CHARLIE EGG: CORTOCIRCUITOS DE NUESTRO TIEMPO

El músico y productor rosarino Charlie Egg acaba de editar Miedocracia, disco que plantea un futuro distópico dentro de las oxidadas arterias capitalistas.

Charlie Egg luce su inconfundible cabellera platinada y una remera de Blondie con una Debbie Harry declarada protagonista de la mayor parte de la prenda. Egg, o Huevo, a secas, conversa sobre pasado y presente con entusiasmo. La excusa para el encuentro es Miedocracia, su primer cancionero como solista hecho y derecho luego de una seguidilla de proyectos bajo pseudónimos o en grupo.
El flamante trabajo, editado de manera independiente, funciona como un lanzamiento hacia distintos estadios de su carrera y vida personal, así como también un recorrido por las vivencias de una ciudad de Rosario siempre cambiante.
En este momento, mientras el cantante/performer/DJ/productor charla, todavía faltan seis días para la conferencia de prensa virtual que realizará vía Facebook Live y nueve para la presentación en vivo de Miedocracia en la red, a través de Rosarioplus.com.Presentarlo en Internet me pareció distinto. Tocar en la red no es una rareza pero sí me parece una rareza que ahí fuera la presentación formal del disco”, apunta. Acto seguido hace hincapié en el periodo de calma que atravesó en los últimos años: “Me divierte mucho el episodio del vivo. Eso sí extrañé mucho en todos estos años. Por eso siempre accedí gustoso a todo tipo de invitaciones. Realmente extrañé mucho tocar. El tema es que al no estar la banda en actividad no tenía repertorio para tocar. Si bien tengo quince discos no es material para tocar en vivo, las cosas para llevar al vivo eran las de Sinapsis. Ahora tengo una excusa para salir a tocar. Un nuevo repertorio que voy a aprovechar”.
A medida que detalla el proceso de gestación de Miedocracia, Egg traza probabilidades, elucubra teorías, dispara observaciones de un mundo que va haciendo cortocircuito y en el que la apatía humana no parece molestarse en aminorar su velocidad crucero, ni siquiera para una ligera revisión. En el vértigo de la verborragia, sus declaraciones borronean las líneas divisorias entre Carlos Pezzoto y Charlie Egg, por momentos aclarándose, por momentos confundiéndose. En medio de las risas, entre los principios del delirio espontáneo y la honestidad de sus entrañas, Pezzoto/Egg interpela a su interlocutor de la misma manera en la que Miedocracia lo hace con sus oyentes. En el álbum, el ahora solista Huevo ataca al oído atento con un sonido algo incómodo que no busca acompañar como fondo en una reunión animada. Miedocracia presenta a un crooner contranatura que se sale con la suya por descaro y simpatía pero que, sin descubrirse, cuestiona y propone.
El primer interpelado parece ser el mismo Pezzoto, que prontamente reconoce las incertidumbres surgidas con el proyecto. Según sus propias palabras, “al disco lo cierro como un acto de disposición para el otro. Lo presento pero lo hago sin saber que va a pasar, si a alguien le va a interesar. Esa es la pregunta de todo artesano que está haciendo algo: ¿le importa a alguien todo lo que uno está haciendo? En un punto podría no importarte, realmente, porque vos de todas formas lo hacés. Pero está la figura del otro, siempre. Cuando hay una continuidad la figura del otro tiene un rostro, casi. Cuando uno viene siendo parte de un proyecto que tiene regularidad uno puede llegar a imaginarse quién va a estar del otro lado, quién se va a interesar, pero cuando venís de un corte bastante prolongado como el que yo produje entre el último trabajo y el último concierto de Sinapsis, hay una inquietud sobre quién estará prestando atención. En el medio hice un montón de actividades artísticas en las que no necesitaba estar cantando pop para sentir que estaba activo pero sí es cierto que una ciudad, una escena, se reconfigura, realmente en muy poco tiempo. Después de tanto tiempo no está claro a quién le estoy hablando. Me lo puedo imaginar, ¿es la misma gente pero crecida?, algunos sí, algunos no, habrá algunos nuevos jóvenes, son un montón de preguntas que interactúan sobre todo con la lírica, no tanto con lo estético”.
Seguidamente, la indagatoria interior de Pezzoto lo traslada a preguntarse a sí mismo qué decir y qué cantar. “Desde lo ético siento un compromiso más fuerte que nunca. Siento que no me puedo parar frente a otro para decir una pelotudez. Nunca antes había sido así”, confía para inmediatamente rematar, “seguramente el disco sea una pelotudez (risas), no deja de ser un disco de música pop pero al menos a mí no me tiene que dar verguenza cantar esto en voz alta”.
Si bien participan socios históricos de Egg como Martín Arias (guitarras), Pablo Jubany (saxo, piano, arreglo de cuerdas) o Charly Cavagna (mezcla y mastering) el esfuerzo mayoritario de Miedocracia recae sobre el hombre de pelo platinado. “En el disco fui premeditando todo, paso por paso. Todo está premeditado pero es medio extraño porque tampoco agito mucho. Lo voy condensando todo en mi mente hasta verlo terminado como quiero”, explica su responsable.  “El disco o la presentación es una sucesión de eventos que fue calculada en mi mente, pero no hice mucho para que pase” , cierra entre risas.
“Algo que siempre le digo a mis alumnos es que todas las cosas que hacemos parten de nuestra voluntad más íntima. Cada uno está en su mambo. Mi manera de compartir mambos artísticos es siendo respetuoso, por supuesto, siendo estudioso del otro y de aquello que le resulta mejor. No soy hincha huevos de mis amigos músicos.” expresa Egg acerca de encarar todo el esfuerzo en solitario.
Ante la, a veces necesaria, intervención externa para alivianar la carga y aportar una perspectiva fresca el multifacetico Pezzoto reflexiona: Cuando veo que alguien está tramando una secuencia musical me sale mucho de decirle ¿por qué no hacés tal cosa?, desde afuera uno lo ve muy claramente a todo eso que el otro tiene que tomar para que todo le resulte mejor. Acá pasó también. Con Pablo (Jubany) siempre tuve una relación sana en la que cada uno opera sobre el otro en la medida que el otro le da cabida. Acá pasó mucho eso, el tema es que yo también soy muy hijo de puta, obsesivo, “Ah, sí eso ya lo pensé y pensé otras tres cosas más”. Entonces termina siendo muy insoportable para el otro. Charly Cavagna también fue otro punto de todo esto. En cuestiones de audio siempre había cerrado todo yo, el audio de la mezcla final e inclusive hasta el master, y la verdad, todos sabemos que eso no es sano (risas). A esta altura de la industria del disco, todos saben los pasos y que hay pocos hijos de puta que hacen todo eso por sí solos. Siempre laburé así porque lo que hago bien es la producción, no toco bien todos los instrumentos como sí toco bien la producción, y si bien la mezcla del audio no es exactamente producción, puesto que involucra cosas más técnicas, bueno, también era una cosa de orfebrería terminar la pieza. Con Charly laburamos juntos desde el 2004, trabajando con Sinapsis y nunca había mezclado un disco, me pareció una oportunidad de sellar una deuda histórica. Él fue también quien me dijo de terminarlo, se puso en campaña y dejé de estar tan denso”.
En gran parte de las diez canciones que integran Miedocracia, Egg es el interprete de un saloon improvisado en un desarmadero-refugio, donde los habitantes se reúnen ante un fuego reparador para escuchar un relato sobre días del futuro pasado. “El destino se tergiversó/una vez más/habrá que culpar al vil capital”, entona en “Año 3000”, preguntandose de manera implícita qué fue lo que salió mal. “Siempre me gustó mucho lo del crooner. Soy fanático de Chet Baker, de Sinatra, siempre quise jugar con eso”, indica el cantante probando su cortado recién servido. El Egg crooner tiene algunos antecedentes específicos ocurridos en vivo, como Sinapsis versionando “Suspicious Minds” y un Lalo Giandoménico tirando coros desde la batería, pero existen otros aún más lejanos. “Algo así hice en el Teatro La Manzana, por allá en el año 99, creo. Fue junto a Martim Arce eso. Arce puso una porno de fondo y se puso a tocar un Teiko analogico, fue todo muy chocante. Ahí canté algunos temas, “Summertime”, “Strangers in the night” y algo que no me acuerdo ya”. Sobre el fuerte contraste entre su desempeño como cantante y frontman de Sinapsis y estas nuevas maneras en encarar las canciones Egg remarca que: “La última etapa de Sinapsis siempre fue muy para adelante, todo el tiempo, super arriba, era estresante de tan para arriba, igual funcionaba así, era high power. Acá, como no tenía que mostrarle las canciones a nadie, me sentí más libre de hacer una paleta más amplia de intensidades”.

