RANNI, DROGAS & VHS: NÉSTOR FRENKEL SOBRE LOS VISIONADORES

Néstor Frenkel estrenó Los visionadores, un viaje profundo al corazón del VHS nacional.

Los visionadores es la nueva aventura de Néstor Frenkel (Buenos Aires, 1967). Se trata de 51 minutos donde el director vuelve a ejercer un fino sentido de gambeta para moverse en un territorio propio que burla las clasificaciones. ¿Ficción? Sí y no. ¿Documental? Sí, pero no. Algo es cierto: la película se estrenó en Vimeo hace poco más de un mes.
Néstor Frenkel produce sus propios proyectos desde 2004. Hasta la fecha fue director, guionista, montajista y productor de siete  documentales: entre ellos, Buscando a Reynols (2004), Construcción de una ciudad (2008), Amateur (2011) y Todo el año es Navidad (2018). Además Frenkel realizó Vida en Marte (2005),  El gran simulador (2013) y Los Ganadores (2017) que recibieron excelentes críticas al estrenarse y en años siguientes ganaron estatus de culto.
Los Visionadores cuenta con las actuaciones de Damián Dreizik, Federico Rotstein, Santiago Calori y Javier Ntaca, y la producción ejecutiva de Sebastián Rotstein, compañero iniciático de Frenkel en la aventura de visionados de VHS policiales. Frenkel, además de dirigir y editar fue responsable del guión junto a Sofía Mora.
La sinopsis que acompaña al filme en su estreno digital reza: Los venerables VHS pueden guardar sorpresas. Un extraño embrujo captura a los amigos protagonistas y los sumerge sin miramientos en el mundo de los policiales argentinos más inverosímiles. Un flujo asombroso de imágenes perdidas, olvidadas y recuperadas cuyo consumo amenaza con volverse adictivo.
Viaje profundo al magnetismo del VHS como ruta ilimitada de información, la película es una pieza de montaje que recorre el cine policial argentino y algunos desvíos que retrataron la marginalidad, la delincuencia y un descenso narcótico que parece haber marcado las campañas institucionales antidrogas de las décadas siguientes.

En Los Visionadores Frenkel y compañía desarrollan un absurdo que abunda en un amor sincero sobre un gusto adquirido que ahora se presenta sin exigir un pase a un club elitista. Por supuesto, existe un código, sin embargo, la narrativa (a cargo del siempre fundamental Dreizik) tiende una mano para guiar a la audiencia entre toda la locura de contenidos que arrecian desde diferentes ángulos sin llegar a abrumar.
La escalada de un montaje que no da tregua abre camino hacia otra dimensión de entendimiento, La Rannix, con el gigante Rodolfo Ranni amalgamando en su sola existencia a Neo, Morfeo y a La Matrix, siendo héroe, villano, castigador, perseguidor, simpaticón y semental.  La Rannix marca el paroxismo del filme que, afortunadamente, todavía guarda armas secretas que sorprenden exigiendo rebobinar para volver a ver y procesar.
Parte considerable de la aproximación es corrosiva, sin embargo, no hay un ápice del consumo irónico de tono sobrador y de aires de superioridad que es moneda común al encuadrar esa subcultura popular de décadas pasadas. En Frenkel y sus pandilla de visionadores se reconoce la devoción que supo generar esa producción, sin renegar de su pasado y sin querer darle ribetes de consumo irónico que exorcice la culpa del disfrute para volverlo cool.
Entre obsesión y disfrute, Los Visionadores es un viaje poco solemne (¿Frenkel podría serlo alguna vez?) que sirve como una revisión cuasi antropológica de una industria nacional borderline exploitation que algunos atestiguamos en sus últimos estertores y que otras generaciones van descubriendo gracias a diferentes plataformas digitales y a fenómenos virales que se disparan en redes. En ese sentido, no sorprende que RaroVHS acompañe a la criatura del Doctor Frenkel: mediante el rescate incansable de un archivo basto, en los últimos años pudimos acceder a grageas doradas que pulularon por Twitter rescatando y despertando curiosidad por ese universo que no está listo para ser olvidado.

