BAXTER DURY: “SOY HIJO DE FAMOSOS, PERO NECESITO LLEGAR A FIN DE MES”

Baxter Dury presenta I Thought I Was Better Than You, su séptimo álbum, un trabajo donde exorciza las relaciones familiares, la figura de su legendario padre, sus conflictos de clase y los aprendizajes de una crianza en la bohemia burguesa londinense. La entrevista exclusiva lo encuentra haciendo gala de una honestidad brutal sin pausa.

 

Desde West London, Baxter responde con complicidad. Es complejo alcanzar ese estadio adonde nunca termina de estar relajado. Hay que atravesar una serie de pruebas: te mide desde una distancia que no te hace sentir. Dardea desde la hospitalidad. Se muestra amable, aunque el ambiente puede tensarse rápido, con repreguntas que denotan el acto reflejo de ponerse en guardia. A la defensiva casi por defecto, Baxter puede distenderse, casi bajar las defensas, siempre que uno esté dispuesto a comprender. Por lo pronto, quiere hablar de su música, su disco, de salir a trabajar, de pagar impuestos, de que la canción es siempre la misma porque él no  tiene demasiada  inventiva. Atrás quedaron las épocas en que no atendía los llamados de prensa estipulados o, directamente, desaparecía de las jornadas mediáticas coordinadas por su equipo.  Ahora sonríe con cordialidad matutina y se ríe, algo incrédulo, de la extraña situación de “recibir” a los medios en el interior de su hogar. Con la pandemia se fue familiarizando con ese asunto, pero según dice, sigue siendo raro. Por eso, con total espontaneidad, cuando se le pregunta sobre los libros en la estantería de su estudio, justo a la izquierda de su cabeza, responde con una franqueza que escapa a cualquier protocolo: “son libros pretenciosos que jamás leí en mi vida. Puro decorado. ¿Qué querés que te diga?”. Inmediatamente los toma en sus manos y muestra, ante la cámara, que se trata de “guarnición para paredes”.
Hablar de decoración de la clase acomodada es una gran excusa para conversar con Baxter, sin embargo, hay una razón mejor: I Thought I Was Better Than You es su reluciente séptimo disco, un esfuerzo que lo encuentra en gran forma, metiéndose en una sintonía propia donde la catarsis se encuentra con las lecciones musicales aprendidas de sus actos favoritos de la última década. Nunca demasiado superado como para seguir aprendiendo mediante el disfrute, Baxter está conforme en seguir siendo un estudiante. Sus maestros vienen de diferentes épocas. Algunos son contemporáneos. Otros entraron en la historia ya cuando estaban en vida. En ese grupo, claro, se encuentra su padre, Ian Dury. I Thought I Was Better Than You se trata de eso mismo, y algunos asuntos más. 
Mientras el disco gira por las plataformas y la campaña publicitaria llega en -selectas- calles de Londres, con séxtuples privilegiados, tanto su público como los medios especializados ya dieron el visto bueno. Baxter, en realidad, no se inmuta demasiado. “Por ahora estoy pensando en los pasos propios del lanzamiento, no tanto en el recibimiento de la prensa”, explica. “A veces, leer reseñas termina siendo una proyección de tus propias inseguridades. Todavía peor: una confirmación de tus inseguridades. Es algo para hablar durante terapia. ¿Querés que lo hablemos entre nosotros?”. Cuando se le responde con una afirmación, se deshace en una sonrisa para devolver un “Ah, no quiero aburrirte”.
Pero el único que se aburre acá es Baxter, y no precisamente por la entrevista: “ya estoy aburrido de este disco. Ojo, estoy contento, me refiero a que me gusta hacer las cosas y seguir adelante. Quisiera hacer algo bailable. Menos personal. ¿Podré hacer canciones para que la gente baile?”
– Creo que sí. De hecho, mi canción favorita del nuevo disco es «Crashes» que se siente irresistible para la pista de baile new wave, también tiene algo de indie pop belga. Puede ser una posibilidad para lo que esté por venir.
-Excelente. Me gusta escucharte decir eso. Siento que mi ambición artística conecta con la parte empresarial. 

