LA VELOCIDAD PERSONAL DE MARIANO MARCIAL

Mariano Marcial, Deep Mariano, Tripolar o simplemente Mariano es músico y productor desde hace casi dos décadas. En el punto más alto de una carrera de prestigio internacional decidió correrse de todo para dedicarse a proyectos de construcción colectiva desde Argentina para el mundo.
Un viaje profundo por las aventuras de un tipo que logró armonizar con la vida mientras alcanzaba hitos que pocos pudieron lograr.

Mariano Marcial Pérez es DJ, productor e ingeniero de sonido autodidacta. Abocado al mundo de la música desde hace casi veinte años, llegó adonde pocos talentos artísticos rosarinos estuvieron antes.
Produciendo tracks, tocando por todo el planeta, logrando radioplay de prestigiosos seleccionadores europeos y compartiendo stage con los grandes de la electrónica, Deep Mariano fue un embajador rosarino sin precedentes.
El prestigio, las fiestas masivas y un booking atiborrado de fechas lo llevaron abrazar el riesgo, tanto a nivel artístico como personal. Joven y arrogante, se adaptó a una velocidad personal temeraria. Desde el fuego de esa velocidad todo marchó bien por un periodo extenso. Algunas apuestas gestadas desde ese riesgo resultaron en recuerdos sin tiempo: la presentación de su disco Toolbox en 2010 fue una jugada independiente que se realizó sin la validación comercial del establishment eventero. Esa noche un puñado de talentos locales elevaron Metropolitano a otro nivel, un copamiento que simbólica y artísticamente marcó un quiebre para Deep Mariano. Tiempo después llegó un stop para ese AKA de alcance internacional.
Tal vez se trató de otro caso de Too much, too soon, como supieron plasmar los New York Dolls. O quizás, sencillamente, hubo una alarma interior que sonó en el instante preciso, anticipándose a un crash mayúsculo. Fue el momento de pausar todo.
Mariano Marcial Pérez decidió descontinuar algo más que un alias o un AKA: Deep Mariano era una marca probada sostenida por su talento y trabajo dedicado además del intenso acompañamiento de Surface Bookings, una de las agencias más importantes de Sudamérica.
Pero mientras la marca quedaba atrás -todavía sin un diagnóstico real de lo que eso significaría- adentro suyo había una lucha apabullante: un tipo batallando contra su ego y otros fantasmas acechantes.
De la introspección Mariano salió cambiado. Librado del deber ser de joven maravilla de las pistas sudamericanas para el mundo, empezó a dinamizar proyectos de identidad colectiva que otra vez lo llevaron a lograr resultados inéditos, no sólo para la ciudad, sino para la movida electrónica argentina.

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La exposición profesional y los flashes le llegaron de muy chico a Mariano Marcial Pérez AKA Deep Mariano. Para los 22 años ya tenía manager y Hernán Cattaneo era un admirador público de su música. Cuando el DJ más importante del país y Sudamérica empezó a girar los tracks de Deep Mariano todo cambió radicalmente. De repente tenía manager, pertenecía a una agencia (Surface Bookings entonces, hoy es parte de Estamos Felices) y llegaban tickets para volar hacia destinos desconocidos. Su nombre aparecía en medios especializados y su música se comentaba (y replicaba) por foros del circuito electrónico, la corriente virtual más concurrida antes del estallido de las redes sociales.  Su nombre aparecía en revistas prestigiosas y también entre páginas de publicaciones frívolas y masivas. Él seguía siendo un pendejo, claro.
Se trató de algo impensado. Apenas unos años antes el adolescente Mariano experimentaba con equipos y computadoras. Jamás había imaginado dedicarse a la música de manera profesional.
Frente a una jarra de agua helada y vasos, hoy recuerda aquello con incredulidad. El relato, por momentos, parece estar protagonizado por un Mariano que no es él. Podrá ser idéntico físicamente o compartir el mismo DNI y pasaporte, pero el Mariano de la actualidad es otro. Es una versión mejorada, con la virtud de la perspectiva, con el aprendizaje de 18 años de vértigo.
“Tenía un mánager (Cruz Pereyra. Hoy es Martín Mercado) en Buenos Aires que manejaba la movida argentina y pisaba fuerte en Sudamérica”, recuerda. “Fue la primera agencia de DJs de Sudamérica, no existía algo semejante. Decir agencia, era decir agencia de modelos”, bromea, apuntando una referencia propia de aquel contexto.
