FIRPO CASA EDITORA: EL ARTE COMO PUNTO DE PARTIDA

Desde La Plata, Firpo consolida un catálogo de curaduría rigurosa integrado por títulos dedicados a la arquitectura, la fotografía y la música. Detrás de la aventura editorial reside una necesidad de divulgación y promoción de debates.

 

Firpo es una editorial artesanal creada en 2020 en la ciudad  de La Plata.  Desde su accionar discreto que prioriza la escala humana, la casa editora capturó la atención de los lectores mediante movimientos zigzagueantes que conjugan inquietud, riesgo y diversión. Inquietud por la necesidad de desarrollar un catálogo de curaduría rigurosa que se salga de lo predecible y lo cercano. Riesgo puesto que detrás de cada decisión no existe un resultado seguro. Por último, es sencillo imaginar a quienes llevan adelante el proyecto disfrutando de la aventura de hacer libros, pero también divertidos ante la reacción que genera cada movimiento en su creciente círculo de adeptos. En todo caso, de acuerdo a su nombre, la editorial busca dar pelea marcando un ritmo sostenido entre ataque y resistencia. Nada indica que no puedan pasarla bien durante esta aventura libre de asaltos y campanas.
Su historia empieza a contarse sobre finales de 2020, el gran año de la pandemia. La trilogía iniciática fue Los desafinados también tienen corazón. Una historia del Auto-tune, del periodista Luciano Lahiteau, Modulaciones, del artista visual Pablo Morgante, y finalmente, Cuatro tesis sobre la música en tiempos de streaming, de Adrián Dárgelos, un compendio de reflexiones que el líder de Babasónicos volcó en diferentes medios. Este último título podía descargarse de forma libre en formato PDF y fue compartido por las redes de la editorial, alcanzando la viralización en apenas unas horas. 
Las tiradas eran de cincuenta ejemplares. Luego fueron de  cien. Maradona, música, fotografía. El principio fue por allí, encontrando paulatinamente un público atento. Por aquel entonces Firpo contó con el factor sorpresa a su favor, generando curiosidad inmediata en sus lectores, además ganando atención por lo que se generaba alrededor de cada ejemplar vendido. El viaje del soporte físico sigue siendo incalculable, logrando  resultados más orgánicos  que la cosecha de likes. 
Si nos remitimos a sus primeros tiempos podemos describir a Firpo como una editorial artesanal que se enfoca en ensayistas culturales y artistas visuales de La Plata. El primer impulso sobre el que se plasmó Firpo era casi una misión: acercar a diferentes artistas  platenses al universo editorial, poner sus ideas y producciones a circular en un soporte cuidado con identidad propia. La meta, por otro lado, era salirse de la lógica afectiva que, en ocasiones, suele reinar en los circuitos artesanales, donde se publica a las amistades, enfocando más sobre el factor de aguante localista que desde el rigor de calidad. 
Leandro de Martinelli es el responsable del proyecto que desde hace tres años viene enganchando a lectores de distintos puntos de la Argentina  y  generando curiosidad entre sus pares.  Señal de un rastro inquieto, en su CV se leen oficios como comunicador, editor, periodista, guionista y hasta ensayista. Todos esos Leandros conviven dentro del fundador y primer trabajador de Firpo, el mismo que dedica su tiempo a manufacturar cada ejemplar y, eventualmente, sale de feria por La Plata, Capital Federal y otras ciudades argentinas.
Como guionista, de Martinelli participó de Pequeña Babilonia, documental sobre el rock platense dirigido por Hernán Moyano que en los últimos años se mantuvo como una constante gracias a la disponibilidad en diferentes plataformas o sus extractos libres en YouTube. Además, en 2017 publicó el ensayo Plagar, el graffiti desde el Bronx a La Plata (Malisia). Finalmente, se hace preciso destacar que fue editor del suplemento de cultura emergente de Diario Contexto, tal vez una posición ideal para mantenerse a tono con nuevos lenguajes y corrientes.
“El editor se llevó puesto a todos los otros”, señala al referirse a la convivencia de Leandros-oficios y experiencias que lo trajeron hasta aquí. “Cuando editás textos se silencian un montón de neurosis respecto de la propia producción y cuando te dedicás a publicar se te pasa cualquier idea romántica sobre ese objeto tan aurático llamado libro”, observa. “Salud mental a pleno”, remata desde la ciudad de las diagonales.
El rol de Leandro es múltiple. En ocasiones queda claro el principio y el final de cada uno. A veces, sencillamente, se distorsiona todo, en una nebulosa de hacer constante. Lee. Busca. Cura. Recupera. Traduce. Edita. Imprime. Encuaderna. Distribuye. Vende.
Hay algo en su aventura editorial que puede considerarse tanto apología del espíritu punk como necesidad de divulgación. Firpo, desde un ímpetu DIY, pone en circulación una información que considera necesaria. Desde una discreción cansina, la casa editorial tiene la intención de agitar. Lo hace con oficio, sin desesperar, aunque desconociendo la pausa.
 

