SURFER ROSAS: EL FARO MAGNÉTICO DE TEMPERLEY

Surfer Rosas, el clásico ciclo musical del sur de Buenos Aires, comienza su camino como sello independiente junto a artistas como Adrián Paoletti, Los Bilis, Rayos de la Niñez, Sol Medina y Tomi Trauma. 

Luego de casi 10 años procurando encuentros mediante ciclos musicales, Surfer Rosas se conforma como un sello discográfico independiente para trabajar con artistas de tres generaciones y continuar energizando -y representando- a la prolífica zona sur del Gran Buenos Aires.
El incipiente sello está conformado por un puñado de artistas que abrevan en generaciones y sonoridades diferentes pero que vibran bajo un deseo común: conectar con la gente mediante las canciones, dejando de lado artificios y tretas. Los Bilis, Adrián Paoletti, Tomi Trauma, Sol Medina y Rayos de la Niñez emprenden el nuevo viaje de Surfer Rosas en un año atípico que presenta curvas peligrosas donde aparecen acciones temerarias (como la de arrancar un sello).
Con un declarado espíritu colectivo, generando vínculos interdisciplinarios con una diversidad de propuestas artísticas, Surfer Rosas apuesta a crecer manteniendo su identidad y haciendo pie en el mundo digital que durante el contexto pandémico se volvió esencial, casi al punto de ser territorio en disputa por compañías, telcos, plataformas y actores independientes.

El ciclo Surfer Rosas tuvo su puntapié inicial en octubre de 2011 en Temperley. Apostando fuerte a la constancia, Surfer Rosas fue creciendo y ganando visibilidad por todo el Gran Buenos Aires, también logrando referenciarse como un punto neurálgico relevante por toda la provincia.  Con más de un centenar de fechas, el ciclo alojó a bandas, VJs, fanzineros, DJs y a todo tipo de expresiones.
Para obtener una perspectiva del trabajo que el ciclo llevó adelante en casi una década de actividades solo se necesita repasar las redes sociales del ciclo. En Facebook e Instagram se encuentran cientos de flyers con fechas de una inmensa diversidad estética en las que se supo abrazar la vanguardia, lo establecido y lo siempre periférico. Aparecen nombres como Viva Elástico, Loquero, Tobogán Andaluz, Las piñas, Peligrosos Gorriones, Tall Juan, Atrás hay truenos, 107 Faunos, Kumbia Queers, Fantasmagoria, Las ligas menores, Daniel Melero, Los Espíritus, Mi Amigo Invencible, Bestia Bebé, Sara Hebe, Poseidótica, Leo García, Pez, Rosario Bléfari, Hungría, Carca, Fútbol, Boom Boom Kid, Unión Soviética, Pyramides, Aventura en el Árbol, Medalla Milagrosa, Pelopincho, Los Reyes del Falsete y podríamos seguir.
En La Surfer, la música en vivo se conjuga con muestras fotográficas, exposiciones y DJs invitados. Las propuestas siempre fueron variando, pero hay una constante en todo lo que propone Surfer Rosas: posibilitar el encuentro. Si hay mezcla, mejor. Por eso los contrastes entre sonidos son parte de la identidad férrea del ciclo. Grandes nombres se mezclan con grupos recién iniciados en la partida; el hip hop se cruza con el punk rock, el low fi con el math y así con lo que vaya surgiendo. Encuentro, hibridación paulatina y regularidad, claves de un trabajo bien hecho.

