JUAN IRIA: INCENDIARME CON ESTA CANCIÓN

Fábula, el nuevo trabajo solista de Juan Irio, propone una pequeña revolución que sabe de fuego, baile y redención como combustible de la posibilidad.
El disco se edita este viernes a través del sello Pontaco y reclama su lugar entre lo mejor del 2020.

 

Para referirnos a Juan Irio hay un abanico de aproximaciones disponibles que nos permiten salir de la inercia del dato duro o del discurso repetitivo basado en gacetillas copipasteadas infinidad de veces. Activo desde mediados de la década del noventa, la percepción sobre este artista platense puede variar. Referirse a Juan Irio puede significar rock estridente, psicodelia o delicadeza. También puede disparar contrastes fuertes: alguien que lo experimentó en vivo ocho años atrás dirá que fue un encuentro frenético, lleno de éxtasis y sudor, mientras que algún fan de la etapa reciente seguramente podrá arriesgar que se trata de un tipo recluido, corrido de casi todo. En ese sentido, Irio se puso la campaña al hombro: le encanta confundir, sorprender; ser lo inesperado mediante propuestas como El Estrellero, Thes Siniestros o su sendero solista. Por eso resulta siempre estimulante cualquier intercambio con este compositor, productor, cantante y multiinstrumentista. Irio puede derivar en conceptos sobre “traición sonora” o “el quijotesco arte de mantener una identidad” en tiempos de manada. Irio anula la posibilidad de cassette, siempre.
Hablamos de un discreto artista de la ciudad de La Plata. Tocando desde hace más de veinte años, esa discreción no se corresponde con una obra de volumen considerable. La discreción, en realidad, se debe a la dedicación de un hombre de oficio que construye a un costado del resto del mundo.
Con 42 años, Juan es un hombre de familia que, de entrecasa, camina con el ukelele en mano, llamando a las canciones mientras juega con sus dos hijos.
Irio vive en Meridiano V, la versión platense del barrio de San Telmo. Se trata de una zona vieja y ferroviaria que hoy alberga un polo cultural de una ciudad fundamental para la música argentina y latinoamericana. Desde allí, en un año que navegó entre la incertidumbre, la misantropía y, en algunos casos, un surrealismo de tintes oscuros, el músico se dedicó a lo que mejor sabe hacer:  cincelar canciones desde un espacio único construido a un lado del camino principal. Luego del inesperado comeback de Thes Siniestros en el mes de julio, Irio cierra el gran año de la pandemia con el brillante Fábula, tanto una apuesta a la superación como una salida de la introspección de trabajos anteriores.

Fábula está compuesto por ocho canciones y fue grabado entre mayo y octubre de 2020 en el estudio Fantasie de las ciudad de las diagonales.
Irio estuvo a cargo de todas las canciones, letras, Ukelele y voz, mientras que Juan Baro Latrubesse fue responsable de los arreglos, las programaciones y sintetizadores.
Irio y el productor encontraron una buena química para trabajar, logrando un ritmo óptimo que marchó a la par de los aportes de un seleccionado de talentos del universo platense: Agustín Buaón (Fus Delei) en synthes en “Mierda Inglesa”; Antonia Navarro, voz en “Pólvora y Sangre”; Elena Radiciotti (Isla Mujeres) en coros en “Tregua”; Renata Di Croce, coros en “Marea Nueva”; Caro Conzonno, saxo y trompeta en “Pólvora y Sangre”; SantiagoSantiago (Rara, Roto): bajo en “Espectador” y “Oleaje”; Lautaro Barceló (El Estrellero) en guitarra eléctrica en “Pólvora y Sangre”; Luca Fontella,  guitarra en “Moraleja”. ¿Alguien más? Sí. El maestro Eduardo Bergallo fue responsable del mastering desde Capital Federal.

