NÚCLEO: PARA SER MOVIMIENTO

Luego de extenso proceso de construcción, el colectivo Núcleo realizó el primero de los dos festivales que sirven como lanzamiento y presentación ante la ciudad.
Un viaje profundo al interior de una unión que busca ser el despertar de una fuerza unificadora que deje atrás años de sectarismos, competencia y egos desmedidos.

 

 

Después de un silencioso proceso de construcción que ocupó buena parte del 2019, el colectivo Núcleo salió de estado beta con el Episodio I, el primero de los dos festivales gratuitos en el Galpón de la Música que servirán como presentación pública.
Núcleo es un colectivo de artistas de distintas disciplinas que surge por la necesidad de visibilizar, consolidar y mejorar las condiciones de trabajo, sumando fuerzas, experiencias y conocimientos específicos. El novel colectivo está integrado por sellos discográficos, bandas musicales, fotógrafxs, realizadorxs audiovisuales, DJs, VJs, diseñadorxs, y otrxs actores que venían encontrándose en diferentes eventos e intervenciones, pero no de forma orgánica.
Este esfuerzo que ahora se presenta ante la comunidad es consecuencia lógica de años de trabajo autogestivo con intenciones éticas y trabajo apasionado constante pero disperso. Núcleo busca ser energía transformadora, direccionando su accionar en lograr una mejoría de las condiciones laborales y los tratos comerciales especuladores, además de alcanzar una visibilidad real en una ciudad de un millón de habitantes.
Sorpresa relativa para algunxs, la aparición de un nuevo colectivo interdisciplinario llega sobre el salvaje tramo final de un periodo de desbarajuste social y económico que apretó fuerte, casi asfixiando. Como acto reflejo, las actividades colectivas se multiplicaron por todo el país, engendrando un deseo común de construir un porvenir mejor, resistiendo ante el cinismo institucional. Como supo observar de manera profética el iconoclasta Charlie Egg en diciembre de 2015: “En los tiempos neoliberales suelen aparecer nuevas fuerzas. Habrá que estar atentos a los más jóvenes o a eso que se llama contracultura, si es que todavía existe”.
Núcleo llega siendo un reflejo más de un tiempo de resistencia. Impulsado por un deseo de construcción más humana, busca fortalecer los vínculos de la fibra cultural para sobreponerse a la burocracia selectiva y a los favoritismos que detenta el poder de turno.
A continuación, un viaje profundo al interior de una unión que busca ser el despertar de una fuerza unificadora que deje atrás años de sectarismos, competencia y egos desmedidos.

