PUESTO EN MARTE: EL FUEGO TRANSVERSAL

Con su afilada impronta en vivo, Puesto en Marte es un fuego dream pop que atraviesa la escena rosarina buscando superarse.
Impulsados por el Hazlo Tu Mismo, la banda resiste los embates de un tiempo complejo para seguir construyendo.

 

 

Pasados cuatro minutos de las 22hs, Puesto en Marte toma el escenario de la Sala Lavardén. Íntegramente vestidos de negro, los músicos unicamente son iluminados por un rojo sangre que invade la totalidad del tablado. Mientras la inmensa nube de óxido de hierro lo traga todo, arremeten con una versión de «El río no tiene retorno» con guitarras más densas y poderosas que la de Intimidades, el disco que siguen presentando.
La música es oscura en el arranque, pero lejos de sucumbir en un estatismo refractario pronto la sangre corre por las arterias para bombear el corazón de una banda que domina decididos matices poperos. La precisión musical del grupo está bien apuntalada por socixs ideales: Fla Cisera en visuales y Martín Greco en sonido.
A medida que se suceden las canciones -la mayoría de Intimidades, pero también dando espacio a su debut Los viajes planeados y alguna sorpresa- el quinteto empieza relajarse, dejando ver soltura y un disfrute del escenario.
Son canciones gancheras que superan la etiqueta obvia del dream pop. De tener la oportunidad serían una variante saludable en las playlists de FM aptas para todo público. Pero mientras las radios están saturadas de la alta rotación de trap, las canciones de Puesto en Marte son dignas de camuflarse entre rock argentino, britpop y otras corrientes que sean fuertes en melodías de guitarras.
Durante casi una hora demuestran una contundencia sonora que, además, paulatinamente va ganando poderío escénico, con un cantante y guitarrista -Lucas Roma- que se va atreviendo a más. A su lado, el grupo se completa con Franco Cruces en guitarra, Leandro Taboada en bajo y Emanuel Barria en batería. Fran Bazz está como invitado especial en sintes. Para sumar un ingrediente extra de adrenalina, su laptop decide saltar al vacío, afortunadamente sin consecuencias.
Tres minutos antes de las 23, Puesto en Marte se despide del escenario, luego de dejar la dosis justa.
Es la noche del miércoles 20 de octubre. La calle es un pegote, con la humedad reclamándolo todo, pegando el barbijo al ras de los hocicos de las criaturas que asistieron a disfrutar de una noche combinada de dream pop en Mucha Data, el ciclo regular que ofrece Lavardén con bandas del circuito independiente.
Un rato antes, Mi Novia Magneto estuvo abriendo la noche demostrando tremenda forma con sus canciones. “Ya sabemos que vinieron a ver a Puesto en Marte”, comentó frente al micrófono uno de los integrantes del trío, entre canción y canción. Si bien exagerada, ya que hubo un evidente y presente aguante de sus propios fans, la declaración parece sintetizar la chapa que logró Puesto en Marte en sus años de trabajo dedicado. En tiempos post Mi Nave, el cuarteto logró convertirse en el principal referente de dream pop de la ciudad a fuerza de una formidable forma en sus conciertos y una ética laboral transversal a los guetos del circuito independiente.
Todavía con mucho camino por recorrer, Puesto en Marte se ganó un espacio impulsados por superación, sudor y un Hazlo Tu mismo, que los llevó de las entrañables cuevas de la ciudad a la buena ponderación de sus camaradas.
Rompiendo el silencio únicamente cuando tienen algo importante para comunicar, con sus acciones el cuarteto rosarino recuerda aquella frase homérica de paciente de realizar, sabio de resolver. Valiéndose de su química musical y la capacidad de perfeccionarse, Puesto en Marte supo armarse de energía, paciencia e inteligencia para saber cuando hacer sus movimientos. Cada paso llegó bien resuelto, actuando con decisión.
Sin productoras, managers o grandes presupuestos en su esquina, la banda se construyó a sí misma mediante el proceder vieja escuela de tocar, tocar y tocar más. En su recorrido lograron establecer lazos comunitarios perdurables aún cuando los tiempos lucen algo opacos.
Activos desde 2016, pasan de la prolificidad para concentrar sus esfuerzos en trabajos logrados que demuestren su crecimiento en postales concretas que se escapen de las demandas pasatistas que rigen en el modelo musical de la actualidad.
Gestarse en las cuevas, salir a tocar por toda la ciudad, sobreponerse a los embates pandémicos y mostrar tu mejor faceta durante una época extraña para todo el mundo: a continuación una parte de la historia de Puesto en Marte.

