FOXES: “SE COMPLICA QUE TE TOMEN EN SERIO CUANDO SOS UNA ARTISTA MUJER”

En línea directa desde Inglaterra, Foxes detalla The Kick el disco que la devolvió a las pistas de baile tras un periodo de alejamiento.
La artista comparte las lecciones y frustraciones de sus primeros años de carrera en una industria musical enfocada en seguir produciendo éxitos.

The Kick es el disco que devuelve a Foxes a las pistas de baile tras un periodo marcado por su alejamiento del circuito y la pandemia que irrumpió alterando los planes de todo el planeta. Como un acto reflejo al contexto de aislamiento y soledad, la nativa de Southampton  apuesta a las canciones bailables como el punto de reencuentro definitivo.
Trabajando desde su home studio, Foxes colaboró a la distancia con el productor Phantom Culture por Zoom desde el principio de la pandemia hasta que terminó el confinamiento más riguroso.
Inspirada por el deseo de libertad que el mundo compartió colectivamente durante los últimos 19 meses de encierro, la artista británica giró naturalmente los sonidos para alimentar ese escapismo y crear un disco que se siente cerca de sus raíces pop.
Foxes narra instancias de soledad para la banda sonora de una primavera boreal pospandémica mientras marca la cancha con un comeback sustancial.

 

Expuesta 

“Nadie te enseña a tratar con la exposición cuando sos una adolescente”, afirma Foxes con la seguridad de alguien que transitó etapas complejas, pero logró salir adelante. Se trata de una declaración de una mujer que vivió con intensidad una juventud impregnada con premios internacionales, tapas de revistas de varios países, giras mundiales en estadios y un puñado de hits que resonaron fuerte en toda Europa, Australia y Estados Unidos.
Semejante éxito resultó en detrimento de un bienestar emocional que marcó sus decisiones como cantante y compositora. Foxes siguió adelante cosechando sencillos populares hasta que fue demasiado. “De repente necesitaba veinte hits similares al primero, que salió de forma natural. ¿Quién puede mantener semejante exigencia?”. Louisa Rose Allen había tenido suficiente. Foxes se corrió del vértigo. “Fue la decisión correcta. Jamás tuve dudas”, confiesa ahora, mirando hacia atrás.
La entrevista ocurre algunos días después de una fecha en Manchester en la cual estuvo tocando canciones nuevas y clásicos de su repertorio. A priori parece que hablar de clásicos de una artista que apenas rebasa los treinta años es una exageración, sin embargo, resulta lógico cuando se considera que Foxes irrumpió en la escena británica en 2010, estallando al año siguiente. Sus primeros hits llegaron cuando Allen apenas estaba saliendo de su adolescencia tardía.
El vertiginoso despegue y permanencia en el candelero internacional durante los primeros siete años de carrera dejaron lecciones contundentes para Allen, quien debió manejar tanto lo bueno como lo malo sin manual de instrucciones.
Los primeros capítulos de su estrellato pop fueron fulgurantes, pero detrás del éxito las cosas iban demasiado rápido. Tanto mareo devino en una decisión: bajarse de todo. Muchas cabezas giraron cuando Allen comunicó su stop sorpresivo. Joven, magnética e inteligente: lo tenía todo para reinar y aspirar a ser una marca global. Alcanzar esa determinación no fue sencillo para Allen, no obstante, llegado el momento, dio un paso adelante. Detuvo el frenesí para terminar su relación con Sony y decantarse por una carrera independiente manejando el destino de sus días.
Foxes abrazó la certeza de explorar otras sensaciones. Cuando se refiere a ese tiempo no demasiado lejano, Allen habla con seguridad. Hoy repasa su propia historia sabiendo que la distancia le permite una perspectiva saludable. El proyecto Foxes sigue en pie porque se permitió elegir otra cosa. En algún momento sintió miedo, pero pronto pasó. Su actualidad podría describirse como saludable: música nueva, conciertos, cariño del público y mucho por delante.
No se trata únicamente de música. Ya no. Su familia sirve como piedra angular del resto de su vida. No sorprende que la charla vía Zoom sea desde la casa de su mamá en East London, un día extrañamente soleado, dice. Allen se reconoce como muy familiera y explica que “vivimos muy cerca con mi mamá y una de mis hermanas, casi en formación de triángulo”. 