II

La conferencia de prensa previa a la presentación de Miedocracia tiene una breve extensión de quince minutos en la que Egg se presenta secundado por un trasfondo ocre donde la naturaleza parece haber vomitado su venganza intempestiva sobre Rosario.  Los containers de basura característicos de la gestión Fein son los dados deformes de un juego hostil de los Anemoi que parece no tocar al cantante. La puesta es bizarra y, combinada con la respuestas espontáneas de Egg a las dudas de los usuarios, es un casi un acto performático. Mientras evacua dudas sobre Miedocracia y el futuro, Egg luce un vestuario de corsario steam punk, una especie de Doc Brown narcótico y absurdo que reporta desde un devenir gestado en nuestro presente. Sus vaticinios frente al micrófono parecen más certeros que improbables: “La ministra Bullrich hizo bien su trabajo y en el futuro ya no quedan indígenas”. Lo que despega a la presentación de la posibilidad de un absurdo improbable es que la conferencia ocurre horas después que una tormenta de tierra azotara a varias provincias argentinas en un episodio inusitado. El remate, por supuesto, otra vez lo pone la realidad: al día siguiente la mencionada ministra de seguridad Patricia Bullrich declara: “Nosotros no tenemos que probar lo que hacen las fuerzas de seguridad, le damos el carácter de verdad. El juez necesitará elementos probatorios, nosotros no”.
Al domingo siguiente, llega el momento presentar el nuevo material en Internet, con libre acceso para todos y todas. En el quinto piso de Plataforma Lavardén hay unas diez personas encargadas de la transmisión y unos pocos técnicos que caminan rápidamente concentrados en el escenario. Hay músicos y compañeros musicales de Egg de toda la vida como Jubany o Juani Favre. La mayoría de los presentes lucen enfocados y algo ansiosos, salvo por Egg que corre divertido en sus atavíos steampunk.
Con el grito comando de “Vamos”, el grupo completo sube al escenario y tras algunos mínimos minutos de ajustes todo toma vuelo.
La presentación funciona como una cápsula de tiempo lanzada al espacio virtual para ser hallada por pescadores curiosos de épocas venideras. Pareciera como si Egg estuviese ejerciendo su aporte al caos general buscando su propio alunizaje, su granito de conspiranoia.
Los espectadores de un timeline indeterminado podrán disfrutar de un show que narra desventuras de resistencia con sonidos de rock y electrónica en una urbe volátil donde parecen reinar los totems monetarios. Cada movimiento, cada canción, los solos de guitarra épicos y el carisma escénico de Egg, dan forma al contenido de una cápsula de tiempo que el director Lisandro Machain va lacrando de manera virtual. Cuando la tierra vuelva en torbellinos y los trolebuses vuelen sin control, estos treinta minutos de vivo pueden ser un buen comienzo para responder qué fue lo que pasó.