En 2019 Puesto en Marte decidió empezar a cranear nuevo material. Su ópera prima, Los viajes planeados había logrado buena acogida. Las canciones nobles que sonaron en decenas de recitales, ya pedían un recambio.
Para encarar su segundo álbum la banda contaba con algo experiencia en el estudio, eso posibilitó mayor tranquilidad, pero ningún relajamiento. El disco fue grabado entre febrero y julio de 2020, luego de un minucioso trabajo de ajustes, interrogantes, perfeccionamiento y preproducción extendida. “Fue todo un proceso de investigación”, rememora Roma, cantante y guitarrista.
Los integrantes de Puesto en Marte ya tenían definido el sonido que querían para el disco. Al menos, en sus cabezas ya flotaba una idea concreta. Quedaba, claro, la misión de lograr plasmar eso que sonaba en sus mentes.
Una señal irrevocable para Roma fue escuchar La fuerza del desgano de Ignacio Local, trabajo producido y grabado por Juan Albornoz. Era lo que estaba buscando. Había que indagar por ese lado.
Me sorprendió la mezcla y el sonido limpio que tiene el disco y le propuse a los chicos de la banda intentar laburar con él”, apunta Roma. “Todo salió redondo, porque era nuestra intención grabar gran parte del álbum y hacer el máster con Martín Greco. Dio la casualidad que ellos estaban trabajando de forma conjunta”.
Llegado el momento de apretar REC ya tenían resueltos diversos aspectos. Gracias al elaborado detalle de las maquetas no hubo demasiados arreglos nuevos ni cambios bruscos en las estructuras de los temas.
El proceso en el estudio sí generó la idea de desarrollar una canción con dos partes que sirva como apertura y cierre del disco, compartiendo melodía, acordes y arreglos, pero bajo un beat modificado. El resultado de eso fue «El río no tiene retorno» y «El río no tiene retorno II».

Intimidades se grabó de forma coral en varios estudios de la ciudad. “La idea fue tomar lo mejor de cada uno”, señala Roma.
Lo primero que la banda hizo fue encarar baterías y bajo en estudio El Salvador con Greco. Luego procedieron a grabar las guitarras de Franco y otras criollas con Ezequiel Fructuoso en el Fructuoso Record Club. El viaje continuó volviendo a una guarida conocida y siempre amigable: la Mansión Mutante. Trabajando con Ignacio Molinos bajaron guitarras y voces (Roma bendice las bondades del Neumann Tlm 102). Finalmente, Agustín Roncarolo grabó sintetizadores en su casa, compartiendo todos los archivos a través de la web.
El proceso se extendió debido a la temporada de restricciones y olas covidianas altas. Debido a eso, no quedó otra alternativa que manejarse a la distancia, mediante WhatsApp y Google Drive. Tiempo al tiempo.
Puesto en Marte atravesó la pandemia haciendo gala de la constancia. Sin desesperar, tuvieron bien claro que el disco nuevo iba a llegar.
El contexto complicó las cosas para un grupo acostumbrado a lucirse en vivo. Sin posibilidades de toques que generen ingresos, tuvieron que ingeniárselas para cubrir el presupuesto que demanda una grabación. Entre varias iniciativas, la banda recurrió al crowdfunding mediante la plataforma IDEAME. Como “recompensas” para los diferentes aportes la banda propuso un fanzine, afiches, tickets para recitales, cassettes y remeras.
Costó, pero se logró. Mientras el 2020 se vivía con incertidumbre, la banda y su equipó trabajaron de manera discreta.
Una vez concluidas las grabaciones Albornoz se llevó todo el material para empezar a trabajarlo en su home studio. Intimidades avanzaba de manera cansina pero estable.
Un sano acierto del grupo fue poder entender sus tiempos y el contexto ilógico que atravesaba el mundo. Mientras que el imperativo de producción -y sobre explotación- arrojaba una saturación de información por doquier, la banda se permitió respetar sus propios procesos. “Tuvimos que volver grabar los bajos porque cuando acomodamos y corregimos las baterías, las líneas de bajo empezaron a quedar desfasadas y a destiempo”, confía Roma.
Concluida la mezcla definitiva Puesto en Marte regresó a El Salvador para que Greco se encamine en el proceso de masterización. El segundo disco era un hecho.

