EL ENCIERRO COMO POSIBILIDAD

La fructífera dupla conformada por Mariano Cohn y Gastón Duprat presenta 4×4, película protagonizada por Peter Lanzani, Dady Brieva y Luis Brandoni.
En clave de thriller, el filme dirigido por Cohn busca encender el debate sobre inseguridad y justicia por mano propia.

Mariano Cohn y Gastón Duprat están de regreso. Después del éxito de El ciudadano ilustre (2016) y de Mi obra maestra (2018), la dupla presenta 4×4, un filme claustrofóbico dirigido por Cohn que busca elevar interrogantes y catalizar una discusión nacional sobre inseguridad, odio de clase y justicia por mano propia.
Llegados a Rosario en plan promocional, Cohn, Duprat y Lanzani conversaron con Rapto sobre el desarrollo de la película, la posibilidad de debates y la pasividad del cine argentino para relevar ciertas problemáticas.

Alerta de spoilers

Una lujosa 4×4 está estacionada en la vereda de un barrio como tantos de Buenos Aires. Es un pasaje o una cortada; un escenario de rutinas y hábitos predecibles entre carteles de seguridad privada y vigilancia vecinal, cámaras, rejas, alambres, perros y alarmas de todo tipo.
El territorio está delimitado y se achica aún más en un bucle introductorio que se apropia de del primer minuto del filme. Antes que el cronómetro marque el tercer minuto, una lujosa 4×4 Predator se impone protagonista de la calle. Es una presa indefensa e irresistible en medio del transcurso rutinario de los vecinos.
Haciendo gala de una maestría para el oficio, un chico entra en la camioneta para robar. Lo hace en unos pocos movimientos, dinámico y efectivo. Dentro del vehículo, encuentra unas gafas, pero nada de dinero. Papeles, revistas, nada de valor. El sistema de sonido es un premio que también es obtenido con facilidad. El trámite está listo. Antes de irse, el ladrón deja un regalo simbólico para el propietario. Listo, es hora de volar, pero cuando quiere salir, no puede. Las puertas no responden, los vidrios y los controles tampoco. La camioneta es un bunker blindado inexpugnable que no cede ante sus herramientas ligeras o la barreta de acero. La desesperación se desata cuando ni siquiera a balazos se puede hacer mella en la 4×4.
Entrampado, en una de las mejores celdas que el mercado puede ofrecer, Ciro es prisionero del propietario del vehículo, el doctor Enrique Ferrari (Dady Brieva), un obstetra con los días contados que no tiene nada que perder.
Victimario deviene víctima en un proceso de degradación paulatina que ocupa el primer tramo del filme. Lanzani se luce en un despliegue físico y gestual poderoso que es potenciado por una fotografía detallada.
Cohn se toma su tiempo para todo. Para la asfixia (del personaje y del público), para develar datos significativos que arrojan pistas sobre quiénes son ambos personajes. Lanzani, siempre en cámara; Brieva, vía telefónica, aplicando castigos y otorgando ofrendas que hacen extender el suplicio.
El director toma el camino de cine de género para llevar adelante una historia de desesperación, claustrofobia y suspenso. El camino de referencias para 4×4 data desde la década del setenta, siendo La Cabina (1972) de Antonio Mercero, el primer antecedente. Phone Booth, esa reimaginación del clásico telefilm español a cargo de Joel Schumacher también forma parte del marco referencial. Más cercano a estas fechas son Buried (Rodrigo Cortés, 2010), ATM (David Brooks, 2012) y Room (Lenny Abrahamson, 2015). Algo de 127 Hours (Danny Boyle, 2010) también puede remitir al desempeño gestual de 4×4.
Durante el primer acto, la película atrapa y no suelta. Cohn acierta al unificar la respiración de la sala. Pero pronto todo empieza a decaer cuando el personaje de Brieva empieza a mostrarse como un psicópata que se vuelve predecible, abundando en fórmulas de manual. La intención de elevar interrogantes, de elaborar disparadores para que el espectador se lleve una vez finalizada la función, no termina de lograrse.
Mientras segundo y tercer acto se suceden, la idea de multiplicar la diversidad de opiniones y puntos de vista de la ciudadanía termina empantanada en un hartazgo de clase media y lugares comunes que abruman redes sociales y comentarios de portales de noticias. Las voces de los vecinos son un coro de trasfondo, el mismo ruido cotidiano que achata la posibilidad de discusión o de encaminarse a verdaderas reflexiones.
Sería inapropiado resaltar los desaciertos y quedarse allí. La nueva película de la sociedad Cohn/Duprat tiene varios y muy buenos aciertos: un ritmo trepidante que no suelta por los primeros cincuenta minutos; un estupendo desempeño del joven Lanzani; diseño de sonido y fotografía excelentes, que prueban ser los principales aliados técnicos de director y protagonista. Además, Cohn logra exponer la creciente -y obscena- brecha social en la Argentina. Lo consigue con sencillez, sin sobreesfuerzos, cuando simplemente quiere hacer notar su voz y no una pátina de posturas que no deje afuera a nadie.
Otro acierto del filme es darle forma a la paranoia omnipresente en cualquier escenario urbano de nuestro país. Es un paranoia que dispara hacia cualquier dirección y atraviesa a todas las clases sociales.
Es destacable, también, el atrevimiento de adentrarse en terrenos poco visitados en el cine argentino: ojo por ojo, inseguridad, la vacua sobreexplotación mediática de una problemática cotidiana que se vive por todo el país.
No cerrar el filme con una bajada clara y elocuente fue decisión consciente de Cohn. Se pretende disparar un debate y que la audiencia tome la palabra, pero 4×4 se siente inacabada. Es cine de género vertiginoso pero que al abrirse de la claustrofobia, se resiente por pocos pero significativos clichés y la ausencia de certezas.