“Empecé a tener mucha exposición con una madurez emocional bastante acotada. Con 22, 23, 24, cartelazo de Creamfields, revista Gente, publicidad, cartelera en la Panamericana. Fue demasiado. Me pegó una cosa del ego, de trabajar para mí solo. Me pegó de alimentar eso. Ni siquiera lo necesitaba porque ya tenía puesto el inflador de una compañía que tenía una estructura importante”, señala sin tapujos.
Con el tiempo Mariano fue madurando. Algo le dejó saber que ese no era el camino. La cosa no iba por ahí. Ese no era él. La vorágine de fechas cerradas con largos meses de anticipación, la exposición enorme y el ego desatado pasaron factura. Mariano y su AKA tuvieron un crash. No fue una colisión de frente. Más que un crash ballardiano, se trató de un crash descendiente. Algo aún más oscuro. Cuando tomó consciencia se encontraba hundido en un mal lugar. Andaba sin rumbo, miedoso, viendo fantasmas.
Estaba adicto a la cocaína, falopeándome más que nunca” comparte, sin cassette. “Busqué formas para salir de ahí. Probé en herramientas no tradicionales, más allá que hice análisis ortodoxo. Hice una ceremonia de ayahuasca con una pregunta en la cabeza: ¿Qué intención tenés? Cuando hacés eso, hacés un trabajo. ¿Cuál fue el mío? Pelear contra mi ego”.
Mariano le dio reset a su vida. Públicamente, lo más significativo fue dejar de usar el AKA de renombre internacional. Ya no era Deep Mariano. Sin meditar demasiado la decisión, simplemente fue Mariano.
El tipo articulado que habla con sinceridad convive con otro, uno impulsivo, un ser inquieto que acciona sin pensar demasiado. Corriéndose del AKA que tenía seguidores en Argentina, Alemania, Japón, Chile y Uruguay, el reseteo tomó dimensiones inesperadas; el simple hecho de ser Mariano, sería otro riesgo en sí mismo: “el reseteo fue también económico. Pensé que no iba a ser tan difícil seguir adelante sin el nombre. Después me di cuenta que se venía un trabajo para el que había que bancar la parada”.
El factor económico nunca se cruzó por la cabeza al momento de tomar semejante decisión. Mucho menos pensó en planificar una estrategia para posicionar un nuevo nombre. El músico y productor es  protagonista de una historia de tintes cuasi absurdos donde la dialéctica y lo existencial se funden en una corrida extraña y fascinante: su deseo por quitarse de encima el deber ser de Deep Mariano para ser simplemente Mariano, le costó un esfuerzo considerable. Es una danza extraña donde existencialismo, Shakespeare, el mercado y la identidad se confunden.
Pero entre tanta locura, él tenía bien claro quién quería ser y cómo quería ser. Por supuesto, ahora el Mariano que acumula AKAs cuenta toda la experiencia riendo mientras apunta detalles de la impensada enormidad de la decisión: “nunca pensé en lo económico, tampoco en alguna estrategia para posicionar un nuevo nombre y ni siquiera pensé mucho en el nombre específicamente. “Mariano”. ¿Quién es Mariano”? Puede ser cualquiera. Es totalmente impersonal. No es que me saqué Deep Mariano y me puse Tripolar, el AKA cuando tocaba new wave o freestyle. Aposté a otra marca. Fue un salto al vacío sin paracaídas. ¿Cómo encontrás algo de Mariano en las redes? Fue una irresponsabilidad, pero creo que todo pasa por algo. Necesitaba ese reset. Necesitaba correrme de la marca que había sido, en cierto modo, inflada por una estructura que era algo ajena a mí. No digo que yo no haya tenido mérito, tampoco digo que hice todo mal. No es que vino un chabón y me metió por la ventana en todos los festivales. Estoy convencido que algo tenía, pero hay mucha gente que tiene mucho talento, mucho más que yo, que no tuvo las mismas oportunidades”.
Asomarse por fuera de toda esa locura fue parte fundamental del click interno. Mariano conectó con un interior más espiritual. Luego de la turbulencia, tuvo bien claro que podía empezar de nuevo las veces que quisiera. A partir de allí el panorama se abrió para mejor. Comenzó a producir música diferente, sin esa funcionalidad de ir a la pista a bailar o que sea mero entretenimiento. Entendió que la música podía ir por otro lado, que podía ser un vehículo para despertar consciencia o para generar ciertos estados de bienestar.
