MARÍA EZQUIAGA: “SIEMPRE ESTAMOS APRENDIENDO”

Como artista solista María Ezquiaga transita un presente que abraza la posibilidad.
Interacción, su primer disco solista, es la prueba que su historia vuelve a comenzar, distinta y única.

 

Hace dos años que María Ezquiaga es una artista solista. Rosal quedó atrás. La ofrenda de despedida para sus fans fueron dos EPs de sofisticación pop a la altura de su catálogo. Seis canciones de preciosismo radial para las FM de un mundo ideal.
El trío decidió tomarse un descanso “por tiempo indeterminado” en 2019. Desde entonces Ezquiaga fue reconectando con sus ganas -o su deseo- para emprender de lleno una nueva etapa.
Interacción, su primer disco solista, llegó algunos meses atrás, sonando fuerte junto a un sol invernal que invitaba a salir a las calles mientras la pandemia menguaba en su amenaza. Se trata de ocho canciones sobre comienzos renovados que aceptan las lecciones transcurridas. El resultado final se siente como un reverdecer de invernadero: cansino, pero seguro; cercano y aun así enigmático.
Durante sus casi 19 minutos de duración, el disco se revela como una invitación abierta a encomendarse a la posibilidad de que –nos- pasen cosas.  Aventurarse a un camino diferente, luego de transitar lo seguro, es revitalizante puesto que permite cambiar la piel, renovar el aire, aguzar los sentidos ante otros estímulos. “Andar el camino puede acercar mi cuerpo, mis manos a una verdad. Esa es la mía, única…”, dice en «Daré algo». Más adelante en la canción, canta un manifiesto-verdad: “La historia vuelve a comenzar…distinta y única”
Interacción es el soundtrack ideal para perderse en las calles que pueden hacer, de lo inesperado, un cambio. No sorprende, entonces, que su perfil de Spotify indique que sus oyentes lleguen desde Capital Federal, Córdoba, La Plata, Rosario y Montevideo: ciudades de calles interminables ideales para andar hasta desdibujar lo predecible del entramado urbano.
Luego de meses de intensidad protocolar donde lo extraño se tradujo en peligro, Interacción es un aliciente estimulante, un abrazo amable que invita a salir para chocarnos con la posibilidad que está rondando allí afuera, quizás a la vuelta de la esquina.
El disco, claro, no es el trabajo pandémico de María. Sin embargo, se torna inevitable que ese abrazo reconozca mucho de esos matices -aprendidos, padecidos- de los últimos 18 meses. Al final hablamos de algo similar: recomenzar. 
Ezquiaga habita el presente, ese territorio que, según Saer, es tan ancho como largo es el tiempo entero. El ahora de Ezquiaga se percibe poderoso mientras encara con decisión un capítulo nuevo en su carrera. Simples, discos, videos, conciertos, clases, colaboraciones: hay un disfrute contagioso.
Su faceta solista nos deja saber, mediante la sutileza de la creación, que está conjugando todo lo aprendido en 46 años en un ahora rotundo. Es una celebración de hacer música que afirma quién es como artista. La celebración no tiene dejos de vanidad u onanismo, Ezquiaga pasa de todo eso: se trata de la confirmación de un rumbo que sigue apasionado por crear canciones. 
«Algo salió bien» fue el adelanto de Interacción. El single, que se publicó unos 45 días antes que el LP, es una colaboración con la poeta y fotógrafa Guadalupe Gaona.
El disco, por su parte, se gestó desde una cercanía musical con Leo Fernández, compositor y guitarrista de jazz con un CV que arroja más de 20 años de actividad por escenarios, festivales, concursos, estudios y rutas. 
Ezquiaga y Fernández ensayaron con rigurosidad antes que la pandemia hiciera de las suyas, logrando encender un fuego que supo sostenerse hasta el momento indicado a pesar de los vaivenes de las olas covidianas. El disco fue grabado en noviembre de 2020 en los estudios Spector de Capital Federal y fue editado por el Club del Lanzamiento y Pop Art Discos.
Interacción se compone de canciones de corta duración y prolongada efusividad emocional:  hay fragilidad, introspección y melancolía por aquello que quedó atrás, y también hay mucha luz, un sinfín de destellos que abrazan el presente.
Una escucha atenta a Interacción (con unos auriculares decentes) revela una cualidad orgánica: hay una sensación de inmediatez en las canciones, como si hubieran sido compuestas para ser grabadas sin demasiados aditivos. Ese fluir, además, nos deja saber que hay una química entre Ezquiaga y Fernández que la producción supo capturar sin adulterar. 
“Lo que ayuda a la sensación orgánica es la grabación de las guitarras en el mismo ambiente tocando juntas”, explica María. “Esa es la propuesta musical del disco; el dúo de guitarras eléctricas”, señala. 
“En la mezcla hay un trabajo de Ezequiel Kronenberg, pero desde el principio de la grabación él nos sugirió grabar con dos equipos de guitarras cada uno”, cuenta.
Con larga experiencia grabando discos en el estudio, Ezquiaga sabe que cuanto más clara esté la idea desde el principio y todo colabore en esa dirección, mayor será el nivel de precisión para comunicar el concepto. Desde el inicio de la aventura que hoy conocemos como Interacción hubo un ímpetu definido: “cuando empecé a tocar con Leo me pareció que fluían muy naturalmente los arreglos que él proponía para su guitarra, esa combinación orgánica es lo especial, a la vez yo venía con ganas de grabar en vivo, no por capas, y este dúo era perfecto para esa idea”. 

