ANDRÉS MOYANO: UN PACTO CON EL TERROR

El platense Hernán Moyano es una de las figuras más activas del ámbito audiovisual argentino.
Verdadero creyente del cine de género, desde su adolescencia está abocado a la producción de películas de terror.
Entre videos, gritos para la pantalla grande y documentales de música rock, su camino de desafíos lo llevó a indagar en formatos inéditos en nuestro país.
En 2019 será parte de un reto jamás imaginado: reiniciar el universo del inmortal clásico El Pulpo Negro.

 

Hernán Moyano es una de las figuras más activas y multifacéticas del cine argentino de los últimos quince años. Productor, director, guionista y montajista. Apasionado y arriesgado desde su primer año de estudiante, hace dos décadas que se entrega a diversos frentes del campo audiovisual.  Películas, videoclips (Nerdkids, Estelares, Thes Siniestros), documentales, cortos y publicidades llevan su firma, tanto en Argentina como en otros países de latinoamérica.
Estudió en la Escuela de Cine de La Plata (UNLP) y es miembro activo de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de la Argentina. Ajeno a las formalidades del claustro, Moyano está siempre en acción directa. Es un workaholic que borronea los límites de consagración al cine hasta -casi- hacer peligrar su vida personal.
En 2010, con Sudor Frío, probó que una película de terror nacional podía generar una misma repercusión tanto en el público como en la taquilla.  En el exterior, la crítica saludó al film con excelentes reseñas y apostó fuerte por el futuro de ese equipo de realizadores argentinos, augurando proyectos que pronto echarían luz sobre la producción de terror en sudamérica.
Afecto a las rutas pero siempre trabajando desde su La Plata natal, en 2015 publicó el libro Manual de cine de género: Experiencias de la guerrilla audiovisual de América Latina en donde reúne las experiencias de casi un centenar de realizadores de cine de género de catorce países.
Ese mismo año, como productor y director, presentó Pequeña Babilonia, documental sobre treinta años del rock platense en democracia argentina. Pensado como una historia viva dividida en tres partes, la primera parte cubre el periodo post dictadura hasta principios de los 90. Partiendo desde La Cofradía de la Flor Solar y la mística iniciática de Patricio Rey, la narrativa toma voz en figuras como Marcelo Moura, Rocambole, Manuel Moreti, Las Canoplas, Peligrosos Gorriones, Tom Lupo, Flavio Casanova, Oscar Jalil y Sergio Pujol.
Con Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos, animación en formato Fulldome, probó, contra todas las posibilidades técnicas y económicas, que los realizadores argentinos podían incursionar en un territorio vanguardista todavía no probado por estos lares. La aventura animada fue un éxito masivo para el público infantil que durante unos diez meses agotó las entradas disponibles para cada una de las proyecciones.
La última novedad/proyecto de Moyano se anunció hace algunos meses atrás. ¿El lugar? Cannes. Desde la tradicional muestra francesa hubo una noticia que tuvo repercusión por los mercados internacionales: El Pulpo Negro, el clásico inmortal de Narciso Ibáñez Menta, tendría otra vuelta. Regresando al mundo del terror, Moyano espera un 2019 plagado de trabajo. Pero sarna con gusto no pica. Menos cuando la vida te presenta la oportunidad de ser parte de la reimaginación de uno de los programas que alteró tu vida para bien.

