QUIZ RAPTILIANO #72: FERNY KOSIAK

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Fernando Kosiak nació en Libertador San Martín (Diamante), Entre Ríos. Es Profesor en Lengua y Literatura (UADER), Técnico en Comunicación Social (UNER), escritor y editor. Es el director de la Editorial de Entre Ríos y lleva adelante el sello independiente “Proyecto Camalote”.
Publicó los libros de cuentos Soy tu monstruo (Supervisión, 2008), Sentido raro (Supervisión, 2011), Tuit (Bicéfalo, 2012), El crimen es una fiesta (Bicéfalo, 2015); La bondad de los extraños (Editorial de Entre Ríos, 2018) ganadora del premio Fray Mocho 2016 y las nouvelles Cerca del fuego (Baldíos en la Lengua, 2018), Otro (De Parado, 2020) y Recetas de cristal (Gerania Editora, 2021), entre otros títulos.
Editó el libro Flotar. Cien poemas sobre ríos. Cien poetas argentinos (Proyecto Camalote, 2020), del que se encargó, también, del trabajo de selección.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Me levanto de buen humor, me gusta estar solo el ratito del café pero eso no significa que no tenga la sonrisa a tiro.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer trabajo fue vendiendo escobas en mi pueblo. Yo no nací en Paraná, nací en un pueblito que está cerca y el primer trabajo fue ese: salíamos con un amigo a vender escobas en el pueblo. Después con mi vieja, cuando ella hacía empanadas para vender y poder ir a los viajes de estudio, se pasaba horas y horas cocinando o también hacía pororó acaramelado. Vengo de una familia muy humilde y siempre nos inculcaron eso de tenernuestra platita con el esfuerzo, con vender, con vergüenza, porque íbamos a un colegio privado entonces eran todos otros chicos con otra realidad económica y la nuestra era un poco peor pero mi madre siempre nos enseñó eso, el esfuerzo del trabajo y poder ganar nuestro dinero y el orgullo también de ganar ese dinero.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a la poesía?

Por cursi que suene, los primeros enamoramientos, ahí comenzó la poesía, mala, por supuesto, pero guardada para el recuerdo patético. Ja ja ja.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

Nací y viví hasta los veintipico en un pueblo muy conservador. Ahí hice mis primeras muestras fotográficas, publiqué los primeros fanzines. Era el bicho raro del pueblo. Cuando estaba a punto de montar la muestra me llamó el Intendente para decirme que no podía colgar algunas de las fotos (en una el hijo de un pastor de iglesia se inyectaba y en otra mi abuela hacía como que esnifaba coca, era demasiado para el pueblo). Así que mi primera experiencia fue de censura y de readaptarme porque inmediatamente armé otra muestra y seguí adelante con lo planeado.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico? 

No creo mucho en el consumo irónico, creo que son consumos y punto. Al mismo tiempo no tengo tiempo para consumir algo desde una postura irónica o banal, prefiero consumir lo que me divierta, aunque no caiga en lo culturoso, cada uno consume lo que necesita en el momento que lo necesita.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumado por las redes sociales? ¿Por qué?

Sí, las redes sociales siempre me abruman en algún momento del año. Trabajo editando, trabajo en fotografía desde hace años, trabajo con mis propios libros, cuando era el auge de las páginas de Facebook me hice una y ahora la tengo abandonada y después bueno ya le puse más pila al Instagram. Tuve Twitter y también lo abandoné. No tengo red social de Camalote porque ya es como demasiado administrar otra cuenta entonces llega un momento en que lo cotidiano te abruma, prefiero mi Instagram simple y sencillo donde está Camalote, donde está mi vida diaria, donde están las fotos que me gustan que es más como un álbum para mí. Hay muchos haters y por ahí en algún momento me abruma eso porque, por ejemplo, todo lo que nosotros editamos es con la mejor de las intenciones y siempre hay alguien que entiende las cosas para otro lado, que no entiende lo que hacemos con buena leche, poniendo nuestro esfuerzo, nuestro trabajo, nuestro dinero. Y eso realmente a mí me molesta mucho. Pero trato de darle la importancia que tiene que es nula.