Su EP debut es Warrior, que fuera lanzado el julio de 2012, junto a una gira de promoción por Estados Unidos. Meses más tarde llegó su primer bombazo poniéndole voz al sencillo Clarity de Zedd, que resultó ganador de un Grammy en 2012 y dominó las pistas de baile en todo el mundo, lo que derivó en un contrato discográfico con Sony Music.
A partir de ese preciso momento la escalada sería aún mayor con sencillos y discos de larga duración. Casi sin darse cuenta, estaba de gira mundial junto a Pharrell y Coldplay por estadios.
Mientras que los flashes se intensificaban, dentro de Allen la angustia empezaba a manifestarse en una frustración palpable. La condescendencia era moneda común en su ámbito. Sus ideas y decisiones terminaban en oídos sordos. Entendió que no estaba al control de su carrera. Era parte de una maquinaria que tenía otras prioridades antes que prestarle atención a una joven de 19 años.
“Escribí mi primer álbum en mi habitación, todavía en casa de mi mamá”, recuerda Foxes. “No esperaba tener que hacer un disco que debía sonar en la radio o vender millones. Era algo gigante”.
Después de media década de operar en el sistema de las grandes discográficas, se hartó de sentirse encasillada en el estrellato del pop convencional y concluyó su contrato con Sony, optando por otro camino. Se mantuvo alejada por un buen rato. Fueron años de calma antes de pensar en regresar haciendo las cosas a su modo.
Estaba recuperando el control”, declara Foxes, que ahora está promocionando el reciente The Kick, larga duración editado en febrero a través del sello independiente PIAS Recordings.
Allen habla de todo con generosidad. No le pesa su pasado. Tampoco siente necesidad de mostrarse superada. En la actualidad disfruta mostrarse con espontaneidad en sus apariciones públicas y desinhibida en contactos con la prensa. Parece que ya tuvo demasiado protocolo y etiqueta en su vida. Ahora le gusta abordar las cosas con claridad.
¿Qué es lo más complejo de ser una artista joven dentro de la industria discográfica? La primera pregunta resulta un disparador. Allen entiende algo: sus aprendizajes pueden ayudar a otras chicas que sueñan con una carrera propia. Desde ahí comparte las lecciones aprendidas. “Hay muchos asuntos que demandan atención, diría yo”, replica haciéndose eco de la pregunta. “Más de un par, en realidad. Teneme paciencia que puedo compartir unos cuantos”, agrega riendo. “Cuando sos joven nadie te escucha demasiado. Es una frustración enorme cuando recién empezás. Lamentablemente, es peor cuando sos mujer. Me parece que ya no es tan terrible como solía ser, pero cuando yo era más joven sentía que mi voz no siempre era tenida en cuenta. Eso es muy difícil. Se complica que te tomen en serio dentro de la industria musical cuando sos una artista mujer joven, pero creo que eso va mejorando”.
“De chica me resultaba muy complicado hacer escuchar mi voz en la medida que quería. Esa frustración se veía agravada porque no tenía demasiadas mujeres alrededor, además. La situación siempre es extraña. Nadie te prepara para esas cosas. Siendo tan joven estás en un estado muy vulnerable. Es importante proteger tu salud mental cuando sos tan joven. Creo que eso fue bastante descuidado cuando era una chica que recién empezaba. Puedo decir que eso va mejorando, pero todavía queda mucho por trabajar. Las cosas siempre están en movimiento, pero ¿cuántos cambios sustanciales puede haber yendo siempre tan rápido?”.
“Ahora hay muchas más mujeres en roles claves como en la producción musical. Me gustaría que hubiera más mujeres en la parte de A&R (artistas y repertorio) o en puestos ejecutivos, más dueñas de sellos. Entiendo que es muy difícil eso, pero lentamente va cambiando esa situación”, analiza de acuerdo a su propia experiencia. 

