COLOR HUMANO

Jota Hachedece presentó Letras de canciones, un libro recopilatorio de las composiciones de su proyecto Hombre de Color.
El encuentro con un autor que desanda su camino bajo ideas de DIY, trabajo afectivo y una visión ética alejada de los engañosos preceptos de pegarla.

Editorial Danke publicó Hombre de Color, Letras de canciones, libro que hace acopio de todas las composiciones del proyecto solista de Jota Hachedece, integrante de Daddy Rocks y La Metamorfosis del Vampiro.
El libro se presentó el jueves 9 de mayo en la librería Laguna, ubicada en el primer piso del Pasaje Pan. La noche también funcionó como despedida formal de Laguna, ya que era el último día de actividad en ese local, para seguir trabajando en un espacio a puertas cerradas.
Allí, tras unas palabras introductorias de Julia Enriquez en calidad de editora y anfitriona, Hombre de Color presentó un set de seis canciones ante unas cincuenta personas que acompañaron cantando, cerveza en mano, bajo un otoño cálido.

Hombre de Color es un paladín de zona oeste que se desenvuelve entre lo hogareño y el gris desvencijado de la Rosario lejana a las campañas electorales.
Su fecha de nacimiento oficial data de algún momento del 2014, como un alien lofi que aterrizó en Rosario y tuvo la necesidad urgente de compartir unos temas con cualquier terráqueo que esté dispuesto a prestar atención. En términos reales, la historia va más allá y data de treinta y seis años atrás, cuando el pequeño Jota nació en una casa con algunos discos y una guitarra familiar.
Pero este libro le pertenece a Hombre de Color, por eso mejor no desviarse del curso correspondiente.
Volviendo a sus canciones, podemos decir que cada una de ellas (más de cuarenta) habitan un plano donde lo íntimo se ralentiza mientras la mirada y el corazón hacen canciones mediante los dedos que rasguean en una guitarra algo castigada.
Lo entrañable encuentra otra velocidad en el cancionero de Hombre de Color. Sus canciones son postales abundantes que día a día nos rodean sin que nadie tome nota. Suceden a velocidad regular, a un ritmo promedio al que marchamos incapaces de rebelarnos. Ahí es donde Hombre de Color se vuelve irresistible y poderoso.  Es un archivo sonoro que da fe sobre dos amantes que se toman de la mano entre fichines de gloria venida a menos. Es un pescador de momentos en vigilia constante por el instante perfecto.
Mientras todo el mundo se va a dormir, Hombre de Color no puede. Cuando finalmente logra conciliar el sueño, se hunde en sueños de venganza por esx chicx de Vietnam que lo hizo emocionar hasta las lágrimas. Es el último héroe en pie que pide acabar de una buena vez con la cerveza artesanal. Sabe que está noqueado y lleno de moretones, resistiendo, yendo contra la corriente, con la certeza que todo será difícil pero que no está solo, porque Adriana está a su lado. En su esquina también está el chino de su barrio, un amigue con el que siempre puede contar (al igual que la televisión dominguera, cuanto más nostálgica y ochentosa, mejor).
Tan desfachatado como certero en el uso de las palabras, se reconoce en Hombre de Color a un hit maker de lo cotidiano; un trovador perteneciente a un mundo ordinario, ocre y gris pero repleto de maravillas coloridas para quien sabe observarlas y hacerlas canción.

