EDUARDO RISSO: UN SALTO A LA AVENTURA

Mano a mano con Eduardo Risso, el multipremiado artista rosarino y el cerebro de Crack Bang Boom, la convención de historietas más importante de Argentina.

En la costanera centro de la ciudad de Rosario Eduardo Risso abre la puerta de su estudio en una mañana que vaticina una primavera precoz. En las alturas del octavo piso, con un sol rayano de mediodía invadiéndolo todo, el creador del Crack Bang Boom, el socio creativo de Brian Azzarello y Carlos Trillo, el rosarino tan premiado como Lionel Messi, ahora se calza el traje de anfitrión y, mientras comenta que estarían bien unos mates, invita a pasar y a ponerse cómodo. Al ingresar en la fortaleza de la soledad de Risso hay dos certezas impactantes. La primera es que la cantidad de información que el estudio alberga es abrumadora. Libros, cuadros y originales por doquier. Imposible decidir por dónde comenzar a revisar. La segunda certeza es que lo que resonaba desde el ascensor y por el pasillo es “Alive & kicking” de Simple Minds que se reproduce desde YouTube en la PC del artista. Hay una tercera certeza que irrumpe desde su propia voz: recientemente hubo una inesperada visita de los amigos de lo ajeno que tiran por la borda eso que el estudio es una fortaleza. Afortunadamente no hubo que lamentar el robo de nada importante, aclara Eduardo, tranquilo.
Mientras espera el punto del justo del agua, Risso comenta que nunca pudo habituarse a trabajar en la computadora, prefiriendo todavía su tablero ya que, “veinte minutos frente al monitor y tengo los ojos rojos como el peor”. La preparación del mate es la chance ideal para curiosear por el estudio. Las paredes atestiguan décadas de trabajo, amistad y logros. Libros, convenciones, premios, muestras, caricaturas dedicadas. Best Penciller/ Inker, Best serialized story, Best continuing series, rezan algunos de sus premios. Entre ellos cuelga la acreditación de la última Comic Con en San Diego, una placa rojiza que ilustra Rick Grimes de The Walking Dead donde se lee “ARTIST” en imprenta blanca. Una parte de su biblioteca de consulta se divide en etiquetas de deporte, moda, mujeres, gastronomía. Todo el departamento está rodeado de estatuillas del universo fantástico: Lobo, Cyclops y Wonder Woman, por sólo nombrar unos pocos. Sobre la mesita ratona del living hay un empaque a medio abrir con números de Torpedo 1972, su reciente colaboración con Enrique Sánchez Abulí en España. A centímetros del mítico gangster Luca Torelli descansa una foto del anfitrión junto al actor norteamericano Peter Dinklage en sus días cabellera Lannister.
Risso cuenta detalles sobre la legendaria Columba o las recientes convenciones del mundo del entretenimiento. De sus trabajos recientes en Europa o de propuestas laborales de gigantes como Amazon. Habla de hábitos y técnicas que emplea en su trabajo. También recuerda como el viejo (Alberto) Breccia dibujaba al sol utilizando tapitas de gaseosa. Risso explica, recuerda, señala, muestra, dibuja, comparte, ríe. Nacido en Leones, Córdoba, en 1959, Eduardo Risso es un universo de vivencias que puede ocupar cientos de horas, sin embargo, el ritmo de sus días siempre se proyecta al futuro, a todo aquello que está por venir y que está por hacerse. Mientras todo eso llega, simplemente hay que vivir. Para cuando el REC del grabador despega del 00:00, Simple Minds, Talking Heads, Duran Duran y Talk Talk ya dieron paso a otro mega clásico de los 80, el himno “Domino dancing” de Pet Shop Boys.
Lejos de ciertas luminarias de la historia que a fuerza de excentricidades construyeron una mitología de su persona, Risso se reconoce como tipo común. El nativo de Leones se describe como un rosarino al que le gusta disfrutar de la ciudad y ser uno más. “Me gusta salir, soy un tipo amigable. Tengo grupos de amigos por todos lados, tengo puertas abiertas por todos lados. Soy como soy, eso no se puede cambiar. No me interesa cagar más alto de lo que me da el culo porque no sirve” indica este trabajador del comic involucrado en Parque Chas, Yo, Vampiro, Borderline, Chicanos, 100 Bullets, Batman, Torpedo y que desde los años 80, recorrió los pasillos de Columba, DC, Marvel, Vertigo, Dark Horse, entre otras casas editoriales. Con premios, nominaciones y distinciones recibidos, trabajos en Argentina, Italia, Francia, España y Estados Unidos, Risso se muestra siempre tan apasionado como cauto a la hora de hablar de su desempeño, desde hace más de tres décadas, como artista de historietas: Yo soy un buen narrador gráfico, ni siquiera me considero buen dibujante. Yo te puedo mostrar tipos que son dotados naturalmente y vos me vas a decir “Este sí sabe dibujar”. Yo soy muy buen narrador gráfico y dentro de eso me arreglo con el dibujo y sé cubrir todos mis defectos hasta el día de hoy. Por eso elegí el blanco y el negro, para cubrir mis defectos, para que ustedes no los descubran.