En Fábula Irio traza una radiografía sociopolítica de un periodo latinoamericano que es tanto presente como  repetición en bucle. Decimos Latinoamérica, pero podría extenderse a un escenario global. Sin embargo, Irio decide enmarcar su lugar en el mundo, repasando historia de modelos económicos, dominación y rebeliones. En esa tensión se percibe la violencia sudamericana de los últimos tiempos además de estallidos sociales que modifican la historia, tal es el caso del pueblo chileno.
Cargando un derrotero de violencia política y liberalismo, para su tercer disco solista Irio se hace carne en dos premisas. Por un lado, la declaración de principios estéticos y políticos de Emma Goldman con su inmortal “Si no puedo bailar, no es mi revolución”. Por el otro, el concepto fundacional del Tropicalismo brasileño, donde lo popular es político y lo lúdico puede vestir ropajes comprometidos e interpelar.
En estas ocho canciones Irio no se ubica como protagonista absoluto, prefiere ser un realizador audiovisual que deja indicios mientras el receptor completa la película. De esa forma, el contexto atrapa sin soltar.
Fábula no redunda en bajada de línea burda ni en panfleto partidista. En todo caso, la militancia de Irio pasa por su condición de artista que trata de hacer pie para reflexionar sobre su tiempo y lugar. Desde allí, Irio parece vibrar en la misma frecuencia de artistas como Alex Anwandter, Cristóbal Briceño y Pablo Comas que con su música elevaron interrogantes tomando un riesgo que trasciende el terreno seguro del análisis maniqueísta.

Hay un vértigo atrapante en las canciones que componen a Fábula. Irio se desmarca de su propia sombra: los estribillos se tornan tramposos, dando paso a lo inesperado como los cuerpos que bajan por el río en medio de una postal idílica.
El pop de Fábula consagra al platense como un gran ilusionista; un conductor de pop art de artificios peligrosos al que mejor no darle la espalda. Irio induce, atestigua, juega a los roles siempre siendo el mismo cantautor agudo. De esa forma, la narrativa del disco se vuelve cautivante: en una época donde el acto de simplemente escuchar música lleva tiempo sepultado en hábitos de dispersión total, Irio dispara desde lo inesperado, forzando las curvas peligrosas, al mismo que atrapa.
De la violencia, la impotencia y la rabia Irio hace un pop de arquitectura delicada construida desde una densidad de arreglos instrumentales y vocales ideales tanto para la escucha a alto volumen como en auriculares.
Entre belleza de aire tropical e intimidad de amantes, las palabras arrecian:   “El que te cuida te desaparece” (“Tregua”), “A la hora del té verás rodando su cabeza” (“Mierda inglesa”) “El mundo en rebelión, sangre sobre el cemento gris” (“Moraleja”), “No viste venir el río y los cadáveres” (“Tregua”). No hay cuartel más que la entrega a esta pequeña revolución que sabe de baile, redención y sangre como combustible de la posibilidad.

Irio desgrana su nuevo trabajo ante las preguntas de RAPTO. Semanas antes, adelantando lo que estaba por venir, dedicó generosos párrafos revelando conceptos y procesos de Fábula, construyendo una expectativa considerable, pero modesta. Irio sabe a quién le habla. Más importante: sabe con quién quiere entablar una conversación. Prefiere una comunicación cálida en pos de un feedback antes que la invasión genérica de comunicados de prensa dirigidos a nadie. Irio no comunica a los gritos, tratando de forzar la atención de nadie. Tampoco necesita caminar detrás de los alquimistas del hype de turno.
Ante el juego de efectismo, estridencias, y ruido que propone la industria musical Irio construye paso a paso con una magia modesta que prioriza tanto identidad como obra.  Irio prefiere caminar, optando por un diálogo entre el artista y su tiempo. En ese proceso, le devuelve respeto a un público agotado de campañas desesperadas y condescendientes de recordatorios, pre-save y feats.
Con todo el vuelo artístico que lo caracteriza, la comunicación discreta (otra vez esa palabra) del platense mantiene los pies sobre la tierra. Distante de todo el rollo, Irio sabe ser dueño de su tiempo.

-Parte del concepto de Fábula vuelve sobre lo fundacional del Tropicalismo. Allí la canción popular es de vital importancia: lo popular es político.
¿En qué condiciones se encuentra la música popular en la actualidad?