I

Hernán Moyano puede estar de paso en Rosario, siendo parte del festival de cine latinoamericano en calidad de jurado o debido a la presentación de alguna novedad. Quizás esté más allá de la cordillera, en Valparaíso, en otro encuentro cinematográfico. Podría, también, estar atravesando las temperaturas bajo cero de Nueva York, rastreando alguna sala que lo deleite por unas dos horas mientras se toma un descanso del ámbito de realizadores latinos.
Cualquiera de esas opciones son probables durante el transcurso del año, pero ahora el multifacético laburante audiovisual se encuentra en su casa en La Plata, más precisamente en el barrio Gambier. Desde allí, desata una verborragia que reserva exclusivamente para su pasión, el cine.
Lo aclaramos: Moyano es productor, director, guionista y montajista. Seguramente algo más se quede afuera de ese listado. La necesidad, el placer y la obsesión lo llevaron a jugar en diferentes ámbitos y puestos. Sin dudas es un jugador de toda la cancha. A propósito de la metáfora futbolera, es hincha de Boca Juniors, pero no es un buen momento para hablar sobre el equipo xeneise.
Desde su más tierna edad está inmerso en el mundo del cine, cortesía de un padre que semanalmente lo llevaba a las clásicas salas platenses para disfrutar de todo tipo de proyecciones. ET era lo mismo que Poltergeist o IT. La experiencia era absoluta, un goce capaz de alterar la mente y el rumbo de cualquier persona.
A sus cinco años, la primera visita al cine fue en ocasión del alienígena amigable de Steven Spielberg. Más tarde, llegaría La Profecía, también de la mano de Don Raúl Moyano. “Soy un enfermo del cine de terror desde que mi viejo me quemó la cabeza para ver películas inimaginables. Me llevó a todo”, comenta en tono de gratitud. Hoy, la familia Moyano comparte su pasión cinéfila con todo el mundo a través de El Pacto Copernico, programa semanal emitido por Radio Cantilo. Allí, durante dos horas, toda la familia comparte conocimientos y calidez con protagonistas de la industria de nuestro país y otros invitados internacionales.
En la semana, Moyano despunta el vicio cinéfilo en la misma emisora junto a dos voces clásicas: Bebe Sanzo y Juan Di Natale.
Más allá de la FM, la vida de Moyano está entregada al cine. Una dedicación total hace que salte del desarrollo de un guión a la edición de un trailer y desde allí a la grabación de algún corto, película o serie. En ese orden o todo mezclado, en un caos amoroso donde casi no hay silencio ni tiempo muerto entre proyecto y proyecto. Si hay reposo, entonces es tiempo de viajar, los festivales siempre están recibiendo a Moyano como jurado, programador, expositor o tallerista.
Además, entre todas esas actividades, se hace tiempo para ir al cine, por supuesto.  Mientras estas líneas se escriben Moyano cuenta las horas para el estreno de Glass. Para ser justos, Hernán estuvo invitado a la función privada de la la última cinta de M. Night Shyamalan, pero no simplemente no llegó. Aguardando el momento tan esperado, promueve los maratones del director indio. “Hay que concientizar al público sobre la importancia de este muchacho”, agita expectante.

Decidido a mantenerse alejado de los flashes y las internas vanidosas de la industria, Moyano concentra sus energías en posibilidades que lo potencien. Sus decisiones laborales le esquivan a los lugares comunes y a la comodidad, siempre en pos de una curiosidad estimulante. Optimista del gol, siempre en dirección certera hacia la superación, decide desafiar a la probabilidad por más intimidante que resulte.
En contra de los prejuicios de la industria nacional, luego de estudiar se dedicó de lleno a la producción de cine de terror con su productora, Paura Flics. Desde allí llegaron estrenos como Habitaciones para turistas (2004), Grité una noche (2005), 36 Pasos (2006), No moriré sola (2008), Masacre esta noche (2009), Sudor Frío (2011) y Penumbra (2011), todas dirigidas por Adrían García Bogliano.
La lógica operativa sugiere una base centralizada en Buenos Aires, con todo un equipo instalado y viviendo allí, sin embargo, cada proyecto desarrollado y terminado se hizo en un ida y vuelta entre la ciudad de las diagonales y Capital Federal.
Luego de dos décadas de trabajo por todo el territorio nacional y emprendimientos en el plano internacional, marcar a La Plata como el centro de su universo siempre fue una prioridad no oficializada para Moyano. Según remarca el cineasta, haberme formado y hacer mi recorrido en La Plata estuvo buenísimo. De haber tenido que hacer todo en Capital hubiera costado todo mucho más y no sé si hubiera tenido la continuidad. Estando tan cerca de Capital me permito pivotear entre ambas ciudades. La distancia, por más corta que sea, nos sirvió también para diferenciarnos. En un época había muchos grupos de gente realizando terror, pero nosotros siempre éramos los chicos de La Plata. En Capital le pasó lo mismo a los chicos de Farsa, que estaban en Haedo. Ellos eran los de Haedo, nosotros los de La Plata. Antes de hacernos un nombre, nos identificaban así. Lo positivo de vivir en nuestra ciudad es que si necesito algo, hasta lo más puntual del mundo del arte o de la cultura, tengo todo acá, en mi ciudad. Me puedo vincular con músicos enormes, artistas plásticos, diseñadores, actores, lo que te puedas imaginar. Al mismo tiempo, como ya dijeron muchos músicos famosos, La Plata tiene la Calle 32, la que rodea a la ciudad, que es una frontera que te tira para adentro. A muchos se les hizo difícil eso. Nosotros, por suerte, arrancamos teniendo repercusión en Capital o en el exterior. Acá, en La Plata, creo que recién ahora se reconoce un poco más el laburo que hice. Siempre somos más de estar mirando para afuera”.
Acerca de la construcción de su personaje, un workaholic obsesivo que se pasa veinticuatro horas produciendo, Moyano observa que “no voy a los eventos, no estoy en las premiere, cuando puedo voy a los festivales, pero no estoy en las fiestas ni tampoco estoy figurando todo el tiempo. Eso te sirve porque tenés una imagen de siempre estar produciendo. Las redes sociales ayudan a construir un imagen pública medio extraña. La gente piensa que yo no duermo, que no paro nunca de producir. Para eso me sirvió estar acá, bien corrido del centro de actividades que es Capital”.