III

Miedocracia se publicó por diversas plataformas el pasado 11 de septiembre. Esa fecha, que remite al derrocamiento de Salvador Allende, en 1973, y la caída de las torres gemelas del World Trade Center en Nueva York, en 2001, sirve para lanzar un disco que funciona como bitácora distópica de un futuro que pinta inminente; una cápsula de tiempo que, en su interior, alberga un blueprint de aquello que parece irreversible. Egg plantea una crítica al neoliberalismo y en especial a la bestia capitalista que día tras día se perfecciona para apoderarse del control interior de su huésped.
Valiéndose de ironía o de formas directas, este antihéroe habitante/sobreviviente del páramo post neoliberal apunta contra los métodos del sistema y cómo se arruinan ciclos de vida. Pero la distopía no parece estar anclada para siempre bajo el cielo quemado, entre las tormentas de tierra y los huracanes. Pezzoto tiene la capacidad de trazar una guía de supervivencia, o al menos, enlistar tips que a él mismo le sirven. Son consejos de un nacido en los 70, criado en los 80, crecido en los 90 y encontrado en los 2000.
Con sensibilidad e identificación Egg observa al sistema capitalista y a los padecientes de cada uno de los ciclos para describirlos con los recursos propios de alguien crecido frente a la televisión y al cine fantástico. Si al responsable de Miedocracia por años lo apodaron “El Reverendo”, ya no caben dudas que se trata del Reverendo que oficia en la Misión del Tubo Catódico; un aprendiz del mundo cronenbergiano que algún día se renegó, o se aburrió, y dada su naturaleza de crossover se pasó de Videodrome (David Cronenberg, 1983) hacía tierras inciertas del steampunk o el cyberpunk.  Por eso no es raro que Egg/Pezzoto hable y teja maraña sobre el choque de meta lenguajes que enlazan los últimos cincuenta años del planeta tierra.
Cuando Día de la Independencia se estrenó en 1996 fue un suceso en la taquilla global por el impacto que generó, de antemano, la destrucción de construcciones icónicas estadounidenses por rayos que arrasaban con todo bajo una expansiva nube de fuego rojo que sugería napalm. Con sus alienígenas invasores, la voladura de la Casa Blanca y el Empire State, y el patrioterismo de un presidente en clave Top Gun, el director Roland Emmerich consiguió la película más exitosa del año recaudando más de 300 millones de dólares sólo en territorio norteamericano. Dos décadas más tarde, la secuela Día de la Independencia: Contraataque fue un fiasco que apenas recaudó la cifra de 103.144.,286 millones de dólares en el mismo país y quedando muy lejos de los 165 millones de dólares de su presupuesto. Además sería pobremente recibida por las audiencias y los críticos. A la idea original de invasión extraterrestre de la cinta original los guiones y productores tuvieron que inyectarle una sobredosis de CGI en anabólicos porque, como dice la regla, todo lo que resultó de la primera ahora tiene que ser más grande, enorme. Pero el mal desempeño de la secuela se debe -más allá de ideas agotadas, las decenas de películas similares que pasaron en el medio y que se trata de un blockbuster descerebrado y sin alma- a que la premisa ya no guardaba atractivo puesto que la misma realidad se había encargado de subir la apuesta en estos veinte años entre original y continuación. ¿Qué impacto puede generar a un espectador la explosión de edificios históricos cuando el 9/11/2001 se encargó de sellarlo en la vida real y transmitirlo en directo, para replicarse infinitamente por todo medio de comunicación y plataforma de la red? ¿Una bola de fuego arrancando de raíz una postal arquitectónica mundial? Eso ya se vió. Lo viví en directo y ahora mismo puedo verlo en mi celular desde varios ángulos diferentes por Youtube. ¿La destrucción de un rascacielos con cientos de personas adentro? Ya se vio, noticias viejas. La nube de cenizas se extendió por kilómetros a la redonda y adelantó algún tiempo a la experiencia 4D.
¿Qué posibilidades puede haber de trazar un futuro probable en un imaginario de ciencia ficción que ya fue agotado y casi superado por la misma realidad? La distopía se tornó protagonista de nuestro tiempo por subestimar la distancia que interpretamos como lejana. La Idiocracia (Mike Judge, 2006) de los President Camacho dejó el ámbito de la ficción cuando los mandatarios firmaron “Deutschland über alles” en el libro de visitas protocolares de la presidencia de Alemania. En esa película dirigida por el creador de Beavis & Butthead, Dwayne Elizondo Mountain Dew Herbert Camacho es una estrella del porno y la lucha libre devenida en primer mandatario de los Estados Unidos del 2505. El circuito de wrestling fue uno de los tantos espacios donde Donald Trump hizo campaña por la presidencia ya que, en sus propias palabras, “allí estaba la gente de verdad”. Las conexiones de Idiocracia con el presente son apabullantes, sólo hay que sentarse a reír (o llorar un rato) pero es preferible pasar a otros ejemplos.
En 1977 el inglés J.G. Ballard puntualizó las redes sociales para la revista Vogue: “Cada una de nuestras acciones durante el día, a lo largo de todo el espectro de la vida cotidiana, será instantáneamente grabada en video. En la noche nos sentaremos a ver las imágenes, seleccionadas por una computadora entrenada para elegir sólo nuestros mejores perfiles, nuestros diálogos más inteligentes, nuestras expresiones más afectuosas, filmadas a través de los filtros más amables, y luego juntaremos todo esto para tener una reconstrucción mejorada de nuestro día. Independientemente del lugar que ocupemos en nuestra familia, cada uno de nosotros será la estrella en la privacidad de nuestras habitaciones”.
Para su película de 1996, Escape from L.A., el director John Carpenter imaginó una tribu de criaturas con músculos convertidos en gelatina debido a gran la cantidad de implantes y operaciones a las que se han sometido. Por las noches, esos humanos hollywoodenses deformados, caminan furtivos buscando cazar músculos frescos para trasplantarse. Al repasar las figuras mediáticas que hacen estragos en la actualidad cabe preguntarse cuánto falta para que encaren sus propias cacerías bajo la luz de la luna.
Y mientras en provincias como Corrientes o Chaco grupos de rugbiers salen a golpear indigentes por las noches, sobran los ejemplos de la concreción del futuro. El último agregado a la lista podría ser la patagonia devenida en Mega-City One con fuerzas de seguridad que gradualmente se convierten en jueces y verdugos; cada gendarme devenido en Dredd. Pero nada llega de inmediato. Las concreción de días imaginados durante almanaques caducos no es un desayuno sorpresa que cae una mañana lagañosa. Como escribe la muy en boga canadiense Margaret Atwood, “Nada cambia instantáneamente: en una bañera que se calienta gradualmente, te hervirían hasta la muerte antes que te dieras cuenta”.
Del imaginario de futuro creado por la literatura y el cine solamente parecen faltar hoy algunas cosas particulares como la ropa que se ajusta y se seca sola y los autos voladores.  Egg se ríe y se entusiasma con el juego: “Tipos brillantes acertaron sobre el futuro, con mayor o menor tino, sin embargo hay cosas que quedaron pendientes. Tiene que haber más cosas que vuelen (risas). Hoy mismo las películas de ciencia ficción están obligadas a que el auto vuele. Ya sabemos y estamos todos de acuerdo en que no venía por ahí. Pero si al estudio no le muestro un auto que vuela no es del futuro la película (risas). La conquista del espacio también quedó en la nada. Es un gastadero de plata. Nos dimos cuenta que estamos solos en una roca”.

