LUPRETINIA: “HAGO ARMAS POÉTICAS Y POLÍTICAS PARA QUIEN LAS NECESITE”

Desde Colón, Entre Ríos, Lupretinia afianza su camino con Para verte más real, una canción que entrelaza vulnerabilidad y potencia. El sencillo es una confesión íntima que trasciende lo individual para resonar con cualquier experiencia de fragilidad y búsqueda de lo auténtico. En tiempos de precariedad, pantallas y vértigo, la artista construye desde la sensibilidad un espacio de creación: hacer sentir como forma de sobrevivir.

 

Los últimos trece meses de Lupretinia estuvieron cargados. Lo más fácil sería decir que, como artista independiente, su vida transcurre entre música y canciones. Sin embargo, la ecuación siempre es más compleja. La artista entrerriana atraviesa momentos que moldean su oficio en todas sus formas. Hablamos de música, sí, pero también de aprendizajes y lecciones que involucran la producción, la gestión de proyectos y el entendimiento de sí misma en circunstancias vertiginosas, incluso cuando los vientos soplan a favor.
La seguidilla de Agustina Scelzi —tal su nombre real— incluye su primera gira autogestiva por Europa, el lanzamiento de nuevos sencillos, la salida de una sesión en vivo grabada en estudio Romaphonic y la capitanía de su proyecto, tanto en formato banda como en solo set, entre la Ciudad de Buenos Aires y distintas localidades del interior del país. Sea como sea, Lupretinia está yendo. Su música está llegando, poco a poco, fruto de un esfuerzo sostenido en tiempos social y políticamente complejos. En Argentina, cada peso cuenta; por eso, la agenda cultural suele quedar relegada, por debajo de las prioridades cotidianas. En ese contexto, organizar fechas en Buenos Aires, Rosario, Santa Fe o su Colón natal es una tarea ardua, que implica tanto fe ciega como gestión activa, tejiendo vínculos y sosteniendo trabajo afectivo. Afortunadamente, mientras los desafíos económicos se multiplican, también crece una red que responde y propone.
Más allá de la realidad argentina, la primera visita de Lupretinia al Viejo Continente cosechó una buena respuesta. Tocó en una extensa serie de fechas, sumó otras tantas, cruzó fronteras y atravesó rutas. El verano europeo dejó una experiencia concreta que abrió una puerta al futuro. Pero se trata de algo más que de volver pronto para seguir tocando. La gira sirvió para que Scelzi pusiera los pies sobre la tierra y repensara su carrera desde una base que integrara música, gestión y comunicación de manera profesional. Eso significó empaparse de aprendizajes sobre modos de trabajo ajenos, intentando dominar los lenguajes de festivales, marcas, sellos y productoras con una idiosincrasia distinta y distante.
Todo fue un crash course obligatorio que la puso a prueba. El desafío, no obstante, valió la pena: las lecciones fueron valiosas. De cara al futuro, hay mucho más por venir.
Pero ahora, en plena primavera austral, Lupretinia tiene algo que compartir: su nuevo sencillo, Para verte más real.
El estreno fue a principios de octubre, luego de un trabajo parejo con un equipo de confianza. En la producción estuvieron Matías Gabriel Aramayo e Ignacio Acevedo. La mezcla y el master corrieron por cuenta de Acevedo.
La canción llega para confirmar un periodo de crecimiento y fortalecimiento de certezas. La aventura de Lupretinia se realiza en conjunto, con los socios creativos de siempre, a medida que las nuevas ideas van permeando, conformando el presente y lo que está por venir. En vivo la banda está formada Scelzi en voz principal y guitarra, Julián Rodríguez en teclas y coros, Mauricio Ibarra en bajo, Matías Gabriel Aramayo en guitarra y Juan Joaquín Garín en batería. 
Desde Colón, días después de haber lanzado el sencillo, Lupretinia responde a RAPTO. El tono de sus palabras es el de una artista atravesada por lo creativo, lo social y lo político: sensible, introspectiva, pero también combativa.