En noviembre de 2020 Intimidades fue publicado a través de Remedio Casero Discos. Como corresponde a la tradición del sello, la novedad llegó con una edición en cassette que destaca el arte de tapa de Anabella Cartolano.
A diferencia del imaginario pop del disco debut Los viajes planeados (2018) las canciones de Intimidades acusan una introspección que, paradójicamente, resulta reveladora. Los vínculos interpersonales aparecen como protagonistas, pero en una escala aún más cercana, las canciones acusan algo de dimensión intrasubjetiva, revelando procesamientos en la fantasía, en el mundo interno y las estructuras.
Como principal compositor de la banda Roma traza una marcada distancia de su faceta solista, dejando de lado su hábitat natural (el pop de neón de los 80). Creciendo (¿madurando?) el también realizador audiovisual da un paso adelante como letrista al evitar la literalidad, encontrando un saludable equilibrio desde donde empezar a proyectar. En ese sentido, el compromiso ético-estético de «Esta vez es real» queda algo deslucido al lado de la mucho más lograda «Vos también lo hacés», especie de himno a lxs héroxs anónimxs que dan vida a un universo forjado desde el sacrificio cotidiano donde el deseo juega un rol fundamental. Sin forzarlo, Roma interpela mientras va mostrando un estribillo lindo. La proyección del futuro está por ahí.
“Cada canción es un mundo”, admite Roma antes de echar algo de luz sobre los procesos compositivos que hacen a la banda: “la mayoría, hasta el momento, las compuse yo, algunas otras son de Franco. Estamos hablando siempre de la idea original, luego en el ensayo siempre esas maquetas se van rompiendo o reconstruyendo. Generalmente es Leandro quien en los ensayos se encarga de romper un poco las canciones y darles alguna vuelta de tuerca”.
Aunque Roma admite que prefiere no explicar o hacer referencias precisas sobre sus canciones (o cualquiera, en general) para no anclarse en lo previsible, se refiere en particular a «Sus primeras mentiras»: “la mayoría de lxs niñxs construyen una estructura inquebrantable e inseparable alrededor de sus padres.  Eso se rompió cuando se separaron y yo era chico. Esa ilusión casi obligatoria de que siempre estarán juntos se rompe de golpe y uno como niño queda medio flotando en un limbo de tristeza. La cuestión es que a los meses se reconciliaron, pero la separación volvió a suceder casi de la misma manera cuando ya era una persona adulta. Son fantasmas que nos vuelven a hacer sentir como un niño perdido en un limbo”.