La convención de historietas Crack Bang Boom nació en 2010, y con un férreo trabajo del equipo encabezado por Risso, se convirtió en el principal encuentro nacional de comics. En pocas semanas, del 12 al 15 de octubre, tendrá lugar la octava edición de “La Crack”, como se la conoce popularmente. En 2017, entre decenas de artistas participantes, talleres y otras atracciones, se destacan dos gigantes puntos: Joaquín Salvador Lavado, Quino, como el homenajeado de ocasión, y Frank Miller, visitante que puso al CBB en el centro de atención mundial luego que el norteamericano “advirtiera” en un video que se venía a Rosario.
Ante la pregunta de ¿Qué viene después de semejante dupla?  Eduardo Risso deja de lado el mate y responde con la naturalidad de un tipo que seguramente ya sabe algo del futuro, pero, sobre la inminente edición, responde, “Este año tenemos la suerte que viene Miller pero ¿cuántos buenos artistas hay por el mundo? Siempre se pueden traer para mostrar a la gente. Se arranca una Crack y ya se está pensando en la próxima, de hecho, yo ya estoy pensando en la siguiente. En los viajes que hago voy pensando qué hacer, porque me encuentro con colegas, con amigos, y a los que ya tengo contactados, a todos les digo “Che, muchachos, si los invito, ¿viene o no vienen?”. Acerca del reconocimiento al creador de Mafalda, Risso explica que, “Es un homenaje más que merecido, sobre todo siguiendo nuestro concepto de homenajear a la gente en vida, no le vamos a entregar el premio a alguien que no está. Creo que es un tipo con reconocimiento internacional, algo que pocos de nuestros artistas tienen, aparte este es su año”.
Seguidamente, el ganador de los premios Harvey, Eisner y Yellow Kid, explica la dedicación y la logística que demandan la realización de una convención de status internacional por la que transitan siete mil personas cada día y que tiene su clausura con el tradicional desfile de cosplayers que forma un mar de gente frente al imponente cauce del Paraná: Lamentablemente hoy, si nos remitimos a los invitados internacionales, la agenda es muy apretada para los artistas porque hay muchísimos eventos, muchísimos. En los últimos cinco años ha crecido el nivel de eventos a un número inimaginable. Si te muestro mi teléfono en el 2018 tengo cuatro eventos ya comprometidos y tengo uno para 2019. Cuando uno mira eso, pienso en el resto, que están igual. No podés salir a invitar a la gente dos meses antes. Se trabaja con anticipación.
El estudio del artista está ubicado a unos doscientos metros de los galpones donde toma lugar el ya tradicional encuentro de historietas y desde los enormes ventanales se pueden ver los espacios que por tres días son invadidos por la fanaticada. “No vengo al estudio durante los días de la convención. Directamente de casa al evento” apunta Risso señalando con sus manos un camino de ida y vuelta con los apurones que demanda semejante evento.
– ¿De qué manera vivís el transcurso de cada Crack Bang Boom? ¿Se pueden disfrutar esos momentos o estás inmerso en cada detalle para que todo salga bien?

