MAIA KOENIG: DERRUMBANDO AL UNÍSONO

Maia Koenig es una de las exponentes más inquietas de la música experimental argentina.
A través de sus viajes por Latinoamérica surgió la chispa iniciática de Feminoise, un colectivo artístico que se multiplica por todo el continente junto al pulso transformador de un movimiento histórico.

Cuando la década de los noventa se iba apagando, Courtney Love disparó una máxima que con el tiempo probaría ser fundamental para una generación de corazones incendiarios:  “If the world is so wrong / Yeah you can break them all / With one song”.  Se trataba de una idea primaria en lo angustiante de lo cotidiano, una posibilidad de luz: si la cosas están mal, hagamos algo.
Maia Koenig se descubrió creciendo en un mundo que estaba jodido. Primero agarró un instrumento. Luego armó una banda. Hizo canciones dispuesta a cambiar su espacio inmediato. Luego fue por más.
Entre discos de punk rock (The Addicts, Babes in Toyland, The Clash) y libros libertarios, encontró conceptos que iban más allá de las formas. Tras el revelador hallazgo del ruidismo los géneros quedarían obsoletos siendo parte de un pasado que sesgaba posibilidades.
Despojada del concepto de error. Entregada a los instintos y  a la curiosidad, Koenig abrazó al noise como su ruta musical. Aceptando el caos que llega con la manipulación de circuitos en instrumentos recauchutados; desviando notas y patrones, su arte es el pulso vivo de un tiempo que reniega de lo preseteado y que se rebela a las formas impuesta por mayorías conformistas.
Transitando Latinoamérica con su música, encontró la mismas problemáticas que había atestiguado en su tierra natal: violencia, discriminación, sexismo, falta de oportunidades, desinformación, e invisibilización. Como contracara, cada escala la hizo encontrarse con  los factores necesarios para poder imaginar la posibilidad de un cambio: talento, deseo, experimentación, ímpetu.
En agosto 2016 se publica Feminoise Latinoamérica Vol 1, compilado de mujeres en experimentación con sonidos, un recorrido ruidoso por varios países latinoamericanos con el fin de obtener un primer mapeo de mujeres llevando adelante proyectos abocados a la música experimental.
Al año siguiente Feminoise evolucionó en algo más que un sampleo de los sonidos dispersos por el continente. La idea de un colectivo artístico interdisciplinario fue tomando forma. Un colectivo que desde la horizontalidad luche por la visibilización e inclusión de las mujeres y disidencias en ámbitos como la música experimental, el campo audiovisual, la danza y más.
Desde entonces, la iniciativa cobró un impulso que no deja de expandirse. Por Bolivia, Perú, Ecuador, Colombia, México, Uruguay, Costa Rica, Paraguay, Brasil y Argentina, se suman talentos de diversas disciplinas. 2018 albergó los primeros festivales Feminoise por diferentes ciudades -Rosario, entre otras- y en abril tendrá su versión internacional de tres días en Buenos Aires. Mientras tanto, por toda Latinoamérica, las voces se multiplican.

Según la descripción algo escueta de su bandcamp, Maia Koenig es una artivista experimental que construye sus propios instrumentos e interactúa con sonidos de toda índole”.
Con su nombre o bajo su pseudónimo noise RRayen (palabra mapuche que significa Flor. La R es silenciosa); a cara descubierta o enmascarada tras alguna máscara que cubra su rostro; en algún cuarto diminuto de paredes agrietadas o en la sede festivales internacionales; la sureña está consagrada a la música.  
Navegando la experimentación constante,  dispuesta a desafiar las normas preseteadas, interviniendo, quebrando, pateando, Maia trabaja por el empoderamiento de las mujeres. Su terreno es el mundo de la música electrónica y la artes digitales, espacios que habita desde hace casi dos décadas, llegando, en primer momento, desde las correntadas del punk rock.
Koenig, está en los detalles que componen al panorama general. Sabe que cada gesto cuenta, que cada acción forja una dinámica que se traduce en impulso.  Por eso buscar transformar una realidad que mayoritariamente se presenta hostil. Lo suyo es combat noise y construcción mediante rutas, talleres, música y gigs.
Feminoise surge con la misión de estimular cambios sustanciales; un terreno donde mujeres y disidencias pueden escucharse, verse y desarrollarse sin adaptarse a los estándares heteropatriarcales. Feminoise es un encuentro para habitar espacios, para construirlos, para llevar adelante un mensaje conformado por mil voces.
Además, el colectivo se planta ante las formas del capitalismo, buscando la libre circulación de la información, creando lejos de los procesos de mercantilismo y estimulando vivencias espontáneas que no pueden empaquetarse.