– Al final, el futuro llegó hace rato.

Lo más frustrante parece ser que no se puede visualizar el futuro. Toda la hipercomunicación y readaptación del control a partir de los medios con Internet y la telefonía portátil, con todo el seguimiento y toda la información que se obtiene de nosotros para posibles usos que ni siquiera imaginamos, se reconfigura todo el tiempo, el qué puede ser el futuro. Me da la sensación que no está al alcance de la población la información sobre el futuro. No digo esto con un sombrero negro y antenas de conspiranoico, pero digo  que ciertamente me da la sensación de que ya no se transmite una idea de futuro. Antes se vislumbraba un futuro de “wooow, el futuro va a estar buenísimo”. Antes pasaba de que le contabas al que no le importan esas cosas de que el futuro va a estar buenísimo, ahora nadie te cuenta nada. Le preguntás al científico o al intelectual y la respuesta es vaga. “No, estoy pensando todo el día y te tiro un par de hipótesis pero nada más, no te la puedo contar a vos porque se empiezan a tirar todos desde la azotea”. No se habla del futuro, tengo esa sensación. No conviene corporativamente hablar sobre el futuro. A nadie le conviene ninguno de las posibles rumbos que hipotéticamente se tomarían. Como si te dijeran “Si la gente sigue tomando esta mierda, explota en cinco generaciones”. Bueno, pero falta un montón, dejá de romper los huevos. Entonces compro tu silencio. ¿Tarea de quién sería revelar todo eso? ¿De escritores? ¿Periodistas? ¿Científicos? Internet se convirtió en una cosa muy loca: vos decís quen en la red está todo, pero si alguien tuviera la verdadera ultra posta de quién es el que la está jediendo máximamente, probablemente veríamos como un conspiranoico a la persona que publicó la información.

– Es que hoy el verdadero reto de la red pasa por el “escuchame entre el ruido”. Por cada investigación o hipótesis genuina y de buena fe, ante cada ensayo iluminador, se crean millones de papers apócrifos no necesariamente contradiciendo, desestimando o atacando, sino que llegan para generar un ruido mayor.  En ocasiones la mejor manera de atacar es enterrarlo; confundir la vertiente confiable en un océano indistinguible. Fake news y ejércitos de trolls también ayudan, por supuesto.

Hipotéticamente en Internet la información es horizontal y todo el mundo la puede publicar. Ponele que nosotros tenemos la posta de quién es el más hijo de puta que la está pudriendo como nadie y al que todos los humanos le dirían “No, muñeco, hasta acá llegaste, te fuiste al carajo, se terminó para vos y todos tus complices”. Ponele que sean el New Order o los Iluminatti (risas). Lo veríamos como un loco cualquiera al que publique todo. Eso de ponerle cara al malo es muy de película de James Bond. Obviamente que no tiene cara, es sistemático, eso es lo peor. Es lo malo de cada uno, no un malo que tiene mucho poder, sino todo lo malo de cada uno de nosotros condensado en algo sistemático. El ser humano entonces opera micrométricamente y nodalmente en todo el sistema. Hace que un obrero esté a favor del patrón. Ni siquiera a favor del patrón, es a favor de este sistema perverso.

