JUAN SKLAR: LA POSIBILIDAD DE TOCAR EL CUERPO

Juan Sklar llega a Rosario para presentar su nuevo libro Nunca llegamos a la India en Casa Brava. 
En el marco de su visita llevará adelante el taller de escritura creativa El Cuaderno Azul, un espacio de encuentro al que describe como un refugio necesario. 

¿Cuánto hay de autobiografía en la escritura? ¿Cuáles son los bordes entre realidad y ficción? ¿Cómo transformar un diario de viaje en una novela? Algunas de estas preguntas surgen después de leer a Juan Sklar, joven escritor de 35 años que con frescura e ironía marcó un camino a nuevas generaciones. Además de escritor, es docente y guionista.  Sus cuentos, crónicas y viñetas fueron publicados en la revistas Orsai, La mujer de mi vida, THC y La Única. Como guionista participó del ciclo literario Ver para leer conducido por Juan Sasturain y de El Hombre de tu vida, de Juan José Campanella, además de ser autor de los ciclos infantiles Z-TV (Telefé) y C.A.P.O.S. (Televisión Pública). Actualmente, tiene una columna semanal en Basta de todo, por Radio Metro.
El año pasado participó en la Feria del Libro en Rosario con su taller El cuaderno azul, cuyo cupo se completó y tuvo gran participación del público. En ese mismo evento, compartió la actividad de lectura cruzada con el periodista rosarino Alejandro Seselovsky. Este año, vuelve a la ciudad para dictar su taller y presentar su último libro Nunca llegamos a la India (Beatriz Viterbo) en el bar Casa Brava (Ricchieri 120). La presentación será el miércoles 3 de abril a las 19, donde charlará con el periodista Federico Fritschi.

Las novelas de Sklar — como menciona la escritora Josefina Licitra tienen un rasgo en común: no son únicamente “viajes” hacia afuera sino también hacia adentro, siempre evitando los lugares comunes de las historias de autoconocimiento. La primera, Los cuadernos azules (Editorial Beatriz Viterbo), trata sobre un guionista de televisión que debe quedarse a trabajar en Buenos Aires durante el verano, y que junto a un grupo de amigos alquilan una casa en el Tigre, donde el narrador se enamora de la mujer equivocada. Este diario de verano es una novela sobre la soledad, el amor, el sexo, la juventud, los amigos, entre otras temáticas en la que lectores y lectoras generarán empatía con alguno de los personajes. En la segunda, Nunca llegamos a la India, también editada por Beatriz Viterbo, Jano Marks (su alter ego) hace un viaje de autodescubrimiento al país de la meditación, pero en lugar de encontrarse con un destino inundado de armonía y bienestar, se encuentra con sus propios rasgos neuróticos, con el desamor, sus temores, drogas y sexo.
Para Juan la realidad es el disparador para escribir ficción, después por supuesto, menciona que viene el proceso de transformación, pero el punto cero es la experiencia personal. “Hay límites de lo que podés contar y lo que no. Trato de no generar dolores a nadie. Si siento que hay algo que me da dudas, suelo pedir permiso. Algunas personas se han enojado. Pero siempre, más que a los demás, me expuse a mí mismo. Está bien que la gente no tiene que por qué aceptar esas reglas, por ejemplo, que vivir conmigo implica que yo pueda transformar nuestras experiencias comunes en ficción. En general, los protagonistas tanto de Los catorce cuadernos como Nunca llegamos a la India son personas que me rodean, y sé que están chochas con sus versiones literarias. Además, los convierto en alguien más interesante. Nadie es muy interesante, creo que la mayor parte de la vida es un embole pero si uno sabe cómo contar, sale algo mejor”, explica.
Antes de viajar a la India, varios años antes, el escritor hizo un viaje un tiempo a Nueva York. Ahí empezó a escribir en un cuaderno la historia de amor con quien en ese momento era su ex novia (hoy actual pareja y madre de su hijo). Pese a que esta historia no terminó convirtiéndose en libro, fue un punto de partida.  

Inicios

Juan Sklar empezó a escribir de chico. Leía mucho en los veranos porque su papá no quería que, en la casa de la playa, vieran televisión. Entonces, había que leer. Ahí se conectó con la lectura de un modo más intenso. Leía de todo, le gustaba que lo vieran con un libro grande en las manos. “Alrededor de los ocho, nueve o diez años lo que más me gustaba eran lecturas como Mi pequeño vampiro, Momo, El ponche de los deseos y La historia sin fin de Michael Ende, también unas novelas de terror que se llamaban Escalofríos y otras de aventuras”, cuenta. Ante la pregunta si en esa época también escribía, responde que, en realidad, comenzó en el secundario. “Empecé a escribir por una profesora de Literatura de tercer año que me llenó de culpa. Pero después empecé a disfrutarlo mucho. Creo que también ciertos sucesos psicológicos me empujaron a escribir. Más allá de los viajes. En momentos de crisis, escribo, como un medio de salvación”.