Duprat

Gastón Duprat está al borde de los cincuenta años, pero no aparenta la edad que acusa su DNI. Posee una mirada sajona y es cuidadoso con las palabras. Esa economía de su verba se libera cuando entra en confianza pero, principalmente, cuando escucha observaciones sobre su trabajo. Extraña a Laiseca, confiesa, esbozando una sonrisa cuando recuerda al escritor.
El año pasado con Mi obra maestra, todas las miradas estaban puestas sobre él. El primer proyecto de la dupla Cohn/Duprat que llevaba una firma individual. Ahora, en ocasión de productor, su rol está más relajado, acompañando al estreno, entusiasmado por la película y por todo lo que está por venir. En unos meses ambos parten hacia España, para filmar un proyecto con elenco de primeras figuras del viejo continente. Ese desafío los tendrá otra vez comandando como dupla.
Con Televisión Abierta o Cupido, siempre hicimos cosas juntos, medio que alternando”, señala sobre el cambio de roles para la seguidilla Mi obra Maestra-4×4. “Después de El Ciudadano Ilustre, proyecto con el que tuvimos éxito, pudimos filmar con mayor comodidad. Nos dimos la oportunidad de aprovechar, de filmar dos películas. Un director solo no puede hacer dos películas al hilo. No te da la cabeza, no te da el compromiso físico. Eso sólo es posible si se trata de directores diferentes, si no se te fríe la cabeza”.
Luego del trabajo promocional y el estreno en nuestro país y otros mercados, la sociedad creativa parte hacia Europa. Mientras la expectativa por lo que está por venir es desbordante, 4×4 está primera en la lista de prioridades.
Cohn y Drupat esperan un revuelo cuando la película llegue a las salas. Imaginan discusiones y debates que comienzan justo al final, cuando las luces se encienden y el público se va pinchado por lo que acaba de ver. Según Duprat, no buscan controversia. Esperan que el disentimiento de la cena post film catalice un debate nacional. Por lo pronto, cumplieron su primer objetivo: que el cine argentino trate temas urticantes como la justicia por mano propia o la inseguridad urbana.
En nuestro país, la apuesta está realizada y saben que las críticas van a ser contrastantes. Quieren el debate en el cine, en la sociedad. Pero mientras que en su país buscan esa discusión, a la película le espera un largo recorrido por las salas del mundo. ¿Cuál será la reacción de las audiencias extranjeras? ¿Qué percibe de 4×4 un sociedad que ya pudo resolver la problemática de la inseguridad?
Duprat responde con fluidez, explicando la observación que devino de esas preguntas cuando hace meses, 4×4 fue exhibida para los distribuidores: “La primera vez que la película se mostró fue en Ventana Sur, mercado de compradores internacionales. A la película la compró una compañía francesa muy grande en una cifra récord para el cine argentino de todos los tiempos. La película más cara. Ellos veían un thriller. Ahí no existe nuestro problema. Es un thriller a secas. No estaba atravesado por nada. Simplemente la historia de un ladrón. Para una mirada europea con este tema, en algún punto, más o menos superado, ya sabe qué hacer en un caso así. No hay debate sobre eso. Les queda el thriller seco. Cero ideologías”.

