional balneario Punta Mogotes está disponible en su totalidad. Apenas unos pocos vecinos disfrutan mateando. Algunos perros amistosos corren, divertidos.
El contingente Moebia despliega algunas lonas. Salen mates y un rato de disfrute asegurado.
No hay necesidad de ocupar el silencio con palabras. Es el último día. Nadie quiere que se termine. Los sueños del domingo son las remembranzas del lunes. Esa inminente certeza parece pegar fuerte.
Se activa una ronda de dibujo de inspiración playera. Alrededor del círculo se dispara una problemática que interpela fuerte: el vicio deformador de dibujar en iPad. Lo que nace como comodidad pronto evoluciona en dependencia y perfeccionismo asistido por tecnología demasiado conveniente. Sobran consejos y métodos probados para salirse del rollo.
Quien no matea está en el mar. Sin embargo, hay una tercera posición: jugar con los perros al frisbee.
Pasado el mediodía la atención vira hacia el último tirón de actividades: visita al Asilo Unzué para una serie de entrevistas, un encuentro abierto de dibujo, revisión de carpetas e intervención en risografías. Más tarde, habrá selfies dibujadas en el Museo de Arte Contemporáneo de la Provincia de Buenos Aires (MAR).
Un grupo de avanzada debe partir. El deber llama. Para Juan Ángel Szama, no obstante, el mar emite un llamado más poderoso. Por eso, corre para un último chapuzón salado. “Bueno, ahora sí me voy para trabajar”.
El Espacio Unzué es territorio de encuentro. La ciudadanía local se mezcla con el turismo. Muestras interactivas de arte digital se complementan con instalaciones y obras fotográficas. En su interior, diversas salas ofrecen un disfrute cansino y lúdico. Afuera, el parque ofrece un patio gastronómico, además de actividades vinculadas al festival de cine, con una proyección al aire libre de Puan (María Alché / Benjamín Naishtat).
TM, por su parte, presenta las entrevistas en vivo a gestores, referentes, artistas locales en la sala móvil Silencio Intermitente -cortesía de Silencio Dispositivo Sonoro y Casa Intermitente- y su ronda extendida de dibujo con toda persona que quiera sumarse. Por los micrófonos de la sala móvil pasan Kundo Krunch y Florencia Silva, entre otros.
La ronda inicial pronto logra otra amplitud. Las primeras diez personas se vuelven quince. Rato más tarde son veinte. En un momento, alrededor del grupo, se congrega público infantil que, curioso, quiere sumarse. Otra vez se aplica la lógica de la fuerza de ocupación afectiva que contagia ganas. Inmediatamente se coordina una ronda infantil a la derecha del grupo principal.
En simultáneo, la expectativa por las selfies dibujadas se palpita desde temprano. En Twitter una usuaria escribe “Hoy María Luque dibujando en el MAR. Shendo”.
Para el atardecer, el Tren Moebia desdobla sus frentes. En el Unzué sigue la ronda de dibujo, entre cervezas y pasto amable. Otra vez, hay una reunión del mundillo, con artistas locales que se acercan para curiosear, ser entrevistados o pasar el rato. En el museo, avanzan los retratos, con la gente haciendo fila esperando su turno.
El proyecto se estira y mide flexibilidad. Lo que alguna vez fue una probabilidad, un esbozo minúsculo de idea, ahora prueba su alcance real. ¿Cuál es la posibilidad que está por venir? ¿Qué ideas asoman ahora que el Tren Moebia MDQ toma su curva descendente? El equipo sonríe, silencioso. Por dentro, imaginan su próximo movimiento.
Imágenes: 1, 2,3 por Bruno McMint / 4 por Inés Kreplak/ 5 por Federico Di Pila / 6 por Panchopepe / 7 por Renzo Leonard / 8 y 13 por Lucas Canalda /9 y 12 por Júlia Barata / 10 por Pato Iacovino / 11 por Jazmín Varela