Episodio I

Lo que prometía ser un sábado de lluvias y tormentas, pronto confirmó ser otro pronóstico desestimado por un sol omnipresente y una temperatura cálida ideal para el disfrute. La convocatoria a un encuentro primaveral con la cultura independiente a la vera del Paraná probó su eficacia cuando desde las 17 horas la gente se acercó al clásico espacio recitalero.
Pasadas las seis de la tarde, las puertas del Galpón de la Música se liberaron y el Episodio I de Núcleo comenzó oficialmente con un play de DJ Guardiana de la Bahía, prodigiosamente eligiendo a The Slits como canción de bienvenida para varixs curiosxs que ya querían ingresar.
La exposición de Grains of Rosario, el colectivo de fotógrafxs analógicos, fue uno de los primeros espacios en colmarse de visitantes, convocando a colegas, melómanos y algunos transeúntes.
La feria, compuesta por treinta y cinco stands, se dividió en dos sectores, ofreciendo  ropa, accesorios, glitter (siempre en demanda) pero, especialmente, una sustancial oferta de discos, libros, fanzines y arte gráfico. Con varios puestos dedicados a publicaciones, el festival volvió a probar que 2019 fue el año en que páginas y canciones se estrecharon más fuerte que nunca, tanto arriba como abajo del escenario. En ambos sectores de la feria se encontraba material de Danke, Ciudad de las Mujeres, Dalia Desamor, Craz y Femiñetas.
Pronto los rostros se multiplicaron y, entre risas, cervezas y algunas delicias veganas, la convocatoria temprana superó las doscientas personas. ¿El rango etario de lxs presentes? Desde 14 a 50 años. El cruce generacional, un claro acierto, se pudo observar al recorrer la feria, donde unos cuasi adolescentes observaban fascinados las ediciones en cassette y a su lado un señor cubierto en canas se preguntaba en voz alta cómo era que había vuelto ese formato “tan poco práctico”.
Cuando la música ya estaba en marcha, se podían encontrar participantes de sellos como Planeta X, Río Rosa, Polvo Bureau, BPM Discos, Remedio Casero, Rock Villero, KUIKATL discos y Fluorescente, además de integrantes de grupos como Aguas Tónicas, Bubis Vayins, Chiquita Machado, Los Cristales, Matilda, Afrikan Koalas, La Paz Ciencia, Los un millón, Automatón, Plan 9 del espacio exterior, 3223, Irina & El Reloj, Cállese Hombre Horrible, Blizters, Pastachuli, Lalalas, Belarus, Jimmy Club, Dekadencia, Alpha Centauri, Amazing Ruckus Trip y Sánchez (ambos habían tocado la noche anterior). Más que name dropping, se destaca la importante presencia simbólica, tan necesaria para el comienzo de una fuerza que viene a proyectar unión y, en lo posible, tender puentes más allá de las diferencias o malos tragos vividos con anterioridad.
Nunca es sencillo arrancar una jornada de múltiples recitales. Ser la primera banda en la grilla suele ser tarea engorrosa, sin embargo, con más de una década encabezando Helena Nav, Susel Beraldo encaró la tarea con profesionalismo, seguridad y experiencia. Secundada por tres secuaces bien cercanos, Siox -su proyecto solista- arrancó la acción en vivo. Bajo la conducción de Beraldo, una turbiedad sónica envolvió al Galpón, una especie de jadeo mugroso salpicado de glitter que tiene algo de hipnótico. Ese efecto se vio interrumpido cuando la placa de sonido de su laptop se clavó en seco, obligando a la banda a detenerse. Finalmente, tuvieron que desistir y seguir adelante sin pista, pero con suficiente pirotecnia humana.Inaugurando el escenario al aire libre Denita mostró sus canciones de pop sintetizado ante la atención de unas cien personas ya presentes. “Guiso de lentejas”, “Luna en Aries, sol en Leo” fueron algunas de sus canciones. Además de una atinada versión de “Nadie salva” esa joya de García/Schanton que ya casi se arrima a los veinte años. Sobrellevando algunos problemas de retorno, el trío compartió su música mientras el crepúsculo se iba cerrando en un mood violáceo.