Esa nueva consciencia devino en un disco. Magia Blanca llegó en noviembre de 2019 acompañado por el nuevo AKA de Mariano Marcial. Usando su nombre casi completo Mariano inventó otro alter ego, sin dudas accesible a las referencias de su pasado. Quería que la gente se encuentre con el nuevo material, deseaba compartirlo. Por eso también llegaron presentaciones, movidas de prensa y entrevistas desde varias coordenadas.
Con el reseteo Mariano emprendió otro camino, abrazando proyectos de basamento colectivo. Está convencido que el camino correcto es el colectivo, por eso genera desde allí, con propuestas que se multiplican.
Me sumé al proyecto de La Montaña Discos con Guile, Fer y Beresi. Algo que era solamente una salita de ensayo o un sello más de acá. De hacer unos CDs, terminamos haciendo vinilos afuera y convirtiéndose en una disquería. Con Jorge Savoretti empezamos un proyecto llamado Música Lunar, donde agrupamos talentos. Nos llegaba música de pendejos que yo flasheaba que eran de otros países y terminaban siendo todos argentinos. Nombres raros, pero eran de Córdoba, de Ushuaia, Neuquén”, cuenta.
Savoretti y Pérez decidieron hacer algo con eso. Era imprescindible visibilizar esa producción de todo el país.  Música Lunar arrancó con una iniciativa imponente: en abril de 2019 publicó un compilado de 50 tracks con una identidad federal. En mayo de 2020 llegó otra compilación de Various Artists (VA), esta vez de 60 tracks. Bandcamp mediante Música Lunar generó una estrategia para que todxs lxs artistas de la compilación fueran escuchados. “La idea era que se pudiera acceder al material de manera completa. Te gusta un solo artista, OK, comprás todo el disco por unos dólares. Por un precio ridículo tenías acceso a toda la música”,  remarca Mariano. “Era un precio ridículo,  ni siquiera el precio de un vinilo. Si un vinilo cuesta 12 dólares, por menos de ese precio te llevabas 60 tracks”, detalla.
El delirio resultó y generó un boom en el canal de Microhouse de Bandcamp: Música Lunar se convirtió en el disco más vendido de Microhouse en la historia de la plataforma. “¡All time best seller Microhouse: Música Lunar de Argentina!”, remarca Pérez con la sonrisa propia de un trabajo bien hecho. Inmediatamente, el productor destaca que “El Microhouse no es algo de acá, es algo que mamamos de Alemania. Una locura”.
Música Lunar sigue su aventura con paso decidido ante la contundente respuesta de la audiencia internacional que ofrece Bandcamp. Hace menos de un mes, se publicaron dos Fases Lunares de cuatro pistas cada una.
Es un flash”, dice Mariano sobre todo lo que generó la movida que iniciaron junto a su socio Jorge Savoretti. “Ahí te das cuenta del poder de lo colectivo. Yo tardé en que me caiga la ficha, pero afortunadamente me cayó”, concluye.

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Siempre inquieto, nunca quieto, el Mariano de múltiples colaboraciones se mantuvo bien ocupado durante todo el 2020 que va culminando. Tendiendo redes más allá de su ámbito natural de música electrónica, siguió estrechando sus vínculos generacionales con una escena independiente de la que siempre fue parte como fan, amigo y colaborador.  En el primer trimestre del año fue parte del equipo de remixadores que acompañaron a Federico Leites en Montarax. Allí remezcló “Cerro azul” para el polifacético Leites.
Otro de sus disfrutes musicales llega haciendo masterización de simples y discos ajenos. Algo de la responsabilidad final que le otorgan los artistas lo entusiasma y vigoriza. Se trata de un proceso fundamental de la obra sonora, por lo que la relación que se genera debe estar basada en un vínculo especial. En ese sentido, masterizar es una faceta que cada vez disfruta más y por la que, luego de involucrarse ad honorem, ahora puede generar otro canal de sustentabilidad. Nada demasiado abultado ni codicioso. Según palabras de Mariano, con que alcance para el alimento de los gatos está bien.
El gran año de la pandemia lo encontró haciendo masterización para el simple Drag like you de Kme y discos como Corazón y alma de Perro Fantasma y Tablada Hollywood de CKCK. También trabajó en el primer lanzamiento de UnderTime y una compilación Parallel que está pronta a salir.
