QUIZ RAPTILIANO #50: AGUSTÍN ALZARI

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

 

 

Agustín Alzari (Junín, 1979) es narrador, editor y músico. Doctor en Letras por la Universidad Nacional de La Plata y licenciado en Letras por la Universidad Nacional de Rosario.
Actualmente trabaja como Coordinador de Ediciones del Ministerio de Cultura de Santa Fe.
En 2014 publicó la crónica La internacional entrerriana (EMR), que se suma a otros dos libros que parten de sus investigaciones literarias publicados en 2012: “Estas primeras tardes…” y otros poemas para la revolución, de Juan L. Ortiz y Tumulto de José Portogalo (Serapis).
En 2015 publicó la novela La Solución (Yo soy Gilda editora).
En 2019 publicó el libro Alejo y los excavadores (Listo Calisto, Rosario)
Grabó y editó los discos Las cinco estaciones (2016) y Nadar (2006), junto a la banda Nadar.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Excelente. Disfruto mucho de ese momento del día y puedo madrugar sin problemas.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Fue como empleado, diagramando una revista tipo guía de Rosario. Llena de publicidades de negocios chicos. Aprendí que cuando se necesita la plata, mucho no pensás. Las condiciones no eran óptimas porque trabajaba en la casa de la mamá de un jugador de básquet adicto. Era gigante. Pero yo iba con alegría y le metía onda. Al principio me divertía que el tipo era totalmente trucho, vendía la publi principal de tapa dos o tres veces, entonces me pedía que diseñe las tapas distintas y cada negocio recibía una versión diferente del mismo número. Un bajón. Por supuesto que después me cagó a mí.

¿Qué experiencia fue fundamental para que decidieras dedicarte a escribir?

La posibilidad y hasta la facilidad de crear algo propio que comunique.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Abrumado no, aburrido. Con el tiempo, le encontré la vuelta para que sea una arena, un espacio de experimentación y juego. Eso es @legutix en el Instagram. Síganme que no los voy a defraudar.

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Sí. Tengo una gran capacidad para disfrutar sin hacer nada, o haciendo cosas que sé que no van a ningún lado. Me gusta, además de lo artístico, el deporte, la caminata, el viaje, y sobre todo el tiempo con mi familia. Me encanta, lo disfruto.

¿Cuál es tu límite con el consumo irónico?

No me produce gracia. Me divierto de otras formas.

¿Cómo te sentiste la primera vez que te publicaron algo? ¿Qué era?

Un cuento en el concurso de UNR Editora, a los 18 años. Fue muy lindo. Tuve mi primer contacto con lectores que no conocía. El cuento era una continuación, una ampliación, una deriva de El extranjero, de Camús.

Para la mayoría de los escritores, desarrollar una voz propia va precedida primero de una fase de aprendizaje y, a menudo, de emular a otros. ¿Cómo fue esto para vos? ¿Cómo describirías tu desarrollo hacia tu propia voz?

No me siento muy a gusto con la idea de “voz”. No la aplico, digamos. No pienso en esa trayectoria. Me tienta la idea de la calidad: mi reto es escribir, dibujar, grabar música o lo que sea cada vez mejor, quitando los hilos para producir una experiencia plena en quien lo recibe.

El arte puede ser un propósito en sí mismo, pero también puede influir directamente en nuestra vida cotidiana, asumir un papel social y político y generar un mayor compromiso. ¿En lo personal tuviste alguna influencia así?

Claro que sí. Estudié durante años esa relación y siento que todo lo que hago es una respuesta continua a esa tensión personal entre el arte y el cambio de la realidad, de lo que me rodea.

En La internacional entrerriana (2015) hay cierto tono detectivesco. Esa tensión lleva tu crónica a otro nivel: la investigación, de a poco, se va tornando un rompecabezas.
¿Cuándo encontraste que estaban dados esos elementos? ¿Fuiste consciente en el momento o fue algo que llegó cuando estabas entregado a la escritura?

De arranque tenía las dos líneas temporales: la del investigador y la de los hechos, unos 90 años antes en el mismo espacio. Al reponer la investigación, la perspectiva detectivesca llegó sola porque así fue la experiencia real: tirarse de cabeza a ver qué se encontraba.

¿La perspectiva del tiempo te hizo descubrir algún punto recurrente en tu obra del que no eras consciente?

Un interés en cierto tipo de personaje que vendría a estar del lado equivocado y me terminan copando la parada: El Gallego, el Padre Quinodoz, y otros en los materiales que trabajo ahora.

Diversas experiencias laborales te llevaron a investigar en ámbitos académicos, libros y autores que son bien cercanos a eruditos de la literatura y la historia de nuestra región.
En tus libros, sin embargo, los géneros populares y masivos son evidentes.
¿En qué medida lo popular es importante para tu oído y tu voz de escritor?

Diste en la clave. Es el título para un libro que voy haciendo muy de a poco: Cuentos Populares del siglo XXI. Lo popular me atrae y en esa dirección trabajo. En lo que estamos haciendo junto a Ludmila Bauk en teatro, la zona de la dramaturgia, digamos, eso se juega con fuerza: máxima comunicabilidad y esplendor de la idea.
Pero lo anterior no es una negación de esa otra zona que transité, sino una necesidad de que compartir el camino con un público amplio. Hice experimentos: mi tesis doctoral no cita a ningún autor francés, por ejemplo. Debe ser la única. Los amo, pero la idea era insuperable y funcionó perfecto porque me abrió la posibilidad de pensar la poesía de izquierda argentina desde la propia perspectiva que generaban sus teóricos y difusores de la época, que no eran ningunos ingenuos. Esa decisión generó quejas y también fervientes defensas.

¿En algún momento del proceso de escritura pensás en el lector?

Claro, sí. Y mucho más en la reescritura.

¿Recordás el momento en que empezaste a observar tu producción sin cierta inocencia juvenil?

Sí. Marcó un antes y un después. Me gustaba mucho escribir en grupo, con amigos. Ahora lo sigo haciendo pero solo en proyectos puntuales.

¿Alguna vez te preguntaste si tu literatura tiene una finalidad?

La tiene: el goce en la lectura. La sonrisa solitaria. La seducción bien entendida.

Con la publicación de Alejo y los excavadores diste un paso hacia una aventura diferente. Primero porque se trata de un libro infantil. Además, fuiste escritor e ilustrador, una novedad.
¿Cómo funcionó ese doble rol?

Me encantó hacerlo. Siempre dibujé, pero como algo aparte. Ligia Rossi, amiga ilustradora y editora, me invitó a que me mande y me ayudó en el proceso. Estoy muy contento con Alejo. Seguí dibujando, probablemente salgan nuevos libros, y ahora estoy haciendo pequeñas animaciones con música electrónica original. La fuga hacia otras formas del relato, del arte, ese misterio y saber que hay en cada una de ellas, me atrae mucho.

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