Para alguien que hizo su irrupción pública ante un D7 sold out como invitado sorpresa de Luca Bocci a la edad de quince años, tocar frente a poco más de trescientas personas no debería ser mayor desafío. Desde su sensibilidad y amable timidez, Santino Martin a.k.a. Gladyson Panther parece sentirse más cómodo ante la multitud, dejándose llevar por un halo performático que fecha tras fecha explora con mayor seguridad. Su debut oficial en el Galpón de la Música, fue un rato de magia que otra vez demuestra la capacidad de renovación de nuestra ciudad. El sábado dejó de lado la guitarra para concentrarse en cantar y ocupar el espacio, de cara a presentarse ante una audiencia nueva (que incluía a muchos colegas con curiosidad de verlo por primera vez). Bajo una túnica oscura y un sombrero de ala ancha, fue un antihéroe de Sam Raimi apoyado ciento por ciento en su banda. Es muy curiosa la dualidad con la que el joven Glady convive llevando adelante su universo cancionero. Cierta fascinación por el caos escénico desde la complicidad performática eléctrica cohabita en el mismo espíritu que en las ocasiones desenchufadas casi se deja vencer por la timidez, optando, a veces, por dejar la amplificación de lado, generando una conexión sin intermediarios con su audiencia. Ese elemento sorpresa combinado con la espontaneidad como ley primera hace que cada toque sea imperdible. Apenas una semana antes, Martin se había presentado en Bon Scott con su proyecto paralelo “Cómo me gusta ser el Willy”. Esa noche, con los fondos del Bon repletos, se apartó de los micrófonos y casi esquivando la mirada de la gente, se pegó a su compañero (el Willy), para reclinarse en su guitarra acústica y la desnudez de sus canciones, quizás el mejor formato para entender su maravilloso don de cancionista.
Prolijos, melodiosos y sencillos, Gladiolos se perfila como la gran esperanza pop de Remedio Casero Discos. “Fleet” y “Vuelvo a ver” son pegadizas, listas para ser coreadas por el público. Falta lo más difícil: hacerse escuchar, pero su viaje recién comienza y los festivales son ocasiones ideales para activar ante nuevos oídos. El trío oriundo de Rafaela fue quien mejor pudo aprovechar el escenario exterior, zafando de inconvenientes mayores, también pudiendo lucirse con comodidad en un tablado limitado pero que no les restó. Además, digamos todo, la altura de sus integrantes ayudó bastante a la perspectiva del público ubicado atrás.
Tras Gladiolos, el stage indoor se prendió.
Lxs jovencitxs de Otros Colores se encuentran en un momento de gracia. Es interesante observar que en un mundo donde prima la velocidad, el ahora absoluto como acción inapelable, el cuarteto se toma su tiempo sin desesperar y no les urge capitalizar su gran presente, ni tampoco querer hacer lo que hace el resto. Con una gema pop y un hit potencial como “Corazón de oro” entre sus manos, la banda tiene claridad sobre los pasos a seguir. Con constancia, humildad y mucho laburo afectivo, 2019 viene siendo un año clave para la banda: mientras fortalecieron sus vínculos con sus pares fueron afirmando su lugar de pertenencia. Vibran desde un impulso que busca cambiar las cosas desde adentro, involucrándose.
Usualmente dados a los saltos, las corridas y algún stage dive por parte del cantante Juan Robles, encontrar a Gay Gay Guys tocando un escenario de tamaño reducido fue una perspectiva diferente desde el vamos. Careciendo de una pista de maniobras, el quinteto se concentró ciento por ciento en tocar, dejando que la música hable por sí sola. A meses de la publicación de Droga y Delincuencia, las canciones de su segundo disco están cada vez más asentadas, listas para ser coreadas junto a su gente. La irreverencia del debut se extraña, pero ahora hay más corazón; como una respuesta deliberada a los tiempos que corren, Gay Gay Guys propone al amor como rock contemporáneo y la unión por sobre la actitud de pose individualista.
Pasando de escenario chico al principal, llegó el turno de Kif4Kroker.