Su faceta como masterizador no debería sorprender: años atrás había estado a cargo del master de ambos discos de San Dimas, Cosas de la casa de 2007 y La música y las cosas de 2012. A propósito de aquellos tiempos, recuerda que esa colaboración con San Dimas fue la primera vez que se animó a trabajar sobre un material que no fuera exclusivamente House o Techno o bombo 4×4 y sintetizadores. “El primer disco lo masterizamos en Planeta X”, comenta, seteando el GPS hacía esa época. “Estaba Huevo (Charlie Egg), el Chino (Macías, guitarrista del grupo), Carla (Colombo, tecladista), cayeron los Etaro, estábamos todos ahí” recuerda a propósito de un colectivo y grupo humano que por separado sigue activando en diversos proyectos.
El hombre de los múltiples AKA destaca que ese acercamiento con la escena alternativa de la ciudad siempre le hizo muy bien. De alguna manera, lo ayudaba a poner los pies sobre la tierra, ganando algo de perspectiva fuera de su círculo.
“Mastericé un montón en este tiempo. Cada vez me gusta más” comenta. “Me siento tan bien haciendo eso tanto como ir a tocar música o producir mis propias cosas”, afirma con entusiasmo sincero.
Descubrirse abrazando la nueva faceta lo apasiona. Ahí aparece otra vez el Mariano que se asoma al riesgo y lo acepta, el tipo que se reinventa más allá de contar -o no- con un AKA pertinente. Hay algo de brillo de niño con chiche nuevo en sus ojos. Definitivamente habrá muchas más novedades desde la actividad de masterización.

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Relevar cada una de las etapas de Mariano de manera detallada llevaría unas cuantas horas y varias páginas. Rastrear sus andanzas por el mundo es una tarea no menos ardua para un pasaporte que reconoce sellos de quince países a través de tres continentes. Cientos de horas de viaje y miles de kilómetros recorridos son evidencia irrefutable de que Mariano es uno de los músicos rosarinos más expansivos de los últimos treinta años.
Cattaneo, Digweed, Garnier y Sasha son algunos de los DJs que abrazaron su música mientras que supo compartir escenarios con Junkie XL, LCD Soundsystem, Ladytron o MSTRKRFT, por solo nombrar algunas figuras.
Tanta actividad tiende a confundir: Mariano tiene apenas 38 años, sin embargo, parece haber vivido mucho más de lo que otras personas experimentan en toda una vida.
Produciendo en todo momento, tiene los ojos puestos en el ahora. No parece medir el tiempo en los laureles obtenidos. Está pensando en lo que viene.
No falta mucho para que cumpla veinte años abocado a la música; se trata de la mitad de su vida siendo músico profesional. Si bien tiene palabras reflexivas para la totalidad de los tópicos transitados en la charla, ese número específico e inesperado lo sorprende. “No lo había pensado nunca, la verdad”, se sincera.  Es una métrica que jamás imaginó cuando era un adolescente melómano con un oído incansable.
Esas dos décadas formales, bajo la lupa, resultan en mucho más terreno gastado. El viaje, había comenzado mucho tiempo antes.
Volver sobre el Mariano adolescente es hacer foco en la historia paradigmática de una generación que abrazó la revolución digital y la era de la información como una extensión imprescindible para completar hábitos e intereses que había desarrollado en una temprana pubertad. El frenesí digital llegó para profundizar el olfato romántico y analógico de una generación repleta de curiosidad.
Antes de Mariano Marcial Pérez, Deep Mariano, Tripolar y Música Lunar, había apenas un pibe que rastreaba música y que durante la semana, además de ir a la escuela, trabajaba para bancarse el vicio de comprar discos.
Mariano terminó la secundaria en 1999. En aquella época ya coleccionaba música, como un enfermo, según reconoce. Por entonces, el panorama de data se abría de manera inédita con el acceso a Internet. Pronto los CD quemados se transformarían en una herramienta complementaria que se iban guardando junto al resto de una colección que atendía mucho al punk rock, rap y otras expresiones que serían balizas en el futuro, entre ellas, Aphex Twin.
