Quiz Raptiliano 008: Rocío Baró

Quiz >  Cuestionario raptiliano para indagar en figuras de la cultura desde una óptica diferente.
Diez preguntas universales sobre el tiempo que habitamos + un puñado de interrogantes extras sobre su campo de acción.
Ilustraciones > Sebastián Sala

Roció Baró es licenciada en Comunicación Social. Conductora de Cada Día en las mañanas de Canal 3.  Además es cocreadora, productora y realizadora del Club De Lectura en Rosario3.


¿Cuál es tu humor por las mañanas?

Tengo muy buen humor. Suena la alarma y salto de la cama como un resorte. Nunca entendí a las personas que se ponen varias alarmas en uno o varios dispositivos. Igual el buen humor no es algo sólo de la mañana. Inclusive ahora con una hija de casi 5 meses y mal dormida sigo manteniendo el buen humor o al menos eso creo yo, en todo caso habría que consultarle a mi compañero. Tomo té con tostadas y me voy a trabajar. Los findes que no falte la fiesta de carbohidratos con facturas y mates. No me gusta el café.

¿Quién es tu héroe/heroína? ¿Por qué?

Nunca tuve. Podría decir aquellos que intentan hacer su vida un poco más feliz a pesar de sus adversidades. Pero no tengo un nombre propio.

¿Qué experiencia fue determinante para que decidieras dedicarte a la comunicación?

Amaba jugar a la radio. Me la pasaba sola o con amigas armando programas de radio y grabándolos en cassettes. Hacíamos rankings de canciones, sorteos, leíamos los fascículos de revistas como Billiken, creábamos miles de secciones. Se me pasaba volando el tiempo. Y un día una vecina, de esas que tienen todo lo que vos no tenés, aparece con una videograbadora. Hermoso. Empezamos a hacer noticieros.

¿Cuál fue tu primer trabajo? ¿Aprendiste algo valioso?

Mi primer laburo fue como promotora. Repartía volantes de una página web que se dedicaba a la venta de vehículos. Me acuerdo que íbamos con una amiga toda vestidas de negro a diferentes bares y restaurantes y dejábamos los folletos sobre las mesas. Pero el primer trabajo que sentí como tal fue en un call center. Llegué a través de una pasantía de la facultad de Comunicación Social de la UNR. Creo que aguanté seis meses. Demasiado. Me di cuenta que no sirvo para vender “¿No le interesa el producto? Bueno, muchas gracias, que tenga buen día”. Tenía recreos de 15 o 20 minutos y en ese tiempo podías comer algo e ir al baño cuando todos hacíamos lo mismo. Imposible. Ni hablar de venderle Internet a personas que no tenían ni computadora.

¿Qué te preocupa acerca del futuro inmediato?

Que mi hija en unos años me diga “¡te acordás cuando ustedes antes NO usaban barbijo!”. El otro día hablaba por Whatsapp con unas amigas y me encontré diciendo viejo mundo y nuevo mundo. Antes de la pandemia y después de la pandemia. Me asusta que haya cosas de las más básicas que no podamos volver a hacer.

¿En alguna ocasión te sentiste abrumadx por las redes sociales? ¿Por qué?

Un poco si. Recuerdo una vez que fui al banco, donde no podés usar el celular, y me llamó la atención la cantidad de veces en las que amagué usarlo. Fue un baldazo de agua fría. También lo noto cuando miro una serie, peli o leo un libro y agarro el celular para ver qué hay. Y a veces no importa si la serie, la peli o el libro está buena. Hay como una necesidad de no perderse nada de lo que está pasando fuera del espacio donde estás: eso que se conoce como FOMO (Fear of missing out).

¿Cuán importante es el ocio en tu vida cotidiana? ¿Es imprescindible?

Bastante. Necesito el tiempo de las cosas más mundanas: comidas con amigos y familia, sentarme en la reposera mientras leo un libro frente al río. Si hay un fin de semana largo aprovecharlo para ir a algún lugar cerquita a pasear. Intento que la vida no sea esperar al viernes o a las dos semanas de vacaciones para desconectarme de todo aquello que me cansa. Trato de hacer la menor cantidad de cosas que no me gustan. Estar quejándose todo el tiempo no es sano.

¿En algún momento sentiste paranoia sobre los algoritmos?