Sin deseo no hay poesía: ¿cuándo tuviste claro tu deseo?

Aunque parezca muy loco nunca había pensado en esta pregunta, en esta máxima. Me hizo pensar hacia lugares viejos pero la verdad es que sí, desde que yo empecé así como a tener deseo, a estar enamorado de alguien que siempre fui muy Blancanieves. Tuve claro mi deseo a fines de la secundaria, fines de los 90, todavía no estábamos en la época que estamos hoy con un montón de libertades y de conquistas y yo iba a un colegio religioso. Entonces estaba ahí entre que me gustaban las chicas, me gustaban los chicos, hasta que una profesora con toda la lucidez y la cabeza, me dijo decidite, decidite que te guste algo o que te guste lo otro porque vas a sufrir, porque ella me veía sufrir, no por una cuestión de es blanco o es negro, ni cortándome las alas de decir bueno, puedo elegir las dos también, ¿no? Sino para que me encaminara. Y a partir de ahí, para mí en ese momento fue así como un quiebre. Hoy en día por supuesto que podemos elegir lo que nos guste, nos puede gustar todo, no nos puede gustar nada, cualquier cosa, pero en ese momento, en ese contexto religioso, fue un gran empujón y una gran puerta abierta al deseo, a desear lo que realmente quería.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente?

No sé si tanto en la poesía, sino por ahí en la escritura de cuentos. Siempre digo que yo escribo en todos los géneros, de ahí a que lo haga bien es otra cosa pero me mando y lo escribo. Sí he encontrado cuentos con los que me gustaría hacer una antología, que tienen una escritura hacia lo pop, no sé, pienso en algunos cuentos míos que tienen personajes muy pop argentinos como Valeria Lynch, poemas que tienen a Susana Giménez, cuentos que tienen como personajes a Batman, ese recorte de lo pop es algo que me gusta y después he variado mucho, siempre he mantenido en la escritura de los cuentos una ambivalencia entre lo que es el terror y lo que es lo pop, el humor que es lo que más puedo encontrar como algo conductor porque después al mismo tiempo mi escritura ha variado mucho, pero esas dos cosas, esos dos elementos siempre están de alguna manera en algunos libros más acentuados que en otros.

La música es parte de tu vida puesto que fuiste integrante de coros. ¿Cuánto del ritmo musical aprendido incorporaste al oficio de escritor?

No sé de dónde sacaron eso de los coros pero qué investigación profunda que han hecho. Sí, canté muchos años en coros y de hecho ahora que leo esta pregunta tiene que ver con un poema de un libro mío que va a salir este año con suerte o principios del año que viene y el otro día que lo estaba releyendo, corrigiendo y demás. En un poema yo digo eso, a mí siempre me ha gustado cantar, me sigue gustando cantar y cantaba en coros y era solista y todo eso y pienso que algo que me quedó de la música es sobre todo el ritmo en la poesía y eso está escrito ahí en ese poema, ¿no? Pero sí, es como que más que nada por ahí el tema del ritmo, a la gente que nos gusta la música, podemos ver esa musicalidad en lo que escribimos.

¿Cuánto de espontaneidad y oralidad escénica tienen los escritos de OH!(2021)? En esos poemas hay una sensación de free-flow, como si quisieras ahondar en tono de monólogo.
Por otro lado, esa publicación llegó en épocas pandémicas: ¿te quedaste con ganas de explotarlos desde un lado más performático?  

Respecto a OH!, sí, son totalmente orales y escénicos, porque de hecho el libro está organizado como en dos partes donde dice los leídos y los ileídos o inéditos. Lo explico un poco en el prólogo que es la recopilación de los poemas que escribí para distintos slams de poesía. Desde que participé en el primero, yo siempre tuve dos premisas: quiero hacer reír a la gente y quiero cantar en algún momento, aunque sea cuatro o cinco palabras pero meterle algún fragmento de canción. Desde esa perspectiva sí tiene eso de lo performático y lo escénico muy presente. En la parte de los ileidos, inclusive había como algunas otras cosas más que yo por ahí creo que las agregué como notas al pie sobre cómo acompañar la lectura. Y sí, me quedé con ganas, pero de todas maneras siempre trato de ponerle onda a la hora de leer estos poemas que son para reír, porque también tengo otra escritura que no va por ese lado. Este tipo de textos sí los pienso desde lo performático: leo con los tacos altos o juego con algún otro elemento y en ese sentido como que le sigo sacando provecho a ese libro. Nunca lo leo sentado, por ejemplo, no me imagino leyendo un poema de ese libro quieto siempre tengo que moverme, que con otros textos míos no me pasa y eso está buenísimo, para descubrir y aprovechar. La presentación fue totalmente un show que tenemos ganas de reflotar con la amiga y bailarina Vicky Roldán.