II

El pasado otoño un anuncio internacional ubicó a Moyano entre los pasajeros de un viaje que promete extenderse por años. En mayo, durante el 71° Festival de Cannes se confirmó que El Pulpo Negro, la miniserie protagonizada por Narciso Ibáñez Menta que rompió récords de audiencia en los 80, tendría su nueva versión como película y también en el formato de serie.
El guión será escrito por los españoles Luis Murillo -autor original– y su hijo, Luis Murillo Arias, con el objetivo de mantener el espíritu de la legendaria serie pero aggiornada a los tiempos actuales.
Estará dirigido por los hermanos Luciano y Nicolás Onetti, quienes en el Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya (SITGES) recibieron el premio a los directores más prometedores.
Contactado por los hermanos Onetti, Moyano será uno de productores de la nueva versión. Desde su anuncio, el proyecto generó revuelo y expectativa en tres continentes, recibiendo ofertas inesperadas de actores, productores, directores y más, mucho más. En definitiva, nadie quiere quedarse afuera de esta nueva vuelta del inolvidable clásico.
Adentrándose en El Pulpo Negro, el platense pausa la emoción y trata de explicar. Sabe que semejante desafío exige responsabilidad con el público que atesora el programa desde hace décadas. Más de tres generaciones crecieron con un legado de culto que fue pasando de mano en mano por coleccionistas. La responsabilidad, además, reside bien adentro suyo, ya que el propio Moyano es uno de los cultores del aura inmortal de la serie protagonizada por Ibáñez Menta.
“El proyecto lo impulsa Nicolás Onetti, uno de los hermanos que va a dirigir”, precisa Moyano. “Los Onetti vienen de dirigir cine independiente de terror. Siempre nos sentimos muy reflejados trabajando en el campo del terror, hubo identificación entre nosotros”.
Ellos ya me habían propuesto producir su película anterior Los olvidados (2018). “En ese momento les dije que no, porque estaba cansado de producir”, confiesa el versátil nativo de La Plata. “Cuando hace un tiempo me abordaron por un proyecto nuevo volví a rehusarme. Pero me insistieron hasta que accedí a una reunión. Cuando me dijeron que era El Pulpo Negro, me desarmó. Yo tendría unos siete años cuando la pasaban, pero me acuerdo patente de espiar el tele cuando mi viejo estaba mirando. Recuerdo el miedo. Hasta hoy siento la sensación que me generaba”.
A partir del primer anuncio en el certamen francés, las noticias, rumores y expectativas crecieron con enormidad en los medios especializados así como también en el buzz de la Internet.
En Cannes se dio a conocer la noticia y se armó un revuelo bárbaro. Parece mentira todo lo que generó el nuevo proyecto así como también el tremendo recuerdo que mantiene el original hasta hoy.  Si bien es el proyecto más flojo de Narciso, es el que más recordado por la gente. Todo el mundo la recuerda como un hito. Hoy no resiste un visionado, no envejeció bien. Pero quedó una sensación que se paraba el país para ver al programa en los ochenta”.
Más allá del fandom, la fiebre por el proyecto generó ansiedad en el seno de la industria, donde además de recibir contactos de productoras de tres continentes diferentes, llegaron expresos deseos de actores para anotarse como protagonistas.
Es una marca registrada y un producto ya fijado.  Arrancamos ganando. Todo sigue creciendo. Estamos sumando productoras de España y Nueva Zelanda. Ahora estamos trabajando en los guiones. Hay que ir con cuidado. La expectativa es muy alta. Hay que partir de un buen guión. Hay actores de primera línea del exterior que se quieren sumar, sólo por la figura de Narciso. No hay un guión o un bosquejo y tenemos llamados de actores internacionales que quieren acercarse a las lecturas. Creció todo en muy poco tiempo. Es una responsabilidad gigantesca. Vamos con calma. Aprendí que esto no es un carrera de velocidad, es una carrera de distancia. Hay que con paciencia. Es un proyecto que me vuelve loco”.