Transitando aeropuertos, terminales, rutas y bondis, Koenig está en movimiento constante, viajando siempre con equipaje ligero e instrumentos. Ahora llegaron tres días en Rosario para tocar y compartir vivencias con sus hermanas de Feminoise. Entre asambleas, preparativos y pruebas de sonido, entra en contacto con personas desconocidas siempre estableciendo vínculos ante inquietudes en común.
La estadía en la ciudad, con dos fechas incluidas, es el paso previo a un regreso a casa que espera otros conciertos para cerrar 2018. Luego, tras un pequeño descanso en el hogar sureño, será el momento de emprender una nueva experiencia: Europa. Maia lleva su música e impronta a España para el RRayen Tour Europia, con talleres, charlas y gigs en Madrid y Barcelona, mientras que todavía restan confirmar otras fechas.
En Rosario, las primeras horas de una tarde soleada, la encuentran con un rato de ocio luego del Feminoise en Bon Scott y un rato antes de la séptima edición del evento anual de EspacioLab, programa del Complejo Astronómico Municipal. En el clásico planetario rosarino, a cielo abierto, Koenig y Flavia Cisera presentarán el set sonoro Pleyades.
Sobre las 17 horas hay que hacer el soundcheck correspondiente, pero ahora Maia propone caminar rumbo al río, buscando un sitio ideal para un almuerzo lageado.
En dirección a la costa, por calle Corrientes, sin la formalidad del grabador, la conversación se dispara para varios puntos, experiencias previas en Rosario, viajes por el viejo continente y por el corazón de sudamérica.
Apreciar en primera persona la cotidianidad latinoamericana fue menester para la joven Koenig, que empezó a viajar, gracias a su música, hace varios años.  Conocer nuestra geografía, nuestros territorios, las problemáticas que se extienden por nuestros países sin reconocer sistemas políticos ni fronteras, fue una manera de conocerse a ella misma, de conocer a todos, de comprender quiénes somos.
Fueron viajes que la hermanaron a personas inesperadas, que la llevaron a empatizar con lo inimaginado; lecciones que educan y direccionan, que impulsan una necesidad de trazar una realidad diferente. La acción no puede esperar, por eso nace Feminoise, colectivo que nuclea a unas doscientas mujeres de Latinoamérica.
Feminoise surge a partir de una necesidad de conectarse con colegas de una escena experimental diseminada en grandes ciudades, pero también en pueblos donde la información no abunda y los circuitos están casi cerrados a las mujeres. Desde esa necesidad, mediante el sello Sisters Triangla, se creó un compilado de obras sonoras de artistas mujeres, trans, no binarias, de Latinoamérica. Fue una compilación que pronto alcanzaría la viralización vía redes sociales, blogs y medios independientes. Asimismo, la iniciativa funcionó como un archivo y mapa sonoro, un registro portentoso de corrientes disidentes que difícilmente encuentran visibilidad en los cánones tradicionales.
“Desde los conceptos del arte y sus convencionalismos, muchas veces, se dice ésto es arte, ésto y aquello no. Con el noise nos dejan afuera porque dicen que no es música; con la danza, si no es clásica, no es danza; así con todas las artes. Al salir de los convencionalismos quedamos fuera de lo que cierta gente llama arte. Nos agrupamos quienes nos quedamos afuera de esa concepción. Lo que sucede en Feminoise es que hay un sentido de pertenencia que también es sentido de supervivencia”, observa Koenig.
Desde conversatorios y asambleas, siempre sabiendo escuchar tanto las propuestas como las vivencias de les integrantes, se desarrollaron lineamientos. Buscando investigar sonoridades, feminismos y experiencias de construcción colectiva, Feminoise provee herramientas de resistencia y de multiplicación.