Son distintos estadios. Una vez que se abre la puerta, ya está. Todo lo que pusiste se supone que tiene que funcionar porque para eso se trabajó. Hay detalles, pormenores, que quizás surgen que no dependen mucho de nosotros que tenés que salir a salvar pero ya uno se relaja. En particular, yo me relajó pero no me termino de relajar completamente hasta que no se van todos y decís “bueno, ya está” y hasta que no le pagás al último tipo la última moneda que eso pasa luego de toda una semana.  Termina el evento y nosotros estamos toda la semana con los números, hay que pagar aquí, allá. Recién ahí, decís, “Bueno, vuelvo a lo mío” – levanta un original recién terminado que tiene a la derecha de su tablero- que es lo que realmente disfruto. O sea, a la Crack la disfruto, pero como no depende todo de mí, hay cosas que me pueden llegar a exasperar. Yo aquí, en el estudio, manejo mis tiempos, bien o mal, depende mí. Cuando ya tenés un conjunto,hay cosas que no las podés manejar, entonces ya me exaspera.

– Con la relevancia que ha tomado la convención en todo el país y toda latinoamérica, se ha convertido en una importante parada en la agenda municipal siendo que el socialismo le da mucha bola a la cultura. ¿Cómo se aseguraron ustedes que Crack Bang Boom sea independiente de la administración de turno?

Eso, desde el primer momento, lo organicé para que sea así. Uno no puede depender de los vaivenes políticos, no nos interesó nunca. El nombre está registrado, es mío. Este tipo de evento, si no lo hacemos nosotros, no lo puede hacer nadie. Hay algo fundamental, mi intención era ser un nexo entre, porque nosotros no teníamos la logística cuando empezamos, sí la tenía la Secretaría de Cultura, y de hecho, yo soy de los que creen que este evento no se pueden hacer de manera privada. Si uno lo hace de manera privada, tal como lo dice la palabra, privás a mucha gente de poder acceder y ese no era el concepto, más allá de que se cobra una entrada porque hay un montón de gastos que el Estado no puede cubrir y los tenemos que cubrir nosotros. Entonces para poder recomponer ese dinero que uno pone del bolsillo es que se cobra una entrada. Si lo pudiéramos hacer gratis, lo haríamos, sin ninguna duda, por eso tiene que estar el Estado detrás. No puedo pensar un evento de manera privada. Por ahora tenemos el mismo partido que viene gobernando los últimos años y si el día de mañana cambia el signo político veremos si al nuevo signo le interesa o no, eso ya no depende de nosotros.

– Hoy en día las grandes convenciones de todo el mundo giran en torno a una cultura pop que engloba a la historieta, el cine, la televisión, el universo gamer, la fantasía, el merchandising…

Eso es lo que más reditúa.

– Sin embargo, en Crack Bang Boom mantienen el perfil concentrado en la historieta. Eso fue y es una decisión editorial.

Totalmente. Cada evento tiene que tener un porqué y ayudar a algo. Para vernos las caras entre nosotros, los fanáticos y los que hacemos la historieta, no tiene sentido. El evento fue pensado para movilizar la industria, nuestra alicaída industria, y eso también es lo que, de alguna manera, nos enorgullece cuando termina cada evento, primero porque nos damos cuenta que se ha convertido en un lugar referencial para lanzamientos editoriales, segundo, porque hemos visto que es un punto de encuentro de oportunidades. Sobre esto último, te pongo un ejemplo: yo tengo un asistente que ahora está trabajando para Marvel y el contacto lo hizo en Crack Bang Boom con alguien que vino para la convención, entonces ese tipo de cosas es la que nos interesa movilizar a nosotros. A quienes hacemos Crack Bang Boom nos gusta el comic, nos gusta la historieta, después, nos encanta el cine, los videojuegos, pero no tenemos la posibilidad de ampliar límites más allá del comic, por los espacios también.  Si lo pudiéramos hacer, lo pensaríamos, pero desde el principio, y lo queremos sostener, la idea es partir desde el mundo editorial y todo lo que tiene que ver con eso, todo lo relacionado con la historieta.