III

En 2017 Moyano estrenó la animación en formato Fulldome Belisario, el pequeño gran héroe del cosmos, declarada de interés cultural a nivel nacional, provincial, local y universitario.
Belisario marca un hito tanto en Argentina como en toda la región. Se trata de un proyecto pionero del Fulldome en sudamérica. Actualmente el Fulldome es el formato audiovisual más grande del mundo, capaz de generar un entorno inmersivo al ser proyectado sobre la cúpula semiesférica de un planetario o instalación similar. Junto con un sonido envolvente la experiencia sensorial inmersiva se completa sin recurrir a dispositivos auxiliares como es necesario en el 3D o en la realidad virtual.
La aventura del ratón astronauta se convirtió en un éxito que durante más de siete meses agotó entradas para cada una de sus proyecciones en el observatorio platense. Durante las primeras semanas, la demanda fue tan alta que las filas para procurarse una entrada se extendieron por algo más de una cuadra.
El éxito popular pronto se vio acompañado por las buenas críticas que llegaron desde los medios locales, pero también desde el exterior, gracias a que un puñado de periodistas especializados y realizadores de la animación Fulldome  pudieron acceder a Belisario.
Lo que en un primer momento fue una apuesta arriesgada y casi desquiciada por parte de un pequeño grupo de realizadores platenses probaría ser un éxito rotundo dentro de la exploración y el desarrollo del Fulldome sudamericano.
El formato me conquistó desde la primera vez que lo vi” sostiene Moyano. Luego admite que, ante todo, adentrarse en el formato Fulldome significaba un reto imponente. Sin contar con un presupuesto abultado, careciendo de elementos técnicos precisos, aprendiendo un nuevo lenguaje tecnológico, Belisario era un riesgo total, una apuesta que desde afuera no auguraba resultados alentadores. Pero Moyano y su equipo fueron a fondo. Con una visión clara del resultado final, desestimaron las probabilidades intimidantes de la lógica ajena.
Era una enormidad y un desafío meterme con el Fulldome”, confía sobre el primer momento en que decidió ir a fondo con el proyecto. “Todavía tengo ganas de hacer cosas porque me encuentro con problemas a resolver. Una película que me encanta es Las cinco obstrucciones de Lars Von Trier. Allí le plantean a cinco directores rehacer un corto que ya existe. Los tienen que rehacer pero con diferentes limitaciones. Eso me parece seductor. Me acostumbré a trabajar así. Hay mucha adrenalina en eso. Desde mi primer trabajo hubo limitaciones, siempre había que resolver. Ese entrenamiento te va dando la claridad de saber dónde poner el foco y dónde no”, comenta.
El formato Fulldome me planteaba un montón de problemas. Fue salir de la zona de confort una vez más. Fue una inconsciencia, en realidad. Me metí de lleno en un proyecto como Belisario sin saber si alguna vez iba a poder terminarlo. No había material técnico, ni para leer ni para revisar. No había plata, el equipo técnico estaba conformado por menos de diez personas. En Nueva York una producción de este tipo tarda cuatro años y gastan  cuatro millones dólares con un equipo de cincuenta personas. Acá teníamos 80.000 pesos y éramos nueve. Tardamos año y medio. Si pienso las cosas empíricamente, no lo hago. Spock no tomaría el riesgo, pero siempre fui el Capitán Kirk. Vamos a hacerlo, dale, no sé cómo, pero lo vamos a hacer. Eso me sedujo de la iniciativa. La película se sigue proyectando a sala llena, agotando las funciones. Pasaron más de 70.000 personas por el Planetario”.
“Luego de eso hice un documental Fulldome llamado El camino eterno. Ahora estoy encarando otro proyecto, una serie de animación, pero en 2D. Cambié otra vez. Estoy a punto de volver al terror. Me seduce cambiar. Siempre se dice que lo más complicado de hacer es dejar un éxito. Creo que dejar un éxito es lo más sano que se puede hacer. Una vez lo hablé con (Manuel) Moretti: dejar atrás un éxito es saludable porque no te quedás atado, pero lo negativo es que no llegás a disfrutarlo, tampoco. Te mete en una dinámica de terminar el proyecto y estar pensando en lo que está por venir. No hay un momento de disfrute en sí. El proceso es lo único que se disfruta. Me pone contento que vaya gente, que sigan llenándose las funciones, pero que venga otra cosa”.