La edición del libro pone en perspectiva una discografía lofi desperdigada entre LPs, EPs, y simples distribuidos por Bandcamp y YouTube y a un autor que desde hace tiempo desanda su camino bajo ideas de DIY, trabajo afectivo y una visión ética que genera la gasolina para siempre ir por una canción más, bien lejos de mercados musicales o engañosos preceptos de pegarla.
Este compendio de cuarenta y pico temas que conforman el soundtrack ideal para que lxs desajustadxs puedan sentirse menos solxs y sonreír por lo bajo mientras caminan hacia el yugo diario.
Estas creaciones de Jota son poesía para lxs inadaptadxs, que en nuestro tiempo y lugar, son una horda. Una banda de soñadorxs que flashean algo más que una vida de impuestos, prepagas, alquileres y plateas para la cancha.
En un mundo de Bullrichs, Bolsonaros y Granatas, una canción pop probablemente no pueda generar ningún cambio radical. Sería iluso pensar algo semejante. Sin embargo, canciones como las de Hombre de Color logran algo fundamental: hacernos sentir menos solxs, menos desunidxs y más cercanxs; nos hacen recordar nuestra condición de rotxs y descosidxs.
Si una pequeña canción de dos minutos te ayuda a atravesar todo el bajón cotidiano y volver a casa, un pequeño logro tomó lugar. Al final, hacer canciones que alegran el día constituye un pequeño acto heroico de resistencia. Y ahí está Hombre de Color, yendo por más, siempre de nuestro lado. 

El intercambio con Jota toma lugar en un tiempo y espacio paralelo algunas semanas después de las presentación del libro. Las horas apremian y se achican con mil actividades que hay que cumplir antes de abordar algunos aviones, hacer escala en aeropuertos y finalmente llegar a Barcelona para una serie de presentaciones de La Metamorfosis del Vampiro, el dúo que conforma con María Pinipona.
“Tuvo re buena aceptación nuestro proyecto. Se fueron copando en diferentes circuitos y ciudades cerca de Barcelona”, explica sobre la incursión en tierras catalanas. “La idea original era un viaje para visitar a la Gio, la hermana de María, empezamos a tirar un par de contactos allá y fueron surgiendo más fechas”.
Entre recitales en festivales, producción del nuevo disco de Daddy Rocks, cocina vegana, producción de fotos y detalles de grabación del debut de Chicle, José asoma con sus palabras, mostrando algo del tímido interior que se esconde detrás de Jota, Hombre de Color y Jota Kan.
“El libro quedó hermoso y estoy super contento con el resultado”, yendo directo al tema que funciona como excusa y motivo de la nota.
“La idea llega de la mano de Julia Enriquez y su editorial Danke. Al principio la propuesta me dio mucha vergüenza y pensé en decir que no, pero la manera de acercarse de Julia fue muy natural y desacartonada, así que acepté. Tuve la oportunidad de conocerla mejor y descubrir una gran persona que trabaja de una manera muy copada, todo re a pulmón y mucho amor y dedicación. Me sentí bastante identificado con su proyecto”.
Por su parte, antes de explicar la concreción del libro de Hombre de Color, Enriquez se zambulle en recuerdos vivos que la llevaron hasta el momento preciso en que todo tomó forma en su mente.
Julia cuenta que conoce la música de Jota desde hace una década por espacios rosarinos que ya no existen. Empezó sacudiendo su cuerpa adolescente al sol de Daddy Rocks y en estos últimos años supo maravillarse ante el acontecimiento performativo que ofrece cada recital de La Metamorfosis del Vampiro.
“Al proyecto nombrado Hombre de Color lo conocí sorpresivamente una noche en el Bon Scott, varios años atrás también. Por primera vez veía a Jota solo con su guitarra acústica, recitando versos de una ternura punk muy sincera y espontánea. Quedé fascinada con los proverbios suburbanos que iba cantando: ‘podés tomar la mejor droga, podés mirar la mejor peli, podés tener una alta llanta, podés tener el mejor sinte… Pero este invierno vos no sos nada sin tu campera de yin’. Se encendió una sintonía lírica que solo fue intensificándose, en tanto empecé a escuchar sus canciones en casa, hurgando en ese bandcamp. Como dice una amiga, la poesía no siempre tiene forma de poema. Para mí hay poesía en un recital en vivo, en la frase al paso de un amigue”.
Según explica la editora, “en el año 2018 estaba pensando una nueva serie de zines o plaquetas dentro de Danke, llamada Bitte (un chistecito en alemán: Gracias, De nada) y consideré que los versos de Jota, cristalizados en la limpidez de una página, serían material perfecto para esa nueva serie editorial, que busca encapsular algo del espíritu fanzinero originario del sello”.
Siendo Jota un artista que desarrolla su música a la par de un irresistible imaginario plagado de personajes, elementos y hábitos, una pregunta parece pertinente y durante la noche de presentación se caía de madura: ¿Por qué no hay un fanzine de Jota? Afortunadamente, Enriquez, una editora de olfato inclaudicable, se hizo esa misma pregunta tiempo atrás. “¿Cómo es que no hay ni hubo fanzines de Hombre de Color?” dispara. “Inaudito”, responde sin más. Luego, detalla: Sucede que Jota escribió tantas canciones como Hombre de Color que esa publicación era más bien, era ya de por sí, un libro de cincuenta páginas. Creo que el libro carga cierta hibridez con el zine originario que lo antecedió y que no llegó a existir. El arte de tapa ilustrado y compuesto por Lucía Tognarelli también porta ese espíritu: un cuaderno de canciones y anotaciones, dibujos al margen, birome inquieta. Lo que Jota tiene para decirnos se mantiene fresco en la página, y ni hablar de las preciosas melodías que a les lectores les quedan por recobrar, yendo hacia la música”.
Cerrando, Enriquez se aventura a ir por más. “Lo que voy a decir suena un poco aparatoso y es algo que amerita otra conversación”, advierte. “La poesía es ante todo música y no literatura. Es un hecho musical, no literario. De ahí la posibilidad de un libro como este”.

