PABLO HOLSMAN: ESCUCHANDO VOCES

Pablo Holsman publicó Tenis, un EP de pop preciso que presenta una idea diferente del artista que conocemos a través de Los Cristales.

 

“Siempre es mejor lo distinto porque sorprende” dice Pablo Holsman refiriéndose a las canciones de Tenis, su flamante EP solista editado por Quema Discos a mediados del verano ya extinto. Grabado entre Rosario. Paysandú y Maldonado, las cinco canciones son un ejercicio elegante de un pop tan austero como preciso que presentan una idea diferente del artista emergente que conocíamos.
Con 33 años, el también compositor y frontman de Los Cristales logra afirmarse con un perfil propio al emprender un repertorio de temas que hacen de la melancolía un ritual con partes iguales de celebración, resistencia y una tenue aceptación. Si Virginia Woolf decía que crecer es perder ciertas ilusiones en función de adquirir otras, Holsman parece hacer las paces con la pérdida y cierta soledad mientras recibe una liviandad engañosa, pero liberadora.
En Tenis, el músico rosarino criado en Uruguay,  juega entre recovecos lingüísticos, sin embargo, se percibe más abordable. Tal vez la austeridad y el paso decidido en que se grabaron las canciones hayan permitido que se mantengan sencillas funcionando como un bienvenido (re) ingreso hacia el mundillo de uno de los compositores locales más personales de la generación post-Mi Nave/Alucinaria.
Por encima de la instrumentación en las canciones de Los Cristales o de su faceta solista, Holsman conserva una matriz pop que parece manejar con aparente sencillez. Mediante estructuras de canciones, entrega estribillos y ganchos cantables. El Pablo que escribe usa palabras de manera certera, dejando de lado el azar de ocupar espacios para cumplir con la arquitectura fonética o de rimas.
Mientras que en la superficie parece habitar esa calma de sensibilidad pop, por debajo de todo corre cierta neurosis que intranquiliza a Holsman pero, al final, le permite cerrar canciones.
La contradicción me habita”, remarca son sinceridad “La estructura de la canción pop, más que nada de los estribillos, es algo de lo que renegaba y en el momento antes de componer Tenis lo decía abiertamente. Lo que más me incomodaba eran los estribillos, repetir los mismos versos acompañados con la misma música luego de una estrofa o puente y de vuelta a lo mismo” cuenta con franqueza. Inmediatamente, por supuesto, emprende conociendo al dedillo esa humana contradicción: “luego hice un disco que cumple a rajatabla esa estructura menos «Siempre quise hablar en lenguas pero nunca pude (hasta hoy)» y me dio mucha satisfacción. Son temas que me gustan muchísimo a pesar de que momentos antes renegaba de la estructura de la canción. Creo que la satisfacción viene, más que nada, de la posibilidad que me dieron de decir cosas que necesitaba decir”.

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Tras un 2019 con oportunidades que probaron ser determinantes para Los Cristales, 2020 empezó como un periodo estimulante para el grupo perteneciente al roster de Quema Discos. Quizás una prueba fehaciente de la buena racha de Los Cristales es contar con el ambiguo honor de que su presentación el sábado 7 de marzo de 2020 en Casa Brava haya sido el último concierto en vivo de la vieja normalidad para mucha gente. El concierto de esa noche logró capturar el momentum que la banda atravesaba por aquel entonces gracias al celebrado set conocido como Electro Cristales, que fue una de las indiscutidas sorpresas de sendos festivales Núcleo celebrados en el Galpón de la Música y que luego fue replicado (por pedido del público) en Berlín. Finalmente, el show se plasmó por última vez sobre el escenario del local de calle Pichincha ante una porción de público neófito que disfrutó de la propuesta.
El envión, por supuesto, entró en un amesetamiento con la avanzada pandémica y su consiguiente confinamiento. Si bien Los Cristales no fueron la excepción a la cancelación masiva de planes que se extendió por las agendas de la mayor parte del planeta, el golpe brusco encontró al grupo guardando un par de ases bajo la manga: el estreno del videoclip de Caleidoscopio, realizado por Nube Films y, más tarde, la publicación de Electro – En vivo desde Casa Brava, el registro de la mencionada noche.
A pesar de la aparición de ambas novedades, el año de la banda fue discreto mientras el oleaje covidiano rugía intranquilo. Replegados a un silencio creativo, en el seno del grupo la actividad siguió adelante pensando en el futuro.
En el exterior del capullo creativo, el mundo real continuó con su marcha, entregando algunas noticias inesperadas en el plano personal de Holsman. Con la confusión de lo disruptivo, sobre finales de marzo, el solista intenta recapitular sobre la seguidilla de vivencias que delimitaron el contexto creativo que devino en Tenis“justo había casi terminado de componer el próximo disco de Los Cristales y estábamos hablando con los chicos para producirlo. El contexto de pandemia nos imposibilitaba juntarnos. Además, teníamos otros trabajos pendientes, como la producción del disco en vivo. Estuvimos mucho tiempo en eso y aún nos quedó un single por sacar, en el que estamos trabajando ahora. Entonces creo que Tenis, ante esta imposibilidad de publicar material nuevo propio, vino a satisfacer esta necesidad imperante. En principio solo iba a ser un single, pero después surgieron nuevas canciones que erupcionaron. Cuando estaba terminando la música de «Pámpano» me enteré que a mi viejo le habían diagnosticado una enfermedad muy jodida. Partí hacia Uruguay, desde ahí fue como un volantazo: las letras de «Pámpano» y «El Adiós» están vertiginosamente imbuidas en esa noticia”. 