Bueno, pasaríamos una tarde entera discutiendo qué es lo popular y qué no. Siento que la irrupción de los estudios de mercado y el ataque constante de información vía algoritmos han condicionado demasiado ese concepto. Porque podríamos definir que lo popular es lo que consume el pueblo, lo que  se ha vuelto masivo y se ha ganado ese rótulo, pero no podríamos obviar que a veces lo que consume la mayoría no es sólo por gusto sino por imposición de un ida y vuelta entre su necesidad y la necesidad del mercado de generar más consumidores. La música de consumo masivo hoy no escapa a eso y de hecho creo que es el claro ejemplo. Por eso yo vuelvo a pensar en el concepto fundacional del Tropicalismo cuando encaro este nuevo disco, cuando entendí que mi música no formaba parte de la música popular por muchas razones y me pareció interesante usar algunas herramientas de lo que está en boga para cruzarlas y obtener una síntesis estética cargada de un contenido más crítico que el que tuve en mis discos anteriores y el que yo percibo en ese tipo de música que hoy podríamos pensar como popular. Quería encontrar una solución estética para el momento histórico en el que estábamos.

-¿Qué constituye música popular en un tiempo de culturas de nichos, atravesado por la sobredosis de información y donde no necesariamente hay una hegemonía estética determinante? 

Tal vez no sean los géneros ni los artistas lo que definan lo popular sino el medio en el que todo eso se manifiesta. El medio es el mensaje, diría McLuhan. Tenemos cultura de nichos, tenemos sobredosis de información para todos los gustos, no tenemos una hegemonía estética dominante, pero todo eso lo consumimos en YouTube, en Spotify, en las búsquedas de Google. Alguien sabe qué estuvimos dispuestos a escuchar y dispone de sus herramientas para ofrecernos algo más para consumir, haciéndonos creer que llegó a nosotros por obra del azar. Ocurre todo el tiempo con las publicidades en Instagram, no es algo nuevo pero está cambiando por completo nuestra forma de acceder a la cultura y condiciona lo popular. Incluso los foros donde se discute la cultura no escapan a estas reglas, me parece.

Fábula es un disco político, sin dudas. ¿Cómo se logra un equilibrio para que sea un álbum político sin ser panfletario o bajar una línea obvia? 

Tomando prestada la idea del movimiento tropicalista, que era apartidario, abiertamente independiente y más allá de que por lógica vibraba contra la censura que imponía la dictadura no se manifestaba como música de protesta. No sólo la música políticamente explícita o abiertamente comprometida es música de protesta, eso me dio una primera idea para la lírica del disco que luego profundicé tomando sonidos que me eran ajenos con el fin de que la crítica estuviera presente no sólo en el contenido sino también en la forma. Escribí casi todas las canciones en un par de meses entre fines de 2016 y comienzos de 2018, cuando el clima político en Argentina y posteriormente en Latinoamérica empezaba a dar un giro medio complicado. Necesitaba decir cosas y necesitaba hacerlo sin la pesadumbre ni la soledad que había tenido en discos como El Ideal De Lo Común (2015) o Baladí (2019). A la vez, supe que lo que iba a funcionar en Fábula era el equilibrio con otro tipo de lírica y por eso algunas canciones del final del disco ofrecen cierto respiro, mucho más optimista.

– Las canciones están impregnadas de imágenes muy fuertes de vivencias cotidianas que son comunes en toda Latinoamérica:  violencia, desapariciones, hambre, dogma religioso, instituciones de doble discurso que castigan y podría seguir…
¿Cómo fuiste sublimando tanta impotencia e ira en algo que exuda delicadeza, poesía y sencillez? 

Nadie quiere escuchar hablar de lo que ve todo el tiempo sin obtener nada más que repetición. Esa es la fuerza de toda poesía. Se puede contener las lágrimas con el animal muerto pero a veces es imposible no dejarlas caer cuando el poeta toca la fibra sensible al cantar esa muerte. Los tópicos que nombrás, que están en Fábula, también están presentes en infinidad de obras porque hablan de la dominación, que nació junto con la Humanidad y forma parte de su ADN. Es la relación entre el opresor y el oprimido, es la culpa y el castigo. Es la grieta, si querés. No descubrieron nada nuevo, le pusieron uno de sus tantos nombres a lo que pasa desde que vinimos a esta tierra.