No dejemos que la verborragia de Baxter gane la partida. Vayamos paso por paso: I Thought I Was Better Than You fue producido por Paul White, conocido por su trabajo con Homeboy Sandman, Golden Rules, Charli XCX y Danny Brown. A la vocalista habitual de Baxter, Madeline Hart, se unen los prometedores cantautores Eska y JGrrey. 
Publicado hace tres semanas, el álbum cuenta con una edición limitada de vinilo rosa translúcido, una edición especial de Rough Trade en azul y una edición estándar en negro. Una oferta de sutilezas para aquel coleccionista promedio que prefiera escuchar los fraseos graves de Baxter en alta fidelidad. 
Actualmente está de gira promocionando este lanzamiento mientras que, además, estará abriendo para Pulp en tres espectáculos del Reino Unido, incluido Finsbury Park. Sobre tocar en vivo, comenta que “tuvimos que encontrar un equilibrio porque sobre el escenario todo suena distinto. No quisimos usar tantas pistas y samples. Fue encontrarle el punto exacto”.
I Thought I Was Better Than You debe entenderse como una pieza complementaria de su autobiografía aparecida en 2021, titulado Chaise Longue, una memoria entre selectiva y gamberra, ideal para seguir cincelando al personaje.  Este disco amplía los temas explorados en aquel libro, aunque lo hace de forma más encantadora porque, fundamentalmente, las canciones irradian buen gusto: tienen la medida justa para una lengua afilada que, más que canchera, está siempre media rota.   
Durante el transcurso de las canciones, Baxter profundiza en las complejidades de ser vástago del reconocido músico líder de The Blockheads. Ser hijo de Ian Dury es EL tema de su vida, sin dudas. Ya lo dijo Michael Corleone: “No es fácil ser hijo”. Nadie va a negarlo, especialmente Baxter. Lo entiende. Lo sabe. Sabe que lo sabemos. Ahora intenta, ¿por última vez?, que lo comprendamos desde otro lugar. Con un enfoque reflexivo y maduro, Dury explora el impacto de su famoso linaje, planteando intrigantes preguntas sobre la identidad y la expresión artística. También sobre un cotidiano que puede estar lleno de prestigio y privilegios, pero que dista de tener todo resuelto.
Por mucho tiempo Baxter fue la agudeza verbal encarnada: demasiado listo para el resto del mundo; preparado para brillar desde su cintura siempre ágil. En algún momento, esa postura se quedó algo desfasada, algo -adentro- simplemente ya no marchaba. Dury se vio obligado a elevar interrogantes difíciles de eludir. La viveza callejera no podría salvarlo esta vez. De esa fricción deviene un álbum que elude la etiqueta fácil: no se trata únicamente de daddy issues, aquí encontramos conflictos de clase, contradicciones de una crianza privilegiada, la falta de estructura de unos padres de una bohemia de clase media. Puede que, al final, Baxter finalmente se haya enfrentado con los fantasmas inconexos de haber crecido como un BoBo más de la bourgeois bohème.
L
a música es relajada en su elegancia inteligente, alcanzando una calidez cuasi hogareña: Baxter hizo de su soledad pandémica una caja de eco confesional. Las letras se convierten en un tapiz de imágenes desconectadas, narradas a través de bosquejos cockney que retratan vívidamente su infancia única y su tumultuosa juventud. Muchos flashes, demasiados abrazos vacíos, un sinfín de copas invitadas lo llevaron al puerto de la compresión: algo peor que los amigos del campeón son los amigos de un campeón falseado. Baxter siempre fue la segunda opción. El legado es enorme y le queda grande. No lo quiere. Vestir sus propios pantalones no le resulta fácil. No obstante, no dejemos que esa realidad detenga la fiesta. Podemos brindar mientras buscamos hacer pie sobre algo real.
Describiéndose a sí mismo como “un bebé nepo austero, elegante y sucio”, estaba atrapado entre dos mundos completamente diferentes. Negociando entre las clases sociales, el fabulosamente pegadizo «Aylesbury Boy» cuenta la historia de crecer en el lado rastrero de la ciudad de Buckinghamshire, y luego ser llevado a la escuela cheta en Kensington, Baxter no ahorra en golpes en los contrastes, asumiendo que va a salir lastimado. Su expresión hastiada se perfecciona entre rimas y cadencia.
Con 51 años, Baxter está encaminado a los 57 de edad que tenía su padre cuando falleció en marzo de 2000. Dury expresa con franqueza cómo se siente crecer en una jaula de oro simbólica siendo hijo de padres famosos y cómo ha afectado eso su propia carrera. Nada nuevo bajo el sol para quienes conocen sus preocupaciones desde la década pasada. La ganancia en este I Thought I Was Better Than You es admitir que tanta canchereada cool se va agotando y llega la hora de ser su propia persona, tanto como en lo personal como en lo artístico.
Mucho más que un mero ejercicio freudiano, este disco tiene una musicalidad sofisticada que deja bien parado a Baxter. En ese sentido, afortunados quienes escuchan este conjunto de canciones sin estar demasiados enterados de quién es su autor. Aquello de ignorance is bliss se aplica con éxito aquí ante un público neófito que puede disfrutar la música desde otro lugar.
JGrrey y Madeline Hart acompañan vocalmente desde un trabajo detallado que parece llegar desde olas francesas, como lecciones bien aprendidas de un Gainsbourg expansivo que ahora se aplica a la multiplicidad de canales de grabación. Otra pátina de clara influencia llega desde California, con una referencia al músico, compositor y productor que tanto admira: Frank Ocean.  Hay rastros de del norteamericano en la producción hipnótica y las voces agudas en «Celebrate Me». Tyler The Creator es otro nombre que se percibe en la sonoridad y se referencia en la gacetilla de prensa del disco. De acuerdo a su relato, no fue tanto el sonido de este tipo de música lo que lo inspiró, sino más bien su delicadeza, afeminamiento y su fluidez de género; cómo permanece libre de estructuras musicales restrictivas.
Al momento de ponerse a trabajar, Baxter trató de revertir todos los procesos de estudio anteriores, liberándose de la rutina tradicional de grabar partes, personas e instrumentación. En su lugar, creó demos en bruto en su casa y se las entregó al productor, quien los ayudó a cobrar vida utilizando equipamiento superior, sin adulterar demasiado. La simplicidad de la operación le dio el espacio para explorar ideas musicales más abstractas y experimentar con su estilo narrativo. 