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En Tenis Pablo Holsman compuso las canciones, cantó, tocó todos los instrumentos (guitarras, minimoog, piano electrico, viola bass, batería acústica virtual), diseñó la cubierta y el booklet. Semejante esfuerzo multitasking se divide entre la necesidad y el deseo por aprender.
Imposibilitado de tocar para generar los ingresos necesarios para cubrir la totalidad de los costos del disco, Holsman se vio obligado a resolver por sí solo aspectos como el artwork. Con años de camino en el circuito, el impulsor de Los Cristales pudo haber concertado alguna colaboración o haber recibido la deferencia de un favor, sin embargo, Holsman optó por la autosuficiencia. La razón es simple: Pablo entiende la música como un oficio; cree que la posibilidad real de sustentabilidad del circuito reside en la responsabilidad consciente de quienes lo integramos; comprendiendo que cada una de las partes del proceso de realización involucra el trabajo de alguien, el cambio de mentalidad – el clic- se produce de manera natural.
La música como toda actividad dentro de la producción cultural es parte de un engranaje económico, todo o la mayoría del ingreso que tenemos como músicxs la invertimos y así también generamos más trabajo” afirma.
“Alrededor de la música hay un montón de trabajo que le agrega valor al producto y que hoy es casi imprescindible si es que se quiere llegar a cierta sustentabilidad. Me refiero al diseño, a la difusión, a la parte audiovisual, fotos y más”, declara.
“En mi caso solo me alcanzó para la producción del disco” confía. “El diseño lo hice yo, pero si hubiera tenido el dinero hubiera contratado a alguien” dice, quizás masticando cierta frustración.
“Lo demás si, la intención siempre fue hacerlo todo yo, o sea tocar, grabar y producir”, concluye.

La autosuficiencia de Holsman, afortunadamente, tiene un límite. Al alcanzarlo, Pablo se permite tender sociedades creativas que lo potencian y fortalecen vínculos que rebasan lo artístico.
Tenis cuenta con aportes esenciales: Ignacio Molinos (Matilda, Tensión), Fermín Sagarduy, Agustín Pati Muntaabski (Los Cristales), Fede Baronio y Emmanuel Guiñazú (Los Cristales). Cada uno estuvo a cargo de la mezcla de una pista de las cinco que componen al EP. El masterizado corrió por cuenta de Gabriel Schubert (Forestar).
Las canciones de Tenis encontraron un crecimiento considerable al dejarse permear por aportes externos. Al conectarse con el otro, Holsman, lejos de opacarse, se destaca. De allí un resultado que suena compacto mientras exuda matices y oxigenación.
La participación de semejante plantel de músicos/productores se fue dando con cierta espontaneidad. Al principio de toda esta historia, en una galaxia muy lejana, la idea inicial era grabar apenas un simple. Con esas intenciones, Holsman recurrió a un viejo compinche: Ignacio Molinos. La dupla acordó trabajar y allí surgió el ganchero «Voces».
El saludable resultado de ese sencillo destrabó un nivel de ganas y curiosidad para Holsman: quería ir por más.
Contemplando la idea de un disco, Holsman pensó que sería interesante la oportunidad para experimentar trabajando con varios productores cercanos.
“¡Qué mejor que amiga y que admiro!” señala ahora sobre la decisión de aquel momento. Más que epifanía, suena como una decisión de darse un gusto enorme.
Holsman fue convocando nombres de manera paulatina, entre amistad, complicidad y admiración. La mejor manera de apreciar los matices y sutilezas del resultado final es la escucha mediante auriculares: hay un colorido que refuerza la austeridad de este solista que bedroompopea con ventanales abiertos, contagiando de laralas y estribillos a quien quiera escuchar.
“Ellos lo mezclaron”, cuenta el compositor. “Al disco lo grabé con elementos súper rudimentarios, en lugares que no son los más indicados para grabar, lo lindo que suena es todo todo mérito de ellos”, agrega con modestia.
El master lo hizo Gabi porque creo que es una de las principales referencias actuales a la hora de masterizar”, explica Holsman, señalando la destacada labor de Schubert en los recientes trabajos de Amelia, Verónica Lia y La Rompiente, entre otros.