IV

Con el recaudador estreno de Glass, y a pocos meses del éxito mundial de la última entrega de Halloween (David Gordon Green, 2018), el cine de género deja en claro -una vez más- su eterna capacidad de supervivencia dentro de una industria cada vez más nutrida de esteroides digitales y lugares comunes.
El reciente capítulo de la  saga de Michael Myers es la prueba más fresca del auge del terror y de un universo de género que toma las salas y las plataformas de streaming como Netflix o Hulu. Pero mientras las nuevas producciones siguen generando inquietudes y angustias liberadoras por todo el mundo, todavía restan prejuicios que vencer, tanto en la crítica como en la industria.
Moyano, un creyente eterno de las virtudes del cine de género, luchó toda su vida contra el desdén de quienes bajan su pulgares y vomitan su condescendencia con este tipo de producciones. Tan listo como acostumbrado a dar batalla, el platense aclara que la actualidad es esperanzadora a pesar de tanto prejuicio. Hoy veo el panorama actual de cine de terror latinoamericano y es como vivir una bonanza”, reconoce confiado.
En la época en que empezamos nosotros había que romper el prurito del cine digital, que no existía. Lo primero que nos tocó hacer fue empezar a filmar en digital. Nuestra primera película la hicimos en el primer prototipo de cámara digital que llegó al país. Tanto docentes como personajes de la industria nos decían que era una moda pasajera, que no tenía sentido gastar energías en el digital, que iba a desaparecer. Nosotros arrancamos peleando contra eso. Lo del cine de terror venía de antes, ya desde que nosotros realizando cortos éramos mal vistos en la facultad, los bichos raros. En los pasillos se referían a nosotros como “esa gente que hace terror”. No solamente era un prejuicio de los docentes, algunos compañeros eran parte de eso, también. A sus ojos éramos freaks”.

– Arrancaste en una Argentina post 2001. En aquella época había distintos grupos que buscaban hacer terror. Eran como islas que todavía no sabían de la existencia de los demás. Los festivales o la misma Internet los fue uniendo. La perspectiva del tiempo indicó que hubo algo bien generacional allí, había que sublimar una carga bien pesada. Por supuesto que las lecturas prejuiciosas prevalecieron por sobre lo que esas producciones intentaban señalar.

