QUIZ RAPTILIANO #52: MARÍA BELÉN CAMPERO

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

 

María Belén Campero es Dra. en Humanidades y Artes con mención en Filosofía, Universidad Nacional de Rosario. Diploma superior en Infancia, Educación, y Pedagogía. FLACSO. Máster en Filosofía 3/18, Universidad de Girona, España.
Recibió varias becas para formación doctoral y postdoctoral. Realizó estancias de investigación en Paris 8, junto al Dr. Patrice Vermeren y en UNED al Dr. Cristian Saborido. Se especializó en Filosofía de la biología.
Actualmente, trabaja en el cruce de la Filosofía, la literatura y la vida cotidiana. Es docente en Filosofía para niños. Coordina talleres de lectura filosófica.
Es miembro fundadora de Cosas invisibles grupo autogestivo que crea recursos lúdicos y literarios con perspectiva filosófica para la promoción de espacios de diálogo en contextos cotidianos.
Es miembro de Ciencia Maravilla, proyecto de extensión universitaria de la UNR, que crea recursos didácticos para la enseñanza de las ciencias en escuelas primarias.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Me gusta la mañana, todo me parece nuevo, luminoso, posible. Soy de los rituales, me levanto temprano, preparo el mate, prendo un sahumerio, paso un rato en silencio sin hacer nada, a veces leo, después enciendo el teléfono y la computadora.
Tenemos un gato y un perro, ellos comparten ese momento conmigo.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer trabajo fue como ayudante de profe en una colonia de vacaciones a la que había ido desde chiquita. Tenía 12 años, ya no había grupo para mi edad y me ofrecieron ser auxiliar. Fue una experiencia muy singular, cobré mi primer sueldo, aprendí a planificar una jornada, a ser más atenta, a ampliar la mirada y saber que estaban todxs los niñxs que tenían que estar con nosotrxs. Quizás ese haya sido el germen de mi interés por las infancias.

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

No me gustan mucho las figuras de héroes, prefiero (ad)mirar a las personas en general, disfruto mucho de ver las diferentes formas de habitar el mundo. Pero si tuviera que nombrar a alguien en la primera que pienso es en Chantal Maillard, me parece una poeta inquietante, de una potencia enigmática que, además, tiene una obra filosófica tremenda. Leerla, sin dudas, representó un cambio en mi manera de pensar.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a escribir?

De niña viví en varias casas a la vez, tuve esa suerte. Todas las tardes iba a lo de mi bisabuela. Ella se sentaba en un sillón al lado mío y, sin hacer nada más que eso, me contaba las historias de su infancia en la montaña. En esa experiencia está la huella de mi escritura. Escribo para recordar que otros modos de mirar conforman mi existencia.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

No, pero me cuido de no esperar de las redes algo que no pueden dar.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

Me preocupa que dejemos de lado la práctica de la sensibilidad, que no seamos compasivos, que perdamos consciencia de nuestra fragilidad, que neguemos la necesidad de que otrxs nos cuiden, que no seamos humildes, que sigamos necios buscando la perfección y la felicidad. Me gustaría que fuésemos más amorosos y que estemos más dispuestos a escuchar.

¿Qué tipo de placer culposo disfrutás a escondidas?

Compro libros que sé que no tengo tiempo de leer, solo para acumular lecturas pendientes.

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Mi trabajo, independiente y autogestivo, hace que esté siempre en actividad. Sin embargo, estoy buscando tener tiempo de ocio libre. Parece una redundancia pero no, me cuestiono responder a las demandas de velocidad e hiper productividad, esta es una época en la que hasta el tiempo de ocio (a)parece reglado, tenés que ir a tal lugar, ver tal cosa, hacer tal otra. Yo aspiro a componer un tiempo de ocio del que yo misma no espere nada, un tiempo que ocurra con espontaneidad.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico? 

Me hace falta incorporar el consumo irónico.