Luego de años de trabajo, desfile de integrantes y algunos lanzamientos desparejos, Kif4Kroker encontró su mejor forma en Electrokroker, un festín de beat que resetea su carrera y los presenta listos para el futuro. Definidos, enfierrados (tal es la terminología centenial para comentar lo bien equipados que están) y versátiles, están listos para el patíbulo bailador. “Uh, no me habían dicho que Kif era semejante data” se escuchó en la boca de uno de los músicos más jóvenes de la grilla, completamente embriagado por las canciones que Marcos Mosca y compañía descargaban desde arriba del escenario. Media hora fue suficiente para que Kif convirtiera al Episodio I en un warehouse litoraleño que unió a adolescentes y +40 en el lenguaje universal del baile. Bajo las luces adrenalínicas, casi la totalidad de la gente está entregada al pulso kroker. No importan las canas ni las arrugas, tampoco los granos del cutis adolescente, ni la jerga en que se habla; es una postal ejemplificadora de lo que viene a proponer Núcleo: una diversidad de escuelas, sonidos y generaciones latiendo desde un mismo corazón. Captura inquieta que pasa desapercibida para la mayoría, este instante puede valer y significar nueve meses de trabajo arduo: todxs juntxs en acción por un objetivo en común. Y si bien suena Kif4Kroker, es un instante preciso en que las palabras de Matilda irrumpen con lucidez: “es vital una acción/ para hacer movimiento”. Checho y Nacho, pilares fundamentales del presente rosarino, están ahí nomás, también bailando.
Llegado su turno en el escenario exterior, Lucas Roma experimentó serios problemas técnicos que imposibilitaron su presentación junto al río. La gravedad del desperfecto obligó al solista y al equipo técnico a trasladar toda la puesta al escenario principal, a los apurones. Luego de unos veinte minutos de retraso, finalmente pudo comenzar su set. Sobreponiéndose a la ansiedad por el retraso y a la frustración de las fallas de índole eléctrica, pegó fuerte saliendo a la cancha con una intro basada en Blade Runner que supo amalgamar con su propuesta synthpopulista.
Aguaviva fue la banda encargada de clausurar los escenarios, dando paso a Guardiana de la Bahía para la fiesta pistera. El trío synthwave presentó un set compacto y contundente  ante un público que esperaba por ellas desde temprano. “Pronósticos”, “Velocidades”, “Jazmín”, “Paloma blanca” y su versión de “Trigal” fueron sus canciones, culminando con “Un lugar” (título provisorio) el hit irresistible que viene cerrando sus sets en los últimos meses mientras que genera ansiedad por su próximo disco (¿Faltará mucho?). En los últimos quince meses hubo evolución progresiva del tridente Basso-Sabetta-Rivas en función del show. Al magnetismo audiovisual de cada una de sus presentaciones (una constante desde su primer concierto en 2014), Aguaviva supo agregarle el equilibrio perfecto de repertorio dinámico que se permite reimaginar canciones, adaptando arreglos y tempos, agregando instrumentos, siempre buscando algo fresco. Esa evolución se fue dando -curtiendo- en vivo directamente frente al público, probándose ante nuevas audiencias en diferentes espacios. Ese intenso esfuerzo -que apenas aflojó durante el verano pasado- resultó en un crecimiento de su público, así como también en una soltura ideal para vibrar en cada ocasión, desde las cuevas under tradicionales a eventos masivos como GRL PWR o las noches imprevisibles de Casa Brava.
Sobre el final de la jornada, cuando unas setecientas personas habían pasado por el festival, el balance general fue más que positivo. Se tomó nota que el sonido del escenario externo no estuvo a la altura de las circunstancias, causando problemas en cada recital. También que para las once de la noche, los tres puestos de comidas estaban sin stock.
Contra el anuncio de tormenta, la masiva fiesta de la cerveza en Pellegrini, los conciertos de Shocklenders, Él Mató y la tripleta Brujos, TTM y Carmina Burana, el Episodio I tuvo un resultado estimulante, el primer paso de la presentación oficial de Núcleo. Sin mucho tiempo para celebrar, lxs responsables se fueron a descansar, con el próximo festival en mente. Episodio II, fechado para el viernes 6 de diciembre y con un line up todavía por ser revelado, está a la vuelta de la esquina.