– ¿Qué llegó primero, la idea de generar debate sobre justicia por mano propia e inseguridad o la premisa de un ladrón atrapado en su propio robo que funcionaba como catalizador?

Fue lo segundo. Surgió la idea y nos gustó. Es una idea que tiene muchas limitaciones pero en esas mismas limitaciones se pueden leer posibles virtudes. Limitaciones de espacio, ¿cómo filmar una película entera dentro de una camioneta? Eso era muy atractivo. Después, atravesar eso con el tema de la violencia ciudadana, nos pareció explosivo. En los últimos diez o quince años se habrán filmado más de tres mil películas en Argentina. No recuerdo ninguna que aborde este tema, siendo central para todo el mundo. Ese fue el principal motor. Todavía no se estrenó pero se ha mostrado a muy poca gente y ya surgió ese debate. Que la película piensa mal por tal cosa, que es muy de izquierda, que muy de derecha. Hay mucha hipocresía, una gran distancia entre lo que se piensa y se dice.

– ¿Por qué te parece que el cine argentino no abordó el tema?

Por miedo a quedar mal parado. Miedo ideológico como un tapón. Las pruebas están a la vista, no había ninguna película sobre esto. Es un tema espinoso. Te puede dejar mal parado. Te pueden acusar de esto o lo otro.

– Lo mejor de la película es la primera hora. Es intensidad física y técnica. ¿No hubo una tentación de hacer por completo un thriller claustrofóbico?

Así era la película en un primer momento. La acabás de describir. Sucedía todo en la camioneta. Después, viéndola, estudiando en detalle, nos parecía una hora que estaba bien y que iba a estar la necesidad de ventilar un poco la cosa, que se expanda. Sobre todo para que no quede una película con un programa tan visible atrás. La película que sucede toda en la camioneta. Iba a quedar muy esquemático el planteo. El acierto de tu pregunta me hace acordar a ese primer momento. Juro que era así. Lo abrimos al final, lo pusimos más discursivo. Creamos el personaje de Brandoni que no estaba en la idea original. Le agregamos todo eso. De todas maneras, diseñamos bastante, sí, el tema que la película no te deje con una idea muy clara sobre cuál es su punto. Buscamos que te deje medio perplejo. Eso está trabajado. No queríamos clausurar con candado el tema. Buscamos que el tema empiece cuando la gente sale del cine y se sienta a comer, a opinar, que se saque el miedo. Ni el propio equipo que hizo la película se pone de acuerdo sobre el tema.

– Sus películas tratan la dinámica disfuncional entre varones: Pángaro y Laiseca, Spregelburd y Aráoz; ahora Dady y Brandoni. En El ciudadano ilustre, podemos hablar de Oscar Martínez y el pueblo.

Tenés razón, somos eso. Salvo en Querida, voy a comprar cigarrillos y vuelvo (2010). Pero fijate que esa idea es de Laiseca. Es verdad lo que decís. Nunca lo pensamos en sí. Ahora, a la larga, puedo ver lo que decís. Nuestra relación, nuestra amistad, es un procedimiento que te genera pólvora todo el tiempo. De hecho, la próxima película que vamos a filmar en España, creo que es así también. Volvemos sobre esa dinámica.