Puesto en Marte apareció en la escena subterránea rosarina sobre finales de 2016. Sin campañas proselitistas irrumpieron en la movida demostrando un habilidoso diálogo de guitarras melódicas en una clave dinámica de dream pop.
Lejos de la búsqueda identitaria que atraviesan los grupos en sus inicios Puesto en Marte presentaba un perfil definido y bien pulido, prueba fiel de un dedicado trabajo de perfeccionamiento a puertas cerradas. El camino en vivo fue depurando aún más el sonido de la banda, quitando elementos de ruido y priorizando lo cristalino, favoreciendo lo melódico.
Ajustados, prolijos, midiendo sus limitaciones y potenciando su química, la banda pronto ganó otro nivel de seguridad y dirección al trabajar con el productor Ignacio Molinos. De esos meses de producción en el estudio Mansión Mutante resultó el disco debut. Desde entonces Molinos quedó como un asesor creativo cercano -y amigo- a la banda.
«El Club» e «Incendiarnos» son canciones que marcan una consciencia de aquí y ahora, de tomar protagonismo en el presente, sabiéndolo construir con responsabilidad, pero también con goce y diversión. Además hay un sentimiento de pertenencia generacional que hace de puente entre quien conoce los días pasados, esos tiempos que ayudaron a formar a los hacedores del hoy.
La consciencia de autogestión y DIY se vislumbra desde el principio de la banda, siendo partícipes de una camada -a la que Roma se refiere como “la nueva ola”- que supo gestar un entramado afectivo que copó pequeños centros culturales, clubes sociales, salas olvidadas y algunas casas que surgen espontáneamente según lo que pinte.  Todo suena muy vieja normalidad, pero supo suceder en la vida real.
Ese filo que tienen para los recitales se fue perfeccionado por un trabajo constante en fechas por todo el circuito rosarino: Prosit, Sala Mitre, Anderson, Club 1518, Downtown y Puerto de Ideas, entre otros lugares.
Un apartado gacetillero del quinteto debería remarcar su tenacidad y ética laboral. La predisposición para generar vínculos con el resto de la escena y trascender el gueto llevaron al grupo a ganar una ética de trabajo superadora y un oficio que los preparó para cualquier oportunidad o sorpresa. Pueden pasar de Puerto de Ideas al Galpón o Lavardén sin demasiados sobresaltos porque tienen una experiencia forjada en cientos de noches bajo circunstancias siempre cambiantes.
Esa cintura para saber brillar en ocasiones dispares también les valió un lugar en las grillas de festivales de diversa índole, oportunidades ideales para llevar su propuesta ante audiencias diferentes en la franja del río o en clubes sociales de barrio.
El interludio pandémico pausó la electricidad, sin embargo, apenas estuvieron dadas las condiciones, la música volvió a sonar. Por encima de todo, los integrantes encuentran en Puesto en Marte un refugio del mundo donde tienen la posibilidad de construir algo vibrante y enriquecedor. Detrás de tanta ética de laburo -y deseo- anida el simple gusto de juntarse para hacer música, buscando potenciar esfuerzos y enriquecer las ideas.
La banda es punto de encuentro para cuatro personas diferentes pero que confluyen energéticamente en un viaje. De paso, claro, disfrutan las horas de ensayos y las risas compartidas. “Nos conocemos desde hace mucho años, de momentos juntos que están un poco más allá de la música”, observa Franco Cruces. “Creo que ese punto de comunión es la amistad que hemos mantenido durante tantos años”, agrega el guitarrista. “La banda también funciona como un cable a tierra, un espacio donde podemos liberar cierta energía que traemos acumulada desde nuestras vidas cotidianas”, observa Roma.