Baxter transita su presente con algo de sosiego. Hace veinte años que es un artista solista. Fue en 2002 -dos años después de la muerte de su padre- cuando apareció su título debut, Len Parrot’s Memorial Lift, editado por Rough Trade.
A pesar de la calma reinante, aparecen resquemores cuando mira hacia atrás. En su cabeza, por mucho tiempo, ese primer contrato discográfico había llegado sin mucho mérito. ¿Por qué? Adentro suyo sentía cómo el niño déspota había aprovechado el privilegio de ser una celebridad para procurarse una salida favorable. El británico elige una palabra en particular: manipular. Lo hizo con la discografía, con su agencia de contrataciones, con todo aquellos que lo rodeaban. Su debut no fue precisamente un éxito comercial, pero sí recibió buenas reseñas, artículos positivos y notas alentadoras. Era algo más que el hijo de. La cuestión era llegar a comprenderlo en su cabeza.
Siempre listo para la esgrima verbal, Baxter hace uso de la palabra ante cada posibilidad. La escribe, la pronuncia, la dispara. Puede sugerir, de forma tímida, casi actuando, lo que casi lo hace más divertido. En cada instancia, no obstante, no tiene pelos en la lengua ni se queda con nada. En sus canciones las palabras arrecian como hábil declarante desde una cadencia siempre cool que puede ser tanto narrativa como imperativa o -casi- vulnerable. Entra y sale del argot callejero para utilizar modismos de clase alta, hasta que otra vez se escapa, sin quedarse cómodo en ningún lugar. Usa y descarta sin pedirle permiso a nadie. También puede recurrir a expresiones en francés. Detrás de tanta ductilidad lingüística reside una curiosidad particular por películas, libros y discos, pero especialmente un olfato puesto en la pátina de personajes únicos que fue recolectando desde su primera niñez hasta el día de la fecha.
En I Thought I Was Better Than You, al igual que sus discos anteriores, las palabras fluyen con una facilidad envidiable. La diferencia ahora es que las palabras construyen algo más que esa arrogancia elegante, proponiendo un vistazo hacia zonas de inseguridad, dolor y aprendizajes-mediante-choques-desequilibrios-aceptación.
Baxter dice que nunca escribe nada. Vamos a creerle, al menos por un rato. Según describe su aproximación a las letras de canciones, parece estar cercano al stream of consciousness de Jack Kerouac. Siempre rápido y ocurrente, uno casi llega a comprar lo que vende. En realidad, casi se trata de simpatía: uno quiere creer que es real, que es un poeta del slam, improvisando frente a un micrófono con su voz áspera educada a base de un desfile de copas sofisticadas. En directo, entre preguntas, respuestas y bromas que matizan, uno se convierte en un creyente. Dice que anota lo más curioso que le viene a la mente, cosas puntuales que no termina de entender. Prefiere lo instantáneo. En ese sentido, se siente espontáneo. Necesita sentirse así puesto que, siempre, prefiere evitar pensar demasiado. ¿Ocurre eso únicamente con las canciones o en otros aspectos de la vida? “A little of this, a little of that”.
“Tengo una especie de conjunto de reglas austeras. No debería haber demasiada música en las canciones. Tampoco sobrecarga de producción”, cuenta. “Las palabras son otro tema. Te diría, ya que estás particularmente interesado en eso, que no me resulta fácil. Prefiero mantenerme ligero. Porque si empezás a pensar demasiado en eso, tratando de rimar palabras interesantes con otras palabras interesantes, hay un riesgo de sentirte demasiado seguro de vos mismo. No sería mi caso”, comparte.
Finalmente, Baxter considera que sus canciones no son historias orientadas por palabras, en todo caso, se trata de ánimos o sensaciones. “No soy un bloody novelista”, aclara.