Con Los Visionadores sosteniendo un ritmo de reproducciones constantes en Vimeo, Néstor Frenkel conversa con RAPTO. Un viernes por la tarde, el director comparte con ganas. Apenas 72 horas después, un rato antes de cerrar estas líneas, la Fundación Konex anunció las 100 personalidades que se destacaron en el espectáculo argentino entre el 2011 y el 2020. Frenkel fue distinguido en la categoría Documental junto a Andrés Di Tella, Franca González, Daniel Rosenfeld y Sergio Wolf.
Ricardo Darín fue presidente del Gran Jurado, Graciela Borges fue secretaria general y Norma Aleandro como invitada especial, fueron algunas de las personalidades de la cultura encargadas de las distinciones. Demostrando que nada escapa a La Rannix, dos de los tres nombres mencionadas forman parte de Los Visionadores. No diremos más para evitar spoilers.
Frenkel responde con una verba generosa que demuestra una predisposición por compartir su más reciente trabajo. Una mezcla de complicidad y entusiasmo que va más allá de sus respuestas: vía WhatsApp comparte stickers que, sin dudas, llegan directos desde La Rannix.
Desde el arranque aclara: “la historia de Los Visionadores es larga”. Respirando hondo, como tomando aire para saltar veinte años al pasado, Frenkel desanda un camino que lo vio transformarse en lo personal y lo profesional.
La idea inicial de Los Visionadores data del año 2002. A Frenkel y a su amigo Sebastián Rotstein les había llamado la atención Nada por perder (Quique Aguilar, 2001). Ambos comentaron sobre la película, especialmente por una curiosidad que no llegó a saciarse puesto que el filme duró muy poco en la cartelera porteña. Al tiempo, pudieron encontrarse con el policial estelarizado por Ova Sabatini cuando llegó su edición para los videoclubes. Los amigos no lo dudaron: decidieron juntarse a verla un domingo y la experiencia fue nutritiva. Ese primer encuentro marcó la suerte de los domingos que estaban por llegar. Desde entonces, las reuniones fueron fijas e imperdibles. Frenkel y Rotstein pasaron los siguientes ocho años deglutiendo cine policial argentino.
Si originalmente eran dos personas frente al televisor, pronto la magia catódica empezó a congregar nuevos creyentes. De esa forma, el dúo original evolucionó en cinco personas, luego diez y más. En ocho años de reuniones en lo que fuera el living del departamento de Frenkel el tope llegó a 25, una locura jamás imaginada y que, en tiempos de confinamientos y olas covidianas, parece irreal.
Ese living, tanto un palacio de ceremonias como un reducto lúdico para la secta de visionadores, pronto recibió un nombre acorde a su magia: Sala Enrique Carreras. De la misma forma, el grupo de estudios abocado a una misión todavía incierta, pasó a conocerse como El Círculo de Visionado de Cine Policial Argentino. “Quizás una sociedad o una logia”, apunta Frenkel sobre ese enclave. “De ahí salió la idea inicial”, comparte.
“Probablemente Los Visionadores sea mi película más autobiográfica”, destaca el director. A mitad de ese proceso dominical de ocho años Frenkel conoció a Sofía Mora, directora, productora, directora de arte, montajista y guionista. Mora el año pasado tuvo un éxito enorme Carmel: ¿quién mató a María Marta?, el documental de Netflix sobre el caso Belsunce. Mora, guionista de Los Visionadores junto a Frenkel, es parte de la aventura desde hace años, entendiendo como pocos el universo logrado en el filme.
“Hoy es mi novia, mi mujer y mi socia” cuenta Frenkel con respeto y calidez. “Ella se integró al Círculo de Visionado. Le impactó mucho la experiencia, por eso decidimos hacer una película o una foto película”, agrega el realizador. “Eso fue hace mucho años. Una serie de fotos, más o menos improvisadas, a partir de unas ideas no muy claras nunca jamás bajadas al papel. A partir de esa idea pudimos replicar las películas que veíamos en este modo fotográfico y autobiográfico”, detalla.
Si bien el relato reconstructivo de Los Visionadores lleva a Frenkel casi unos veinte años atrás, la película esconde un impulso del presente y una pulsión de vida urgente que afloró durante los extensos meses de confinamiento en la Fase 1 del 2020. Por eso, mientras que las raíces del proyecto datan de ese living tan lejano, la vitalidad y decisión del filme no escapan a la coyuntura. Aún sin barbijos, alcohol en gel, conspiranoia bacteriológica y baile de fases, Los Visionadores es una película de cuarentena. Con un Frenkel confinado y archivos viajando en Cabify y WeTransfer, 2020 obligó a direccionar el bajón hacia un lugar constructivo. Los Visionadores funcionó para Frenkel como cierre de una etapa y una especie de zanahoria para seguir adelante.
“El destino lógico y natural de ese proyecto era no existir, e iba a ser así, de no haber sido por la pandemia” aclara el también realizador de Vida en Marte. La pandemia le otorgó a Frenkel la oportunidad justa para terminar lo impensado. ¿Asunto pendiente o deseo inconsciente? Nada de eso, según sus palabras. Aunque cuando lo piensa, algo de eso aparece: “no fueron quince años sosteniendo el proyecto…o sí, muy en el fondo de mi alma. Digamos que sí, algo nunca se fue, pero nunca lo tuve presente. Nunca fue parte de una To Do List ni nada parecido. Todo se origina durante el contexto pandémico a partir de algo que tenía muy sedimentado en el fondo, fundamentalmente en fotos que tenía backupeadas en el fondo del disco rígido, el material de archivo y la posibilidad de tener unos discos rígidos que viajaban”.
Con sinceridad, Frenkel es categórico sobre lo complejo de un contexto que, si bien está lejos de concluir, en 15 meses marcó a fuego a todo el mundo. “El proyecto fue para atravesar la angustia, el vacío, el no saber cómo sigue todo” comparte para agregar, “la verdad que hacer Los Visionadores me alegró el 2020. Me cambió la energía, fue un salvavidas en el océano de incertidumbre”.
Más allá del bagaje propio de una adicción prolongada al VHS, a Frenkel y compañía la realización de Los Visionadores les llevó mucho tiempo. Observando bajo la lupa cada etapa del proceso, la ruta fue extensa, con intentos inacabados, lapsos de incertidumbre y periodos de intensidad declarada. Visionado, montaje, acumulación del material, guión, fotografía: el camino fue inestable, pero cuando el deseo se manifestó en 2020, la determinación terminó concluyendo el proyecto y salvando el año.
“Por un lado, fueron ocho años”, cuenta Frenkel desde la ciudad de Buenos Aires. “En 2020 fueron cuatro meses de volver a ver ese material, de volver a seleccionar”, agrega.
En plena pandemia, Néstor se encontró con el campo despejado. El encierro, el distanciamiento y la incertidumbre por todo el planeta pavimentaron su camino hacia los asuntos pendientes del Círculo de Visionado de Cine Policial Argentino. “Había apuntes mentales de una primera película o intento de hace quince años” cuenta indagando en el proceso fino que unió al primer intento con la segunda aproximación. “De ahí las fotos con Fede y Calori”, explica, echando luz sobre el timeline.
Acerca de la primera avanzada, allá lejos en los 2000, Frenkel comenta: “esa primera versión había tenido una edición muy poco trabajada. Le había dedicado dos semanas en ese momento. Había escenas que ya estaban. Otras muy icónicas estaban seleccionadas de antemano. Eran apuntes mentales o cosas de esos videos institucionales. Entonces el desafío fue hacerlo encajar en una película que pueda ser entendida y disfrutada ahora”.