Camino a la década de actividad, el gran año de la pandemia encontró a Surfer Rosas dando un paso lógico, transformándose en sello independiente. La publicación del cassette Vol 1 & 2 de Los Bilis constituye el lanzamiento que inicia la nueva aventura.
“La idea de Surfer Rosas como sello estaba ahí dando vueltas todo el tiempo, pero sentíamos que era mucho trabajo que no íbamos a poder abarcar. Siempre lo vimos como algo complejo, más que nada por el tiempo que se necesita y las personas”. Quien conversa a la distancia es Adrián Trapinsky también conocido como Trapo, creador de Surfer Rosas en 2011 y que desde entonces profesionalizó su accionar, siendo gestor cultural, productor y otros oficios que fueron apareciendo según la necesidad de las circunstancias.
“Las cosas que nos pasan muchas veces están escondidas en nuestro interior, esperando el momento de salir”, comparte Trapinsky a propósito de la decisión de dar el paso evolutivo hacia convertirse en una label.
“Para poder dar ese paso fue fundamental decidir sumar a Nico Yonki que tiene mucha experiencia en la escena y te impulsa para hacer las cosas. Mati de Rayos (de la Niñez) aporta cosas que nosotros no podemos hacer  y se van sumando a tareas del sello que hace que todo sea más armonioso y no tan dependiente de uno.  Nos vamos construyendo de a poco y con gente capaz”, apunta Adrián sobre los aspectos fundamentales para activarse como un sello independiente real y dedicado.
En un contexto de incertidumbre y aislamiento es extraño referirse al lanzamiento o surgimiento de un nuevo sello discográfico autogestivo. Sin embargo, Surfer Rosas no desconoce el arrojo de aventurarse en una misión difícil en tiempos asfixiantes: el origen de toda su historia se remonta a un periodo post cromañón cuando Buenos Aires (y casi toda la Argentina) sufría una ola de securitismo y burocracia gubernamental sobreactuando un papel que previamente a la tragedia no supo ejercer con la responsabilidad debida.
En ese sentido, la aventura de comenzar un sello en un 2020 complicado parece otro capítulo riesgoso que el equipo Surfer Rosas abraza con valentía, listo para construir en la nueva normalidad.
“Nosotros en zona sur siempre nos manejamos en centros culturales independientes. Por decisión. Por suerte nuestra casa fue Cultura del Sur (centro cultural ubicado frente a la estación de trenes de Temperley) que nos guió en la lucha y en no bajar los brazos cuando las cosas se ponían mal, pasamos situaciones muy incómodas no solo al principio, hoy también”, recuerda Trapinsky, que parece haber vivido una diversidad de experiencias haciendo La Surfer. “Policías en la puerta de las fechas, multas sin sentido”, cuenta, dejando en claro que no importan las coordenadas, en todos lados es igual.
“Aprendimos que para ganar las cosas hay que poner el cuerpo y que la cultura es para todxs y el Estado no es dueño de ella”, declara.
Sobre la situación en el presente Trapinsky remarca que “hoy es prácticamente igual, a los centros culturales independientes les cuesta muchísimo mantenerse. Más en pandemia”.
Apelando al sentido de pertenencia que late fuerte en toda la comunidad artística, el gestor señala que “acá en zona sur hay un rol con la sociedad muy importante entre los centros culturales y las personas. Te formás ahí y al Estado obviamente no le gusta eso y hace lo que sea para que no crezcan esos espacios.  La inversión del Estado en cultura no existe. Aunque hemos hecho cosas con el Estado y las seguiremos haciendo, siempre exigimos más”. 

Mencionar la zona sur de Buenos Aires implica hablar de un linaje cultural y de vanguardias que en determinados momentos de la historia musical argentina irrumpieron generando cimbronazos que todavía se sienten a través de las décadas.
Hablar de la zona sur conecta con varias generaciones, logrando un revuelo considerable. Apuntar movimientos musicales de aquellas latitudes significa tener una mixtura interesante que va desde sonidos bluseros y pesados hasta pop bailable o desde rock sónico a rocanrol cabeza o candombe y hardcore.
Cada unx tendrá su propia acepción de lo que es sur de Buenos Aires y las discusiones de guetos, masividades y ruptura podría extenderse por varios párrafos. Pero hay un punto en que todxs se ponen de acuerdo: el sur tiene mística; siempre hay algo en movimiento, desarrollandose lejos de los medios masivos y los sellos de mayor envergadura que, seguramente, en algún momento querrán acercarse olfateando algún filo comercial.
“Zona sur es un planeta hermoso” dispara Trapo cuando se le pregunta sobre la mística intrínseca que tiene el terruño que vio nacer a Surfer Rosas. El amor aparece inmediatamente, dejando en claro que hay tanta mística como orgullosa pertenencia. “Tenés bosques, calles de tierra, empedrados, muchos árboles, conocés a todos acá. Hay gente muy sensible”.
“Respecto a la música desde siempre fue una movida muy novedosa y alternativa. Hay proyectos nuevos todo el tiempo y súper innovadores. Nunca dejo de sorprenderme. Vi proyectos increíbles que lamentablemente desaparecen. Si te querés dedicar al arte es más que difícil si no tenés recursos y provenís de zona sur. Es difícil el camino, todo parece muy lejos y casi imposible”.
“También creo que quedó muy marcada la escena de los 90 con bandas como El Otro Yo, Juana La Loca, Babasónicos. Esa línea se mantiene solo que la música alternativa cambió.  La zona sur es barrio literal, y si es barrio es mucho de lo que está bien. A veces me resulta muy enigmático como tantas bandas con un sonido tan particular salen de estos barrios”. 

– Luego de la decisión de formar el sello, ¿cómo empezaron a formar el roster de artistas? ¿Qué buscan ustedes en las bandas que se integran al sello?

Buscamos emocionarnos principalmente, lxs artistas tienen que emocionar. Buscamos diversidad e identidad, que tengan un compromiso real con el arte y quieran desarrollar una carrera como artista, sin miedo , que no piensen que es imposible, que la salida es colectiva, con trabajo y dedicación. Algo muy complejo, pero que está ahí en las personas, solo hay que reaccionar.  Cuando empezamos hacer la curaduría se dio todo natural, Los Bilis ya estaban adentro, me volví fan de ellos en los últimos años que los vi en vivo, son únicos en la escena,  Nico Yonki propuso a Rayos de la Niñez, que me parecieron increíbles. La idea era sumar pocos así podemos trabajar bien con todxs.  Eso era fundamental. Así que todo siguió en sumar a Tomi Trauma que ya veníamos hablando desde que el tocaba en Aventura en el árbol y siempre me pareció un artistas muy original y novedoso. Con Adrián Paoletti siempre hicimos cosas, desde editar cassettes hasta giras, es un amigo. Lo de Adrian en el sello realmente es un sueño, estamos muy contentos. Con Sol Medina fue algo mágico: escuchamos su canción “Este pucho”, que me pareció hermosa y le escribí al toque la invitamos al Cuarentena Rosa y después la sumamos.