En una ciudad donde los referentes que pasan los treinta y cinco años se dedican a cuidar su quintita y a los acólitos que forman parte de su séquito, Jota hace tiempo que optó por ser gestor de encuentros para las nuevas expresiones sabiendo aglutinar en sus diferentes proyectos una diversidad estética renovadora del circuito independiente.
Al igual que sus colegas Ignacio Espumado (Soy Mutante) o Charlie Egg, tanto con sus bandas principales como en sus movidas adyacentes (Fiesta Ninsha) su idea fue trazar puentes entre nuevas expresiones y generar una circulación de data y el encuentro de partes diferentes. Así, las propuestas debutan, crecen, se cruzan, conviven, se potencian.
No es de extrañar que, al igual que Molinos o Egg, cada uno de los conciertos de Daddy Rocks, LMDV u HdC, la concurrencia esté conformada por un semillero de jovencitxs en sus primeras aventuras y veteranos con más de veinte años de experiencia.
En la presentación del libro, el rango etario del público presente mostraba algún adolescente todavía en el secundario para luego ir escalando hasta llegar a los cuarenta y pico.
Entre canciones y sorbos de birra, llegaron los agradecimientos pertinentes (a su editora, a la diseñadora, a la librería, al Pasaje Pan) a la ocasión. Entre reconocimientos varios, dos puntos específicos se destacan del resto.
En primer lugar, Jota hace hincapié en la presencia de los jóvenes, tanto en los recitales como en esa noche, haciendo mención especial a Gladyson Panther, tal vez el más joven de toda la concurrencia.
“Nombré a Santi porque justo lo vi ahí. Es un capo, pero así como él hay muchas bandas nuevas que están surgiendo siempre”, comenta entre risas, recordando el momento. Inmediatamente vuelve a resaltar en las nuevas generaciones que hoy están renovando el circuito rosarino a base de música fresca y una construcción tan empática como colectiva: “Me siento más identificado con esta nueva ola porque se acercan más al tipo de música que me gusta a mí. No creo que haga falta nombrarlos, ya que no necesitan de eso para su legitimación. Veo que son más inclusivos y no son solo varones sus integrantes, lo cual me parece bastante del pasado”.
Dos canciones y tres sorbos más tarde, el cantautor repite lo difícil que es tocar solo frente a la gente. En el fondo, Jota es un tipo tímido que siempre prefiere estar acompañado por sus compinches de toda la vida: Kimi y María.
Detrás del verdugo impiadoso que dispara hard noise en LMDV; más allá del flogger tarjetero/falopero u otros papeles que se jueguen en los temas de Daddy Rocks, se esconde el tipo tímido y de bajo perfil que asoma en las canciones de Hombre de Color.
“Tocar solo me re costó, ni hablar”, admite volviendo a la primera experiencia en solitario en diciembre de 2014 junto a Cesar Coki Debernardi, un clásico rosarino que desde el vamos se declaró fan del universo Jotístico.
El debut fue un reci que me invitó a tocar Coki a Berlín y fue un papelón. Creo que nadie escuchó mi voz. Toqué horrible, todo muy tímido. Con el tiempo me fui acostumbrando a escucharme cantar solo con la guitarra y sin tanta parafernalia. Hasta el día de hoy me cuesta y me da vergüenza tocar solo”.
Un rewind a sus tempranos recuerdos musicales arroja un resultado familiar en una casa familiar plena de multiplicidad sonora que con el paso de los años devendría en una crianza de rotunda hibridación cultural en el pequeño José. Con el paso del tiempo, esa naturalización de la diversidad funcionaría como una de las claves para siempre encarar nuevos territorios.
“Mis primeros recuerdos son con un tocadiscos que había en casa y los discos familiares. Eran una bizarreada y muy variados. Desde Beatles hasta Abba o Cumbia peruana y folklore”, señala Jota sobre el material que sonaba en la casa de sus padres.
La guitarra como herramienta y sendero hacia las primeras expresiones propias también llegó en el seno del hogar familiar. Desde las primeras nociones con las seis cuerdas al envión propio no pasaría mucho tiempo, pero sí sería considerable el tiempo para un debut formal en la música en vivo.
“Empecé a tocar la guitarra a los 7 años. Me enseñó mi viejo un par de acordes y después fui aprendiendo solo. Después, tuve grupos en la secundaria y en el barrio”, evoca, de manera escueta.
“Mi primer proyecto personal, por así decirlo, fue Daddy Rocks junto con Kimi”, puntualiza. 