La última vez que Puesto en Marte tocó en el edificio de Mendoza y Sarmiento fue en febrero de 2019 junto a Kif4Kroker en el ciclo Verano Nuclear, una apuesta conjunta de los sellos Remedio Casero y Discos Del Saladillo. Conformado por dos volúmenes, el ciclo se completó con Aguas Tónicas y Rosedal.
Verano Nuclear fue una de las varias iniciativas coproducidas durante el periodo 2018-2019 surgidas del clima de trabajo horizontal que reinaba por entonces. La camaradería estaba a la orden de día, con un frente unido que buscaba cambios ante de la burocracia municipal y hacer fuerza ante el abismo macrista.
Mucho cambió desde aquella fecha veraniega. A continuación algunos puntos a considerar:
-La Municipalidad de Rosario cambió su signo político luego de 30 años. Los vientos de cambio corrieron también en la Provincia, luego de 15 años de gestión del Frente Progresista Cívico y Social. A nivel nacional, por supuesto, la dupla Fernández/Fernández llegó a la Casa Rosada.
-Discos Del Saladillo entró en un stand-by extendido. Lo mismo podría decirse sobre Rosedal.
-La clásica esquina del Club Latino fue demolida, engendrando una (otra) torre financiada por los sojadólares.
-El sentido de propósito que una parte considerable del indie rosarino había logrado para mediados de 2019 se erosionó en meses de pandemia. La pérdida del sentido de unidad se vio profundizada por un padecimiento global que golpeó fuerte desde las necesidades más urgentes como procurarse un sustento o pagar el alquiler, pero también ante la urgencia desbocada de aferrarse a algo para no quedar sepultadxs bajo la sobredosis de información, la velocidad espeluznante de las redes y una agenda de recitales casi exclusiva para quienes tiene representación de productoras, mánagers o enroques.
Entre la desidia municipal, las promesas al viento de funcionarios provinciales, un Concejo siempre en otra y el agregado de intereses ajenos operando desde el divide y reinarás (a ningún mánager le conviene una escena organizada), el tejido de unidad quedó reducido a jirones.
De cara a 2022 el panorama sigue siendo incierto. Con la historia transcurriendo mientras se escriben estas líneas, es demasiado pronto para radiografiar un periodo tan complejo. Pero entre tanto control de daños y confusión, las responsabilidades no son enteramente ajenas: la escena independiente local sigue sin resolver su tendencia al autosabotaje  y a esa necesidad constante de dispararse en el pie cuando las cosas empiezan a marchar. Sucumbiendo a la ansiedad individual (netamente por vanidad, ya que hablar de dinero, influencia sería erróneo) asombra el entendimiento nulo de que el cambio real lleva un tiempo considerable de compromiso, fuerza y constancia. Conviviendo cotidianamente con la gesta del MUG, sorprende aún más la poca capacidad consciencia real de lo logrado desde el accionar colectivo.
El cóctel tóxico que se fermentó durante la pandemia terminó por desarticular gran parte del frente que logró mejores tratos, visibilidad, atención del público y primeras instancias de festivales con posibilidad de afirmarse para evolucionar en algo superador.
Tanto en el ámbito privado como en el estatal se repite una constante: programación (y acceso) recaen en un puñado de personas. Mánagers, prensas y productorxs tienen prioridad en la abrumadora mayoría de los eventos. En ese cuello de botella que perjudica a muchos, pero inclina la balanza hacia unxs pocxs, las bandas sin línea directa se quedan fuera de muchas posibilidades concretas de trabajo. En otros tiempos, esas posibilidades se gestaban desde el DIY, pero en una actualidad atravesada por el COVID, todo se complejiza.
Mientras la temporada de apertura avanza Puesto en Marte observa el panorama de manera consciente. En clave zen entienden que, en semejantes circunstancias, la paciencia es tanto una virtud como una herramienta. La diplomacia, además, es otra arista de la constancia. Aunque a veces, por supuesto, tiene un límite.
“Sin dudas que la pandemia potenció la individualidad de la escena”, observa Roma consultado sobre el evidente distanciamiento. “Se rompieron algunos lazos que se habían construido. Hasta el 2019 el circuito era un constante flujo de amigxs, musicxs y artistas que nos veíamos todos los fines de semana en cada movida. Éramos cientos de personas. Ahora cada banda y sector se refugió en su propio entorno, raramente nos cruzamos en algún evento aislado.  Eso también generó roces, dichos, rumores y hasta discusiones que desembocaron en un alejamiento más marcado. Con algunxs artistas con quienes antes compartía producciones, eventos, sello, recitales, ahora casi ni tengo trato, ni veo la posibilidad de volver a tenerlo. Eso algo que duele bastante porque es gente que admiro”.
Roma, no obstante, tiene una mirada optimista para el futuro. Su postura denota un dejo generacional significativo: un tipo joven que consciente de haber vivido la transición entre escenas. Con 33 años se nutrió de una vieja escuela gestada desde lo subterráneo, allí donde las ideas nuevas pudieron evolucionar para hacer de la música un oficio real.
La paciencia aparece como virtud, de nuevo. Roma entiende que se trata de una carrera de larga distancia. Ante esa prueba de fondo, tiene capacidad de mirar hacia adelante: “el circuito está en reconstrucción. Se están revisando algunas cuestiones importantes. Eso es bueno por una parte porque nos permite tocar en lugares con mejores condiciones. Por otro lado, se perdieron esos espacios culturales donde podíamos poner dos parlantes y tocar para 50 personas en un cuarto y era una fiesta. Con el tiempo irán volviendo algunos y apareciendo nuevos lugares. La gesta cultural comienza siempre en espacios independientes, en cuartos donde se juntan muchas cabezas con muchas ideas zarpadas. Eso es algo que no se puede detener o suprimir”.

Por Lucas Canalda + Nacho Abstract

 

 

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