– Es que también es intrínseco del ser humano ese lado miserable, habita en nuestra propia condición, el sistema hace que esa miseria interior se potencie.

Me parece que el espacio simbólico que ocupa el arte no puede contener ese cinismo, no hay lugar para el cinismo allí. Tiene que ser como una probeta de algo potente, algo esencialmente bueno, no puede estar lo malo aunque sabemos que lo malo es parte de nosotros. León Gieco debe tener un lado malo pero ¿por qué va a estar mostrándolo? La gente dice “Gieco es demasiado bueno, no puede amar a todos los fucking lisiados del mundo” (risas) pero está bien que el tipo sea así, ¿qué va a hacer?, ¿va a estar mostrando su basura? Si muestra su basura es Iorio, nadie quiere ver tu puta basura. En el fondo todos abrazan a un Biondini pero nadie quiere ver eso. Simbólicamente tenes que hacer lo mejor que puedas representar. Tratar que la victoria de tu vida sea que tu vida se parezca lo más posible a lo que boqueaste.

– Volviendo a la pregunta anterior. “El futuro nos decepcionó, una vez más habrá que esperar el año 3000” dice la canción “Año 3000”. Es una sensación de patear otra vez la pelota para adelante; fijar una nueva zanahoria hacia donde caminar. ¿Sentís que el concepto de futuro se agotó?

Siempre es ficción el futuro. La ciencia ficción fue mal titulada, porque no es ciencia. En realidad las especulaciones no eran científicas, era un lugar de la imaginación que se preguntaba qué pasaría si esto evolucionaba de ésta o aquella manera. Desde hace mucho tiempo el ser humano se planteaba cómo iba a ser el futuro y siempre aparece esa imagen de los autos voladores, idea que ya se terminó. Pero igual en cualquier presentación de futuro se incluyen los autos voladores porque siguen siendo eso, futuro es igual a autos voladores (risas). La misma ciencia entró en una especie de nihilismo, es una época donde vas a buscar al científico y te encontrás con un borracho que está tirado y no te quiere ayudar porque ya sabe que no vamos a durar más de cinco generaciones. Nosotros también hablamos del final del mundo como algo que está a la vuelta de la esquina. No sé si va a pasar exactamente, pero sí es cierto que toda nuestra vida humana, toda nuestra cultura humana, está parada sobre palitos de escarbadientes. Cualquier mínimo cambio, solamente pensá que hubiese un cambio groso en la forma de la economía o un cambio energético, que de repente se prendiesen fuego todos los putos pozos petroleros del mundo y ni siquiera se pudieran mover en avión. Imaginate un cambio brusco en el sistema de comercio exterior y un stop en el sistema bancario-financiero. Toda nuestra cultura de trabajo diario está basada en Internet, prácticamente al ciento por ciento. La humanidad misma, a más conciencia de todo eso, en lugar de buscar un equilibrio psicoespiritual y transcender de su corta vida de una forma digna, pareciera que hiciera todo lo contrario. Te convertís en el pendejo más caprichoso que dice no me quiero morir, no me voy a morir, ¿por qué me voy a morir? El humano se ha convertido en una cosa egoísta, ni siquiera patalea de esa forma desde un lugar de conciencia de especie, lo hace desde la individualidad. A una persona lo que único que le importa es disfrutar su riqueza mientras está viva, a lo sumo, será también para sus hijos y sus nietos, lo que pueda llegar a ver con sus propios ojos.

– En el presente hay una verticalidad de ideas que bajan vía redes y medios, algo que se disemina bordando los límites de la toxicidad. Eso es algo que retrata Miedocracia, mientras que al mismo tiempo hay mucha vida real, mucho contacto humano. ¿Es un contraste que vos sentís en tu cotidianidad o es narrativa del disco?

Hay un contraste que es tremendo entre lo que son las redes y los medios, es decir el cúmulo de lo que uno observa casi pasivamente. Digo casi porque la intervención no deja de ser una curaduría de tu propio contenido audiovisual. Las redes no operan como algo demasiado revolucionario en ningún sentido. Antes Romay decidía a qué hora veías la novela, ahora decidís vos a qué hora ves el recital de tal o cual. Es una forma de inteligencia artificial, casi. El capitalismo se reconfigura para neutralizar cualquier cosa. Cualquier imperfección que tenían los mass media desde su surgimiento hasta la década del 80 o 90, con Internet se perfeccionó. Si a vos te quedaban dudas si mirás una pantalla o no…Ah, ¿vos no mirás nada porque no hay nada que te guste? ¡Eso te lo soluciono al toque! Pero, tomá, decidilo vos. Acá tenés la pantalla, ahora decidilo vos. Yo lo que necesito es que vos estés consumiendo publicidad de forma pasiva durante tanta cantidad de tiempo, necesito reportarlo a mis clientes y facturar. Si a mis clientes yo les puedo demostrar de alguna forma mucho más concreta cuánta gente los está mirando y consumiendo, mucho mejor. Se ha perfeccionado de una forma que parece haber sido todo tramado por el mismísimo Dios.

– Yo siempre fantaseo con que la cuarta guerra mundial va a ser entre algoritmos, ya no hay dudas.