Mariano empezó a trabajar desde los 14 años en la agencia de lotería de unos primos suyos. La mayoría de los ingresos del adolescente se invertían en discos compactos. Más allá del romanticismo de ese drive adolescente, hay otra historia que marcó a fuego el camino de Pérez y que revela parte del carácter de un tipo que vivió una velocidad muy diferente a lo que acontecía a su alrededor.
A los 8 se murió mi viejo, a los 11 mi vieja. A los 14 empecé a laburar en la agencia de lotería de mis primos” confía. “Me crié viviendo de mis tíos. Empecé a trabajar muy de pendejo. Me quería comprar unos CDs, unas zapatillas, no me daba pedirles. No eran mis viejos”. El adolescente Pérez le propuso un acuerdo a su tía: seguiría yendo a la secundaria, pero también quería trabajar para solventar sus gastos. “Empecé a laburar limpiando la vidriera, cosas así. Todas las semanas cobraba y me iba a comprar CDs”.
Pisando los 19 llegó un paso fundamental para cimentar el camino que habría de venir. Un conocido necesitaba vender equipos profesionales para comprar una computadora. “Yo tenía una, así que hicimos el enroque. Con toda esa música que yo tenía empecé a mezclar. Eso fue cuando terminé la secundaria”.
El detalle que faltaba no se hizo esperar y se materializó desde una postal impertérrita de la década de los 2000: el Ciber. Un amigo de Mariano que llevaba adelante uno de los clásicos locales emparentados con la explosión masiva de la Internet un día lo llamó porque había bajado algo increíble: el  Fruity Loops. No hubo necesidad alguna de decir nada más. Frente a la computadora, los amigos flashearon. Podían hacer música desde ahí. Jugando, experimentando, delirando y boludeando sin ningún tipo de filtro. El software de la compañía belga Imagine-Line había caído como una bomba que iba a cambiarlo todo. “Ahí empezó la enfermedad”, recuerda Mariano con una sonrisa de adolescente todavía enviciado. “En vez de quedarnos toda la noche jugando al Counter nos quedamos como unos enfermos viendo que se podía hacer música”.
Pasó mucho tiempo desde esas primeras sensaciones entre equipos, discos y Fruity Loops. Llegaron delirios reales, experiencias formativas y aceleres deformativos que lo llevaron a buscar algo más que el vértigo del movimiento constante. Mariano vivió con intensidad para llegar a ser otro. Sin embargo, los gestos del presente están emparentados con aquellos de hace veinte años o de unos diez años atrás. El jovencito que incursionaba en el Fruity Loops estaba queriendo salirse de la repetición y de la inercia, quería hacer. Los signos de algo diferente se manifestaron y su curiosidad natural lo llevó a otro estadio. Tiempo después, con kilómetros de experiencia sobre sus espaldas, habiendo atravesado escenarios que pocos músicos en la Argentina pudieron vivir, se corrió del flujo seguro para apostar a evolucionar aún yendo en detrimento de todo lo logrado.
A finales de 2009 apareció Toolbox de Deep Mariano. En medio del frenesí internacional, la apuesta era clara: lograr un álbum que perdure, producir algo trascendental en todo el acelere. Deep Mariano era algo más que un nombre conocido, un talento en boga o un mero entretenedor: era un músico preparado, un productor que manejaba herramientas específicas con comodidad y autoridad.
En febrero de 2010 la presentación del disco tomó lugar en Metropolitano. Sin el respaldo comercial de los sponsors habituales de las megafiestas electrónicas, Deep Mariano apostó a una dinámica diferente a las que conocía Rosario. Era algo más que una fiesta o un show, era casi una declaración de principios: un puñado de criaturas locales redoblando la apuesta sobre un terreno generalmente reservado para visitantes.
La escuadra de la noche estuvo conformada por Guile y Etaro mientras que dos compinches ideales llegaron desde el subculto de la electrónica rosarina: Lesbiano y Jeremy Flagelo. Mientras que los primeros hicieron su magia habitual, el trío terrible presentó Toolbox en clave de apuesta musical total, munidos de una artillería de sintetizadores, computadoras, bajos, guitarras y un carácter propiamente electrónico.
La apuesta encabezada por Deep Mariano dejó en claro que podía lograrse un evento de magnitud que sepa equilibrar sofisticación e identidad. Esa noche de verano fue una especie de quijotada impulsada por un deseo de ruptura, la posibilidad de vislumbrar algo más en Rosario. Pasaron diez años desde entonces. El Mariano del 2020, anda en la misma. Otra vez queriendo contradecir el curso de la corriente, buscando abrir otras perspectivas, abriendo otros canales.