-Poner el deseo en un proyecto sujeto a la inflación, el precio del papel -que está bien caliente especialmente en los últimos 20 meses- y a publicar títulos de nicho, sin dudas, es una empresa arriesgada. ¿Por qué nace Firpo? ¿Cuál fue el deseo motor del proyecto? 

Son muchas preguntas en una, voy por partes. Es cierto que el contexto es inflacionario, diría que lo inflacionario no solo implica al papel moneda. Atajo en tu pregunta la presencia, dos veces, de la palabra deseo, algo que en el mundillo del arte contemporáneo se festeja mucho -hacen afiches tipográficos festejando el deseo, textos curatoriales, pinturas, fanzines, remeras, libros, tatuajes- y me pone a pensar cosas, como, por ejemplo, la inflación alrededor de la palabra deseo ¿Por qué se hace tanto hincapié en el deseo? ¿Falta deseo en el sector de clase media ilustrada en el que nos movemos? ¿Los niños y niñas de la clase media universitaria vivirán deprimidos, faltos de litio, sobrados de cosas, y por eso hay que festejar cada vez que tienen ganas de hacer algo? Y digo “sobrados” porque el deseo es, básicamente, una falta ¿Quién no tiene una falta? ¿Quién no tiene un deseo? ¿Un montón de deseos? Se ve que en el multiverso de universitarios dedicados a tareas expresivas faltan ganas de expresar cosas. En el resto del mundo a mí me parece que lo que sobra es deseo, lo difícil es dar el paso porque requiere de tiempo y de capital. Y este proyecto editorial nace no tanto del deseo -algo que aparece solo y también se va solo- sino de haber conseguido el tiempo y el capital -no mucho- para concretar la fantasía de un catálogo. 
En términos financieros, la inflación golpea más a la edición industrial, la que imprime en gráficas y distribuye en un montón de librerías que muchas veces le rinden los libros a 30 o 60 días. Así sí es muy difícil y por eso el sector está tan golpeado. Las artesanales producimos distinto, imprimimos en casa, a baja escala, casi te diría por demanda. Una editorial industrial quizás desembolsa 300 mil pesos de una en un solo título. Una artesanal con 300 mil pesos puede publicar 10 libros en tiradas de 50 ejemplares. Pensá además que en la producción de un libro industrial hay una cadena de producción que achican los márgenes de ganancia. En una artesanal trabajás solo y a lo sumo sumás algún que otro oficio. En mi caso, a un serigrafista. 
Luego el asunto de los títulos de nicho. La verdad es que es difícil pensar en categorías que no sean nichos -más grandes o más pequeños- porque no existe eso que llaman “público en general”. A la hora de pensar en el desarrollo de audiencias, de públicos, de lectores, no se puede pensar en un público en general porque si no vas a estar construyendo el Homeromóvil. Entonces siempre estás tratando de sintonizar con algún nicho, aunque ese nicho sea solo una fantasía personal, un conjunto de ideas y prejuicios sobre algunos grupos de personas que tienen determinados intereses y circulan por determinados lugares. El riesgo sería la pretensión de hacer algo que no sea de nicho, para “un público amplio”. No obstante, cuando editorial Planeta publica un libro basura de Luis Majul también piensa en un nicho, que es un nicho más grande, reforzado por programas de televisión y partidos políticos, ya lo estás visibilizando al nicho, ya lo podés describir al nicho que compra libros de Majul, y quizás hasta los lee. 
Y el riesgo es menor. Impresoras, papel y tiempo, eso es lo que se arriesga al principio con un proyecto editorial artesanal. Después se pone más serio, sobre todo cuando empieza a ser una parte interesante en la torta de tus ingresos. Y luego el motor de esta editorial fue participar de la conversación pública, es decir, tratar de decir cosas a través de los libros que publico y traduzco, abrir debates un poco menos acalorados y sin dar clases de moral como pasa últimamente. Para dar un ejemplo, El costo de la exposición, libro de la fotógrafa Sally Mann, acusada de sexualizar a sus hijos por unas fotos que publicó en un libro, es una discusión sobre la cancelación en el mundo del arte. Hay un fascismo de baja frecuencia que todo el tiempo reclama censuras en nombre de la buena causa de turno. El libro de Sally Mann discute ese problema. Entonces, los libros que publico tienen su propio tema, pero cuando los elijo busco que además toque alguna cuestión del debate público que a mí me interesa pensar. 