– Recién hablaste de “nuestra alicaída industria”. ¿En nuestro país la industria se redujo y la cultura de historietas se redujo significativamente por las sucesivas crisis económicas o también porque fueron cambiando los intereses y no se pudo reaccionar?

Las crisis económicas pegan a toda la industria, en general. Cuando hay una crisis lo primero que se deja de vender es un producto como puede ser la historieta, ya que no es algo de primera necesidad. Las sucesivas crisis de nuestro país hicieron desaparecer las grandes editoriales que teníamos. ¡Y eran grandes editoriales! Inmediatamente las empezamos a extrañar. Se hizo una reconversión de esas editoriales, hoy ya son pequeñas editoriales. El gusto del consumo cambió, ya no se lee la revista ómnibus que traía muchas historias en cada número sino que la gente que prefiere a un título o alguien en especial. Se ha puesto el foco en eso. Más tarde o más temprano esa industria va a crecer porque debajo de eso hay culturalmente gente que está preparada para eso y quiere obtener eso. -Se detiene y abre los brazos dibujando un recuadro con sus manos- Argentina viene perdiendo desde hace cincuenta años desde todos los niveles. A nivel regional, comparativamente, venimos perdiendo, y yo lo he notado porque tengo la suerte de viajar por todos lados. Ahora, culturalmente, nosotros teníamos un poder que era tan fuerte que todavía seguimos viviendo de eso que se instaló hace setenta años atrás. A eso hay que sacarle el jugo, por eso también Crack Bang Boom. Por eso también es bueno que exista Comicópolis, que exista Dibujados, que exista Comic Con, que existan las pequeñas convenciones como hay en San Luis, como hay en Salta, todo eso hace que le muestre a la gente “miren lo que hay aquí”. El entretenimiento no pasa sólo por la pantallita. De hecho, el comic que ha tenido un reverdecer a nivel mundial, ¿por qué? Porque, primero, el comic sigue siendo algo que lo tenés que ir a buscar, no te llega, segundo, vos tenés que interactuar, no es que te sentás y disfrutás, no abrís cerveza, bah, bueno, si querés lo podés hacer (risas) pero viste, una serie o una película vos llegás y no tenés que pensar, después una vez que termina ahí empieza a funcionar el cerebro, te gustó o no. En el comic no. Si vos hacés un buen comic, si no les das todo servido al lector sino que sugerís más, el lector tiene que interactuar. Esos son códigos que todavía prevalecen en el comic y a los que la gente les interesa mantener.

– Trabajaste en varios países con una diversidad cultural muy significativa y hasta contrastante entre sí. En esos países la historieta tiene un status muy diferente, en algunos está relegada y todavía vista como un entretenimiento menor, algo pasatista para mentes inmaduras, en otros, por el contrario, la historieta tiene una relevancia especial en la cultura como la forma de arte que ciertamente es. Según tu experiencia, ¿cómo se define el lugar donde se ubica a la historieta?

Porque no tienen en el hábito de la lectura. Odiosamente vamos a hacer una comparación: en Francia, así como no se les ocurriría cerrar ramales del ferrocarril, no se les ocurriría cerrar editoriales, de última, saldría el Estado a bancar al mundo editorial. ¿Por qué? Porque vos ves a la familia francesa, cuando van a las convenciones, y Papá, Mamá, nena, nene, todos se llevan su libro, y no son baratos, valen de 16 euros para arriba. Todos compran su librito y van, se lo hacen firmar. Tienen un nivel de lectura muy alto. Vamos a un país de nuestra región,  es otra comparación odiosa: hace más de diez años atrás, algo que por suerte ya cambió, cenando en Brasil, me habían invitado para charlar justamente sobre esto. Querían ver cómo masificaban el tema de los comics. Te repito, estoy hablando de hace más de diez años atrás. Ellos hicieron un estudio de mercado entre Argentina y Brasil, con las librerías. Resultó de ese estudio, que solamente la ciudad de Buenos Aires tenía más librerías que todo Brasil. Tengamos en claro que estábamos hablando, por esa época, de unos doscientos millones de habitantes contra los cuarenta nuestros. Eso, a ellos, les significó que en Brasil no se leía y en Argentina, sí. Entonces hicieron una campaña masiva para estimular la lectura. Eso fue mutando y hoy tiene un público lector, por la cantidad de habitantes no leen como deberían, pero potencialmente es interesante. La lectura viene ligada a la educación, si vos no tenés una buena educación no podés pedirle a la gente que lea historietas. Puede ser que a través de la historieta se pueda educar muy bien también, si querés. Seguramente un chico se va a entusiasmar, porque a mi me pasó, descubrí las historietas cuando tenía cinco años, no las podía leer pero me enamoró, me flasheó todo eso. Me impactó de tal manera que me quedé “Uh, ¿qué es esto?”. A lo mejor a los pibes eso le puede llegar a cambiar el mundo. La cultura está muy relacionada con la educación.

