CONECTANDO LOS PUNTOS DE RIEL

Riel regresó a Rosario para tocar en el ciclo Electric Monkeys en Casa Mona. La banda reflexiona sobre su camino constante, entre las nuevas olas y los reseteos de la historia.

 

Mora Riel eleva su guitarra Fender Jaguar por encima de su cabeza. La sostiene por un segundo, erguida como un estandarte que la define y la ilumina.  German Loretti, desde la batería, hace pases vertiginosos hasta que machaca los parches y se apaga. Gonza Tello tiene la cabeza hundida en su bajo, generando vibraciones, sin tocar nota alguna.
Alrededor de la escena, todo es reverb.
Es la medianoche de un invierno recién estrenado. 
Riel está en Rosario, otra vez. Pasaron siete meses desde su última visita. En esa oportunidad tocaron en Bon Scott, junto a Rosedal. Ahora Casa Mona, con Bubis Vayins, en el marco del ciclo Electric Monkeys. 
Otro escenario que pisan. Otro punto que marcan en su GPS siempre activo. La línea se extiende, igual que el timeline.

En el patio de Casa Mona alguien quiere saber qué onda Riel. Tiene 19 años. Nunca había visto a la banda. Necesita saber más. No mañana, no más tarde, no por googlear desde el celular: ahora.
Precisa unir la escena reciente con una información tangible antes que la sensación de adrenalina se evapore. 
Se trata de conectar los puntos.
La historia de Riel comienza en 2011, como un dúo. Desde entonces todo fue aprendizaje y crecimiento gracias a la constancia de un proyecto que conectó fuerte en diferentes latitudes.
Tras cuatro álbumes de estudio editados en vinilo, CD y cassette por Casa del Puente Discos (Argentina) y Buen Día Records (México-EEUU), dos EPs y giras por Sudamérica, México, Estados Unidos y Europa, la banda confirmó su vitalidad con El principio del fin, en otoño de 2023.
Producido por Estanislao López, El principio del fin está integrado por siete canciones que van del shoegaze y el dream pop hasta el post rock. La banda refresca su sonido con nuevas instrumentaciones y experimentando fuera de la formación de dúo, sumando otra guitarra, sintetizadores y por primera vez, completando frecuencias con el bajo.
Con una producción tupida bajo el brazo, la banda cosecha seguidores en Argentina y otros países de Latinoamérica. Tanto en YouTube como en Bandcamp pueden apreciarse mensajes de México, Colombia y Chile. 
A partir del cariño de ese fandom disperso puede vislumbrarse parte de la identidad de una banda con perfil discreto que despierta devoción en varias coordenadas y que trabaja con ahínco, buscando conectar los puntos aquí y allá. 
Riel confía que esos puntos se conectarán de alguna manera en un futuro, por eso siguen adelante, haciendo música con pasión y disfrute. 
Un punto. Un punto de partida. Una línea. Una relación. 
Otro punto. Otra línea. Otra relación.
Las líneas se multiplican. El punto de partida se aleja. Se empieza, siempre desde otro punto. El viaje sigue.