RRayen

RRayen es el proyecto solista que Koenig comanda desde 2011. Tiene cuatro títulos que pueden ser descargados y escuchados de manera libre desde Bandcamp: Insecta, Vidagame, To be continued y Don´t panic!. Se trata de una música que se genera a partir de instrumentos reciclados, sintetizadores, una consola Nintendo Gameboy de 1989 y el tracker LSDJ, que saca unos sonidos primitivos mayormente de onda cuadrada, ruidos blancos y matices que se transforman en una marea de sonidos no convencionales.
Algunos años atrás, en un rapto de luthería cyberpunk, Maia se acercó al circuit bending y desde entonces parece no haber un regreso.  RRayen se encontró indagando en la profundidad de un estímulo que combina tanto espontaneidad como aleatoriedad.
El circuit bending es una técnica de personalización creativa de los circuitos de dispositivos electrónicos de bajo voltaje como pedales de guitarra, juguetes y pequeños sintetizadores digitales. La técnica generalmente implica desmantelar el aparato para agregar componentes como interruptores y potenciómetros que alteran todo en favor de nuevos seteados.
Además del ruido, glitch y nuevas formas de belleza, Koenig/RRayen encontró en la técnica una manera de resistir ante un sistema que impone la obsolescencia con una sutileza digna de una topadora oxidada y sin control. Mientras todo alrededor es una carrera tecnológica de consumo y superación especifista, el circuit bending propone resistencia y alternativa.
“Hace algunos años comprábamos un Gameboy a unos 100 pesos, o algo así, ponele. Re andaba la cosa en ferias o algún taller de reparación de audio o electrodomésticos” , explica sobre su instrumento característico.  “Hoy se puso un poco de moda y está bastante más caro porque es vintage”, agrega remarcando las vueltas que propone el consumo.
Así, buscando con especificidad o encontrando de manera casual durante sus viajes, fue destripando sintetizadores de escala pequeña o juguetes electrónicos dados por obsoletos y encontrando la vertiente de un sonido personal, auténtico, algo tan primario como irrepetible, al costado de un mercado que exige objetos despersonalizados para despachar y olvidar rápidamente.