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Tenis fue editado el 29 de enero a través de Bandcamp, siguiendo la estela de un 2020 que ratificó la presencia fundamental de la plataforma y tienda digital para músicxs y labels independientes de todo el mundo.
Entre las tiendas musicales, Bandcamp logró niveles inéditos de popularidad durante el primer año de la pandemia de COVID-19, abrazando el entendimiento de una comunidad global. Artistas, sellos y público se conformaron en un plano donde se ratificó la importancia de un intercambio financiero más justo y directo.
En octubre del año pasado, todavía sin actividad de conciertos en decenas de países, los usuarios de Bandcamp pagaron $15.8 millones de dólares por sencillos, álbumes y merchandising disponibles. Con los Bandcamp Friday (que están confirmados hasta abril), un promedio del 93% del  dinero de los usuarios llegó al artista o sello (después de las tarifas del procesador de pago) logrando un ingreso real para seguir adelante en medio cuarentena y restricciones.
Atreviéndose a quebrar la inercia hegemónica que impone la industria musical desde hace siete años, cada vez son más lxs artistas que apuestan por la plataforma que tiene base en los estados norteamericanos de Oakland y California.
La decisión de Holsman de lanzar el disco mediante Bandcamp demostró su ánimo por indagar en las posibilidades que abundan más allá de la frustración del juego editorial y los algoritmos redundantes.
Con Tenis pasando la mayor parte del verano únicamente disponible en Bandcamp, Holsman destaca la experiencia como algo positivo que lo estimula a seguir apostando por nuevos caminos: “La experiencia fue muy satisfactoria, en lo económico gané más de lo que me parece que voy a ganar en un año en las demás plataformas al no ser un artista de masividad. Las expectativas no eran altas porque siempre tuve presente que para lograr una sustentabilidad vía Bandcamp era necesaria una base de empuje colectivo y yo estuve prácticamente solo en esta iniciativa, más allá del enorme apoyo de Quema”.
A propósito del despertar de una conciencia que lleve al usuario a un nivel de involucramiento mayor, Holsman observa que “para realmente hacerlo funcionar tenemos que ser muchxs artistas los que empecemos otra vez a apostar a Bandcamp y a denunciar lo injusto que son las plataformas de Streaming con respecto a la monetización. También difundir lo necesario que es que compren nuestros discos para que sigamos haciendo música”.
Tenis está disponible en Spotify desde hace poco más de una semana, mas Holsman se permite imaginar un futuro cercano donde la apuesta por la plataforma norteamericana sea mayor debido a las posibilidades que se multiplican gracias a una audiencia interpelada que se conecta con la producción artística desde un compromiso superador. “Hoy Bandcamp te permite adicionar material extra como videos, fotos y booklets”, apunta. “La posibilidad de los códigos, que fue lo que más usé para el disco, es una súper herramienta ya que hace más personal a la venta, y podés usar otras plataformas de crowdfunding como Cafecito y Buymeacoffe”, agrega.
Finalmente, el solista remarca lo fundamental de un usuario que deje de lado la pasividad para buscar una interacción comprometida. Con un público activo del otro lado, el feedback logra otro tenor, permitiendo un oficio real que salga de la condición de hobbie o hábito precario: “lo más importante fue que las personas que fueron a escuchar el disco. Se tomaron el trabajo de ir a Bandcamp que no es tan accesible como Spotify. Realmente querían escucharme y es para ellxs que hice el disco en primer lugar”.