The Kick 

El mundo cambió drásticamente debido a la pandemia de COVID-19. Foxes se adentró en el manto introspectivo que marcó el confinamiento estricto para salir fortalecida. Como acto reflejo hizo del dolor una herramienta y propuso el baile como método exorcizante. Foxes quería bailar.
The Kick mistifica a la pista de baile como el espacio para la catarsis pandémica. Foxes parece tomar aquellas famosas líneas de Roxy Music, “Dance away the heartache/Dance away the tears” como la dirección a seguir. De hecho, aquel sencillo de 1979 del grupo liderado por Bryan Ferry daba señales de una cuasi conversión hacia la pista de baile disco en los albores de los ochenta. The Kick es una apuesta synth que ahonda en los sonidos de aquella época sin resignar su soltura indie que permite a Foxes atravesar las pistas de baile más convencionales hacia las más sofisticadas.
Los paisajes sonoros dirigidos por sintetizadores brindan un excelente telón de fondo para explorar una variedad de emociones en clave optimista y bailable. The Kick es un álbum sencillo y honesto: no pretende revolucionar, tampoco busca vueltas pretenciosas para camuflarse como arty o irónico. Es elegante, divertido y pegadizo. Música escapista para seguir adelante un rato, permitiéndonos pausar la locura cotidiana de los últimos tres años.
Sobre la raíz de las canciones Allen comenta: “creo que empiezo con un rastreo de emociones. No pasa tanto por lo quiero, más bien por lo que siento o necesito decir. Mis canciones no dejan de ser muy emocionales. No quiero dármelas de drama queen, entiendo que es música pop, energética y bailable, pero parte desde un sentimiento más íntimo. Generalmente parto desde algo que está pasando en mi vida. Tengo una regla que quedó por costumbre: el título. Una vez que lo decido trabajo alrededor, casi como un ejercicio rompecabezas o algo más parecido a un cadáver exquisito”.
Foxes mantiene las herramientas a su alcance. Guitarra, teclado, voz. Parte desde allí. Con todo, el punto de partida es su cabeza. “Comienzo elaborando alguna melodía en mi mente. Ahí aparecen las palabras”, cuenta sobre la manera en que va componiendo. “Las melodías en mi cabeza son una parte del proceso que pueden seguirse con algunas notas en el piano. La guitarra forma parte de mi vida, pero no diría que es mi prioridad. Creo que no podría precisar un método. De hecho, creo que nunca sé cómo sucede…ahora que lo pienso es algo inconsciente. Puedo contarte el principio de algo, pero no describirte un proceso o evolución. Creo que no recuerdo cómo fui terminando cada canción. Entiendo el principio, pero después es como que salgo del otro lado del túnel con un tema terminado. Es loco eso. ¿De dónde sale todo? Está adentro, pero uno se sorprende con el resultado”. 