Rosario

Con un line up intenso, el primer festival Feminoise Rosario se realizó el viernes 30 de noviembre en Bon Scott. Sentando dos escenarios diferentes (uno en la sala y otro sobre el ingreso), se buscó dinamizar una jornada que condensó propuestas que usualmente están dispersas por el circuito subterráneo local.
La música estuvo a cargo de Jimena Domínguez, Emiliana Arias, Juliana Camelli, Josi Mai (Mi Nave, Queridas), Carla Contreras, Emily Dana, Pastachuli, Maia Basso (AguaViva, Luciérnaga Furiosa) y  Princesa Border.
La perfomance de la noche corrió por parte de Emanuel Joel, Lala Brillos y Alejandra Domínguez.  Florencia Cossar realizó una instalación de arte y fue responsable de las visuales. Además del sonido de Rubí Coletti y un video arte postpornoise de Julieth Calderón.
Desde temprano, también en el clásico bar cooperativo de calle Riccieri, hubo una feria editorial anti-patriarcal coordinada por Julia Enriquez, escritora y responsable de Danke Ediciones.
Flavia Cisera, agitadora cultural que desde hace unos años viene activando desde los ámbitos de la danza y las artes visuales, es una de las integrantes de Feminoise Rosario que estuvo a cargo de la organización del encuentro.
“La convocatoria fue muy exitosa. Se realizó por las redes sociales y desde les artistes que se presentaron esa noche. Se acercaron muchas personas”, explica días después del evento.
Nos encontramos con un grupo grande de artistas que querían formar parte de esa noche. Una de las premisas de la primera experiencia fue que nadie quede afuera. Quien quiera tocar, que toque. Acabamos con un line up bastante extenso, eso nos llevó a tomar a decisiones como desdoblar los escenarios para generar una dinámica entre tocada y tocada, para ir mechando con las performances”.
“Salió todo bastante bien, más allá que siempre hay cosas para aprender. Se respetó a todas las personas que quisieran estar esa noche. Además contamos con la feria editorial comandada por Julia, quien se encargó perfectamente de organizar a los feriantes. Eso salió bárbaro, también”.
Sobre los preparativos previos y esfuerzos necesarios para llevar adelante el festi local, Cisera apunta que “hubo mucha asamblea, mucho mensaje de WhatsApp”. La reconquistense agrega que todo se hizo “tratando de visibilizar que somos muchas las mujeres y las disidencias que tenemos ganas de ocupar estos espacios. Por eso fue que decidimos que toquen todes”.
“Lo importante fue visibilizar que hay gran cantidad de personas con ganas de ocupar estos espacios, dejar escuchar lo que tenemos para decir, de demostrarnos a nosotres y demostrarles a la escena rosarina, históricamente ocupada por varones, que hay otras maneras de hacer las cosas, que hay otras miradas, otras formas. Que tanto arriba del escenario, como detrás de las consolas, gestionando por todas partes, nosotres queremos ocupar esos espacios, queremos que se nos permita. Lo importante fue demostrar una intención, un deseo. Quedó demostrado. Fue una noche hermosa”.
Al igual que las otras ramas del colectivo por el continente, Feminoise Rosario está integrado por representantes de diversos ámbitos: danza, música, pintura, dibujo, literatura, teatro, cine y una lista que se extiende de manera generosa. “Que seamos tantas disciplinas artísticas tan diferentes logra que seamos un grupo más rico, diverso y hermoso”, observa Cisera.  “Feminoise tiene intención de ser interdisciplinar, desde lo cual, dentro de los lineamientos está contemplado trabajar cruzando las distintas disciplinas artísticas”.
A propósito de los retos que enfrenta el colectivo de cara al futuro, Cisera comenta: “Hay un montón de desafíos. Principalmente, hay desafíos al ser un grupo tan grande, con muchas personas pensando de maneras distintas. Más allá de las disciplinas artísticas en sí, es un grupo humano que a partir de un lineamiento, trata de llegar a concretar ciertas cosas. El desafío más grande que veo, personalmente, es no cambiar el foco del colectivo y dejar de lado ciertas diferencias que hay, enfocarnos en los fines, generar espacios para hacer un montón de ruido y sentirnos segures, comodes y bien, ya que en tantos otros lugares no nos hemos sentido así al trabajar y expresar nuestro arte. Ese sería el desafío fundamental, poner el ojo en el enemigo real que es este sistema heteronormativo y patriarcal en el que estamos metides todes y poder encontrar los puntos de fuga para hacer nuestros espacios e ir avanzando en los derechos que nos corresponden”.  