El tipo de múltiples AKAS mira hacia atrás y reconoce que vivió mucho, que pasaron mil cosas. Pero mientras maneja la certeza de lo transitado, Pérez sabe que dentro suyo habita el hábito del hacer.
“Mi naturaleza es no estar en el molde”, comenta. “Para mí hay dos tipos de artistas: el que encuentra el molde, la fórmula del éxito y se repite hasta crecer y repetirse. No está mal, pero no podría haber pasado veinte años haciendo música sin la necesidad de  romper con eso. Después está quien rompe con lo seguro”, apunta. “Nunca me gustó quedarme en el molde. Cuando el artista se queda ahí termina siendo como la TV: algo chato, que no contribuye, no suma. Es re peligroso eso, porque se trata de los artistas que más crecen. Nunca se la juegan a ser algo diferente”, reflexiona, casi concluyendo. “Yo soy medio contreras. Si encontré la forma de algo, después buscó por el lado opuesto. Esa búsqueda hace que siempre esté fresco”.

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La pandemia arrasó con agendas y expectativas del 2020. Por doquier, los planes se malograron, el booking de diez de meses naufragó en la incertidumbre de un stand by que parecía más enorme que nunca antes. Entre la nebulosa de confusión, afloró un momentum donde los espíritus más inquietos pudieron ver la posibilidad de algo diferente. En ese plan, Pérez se arrojó a la aventura de una compilación de varios artistas.
En los primeros días de noviembre su label Micra Records lanzó After Hours Vol.I a través de Bandcamp. Con 16 tracks a cargo de Beresi, Lega, DJ Karen, Franco Cinelli y Gulp, entre otrxs, la propuesta se siente orgánica: mientras que cada artista presenta un mundo sonoro en sí mismo, la totalidad de la compilación parece cohesionarse bajo un flujo librado de obligaciones para con la pista.
La iniciativa After Hours Vol.I está permeada por un contexto mundial donde la calle se percibe de otra manera, al igual que la noche. La incertidumbre y el distanciamiento le permitieron al productor la chance de indagar en sonoridades diferentes, de mostrar otras facetas de un seleccionado de talentos cercanos. Se trata de música atemporal que profundiza en moods que distan considerablemente del entendimiento vernáculo de after.
Sobre el VA de su label, Mariano comenta: “Acá en Argentina se acostumbra al after siempre con música que va para arriba. Si estamos a 124BPM, nos vamos al otro lugar con 127BPM, con tecno y más volumen. En Europa los afters siempre tienden a bajar. La música es más chill, hipnótica. De muy chico siempre escuché música tipo ambient o IDM; fui muy fanático de Aphex Twin o Boards of Canada o WARP. En Argentina, si bien se escuchó esa música, nunca estuvo el terreno demasiado allanado para que la gente la reciba. Pensé que era el momento justo para mostrar que se puede hacer un after hours con otro tipo de música. No quería sacar música de pista. Preferí evitarle a la gente un sentimiento encontrado porque no se puede salir. Podés bailar en tu casa, pero el House es compartir, es una sensación de unidad”.
La cualidad orgánica emparenta a After Hours Vol.I con Magia Blanca. Parece haber una continuidad lógica en la intención de producir música desde procesos más naturales, sin mayor finalidad que expandir sentidos y posibilidades.
Magia Blanca surgió de un proceso introspectivo de magnitud considerable. Los cambios experimentados modificaron la forma de relacionarse de Mariano con el resto del universo. La música, por supuesto, no fue la excepción. El disco demuestra la posibilidad individual de reinventarse, de redescubrirse, habitar la creación de otras realidades.

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En diciembre de 2019 Mariano y un puñado de amigxs se asociaron para fundar Feuer, un espacio de gastronomía y música emplazado en un histórico inmueble sobre calle Maipú al 500. Con esmerado detalle en la estética y acústica, Feuer se percibe con un espacio de vanguardia y encuentro en una ubicación histórica de la ciudad.
Con DJs y bandas en vivo, Feuer pronto encontró el abrazo de un circuito siempre necesitado de nuevos lugares de expresión (y contención).