 – ¿Cuál es el criterio curatorial de Firpo? ¿Por dónde vas buscando?  

El criterio es que los textos estén vinculados a la música o las artes visuales. No importa si eso luego se utiliza para hablar de otras cosas. Más bien, es necesario que el arte sea solo el punto de partida para ensayar sobre otros temas. 

 -Firpo surge en la ciudad de La Plata, un polo cultural fundamental para nuestro país. ¿Te parece que hubo impulso localista al principio de la editorial? A la distancia un poco se sintió eso. 

La Plata es un gran contexto para una editorial: hay un circuito de ferias y librerías bastante bien organizado, hay una universidad enorme, y eso quiere decir que hay mucha gente interesada en la producción de conocimiento, es decir, en los libros. Y además hay editores destacados. Yo puedo decir que el impulso lo tomé de tres editores de esta ciudad: Eric Schierlo (Barba de Abejas), Carlos Ríos (Oficina Perambulante) y Pablo Amadeo (Cuero, FanBook y otras). Tipos a los que admiro y que fueron muy generosos a la hora de ayudarme a desarrollar el proyecto.  

 -Firpo inicia su camino en diciembre de 2021. Venís sosteniendo una constancia, además logrando una visibilidad interesante. Por último, los libros están siendo distribuidos, llegando a más ciudades.
¿Podrías describir al lector promedio de Firpo? ¿Qué idea te hiciste en este tiempo de trabajo?

Podría decir que mis compradores promedio son diseñadores gráficos, artistas visuales y músicos, aunque a veces me resulta difícil promediar al lector porque al ser una editorial de ensayos muchas veces vienen de universos distintos. Por ejemplo, quien compra el libro de Dárgelos (Cuatro tesis sobre la música en tiempos de streaming) nunca comprará el del escultor Eduardo Chillida (Yo soy un fuera de la ley). Pero en general hay un interés en las actividades expresivas, sin rango de edades. 