Para verte más real marca una nueva baliza en su camino. Su carrera se mueve justo en una coyuntura compleja, donde la tensión social y la falta de recursos se vuelven un obstáculo constante para cualquier proyecto independiente. Ella lo sabe, y lo dice con una honestidad brutal.
“Uf, sinceramente es muy difícil. Respecto a los bolsillos flacos, actualmente tengo tres laburos, lo cual contrae mi tiempo creativo aunque intente que no. De todas formas, creo que ahora mismo el proyecto me está salvando un poco la vida. Me mantiene con la cabeza ocupada, activa. Y para mí el arte es mi lugar seguro, un espacio que me permite exorcizar toda la mierda. La situación de tensión social me parte al medio, tanto así que tengo días de hipersensibilidad y por ende hipersensorialidad en los que me cuesta todo cien veces más; no puedo estar en una conversación de más de dos personas, enloquezco, me aturdo, me vuelve loca. El aturdimiento mediático, la desesperación, la impotencia, se sienten cada vez más fuertes como una olla a presión en lo individual y en lo colectivo. Y a veces unx no sabe para donde correr. Te metés para adentro y soñás con que cuando te despiertes todo haya cambiado. Pero nunca sucede. Todo esto te debilita las patas, te liquida, y eso que yo como todos los días y vivo bajo techo”.
“Pero si hay algo que tengo fuerte es la resiliencia, donde me recupero un poco, salgo con los tapones de punta de nuevo. Pido retruco. Eso marcó mi vida en muchos sentidos. Tuve épocas donde la pasé realmente mal por cuestiones que me sucedieron en la infancia. Entonces algo de mí aprendió a dejarse atravesar por las emociones pero después agarrarlas para contraatacar. Y eso ahora es un poco la respuesta a tu pregunta. ¿Cómo vivo estos meses? Apuntalándome cada vez. Cada día pienso cómo hacer pequeñas armas poéticas y políticas para que existan y las tome quien lo necesite, tanto desde Lupretinia como desde mi laburo formal (Gestión Cultural), eso me da vida”.
“Llegado el momento de armar fechas se pone re heavy, la gente no tiene un mango, lo que antes podías más o menos prever ahora es imposible, y de repente estás moviendo a la banda completa más otras personas que laburan en la fecha por 5 mil pesos, ni una birra te comprás. Y no tiene que ver con cuánta garra le pongas a la cuestión. Pensá que además yo vivo en una pequeña ciudad de Entre Ríos, todo es más difícil lejos de los centros del país”.
“Creo además que hay un cúmulo de muchas cosas sucediendo simultáneamente a nivel sociológico, micro y macro. Nos quieren deprimidos y resignados, y eso se ve en absolutamente todo. A veces me siento una pelotuda pensando ‘armas poéticas’ mientras están reventando Palestina, por ejemplo. ¿Qué sentido tiene? Me doy cringe. Pero ¿qué hago sino? Tirá todo a la mierda. Pero si dejamos de hacer arte los dejamos ganar. Callá esa cabeza y hacé. Laburá desde la sensibilidad y lo afectivo, hace crecer mundos donde antes no había. Qué ridícula. Esa es mi cabeza todo el tiempo.
“Mis estados siempre llegan al mismo puerto: yo quiero seguir haciendo música, quiero seguir haciendo arte, quiero seguir mezclando lenguajes y hacerlos filosos emocionalmente, quiero que al final de un recital sigan viniendo personas a decirme ‘Gracias, me lloré todo pero me hacía falta’, porque creo que nos hacen mucha falta espacios de sensibilidad y emoción. Y tal vez, no lo sé, ese sea mi rol como artista al menos hoy: hacer sentir.”
La respuesta de Lupretinia, extensa y sin concesiones, traza un mapa emocional y político de la precariedad contemporánea. Su manera de decir no busca alivio, sino sostener el pulso e insistir en la creación como herramienta de resistencia cotidiana.