Mientras estas líneas cierran Feuer cumple su primer año de actividad; un periodo intenso que conoció la rigurosidad burocrática del cambio de gestión municipal sobre el final de 2019 y luego el complejo desafío de mantenerse a flote durante la cuarentena. En una carrera de saltos sin redes o paracaídas, llevar adelante un bar cultural probaría ser la verdadera aventura de riesgo ante ordenanzas de 35 años de antigüedad, un municipio burocrático y políticas culturales que no acompañan al esfuerzo independiente.
Me parece muy importante empezar a generar debates maduros”, propone Mariano, abordando el tema con calma luego de renegar unas cuantas noches con controles y visitas de la GUM. “Que en Rosario no se pueda ejercer el libre derecho de estar escuchando una obra de música que te gusta, levantarte de la mesa y ponerte a bailar, lo único que hace es que la ciudad pierda competitividad turística, que pierda el turismo de calidad, que no se desarrolle el talento y eso genera parate económico”, opina.
“Me parece que no saben reconocer que una ciudad con una noche competitiva sería tener un motor económico más grande. También una ciudad más segura. Las ciudades que tienen una movida nocturna muy grosa como Ámsterdam o Berlín, tienen el 30% de delincuencia nocturna que las ciudades aledañas. Una cosa lleva a la otra”,
observa.
A raíz de la multiplicidad de controles caprichosos, multas, clausuras y cierres definitivos, el año comenzó con concurridas reuniones de múltiples sectores independientes. Mariano participó en cada una de ellas. Esos esperanzadores encuentros gestaron iniciativas e ideas conjuntas. Por supuesto, nadie podía prever la sorpresa covidiana que estaba por caer. De cara a un 2021, el terreno vuelve a percibirse como fértil para retomar las discusiones e iniciativas conjuntas.
Hay que sentarse a ver qué se puede hacer”  comenta sobre el año que se avecina. “Hay muchísimo por hacer y tengo fe que las vamos a lograr. Las malas legislaciones también le ponen la pata arriba de la cabeza al talento de la ciudad. Cuando en una ciudad crece el talento y la creatividad, también crece la economía”.
Luego de años en la movida Mariano tiene una cosa clara: si los esfuerzos de una escena no encuentran la visibilidad merecida, de alguna forma, hay que intentar conseguirlo. Es  algo más que simplemente luchar por tu derecho a la diversión. Se trata del derecho a la expresión de minorías estéticas que siempre fueron invisibilizadas a pesar de ser un motor económico considerable para el municipio. Es prioritario organizarse y pelear por un lugar históricamente relegado.
“No va a venir un Secretario de Cultura fan de Hombre de Color a decirnos que quiere hacer un festival indie en el Monumento. No va a pasar. Siempre fue así. Si vamos a la Electrónica,  hay una estigmatización y hasta discriminación. Tenemos que cambiarlo nosotrxs”, afirma.
Parte del trabajo pendiente implica entender que el poder de transformación se genera mediante un trabajo constante. En nuestro país sobran ejemplos de caminos posibles. Para ilustrar, Mariano se remite a una experiencia de 2019 cuando fueron con el equipo de La Montaña a tocar al Kite Fest de la provincia de San Juan: “Está hecho en un lugar increíble, sobre una playa de piedra, con las montañas de marco. Conversando con uno de los organizadores, flasheado por el lugar, resultó que les pertenecía. Habían armado una asociación civil del deporte, el kite surf. Con esa personalidad jurídica golpearon las puertas apuntando que querían ese lugar para practicar su deporte. Es lo mismo que hacen los deportistas en todas partes. Eso nunca lo hacemos los músicos. ¿Cómo nunca hicimos una asociación de músicos para defender la cultura? Si reconocemos las tendencias de consumo cultural y las tendencias de la noche; sabemos lo que debemos cambiar, conocemos las leyes que están bien y  las que están mal; tenemos mil ideas para llevar adelante y no las podemos hacer porque no nos escuchan”.
Para Mariano llegó el momento de organizarse. En su opinión, 2020 ofrece la posibilidad de una hoja en blanco. En ese sentido, su entusiasmo es declarado. Está listo para salir a buscar una transformación real: “Podemos empezar a ser lo que queremos ser ahora mismo. Podemos esperar que todo siga como antes o podemos generar el mundo que queremos ver. Uno tiene que empezar a generar el cambio. Pero hay que organizarse. Tenemos que fortalecernos entre todos”.

 

Lucas Canalda + Renzo Leonard Ph

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