– ¿Tenés algún método para encarar las canciones? Esas reglas podrían conformar alguno.  

Así como no tengo ningún método de escritura, tampoco considero que haya un proceso real. Por milagro, todo termina por conformarse. Puedo hablar mucho, muchísimo, sin siquiera pensarlo conscientemente. Creo que me sale sin esfuerzo. La música, por otro lado, tiende a ser más complicada. Por eso después trabajo con otra gente. Tanto la música como la escritura vienen de diferentes formas y tiempos. 

 -Hay una sensación orgánica en I Thought I Was Better Than You. Persisten los matices y arreglos de discos anteriores, aunque sustrajiste elementos. ¿Lograr eso fue una meta desde el principio? 

Simple siempre es mejor. Cuanto más simplificado sea el proceso más lejos llega, creo. Un objetivo mío es evitar engancharse en procesos demasiados largos. Seamos rápidos, no pensemos en demasía cada paso, vayamos al punto. En mi cabeza, simple significa efectivo. De alguna forma fue medio como robarse la energía de la gente que hace discos de hip hop, aunque acá le dimos prioridad a lo que se dice. Hay una preponderancia de lo vocal. La música tiene un motivo y funciona como una plataforma para lo que estoy diciendo. Creo que mis discos previos fueron todos re musicales, con gente virtuosa tocando cada instrumento, muchos elementos dando vueltas. Elegimos evitar toda esa comparsa.  

– ¿Extrañaste trabajar a la par de tu banda en este disco que fue desarrollado en épocas de aislamiento? 

Para nada. Me sentí muy bien haciéndolo solo. Creo que, de alguna forma, desarticulé los movimientos, cosa de estar más relajado. No sé cuánto tiempo será así. Veremos qué será en el futuro. Para serte sincero, fue un alivio trabajar de esta manera. No hace falta esperar a que llegue nadie. Son tiempos más propios. Al estar solo me permití rondar por procesos que no había transitado antes. Resultó más creativo, te diría.  

– En el comunicado de prensa se menciona la influencia de artistas del hip hop de California. Sin embargo, más que sonido, esa influencia para llegar en un ánimo de soltura. 