Entendiendo la curiosidad como una virtud, el mismo Jota DJ que años atrás incorporaba los primeros indicios de trap en la escena de la nocturnidad alternativa rosarina, ahora se asoma con espíritu inquieto al death metal en Tethabrick, se despacha con música 8-bit,  o participa en Vilma Palma Experience.
“Mi disfrute musical está en la búsqueda y experimentación constante. No me veo haciendo lo mismo durante 20 años solo para construir una carrera musical u obtener cierto prestigio, respeto a la gente que lo hace, pero a mí me resulta aburrido”, sostiene el multifacético hincha de la selección japonesa. Inmediatamente ratifica sus palabras explayándose: “Creo que somos seres dinámicos y cambiamos constantemente tanto en nuestras ideas, en lo estético, en la manera de grabar, etcétera. No olvidemos que la música es un medio de expresión, una herramienta, un arte. Después tenés también a la gente que quiere pegarla o formar parte de la mercadotecnia musical actual. Me gustan las cosas que tienen cierta rebeldía y son descaradas. Todos los proyectos de los que formo parte son todos distintos, buscando una nueva forma de canción o nuevos sonidos”.
En la sintonía dinámica donde fluye data sin pausa, no es de extrañar que Jota, en todas sus facetas, haya sido uno de los primeros músicos rosarinos en incorporar el lenguaje inclusivo.
Permeable a los tiempos sensibles, a lo vivo del lenguaje, adopta de manera orgánica las nuevas formas sin torcer su rumbo o estilo personal. Sin pose, ni exageraciones, lejos de la condescendencia, simplemente disfruta, dejándose llevar.