Vamos a desgranar Para verte más real con detenimiento, lejos del frenesí del clic, y sin necesidad de títulos para el bait. Un ejercicio de disfrute, una pausa necesaria.
Durante treinta segundos la canción disfruta de una introducción melódica que sirve para asentar un ánimo casi hipnótico. Hay guitarras rasgueadas y unas texturas ambient, siempre en una inequívoca frecuencia dreampop. Pronto llega la voz de Scelzi, su rasgo distintivo, advirtiendo de un peligro inminente: “Partes de mí chocan”. 
La canción está dispuesta. Bajo y batería patean un arranque que destila guiños sónicos. Todo se mantiene climático, con el bajo conduciendo entre micro estadios noventosos. Especialmente refinados son las guitarras que aparecen y desaparecen, aportando electricidad con mucha sutileza.
Este universo de Lupretinia es sensible, femenino y frágil,  pero crudo en su apuesta: es una canción espinosa, como una decisión jodida e inevitable de esas que, tras tanto rumiar, hay que tomar, finalmente.
La letra del sencillo se presenta como un tratado de intensidad emocional, articulando un conflicto interno que lo atraviesa todo. Dentro de su formato de canción pop, con tres minutos y medio de duración, hay dos bloques repetitivos y un bloque final más narrativo y confesional. La repetición inicial funciona como un mantra que refleja la obsesión y la imposibilidad de revertir un conflicto interno: “partes de mí chocan / saben que no hay vuelta atrás”. El choque interno es irreversible, estableciendo un clima de tensión permanente. Lupretinia, entonces, sabe que no habrá un desenlace feliz. No por eso va a callarse.  La lucidez frente al dolor, acompañada de la imposibilidad de mitigarlo, constituye el núcleo melodramático de la letra. La letra no busca dar respuestas ni moralizar; es un retrato de la experiencia de la fractura interna y del deseo de trascenderla.
Las imágenes que atraviesan el texto son potentes y coherentes con la atmósfera musical de dream pop opresivo. La frase “partes de mí chocan” simboliza la contradicción interna y el conflicto entre lo que se siente y lo que se proyecta hacia el exterior. La “guerra sorda” y el “rugí como un animal” expresan la intensidad de la lucha emocional, que es silenciosa pero visceral.
Cuando la voz se define como invencible y peligrosa, refleja una fuerza que es tanto protectora como autodestructiva. La metáfora del fuego y de lo que “no podrán dejar de arder jamás” sugiere deseos, emociones y conflictos que persisten y consumen. Finalmente, la frase “solo quería verte más real” revela que la búsqueda de autenticidad o de verdad en el otro es el motor de toda esta colisión interna.
En términos de sentido general,  Para verte más real puede interpretarse como una metáfora del desdoblamiento del yo, de la dificultad de mantener la coherencia interna mientras se busca la autenticidad en uno mismo y en los otros.
La música, con sus capas, texturas y atmósferas envolventes, refleja y potencia esta búsqueda, haciendo de la experiencia emocional un todo cohesivo donde lo sonoro y lo lírico dialogan. La letra se convierte así en una confesión íntima que trasciende lo individual para resonar con cualquier experiencia de vulnerabilidad y búsqueda de lo auténtico.
Hay otra lectura posible de la canción de Lupretinia. ¿Qué significa verte más real en tiempos de dismorfia digital, de uso desbocado e irresponsable de la inteligencia artificial y de una cultura aesthetic que impone la felicidad como mandato? En las redes, mostrar una grieta, una tristeza o una duda parece una falta de etiqueta. La perfección proyectada se volvió norma y la naturalidad, una excepción sospechosa. Frente a ese paisaje, la frase de la canción suena como un reclamo una resistencia mínima ante el artificio omnipresente.
Hoy lo real es un territorio en disputa. Vivimos entre filtros, algoritmos de belleza y cuerpos diseñados para encajar en el brillo estéril de la pantalla. Lo humano, en su versión sin retoques, se volvió casi incómodo. Por eso, cuando Lupretinia canta “solo quería verte más real”,  se escucha una manera de decir que detrás del maquillaje digital hay piel, vulnerabilidad, cansancio.
En esa “guerra sorda” que la canción menciona late algo más que un drama personal. Late el agotamiento de una generación que vive entre la autoexplotación emocional y la ansiedad por mostrarse productiva, bella, conforme y feliz las veinticuatro horas. La voz reverberada de Lupretinia encarna esa distancia: el eco entre lo que mostramos y lo que somos, entre el brillo y la verdad.
Quizás verte más real no sea una frase amorosa, sino un pedido colectivo. El deseo de volver a mirar y ser mirados sin filtro, sin algoritmo que edite nuestras emociones. En un presente saturado de imágenes limpias, la canción de Lupretinia actúa como una grieta: deja pasar lo humano, lo frágil, lo imperfecto. Nada mal para una canción de tres minutos y medio.