¿Alguna vez un poema propio te sorprendió de una manera inesperada? Por ejemplo, terminaste de escribir y te encontraste con algo que te asustó.

Sí, eso me pasó el año pasado y fue como muy loco que escribí un sueño muy lindo, casi erótico y que a la hora de terminar de escribir el poema (porque encima lo escribí en el trabajo, me encerré y lo escribí como para no olvidármelo) dije: la persona que está en el sueño no es alguien erótico, el hombre que está en el sueño es mi hijo. Fue loquísimo, fue así como un flash, decirlo así es reducirlo mucho pero fue como una revelación que me sacudió y que nunca jamás me había pasado una cosa así y es maravilloso. Lo mismo me pasa con la lectura de algún poema que lo escribí más tranquilo, más meditadamente y que habla de algo muy propio, muy íntimo y que por ahí a la hora de leerlo me emociono, termino llorando al leer ese poema, es algo que también me pasa

Para la mayoría de los artistas, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos?

Eso me pasó más que nada con mi escritura de narrativa, que sí, mis dos primeros libros que se llamaban Soy tu monstruo y Sentido raro tienen mucha pregnancia de otros escritores, de la Pizarnik, de Borges, de la buena parte de Borges, de Puig en algún sentido, de Cortázar. En poesía no, porque poesía publiqué bastante más adelante. Los primeros poemas, guardadísimos bajo siete llaves tenían alguna cuestión rebuscada de las lecturas del barroco, del neobarroco pero nunca nadie lo sabrá.

Antonio Porchia decía “Qué te he dado, lo . Qué has recibido, no lo sé”. ¿Cómo es tu relación con los lectores? ¿Al escribir tenés presente al lector?

No, no tengo en cuenta el lector. Escribo la historia que quiero y como me sale. Por eso también mis tipos de escritura son bastante variadas. Desde novelas que son muy oscuras y muy de terror a novelas que son más familiares y más de lo vivencial, digamos, lo mismo con el tema de los cuentos y ni hablar con la poesía. No pienso en el lector pero sí es algo que siempre me sorprende, las respuestas de algunas personas. Me pasó mucho con la novela que publicó De parado, Otro, que me han llegado mensajes hermosísimos, una novela que no tiene tantísimo trabajo, que no tuvo mucho tiempo de trabajo a la hora de escribirla sino que salió de manera fluida, no como otras novelas que me han llevado mucho más tiempo. Y aunque tiene este condimento fantástico de que en una habitación aparezca una copia, un doble de uno mismo y tiene toda una carga erótica muy fuerte, juega con esto de la sanación y me han llegado mensajes muy lindos de personas a las que la novela las ayudó muchísimo y eso para mí es decir: bueno, ya está, hice algo bueno.

¿Alguna vez sentiste que la escritura resultó un método de supervivencia?

No, de supervivencia no. Sí lo creo que la literatura, la escritura me salvó del olvido. Porque yo soy una persona con una memoria muy a corto plazo, entonces muchas cosas las escribo para no olvidar.

Durante tres años en continuado hiciste una convocatoria nacional para los libros Flotar (2020), Jardín (2021) y Campo (2022). De cada llamado hicieron una antología con cien poetas de todo el país, entre nombres reconocidos y nuevas voces. 
¿Cuáles fueron los aprendizajes de esas experiencias tan enormes? 