Núcleo

Núcleo surge como la reunión de una diversidad de artistas y de actores culturales de diversos ámbitos de expresión. Cada una de las personas que integran el colectivo confluyen desde hace años en el circuito autogestivo. Muchxs sobre el escenario, otros haciendo registro audiovisual o tomando fotografías; algunxs escribiendo o dibujando.
Por necesidad o por evolución natural, en el último lustro los recitales se transformaron en algo más que simplemente música. La profunda crisis económica llevó a aunar esfuerzos, haciendo de cada toque un encuentro dinámico donde música, fotografía, poesía, ilustración, diseño y más procuraron fortalecerse. Esa resistencia colectiva, construida en cientos de largas jornadas devino, paulatinamente, en un trabajo afectivo al que solo faltaba un instante de consciencia para tomar real dimensión de lo que se estaba construyendo. Y mientras que los funcionarixs de pequeño y mediano porte de distintos sectores del municipio toman cursos y talleres caros donde iluminados gurús les bajan la línea sobre la era de la diversidad y la comunicación, donde “lo interdisciplinario es el espacio de encuentro ideal para nuestro tiempo transmedia” esta imparable afluencia de jóvenes rosarinxs hace tiempo que hicieron real lo que desde afuera venden como, en palabras sencillas, la posta.
La evolución hacia el principio activo de Núcleo se fue dando en encuentros casuales en recitales, cerveza de por medio, pero esa confluencia fue suficiente para poner a lxs participantes en paralelo con el otrx.  A partir de allí, solo hizo falta un chispazo catalizador para caer en cuenta que casi todxs estaban en la misma situación. Dejando de lado las vanidades y los egos, quitando del medio la noción idiota de la competencia entre pares, el diálogo encontró a todas las partes sufriendo las mismas problemáticas. Atravesando estilos, micro escenas, labels y hasta lo generacional, el escenario se repetía: preferencias y desigualdades con respecto a los tratos con bares y espacios donde tocar; precarización en cuestiones relativas a la remuneración o los contratos; condiciones técnicas paupérrimas; monopolización de ciertos espacios; el manejo cuasi caprichoso de los espacios públicos por parte de funcionarixs, un hartazgo que sotto voce alcanzó la saturación pero abiertamente no llegó a su punto de ebullición.
La aparición del Movimiento Unión Groove (MUG) funcionó como ejemplo común para hablar sobre cuestiones relacionadas a cómo es ser un actor cultural de la ciudad, qué postura tomar ante privados y el Estado, de qué manera se transitan esos espacios y circuitos, y qué necesidades y responsabilidades tiene cada involucradx. Con ese antecedente, la gente de la movida indie (para apuntarlo de manera sencilla) empezó a imaginar algo propio.
Tanto en MUG como en Núcleo, lo más significativo parece ser la superación de las mezquindades competitivas, logrando ver al otrx como par y no un adversario a vencer. Más allá de los discos, las canciones y los toques, progresar de “nosotrxs somos todxs” al “todxs somos” puede que sea el logro más significativo del circuito de microescenas en los últimos dos años.
Trabajando de manera uniforme desde hace unos cuantos meses, el MUG supo articular objetivos y discursos con acciones, trazando una coherencia concreta con sus propuestas. Así fueron copando espacios, ampliando propuestas y obteniendo un flujo regular de toques. El presente de movimiento constante (toques, fiestas, eventos, sorpresas) es fruto de un laburo dedicado al que la unión groovera viene apostado desde hace dos años.
El incipiente colectivo llega, teniendo como objetivo principal, mejorar las condiciones de trabajo, acabar con ciertos favoritismos, con la explotación y el maltrato. Es, principalmente, el despertar consciente de una fuerza pequeña pero significativa que semana tras semana le da movimiento a un circuito de bares, centros culturales, salas y espacios estatales viciados por prácticas explotadoras y cuasi hostiles.
Otro propósito de Núcleo es poder acortar las férreas distancias que existen entre la producción artística independiente y el grueso de una ciudadanía que parece habitar una Rosario diferente, donde lo local siempre es una segunda opción o directamente no llega a entrar en consideración. Parte del desafío es entender de qué manera funciona esa otra orilla; tratar de generar un panorama donde la producción autogestiva tenga una oportunidad real ante la perspectiva masiva.
Salir del gueto y ganar espacios es una meta concreta y tanto una necesidad como una obsesión. Por eso desde el interior de Núcleo se impulsan discusiones sobre infraestructura y seguridad técnica de los recintos donde cada fin de semana se suceden los recitales o actividades mixtas. Al final, se interpela la propia identidad subterránea, extendiendo interrogantes éticos y sobre las posibilidades reales de alcanzar un nivel de profesionalismo que devenga en algo más que sacrificio y abstracciones inciertas. En otras palabras, ¿qué carajo significa el código de ética under? ¿Tocar en lugares de sonido reventado para las mismas cincuenta personas de siempre?¿Qué hacer para llegar más allá de nosotrxs?