Cuando lo pienso bien supongo que no está tan influenciado por el hip hop. Es algo ligero. Creo que simplemente quería alterar un poco mis cosas. Sucede que siempre hago lo mismo, digamos. Cuando meto algunos elementos nuevos me ayuda a no repetirme. Soy consciente, de todas formas, que la música es siempre la misma. No voy a ser uno de esos tipos que se reinventan para cada etapa.  

-El disco tiene una carga catártica considerable. ¿Cómo te sentiste cuando lo terminaste? ¿Sentiste que te sacaste un peso de encima? 

Si estamos siendo honestos, debo admitir que hay formas más efectivas y delicadas de hacer terapia que componer canciones y grabar discos. Nunca fue mi intención ir por ese camino. Mi objetivo nunca fue hacer catarsis. Siempre es agradable terminar algo porque hay una sensación de conclusión. En ese sentido, el proceso fue disfrutable. La parte más personal, bueno, simplemente salió. Lo positivo de cerrar el proceso es que viene algo nuevo. Me pregunto qué será eso. Quiero hacer algo diferente. Siento que uno está obligado a hacer discos cada tantos años si quiere mantener una carrera musical. Fue acertado haberlo podido resolver con gusto. No lo medito demasiado. No me detengo a calcular, tampoco. Por otro lado, al hacer musical no le otorgo una relevancia terapéutica, curativa o mística. No es nada más que lo que es: hacer música. 

-Recién hablaste de tener una carrera musical. ¿Alguna vez lo pensaste como una carrera formal o fue algo que consideraste cuando ya estabas metido? Nunca te plegaste al ciclo repetitivo de componer, grabar, tocar y repetir. Supiste diversificar, permitiéndote manejar tiempos diferentes a lo que implica la industria. 

Bueno, yo te pregunto vos: ¿de qué forma me considerás vos? La respuesta es que no sé. Si hacés música, sos un músico, supongo, no sé…sí, creo que me considero eso mismo. Cuando te referís a una carrera formal, deberíamos verlo. Es cierto que hice otras cosas, como escribir un libro. Pero también pasa lo siguiente: para disfrutar la vida hace falta proveer, ganársela de alguna forma. Con la música, esencialmente, logro el sustento necesario para que pueda vivir mi familia. Es importante que cumpla con el cronograma de trabajo. De no ser así, quizás tendría que dedicarme a algo que no quisiera hacer. No sabría qué hacer. Nunca me lo pregunté. Por eso, definitivamente, me considero un músico de oficio. 

– ¿Alguna vez te sentiste harto de la industria musical? En los últimos años la inmediatez digital supuso un tendal de cambios que no necesariamente fueron benevolentes para artistas de generaciones analógicas, digamos. Como decía antes, vos supiste manejar otros tiempos. 

Creo que con mi edad y la clase de música que hago puedo evitar la mayoría de esas presiones. Uno tiene que aprender a equilibrar tu vida personal y el trabajo de la música. Eso es algo más personal, son complicaciones de cada uno, digamos. Hay que resolver eso para poder seguir adelante. No siento que haya una exigencia sobre mí. El tema es que, yendo a la realidad, no se puede hacer a medias tintas. Hacer las cosas a la mitad no funciona para ninguna de las partes. Realmente, no podría darme el lujo de no trabajar. Mis padres fueron famosos, sin embargo, no vengo de un legado super abultado donde pueda recostarme. Tengo que proveer como todo el mundo, pagar las cuentas. Necesito trabajar. El oficio de la música tiene que ser, en parte, relacionado con el arte, mientras que también esté conectado con la necesidad de sobrevivir. De otra forma, suena todo demasiado indulgente. En ese sentido, al mirar la escena completa, siempre es un esfuerzo, pero muchas cosas son un esfuerzo real. Por otro lado, ya tengo la edad suficiente para ignorar lo que me ordenan que haga. A veces, simplemente, todo se complica y los mandás a la mierda. No hay ningún motivo para falsear mi edad o pretender que soy otra cosa. No necesito estar todo el día mostrando mi vida en redes porque nadie quiere ver a un viejo grabándose todo el tiempo. Sería una vergüenza. 

 Por Lucas Canalda

 

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