Para verte más real se presenta como un sencillo ganchero y misterioso. Tiene la medida justa entre disfrute y desvío, capaz de adaptarse a cada mood, a cada subjetividad, a cada hora del día. Su escucha no se agota rápido: abre caminos, sugiere atmósferas, deja rastros.
Al preguntarle por el origen del tema, Lupretinia lo explica con la misma intensidad con la que lo interpreta: entre la literatura, la emoción y el trabajo colectivo.
“Esta canción fue una fiesta para mis sentidos” , comenta, entre risas. “Sinceramente lo que me pasó fue que después de leer Nuestra parte de noche de Mariana Enríquez se me voló la cabeza con Juan Peterson, el personaje principal, la construcción de su personalidad, sus múltiples partes, su don y su condena, su poder inmenso y su vulnerabilidad extrema conviviendo a la vez en su interior, necesitándose pero repeliéndose en un estado catatónico de experiencia vital, amando y odiando a la vez con una intensidad feroz. Me vi ahí, nos vi a todxs. Con millones de fuerzas moviéndose dentro nuestro pero paralizados”.
Según explica, “hay algo de la repetición de verlo en muchas cosas que tomé para empezar a componer. Tenía una melodía en la cabeza que me perseguía, y la empecé a bajar en casa, a ver qué pasaba. Y ahí básicamente la maqueta se creó casi sola. La repetición me dio el ritmo que tendría luego la letra, que la construí con disparadores del libro, cosas que subrayé, que aislé y llevé hacia mi mundo y las mezclé con mis emociones y sensaciones. Esa maqueta, así toda desprolija y visceral, fue enviada a Blacky, el guitarrista de la banda, y él le agregó un montón de cosas que le sumaron muchísimo, le dio una estructura más sólida, y así fuimos laburando juntos en cómo transformarla en algo más contundente, con un principio, un desenlace y un fin, bien potente, patada en la cara, que conserve toda la sensibilidad de la primera maqueta pero llevada a un lugar más profesional”
En el relato de Scelzi se mezcla lo intuitivo con lo artesanal: la chispa que enciende la melodía, la lectura que abre un universo. Para verte más real nace del cruce entre literatura, música y artes visuales, pero sobre todo de una urgencia emocional: la necesidad de construir mundos que devuelvan cuerpo y textura a lo que suele quedar diluido en lo virtual.
“Cuando digo que fue una fiesta para mis sentidos es porque emprendí este camino de incorporar mi parte más artes visuales a lo musical. Quería construirle un mundo, quería darle una voz más visual justamente, que no quede solo en la palabra y el sonido. Así que volví para atrás a partes mías guardadas. Decidí a abrirme un poco más, abrí esa caja y tomé ese archivo de videos e imágenes, videoarte, poemas, escenas que había generado desde 2019 en adelante, hice una selección y se las envié a mi amigo Iván Rodríguez, artista muy capo que había quedado enamorado del tema una vez que la habíamos tocado en vivo con la banda, antes de que salga obviamente. Él tomó toda esta catarata y con mucha precisión hizo una curaduría y montó todo en un laburo visual de postproducción impresionante. Entendió todo. A veces es difícil ser congruente cuando tenés tanta cosa que querés decir y muchos lenguajes, porque se te desdibuja el fin, pero creo que lo logramos. Estoy muy contenta con el resultado de todo este trabajo.”