Koenig

Maia Koenig nació en Rawson en 1987. Por sus venas corre sangre mapuche y alemana. Creció en un ámbito familiar donde la música era omnipresente, mediante instrumentos o con discos o la radio sonando, atravesando los días y las noches. Las latitudes podrían cambiar, al igual que las escuelas o el paisaje donde caminaba, pero la música, los sonidos, siempre fueron un terruño envolvente.
Su abuelo fue acordeonista. La música estaba esperándola cuando llegó al hogar familiar. Al año ya estaba bailando al lado de su abuelo. Tango, folklore, algo de rock, no importaba, la mini Maia disfrutaba cada instante de expresión, tanto corporal como auditiva. “Hay una conexión desde la cuna con la exploración de los sonidos”, sostiene, estableciendo una claridad entre pasado y presente.
Caminando por calle Corrientes, buscando algún lugar donde almorzar, la chubutense desanda parte de su vida. Específicamente, sobre su primer impacto musical. “A los seis años, en primer grado, yo vivía en Chile, iba a la escuela allá. En el cole se hacían actuaciones y me tocó actuar de Gloria Trevi. A partir de ese momento me compré sus cassettes”.
Al principio, sonríe con timidez. A continuación, se entrega por completo a las risas anecdóticas volviendo sobre EL episodio que supo augurar la consagración a la música: “Tenía dos cassettes importantes en mi vida. El de Gloria Trevi era uno. El otro, el de las Tortugas Ninjas. Fue muy buena la actuación que hice, según me dicen. Imaginate que tenía seis años, pero estaba lookeada con medias rotas, campera de jean, borceguíes, hiper punk como se vestía ella. Ese fue el primer contacto. Me sentía como una estrella de rock. Fue genial. Me tiré al piso, hice toda performance. Gané la competencia. Me salió re natural y es la misma mierda que sigo haciendo ahora, básicamente. Musicalmente tuve que hacer otras cosas, pero el show sigue siendo el mismo. Ese fue mi primer paso, lo primero que surgió.
La piba natural que sonríe ante sus propios recuerdos es la misma que cuando está tocando entra en un éxtasis cercano a la levitación. Inmersa en su música, Koenig entrega su cuerpo al movimiento, liberándose -en parte- con breaks y beats.
La comunión entre música y público rompe la distancia, es un estadio donde RRayen es una conspiradora por la liberación de todxs lxs cuerpxs presentes. Es un trance lúdico/liberador que se complementa con la entrega del público presente. Un acto envolvente, donde lxs presentes rodean a Koenig en un abrazo legítimo.
Para describir esa inmersión lúdica que involucra tanto al artista como a público, Koenig lo hace desde una primera persona, un POV en estado de éxtasis que nunca dejar de estar conectado con su alrededor. Cerebro, sensación y cuerpo, para un experiencia plena de fantasía y entrega.
¡Podría volver a hablar de Gloria Trevi!”, dispara. “Entendí que cuando estoy tocando estoy en un estado fuera de lo normal. Entro en trance. Eso sí es fantasía. Estar tan conectada con el momento, con la música, con lo que está sucediendo alrededor, con la energía del lugar, con la mía, todo se transforma en algo único. Cuando estoy tocando estoy en trance, lo pienso así. Eso hace que visualmente, estéticamente y corporalmente sucedan cosas que empiezan a vibrar en la misma energía que es el trance”.

– ¿Cuál fue el primer momento en que fuiste consciente que podías desarmar un mundo a través de tu música?

Empecé cantando en una banda punk de mujeres, Mokientas. La armé yo en un pueblito donde ni había ni músicos y de pronto rescatamos amigas y surgió todo. Esa fue la primera vez que sentí que podía canalizar lo que me estaba pasando.  Mediante la música pudimos decir lo que teníamos para decir, lo que nos estaba atravesando. Era un rebeldía de la palabra, en ese caso. Otra etapa muy importante fueron los años que toqué con Mielcitas Trash Me, una banda experimental donde yo cantaba y tocaba el bajo. Cada recital era de improvisación. Cada encuentro fue increíble, único y super extremo. No se podía decir que era música, era ruido…bien harsh. Ahí conocí todas las limitaciones y pudimos superarlas. Se nos iban las cosas de las manos. Dejamos de tocar porque los chicos rompieron las guitarras por chocarlas. De todos los lugares nos echaban o no nos dejaban tocar. Era performático, sonoramente extremo. Solamente saben de qué estoy hablando las personas que vieron en vivo a Mielcitas Trash Me.

– ¿Cuando eras adolescente cómo se fueron complementando feminismo y anarquismo?