El episodio infame sucedió hace 100 años. Faltan apenas dos meses para que se cumpla un siglo exacto de aquella postal que se repite, una y otra vez, en YouTube y miles de artículos publicados en revistas, libros, enciclopedias o  especiales radiales.
La pelea de Jack Dempsey contra Luis Ángel Firpo fue una pelea de boxeo histórica: era la primera vez que un peleador latinoamericano competía por el título mundial de peso pesado. Ochenta mil fanáticos pagaron para ver la pelea en vivo. El árbitro fue Johnny Gallagher.
El combate tuvo lugar el 14 de septiembre de 1923 en el Polo Grounds de la ciudad de Nueva York. Dempsey era campeón desde 1919 y Firpo era uno de los mejores pesos pesados del mundo. Popularmente apodado El Toro de las Pampas, la figura de Firpo fue mentada en los periódicos de la época como un contrincante que merecía el respeto. Por otro lado, en las distancias comunicativas propias de la época, el boxeador visitante constituyó toda una rareza, permitiendo que los periodistas especializados de la época se tomasen libertades para engrandecer al retador, inflando la expectativa de la afición local y el resto del ambiente del box.
Al sonar la campana, el campeón salió a buscar la victoria. Atacando de inmediato, falló una izquierda salvaje y Firpo, retrocediendo ante el ataque, respondió con una derecha que aterrizó al ras y derribó a Dempsey sobre una rodilla. La multitud rugió. 
De acuerdo a los registros históricos, a los veinte segundos, Dempsey conectó su izquierda en un gancho que envió a Firpo a la lona. El argentino se levantó e inmediatamente continuaron forcejeando y golpeando.
Dempsey giraba continuamente alrededor del retador, haciendo gala de una ligereza de pies que se traducía en una mayor experiencia por encima de la fortaleza física de Firpo. Resistiendo cada ataque, el argentino volvía, demostrando ser un rival a la altura de las circunstancias.
Firpo cayó siete veces, siempre sobreponiéndose. En un arrebato digno de su apodo, el argentino arremetió contra el campeón hasta ponerlo contra las cuerdas, literalmente. Pero el cuadrilátero, probó ser poco para un Firpo incontenible: los impactos directos arrojaron a Dempsey fuera del ring. Un derechazo lo hizo volar. El nativo de Colorado cayó sobre la mesa donde estaban apostados los relatores y comentaristas, más precisamente aterrizando sobre una máquina de escribir.
Al salirse -volar- fuera del cuadrilátero, de acuerdo al reglamento, Dempsey debía ser descalificado, inmediatamente consagrando a Firpo como ganador. Sin embargo, el referí Gallagher, hizo caso omiso de las reglas, demorando el conteo, que, según los registros, alcanzó los 18 segundos, de manera que también debía entregarse la victoria al argentino.
El no-conteo o conteo descabellado de Gallagher permitió que el Dempsey vuelva al ring. Con la cintura de un campeón entrenado desde la adolescencia -Firpo llegó al boxeo recién a los 23- Dempsey retomó la batalla. Finalmente, Firpo caería otras dos veces a la lona. El campeón retendría el cinturón. Nacía la pelea del siglo y una trampa que, a veces, apenas es un pie de página. Como estampa de una épica robada queda la célebre pintura de George Belows, realizada en 1924, que captura el instante triunfante del argentino, con Dempsey volando fuera del ring. 

-Contame de tu relación con la figura de Luis Ángel Firpo. ¿La mítica pelea con Dempsey se involucra en el imaginario de la editorial? 

Me interesó Firpo por dos motivos. Primero por la metáfora que propone el boxeo, donde se puede disputar a golpes, pero cuando te bajás del ring está todo bien. Me interesaba esa figura a la hora de pensar la manera en que hoy en día se debate: en términos personales. De un terraplanismo que asusta. A mí disentir me parece genial, y no me ofende. Entonces me parecía que un boxeador resumía bien esa figura. Después porque es una figura que resume la dominación cultural norte sur. Firpo pelea contra Dempsey por el campeonato de pesos pesados, lo tira del ring con una piña, le gana porque cuando te salís del cuadrilátero perdiste, pero no, siga siga, y al minuto Firpo termina en la lona. Nos habían robado. Y ese escándalo fundó una nueva ciencia popular, folclórica: la prueba absoluta de que la dominación se expresa también en gestos mínimos. No importa si el juez se llama Griesa o Codesal, a la hora de interpretar nuestra suerte en la contienda global siempre estamos sospechando. Y la sospecha, la pregunta, es la forma que también me interesaba 