– El sello está conformado por artistas de diversos sonidos y generaciones. Más allá de las diferencias entre cada proyecto, hay algo común en todos: hacen las cosas de manera personal, siempre diferente a lo establecido por la industria. Tanto Paoletti como Rayos de la Niñez tienen otra concepción sobre arte, gestión, conciertos y más.
¿La identidad del sello pasa por allí? ¿En proponer una alternativa real y sustentable a lo establecido?

Si te fijás en nuestra historia como ciclo musical algo que nos caracterizó siempre fue la identidad, desde el mensaje que se bajaba, las gráficas, lxs artistas, el trato con las personas y la curaduría. Con el sello pasa exactamente lo mismo, consideramos demasiado importante el arte para las personas. Lxs artistas que participan del sello tienen identidad, amor por lo que hacen, respeto al arte y un sonido dentro de lo alternativo novedoso. Que también es la industria, ¿no? Creo que hay que sacar algunos conceptos ya. La música es una sola y es cuestión de trabajar para que te sucedan las cosas, más allá de la música que hagas, va más por entender cómo funcionan las cosas. Lamentablemente a nosotros nos toca tener que hacer mucho esfuerzo para poder hacer cualquier cosa entonces por ahí nos cueste más tiempo, pero vamos por ahí.

-Si bien durante todo 2020 estuvieron muy activos con novedades (Surfer Rosas TV, Cuarentena Rosa, lanzamientos en cassette) cómo fue lanzar el sello en un contexto pandémico? ¿Hubo que postergar planes?

No lo pensamos como un impedimento. Trabajamos con el artista en donde proyectamos sus redes sociales, la prensa, hacer videoclips, etcétera. Muchas cosas, por más que estamos en pandemia, las pudimos hacer. Respecto a los shows fue terrible, emocional y económicamente. Teníamos, entre las bandas y el ciclo, más de 20 fechas en los primeros meses del año que no pudimos hacer.

– En estos tiempos reina una urgencia por la novedad; siempre estar presentando algo nuevo por parte de las bandas para mantenerse en el candelero del flujo de información constante. Eso produce un estrés tanto en los artistas como en las productoras y sello, generando contenidos todo el tiempo cuando, a veces, los recursos no siempre acompañan.
¿Cómo manejan eso desde Surfer Rosas?

Creo que si te dedicas a esto estás un poco loco. Se vive una adrenalina que a mi me gusta mucho, todos los días tengo algo para hacer. Manejamos la ansiedad y los conflictos que este rubro puede generar hablando mucho con lxs artistas por ahí los que tenemos más experiencias como yonki y yo estamos ahí para cuidar a lxs demás y aconsejar en estos temas.  Tenemos reuniones donde compartimos nuestras ideas y problemas y siempre se resuelven en comunión con todxs. Es un camino muy largo, quizás para algunxs de toda la vida, entonces tenés que ser paciente que las cosas se dan. Venimos del hazlo tu mismx eso va de la mano con mucho trabajo, mucho tiempo, por ende el estrés va a venir en algún momento, también hay que estar preparado para eso. Comer bien, dormir, meditar. Todo esto es más divertido que tener un trabajo común y corriente. Hay que ver eso también.

Luego de trabajar durante (casi) una década produciendo un ciclo musical de renombre regional,  generando recitales con artistas estelares y ya legendarios, bandas emergentes y encuentros memorables, Surfer Rosas tiene unas cuantas lecciones aprendidas que hoy se vuelven imprescindibles a la hora de poner en funcionamiento el sello.
Los años se presentan como enseñanza y crecimiento tanto personal como profesional. Juntos o por separado, el equipo de Surfer Rosas se formó entre conciertos, festivales, gestiones y pruebas de sonido. Buenos y malos momentos se plasmaron en experiencia y conocimiento para empujar hacia adelante y hacer del futuro algo irresistible. La apuesta es grande: ciclo, sello, personas, bandas, canciones y mucho más ponen corazón y mente en el un futuro magnético que lxs espera.
“Es un montón la Surfer” , comenta Trapinsky, pensando en un pasado que tiene peso y respalda a todo lo que está por venir.  “Son muchas cosas las que pasaron realmente. Me formé como persona, tenía 25 años cuando arrancamos. Como trabajador de la cultura, aprendí el oficio de ser productor, manager y diseñador gráfico. Realmente fue hazlo tu mismx.  Por suerte hubo un montón de gente que fueron familia y sintieron el proyecto propio y eso fue increíble. Una persona sola no puede todo. Mucho amor, entre las personas.  Estar tantos años en el ambiente, conocer sellos, artistas de todo tipo, giras con bandas y todo lo que fui haciendo estos diez años fue mi base para decir sí hagamos de una vez el sello de la surfer. El arte y el amor nos van a salvar”.

 

 

Lucas Canalda
Fotos Daniela Po

 

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