Durante los primeros meses de 2022 Foxes volvió a los escenarios luego de un periodo de inactividad. Junto a su banda tuvieron fechas abarrotadas en Londres, Manchester y Birmingham.
Todavía celebrando la frescura de The Kick, Allen realizará un stream en su canal de YouTube este jueves 7 de abril, que además de un acercamiento comunitario con todo el fandom promete unas cuantas canciones acústicas.
“Volviendo al ruedo ahora siento una calidez que necesitaba”, comenta sobre los primeros shows del año. “En los conciertos de regreso conocí gente del público que estuvo presente desde el inicio de mi carrera. Imaginate que estaban en la primera hora, en 2012. Fue hace mucho tiempo. Por entonces tenían 14 años y ahora son adultos. ¿Qué? Increíble. Eso es muy emocionante. Siento que son parte de este viaje junto a mí”.
El operativo retorno de Foxes empezó a concretarse hace algo más de cuatro años. Los primeros movimientos ocurrieron de manera discreta. Lejos de los medios de comunicación y apenas insinuando actividades en redes sociales, Allen y su equipo se concentraron en música, gestión, prensa y agenda.
La pandemia, por supuesto, no estaba en los planes de nadie. Nunca imaginaron que tendrían que lidiar con barbijos, cuarentenas y diferentes ciclos covidianos por todo el planeta. Como el resto de la industria, tuvieron que reagruparse y encontrar formas de seguir adelante.
Entre tanto, para Foxes el contexto llegó con una comprobación rotunda que su público seguía expectante de su carrera. Eso sucedió tanto en Inglaterra como en otros países de Europa. Cuando los sencillos empezaron a sonar la devolución fue positiva y la viralización llegó inmediatamente a través de YouTube e Instagram. Sencillos como Body Suit, Absolute, Sky Love, Dance Magic y Sister Ray pegaron fuerte en una colección de videoclips coloridos que partieron a partir de ideas de la faceta más cinéfila de Allen.
Cuando la situación permitió volver a los conciertos llegó otra señal inequívoca: la estaban esperando. La apuesta por la autonomía había probado ser beneficiosa en todos los frentes. En ese sentido, Allen respiró tranquila y pudo darse al disfrute.
Al haberme mantenido fuera del radar por un tiempo, además de la pandemia, no estuve tocando música en vivo por bastante tiempo. Volver es un acontecimiento en sí mismo. Mi banda, la gente, el calor del show. ¡Qué regreso! Fue una vuelta al escenario frente a gente real. Nada de cámaras. Me fue posible conectar con el público otra vez”, comenta Allen.
“Para mí fue bastante instintivo volver al escenario. Creo que ni siquiera lo pensé: al salir ante la gente se apoderó de mí una inyección de adrenalina. Mi cuerpo estaba en plena energía. Creo que necesitaba descargar mucha de esa energía. Venía muy aplazada con esa descarga que son los conciertos. Fue increíble. Manchester fue medio salvaje. Había gente saltando, tipo mosh pit. De alguna manera la gente estaba en la misma frecuencia que yo, me llevaron ellos Fue algo mutuo”, señala. 

El Regreso 

Foxes no planeaba tomarse seis años de descanso entre disco y disco, pero luego del lanzamiento de All I Need de 2016 su carrera entró en una pausa. Resultó que lo que necesitaba era alejarse de una industria que lo fagocitaba todo, incluido su deseo de hacer música.
Después de formar un nuevo equipo y escribir unas cuarenta canciones como un ejercicio de trabajo y disfrute, sobre finales de la década pasada Allen se sintió lista para volver a ingresar oficialmente a la escena musical. Firmó con PIAS a principios de 2020 e inmediatamente comenzó a planificar su esperado comeback: Friends in the Corner, un EP de ocho pistas con un sonido ecléctico que aborda temas como el feminismo, los vínculos familiares, la introspección, el disfrute de simplemente ser.
Allen no se refiere al intervalo de seis años entre álbumes como “tiempo libre”, sino como una pausa muy necesaria. Al dejar Sony tuvo que decirle adiós a muchas personas con las que trabajaba en su equipo. Con los cambios llegó un nuevo equipo de trabajo. Para Allen, ese reinició significó rodearse de más mujeres, comenzando por su hermana Holly, a quien contrató como consultora creativa.
“Las hermanas tienen una percepción intuitiva. Es algo mutuo”, señala. “Lo principal de trabajar con Holly es la confianza. Trabajar con tu hermana, con tu familia, es la relación de confianza definitiva”, apunta.
Yo necesitaba esa vinculación más humana hace algunos años. La escala era demasiado grande en una discográfica como Sony. La familia es fundamental. Tanto la biológica como la que vas haciendo en tu propio camino. Tengo una conexión muy especial con mi hermana. Es mi hermana mayor, tiene diez años más que yo, me conoce desde que nací. Ella me da mucha fortaleza. Holly intuye lo que me hace bien. Casi puede condensar mis pensamientos y procesos internos, de alguna manera. Es muy agradable poder respaldarse en ella para trabajar”. 