En los últimos veinte meses Riel logró volver a la velocidad crucero que tenía antes de la pandemia. En esa sintonía activa el grupo cumple con fechas por toda la enormidad de Capital Federal y toma la ruta con regularidad, tocando en provincias argentinas, abriendo canales que recuerdan a épocas pasadas. En ese sentido, el trío sostiene un romance con Córdoba y Rosario, plazas que conoce desde temprano, mientras incursiona en Salta, o se prueba en festivales de gran escala como Cosquín Rock.
El presente saludable del trío parece sostenerse en un equilibrio correcto de gestión y diversidad: así como son parte del cartel del Cosquín, el Primavera Sound o son invitados especiales de Royal Blood (2023) o Diiv (2017), integran ciclos como Folkin Fest en Córdoba o el Festi Aire en La Plata. La escala varía, desde la enormidad hasta lo cercano, personal y cálido, pero siempre saben combinarse con una diversidad estética que favorece a renovar ciclos vitales. 
“Siempre nos gusta mucho tocar cerca de la gente. En ese sentido, eso es lo primero”, afirma Mora a propósito de la capacidad de adaptación de Riel. “Poder sentir ahí el calor de la gente. Está buenísimo que funcione en cualquier contexto”, agrega.
“No importa mucho el tamaño de la sala. O sea, lo fundamental es el feedback de la gente. Esa cercanía se siente a pesar de la distancia”, explica Loretti.
“Después hay otro factor: cómo nos sintamos entre nosotros en ese espacio. Pero no dependiendo de la capacidad del lugar ni nada, digamos. Ese sentimiento es palpable, creo”, sostiene la cantante y guitarrista.
Pueden compartir escenario con Bort, Rosedal, Mora y Los Metegoles, Fantasmagoría o Cursi No Muere, grupos de generaciones y sonoridades diferentes. En esa convivencia potenciadora reside el envión renovador del que gozan hoy en día.
La otra pata fundamental del presente saludable, sin dudas, es la experiencia de trece años que les permite tomar una perspectiva de proyección real: no se trata de encajar ni correr detrás de tendencias sino de ser uno mismo, haciendo brillar la luz propia. 
El trío en vivo captura la atención de cualquiera. No importa si se trata de un público rockero, indie, gazer, punk o emo: Riel tiene poderío, escena y sensibilidad. Esa combinación, en directo, se vuelve ganchera, elevando la corrección que tienen los discos. Es justo decir que la mejor versión de la banda es en vivo, con Mora subiendo la apuesta y liderando a sus compañeros hacia otro nivel de entrega (y volumen).
Riel es una banda física. El despliegue se traza entre la catarsis y el júbilo. Mora camina el escenario, entre pasos diminutos y saltos, con el mástil de la guitarra erguido, listo para atacar, como una guadaña garagera y noise. Con todo, esa entrega física y ruidosa nunca termina de ser agresiva puesto que se traduce como una invitación a que el público se suelte a la par de la banda. Mora sonríe, engolosinada en un sugar rush sónico. Saltos, cabeceos y gritos llegan desde la gente: es un baile amistoso, incitador.  
Todas las fechas concluyen con una apoteosis noise con cada integrante, desdoblado sobre su instrumento, intentando quitarse toda la adrenalina del organismo: baterista aporreando los parches; guitarrista tensando las cuerdas; bajista probando la resistencia de las callosidades de sus dedos. Con Mora y Gonza zambulléndose de rodillas sobre sus pedales, el desafío termina probando su elasticidad, puesto que se ponen de pie sin demasiado esfuerzo. Parecería que Riel en directo está destinado a confirmar la nunca imaginada conexión sustancial entre el noise y la elasticidad.
“Es algo natural también como lo que sentimos que nos transmite la música y es como si estuviéramos escuchando nuestra propia música y disfrutándola. Entonces, creo que respondemos a eso también y también a la conexión con el público y el lugar donde estás tocando y todo”, explica Loretti.
“Hay algo que me devuelve el público y que creo que es lo que termina de explotar. Y hay algo de catarsis, también. A veces venís re tranqui y de golpe empezás a tocar y sale ese espíritu rielero, digamos. Nosotros hemos tocado con bandas previas y era diferente”, analiza Mora.
“Lo del movimiento en el escenario no sé cómo explicar. Creo que surgió todo naturalmente, como casi todo”, observa Mora. “Cuando empezamos como un dúo no fue algo planteado y después fuimos agregando las nuevas instrumentaciones también porque así lo sentimos. Todo terminó resultando”. 