Para enfocarse en la identidad de Hombre de Color es menester referirse al catálogo de canciones que hacen a Jota entre sus proyectos estables. En Daddy Rocks, así como en La Metamorfosis Del Vampiro, la ciudad es omnipresente con toda su velocidad e inercia de nocturnidad plena de desventuras. Marcando un fuerte contraste, en HdC predomina el sentimiento intimista: vida casera, lo cotidiano del barrio, el día a día de un amor, las distancias espirituales y estéticas entre amigues, el ritual de lo habitual de fumar y compartir momentos superfluos pero obstinadamente significativos. Además, la melancolía atraviesa la obra de Hombre de Color. Más que un ánimo en subibaja, es un estado que aminora su impronta gracias a las fuertes dosis de ironía.
“Conscientemente te respondería que no soy un tipo melancólico, pero escuchando lo que hago con HdC, claramente sí”, reflexiona, riendo. “Todxs tenemos un lado de melancolía, supongo que es lo que más aflora en HdC. Pero también hay mucho de humor e ironía en las letras”.
En el caso de Hombre de Color las canciones surgen en el momento, con una guitarra y nada más. Ese perfil melancólico no sale de manera consciente. Son pensamientos o cuestiones que surgen de manera muy espontánea sin trabajo de producción alguno. Es letra, un par de acordes, una idea y ya. Y como es algo solista no tengo nadie que me rete o que me diga que no le gusta la canción. Entonces sale como sale. Es una manera de jugar también con la música. A ver cómo hago una canción con esta idea cotidiana o con temas que son casi imposibles de hacer una canción, como ‘Los chinos de mi barrio’ o ‘Muerte a la birra artesanal’. Sirve también como un ejercicio compositivo”.

Ahora, luego del EP metalero y el libro, la serie de recis en Barcelona con LMDV y el segundo semestre arranca prometiendo participaciones en festivales y un esperado nuevo álbum de Daddy Rocks junto a sus inefables Kimi y Topo.
Mientras tanto, las colaboraciones se incrementan y el futuro promete más música dentro de un circuito rosarino que siempre está generando nuevas propuestas.
Desde un tiempo Jota está trabajando con Chicle, dúo de guitarra y batería integrando por Gigi (Dekadencia) y Pris (Antes de nacer). Su rol es hacer las veces de técnico de grabación y productor, con la expectativa en tener un disco debut dentro de poco tiempo.

– Desde hace años te hiciste cargo de tus propias canciones y ahora estás trabajando con Chicle, experimentando el rol como productor. En los recitales casi siempre también operás vos desde arriba del escenario. ¿Es un DIY constante o también buscando algo en especial? 

Producir canciones es una de las cosas que más me gusta y grabar también. Con Chicle estamos grabando porque somos amigues y me encanta la banda. Tienen todos temones no tuve que hacer nada salvo grabarlas. Las cuestiones de operación propia en algunas ocasiones es porque muchas veces no sabés con qué sonido te vas a encontrar o si hay operador, etcétera. Entonces creamos un sistema técnico que más o menos se adapte a cualquier escenario con nuestros proyectos.

 – Siempre elegiste el camino independiente aunque también se presentaron acercamientos de managers. ¿Por qué esa elección? ¿Preferís darle prioridad al laburo ético y afectivo?

Creo que en lo independiente está la verdadera originalidad de la música. Mucha gente le dice under. Estoy totalmente en contra de esa palabra, ya que implica estar por debajo de alguien, o sea estás under de lo mainstream. En lo mainstream suenan todos iguales, se tiende a una estandarización del sonido, las letras, la estética. Por eso trabajan siempre con los mismos productores, los mismos ingenieros de sonido. Hay parámetros para formar parte de eso, maneras de cantar, estructuras musicales, encajar en lo que la industria musical necesita para vender en ese momento. Las veces que fui a esos festivales donde tocan las bandas que son mainstream, me parece una cagada super aburrido.

Lucas Canalda – Texto
Renzo Leonard – Fotografía
Ed – Agostina Avaro

 

Letras de canciones está disponible en Arde, Mal de archivo, Oliva, Oslo, Laguna y El Bucle.

 

 

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