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Cuando Pablo tenía 9 años, su familia dejó Rosario para mudarse a Paysandú, Uruguay. Holsman hace canciones desde que agarró una guitarra a los 16 años. Su primer instrumento había llegado un tiempo antes: la batería. A diferencia de los los cientos de miles de hogares en la historia del mundo, ni la familia -ni los vecinos- de Pablo tuvieron que padecer su proceso de aprendizaje tras los parches. La batería se encontraba fuera de la casa, más precisamente en un templo.  “Empecé tocando en la iglesia evangélica a la que iba con mi familia cuando vivía en Uruguay”, recuerda.  “Por eso siempre hago el chiste de que tengo un pasado bastante oscuro”, agrega desdramatizando la revelación.
A los 19 años, el adolescente Holsman regresó a Rosario. Ya bien acompañado por la guitarra, integró varias bandas con una dedicación parcial. Las cosas se volvieron más serias cuando se hizo cargo de su deseo de dedicarse a la música.
Holsman, casi recibido de psicólogo por la UNR, utiliza las palabras con certeza. Ese “hacerse cargo” se repite en sus respuestas. Más que un recurso coloquial, señala la manera perfecta para describir el momento del quiebre. Hacerse cargo del deseo de ser músico lo ubicó en otro lugar, torciendo el rumbo de su vida, dirigiéndolo hasta la misma instancia en que estas líneas se escriben, con un Holsman dividiendo sus tiempos entre trabajo, estudio, ocio y música con sus respectivas responsabilidades.
A pesar de la extraña cotidianidad del contexto, los esfuerzos de Holsman como integrante de un circuito que busca una cohesión colectiva siguen adelante. Es parte de Quema Discos, sello horizontal fundado en 2019 junto a Los Cristales, Amelia Sagarduy, Otros Colores y Fermín Sagarduy. Además, Holsman junto a una treintena de músicxs, fotógrafos y otrxs actorxs culturales, integra el colectivo Núcleo, que logró visibilidad en 2019 mediante dos festivales que lograron visibilizar el reclamo por mejores condiciones de trabajo sobre espacios públicos y privados en la ciudad de Rosario. La construcción-vinculación de Holsman no se detiene allí, puesto que también mantiene canales de diálogo con otros colectivos locales.
Con una década de actividad que se fue intensificando hacia el férreo compromiso actual, Holsman fue aprendiendo lecciones que lo ayudaron a crecer, tomando otra perspectiva sobre su oficio y la vinculación para con el resto de una escena plagada con colegas que zozobran en las mismas problemáticas.
Creo que el principal aprendizaje, aunque suene fácil, es que si le va bien a otrx es mejor para mí”, observa. En ese sentido, afirma que: “si somos cada vez más lxs artistas que tenemos visibilidad, ya sea local o por fuera de Rosario, eso nos beneficia a todxs porque le agrega valor a la producción local. La competencia entre nosotrxs es ridícula: competimos por migajas. La unidad es la única forma en la que vamos a conseguir algo. Tenemos que sincerarnos con nuestros intereses, hablar de lo que pensamos que nos corresponde como artistas. Es súper importante valorar la experiencia del otrx. Tenemos que escucharnos. Deberíamos dejar de tirarnos mierda con los otros sectores, ya sean productores, periodistas, Estado, bares, gestores y empezar a construir lazos con todos los actores de la cultura”.
A propósito de los aprendizajes, Holsman marca una pausa. Su reflexión deviene en otra cosa: un recuerdo que lo marcó y todavía está presente. Sin que la casualidad intervenga, al hablar del otrx, la libre  asociación lo conecta con vivencia que todavía lo impregna: “Tengo el recuerdo de Juan Manuel Robles (Gay Gay Guys) yendo a vernos a Anderson (2017), se fue re lejos en bici a vernos, nos aplaudió y nos mostró muchísimo amor como ningún compañerx artista lo hizo hasta ese momento, a pesar de que no éramos cercanos. Ese fue mi mayor aprendizaje. Había visto como constantemente compartía cosas de un montón de bandas y artistas de Rosario y como estaba comprometido con la escena. Desde ese día intenté seguir el ejemplo. Juan me cambió. De ahí en adelante me di cuenta que era por ahí. Creo que ese acto de Juan me produjo ese clic”.
Sobre el final, Holsman advierte sobre una lucha que persiste: “ya antes de la pandemia era desoladora nuestra situación con respecto a los pocos lugares para tocar, los tratos con privados y la desidia por parte del Estado. La pandemia nos dejó ´la ciudad cultural´ aún más arrasada. Si antes ya era inminente la necesidad de organizarse, movilizarse y trabajar en conjunto para no desaparecer del todo, hoy es fundamental”.

Por Lucas Canalda + Renzo Leonard

 

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