Amor Underground logró construir una química distintiva entre toques explosivos y un perfil bajo. Cada aparición del sexteto genera la suficiente atención para dejar algo en claro: tienen mucho para decir. De cara a un 2025 con novedades, elaboran con paciencia un plan para crecer y encontrarse.
En tiempos de escasez cada recurso se vuelve preciado. El esfuerzo intelectual, es uno de esos recursos. El tiempo, otro. Con esa certeza, el periodismo toma una serie de recaudos. Bajo esa lógica de economía de recursos, la premisa obvia debería ser: hacer una nota de una banda en una ocasión especial. Léase como cuando saca un disco nuevo, cuando presenta dicha flamante obra, o simplemente cuando tiene fecha.
Esta nota no encaja en ninguna de esas opciones.
Amor Underground (AUG) se cuenta entre las mejores bandas del condado. Ese motivo es suficiente para dedicarles una nota en cualquier momento, amén de agendas, lanzamientos importantes o pequeñas o lo que pinte.
Paradójicamente, siendo uno de los grupos más potentes en vivo, AUG no toca tanto. Sin embargo, cuando lo hace, deja una estela perdurable. Cada fecha, por más esporádica que sea, pone las cosas en claro: lo suyo es entrega total, tanto artística como ética y físicamente. De nuevo: sobran los motivos para activar una nota.
Los sábados por la tarde AUG ensaya en su entrañable sala de barrio Agote.
Sus integrantes son Román (Romo) Pagura en teclados, Juan (Duende) Olivera en guitarra, Estefanía (Tefita) Invernizzi en bajo, Agustín Lenci en batería, Leonardo Muñoz (Leitoh) y Lucía Méndez (La Wacha) en voces. El Rapa, diseñador gráfico y grafitero, completa la formación AUG, siendo un eslabón fundamental desde lo visual.
La banda prepara, muy tranquilamente, nuevo material. Libres de apuros y fechas límites, no deben rendirle cuentas a nadie.
En ese contexto desligado, completamente fuera de agenda, la entrevista con el sexteto toma otro espesor. AUG repasa sus orígenes y su presente, profundizando en su identidad. De la misma manera, el quinteto aborda lo peliagudo de su honestidad frontal; describe el sonido orgánico que supieron conseguir; terminando con la gestión cultural que todavía intentan descifrar. Por último, charlan, entre interrogantes propios, sobre su todavía pendiente pertenencia al circuito local.
El encuentro toma lugar entre dos fechas tan contrastantes como atractivas que dan cuenta de la fibra todoterreno de AUG.
En primer lugar, tocan el 19 de septiembre, en Sala Lavardén, un marco atípico para la banda, que convoca a su público desde los barrios a copar butacas y romper protocolos de formalidad y distancia, entre saltos, banderas y aguante creciente.
Casi dos meses después, se presentan en el stand argentino de la feria de las colectividades. La noche abierta, caliente y popular, pone a prueba su capacidad de dar un show potente para sus seguidores mientras se muestran ante un público mayormente neófito.
Ambas ocasiones hicieron una lista compuesta por material de su LP AUG de 2022 y de los sencillos Rangos y Álamo, de 2023.
De cara al 2025, tienen muchas lecciones aprendidas y una cantidad de dudas. De eso se trata crecer.
Cerca del Parque Independencia, casi en el corazón de la manzana, habita la sala de ensayo de AUG. La banda vive por múltiples barrios de la amplitud rosarina. Este lugar, sin embargo, parece pertenecer a Garúa, Isla, Codita y la Cussi. Perro, perras y gata, respectivamente. Garúa e Isla actúan como anfitriones totales, dando cariño y demandándolo. Cussi pasa de todo, mirando con distancia desde la terraza.
Desde el interior de la sala y hacia el patio, se filtran distintos discos, que suenan según la curaduría de los integrantes de la banda. Suena Intoxicados, Charly y hasta Fumanchu.
Una mesa pequeña ofrece delicias veganas recién horneadas por Tefita. Además de su dominio de múltiples instrumentos, hace gala de una cocina saludable.
Alrededor del grabador, cada integrante tiene la palabra. Hasta los más discretos meten su bocado. AUG se sostiene con la sumatoria de todas las partes. Esa construcción puede generar rispideces y, sin dudas, demanda más paciencia. Por ahora, no obstante, transitan esa senda.