Rosario, esa ciudad

Empieza con un desafío a partir de un reto en tono condescendiente: “Si los juntás a todxs te doy un premio”. La chicana por parte de alguien demasiado seguro de su poder para con un joven músico que con tozudez exige mejores tratos para su banda y sus compañerxs de trabajo. Exige tanto como pregunta en voz alta y sin tapujos a qué se deben los favoritismos, por qué ciertas condiciones de trabajo estipuladas de antemano desaparecen como por arte de magia dejando lugar a requisitos financieros y otras hierbas burocráticas.
De de la chicana pronto surgió un pequeño grupo. Un concilio de mera catarsis ante frustraciones varias: bolicherxs, productores, medios de comunicación tan indiferentes como vetustos; estar siempre remando desde atrás y soportar palos y obstáculos burocráticos; el cinismo mercenario de empresarixs de sonrisas fashionistas en Instagram compartiendo momentos con funcionarixs públicos, borrando la línea de lo ético y llevando los silencios cómplices de la ciudad a todo un nuevo nivel.
Por una fecha en ciertos clubes de música están pidiendo a las bandas $8000 y el 20% de la puerta. Además queda la ganancia de la barra. Algunas bandas lo resuelven con un manager. Entonces el problema para el grupo desaparece pero la explotación desmedida queda para el que sigue que, por supuesto, es un par.
El mismo Estado que le da millones de pesos a una productora para realizar un festival masivo con entradas de alrededor de $1000, a veces dispara que no tiene dinero para pagar el costo de Sadaic para recitales gratuitos gestados y producidos por artistxs locales. Se trata de la misma gestión que por años acompañó al festival Otro Río -un genuino esfuerzo generacional que direccionó las miradas del circuito joven de todo el país a Rosario- pero que en un momento viró hacia políticas culturales más interesadas en el impacto mediático de un registro vía drone de los eventos masivos con artistas porteños que en la fibra sustancial que hace a la Rosario cotidiana.
Así, varios de los cachets más caros del mercado (sin dudas merecidos y ganados como buena honra, nadie cuestiona a los artistas) se pagan en un término breve mientras que los créditos locales que participan de los mismos eventos masivos deben esperar, en algunos casos, más de seis meses para cobrar.
Se sabe: ninguno de los cabecillas de estas productoras tiene genuino interés por el arte o la cultura. Son empresarixs, su naturaleza está en los números. Lo grave es la casi inexistente línea ética entre empresarixs y funcionarixs, cercanías con intereses propios que distan bastante de los intereses reales de la ciudadanía.
Parece algo imposible de entender, pero los funcionarixs municipales o provinciales no deberían presumir de compartir almuerzos con empresarixs privados o artistxs con pretensiones corporativas. Mucho menos manejar instituciones públicas como si fueran su propia aventura personal, contratando, haciendo y deshaciendo por capricho propio, curando ciclos para sus amigxs predilectos. Tampoco trabajadorxs municipales o provinciales deberían estar coordinando desde adentro mejores ubicaciones para sus artistxs representados. 
Apelando al chauvinismo, se remite a la bandera o al recurso rancio de “La ciudad del rock” o la bajada oficialista que por años insistió que Rosario es la ciudad de la cultura. Rosario no es la ciudad de la cultura, ni la ciudad del rock. Rosario es una ciudad que desangra en sus silencios. Todo el mundo sabe pero nadie dice nada. Se trata del cliché de cualquier novela barata de pueblo chico, infierno grande. Si Rosario es una ciudad de música, cultura y arte es por el esfuerzo de miles de hacedorxs que de manera constante estimulan el fuego con deseo y oficio, dándolo todo. Quienes hacen a la ciudad son las personas, no la propaganda omnipresente ni tampoco los silencios cómplices de quienes cuidan su quintita o andan en puntas de pie sin generar ruidos simplemente para no quedarse afuera (¿afuera de qué? ¿De los sanguchitos del día del periodista? ¿De la fiesta de fin de año?).
En el año de los festivales (tanto de índole privada como autogestivos) un espacio público como el Galpón de la Música fue activado en más de diez ocasiones por sellos o grupos independientes. Semana tras semana el galpón toma plena vida con el trabajo de decenas de artistxs locales; artistxs que empiezan a entender sus responsabilidades y derechos como ciudadanos, así como también comprenden todo lo que genera su trabajo. Durante el 2019, se hilaron movidas como Festival Salvaje (mayo), RockVI (junio y agosto), Fiebre (agosto), Festi Casero Solidario (agosto), Arde (septiembre) y ambos episodios de Núcleo (noviembre y diciembre). Si, además observamos actividades significativas como Encuentros de Otro Río (gestionados por Polvo Bureau), Peña-Festival Rancho aparte, Festi MUG (dos noches en continuado) y Río Rosa, queda en claro que son los circuitos autogestivos quienes sustentan un porción más que importante de la agenda del espacio musical público.
En el periodo de inminentes cambios que acercan en lo político (Municipal, Provincial, Nacional), un paso importante sería que los funcionarixs en cuestión tomen consciencia de cuál es rol y cuáles son sus responsabilidades verdaderas. Ese despertar parece haber sucedido en el plano de lxs artistxs. Ahora llega el turno de lxs señorxs de asientos mullidos. ¿Qué pasa si el Estado, lejos de la condescencia, acompaña y promueve de manera real este circuito? O, sin ir tan lejos, ¿qué pasa si llevan adelante su trabajo como corresponde? Hace falta dejar de operar como si fueran trabajadorxs del sector privado. Su función real es facilitar, propiciar encuentros, multiplicar oportunidades en base a los recursos que el Estado provee. ¿Cuál sería el resultado de acompañar? La pregunta queda abierta. 