En Terminator (James Cameron, 1985), con Skynet, o en el imaginario de todo eso en Hollywood, se visualiza como hardware, ahora, Skynet no es hardware, de hecho en la última Terminator (Terminator Génesis. Alan Taylor, 2015), con una muy mala narración, se plantea eso. Skynet es un software, es un algoritmo, su único problema es que necesita hardware para correr, es dependiente de nuestra energía. ¿Cómo podría tener un huésped que le proporcionara energía? ¿Qué sería? Un ser vivo que genere su propia energía como nosotros. Cuando ese algoritmo pueda pasarse y convertirse en ADN eso va a producir que pueda reproducirse y tener un huésped vivo. El tema es la capacidad evolutiva, nosotros tenemos una capacidad evolutiva muy muy lenta, hace relativamente poco que éramos monos. En cambio esto va a ser cuántico.

– Antes hablaste de reconfiguración y tu humor encuentra otra tonalidad en Miedocracia. El guiño nihilista es nulo siendo que vos hiciste gala de ese humor.

Ciertamente el tono no puede ser el mismo en cualquier contexto. El contexto cambia. Por ejemplo, la vuelta del neoliberalismo, más allá de una ilusión del cerebro progresista de que Latinoamérica era algo distinto. De repente el ciclo vuelve a torcerse hacia la derecha y de una forma que parece cada vez más grotesca. Los que un momento nos reíamos de los 90, de repente parece que el ciclo se vuelve hegemónico nuevamente. Esas estéticas, esas formas de relacionarse y de vincularse a través del dinero y de un tipo de cambio insoportable. También está la edad propia. Me parece que hay humor en el disco pero funciona de otra manera. En otras épocas había más proporción de nihilismo humorístico (risas), un juego con lo border. La verdad que no me puse a pensar en eso, cómo funcionó el cambio de tono en mí. Debería observarlo desde Cosas Nuevas (2008), que en realidad era el único que tenía escritura. Puede ser interesante ese ejercicio.

– En “Guerra nuclear” de Cosas Nuevas cantabas “Qué me importa la radiación si tengo una buena razón para bombardear tu propiedad y destruir tu comunidad”. De alguna manera ese final del mundo occidental/capitalista fue parte de tu imaginario. Al mismo tiempo siempre hubo una vitalidad, una pulsión optimista en vos.

Están las dos cosas. Nos criaron pensando en el Apocalipsis todo el tiempo. Mi hijo mismo habla del fin del mundo con una soltura como si fuera algo que estaba esperando generacionalmente hace rato. Nosotros nacimos con el fin del mundo como algo probable. El SIDA, la guerra nuclear, la guerra fría, tengo imagenes de mi niñez (risas) que son como flashes cinematográficos, el hongo…¿cómo era el primer actor que tuvo SIDA?

– Rock Hudson

¡Rock Hudson! Era esa idea que bajaban de WOOOW, LA EPIDEMIA. Ahora el zombie mismo está tan naturalizado. Es uno de esos personajes de ficción que la gente adoptó, los chicos mismos, yo no estoy seguro que mi hijo sepa que los zombies no existen realmente, está tan naturalizado. El zombie simboliza el desclasado máximo, no lo quiero ni cerca. “Pero era tu vieja” No, no importa, dame la escopeta que le vuelo la cabeza porque si me toca me convierte en algo que yo no quiero ser, yo soy un vivo, olvidate. Eso está todo el tiempo. Es lo que hablábamos antes de Terminator. Nosotros mismos, en nuestros propios cerebros, hay un punto donde no estamos realmente seguros si Sarah Connor es de verdad o no. Para nosotros es como la esposa de San Martín, está dentro de un universo simbólico. Bruce Wayne, realmente yo no estaría tan seguro que Bruce Wayne no exista. Bruce Wayne existe y es un millonario que se transforma. Ahora, si un rato es Ben Affleck u otro, no sé, (risas) hay un poco de post verdad en eso. El ser humano creó una especie de anexos de la realidad, prácticamente, no son irreales, terminan siendo complementarios, son lugares donde el cerebro de un montón de gente se refugia a generar hipótesis sobre su comportamiento.