Aprendí de los estilos y de las vivencias personales, de la gran variedad de escritoras y escritores y escritorxs que tenemos en todo el país y cómo sobre un mismo tema puede haber tanta diferencias de escritura. Aprendí mucho de la generosidad de la gente, eso es algo para destacar porque todos los autores, o casi todos los autores compraron libros de más, más allá del que le tocaba como obsequio, regalaron a bibliotecas, hicieron girar el libro, se contactaron con librerías, toda una difusión hermosa que llevó al libro a todo el país, que es lo que a nosotros más nos importa: que se difunda la poesía. Por otro lado, hablando con otros editores independientes, suele pasar una cuestión que es que por ahí nos quedamos más con lo malo que con lo bueno. Hay muchas mezquindades y eso quita energía, igual no dejamos que eso nos afecte en lo más mínimo, le seguimos metiendo y este año que la convocatoria es sobre la infancia, es abrirse a otro universo. Están llegando un montón de textos, me parece que va a ser la convocatoria más convocante (valga la redundancia que nunca vale) y creo que de todo se aprende, tanto de lo bueno como de lo malo. Le encontramos también la lógica comercial para que para no perder dinero porque son antologías que son caras de hacer y nosotros no le ganamos mucho porque la idea es de que todos los libros de Camalote son libros baratos que es también en ese sentido de que la poesía siga circulando.

A propósito de flores, ríos y campo: los últimos años, entre la sequía, la bajada del río y el ecocidio en los humedales, vienen siendo muy complejos para el litoral argentino. La pandemia, además, fue una experiencia cruda que se vivió en simultáneo. ¿Te parece que nuestra relación con el ecosistema se fue resignificando? ¿Estamos pensando al Litoral de otra manera ahora que dejamos de darlo por seguro.

En algún punto hubo distintas representaciones artísticas que han reaccionado en los últimos años con el tema de las quemas de humedales, con el ecocidio que está sucediendo en todo el litoral y también en todo el país. He visto libros, antologías sobre eso, he visto muestras de arte donde la presencia en las pinturas, en los dibujos, el tema de las quemas estaba muy presente pero al mismo tiempo es algo que viene desde antes. El trato nocivo de nosotros hacia el ecosistema que nos rodea en todo el país, siempre ha sido pésimo. Ahora como que se ve más y lo vemos más frecuentemente y también las redes sociales ayudan un montón para esas cosas, pero también, al mismo tiempo, es como que hasta que no haya que frene el ecocidio, es una realidad que va a seguir sucediendo, donde los oligopolios explotan todo lo que es nuestra naturaleza por una ganancia económica.

Última pregunta para el Ferny editor que, entre otras cosas, presta atención a los costos de la industria: ¿Pudiste desarrollar una cintura especial para mantenerte un paso adelante de las corridas del dólar y la inflación?

No, la verdad que no pude. O sea, yo tengo mi trabajo docente, gracias a eso vivo, pero si tuviera que dedicarme a la edición no se podría sostener. De hecho la estrategia de cualquier editorial es poder reinvertir el dinero de lo ganado en proyectos futuros. Hoy en día, por lo menos en mi experiencia, no se puede mantener. Con las antologías apunto a cubrir los costos y obviamente que sacarle una pequeña ganancia por el tema de todo el trabajo, de la logística tanto de la curaduría de los textos, de la selección, responderle a toda la gente por sí o por no, si quedó seleccionado o no, que es algo que todos los años he hecho, sino también por una cuestión de diseño, corrección,  mandar imprenta, traer a Entre Ríos y después mandar a cada uno el paquetito con sus libros, todo eso que es un laburo superintenso. La ganancia es mínima y de hecho no alcanza ni de cerca para imprimir la antología del año siguiente. En ese sentido no se genera ese círculo virtuoso. Si tengo que invertir plata de mi bolsillo para poder hacer la antología y recuperar esa plata más o menos rápido, sí, eso por lo menos lo he podido mantener, no he ido a pérdida, digamos, pero mantenerlo en una mayor extensión de tiempo, no, no le he podido ganar al dólar y me parece que es uno de los grandes problemas que tenemos todos quienes editamos en el país, que sin una política editorial como ley o como lo que sea, no sé cuánto va a soportar el sector.

 

 

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