De la misma forma en que cada palabra aporta a una integración mayor, el sonido de AUG se compone de elementos de acá y allá. Más que una clasificación genérica, la banda siempre se inclinó por una receta propia: rap mutante.
Su impronta es una convergencia de rap, rock, tango, candombe, funk, R&B, groove pesado y una actitud de asalto punk.
A priori, esa combinación puede parecer demasiado, aunque la fusión siempre se sintió orgánica, sin intenciones de forzar ninguna arista.
AUG tiene diez canciones disponibles para escuchar en plataformas. En épocas donde abunda la sobreinformación y se celebra la prolificidad pavota, este grupo prefiere respetar sus tiempos y construir su lore desde cierta mística esquiva.
Esa decena de canciones son un torrente energético donde la información te lleva puesto. La verborragia llega por doble arremetida de Leitoh y Wacha; desde las calles donde la violencia, el machismo y la desigualdad se entrecruzan con la militancia, el esfuerzo colectivo y la consciencia. ¿Cómo termina todo eso? Con la calma propia de una inyección de adrenalina, un piso que se escapa y el cuerpo bardeando la ley de gravedad.
¿Letras o barras? Tampoco hay necesidad de clasificarlas. Leitoh y La Wacha rapean y cantan. Ella sube la apuesta todavía más cuando canta tango, derritiendo las fronteras del arrabal y del barrio siglo XXI.
Repasar el material grabado, así como también sus recitales, dejan saber que el abordaje es natural. No hay estridencias, ni manipulación, puesto que se trata de un resultado orgánico que llega desde la escucha curtida de sus integrantes.
El disfrute de años se plasma en algo real. Las piezas encajan porque son pedazos que trae cada artista.
Entrecruzar data con la banda completa significa referencias heterogéneas desde seis individualidades. Escuchan por su lado para luego aportar, sin demasiada consciencia. La cosa fluye. De ahí que AUG ofrezca un balance saludable hacia afuera.
“Llegamos a eso porque cada persona que participa tiene su personalidad y la demuestra. Nadie se aplaca, ponele. ¿Vos tenés esto adentro? Eso termina apareciendo. Cada uno tiene sus poderes, digamos”, considera Leitoh.
“Más allá de las letras que aportamos La Wacha o yo, cada integrante aporta su sonido, su audio. Creo que La Wacha es más desafiante que yo, porque trae el tango. En el disco que estamos haciendo hay otros desafíos. Es importante estar a la altura para crecer”, agrega.
“Lo que más destaca es el rap. Después el rock. Esa es la verdad, porque nuestra gente poguea donde vayamos. Nos vienen a escuchar y hasta poguean en el teatro. En base a eso pensamos, pero sin agarrarnos de ningún género. Estamos abiertos. Nuestra personalidad habla por sí sola. Tenemos contenido y una línea de quienes somos, de qué queremos decir, cuál es nuestra verdad, qué postura tenemos frente a la injusticia. Por eso estamos en la marcha del 24 de marzo”, analiza Leitoh.
“Embarcar sin rumbo fijo nos sale muy naturalmente”, apura Agus. “Empieza una zapada de La Wacha, del Romo o del Duende y enfilamos hacia ahí sin ningún tipo de prejuicio. Nos embarcamos”.
Para Tefita, una de las claves de la sonoridad de AUG es la composición colectiva en lo expansivo de la jammeada. Nadie se fija en qué género están tocando, simplemente se preguntan qué sienten.
“A veces el hilo conductor empieza a ser una zapada que arrancamos y le insistimos. Un fragmento que nos gustó, puede ser. Todo apunta a que haya una coherencia energética. Nos fijamos en qué está pidiendo esta letra o qué está pidiendo esta melodía”, observa la bajista.
Uno de los atractivos de una fecha de AUG es la energía contagiosa que impregna el espacio, atrayendo instantáneamente al público y elevando la atmósfera general. Poco importa si la gente presente llegó ahí por la banda: nadie va a quedarse afuera de la electricidad física de sus integrantes.