Ciro

Hace seis años atrás Peter Lanzani apostó en grande al cine y al teatro. Rechazando la seguridad de la televisión prime time, el nativo de Belgrano se decidió a encarnar papeles que presenten un desafío bien lejano a la previsible cuna de oro de la factoría Cris Morena. El Clan (Pablo Trapero, 2015) lo mostró en la piel de Alejandro Puccio con respeto de la crítica y con un éxito de taquilla. El año pasado integró el elenco de la película más taquillera, El Ángel de Luis Ortega. A la actividad en la pantalla grande, Lanzani la complementó con protagónicos en la serie televisiva Un gallo para Esculapio (Bruno Stagnaro) y en la obra teatral Matadero bajo el comando de Redha Benteifour.
El personaje de Ciro es su siguiente paso en un derrotero hacia la superación y el crecimiento.
La película demanda una rigurosidad física rica en gestos y detalles que, durante la primera hora, son capturados y amplificados por Kiko de la Rica,  director de fotografía español, célebre por sus trabajos junto a Julio Medem y Alex de la Iglesia.
“Mucha parte del laburo en el set fue con Kiko, con quien estaba encerrado dentro de la camioneta”, indica el protagonista. “Lo que ayudó muchísimo fue haberlo grabado cronológicamente. Teníamos diferentes camionetas. Teníamos otras que se veían bien de afuera, otras bien de adentro. Íbamos cambiando constantemente. Con Mariano hicimos un estudio bastante grande unos tres o cuatros meses antes de rodar. Hicimos lectura página a página varias veces tratando de encontrar quién era el personaje, cómo era el lookete, tanto en fisonomía como emocionalmente. Ensayamos todo adentro de la camioneta, primero los movimientos, luego las heridas. Cuando empezamos con el rodaje ya sabíamos las atmósferas a tocar. Desde el minuto cero sabíamos quién era este personaje. Rodando, si por ahí golpeaba alguna cámara, ok, vamos de nuevo”.
A diferencia de los proyectores anteriores de la dupla, 4×4 reduce la oralidad de manera significativa. En cada producción que Cohn y Drupat entregaron en los últimos quince años la palabra fluye con soltura, sin cerco posible en personajes que abundan en el cinismo. 4×4 tiene una primera hora con un protagonista que habla (y desespera) en total soledad. Las palabras aparecen, pero como catarsis inútil ante la impotencia. Los diálogos son contados y medidos. La mayor parte del filme transcurre con Ciro siempre en cuadro. Entre angustias y padecimientos; desesperación y violencia, Lanzani lleva adelante la película con una intensidad física secundada por el trabajo de fotografía y sonido (a cargo del español Oriol Tarragó). Cohn, por supuesto, está pegado a todo.
Construir solo es difícil. Ese fue gran parte del desafío que se tenía. Eso ya estaba muy plasmado en el guión cuando Mariano me pasó su versión. Estaba bien claro qué se quería contar”, señala Lanzani. “El laburo era muy interno también. Soy de armarme líneas temporales, ver cuál era el cambio físico que hacía a lo largo de la película, tratar de ser escueto para no adelantar emociones o perder vuelta de tuerca en el guión. Es una película de género, te va engañando constantemente. Va teniendo aciertos a lo largo que transcurre la película. El laburo fue muy fino, mucha prueba. Mariano tiene bien en claro qué quiere contar, tiene una respuesta para todo”.