A través de los años, Riel sostuvo periodos de mayor actividad y visibilidad, siempre habitando el circuito independiente.
El primer ciclo vital del grupo sucedió en el apogeo del indie argentino, a partir del fuego platense de Laptra. Por entonces, existía una red de sellos que permitían un saludable ida y vuelta entre ciudades y provincias. En Rosario, Polvo Bureau fue base fundamental para la llegada de decenas de bandas, entre ellas Riel.
Con el paso del tiempo, entre sucesivos descalabros económicos argentinos, tendencias arrasadoras con números de proyección continental y global, y la eventual pandemia, las corrientes estéticas y la visibilidad se torcieron hacia otro lado. En ese cambio de mareas, fueron pocos los proyectos indie que sostuvieron su proyección y su sustentabilidad. Algunas bandas, sin embargo, lograron sobrevivir, entrando en periodos de madurez, bien enfocadas en desarrollarse artísticamente.
Los ciclos vitales siguieron adelante, otra vez devolviendo a la música sostenida por pulso vivo al candelero. En ese marco, podemos hablar tanto de reseteo como de reinicio; un comienzo nuevo que tiene el background de la experiencia y la energía de un capítulo en blanco. 
El cambio de página encontró a Riel en gran forma, en el punto justo de experiencia y crecimiento; todavía jóvenes, pero con espaldas para demostrar una veteranía en escenarios.
Cuando apareció la nueva camada de bandas, Riel entró en sincronía perfecta, justo para brillar a máximo volumen, haciendo gala de experiencia y hambre propio.
“Lo del reinicio sucede muy seguido. Son procesos de nuestro país. Pero también muy impulsado por las nuevas generaciones que aparecen y es un super reset. Eso lo recibimos súper bien. Hay muchas etapas y va variando mucho según el contexto, según los lugares que haya para tocar”, analiza la guitarrista. 
“En este momento vemos una explosión. Esperemos que se pueda mantener a pesar de los tiempos difíciles”, confía, con las manos en el aire, como reafirmando su deseo.
“Pasa que las escenas que van pasando durante los años crecen, crecen y crecen hasta un momento en donde se estancan y viene otra oleada nueva que renueva toda esa energía y hay bandas que siguen, otras que no. Está bien reinventarse como banda”, concluye el baterista. 

Entre Sueño Eléctrico (2016) y El principio del final (2023) la evolución es notoria. Se trata de una progresión sin estridencias, sin volantazos; el proceso propio de un proyecto que disfruta la calidez del estudio casero, relajándose en la comodidad del hogar. 
La banda supo encontrar un sonido propio sin limitarse a una definición. Ahí, otra vez, Mora tiene un rol fundamental como conductora. Su guitarra, como nunca antes, parece tener un sonido personal que ella articula en cada fecha: post-garage, ganchos del dream pop, micro dosis de noise Dirtyano y estribillos melódicos veloces muy JoeyRamoneros
Loretti sostiene desde atrás con cierta soltura jazzera, priorizando la agilidad, sin sentirse obligado a ser un baterista rockero, muscular y rígido.
No se trata de nada revolucionario, sin embargo, funciona como un equilibrio identitario para seguir construyendo, entre sencillos y discos, una trayectoria propia que se corre tanto de la necesidad de aprobación de los demás como de los imperativos del mercado actual.
Sostener la identidad, entre los sucesivos cambios de marea estética, no es tarea fácil. Riel, no obstante, camina con paso cansino hacia sus quince años, en su mejor momento.
Hay constancia para creer en el futuro. Tienen la persistencia necesaria para seguir conectando los puntos. 
“Desde adentro es medio difícil tomar perspectiva del paso del tiempo y la trayectoria”, declara Mora. “Cuando una banda que recién está empezando hace un cover tuyo, te inspira para seguir. Decís que vale la pena todo el camino que uno hizo. Nosotros esto lo hacemos para que a alguien le llegue la música. Esa es la mayor satisfacción”.  

 

Texto por Lucas Canalda – Fotografías por Renzo Leonard

 

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