Volver a tomar el control de su música fue una prioridad para Allen. En Foxes siempre existió un disfrute por hacer canciones. Ahora encara cada minuto con diversión. Su deseo está de vuelta en sus canciones.
Al gestionarse de manera independiente está a cargo de todo. Aun así, no se siente jefa de nada. En todo caso, es parte de un equipo que camina con una misma dirección. “Ser la cabeza visible no me hace la jefa, necesariamente”, cuenta. 
El trabajo de llevar adelante el proyecto de Foxes, por supuesto, demanda un esfuerzo diario. No tanto como una oficina tediosa, pero si ocuparse varias horas al día junto a su equipo.
Sí, demanda mucha dedicación. Es un cambio considerable. Lo abracé entendiendo las responsabilidades. Para alguien que viene del sistema de trabajo de discográficas globales es un cambio de paso notable. Habiéndome criado en ese ambiente de discográficas tenía un control parcial de mi carrera. Muchas decisiones estaban fuera de mi alcance. Ahora sí tengo el control completo. Es otra realidad. Es mucho, pero lo agradezco. Hay otro tipo de incentivo al ser responsable de todo. No se trata únicamente de mí, hablo de un equipo de trabajo. Al apostar a una manera de trabajo más sustentable, podría decirse, entiendo que el trabajo duro tiene resultados. Además, yendo a lo principal, sé que la música es auténtica. Llega desde un lugar más saludable. ¿Desafíos? Sí. ¿Resoluciones? También. Es un lugar que agradezco, se siente bien”. 
Además del equipo de oficina está su banda. En los recientes recitales Foxes mostró una entrega muy física que está secundada por un grupo ajustado. Rompiendo la dinámica de artista solista estrella con banda de apoyo atrás, como personal contratado, Foxes presenta una sonoridad de unidad. “Mantenemos una asociación creativa con el grupo. En el vivo nos damos como una banda no tanto como una solista”, afirma Allen. “Respeto mucho sus aportes porque me enriquecen”.
Sus fechas recientes, al igual que el nuevo disco, tuvieron una respuesta positiva del público. Las reproducciones ya se cuentan en millones para los sencillos, tanto en YouTube como Spotify y otras tiendas. Si dentro suyo albergaba miedos sobre quedar relegada en la corriente de información diaria, fueron eliminados por la excelente respuesta que obtuvo con cada movimiento. El público se mantuvo fiel. No la olvidaron. Eso la emociona: “no puedo creer esa compañía de la gente. Soy consciente que hay demasiada información dando vueltas ahí afuera. La duración de las cosas es efímera. Para serte sincera, era angustiante pensar en eso: todo pasa tan rápido, hay tanta oferta, demasiada dispersión. ¿Podía darme el lujo de desaparecer un tiempito? Fue sumar otro miedo, pero necesitaba dar ese paso. Fue una decisión que llegó después de mucho quemarme la cabeza. Yo quería hacer música, seguir adelante logrando hacerlo en plenas facultades mentales, digamos. De haber seguido como estaba era apenas un show de pantomimas, simplemente seguir una inercia. Cuando volví fue casi un shock ver que la gente seguía ahí. Esa cuestión era casi desesperante. Tomé una decisión que podía alterar mi relación con el público. Resultó que todavía estaban ahí, escuchando. Fue increíblemente emocionante. Logré confirmar que el público no se había ido, que creían en mí, que les interesa mi propuesta. Me dio seguridad saber que no les hacía falta una campaña de marketing masiva por toda Europa, con toda esa maquinaria de flashes. Al final se trató de la música y la gente estaba ahí. Agradezco esa conexión. Es algo fuera de lo común, no lo doy por seguro a ese vínculo. Cuando lo pienso, ese vínculo con la gente es la relación más duradera que tuve en mi vida. Me siento afortunada”.  

Por Lucas Canalda

 

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