QUIZ RAPTILIANO #42: MARINA MAGGI

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

 

 

Marina Maggi es Licenciada en Letras por la Universidad Nacional de Rosario. Se desempeña como Auxiliar de Primera en el Taller de Escritura II (Escritura Creativa) de Gestión Cultural y como adscripta en las cátedras de Análisis del Texto (Comisión 1) y Análisis y Crítica I de Letras en la Facultad de Humanidades y Artes.
Publicó Salvamento de la contra-presencia (2013) y Toda belleza amante que colapsa (2017).
En 2013 ganó en España una tercera mención de Honor en el II Premio Internacional de Poesía “Un café con literatos”.

En colaboración con el poeta y músico Pablo Serr llevó adelante la revista de poesía y sello editorial El Imperio y la Libélula.
Estuvo a cargo de la traducción de El otro límite (2020), de la poeta italiana Maria Borio.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Las mañanas son difíciles, uno tiene que ejercitar, una y otra vez, un desapego arcaico, en la medida en que separarse del plano de los sueños es aceptar (momentáneamente, como si fuese el hall en ruinas de un porvenir reconciliado) que ya no pertenecemos al mundo de la infancia. A veces despertarme es un proceso agotador, del que salgo sin la más mínima esperanza de que el día efectivamente comience. Por suerte, la intervención de alguna voz amiga o el perfume del café despejan, sin demasiado esfuerzo por mi parte, esa certeza dramática. Admiro la gente que salta de la cama, hacia el sol. Quisiera ser así, dejar de arrastrar piedras pesadillescas en la vigilia. Tal vez algún día lo logre.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer trabajo fue en un bar, como moza. Perseveran en mí recuerdos muy vívidos, intensidades que me son muy queridas. Mi jornada comenzaba, precisamente, a las ocho. Esa mezcla matutina de temor, profunda decepción y extravío sensorial que intenté registrar arriba tropezaba con la frágil belleza del salón en penumbras durante los días de invierno. La rutina laboral recién comenzaba. También mi vida. Sí, asocio ese primer trabajo a una vita nova, en la que la alegría sin motivo(s) encarna la pura intransigencia del duelo: de aquí no se pasa sin perder con gracia lo que se ama. Toda esa absurda belleza era el anzuelo de un dolor ínfimo, casi invisible (así empiezan las grandes desgarraduras) que acechaba tras los gestos comunes. Trabajar en un bar para salvarme del duelo y para salvaguardar el duelo. Las dos cosas. Servir el desayuno a otras personas, sonreír y limpiar las mesas para que alguien más llegue era practicar y habilitar una hospitalidad apenas conocida por mí hasta entonces. Me fui de allí autoexiliada. Fue mi isla mágica, necesitaba abandonar sus ilusiones, cantos, historias, y seguir camino.

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

Nunca me gustaron los héroes. Los asocio a una dimensión despótica y grandilocuente. Hay personas que ejercen una gran fascinación sobre mí. Pero no son héroes, son personas. Hacerse una máscara para todos los días, tal vez ese sea el único gesto heroico que nos está permitido. Pero la sombra moral que proyecta esa palabra (tomada desde el sentido común, por supuesto), me genera rechazo.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a escribir?

La soledad. La comunión con los demás. El abandono. El amor resplandeciente, sin objeto. La muerte. Palabras que no dicen nada, así encadenadas. No tengo anécdotas para el comienzo de la escritura. No entiendo qué pasó, me resisto a saberlo. Me gusta pensarlo como un misterio.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Abrumada, no. Sí estúpida, culposa, indiferente.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

Que se termine esta escena pandémica.

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Inventarse un tiempo de ocio es un gesto difícil. Esa invención es subrepticia, imprevisible. Está repleta de trampas ínfimas, sembradas astutamente por la neurosis. Si lo pensase como algo imprescindible, tendría terror a perder ese tiempo fuera del tiempo, de repente y para siempre. El ocio es un lapso prescindible para la lógica utilitaria e inestimable para la vida. Supone una entrega vital. No siempre se encuentra un ritmo apto para habitar esa duración sin mesura.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico?

Como ejercicio, debería entregarme a la ironía con más asiduidad.

¿Recordás el momento en que empezaste a observar tu producción sin cierta inocencia juvenil?

La inocencia es un valor que perdí de vista y logré recuperar en la batalla de los días, afortunadamente.
¿Cómo te llevás con tus primeros trabajos diseminados en ediciones independientes, zines y huella digital? ¿Te ponés detallista y crítica con ese pasado o sos más relajada?
Son el tesoro de mi juventud.

¿Qué tipo de libros integran tu biblioteca? ¿Qué tipo de libros conservás y cuáles dejás partir?

Un poco de todo, lo que va llegando. Dejo partir los que no tienen resonancia alguna y que abandono por hartazgo. Son pocos, responden a un suelo poco fértil en mí, simplemente.

¿Te interesa que tu producción sea contemporánea?

Creo que no. Nunca supe qué significa ser actual. ¿La pasión por el anacronismo tal vez? Ni siquiera puedo hacer de ese ángulo un asiento para mi escritura.

Cuáles son los temas que atraviesan tu obra más allá de lo publicado? ¿Descubriste algún punto recurrente del que no eras consciente?

Descubrí algunas recurrencias: el llamado salvaje de la belleza en los bordes de la muerte; la ligereza que sobrevuela toda destrucción; la promesa humilde que aloja toda flor, sin la cual no tendría sentido la tristeza.

Para la mayoría de los escritores, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros.
¿Cómo fue esto para vos? ¿Cómo describirías tu desarrollo como poeta y la transición hacia tu propia voz?

La inflexión de mi voz nace de la generosidad de otras voces, que resguardan y animan mis tanteos ingenuos cada vez que trazo o tipeo letras en una página. Mi voz es tan solo el destello de hospitalidad que me sale al encuentro en textos ajenos y próximos.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

La poesía está en lo cotidiano. Los textos que nos tocan nos atan a la vida en todas sus formas, por fuera de cualquier compromiso racionalmente asumido. Prefiero pensarlo así. La conciencia política se construye desde ahí, desde los afectos.

¿Alguna vez te preguntaste si tu poética tiene una finalidad?

No tiene ninguna. No va a ningún lado. La poesía no lleva a ninguna certeza, de hecho, nos permite olvidar verdades anquilosadas, desarmar respuestas obstaculizantes, incluso degradantes. Toda poética incuba, tal como nos enseña Meschonnic, la invención de una forma de vida singular, cuya potencia excede los mandamientos (o mandatos) sociales.

 

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