IV

Que Sinapsis, su empresa más longeva, esté en un hiato, no significa que Egg se quede estatico. En los casi nueve años que el proyecto poliformico criado en el corazón del colectivo Planeta X lleva dormido, el antihéroe de cabello platinado encontró varias maneras de mantenerse activo en la corriente musical rosarina: como ingeniero de sonido, tanto como operador de recitales o mezclando y masterizando, Egg estuvo presente en varios discos de nuevas bandas y también de propuestas hermanas como Matilda. Fue y es, referente de varios grupos jóvenes que con regularidad lo tienen como invitado de sus toques. Gay Gay Guys, Lady O´Sampler y Muñecas son algunos de esas bandas.  El trabajo tras la consola lo acredita como productor de proyectos variopintos, destacándose el disco Los pibes de la Cerámica. Por estos días, mientras prepara el 2018 para Miedocracia, aguarda la finalización de álbum del inefable Osvaldo Zulo, el antihéroe definitivo de la música rosarina. Ese proyecto de cocción lenta, promete ser el primer disco en castellano del otrora líder de Los Daylight y Los Impedidos, y actual conspirador de Víctima del Vaciamiento. La aventura partió de una propuesta que Pablo Jubany y el propio Egg le hicieron a Zulo, de registrar un disco diferente dentro de su carrera. “Quisimos hacer el Transformer de Zulo”, comenta Pezzoto con una sonrisa de puro entusiasmo. Por último, pero no menos importante, se debe destacar su constante labor como DJ, siendo uno de los pinchadiscos más populares y celebrados del circuito rosarino. En clave electrónica, electro pop o rocker, Charly Egg siempre está presente, como referente ineludible del sacudón corporal espontáneo y desfachatado.
Entre sus múltiples actividades a través de los años hay un imaginario compartido sobre quién es Charlie Egg: uno de los principales embajadores de Planeta X junto a Juani Favre y Matilda; el exorcista de las pistas de baile siempre de brazos arriba; el frontman hiperquinético capaz de electrizar a un público que lo experimenta por primera vez; el novio de la nena, tóxico y cómplice que enciende los escenarios para los nuevas generaciones que buscan espontaneidad y mordacidad; la cara sonriente que suelta ocurrencias y plantea camaradería en miles de noches en antros.
Cómplice, Pezzoto se anima a poner en palabras el origen de Charlie Egg. “Yo construí el tipo de persona/personaje con el que yo hubiese flasheado de tener trece años”, sostiene. “Cuando vi por primera vez a Johnny Rotten, ya desde una referencia capilar, era ¡no sé qué estará diciendo pero no te podés ver así! Ya con ese pelo, es genial, está podrido este tipo”, recuerda casi extasiado. “Yo siempre partí de ahí, de verme podrido, me parecía que verse podrido tenía autenticidad.  No verme nunca clean, desarrollar una estética que sea áspera, que se parezca a un villano del futuro”, subraya cerrando sus puños frente a la vacía taza de café. “Quería que el personaje se parezca al primero al que le pega Schwarzenegger cuando llega al futuro en Terminator, a esas ratas inmundas que están ahí en las calles. Lo más valioso de todo eso es que luego, ese tipo, cuando te lo encontrás y parece que te va a pegar un cadenazo, es un copado”, concluye.
Desde Kasa Enkantada a espacios resignificados como la discoteca Lázaro Bailable o al underground de paredes sudadas y de baños rotosos; de La Macarena a Love & Rockets; de bares chetos a la asfixiante enormidad del desaparecido Willie Dixon, el Reverendo Charlie Egg estuvo allí. En todas las casas de Planeta X fue anfitrión y una especie de RRPP conector de las figuras más disímiles. En movidas de música electrónica, hardcore punk, rock, metal, pop, indie, Charlie Egg was there, desde púber hasta hoy, cuando acusa poco más de cuarenta. “Siempre me gustó atravesar los géneros y las escenas. Tuve la suerte de ser bienvenido en todas las movidas. Siempre fui, desde pendejo, de salir solo. Era amigo de todo el mundo al igual que hoy. No salía con un grupo de amigos, iba a Montoya y me daba con todos. Con el rockero sobrevivientes de los 80, los pibes de Rejhunte, Scraps, Sumergido, que luego derivaron en Planeta X. También tengo amigos del skate y el hardcore con quienes sí compartía una cotidianidad callejera. Nosotros andábamos en skate todo el día, era callejear, andar con la tabla, hablando de música, escuchando cosas, compartiendo. Iba, llegaba y me encontraba con todos, era amigo de todos. Estéticamente era una cosa que no se entendía bien y me perdonaban. Siempre fue una cosa de antihéroe, nunca me lookeo para agradar. He tenido amigos que no han querido salir conmigo por cómo me vestía.Tenía un buzo que me había pintado, era Mickey agarrado de la oreja, degollado y con un charco de sangre. Me acuerdo que mi amigo me pasó a buscar y yo aparezco rapado y con ese buzo, el loco me dijo “no quiero salir a calle con vos”. Era algo natural, no de llamar la atención porque inclusive hasta me molesta llamar la atención, es algo extraño, es tratar de naturalizar algo que debería que no te parezca nada. Era tratar de buscar desde el lugar del freak”.
Esa circulación constante de Egg lo convierte en un testigo y conductor  privilegiado para desandar el camino de las formas musicales rosarinas de los últimos treinta años. “Tuve la fortuna de presenciar un montón de lecciones musicales, no precisamente de ejercicio musical, sino de muchas historias, mucho boca en boca y también primera persona de los protagonistas: Poxi Beat era ésto; hacíamos tal cosa; salíamos a calle por tal razón”, señala Pezzoto. “El primer cassette que me compré fue el de Identi-Kit. Tengo una relación muy estrecha con el genoma rosarino.  Al mismo tiempo, mi generación fue muy de romper con eso, que lo rosarino sea casi una mala palabra. Eso es medio una mierda pero no lo voy a negar. Me reconcilié con eso. Por mucho tiempo yo no canté por eso”, admite.
“Yo a Sinapsis lo formé en el 94, era un power trío onda Primus, Nirvana, la Experience. Cuando se va el baterista empiezo a programar todo yo desde un teclado. Desde ahí, como siempre me gustó lo industrial, me mandé solo. También me gustaba en synth-pop. En ese momento tenía mucho de Dynamo (Soda Stereo, 1992), era algo medio noise con mucho beat Manchester. Suena muy extremo pasar de Primus a eso, pero en realidad era un momento de los 90 en que eso era así. Una amiga que llega de Europa me hace escuchar Portishead y me pasa un mixtape de un DJ de Ibiza con hard techno, algo bien uptempo. Me acuerdo que me rompió todo. Ahí empecé a hacer drum & bass y trip hop, dejé inmediatamente de cantar, ya no me gustaba. Fue toda una explosión de mixtura en ese momento, lo único que no me gustó en ese momento fue Manu Chao, esa onda alterlatino”.
“Hay una cosa que me parece muy interesante con el pop y el rock rosarino. Toda la parte de los 80, se desarrolla de una forma increíble. Hay músicos tremendos. Hablamos de compositores como Jorge Risso, Coki, Vandera o duplas compositivas como (Eduardo) Carbí-(Ariel) Pozzo. Cosas muy picantes compositiva y técnicamente, que encima, coincidieron con un momento de desarrollo porque arrancaron muy jovencitos y la pegaron también de muy pibes. Entonces se dio esa alquimia del rock en juventud. ¿Pero qué pasó?“

– No estaban preparados para el 89.