Lo que pasaba era que distintos grupos en varias partes del país estaban en la misma que nosotros, estaban sufriendo el mismo prejuicio. Recién estaba surgiendo la Internet, entonces no teníamos idea que había gente en la misma. Cuando nos empezamos a cruzar en las primeras ediciones del Festival Rojo Sangre nos dimos cuenta que estaban atravesando lo mismo. Compartimos anécdotas que eran espejo. Estábamos en la misma, todos. Eso mismo ocurrió cuando trabamos contacto con realizadores de otros países de Latinoamérica. Ante este prejuicio, empezamos a hacer. Primer paso, hagamos para mostrar qué es lo nuestro. Obviamente que lo hicimos con herramientas mínimas. El acabado que podían tener nuestros productos estaba lejos de ser aquello a lo que la gente estaba acostumbrada a ver. Lo nuestro distaba de lo que llegaba de afuera, eso mismo tenía la gente en la cabeza. Siempre hubo rechazo a ese tipo de producciones nacionales y latinoamericanas. A lo largo del tiempo, con algunas películas puntuales que marcaron un hito, fueron modificando esa percepción. Nuestra primera peli se estrenó en Estados Unidos y tuvimos críticas del New York Times y New York Post. La gente puede ser muy snob, entonces cuando el New York Times dijo que éramos un equipo para tener en cuenta recién ahí se nos empezó a mirar distinto. Pero para eso tuvieron que pasar cinco años de estar produciendo con las miradas miradas recelosas sobre nuestras cabezas.  Ese prurito acá en Argentina siguió hasta que pudimos hacer Sudor Frío, ahí demostramos que una película nacional de terror podía ser taquillera. Hasta entonces, los productores no apostaban por el cine de terror argentino. Hoy por hoy, apuestan, pero la mayor repercusión siempre viene del exterior. Quienes hacemos terror nos acostumbramos a no pensar en nuestro país. Es triste, pero no estamos pensando en el estreno nacional. Miramos pensando en lo que viene después. Hay algunas películas que la gente ha ido a ver de manera recelosa o de casualidad, por ejemplo  Aterrados (Demián Rugna, 2018), que logró casi una unanimidad que toda la gente que la vio se sorprende y habla maravillas. El resto hemos tenido mucho más suerte en el exterior que acá, siempre.

– El cine de género latinoamericano está teniendo un alcance inédito, capturando la atención de la industria, o al menos de quienes toman las decisiones significativas. El anuncio del regreso de El Pulpo Negro causó un revuelo bárbaro, generando un acercamiento desde lugares impensados.  ¿A qué se debe semejante llegada?

En la actualidad la llegada al exterior es mucho más fácil. En la época en que éramos estudiantes era todo muy difícil. Por aquellos días se estrenaba una única película latina en Estados Unidos y siempre era la que había sido nominada al Oscar. El año que nosotros presentamos Habitaciones para turistas, se había estrenado un documental colombiano llamado La Sierra, que había sido nominado al Oscar. Esa fue la única película latina que se había estrenado. Eso fue creciendo. Hoy los latinos medio que dominan la industria. Tenés a los Cuarón, los Del Toro, los Muschetti, Fede Alvarez. Son directores que son ultra taquilleros y que están en la primera línea. Lo que tiene que ver con las productoras y con las distribuidoras están muy atentas a todo lo que tenga que ver con el cine de terror latino. En un momento fue el auge del cine de terror asiático. Tenías cine de terror japonés, chino o hongkonés y ninguna película tenía nada que ver con la otra. ¿Por qué? Cada uno tiene su color, su idiosincrasia. Cuando Estados Unidos empezó a mirarlos a ellos y arrancó con las remakes como The Ring o The Grudge, el cine de terror oriental empezó a perder el rumbo, se empezaron a repetir, fueron perdiendo su identidad. Cuando se acabó la moda y Estados Unidos se olvidó de ellos, quedaron sumidos en una nebulosa en la que todavía están tratando de recuperar su identidad. Latinoamérica nunca hizo eso. Cada país tiene un colorido propio. Por más que Estados Unidos haya puesto los ojos en películas y directores latinos, cada uno sigue haciendo la película que quiere hacer con un color bien diferente y único. Los productores americanos y europeos más importantes te dicen que el cine de terror más atractivo y que más innovación presenta es el latinoamericano. Están todos mirando para acá. Si hago una película y la difundo por redes, me van a llegar invitaciones para festivales como ofertas para distribuir la película. Me van a llegar contactos de distribuidores, de agentes de venta, algo impensado en la época que empezamos. En ese entonces, por falta de Internet o por ser los nuevos, teníamos que salir a buscarlo todo. Si se daba, capaz que era por mera casualidad, porque alguien la vio en un festival, o alguien recomendó la película. Hoy hacés una película de terror acá y ya tenés un pasada en Cannes, en la sección especializada.