– ¿Por qué te parece que cayó tan bien Firpo en el público? Se me ocurren varias razones: además de un catálogo cuidado, los libros son preciosos. Por otro lado, hay una cosa de gambeta en la curaduría editorial: de alguna manera siempre sorprende, no es previsible. 

Es que arrancamos bien. Nuestra primera publicación fue un libro sobre el Auto-tune firmado por uno de los periodistas que mejor escribe en Argentina: Luciano Lahiteau. Un libro que además de pensar el problema moral que implica la relación música y tecnología es divertido. Y el resto son textos increíbles que, para mi sorpresa, no estaban en español: el de Thurston Moore (Arte y cultura del cassette), la autobiografía de Sally Mann, los ensayos críticos de Donald Judd (El arte y los arquitectos. Es difícil encontrar una buena lámpara), el de Robert Smithson (Hotel Palenque), el de las mujeres en la arquitectura de Despina Stratigakos (Cosas que aprendí de la Barbie Arquitecta), y así. A mí me parece que el secreto no es tanto el diseño de los libros -que ayuda, porque agrega valor- sino los textos y cómo se relacionan dentro del catálogo. 

– ¿Cuánto tomaste del espíritu emprendedor y militante del fanzine para Firpo? Hay una relación cercana, creo. Sin embargo, puede que se sienta como una evolución propia de alguien que transitó -transita- la movida fanzinera pero busca otra vuelta de tuerca. Algo más preciosista, quizás.  

La verdad que nunca me interesó el fanzine como soporte, no me gustan las precariedades de su tradición, no me gusta la ornamentación que le aporta el arte contemporáneo, y además suelen ser publicaciones bastante confusas, sobre todo para personas que vienen del mundo del texto. Tres fotos de flores y un poema sobre un helecho a mí me parecen un robo a mano armada, porque me interesa el texto. Los papelitos de colores son muy lindos, pero tienen que estar si ayudan a circular el texto. Los llamo fanzines, pero solo porque son publicaciones de pocas páginas. Y eso es lo que buscaba: publicar textos breves, porque creo que hoy se lee así. Y tienen que ser textos contundentes. Y el formato, el diseño, creo que acompañan la idea general.  

 – ¿Hay una lógica de producción en Firpo? ¿Fue algo pensado de antemano de forma consciente o le encontraste la vuelta cuando ya estabas en el ruedo?

De antemano casi todo el catálogo que hoy está publicado, porque empecé a comprar y traducir textos mucho antes que publicar. Lo que uno va encontrando es el modelo comercial y la mejor manera de hacer explícito el catálogo.  

 -Imprentas, papeles, hojas y tapas. Tomar medidas. Cortar. Cocer los libros. Ya hablé de deseo, pero también es necesario hablar de fetichismo. ¿Podrías describirte como un fetichista?   

Odio los papelitos, coser los libros, cortar, tomar medidas, pero era la única manera de hacer esta editorial, con este catálogo. Era la única manera de tener una editorial porque para proyectos industriales hay que tener otro capital inicial. Así que era eso o no hacer nada.  

 -Firpo y la música parecen tener un vínculo intrínseco. Me refiero a algunos de sus títulos, claro, pero también te imagino haciendo libros siempre con música de fondo. ¿Cómo describirías esa relación? 

Lo mejor que te puede pasar cuando hacés una tarea manual es escuchar música; mucha cumbia santafesina en tiempos invernales y más electrónica en verano.   

Lucas Canalda

 

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