De movimiento constante, Frenkel asiduamente está generando proyectos que desarrolla de manera personal, siempre corrido de los cánones imperantes en la industria. Revisando una filmografía diferente a sus contemporáneos, Los Visionadores es un proyecto que destila unicidad tanto en su CV como en la corriente de estrenos del presente para el cine argentino. Con la información siempre fluyendo, Frenkel cuenta que ahora está desarrollando algo junto a su amigo Damián Dreizik.
Pensando en el futuro que está por venir y un pasado que revive con el estreno de Los Visionadores en Vimeo,  Frenkel toma las cosas con calma. Si bien no devela demasiado sobre lo que está por llegar sí puede hablar de un presente que logró una clausura con su pasado. Quizás el proyecto nacido del Círculo de Visionado nunca haya alcanzado el estatus de “asunto pendiente antes de morir” pero Frenkel ahora respira con la calma propia de alguien que cumplió con su parte: terminó el proyecto, lo estrenó, liberó esa data furiosa y ahora cede su puesto para el siguiente. En pocas palabras: Frenkel le dice adiós a esa herencia; ya pasó la posta de la Rannix; ahora es turno para que una nueva generación mantenga vivo el fuego.
“En un punto es una especie de despedida pero también de pasar la posta”, dice. “Una de las cosas que más me divierte con lo que pasó en redes a partir de la película es que la gente empezó a escribirme diciendo estaba viendo Las Esclavas (Carlos Borscosque, 1987) y Delito de Corrupción (Enrique Carreras, 1991), eso me parece fabuloso”.
Frenkel reconoce que, en su timeline personal, esa información quedó demasiado circunscrita a una época pasada. “El año pasado, volví a verlas todas, sí, trabajando con todos esos materiales después de muchos años”, informa.
El viaje alucinado de decenas de cintas quedó atrás pero no fue olvidado: su educación pegó fuerte y está alojada en lo profundo de su organismo. A veces, por supuesto, La Rannix lo invoca desde lo inesperado del zapping. “Si en Volver aparece algo que tiene que ver con esa energía, naturalmente me convoca”, admite.


-En Los Visionadores hay un código, pero la narrativa es una guía abierta que no deja a nadie afuera.
¿Al momento de desarrollar y realizar el proyecto tuvieron en cuenta que sea un contenido para unos pocos? ¿Te interesa que sea algo abierto para todos o no pensás tanto en esas cosas?