– Cuando un ilustrador, un guionista, un colorista, adquiere renombre, reconocimiento, trayectoria y cierta soltura económica, se permite elegir proyectos, algo que es muy saludable, sin dudas. Lo que me pregunto es si al ingresar en esa comodidad de elegir no deja de lado proyectos en los que haya algo de stress, algo de fricción, algo que haga renegar pero que también sirva para potenciar un producto y termine sorprendiendo al propio artista al lograr algo superador.

Se puede dar, el tema es eso otro que vos bien decís. Es muy probable que vengas vos a ofrecerme tal guión, tal historia pero tengo que decirte que no porque los tiempos no me dan. Yo estoy trabajando en dos proyectos. Tengo el nuevo libro de Torpedo que salió recientemente, ustedes lo estaban mirando antes de arrancar,  y la verdad que a mi no me gusta como quedó gráficamente. Lo tuve que hacer al mismo tiempo que Moonshine, otro de los proyectos en los que estuve trabajando. Terminaba una cosa y agarraba la otra. Eso no es lo mejor. Voy a tratar de mejorarlo para los próximos trabajos. Salió sobre la marcha y es como salió pero no es lo mejor, no es así como me gusta trabajar. Entonces vos me ofrecés un proyecto y yo tengo que rechazarlo pero así como rechazo el tuyo, rechazo algunos que son económicamente muy rentables. Les tengo que decir que no. Algunas otras propuestas también las rechazo porque me gusta hacer historietas y, por ejemplo, me ofrecen hacer diseño para videojuegos, u otras cosas así, que pagan muy buena guita y no me interesan. En verdad no me interesa, yo disfruto de esto -con ambos brazos abarca su tablero señalando su espacio de trabajo-, para mi la página en blanco es un salto a la aventura todos los días y eso no lo voy a perder. Vos me decís, ¿vivís bien? Y sí, hoy vivo bien, pero diez años atrás no tanto. Son etapas, momentos.

– ¿Cómo se desarrolla el lenguaje visual del comic y de qué forma fuiste encontrando el estilo Risso?

Es tiempo. Con el tiempo vas aprendiendo lo que querés mostrar. Un estilo no es sólo una línea de dibujo, una mancha, es un todo. Es saber cómo manejar los tiempos de la historieta, cómo ver la luz y la sombra, cómo pensás el color para con la historieta. Hoy estoy obsesionado con no repetirme. Odio verme todo el tiempo. Me aburro al verme todo el tiempo igual. Hoy la cámara es una cosa que dinamiza la historieta. No podemos seguir haciendo historietas como hacíamos una década atrás, han cambiando las comunicaciones, se ha modificado todo. Si hoy yo hago una historieta como las hacíamos en Columba, un cuadrito así -encoge sus  dedos- con un choclo enorme de texto que explicaba todo, eso hoy seguramente no va a vender como si yo hiciera algo mucho más dinámico. Porque el pibe que puede leer en un teléfono ya necesita otro tipo de estímulo. Eso me tiene pensando todo el tiempo,  ver cómo logro captar a los pibes, no me interesa captar a los viejos lectores, ellos ya están, me interesa llegar a los pibes. Me estimula ver cómo yo me puedo ir regenerando.

