Joven, movedizo y sin miedo al hit, Ramiro Antelo –alias Rama Empanada– dejó el under rosarino para perderse (y encontrarse) en la densidad emocional del pop porteño. Productor, compositor y DJ, entre la sensibilidad ocurrente y la crudeza de la época, construye un universo donde la canción no es pose ni consigna: es forma de vida. Su historia es la de tantos, pero con un twist melódico: un pibe que se la juega por hacer música, aunque la realidad invite a otra cosa.
La escena fue así: conocía su nombre, su música ya había hecho eco en mis auriculares, incluso conocía a gente que tocaba con él. Pero a él, a Rama Empanada, no lo había cruzado nunca. Era como ese fantasma eléctrico que dejó su rastro en Rosario y se evaporó antes de que pudiera verlo en persona. Se fue demasiado temprano para Buenos Aires, lo cual –si me preguntan a mí– está perfecto. Hay que escaparse hacia aventuras de todo tipo, en cualquier latitud.
En Rosario, lo vi tocar apenas dos veces. En Capital Federal, una sola. Pero jamás lo conocí en persona. Increíblemente, lo encuentro, cara a cara, en medio del gentío propio de un festival estival, en la costa argentina.
Porque parece que Rama Empanada siempre anda en alguna. Podría ser su propia gira de aventuras, entre Rosario, Buenos Aires y donde pinte.
De aventuras se trata esto, de hecho. De esas búsquedas detectivescas medio a ciegas, con auriculares como lupa y mensajes de voz como mapa del tesoro. Porque deducir a un artista a la distancia tiene algo casi romántico. Es esa sensación de escuchar una canción y decir: “¿Quién es este pibe y cómo llega a perfilar su identidad?”.
Lo mejor de encontrarse con un artista nuevo –de verdad nuevo, de esos que todavía están inventándose mientras los seguís desde lejos– es que podés espiar cómo teje sus propios lazos, cómo arma un pequeño mundo a partir de sus obsesiones, sus referencias, su generación.
Hay algo aún más loco cuando ese artista es de tu propia ciudad, pero lo terminás entendiendo desde la distancia, como si necesitáramos alejarnos para enfocar mejor. ¿Qué pasa ahí? Tal vez la ciudad natal nunca nos deja ver con claridad. Tal vez hace falta que alguien se escape para que lo podamos ver completo. Como si la perspectiva fuese crucial para que todo se vuelva más nítido, incluso lo que ya conocías.
Rama es joven, pero no en ese sentido liviano de “ay, qué chiquito, mi amor”. Es joven con peso: precoz, determinado, movedizo. Se fue a Buenos Aires no para hacerse famoso ni para armar una banda y pegarla de cualquier modo, sin importar nada de nada. Se fue para laburar. Para estar donde había más chances estadísticas de meterse a un estudio de grabación. “Fue una cuestión de números”, le cuenta a RAPTO. Frío, sí. Lógico, también.
Sin embargo, en esa jugada medio técnica, medio kamikaze, terminó encontrándose con su parte más visceral: la de componer.
“Después de terminar la secundaria me di cuenta que quería trabajar en un estudio. Quería grabar, quería producir, quería mezclar. Todo. Fue cuestión de pensar: en Rosario hay tantos estudios, en Buenos Aires hay 15 veces más. Entonces es como una cuestión casi estadística de decir, bueno, pase lo que pase, tengo más chances de terminar haciendo esto en Buenos Aires que acá”.
“Me mudé en 2020. Me agarra la pandemia. Vine con la idea de arrancar a estudiar, empezar a mandar puntas a estudios, a ver si alguien necesita un asistente…pero llego y se pincha todo”.
“Así fue como termino encontrándome con la composición. Si siquiera haber tocado, ponele. Había tocado un par de veces en vivo en bandas de covers y demás. Lo que que sí venía haciendo, desde un tiempo, era producir gente amiga y demás”.
En plena pandemia, con el mundo roto y los planes cancelados, Rama se encerró a escribir su primer disco.
Estándar llegó en agosto de 2023. El tono es confesional, aunque evitando lugares comunes de la época: aquí el autor piensa en la soledad siempre en relación con el otro, sin cerrarse a la pantalla individualista.
De la pieza al mundo. De Rosario a Buenos Aires. Y así arrancó una rueda: tocar, producir, conocer gente, grabar con ellos, que lo inviten a fechas, que lo escuchen. Una especie de loop virtuoso donde su doble vida –la del productor y la del músico– se cruzan y se potencian.
Pero no es un tipo que se la pase proyectando en una pizarra de corcho tipo película de crimen, donde hay que deducir movimientos, vigilar implicados, calcular posibles tretas. Rama camina al ritmo de lo que pasa. “Es una combinación entre lo que quiero hacer y las oportunidades que se presentan”, dice con esa honestidad tan poco marketinera como necesaria.
Ahí es donde entra el poo como ropaje universal.
Sí, porque Rama no le escapa. No lo considera un género menor ni algo de lo que haya que pedir disculpas. Para él, el pop es el lenguaje. El punto de partida. “Nunca tuve el prejuicio. El pop puede ir desde los Beach Boys hasta Dua Lipa”, comparte. Y tiene razón. Es más una forma de componer que una receta de beats y estribillos. Es libertad disfrazada de estructura. Y Rama se mueve desde ahí con soltura.
“El pop, como lenguaje y terreno, es estéticamente mucho más variado. Se trata más de una bajada o una manera de encarar la composición más que un uso determinado de recursos, como esta cosa del foco en el estribillo o el foco en la voz o ciertas temáticas. Eso me parece que es súper divertido. Se pueden hacer muchísimas cosas bajo ese formato que es súper amplio”.