Pienso en esas cosas, en general. Hacer una película, o el arte en general, tiene que ver con comunicar cosas: ideas, emociones, lo que quieras, pero comunicar. Me interesa que esa comunicación sea abierta o pueda ser percibida por diferentes personas de distintas maneras, pero no que plantee accesos para los que necesitás cierto background intelectual o de información para ingresar. Para nada me interesa eso. Sin embargo, Los Visionadores tenía ese problema de origen porque bueno, todo se origina en un grupo de amigos. En ese Círculo de Visionados, hacíamos como unos videos: se trataba de algo institucionales, digamos. A lo largo de los años hacíamos muchas cosas, entre ellas, generar institucionales que veíamos antes de mirar la película, era casi como cantar el himno. Esos sí, claramente, eran videos internos que nadie de afuera podía entender. Acá el desafío era tomar ese lenguaje que habíamos desarrollado y entregarlo con el código abierto.

-La respuesta del público fue buena desde la aparición del primer tráiler. Lo interesante fue la continuación orgánica de La Rannix con la gente acompañando en redes y hasta sumando teorías, guiños y otras demostraciones de afecto. ¿Qué sentís cuando ves que pegó tan bien la película?

Siempre es una alegría que haya disfrute y agradecimiento y buena onda. En este caso, todo es mayor porque es una película que salió de la nada, en plena angustia de una época muy aciaga. Los Visionadores es un oasis de felicidad en medio de todo eso. Siento que está sucediendo un pase de postas: tengo en mi cabeza una obsesión hace años y de golpe la contagio. De repente, veo gente entrando en La Rannix,  contagiándose de esto. Además, me pasa que Sofía, mi mujer, para la misma época que yo empezaba con la aventura de visionados, ella tuvo una obsesión con el caso María Marta Belsunce y justo el año pasado terminó estrenando su serie Carmel en Netflix. Ella en Netflix y yo en Vimeo, cada uno en sus distintas escalas, pudimos contagiar obsesiones que venían de la misma época. Es un círculo que se cierra tras casi veinte años.

-Luego de años de llevar adelante y estrenar tus producciones tu nombre sigue generando cierta fricción entre la crítica porteña: muchos notan tu pasión sincera de tu mirada mientras que para otros sos demasiado agresivo.
¿Por qué te parece que existe todavía esa distancia hacia tu trabajo?

Está bien que exista esa distancia, que cada uno lo pueda tomar a su manera. No me quejo ni me enojo, mucho menos me voy a hacer el inocente. Busco, un poco, un límite, un borde. Busco pensar la situación. También pensar la película lo suficientemente abierta para que cada uno pueda hacer su lectura y, desde su propia sensibilidad, conectar como pueda. Claro que es mucho más agradable para mi cuando alguien conecta de una manera parecida a la mía, pero a las otras personas las entiendo. Si alguien dice que mi película es mala, berreta, o chabacana, lo entiendo, hay gente mucho más refinada que yo, que consume materiales mucho más refinados que yo, lo entiendo y eso está bien. Cuando hablan que las películas son agresivas o burlonas, me da un poco de lástima. Se trata de gente que no se puede reír, que no tiene la capacidad de reírse de sí misma o de la vida, gente demasiado solemne, demasiado ñoña o demasiado apagada de sí mismo que no soporta cierta desestructuración de las cosas. Pero está bien que suceda.

-Documentales, ficción, ironía, ternura, obsesión, disfrute, revisión cuasi antropológica: en detalle tu obra es un despiste para la crítica que quiere encasillarte ¿te gusta esa gambeta constante, ser siempre inconformista ante la ubicación que te quieren dar?

No sé si estoy gambeteando algo. No pienso a cada momento que quiero hacer una película para ésto o aquello. En general, los temas me aparecen y procedo según mi interés. Por cada tema me aparece un abordaje o un tema de contarlo, un estilo. Creo que mis trabajos se parecen, pero entiendo que se mueven para un lado u otro. Tampoco me creo la del gran provocador o que todo lo que hago tiene que ser así. Tampoco soy humorista: no todo lo que hago tiene humor. Puede tenerlo o no, pero no me siento obligado a sostener una línea de trabajo. Esa línea aparece sola. Las películas aparecen y les busco un abordaje. Nada es tan pensando, ni programático más allá que después siempre se termina tocando una cuerda, de alguna manera. Pero sí al comienzo sí me pasó: Plata Segura fue medio hitera para un grupo muy pero ínfimo, después llegó Vida en Marte que fue otra cosa diferente. Inmediatamente hice Buscando a Reynols que fue un documental. En seguida fue claro que no me iba a quedar agarrado a una línea de trabajo y a un lugar. A la vez, entiendo que hay una marca, el humor, la cosa documental.

Lucas Canalda

 

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