– Por estos días cualquier multisala está cooptada por las películas de franquicias varias. Cada complejo está ocupado por los tanques, animaciones de marcas como Pixar, algún estreno nacional que resiste. Parece ser siempre así, no importa qué cadena sea. Sin embargo, como alternativa siempre confiable, está la película de terror. El cine de género probó ser un sobreviviente redituable.

Tanto el terror como la comicidad te permiten una experiencia de escape. Asustandote o riéndote, vas disfrutar un corte. Hoy no se venden proyecciones, se venden experiencias. Si vos escuchás las campañas publicitarias que hay dando vueltas, hablan de experiencias. Desde productos hasta la industria del entretenimiento. A la gente no le alcanza con una película, necesita que le vendas una experiencia. El terror y la comedia son los géneros que siempre funcionan, por eso son taquilleros. Además esos géneros nacieron durante las crisis en EEUU. En épocas difíciles tenían cientos de actores, actrices y técnicos bajo contrato pero sin laburo, entonces para ponerlos a laburar los ponían a filmar películas de género. Ahí nace la Clase B. Eran películas de presupuesto magro que resultaban taquilleras. Una película para que sea negocio debe triplicar su presupuesto en la recaudación. Por eso vemos que Halloween que costó diez millones de dólares, nada para la industria de EEUU, recauda ochenta a nivel mundial en los primeros días. Además es una película clasificada R, prohibida para menores. No respires, del uruguayo Fede Alvarez, costó nueve millones y recaudó ciento sesenta millones de millones.  El terror va a seguir estando siempre.

– Desde hace algún tiempo muchas voces proclaman que el cine dejó las salas, que ahora todo es pirotecnia efectista; que los autores emigraron hacia las series. La discusión es larga, pero también es parte de una evolución ese desplazamiento. En tu caso, pasaste por todas las experiencias y estadios. ¿Cómo ves la situación?

La industria cambió un montón. La gente que hoy paga una entrada al cine es un público que tiene un rango etario entre los quince y los treinta y cinco años. Ese público cuando vos estrenás una franquicia sale corriendo a comprar la entrada. El hábito de consumo dice “vamos corriendo a verla, no importa qué es”. De treinta y cinco para arriba la gente ya elige muy puntualmente qué ver. La industria norteamericana estudió todo esos hábitos de consumo, por eso se produce así. Cualquier drama intimista hoy viene desde una productora independiente, el resto es mainstream. Antes había un circuito que la película tenía: el estreno en el cine, la edición en VHS y la pasada en televisión. Ese era el circuito lógico. Hoy podés no estrenar en cine, podés estrenar en una plataforma o vender tu película a hoteles de lujo que tienen programación exclusiva. La aerolíneas son otra opción. Podés vender a empresas de celulares. Tenés Netflix, Hulu, Amazon. Ni hablar de otros sistemas europeos. El cine de autor ya no necesita la pantalla grande. Creo que hoy cada película tiene una pantalla ideal para que se disfrute. Antes mi sueño era estrenar una película en cine, hoy no. Me da lo mismo estrenar en cine. ¿Por qué? Es un stress. Estás cinco años para hacer una película para que después esté una o dos semanas en cartelera. Te quemás la cabeza por mil motivos que están más allá de tu control: En la misma semana te estrenan quince tanques, la distribuidora no te pelea la cantidad de salas, el exhibidor no te pasa el trailer que ya pagaste, que los carteles no se cuelguen. Hay mil cosas. Nuestro sueño, antes de todo, era estrenar una película en el cine. Hoy, la verdad, el sueño es que la película se vea, que llegue adonde tiene que llegar. Una película de terror te asegura dos años de festivales por todo el mundo. Todo el tiempo están vaticinando la muerte del cine, pero cada año hay una película que rompe los récords de recaudación. El problema real llega cuando pensamos que todo se decide en las salas. La industria va a sobrevivir si se acomoda a los tiempos. Si hacemos las películas pensando nada más que en las salas, estamos muertos. Muchos estrenos nacionales están pensados únicamente para la sala y mueren acá. Las películas de terror tienen un recorrido internacional impresionante, algo que una comedia o un drama no tiene.

 

TXT – Lucas Canalda
PH – Renzo Leonard

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