La experiencia europea dejó huellas. Lupretinia la recuerda con una mezcla de vértigo y claridad: la gira por España con su solo-set en 2025 fue un punto de inflexión, una especie de examen de madurez para un proyecto que se sostiene sobre la autogestión y la intuición sensible. Desde ese viaje, aprendió —dice— a bajar las expectativas al terreno de lo posible, a comprender los límites reales desde el lugar concreto donde el proyecto existe y crece. Ese ejercicio de realidad, más que resignación, fue una estrategia de supervivencia.
A veces la gestión independiente se parece a armar un mapa sin brújula, pero Lupretinia encontró una manera de leer sus propios caminos. La gira la obligó a repensar el modo de organizarse, a entender que la estructura y los tiempos también son parte del proceso creativo. Por eso decidió sumar una agencia de asesoramiento, armar cronogramas, abrirse a nuevas formas de trabajo. Todo sin perder el pulso sensible ni la mirada política que recorre su obra.
“El entorno, los vínculos, la profesionalización del afecto”, repite como un mantra. Aprendió a cuidar esos lazos, a no sostenerlos sólo desde la amistad sino desde el compromiso y la claridad. Nada de “te lo hago de onda”: todo hablado, todo consciente. Porque lo que está en juego —dice— no es sólo una canción, sino años de trabajo y una red entera de personas que apuestan por sostener un modo de hacer arte fuera del sistema.
De esa gira volvió cansada, pero encendida. Con la sensación de haber visto de cerca lo posible, y con una energía nueva para mezclar aún más su costado visual con el musical. “Todavía estoy viendo cómo, qué y para qué, pero ese margen de transformación es lo más hermoso de llevar adelante mi propio proyecto.”
La conversación vuelve, inevitablemente, a su compañero de ruta creativa. La relación con Ignacio Acevedo, su productor, parece un eje central en el crecimiento de Lupretinia. Entre ellxs hay una complicidad que se construyó con los años y que se siente en el sonido final de cada canción. “Él ya sabe por dónde va la mano”, cuenta. “A veces me ve venir y entiende qué necesita la canción antes de que yo se lo diga.”
Habla de Acevedo con gratitud y respeto, pero también con cariño. Dice que su rol fue determinante para encontrar la identidad sonora del proyecto, y que su mirada —a la vez rigurosa y amorosa— fue clave para que Lupretinia lograra ese equilibrio entre vulnerabilidad y contundencia. “Hay confianza, afecto, honestidad y creatividad. Eso construye la magia”, resume, como si nombrara la fórmula secreta de su obra.

Lupretinia parece avanzar en un territorio donde el arte es supervivencia y desafío. Lo hace desde una periferia concreta —una ciudad entrerriana—, pero también desde una periferia simbólica: la de quienes siguen creyendo que la sensibilidad puede ser política. Su voz, entre lo íntimo y lo social, recorre una época que se rige a la velocidad ajena, y sin embargo, ella elige detenerse, pensar, hacer. Crear mundos posibles desde el ruido, desde la falta, desde el deseo.
Para verte más real podría leerse también como una consigna en ese sentido: una búsqueda de verdad en tiempos de simulacro, un llamado a mirar con atención lo que todavía vibra, lo que todavía duele.

 

por Lucas Canalda
Fotografías de Lucia Diez Imoff

 

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