¿En algún momento sentiste paranoia sobre los algoritmos?

No, pero siempre me fijo si las publicaciones, las publicidades o las noticias sugeridas tienen que ver con algo que dije, o que busqué en Google o en redes.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

Mi abuelo tenía una biblioteca que iba del piso al techo, nunca me obligó leer, nunca me dijo esto es bueno, esto es malo, pero yo lo miraba, veía cómo agarraba los libros, cómo escuchaba música. Me acuerdo de verle los ojos brillosos y de que tragara antes de hablar cuando yo le preguntaba si estaba bien. Mi influencia es afectiva, yo quería sentir así, como él.

Para la mayoría de lxs autores desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos? ¿Cómo describirías tu propio desarrollo como escritora y la transición hacia tu propia voz?

Para mí la escritura es un proceso de constante aprendizaje, no he dejado de lado mis maestrxs, corrijo, hago talleres y clínicas, me preparo porque en todas las escrituras me siento, de algún modo, principiante.

¿Recordás el momento en que empezaste a observar tu producción sin cierta inocencia juvenil?

Busco, en general, conservar la mirada inocente sobre todo lo que hago.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente? 

Sí y hablo mucho sobre eso, me parece mágico. Cuando empiezo un proyecto de escritura siempre lo creo nuevo, no veo el vínculo con el trabajo anterior y, sin embargo, después me doy cuenta de que uno continua a otro. Y eso me vuelve a sorprender, me gusta mucho. Y es que la escritura nace de lo que insiste, de lo que se nos aparece una y otra vez.

¿Te interesa que tu producción sea contemporánea?

Sí, pero cuando digo contemporánea me refiero a que tenga que ver con lo cotidiano, con esto que me pasa ahora mientras escribo.

¿Alguna vez te preguntaste si tu poesía tiene una finalidad?

La poesía no puede tener una finalidad, tampoco la filosofía. Ambas son libres, el propósito de una y otra está en sí mismas. Es su inutilidad lo que nos permite detenernos y mirar las cosas de un nuevo modo, ni mejor, ni peor, solo distinto.

¿Cómo te llevás con tu huella digital y tus primeros trabajos? ¿Te ponés detallista y crítica con ese pasado o sos más relajada?

Soy bastante detallista, pero no reniego de los primeros trabajos, como dije antes, trato de conservar una mirada inocente, de no juzgarme.

¿Es posible revalidar nuestra capacidad de sorpresa a medida que vamos creciendo como lectores? Es una pregunta dirigida a alguien que vive sumergida en la lectura desde hace años.

Si no hay sorpresa no hay disfrute y dudo que podamos mantenernos como lectores sin esa condición. Cada lectura nos introduce en un nuevo modo de ver el mundo, nos muestra otras formas de ser, de sentir, de resolver problemas. La lectura, como dice Michel Petit, nos deja construir nuevas casas interiores.

Habitando la era de la información estamos expuestos al ruido constante desde los dispositivos tecnológicos, los medios, redes sociales, etc. Entre tanto ruido, el silencio parece reformularse, primero como un oasis de paz, pero además como un espacio para preguntarnos acerca de ese ruido.
¿Somos capaces de apreciar la potencialidad de ese silencio?

Seguro somos capaces, pero le tenemos que dar lugar. Vuelvo a la pregunta sobre lo que me preocupa del futuro inmediato en la que señalaba la importancia de ser conscientes de la necesidad del otrx. Pensemos el silencio como una acción, más que como un estado y hagamos silencio para escuchar, acallemos el ruido de nuestras palabras, descubramos al otrx. Sólo del silencio, dice Chantal Maillard, “puede surgir la palabra que es capaz de comunicar: de hacer común una experiencia transportándola más allá de donde se fraguó.” El silencio abre camino a la novedad, a pensar de nuevo, distinto, con otras palabras. El silencio nos muestra lo que no sabíamos (de nosotros).

 

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