– Está bueno lo que decís porque la historieta supo adaptarse de manera natural a los cambios, tuvo una dinámica orgánica para saber incorporar muchos de los cambios que estaban sucediendo alrededor de la industria.

Sí, es cierto. Todo se ha ido modificando. Nosotros veníamos acostumbrados, hasta hace treinta años atrás, a que los tiempos eran mucho más largos. Lo que realmente revolucionó todo fue el tema de las comunicaciones. En esa revolución o te adaptas o te quedás en lo tuyo y allá vos. Hoy yo lo escucho al gobierno que dice, más allá que no me simpatiza en absoluto, pero en verdad hay que reconvertir la industria. ¿Queremos estar insertos en el mundo? La industria que tenemos es obsoleta. Si no reconvertimos la industria no podemos seguir. ¿Vamos a competir con los chinos? Nos sacaron cien años ya. Si no nos reconvertimos y vemos qué hacemos con lo que tenemos, no va a ir mal. A no ser que digamos “Cerremos fronteras y vivamos con lo que tenemos”. ¿Estamos dispuestos los argentinos a hacer eso? No, no somos cubanos, no nos vamos a bancar eso. Si queremos estar insertos en el mundo y yo, desde mi rubro, quiero estar inserto en el mundo porque ya lo estoy desde hace mucho tiempo, tengo que evolucionar. Es así. Si no, quedate en tu casa o andate a las sierras. Siempre hay opciones. Pero si te quedas o te vas, no te quejes, eso sí. Si hay algo que me enferma es la gente que se queja todo el tiempo. Así nos han acostumbrado muchos, también. Para reclamar los argentinos somos bárbaros. “Que no venga el Estado a romper las pelotas, que siempre se nos mete” pero cuando ocurren los primeros problemas “El Estado nos tiene que salvar”. ¿En qué quedamos, muchachos? ¿Tiene que estar el Estado o no tiene que estar el Estado? A mi el mundo me abrió las puertas hace mucho tiempo. Nuestra industria fue la primera en desaparecer y tuvimos que salir, con lo que teníamos puesto, a buscar trabajo. Entonces si a mi me abren las puertas del mundo yo no me voy a cerrar al mundo. Ese es un poco el concepto. ¿Cómo lo hacemos? ¿Qué técnica usamos? Eso se puede discutir pero el hecho es preguntarse qué tengo que hacer yo para competir con el mundo. Ahí es donde yo presto atención a los mercados. Así como en un momento de mi estadio me tuve que dar cuenta que si yo no salgo a venderme, si no salgo a vender mi producto, no va a venir una editora a golpearme la puerta. Porque nadie sabe qué estoy dibujando acá, tengo que salir a mostrarme. A veces te descubrís mejor vendedor de lo que imaginabas. Pero también hay que hacerlo con un producto que valga la pena.

– ¿Cómo funciona una sana y prolífica sociedad artística? ¿Tiene que haber un vínculo en común, una complicidad, compartir un background?

En mi experiencia, los dos, o todos los que estén involucrados, tienen que saber, tiene que tener bien en claro, que estamos haciendo historietas y no otra cosa. Eso es fundamental desde el vamos. Después, si hacemos una historieta, ¿cómo la hacemos?, ¿cúal es el concepto? La historieta tiene códigos que casi inamovibles si vos querés que funcione. Vos sos guionista y yo soy dibujante. Vos sos guionista, escribí el guión pero sabé que el 70% en la historieta es imagen, entonces respetá mi espacio, no me rompás las pelotas. Yo te voy a demostrar que vos no me tenés que romper las pelotas, vos tenés que descansar en el texto. Ejemplo de eso es mi sociedad con Brian Azzarello. Con Azzarello trabajamos tres años sin conocernos. Siempre laburamos a la distancia y no nos conocimos hasta un encuentro en San Diego tres años después de que ya había empezado 100 Balas. Ya habíamos superado, con las ventas, el primer año. Eso fue algo que la editorial nos dejó en claro, había que superar el primer año o se cancelaba. Teniendo esas cosas en claro, dijimos “O le ponemos ganas nosotros  o esto no va a ir a ningún lado”. De ese encuentro la anécdota es que después de un par de cervezas, viste que las cervezas relajan todo, el tipo me confiesa que tenía mucho temor que al conocernos personalmente se rompiera esa magia que teníamos al trabajar a la distancia. Porque claro, pueden pasar esas cosas de “no me gusta lo que decís” o “no me gusta tu cara”. Resultó que al manejar los mismos códigos y al ser los dos, medianamente, abiertos, es como si hubiera nacido al lado mío. De hecho, con Azzarello nos manejamos tan bien, que hemos estado en charlas con editores en las que nos dicen algo y ya con mirarnos sabemos todo. Ese feeling es muy bueno, hace que vos después quieras mantener ese equipo, que no se rompa esa dupla.