– Todos tus discos nacen a partir de un concepto. De las ideas que van apareciendo ¿cuáles son las que terminan germinando? ¿Qué tipo de pautas te dicen “es por acá”?

Por lo general, cuando tengo algunas canciones armadas empiezo a pensar cómo agruparlas para obtener una fuerza mayor en el mensaje. Es ahí cuando nace el concepto. Después lo moldeo, lo construyo con nuevas canciones y te diría que a veces aunque no cierra del todo termino convenciéndome de que por algo están ahí esas y no otras canciones. Hay repetición en algunas ideas, para qué voy a negarlo. Lo que decía recién, que son las mismas cosas con otro nombre. Pero trato de enfocar siempre algo que las diferencie. Y siempre la coyuntura personal y colectiva terminan condicionando. No había mejor escenario para Fábula que 2017, me sentía invadido por esos pensamientos que finalmente en 2020 hice disco.

-¿Cómo fue la construcción y desarrollo de las canciones desde tu ukelele hacia el trabajo de estudio junto a la banda y Baro? 

En casa me cuesta encontrar un momento para sentarme a tocar la guitarra y componer sin ser interrumpido. Tengo dos hijos chicos y termino en una especie de pogo con ellos cada vez que agarro el instrumento. Encontré que con el ukelele podía tocar parado, que ellos no llegaban a desafinar las cuerdas y podía caminar y tocar a la vez. ¡Bingo! Compuse seis de las ocho canciones del disco con el ukelele en un corto tiempo y después las ensayé con mi banda solista del momento, en la que estaba Baro como tecladista, ya con la idea de grabar un disco que produjera él. Siempre supe que quería que sonara como el choque de mi tradicional pop barroco con sonidos más actuales, orientado al baile, que el pop pudiera servir como caballo de Troya para un contenido más crítico. Recuerdo que hablaba mucho de Marvin Gaye y What’s Going On en esos ensayos, un disco que tiene ese condimento que podríamos tomar como contradictorio si se quiere pero que no lo es. Lo popular es político, sin dudas.

– Siendo un tipo al que le cuesta delegar, ¿de qué forma trabajaron junto a Baro la producción del disco?

Delegué casi todo. Lo adoro, lo admiro y él estuvo desde el primer día en el armado de esas canciones con la banda, y posteriormente cuando decidí hacer el disco lo produjo en la totalidad. Simplemente le entregaba las maquetas para que él trabajara las bases de acuerdo a lo que habíamos hecho años atrás con la banda. Lo que me devolvía me exigía a ir un poco a otro lugar como cantante y como instrumentista y eso me encantaba. Fue un trabajo genial el que hizo, el mérito es más suyo que mío. Yo solamente compuse las canciones y lo elegí a él.

 

Con la publicación de Fábula este viernes, Irio confirma al 2020 como un nuevo eslabón que se suma a la cadena de prolificidad y despiste que supo construir a través del tiempo.
En un año signado por la pandemia y sus resultados inesperados,  sin anuncio alguno, Thes Siniestros marcó un regreso con el imperdible Está Naciendo el Nuevo Día, nuevo disco del grupo conformado por Irio, Marto Remiro y Flavio Marianetti. Rompiendo un silencio extendido por casi seis años, el comeback del trío presentó 22 minutos de pop libertario que revalida los laureles que el grupo supo conseguir en sus años de plenitud.
Además de los mencionados Siniestros, Irio supo integrar proyectos como Felipe Misterio (1994 a 1996), OSH (1995 a 1999), Wendy Side (1998 a 1999), Plupart (1999 a 2002) y Palmera Club (2014 a 2015). Además, por supuesto, integra El Estrellero, grupo que se cuenta entre lo más exquisito del pop argentino de la última década.
En 2019, además de la publicación de su segundo esfuerzo solista Baladí, con El Estrellero presentó los maxi simples Agua de oro y Terror blanco, que funcionaron como anticipo del LP Alto miedo.
Cabe preguntarse si Irio tiene un listado de objetivos pendientes a lo Beatrix Kiddo que lo llevan de una aventura a otra hasta concretarlos. No tenemos confirmación alguna sobre esas suposiciones, aunque sí tenemos la certeza que Juan tiene mucho para decir. También sabemos que es un tipo madrugador y que los fines de semana lo encuentran en un estado permeable ideal para adentrarse en sus diversos proyectos, complicidades artísticas, su distancia de las desventuras de la industria musical y la determinación por construir desde su orilla del mundo.