¡Claro, no estaban preparados para eso! Ellos siempre hablan del 89. No pudieron encontrar la forma de seguir. Está bien, yo los entiendo, porque cuando uno es viejo entiende cómo pasan esas cosas. Hubo un momento en que yo no entendía -con voz compungida- ¿Cómo puede ser? ¿Por qué bajaron los brazos, malditos cobardes? (risas). Claro que lo entiendo ahora. Todo se reconfiguró. Eran muy jóvenes y había que tener las herramientas para pensar en todo lo que implica una forma de seguir. El contexto no propiciaba herramientas para pensar en eso. Había contracultura, estaba Cerdos & Peces, estaba El Parakultural al mismo tiempo, ya existía la autogestión.

– Claro, pero era muy lejano todo eso, era abismal esa distancia.

Era otra cosa. Se desarrollaba de otra manera en otro hábitat. Sí pudieron hacer eso Los Redondos y entrar a los 90 de otra manera. Acá en Rosario se dio una ruptura muy grande entre fines de los 80 y principios de los 90 que es cuando aparecemos nosotros, toda la camada del harcore, el punk, el funkcore, Hijos del Reyna, Shocklenders, el ska y cómo se vincula con el Galpón Okupa. También está Pinhead Records, algo groso en Rosario. Había mucho nihilismo en toda esa camada, no le importaba lo que había venido antes, ni tampoco espera que venga nadie de afuera. La escena de los 80, Certamente Roma, Identi-Kit, Graffitti, Punto G, Poxi Beat, eran pocos pero todos competían entre ellos. A lo sumo, su tarea había sido enterrar a la trova pero todos estos monstruos que vinieron después directamente negaron todo. Los Arnaldos estéticamente eran más modernos pero no colaron en ningún lado, la nueva camada los hizo a un costado. Todo lo otro se regenera solo pero de una forma que no tiene vinculación. Eventualmente, todos crecen y, mal que mal, se vinculan. Pero también es cierto que los otros dejaron de ir a shows. ¿Y quién es el único que queda? Coki, El Inmortal. ¿Por qué es Coki, El Inmortal? Porque Coki estuvo todo el tiempo y todo el tiempo estaba atento a lo que había. El tipo estaba ahí pero no porque los borrachos le pidieran que fuera a verlos. No, no, Coki estaba ahí porque estaba interesado en lo nuevo así como también estaba tratando de interesarte a vos en lo que hacía, porque ya no lo era lo mismo, porque le buscaba la vuelta, porque tocaba con gente que venía de otras experiencias, porque se extrapolaban distintas cosas. Él le prestaba atención a otras cosas, estaba ahí. El joven necesita que el viejo escuche, no sé si que le guste, pero que le preste atención. Me acuerdo cuando una vez Coki me dijo que me había escuchado y yo no lo podía creer, que un gliptodonte dedique tiempo a algo mío fue increíble. Pero los otros no estaban, entonces se genera esa distancia. Yo escucho todo.

– Coki parece estar atento a todo a lo nuevo y también a los caminos que hace cada músico. Además supo abstraerse de las divisiones de la escena. Divisiones o puterios.

El puterío tiene un nombre propio: el ego de cada uno. Todos necesitan que el otro les diga que está bueno lo que hacen. No sé en qué ABC está, si en el marketing, en las relaciones públicas, o lo que mierda sea, pero bueno, boludo, no podés esperar que los otros te lo vengan a decir. No determina nada que el otro te lo diga. Yo escucho todo, hago apunte mental de lo que me gusta. Incluso me pasa de encontrarme con tal y me olvido de decirle que escuche el disco cinco veces, que me encanto tal tema. Sé que eso pasa muy poco. Nosotros tal vez lo hagamos por gusto, además logramos desarrollar una manera para dedicarnos a ese gusto. Creo que un tipo que trabaja de otra cosa no sé si llega a la casa y va a poner el último disco de Mi Paracaidas. Yo me lo bajé, lo escuché. Por ahí después sos jurado de algún concurso o sos operador, es mucho el contacto que se da. Se desarrollan cosas re lindas a partir de prestarle atención. Que pase eso ya es milagroso, ya después, no sé cuánta gente te va a escuchar. Entiendo, igual, que es pasa muy poco, no espero que me pase a mi. La raíz del puterío está en -poniendo voz- “¿Por qué no me llamaron para tocar en tal lugar?”.

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En el resultado final cabe preguntarse qué hubiera sido de Miedocracia con mayores matices participativos de un equipo de trabajo que acompañe la gestación del proyecto. Es una pregunta relativa que queda en el continuum, girando entre vendavales de tierra y containers de basura urbana. Es una duda que jamás será despejada y está bien que así sea puesto que sabemos que, en ocasiones, los héroes deben tomar el asunto en sus propias manos y Charlie Egg lo hizo: definió, en un puñado de canciones, un presente que hace tiempo se hizo futuro.

Texto – Lucas Canalda
Corrección: Daniel Rand
Fotografías – 
Renzo Leonard

 

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