Paranoia no. Me parece interesante cómo funcionan, pero no le doy mucha importancia. Recuerdo cuando estaba embarazada y me ponía a buscar cosas de bebés de las más variadas. Automáticamente me llegaban ofertas de productos vinculados a la maternidad. Y ni hablar de las cuentas relacionados al rubro que me agregaban a mi Instagram. Eso fue como “wow ¿qué está pasando acá?”. Me sorprende las fotos que tienen más likes. La mayoría son las que estoy con mi hija o con mi pareja. Entendí que el factor común es el amor, hay algo del orden romántico que los seguidores necesitan ver. Increíble lo que garpa un bebé en las redes.

¿Cuáles son tus primeros recuerdos relacionados a los libros? ¿Había una biblioteca en la casa familiar?

En la casa de mis viejos había una biblioteca pero no había libros de ficción. La mayoría eran libros de psicología, de inglés y diccionarios. Mi papá es psicólogo y recuerdo verlo leer a la noche o los fines de semanas, pero estudiando y preparando casos. No lo veía leer por placer sino por trabajo. Así que me costaba ver la lectura de otro modo. Más tarde en la escuela primaria, con una amiga intercambiábamos los libros de terror y ciencia ficción de la serie Escalofríos del escritor estadounidense R.L. Stine. Me encantaba. Y ya en la secundaria hubo un libro que me marcó mucho que fue El túnel de Ernesto Sábato. Esa fue la primera vez que experimenté el placer por la lectura, sentí las ganas de terminar el libro, de saber cómo terminaba la historia, la primera vez que me sumergí de lleno en el relato.

¿Sentís algún tipo de culpa relacionada a los libros? Por ejemplo: Mucha gente siente culpa cuando un libro es poco interesante y queda a un costado, sin terminarse, juntando polvo. En mi caso personal, tengo una pila enorme de libros todavía sin leer. La titulé, “La pila de la vergüenza”.

Sí, hay algo de culpa cuando no logro terminar un libro que tiene muy buenas críticas o algún clásico que siento que debo leerlo. A veces por el solo hecho de haberlo comprado. Pero luego pienso que hay muchos otros libros que seguro voy a disfrutar más y que realmente estoy perdiendo el tiempo con aquel con el que no logro pasar el primer capítulo. También tengo en mi mesa de luz dos o tres autores que creo que en algún momento leeré, pero si ni en cuarentena los agarré difícilmente los lea en otra situación.

Uno de los aspectos más interesantes de El Club de Lectura es mostrar parte de la intimidad del hogar del entrevistadx. Además de adentrarse en cada personaje, muestran parte de su trabajo y mucho más. Pero a veces, como se dice en TV, el tiempo es tirano, y no se puede mostrar todo. ¿Cuáles son los momentos que quedaron afuera que más recordás o llamaron tu atención?

Lamento muchísimo que haya quedado afuera de la entrevista de Darío Homs, escritor y artista plástico, el libro de Susana Giménez. No sabemos qué le pasó a la cámara que no grabó esa parte. Tenía una historia muy linda para contar. Igual sigue siendo un libro que aparece en muchas bibliotecas de entrevistados. Supongo que es porque en una época estaba en liquidación y salía algo así como 10 pesos y parece que varios se los compraron para esconderlo entre Borges y Cortázar. Justamente estos son autores que después de algunos años del Club de Lectura intentamos dejar afuera porque aparecen en la mayoría de las bibliotecas. Un poco con Sole, mi compañera del Club, decidimos no mostrar más los autores y libros que siempre salen para exponer aquellos que habitualmente pocos mencionan. La idea siempre fue abrir el abanico de lecturas, entrevistar a personas totalmente distintas y salir del nicho de eruditos que siempre hablan o que vinculan la lectura con un cigarrillo, un vaso de whisky y un poco de jazz de fondo. Por otra parte, las cosas que siempre quedan afuera son las más graciosas que nos pasaron mientras grabábamos. Mientras filmábamos nos hemos tropezado, caído, pisado mascotas que andaban dando vueltas, hemos tirado ornamentos de los hogares y hasta grabado en ropa interior a la madre de un entrevistado que nos sorprendió mientras trabajábamos. Me olvidaba, discusiones hogareñas también pero jamás revelaremos.

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