Rama está en Rosario en un fin de semana frío, lluvioso y muy húmedo. Vino para tocar en D7, en la fecha presentación de Alter Ego, disco de su bestie Serenna. Esa noche, Vuelo Nocturno también forma parte del cartel.
El regreso a su ciudad natal lo encuentra en medio de la producción de su siguiente disco. Igual, hay novedades de sobra. En 2024 publicó el single Pueyrredón, una pequeña gema de indie pop dosmilero. La canción, bien ganchera, lo tiene en un rol histérico, sincero y un poco harto de pensar siempre en lo mismo, trata de soltar, mientras el cotidiano transcurre.
En febrero llegó Un poco más junto a Bautibit, donde la pista de baile está declarada. Otra vez aparece la ambigüedad histérica, ahora en la cancha de la nocturnidad. El tema tiene una sofisticación que no sabe de pretensiones: la idea al servicio de bailar.
Gratis ya entra en modo canción, sosteniendo el pop como puente hacia la canción popular. “El amor es todo menos gratis. Entender es opcional”, propone Rama, en clave Dargeliana. Pero en el fondo, se presiente un tema síntoma de época: la vida se va en plata; el poco valor de los días; la plata que no alcanza; la vida que no alcanza a ser vivida. ¿Asoma el pop post libertario de sueños asfixiados y días que vuelan sin hacer nada sustancial?
El próximo estreno de Rama se titula 333 y llega la semana que viene, el miércoles 16 de julio. Acá podés darle pre-save.
En 333 entra la distorsión, aunque se sostiene la vocación de estribillo, ahora con una letra decidida. Además, hay cierto mal sabor. Aunque no pasa todo por la amargura: hay desplantes que son provocaciones.
Con líneas como “Si puede dañarme / no quiero olvidarme”, asoma un Rama Empanada muy cercano a la canción popular. Estribillo para ser cantados y tarareados. Algo que, lentamente, va apareciendo.
Ante todo, Rama parece ser una criatura gregaria. Por donde vaya, arma rancho. Activa y multiplica. Con naturalidad y heterogeneidad. En esa junta, como buen tipo sensible que es, absorbe.
Serenna, AKA Candela, Gladyson Panther, Parni, Magios, Bautibit, Fasciolo y Rey Shol, son algunas de sus asociaciones en los últimos años.
Feats, producciones, lazos y coautoría: alrededor suyo hay una constelación de colaboraciones que lo alimentan. Como productor, va captando tics, ideas, sonidos, formas de pensar. “Trabajar con otra gente me obliga a no repetirme”, señala. Eso se nota. En cada canción que saca, hay una vuelta más, una forma nueva, una prueba que le salió bien. Escucharlo en Spotify es prueba fehaciente de una evolución de su soltura. Más relajado. Más narrador. Siempre con ganchos más de autor, que efectistas.
Ahora está armando un nuevo disco. Eso llega en la primavera. No es otro disco más. Es el primero que hace con conciencia total del proceso, desde la idea hasta la forma. “El eje es la frustración”, explica. No se trata solo de la suya. Es de todos. De la generación que intenta imaginar un futuro en un país que a veces no te deja. “No es tan autorreferencial, quiero agarrar algo de la época”, apunta
“Como mi primer disco fue más tirar cosas a la pared y ver qué quedaba. Hacer un collage. Para el próximo hubo una decisión desde el vamos. Es un proceso más a conciencia. Creo que estamos en un momento del país muy frustrante, muy difícil como para proyectar un futuro, o armar un camino”.
“Quiero captar las frustraciones mías, de mis amigos y de toda la gente que está alrededor de uno, pero sí, siento que es un disco un poco más maduro en ese sentido”.
Para entender bien de qué se trata Rama Empanada, hay que ir al origen.
Ramiro Antelo arrancó en el under rosarino tocando en lugares con historia como D7, Berlín y Bar Capitán. Ahí fue puliendo una propuesta que ya traía el germen de lo que hoy es: una mezcla entre canción pop, ojo de productor y sensibilidad generacional.
Desde 2021, con cambio de código postal, empezó a girar por escenarios porteños como El Emergente, Matienzo, Moscú, Bula o Batacazo Cultural, plantando bandera en una escena que está en constante ebullición.
Rama no se queda quieto. Además de productor y músico, hace las veces de pinchadiscos, bajo el glorioso nombre de DJ Repulgue. Es Curioso. Se mueve mucho, física y creativamente. Le gusta meterse en lugares distintos, explorar sonidos nuevos, probar formatos. No se ata a una sola forma de decir las cosas. Y eso es parte de su encanto: siempre está haciendo algo. Siempre está buscando algo. Por eso anda de aventuras constantes.
Sueña con una vida entera dentro de la música. Pero lo más lindo es que ese sueño ya está pasando, de a poco. Mientras arma un disco, produce a otros. Mientras produce, escribe. Mientras escribe, toca. Y mientras toca, conecta. La vida artística no es algo que imagina a futuro: es su presente.
Quizás por eso, aunque nunca lo había visto, cuando lo escuché por primera vez sentí que este joven tenía algo para aportar. Porque Rama Empanada tiene esa canción que te hace girar la cabeza y preguntar: Che, ¿qué es esto?
Texto por Lucas Canalda – Fotografías por Renzo Leonard
¿QUERÉS MÁS RAPTO? CHEQUÉA EL PRIMER SENCILLO DE PRINCESA TETRABRIK