– Vos siempre te inclinaste por las historias sin personajes con superpoderes. En Estados Unidos, donde trabajas desde hace años, incursionaste en los superhéroes pero con Batman, que es un humano sin poderes. ¿Por qué esa elección?

Es que yo nunca leí a los superhéroes. Cuando llegué a Estados Unidos no quería trabajar con superhéroes, esa era mi meta y ¡me salió bien! (risas). Eso me salió bastante bien pero podría haber caído en esa porque cuando llegué allá, en verdad, fue como cuando los gringos llegaban acá, estaba con una mano atrás y una adelante. Venía de comerme los ahorros, tenía hijos y hacía un año y medio que no trabajaba. Estaba sobreviviendo, entonces agarraba lo que viniera. Tuve suerte, no fueron los superhéroes. Lo mismo le pasó a Azzarello, los superhéroes no son lo que más le gustan. Batman es un tipo que se puede tomar porque es el menos superheroico de todos. En lo personal, agarrar un superhéroe es un desafío, siempre…un desafío que espero no tener que tomar nunca más si puedo escaparle (risas).  De verdad es un desafío porque si algún día me dicen “Mirá, tenemos para que hagas Superman” y, sinceramente, lo tengo que pensar mucho para ver qué hacer con el personaje en sí. ¿Qué hacer? ¿Qué no hacer? ¿Cómo lo hago?

– Hace un rato mencionaste tu reciente experiencia con Torpedo. Cuando se conoció la noticia que te sumabas al proyecto, los lectores del personaje te recibieron de parabienes en los foros dedicados o en las redes sociales. Algunos minutos atrás dijiste que no te habías quedado conforme con tu desempeño ahí. ¿Cómo te llevás con eso? ¿Lográs convivir con ese inconformismo?

Se convive. Lo que está hecho, hecho está. Lo que siempre procuro es mejorarlo. Torpedo me da esa oportunidad porque vamos a empezar a trabajar en el segundo libro, ahí voy a tratar de mejorarlo. Me pasaba con 100 Balas. Me pasa todos los días, yo termino una página y digo “ésto es una cagada, vamos a mejorar en la próxima”. No puedo cambiar todo. Digo, ¿vos podés cambiar una página?, sí, todo el tiempo, podés cambiarla todo el tiempo pero qué voy a hacer, ¿hacer diez versiones de la misma página? No, es pajería. No, a esta altura no lo pienso hacer. Me encanta ver que alguien evoluciona. Me encanta también ir siempre modificando algo, tratando de moverme. Cuando uno tiene un cierto estilo, es odioso pero reconozco que ya lo tengo, entrás como a aburguesarte. Para mí sería bárbaro hacer siempre lo mismo y te puedo asegurar que lo vendo, que lo compran igual pero yo me sentiría muerto, entonces, no lo disfruto. Además, a muchas situaciones ya las hice. Entonces me pregunto cómo hacer para encarar cosas que ya hice. Mirá – señala una pila de libros de su propia autoría en la que se destaca una edición deluxe de 100 Balas– el otro día cambié un cuadrito porque dije “ésta cara, ésta pose, ya la hice”. Me queda grabado en la memoria entonces voy, acá tengo los libros míos, y reviso para dónde fue que lo hice. Entonces digo, “Claro, acá en Chicanos, listo”. No puedo hacer lo mismo entonces veo cómo encararlo.

 

Texto – Lucas Canalda
Fotografías – Renzo Leonard

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