Interacción tuvo su presentación oficial -agotada- sobre finales de agosto en Thelonious club, una ocasión que tendrá una segunda fecha este jueves, en el cálido espacio de Palermo.
Ese recital tuvo doble carácter especial puesto que funcionó tanto como presentación como reencuentro con la gente luego de un tiempo sin música en vivo debido a la situación pandémica. “Fue muy lindo, muy emocionante”, recuerda Ezquiaga sobre esa noche ocurrida cuando las cosas iban normalizándose de cara a la primavera.
“Fue muy fuerte hablar con muchxs amigxs o conocidxs  a quienes les pasaron cosas muy graves como perder familiares”, comparte. “Fue muy emotivo, lindo y triste a la vez”.
Ezquiaga completó el repertorio de esa noche de presentación con algunas canciones de Rosal. Con cinco discos y dos EPs publicados, bucear en el catálogo cancionero del trío, significa una tarea ardua que además se traduce en un viaje hacia una parte importante de la vida. ¿Cómo recorrer tantas canciones? ¿Cuáles son las indicadas para ella? ¿Qué elección espera el público? Ezquiaga lo toma con calma. Segura de su presente, explica: “lo que me pasa es que hay muchas canciones que hice cuando tenía veintidós, entonces siento que están muy lejos, me cuesta volver a un pasado lejano. En general toco las de los últimos discos que son con las que me siento más afín”.
Mientras se prepara para reencontrarse con su público en la noche de jueves, Ezquiaga sigue sorprendiendo con regalos musicales que son prueba fehaciente de una actualidad creativa y estimulante: el sábado llegó Lo que no puede ser, simple en sociedad con el compositor y productor Sebastián Schon, editado por el Club del Lanzamiento. 
“No tengo palabras para nombrar esto, es un gris que trae un tiempo que ya no entiendo”, apunta el comunicado que llegó junto al single.
Se advierte una certeza: María es solista desde hace dos años, no obstante, está lejos de caminar sola. Al igual que en los tiempos de Rosal tiende lazos, se permite ser permeable al talento de compañerxs de viaje que la estimulan con nuevos aprendizajes. 

-Se trata de un disco de producción precisa: tiene arreglos, detalles, equilibrio de elementos y nada parece librado al azar.
¿Ese resultado fue buscando de antemano, con una idea definida de lo querías, o termina siendo producto de un proceso natural?

Un poco y un poco, yo siempre tengo una idea previa pero también creo en esa idea de que “se hace con lo que hay”. Muchas veces se tiene una idea previa pero en el proceso se van encontrando ideas que no esperabas y se van incorporando.
Hay una búsqueda de un sonido y hay una propuesta de arreglos. Creo que mi trabajo es haber elegido tocar con Leo estas canciones y estas ideas de guitarras que tenía.
Quizás el hecho de que las canciones tengan menos letra y menos partes, ayuda a esa sensación de claridad. Los aportes de la guitarra de Leo y la mezcla de Ezequiel Kronenberg contribuyen a que esa idea que propuse llegue a plasmarse con claridad en el disco. En «Algo salió bien» que fue el tema más “retocado” busqué hacer algo con los loops y ahí hay un gran aporte de Eze desde la producción.

Interacción propone salir a la vida para ver qué se encuentra, con qué nos sorprendemos, todo aquello que puede surgir de la posibilidad.
Lo interpreto como una bitácora de una época donde todo tiende a ser predecible, donde hasta “las sorpresas” son vendidas de antemano.
¿De dónde vienen esas letras?