Siempre fui feminista, creo. Hasta que no llegó una ola de información sobre lo que era el feminismo, no me consideraba…o sea, no existía la palabra en esa época, no se hablaba de feminismo. Pero, lo pienso ahora y ya re éramos. ¿Cómo podía tener esa consciencia desde tan jovencita? Era una consciencia de “Ok, quiero armar una banda de chicas”, no simplemente una banda. Ya había una intención más profunda de valorarme y sentirme identificada con otras mujeres que hagan música o arte. En lo personal, después me di cuenta que era el mismo camino. Buscar la libertad, encontrarme en las lecturas del anarquismo, rebelarnos contra la autoridad también era rebelarnos contra este sistema patriarcal que nos oprimía y lo hace hasta hoy. Entender eso fue verdaderamente explícito, es la misma lucha.

– Con tu música estás girando constantemente. Pudiste recorrer todo el continente, casi en detalle. En los primeros días de 2019 partís hacia Europa. Habiéndote involucrado con tanta gente y problemáticas por toda Latinoamérica, ¿mañana te podrías quedar quieta en algún lugar?  

No sé. No podría quedarme en un lugar. De quedarme quieta, lo haría en el sur. Pero quedarme en un lugar significaría no estar tocando a pleno. Me gusta viajar por el hecho de conocer. Tengo una curiosidad natural por las movidas,de las culturas, principalmente me interesa mucho lo que sucede en Latinoamérica. Hay una lucha, un movimiento histórico que está pasando ahora, ni loca quiero perdérmelo, quiero ser parte, quiero impulsarlo. Para eso hace falta que esté viajando, que esté ayudando, que esté en comunicación con muchos lugares a la vez, no solamente las grandes capitales, sino llegar a los pueblitos porque soy una piba de pueblo, sé lo que es que llegue esa data a esos lugares. Eso hace que me mueva. Saber que hay alguien necesitando que llegue esta información, yo la tengo y me encantaría darla.

– Sorprende de Feminoise que han sabido tomar una velocidad crucero luego de un tiempo de formación bastante breve. Generalmente los colectivos necesitan un tiempo prudencial para agarrar esa marcha. Feminoise creo que tuvo parámetros claros a partir del manifiesto, pero también la dinámica que vos supiste imprimir. ¿Cuál es tu nivel de responsabilidad ahora?

Cae bastante sobre mi en este momento. Por eso mismo estoy tratando de laburar bastante en la estructura para que no recaiga todo sobre mi. Es un proceso de gestación. Pensá que los colectivos recién en mayo de 2018 se empezaron a formar. De pronto, hoy por hoy, hay doce colectivos en Latinoamérica. Llega un momento en que me vuelvo loca, pero también me lleno de amor, de emoción y euforia sobre las cosas que se están generando. Evidentemente, es algo que les pibis necesitaban, por algo sale esta velocidad crucero que vos mencionaste. Hubo un acierto, era por ahí. Eso tiene que ver con una visión global y con una visión de qué me pasó a mi en los viajes, qué entendí para poder tener esa visión de qué es lo que necesita la otra, o el otro, le otre. Tenemos lineamientos y todos los colectivos nos manejamos bajo esos lineamientos y bajo el manifiesto. También hacemos asambleas. El funcionamiento es bastante autónomo siempre que entre en ese recuadro establecido.

– A través de los países que recorriste, te sumergiste en distintas problemáticas de género. En pueblos o ciudades, hay denominadores comunes, pero también existen grandes diferencias entre sí. ¿Cuál es el punto que se repetía sin excepción en cada pueblito, metrópoli y país?