Quedarse estáticos no es una opción. Caminan, saltan, se cruzan, corren. Tefita, si puede, se manda, bajo en mano. En ese sentido, La Wacha y Leitoh ofician de vanguardia, en clave maestros de ceremonia, conectando con la audiencia, mediante una presencia escénica inquieta que recorre la extensión del tablado.
El feedback que la banda recibe de la gente suele desembocar en algo más que música. Un lore que es ida y vuelta, entre aguante, banderas, cánticos y gritos.
Entre espontaneidad e improvisación el show suma la virtud de siempre ofrecer algo diferente.
A través de los años el grupo supo demostrar gran capacidad para tomar lo mejor, aun cuando las condiciones no son las ideales, para brillar a su forma. Ahí debe destacarse la cintura de un puñado de artistas que se formaron con los recursos disponibles, sin que sobre nada. El fuego se enciende aún en situaciones adversas porque están lo suficientemente curtidos para saber adelante, aun en las malas.
Para AUG, la imprevisibilidad y la creatividad son buena yunta. Un problema técnico, algún cambio repentino de canción o un bardeo inesperado, pueden crear una atmósfera estimulante que termina enganchando.
Mientras que hay un consenso general que AUG encuentra su mejor forma en vivo, en el seno de la banda prefieren poner pausa para tomar perspectiva y considerar algunas salvedades acerca de esa idea.
“Entendemos de qué vamos en vivo y lo que la gente espera de nosotros. Somos aguante, banderas, pogo, rockear y meterle para arriba, agitando. Pero también hacemos según lo que nos pinta. No siempre vamos a estar en esa. Digo, queremos seguir creciendo. Vamos a probar otras cosas. Necesitamos estar seguros, pero vamos a mostrar más”, reflexiona La Wacha.
“Por ahí estamos re arriba y te cortamos el mambo con un tango. Bueno, hermano, es así. La bajamos. Dejate llevar. Tiene que ver con eso la banda. Es un todo que queremos aprovechar”, suma la cantante y compositora.
“Cuando salimos del teatro (Lavardén) el otro día, por lo menos cuatro personas me dijeron que lloraron con el tango. Nunca fue ese mi objetivo”, cuenta La Wacha, con una sonrisa incrédula. “No quiero que nadie llore. Pero fue el contexto, a lo mejor. Pintó esa y no está mal. Manejamos ese rango. No queremos estar obligados a ser la banda que patea para arriba todo el tiempo”.
Una enorme responsabilidad del presente libertario se debe a la falta de decisión política de los años previos. En la tibieza genuflexa albertista proliferaron esporas que hoy lo amenazan todo.
En 2024, en el panorama mainstream argentino, los artistas que visibilizan lo peligroso del gobierno mileista fueron una estrella de pop como Lali y el jovencito Dillom, bardeando a tono y protagonizando situaciones virales, yendo al punto, confrontando in situ.
En un escenario generalmente tibio, prácticamente reina el silencio, entre música pasatista y frívola. Lo mismo aplica para Rosario, por algunas necesarias excepciones. AUG se inscribe allí, con una embestida directa que no se calla nada. Ni ahora, ni en todos sus años de existencia.
¿Acaso su militancia por la palabra directa y necesaria crea una distancia a su alrededor? Puede que haya algo de eso: admiración de sus colegas por eso mismo que ellxs mismxs quisieran manifestar, pero se guardan por…cada quien sabrá.
En AUG comprenden algo: la obra está completa cuando le llega a alguien; cuando es escuchada y procesada por el otro. La sublimación por sí sola no es suficiente, tiene que conectar con alguien para que sea construcción.
“Decía Zitarrosa que la música es un boceto de la realidad. AUG es así: se condice con el contexto. Sabemos de dónde venimos y dónde nos paramos. La música es un sonido que adquiere sentido a partir de la oreja ajena”, comparte Tefita.
“La experiencia musical que es la banda no está desvinculada de la realidad, por el contrario, está fuertemente conectada con el contexto, con las vivencias, con el cuerpo y las emociones de nosotros, de la persona que escucha, de lo que transitamos en lo cotidiano”, afirma la bajista.
“Estamos en el contexto de un gobierno que banca la dictadura, de avance de derechas, donde no solamente se desfinancia, sino que se demonizan las políticas educativas, de salud, culturales y de género. Ahí estamos componiendo. Tiene que ver con tener una posición y ser honestos con eso”, concluye.