Elrond

Al mismo tiempo que el pequeño grupo post chicana continuó sus reuniones, en las noches recitaleras, otras conversaciones iban fortaleciendo vínculos desde la misma perspectiva-interrogante acerca de cómo mejorar y direccionar tanto esfuerzo hacia algo concreto.
Entre trabajos, estudios, relaciones, familias, ensayos, grabaciones y recitales, la noche iba generando los encuentros, enlazando casualidades y multiplicando las voces.
Una especie de Concilio de Elrond inicial fue creciendo con regularidad. Donde en un principio eran cuatro bandas, en tres meses fueron doce y pronto, veintidós. Las reuniones, cada vez más concurridas, fueron trasladándose a diferentes casas, encontrando nuevas participaciones y compartiendo más experiencias.
Durante seis meses el colectivo todavía sin nombre se gestó ante la atención de muchxs. Algunas miradas fueron de desconfianza por no tener en claro de qué iba la cosa. Otrxs prefirieron no sumarse debido a experiencias colectivas previas que nunca llegaron a buen puerto. Además hubo algunas bandas que decidieron no participar debido a la desigualdad de género dentro del colectivo (uno de los temas todavía a resolver, con apenas un 35% de participación femenina estable).
Eventualmente, se conformó un heterodoxo grupo conformado por poco más de treinta personas, con un amplio rango de edades que va desde los 17 hasta los 42 años.
Entre domingos invernales, se llegó a un nombre definitivo: Núcleo. Se tomó la decisión de producir dos festivales abiertos y gratuitos como lanzamiento y presentación en sociedad. Divididos en departamentos, se procuró producir todo desde adentro del colectivo: diseño, gestión, difusión, técnica y legales.
A priori hay algunas diferencias puntuales con experiencias similares de la última década: Núcleo no es un sello editor, tampoco una unión de bandas de un mismo estilo. Una descripción de los grupos que integran Núcleo resulta en una larga lista que incluye synthwave, space rock, indie pop, shoegaze, dreampop, tecnopop, rock, electrónica y más. Además, Núcleo busca una perspectiva integradora de diferentes oficios, no se trata únicamente de músicxs, puesto que también hay VJs, DJs,  fotógrafxs, diseñadorxs, iluminadorxs, ilustradorxs, realizadorxs audiovisuales y comunicadorxs. La premisa resulta simple: de tanto encontrarnos y hacer cosas por nuestro lado, ¿por qué no unirse?
En todo caso, Núcleo busca aunar experiencias autogestivas, trazando un camino beneficioso para todas las partes, buscando visibilidad y mejores condiciones de trabajo. Porque al final, más allá de las discusiones ética-estéticas, se trata del trabajo constante y sacrificado de mujeres y hombres que semana tras semana genera acontecimientos artísticos que impulsan el basamento cultural joven de esta ciudad por un tendal de espacios como Bon Scott, Casa Brava, Club 1518, Puerto de Ideas, Estación Montevideo, Bohemia, Mono, Le Bal, Sala Mitre, Anderson, Capitán, Berlín y Distrito 7, hasta instituciones como Centro Cultural Parque España o recintos estatales como Galpón de la Música, CEC o Plataforma Lavardén.
La primera parte del lanzamiento nucleico ya pasó. Resta el festival de diciembre para que Núcleo oficialmente esté activo. Los desafíos que enfrenta el colectivo son varios. Las miradas están puestas, con plena atención, en cada movimiento que está por venir. Finalmente, se elevan varias preguntas: ¿qué posibilidades reales de crecimiento efectivo puede tener un colectivo que se define como abierto? ¿Podrá el circuito independiente rosarino sobreponerse a largos años de desconfianza y carrera de egos para finalmente presentar un frente unificado y dar batalla? ¿Podrá Núcleo establecer una convergencia de expresiones más allá de lo estrictamente musical? Habrá que esperar. El tiempo lo dirá.

 

Lucas Canalda – Texto
Renzo Leonard – Fotografía
Ed – Agostina Avaro

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