La violencia. La violencia es terrible. Violencia de un hombre a una mujer. Eso lo vi en todos los pueblos, en todas las ciudades, en todos lados. En Latinoamérica se vive muchísimo la violencia machista. De hecho, al tener experiencia en los viajes, valoro un poco más el crecimiento que tiene nuestro país con respecto a estos temas. Hay que tener consciencia que muchos países toman Argentina como referente ante un montón de cuestiones de cómo organizarse y cómo sembrar este tipo de luchas, sobre cómo poder revertir este tipo de violencias o las problemáticas que tienen los lugares. Eso hace que se valore un poco más desde acá y que se siga laburando, que se siga expandiendo. Lo esencial es comunicarse con lugares donde no pasa esto para ayudarlos a que sí empiece a suceder. Puede ser un apoyo o conversar, simplemente. Es importante tomar consciencia de lo importante que son los conversatorios donde una puede contar qué es lo que vivió, abrirse, generar grupos humanos de contención y apertura. Ya es un montón la liberación en la parte emocional íntima, después la parte más social o de lucha, pero siempre parte desde une ese laburo interior de qué está mal o qué puedo hacer. Para eso me parece importantísimo saber que tenés alguien con quien hablarlo, tenés a alguien que te dé una mano, que te contenga. Un grupo donde vos te sentís segura para conversar este tema.

– ¿En qué consisten tus talleres? ¿Cuál es el punto de partida en un taller sobre experimentación siendo que la búsqueda puede llegar a ser algo muy individual?

Hay algo que es central: el miedo al error que tienen las mujeres y que sufrimos todas. Quizás sea distinta a la realidad que viven en la crianza, me refiero a lo que vive una mujer y lo que vive un hombre. Un nene cuando se equivoca o hace algo, se lo festejan como si fuera un acto de rebeldía. En su caso es “Ah, qué aparato, qué risa”. De pronto, a una mujer, se la censura. Esto hace que seamos menos las mujeres que estemos programando, que ocupemos lugares técnicos, que nos sintamos inseguras con ocupar lugares en ciertos ámbitos. Es miedo a equivocarse. Lo que me sucedió a mi en lo personal es que rompí un poco esa estructura y me di cuenta que, en realidad, era fan del error. Ese juego, la parte de lo lúdico de la experimentación, largarme a experimentar, abrirme y no tener miedo a equivocarme fue un click que me hizo dar cuenta que podía dar talleres de electrónica experimental, que podía ser música experimental. Es un concepto político ser fan del error  y de animarse a equivocarse y a romper estructuras para ser más libres. Los talleres tienen ese trasfondo también. Son muy del hazlo tu misma, de la seguridad que cualquier puede hacerlo, no tenés que ser super estudioso o algo para poder soldar un cable. Todo lo que hice siempre fue de autodidacta. Más que nada, los talleres son de compartir mi experiencia y animar a las personas asistentes, quiero incentivarlos, enseñarles lo básico para que cualquiera pueda llegar a fluir con esas ideas.

– Con la constancia de tu música, en diez años de trabajo, lograste la atención de varios medios especializados. También hubo medios masivos que se interesaron en tu movida. Sin embargo, a veces, esas notas o artículos se concentran en lo colorido, dejando de lado el contenido político.  Su aproach es “La chica que hace música con un Gameboy”, corriendo el eje de tu dirección. ¿Qué sentís cuando te encontrás con eso?

Los medios y las notas son un canal más para que la gente llegue a mi laburo y al colectivo. Incluso, una de las primeras notas que apareció acerca de mis actividades fue sobre la banda punk que tenía de chica. La sacó un cura diciendo que éramos unas cocainómanas porque habíamos pintado una iglesia y habíamos escrachado una A de anarquía en la puerta de la iglesia del pueblo. Entonces ahí me di cuenta, desde muy temprana edad, que digan lo que digan los medios, me están haciendo publicidad y que la gente que quería llegar a mi trabajo iba a llegar porque me estaba puteando un cura o porque hagan una nota de color. Al ser de un pueblo chico donde sos la hija de, donde te encontrás con un montón de situaciones que tienen que ver con tu persona. Creo que soy una piba polémica, siempre me peleo por defender lo que pienso, a la gente le cuesta escuchar que una piba diga lo que piensa, entonces eso choca y se empiezan a romper estructuras, tiene que ver con esto, no me interesa mucho qué digan y cómo lo digan. Estoy acá y hago esto, el que lo entendió, bien, el que no, que se quede con la marca de shampoo que uso.

 

TXT – Lucas Canalda
PH – Renzo Leonard

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