La Wacha toma la posta de su compañera desde el mismo entendimiento. Afirma que AUG no se limita a lo estrictamente musical, puesto que la propuesta es superadora, incorporando elementos de otras culturas para marcar un mensaje y hacerlo resonar, pese a quien le pese.
“Todo lo que hacemos es para el pueblo, sin dudas. Pero también tiene que ver con lo queremos nosotros. Es difícil escuchar una banda así en Rosario. Ahora la posta pasa por otro lado. Está en auge otro tipo de música, que está buenísima. Pero también creo que hay un montón de gente que quiere escuchar otras cosas, que tiene ganas de putear, de pegar una patada en la cabeza”, analiza.
“Somos conscientes de que no tenemos pelos en la lengua. Cuando tocamos una canción como «La puta de Javkin» no va a pasar desapercibido. Bueno, ya fue. Nos va a cerrar puertas, lo sabemos, pero no nos vamos a callar”, dispara la cantante.
Actualmente AUG tiene varios frentes abiertos. El musical camina. La gestión es una arista que todavía tiene que ser cubierta. Queda mucho por desarrollar en ese aspecto. Lo saben. Les pesa.
Están aprendiendo a trabajar como un equipo que contemple las demandas de una banda profesional.
Se preguntan cómo encontrar equilibrio entre manifestar sus verdades y hallar un camino posible donde la independencia sea real y no atente contra la sustentabilidad.
Se chocaron la cabeza contra la pared varias veces. Seguramente volverá a pasar. No le temen al golpe. Simplemente no quieren que sea en vano.
“Sabemos que necesitamos recursos para poder hacer música y poder producir todo lo que tenemos entre manos”, dice Agus, mientras Leitoh asiente con la cabeza, atento.
“No nos tiembla el pulso si tenemos que meternos en una convocatoria de la Muni o la Provincia. Obviamente no nos queremos reclinar de lleno en esa. Pero sí le tenemos que sacar algo a ellos”, sostiene el baterista.
“Cometimos varios errores de autogestión”, admite La Wacha. “Autogestión no es vender rifa nada más, por así decirlo. Es presentar un proyecto, ganarlo para tener un presupuesto a disposición”.
“También hay una cuestión que es nuestro derecho. La crítica con una gestión Provincial o Nacional no es incompatible con la participación. O sea, yo tengo el derecho de poder disponer de los recursos que el Estado provea. Por más que sean magros. El Estado tiene el deber de poder garantizar derechos culturales para que los artistas músicos puedan laburar”.
“Igual, lo público está muy privado”, tira.
“Lo público hoy en día también está gobernado y encabezado por personas que lo van manejando de manera privada”.
La Wacha no quiere que le regalen nada. Sabe que AUG se forjó desde el fuego colectivo. Entraron por una ventana. Armaron sus fechas, propusieron bandas.
A partir de ese inicio, llegaron algunas invitaciones. No demasiadas, pero las suficientes como para activar.
Sostuvieron la actividad por su propio esfuerzo, aunque sintiendo una distancia con el resto de la movida.
Nadie tiene muy en claro qué lugar ocupa AUG en el circuito local.
Desde una mirada externa, son apreciados por sus dotes artísticas y la bien ganada chapa del poderío en vivo. Desde adentro del grupo nadie podría decir con seguridad.
Demasiado raperos para los rockeros. Demasiado rockeros para los raperos. Demasiado picantes para el groove complaciente. Demasiado contestatarios para callarse. Demasiado mutantes para encajar fácil.
“Incomodamos en un montón de cosas que decimos. Siento que hay personas que quizás no quieren quedar pegadas a ese mensaje, quizás”, se sincera La Wacha. “La mejor si pasa eso. Pero no deberíamos estar limitados por nuestro discurso. Tenemos la capacidad de crear algo propio, algo que nos represente”.
Lo cierto es que su propuesta atraviesa los diversos circuitos. Vienen del rap y de la ja del Club 1518, portando altas dosis de rock, de funk, de cultura hip hop.
¿Cuál es su lugar? El tiempo lo dirá.
Una banda es mucho más que componer, tocar y grabar. AUG está resolviendo los problemas de crecer. No le temen al desafío.
Texto por Lucas Canalda
Fotos por Gaby Terre