Cohn

Mariano Cohn viste elegante sport, íntegramente de negro. Con sus amplias gafas oscuras, es un doppelgänger del Calamaro circa Honestidad Brutal. Rulos entrecanos, una maraña que se sostiene por sí sola. Podría, además, ser el Dylan hostil que aterroriza periodistas a mediados de los 60, pero este ballesterense no tiene hostilidad y sonríe afable, entretenido, feliz de estrenar 4×4.
Con las gafas guardadas en el bolsillo de su saco, va directo a la acción, sin desperdiciar un segundo. “Creo que la película corre los límites de víctima-victimario”, aclara sobre el resultado final. Inmediatamente, agrega, “es necesario que hablemos de este tema. Hablemos, ahora. Es una foto de la Argentina 2019”.
En nuestro país a la película la van a ver de muchas maneras. La película tiene diferentes capas. Permite diferentes lecturas. En España, como un thriller. Quizás en otras partes del mundo, la lectura sea sobre la paranoia que está esparcida por otros actores como la xenofobia, terrorismo, inmigración. En ese punto atraviesa a todos los países, es un dilema actual contemporáneo que tiene que ver con el miedo”.
Cohn subraya que el tema de la violencia urbana y la inseguridad cotidiana es una problemática que particularmente sigue desde su juventud y que en los últimos años tomó conciencia que el cine, con toda la potencia que posee, nunca se había atrevido a meterse de lleno en el tema. Se describe como un observador de la realidad que busca interpelar al espectador.
Le vamos proponiendo al espectador, dosificando la información con la que conocés al ladrón encerrado, al justiciero y al policía. El espectador va cambiando de postura por toda la película. La idea es correr los límites. Son tres personajes que están fuera del sistema y que ya están de vuelta. En el caso del chico y del captor, ambos están dispuestos a matar o morir, a todo o nada, están fuera de todo, excluidos por diferentes motivos. El policía está de vuelta, no tiene nada que perder. Los tres están afuera. Hasta último momento uno está viendo qué posición está tomando”.
El director se va desatando de a poco. En su verborragia, se asemeja a muchos de los personajes que pueblan el universo que supo construir en más de quince años de sociedad junto a Duprat. Suelto, acelerado, inquieto, agita sus manos, se agarra la cabeza. Al momento de posar ante la cámara, sigue hablando, respondiendo o contando. Lo van a tildar de facho, de zurdo, de garantista y mil cosas más, dice. Lo sabe y admite que espera con ganas el momento de las críticas, reseñas y comentarios. Quiere que se discuta, que el cine irrumpa en las mesas familiares generando debates. Sabe que puede pasar eso porque ellos mismos no se pusieron nunca de acuerdo mientras hacían la película, ni tampoco cuando la terminaron. Pero había que ir ahí, arriesgarse. Entre flashes y órdenes de la fotógrafa de Rapto, dispara: “En este país te piden un carnet ideologico para hacer cine. Nosotros hicimos lo que sentíamos que teníamos que contar”.
Uno en su sensibilidad, observando alrededor, en cuarenta y tres años de vida, estaba irradiado en este conflicto. Detecté que el cine argentino no había tocado el tema. A partir de ahí, quise reflexionar, poner a disposición del público una especie de debate o interpelación que tiene que ver con la violencia, con la hostilidad, con la paranoia, con el miedo, con la inseguridad. La premisa se nos ocurrió por distintos casos de ladrones que fueron encerrados en vehículos o casas donde entraron a robar. Desde allí nosotros intentamos contar una historia. En un punto, eso actúa como un muy buen envase de la película”.
En esencia y por su origen, el cine de género no es otra cosa que una etiqueta que sirve para delimitar un producto. Cohn parte de esa esencia buscando camuflar una problemática que luego se manifieste ante el espectador. “Si nosotros nos ponemos a hablar de un tema sociológico como si lo hiciera un antropólogo, sería un embole. Acá se da ese gran motor que es una película de género, un tour-de-force, una película de encierro con un personaje sometido a una situación extrema. Esos fueron los dos motores”, puntualiza el director.
“El guión esperó a los actores posibles para la película. Guión en la mesa, empezó el debate. Entre todos nosotros, no hay acuerdo sobre este tema. Si nos ponemos a discutir vos y yo, tendremos una posición diferente, seguramente. Hay un debate que es mucho mayor que la opinión de una sola persona. El tema hace mucho que no se discute. O siempre se toma lo mismo. Esas fueron las premisas más importantes. Cada uno hizo su aporte, guionistas, actores, productores; yo como director traté que estén representados todos los puntos de vista: el del ladrón, el del médico justiciero, el del negociador que intenta resolver el conflicto, el de los vecinos. 4×4 es un fresco social de algo que está sucediendo ahora”.

– Uno de los principales aciertos de 4×4 es que arranca de manera inmediata. Noventa segundos transcurridos y Ciro está dentro de la camioneta. La primera parte, te agarra. Luego llega el resto de la construcción.

Es un crescendo. Hay lugares donde la película toma aire porque por momentos hay que parar para tratar de reflexionar y seguir. Sí, tiene dos partes la película. Primero, el cautiverio; después la película invita a la reflexión con este duelo actoral entre Beto (Brandoni) y Dady, los dos personajes más adultos que tienen un cruce dialéctico. Lo pienso como un duelo, o al menos así lo llamo. Entre ellos otorgan un final que invita al espectador a tomar posición sobre el tema.

– A diferencia de sus trabajos previos, 4×4 presenta una oralidad muy reducida. Los diálogos y, más precisamente, las palabras son muy importantes en sus películas. La misantropía de sus personajes se refleja en actitudes, acciones y ocultamientos, pero sobre todo en la verborragia. Acá se reduce drásticamente, lo mismo que la ironía.

La carga de humor está más contenida acá. Quizás se pueda leer algo de ironía o nihilismo en algunas cosas de 4×4. Está contenida la carga de humor así como también el punto de vista del director. Creo que, en ese sentido, el director está en el mismo punto de vista que los personajes. Mi idea con la película no es dar por cerrado un tema, es abrirlo, que la película respire. Está construida desde la contradicción, la ambigüedad, como sucede en la vida cotidiana.