La escritura como posibilidad de tocar el cuerpo

Marguerite Duras en el libro Escribir dice: “Escribir a pesar de todo, pese a la desesperación. No: con la desesperación. Qué desesperación, no sé su nombre”. En relación a esta idea, si escribir en cercanía o no de los sentimientos, Juan cree que todos los estados y todas las instancias de los sentimientos pueden funcionar para escribir. “Se trata de sintonizar con el sentimiento que te pase en cada momento. Yo puedo escribir con el hecho sucediendo en ese momento, y eso genera un efecto en la literatura, si el hecho pasó hace un tiempo con sentimientos más fríos, por supuesto eso genera otros efectos. Creo que todos los estados psicológicos sirven para escribir. Lo que pasa es que escribís cosas diferentes. Hay mil métodos y maneras diferentes para encarar la escritura”. Para él, dice, la escritura es la posibilidad de tocar el cuerpo.
Juan se enteró de la publicación de su primera novela en el viaje a la India. Y cuando volvió, supo que de esos diarios de viaje tenía la segunda. Pero desde que regresó hasta que publicó, pasaron cuatro años donde la corrigió infinitas veces hasta llegar a la versión definitiva. “Estaba escrita a mano. Después la tipeo en la computadora, la imprimo y la vuelvo a escribir”, confía. Como lleva a todas partes cuadernos en la mochila, escribe a mano. Le gusta porque no tiene que esperar volver a su casa para poder escribir en una computadora, y además, cree que la escritura a mano tiene efectos muy diferentes, le genera un efecto físico distinto. Primero, es asesina de su neurosis porque no puede borrar, entonces tiene que seguir avanzando en la escritura. También le da tranquilidad saber que es un borrador, porque escribir en la computadora le genera la sensación de una versión final de los textos, que eso, acrecienta más su neurosis.

Cartas al hijo, el lugar de la paternidad hoy

Durante 2017, Juan Sklar le escribió todas las semanas una carta a su hijo de dos años. Esas cartas y las reflexiones que dispararon fueron el material para la columna Cartas al hijo, que se emitió por radio Vorterix en el programa Maldición, va a ser un día hermoso, conducido por Mario Pergolini. Algunas de esas cartas y otros ensayos que nacieron de esas reflexiones forman parte del libro que lleva el mismo nombre que la columna radial. Según el escritor, la paternidad puso una especie de límite. “En la escritura, cuando tenés un hijo, decís: “Bueno, no quiero que lea solo esto” . Es una mirada amorosa que te coloca en un lugar diferente. Las cartas son para él, y creo que ahí puse la mejor versión de mí mismo. El público original era el oyente de la radio y otros padres que están pasando por lo mismo. La idea era compartir un poco de la experiencia de la paternidad, que en general, nos llega y estamos medio en bolas  porque los modelos viejos ya no nos sirven”, cuenta. Y agrega: “La paternidad, la maternidad y los roles, están en movimiento. Y en mi caso, con mi pareja, es muy diferente de lo que fue la relación de mis padres. Mi mamá dejó de trabajar cuando tuvo su segunda hija. En cambio, mi mujer es médica anestesióloga, y tiene un trabajo de mucha responsabilidad, estrés y horas diarias. Eso también genera una configuración familiar completamente diferente a la que tuve. Creo que una mejor, con el perdón de mis padres, que implica otros roles, otra presencia en la casa. Paso muchas horas con mi hijo. Creo que también escribí el libro porque la paternidad no es fácil y me angustiaba un poco”.

 Taller literario: un espacio de refugio

El cuaderno azul es el nombre del taller literario del que es docente hace varios años. En esa práctica, en ese ida y vuelta con las personas que se acercan porque tienen deseo de escribir, Sklar encuentra un espacio de refugio. Para él la docencia es el complemento perfecto de la escritura, ya que sabe que ésta es una actividad muy solitaria. “A veces estar todo el día en mi casa me hace un poco mal a la cabeza. Y encontrarme con la gente, me calma mucho y me hace muy bien. También la posibilidad de enseñar, y de conceptualizar los propios problemas narrativos, porque en la página del otro es más fácil de ver, entonces, generás herramientas conceptuales que después te sirven para resolver tu propios problemas narrativos. Por suerte, puedo vivir de dar clases, uno aprende mucho de sus alumnos y sus textos, pero también me permite un modo de vida que amo. Porque no vivo de escribir libros, tampoco me interesa”, expresa. Por otro lado, el taller tiene su versión online, en el que participan personas de todas partes del mundo, la mayoría argentinos y argentinas que están de viaje en diversos lugares como Turquía, Australia, Japón, Noruega, Colombia, entre otros.
Entre ciertas lecturas que lo han marcado, menciona a Juan Forn y Fabián Casas, y dice que, si tendría que regalarle un libro suyo a alguien, a cualquier persona del mundo, hubiera elegido regalarle una versión traducida de su último libro, Nunca llegamos a la India al escritor estadounidense, Philip Roth.

 

Txt – Pau Turina

Ph – Giulia.ant

 

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