– Algo que te caracteriza, tanto con las bandas como en lo solista, es que marcás tu propio ritmo. Desde ese bastión te hiciste fuerte, teniendo una perspectiva diferente.
¿Al artista se le dificulta tomar una perspectiva de su tiempo y lugar en este paradigma signado por instantaneidad y una carrera constante por mantenerse visible en el flujo constante de información?

Es una tarea quijotesca la de mantenerse visible sin perder identidad, pero cuando entendés que precisamente el no perder identidad es lo que te vuelve visible se hace más sencillo. Jamás pensé ni soñé con llenar un estadio, no pienso la música en esos términos. Habría fracasado mil veces si pensara de ese modo. Soy más bien de usar el verbo trascender con su carga más mística, la del legado, la del orgullo de una obra que hable de mí como ser humano de un tiempo que siempre se está yendo antes que como portavoz del coro de la tribuna. No obstante, negar o esquivar a rajatabla ciertas reglas de eso que se llama industria no habría sido tampoco muy inteligente. Una sincera combinación de ambas hizo que pudiera llegar a mucha gente en lugares alejados y me encanta. Trabajo por esa trascendencia y mientras tanto disfruto el único trofeo que voy a tener que es el del camino recorrido. Tarea cumplida, digo. Y por suerte son muchxs quienes podrían adjudicarse ese pequeño mérito, incontables tal vez y algunxs de un calibre superior. Por nombrar sólo a dos, Rosario Bléfari o Gabo Ferro son dos maravillosos símbolos de trascendencia porque construyeron una obra sólida y rica sin traicionarse jamás. La cantidad de amor que sobrevino a sus muertes habla mucho de cómo el sistema y la instantaneidad privaron a más personas de conocerlos en vida. No creo que les haya importado jamás eso, su tarea está cumplida con creces y el legado de sus obras hicieron un mundo infinitamente mejor.

-¿Alguna vez pensaste todos tus discos (de bandas y solistas) como un cuerpo obra? De entablar un diálogo, ¿qué te diría ese cuerpo de obra?

Estoy más contento cuando sumo un nuevo disco. Necesito que siga creciendo, siento que hay más por decir y que lo mejor no llegó. Me gusta mucho que dialoguen las canciones dentro de un disco, pero también los discos entre ellos. Confundir con los títulos de las canciones, usar palabras en una y otra canción, que haya una pátina de ambigüedad. Son licencias casi obligadas que me tomo porque me divierte mucho pensarlo así.

-Meses atrás, cuando hablamos por el  nuevo disco de Thes Siniestros, mencionaste tu alejamiento de la música en vivo. ¿A qué se debe esa decisión? ¿La distancia de los escenarios condiciona tu relación con el público? 

No disfruto mucho el estrés de los días previos a un show. Necesito una tranquilidad para disfrutarlo y no la tengo con facilidad. Por eso elegí no tocar mucho. Mi último show con banda fue en octubre de 2018, con El Estrellero en la Usina del Arte. Le siguió un show como solista en diciembre de 2019. Parece una eternidad y sólo dos conciertos hasta el día de hoy, pero no extraño nada tocar. Estoy feliz grabando. Obvio que pienso cada tanto en cuándo va a ser el próximo show, pero no me quita el sueño. Ojalá algún día vuelva a nacer en mí el deseo por el vivo, porque cuando lo tenía era también algo hermoso.

Por Lucas Canalda & Sophia Di Girolamo Ph

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