Detalles

Para el rodaje del filme se construyó especialmente un decorado de más de trescientos metros lineales. La película se filmó íntegramente en estudios, donde se realizó escenográficamente un barrio típico de la Ciudad de Buenos Aires; un pasaje típico, tan encantador como genérico y anónimo; una cortada que reduce la enormidad de la megalopoli a un ejercicio de rutinas, hábitos y mismas caras vecinas.
Según Duprat, la decisión de construir un set con precisión extrema fue una locura, un lujo por el que apostaron. En el presupuesto final, la construcción detallista de la calle se elevó a tres millones de euros.
El productor, aclara, además que se utilizaron cuatro camionetas para el rodaje. A diferencia del costoso plató, los vehículos llegaron por canje, lo que significó un ahorro considerable.  Las 4×4 fueron adaptadas, desarmadas y modificadas para ser utilizadas en la filmación. “Las desarmamos según nuestra necesidad”, explica Duprat. Kiko de la Rica, director de fotografía, comandó las directivas paso a paso. “Cuando terminamos, las devolvimos en una bolsa, por pedazos”, comenta divertido el director de Mi obra Maestra. “Básicamente las usamos como un Lego”, agrega.
Uno de los aciertos del filme de Cohn es su arranque inmediato. A menos de tres minutos del inicio, la trampa está echada. En los primeros cuarenta minutos, entre desesperación, suplicios y misantropía, la mirada del ladrón cautivo hacia el exterior arroja detalles que no pasan desapercibidos. El cameo de un comediante de culto es uno. Tal vez el primero. Pero sobre las paradas de la cortada, hay dos detalles que se destacan y hacen ruido. Un manchado y gastado séxtuple promociona el estreno de El hombre de al lado 2, protagonizada, por supuesto, por Daniel Aráoz. Es un guiño que entusiasma al fandom de la dupla Cohn/Duprat y que inmediatamente genera reacción de señalarlo o, al menos, tomar nota mental.
Como fue todo construido simulando un barrio porteño, lo que hicimos fue aprovechar el espacio”, explica Cohn, contento ante la advertencia del guiño.
El afiche de El hombre de al lado 2, nació como un chiste en esta película. Teníamos que llenar el espacio de un séxtuple. Cuando hicimos eso hablé con Dani para contarle eso y él me tiró la idea de hacerla. ¿Por qué no? Hagamoslá. Te puedo contar la primera escena, así comenzaría la película en mi mente. Víctor (Aráoz) abre un ojito en la habitación del hospital, en el área de terapia intensiva, después de haber estado diez años en estado vegetativo. Se arranca el suero del brazo y sale caminando rumbo a la casa. Ese es el principio de la película”.
El otro detalle, revelado por las cámaras en apenas segundos es un graffiti que reza “Justicia por Ale Cohn”.
Describiendo las razones de la pintada en las paredes del set, el lenguaje corporal del director cambia, al igual que su respiración. Necesita explicarlo. Confía que lo hace ante cada oportunidad que se le presenta. Es una necesidad; un tema que lo acompaña de por vida: Es un pedido de justicia que llevo desde hace tiempo. Perdí un hermano en condiciones terribles. Él era diabético, le bajó el azúcar, llegó al Hospital de San Isidro Melchor Posse. Cuando dijo cuál era su problema no lo atendieron. Lo abandonaron en una camilla y después, cuando se dieron cuenta que se estaba muriendo, le hicieron unas prácticas médicas salvajes. Lo mutilaron, lo quebraron en mil pedazos, un daño irreparable que terminó en la muerte. Eso fue en un lapso de tres horas en una guardia de hospital. A raíz de eso se hace una denuncia penal. Todo el tiempo que estuve haciendo 4×4 fue atravesado por un pedido de justicia. Hay diez médicos imputados. El caso está por elevarse a juicio oral. Espero que se genere un antecedente. Que se aparte a estos médicos del ejercicio de la medicina. También que los responsables políticos lleguen ante la justicia. Se dedicaron a encubrir el caso durante mucho tiempo; a robar pruebas, a desaparecer libros de guardia. Básicamente se trata del intendente de San Isidro, el director de salud, la directora del hospital. No solamente no hubo colaboración sino que han robado documentación y se dedicaron a encubrir el caso. Es una búsqueda de justicia. Por eso ese graffiti en la película. Siempre voy a seguir a luchar para que eso no suceda”.

 

Txt – Lucas Canalda
Ph – Kümei Kirschmann
Ed – Agostina Avaro

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