Muchas letras vienen de un momento de crisis y cambio, creo que en estos años en que dejamos de tocar con Rosal y de este momento de la vida, a mis 46 años lo que me interesaba ya no me interesa. Algunos paradigmas se fueron cayendo, a veces para encontrarme con algo más propio.
Siento que este aceleramiento del capitalismo nos confunde un poco, nos acelera y nos da tantos estímulos que es difícil parar a pensar. Pero la música, a veces, es una buena forma de parar, el tiempo que se tarda en hacer una canción, un arreglo, muchas veces es un montón, da cuenta de que para llegar a cierto sonido se pasa tiempo y a la vez mientras hacemos música el tiempo parece no pasar.

-«Escudo» me enganchó por las diversas interpretaciones que permite. Más allá de esas múltiples lecturas, me interesa la línea “ya no sé a quién le hablo/se llenó de información”.
Luego de tantos años de carrera haciendo música, fuiste creciendo a la par de tu público: ¿Te ponés a pensar a quién le estás hablando? ¿Te da curiosidad saber quién está del otro lado?

Como también doy clases y a mis clases vinieron muchas personas que iban a ver a Rosal, un poco conozco a quien me escucha, y me gusta ese público. No digo que conozca a todxs los que me escuchan pero sí a algunxs y me copa como piensan, siento que podrían ser mis amigxs, podríamos estar en una reunión charlando. Pero por otro lado sí me planteo a quién me estoy dirigiendo cuando hago música, yo sé que siento la necesidad de comunicarme a través de las canciones, no puedo hacer canciones y dejarlas ahí, el proceso se completa con el público, eso para mi es necesario pero a la vez, a veces, la cuestión de estar haciendo algo que “no es productivo” “nadie me lo pidió”, creo que es el miedo disfrazado aparece.

-En «Algo salió bien» la palabra clave es Deseo. Estar en contacto con ese deseo, ser consciente de ese deseo, no es sencillo, a veces.
¿Cuándo tuviste claro ese deseo? ¿Alguna vez tuviste que reencontrarlo?

No siento que lo tenga claro, a veces lo tuve claro y otras veces no, lo que pasa que cuando no está claro uno sufre mucho.
A mi me gustaba escribir mis pensamientos cuando era chica, me gustaba cantar y una vez me fui de vacaciones y por unos chicos descubrí la guitarra, empecé a ir a clases de guitarra y sentía una pasión clara que nunca había sentido, quería estar todo el día tocando la guitarra (como dice la canción de Los Decadentes), dicen que la música es fácil o imposible, en el sentido de que cuando enganchás podés seguir mucho tiempo y si no enganchás es muy difícil.
Por otro lado creo que el deseo se pierde un poco cuando choca con alguna otra cosa, entonces hay que buscarlo. Lo que sé es que todo esto que hacemos llamado cultura es una forma de rodear a la muerte, el caos, entonces escribir, cantar, combinar las palabras, los sonidos, pintar, estudiar, es una forma de bordear ese agujero que no tiene fondo.

-¿Te sigue sorprendiendo la canción? ¿Cuáles son los aspectos de ella que te siguen atrapando?

A veces pienso que ya me aburrí de la canción, pero cuando escucho una canción nueva que me gusta me vuelve el amor por ese formato. La semana pasada fui a escuchar a Cande Zamar, una amiga que hace unas canciones muy lindas y me pasó eso.

-¿Cómo es tu relación con Leo Fernández? ¿Cómo se complementan los dos?

A Leo lo conocí en una fecha que compartimos Rosal con Lucio Mantel, Leo toca con Lucio. Esa fecha tocamos una canción entre todxs y a mi me gustó mucho lo que hacía Leo. Nos empezamos a seguir a Instagram, él sube videos tocando sus músicas que suelen estar dentro del jazz y a mi me gustaba mucho, yo soy muy fan del jazz, es un género que siempre escucho, de hecho mientras respondo estas preguntas estoy escuchando a Bill Frisell.
A mi me parece que uno conecta por la música y también por la forma de ver la música y el arte, para mí Leo es muy capo, su forma de pensar es muy clara y se nota en las notas que elige tocar y en la visión que tiene de la música en general.

-Con algo más de veinte años en el ámbito musical, ¿te parece que alguna vez se termina de aprender? ¿Lxs artistas pueden dar por concluida su educación sentimental o sería un error considerar que los aprendizajes se terminan?

Yo creo que hacer canciones por mucho tiempo fue mi modo de apropiarme de ciertos elementos: pueden ser palabras, acordes, una forma de ver la armonía, una idea. Aunque se repitan cosas, no creo que repitamos las cosas iguales, siempre hay un espacio para lo nuevo. No creo que haya nada que se quede quieto, siempre estamos aprendiendo.

Por Lucas Canalda
Fotografía Savia.Flor

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