PATRICIA PIETRAFESA: TRAZANDO CAMINOS DE FUEGO

Alto Guiso y Kumbia Queers coparon el escenario de la Asociación Japonesa en un nuevo encuentro del ciclo autogestivo Va Como Piña.
La visita de las creadoras del tropipunk generó la oportunidad de conversar con Patricia Pietrafesa, referente de la contracultura e integrante de las bandas Cadáveres De Niñxs y She Devils.

 

I

Luego de un verano a toda máquina en que llegaron a tocar hasta seis veces en un mismo mes (algo atípico para el circuito rosarino) las Alto Guiso sirvieron su Psicoguiso. Lo hicieron en su característico ciclo Va como piña, que en su nueva edición las unió con Kumbia Queers, hermanas espirituales en desparpajo y autogestión, y con quienes comparten la misión de sacudir lo establecido mediante canciones que dinamiten comprensiones medievales.
Nuevamente la Asociación Japonesa fue el lugar elegido para la celebración. La Japonesa, en su fraseo coloquial, parece ya estar consagrada como el principal polo de encuentro para movidas de convocatoria media. Un lugar confirmado por una parte del público rosarino que busca nuevas formas de consumo cultural, bien alejado de lo establecido por rancios mercaderes de birra vendida con el 400% de ganancia y otros vicios derivados del peor negocio del rock (patovicas violentos y manoseadores, horarios más estirables que chicle globo jirafa, sonido malo, baños arrasados).
Sobre la entrada al salón hay feria: el flamante disco de las anfitrionas se vende en un afiche que incluye código de descarga y el track listing. También están hay representantes de Cuadrilla Feminista, el colectivo de trabajadoras gráficas que hace de las calles su propio libro y galería de exposición. La Ciudad de las Mujeres exhibe sus ediciones variopintas. A su lado, está la feria de las Kumbia Queers, con discos, libros, remeras y demás. Detrás de la mesa, Patricia Pietrafesa, conversa y detalla contenidos de los libros y fanzines. En la espalda de su chaqueta se leen nueve letras de poder: SHE DEVILS. Falta un rato para subir al escenario y algo menos para escaparse a la esquina a conversar y a fotear. Dentro un rato le avisamos y salimos, no hay problema. Luego vendrá el escenario junto a sus camaradas.
Entre el público presente de distinguen muchas remeras de bandas. Ramones, Buzzcocks, Fun People. Unas cuantas de las creadoras del Tropi-punk. Un accesorio se vislumbra como protagonista: el icónico pañuelo verde por la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito. En la calurosa noche de viernes el pañuelo aparece en cuello o atado en las muñecas. Sobre el escenario, se los ve abrazados a algunos de los instrumentos que reposan previo al arranque.

II

Desde el primer instante en que empieza a cantar hasta que se despide con un “Gracias wacheeeeeeees”, Annie Books no se queda quieta. Canta, rapea, baila con sus hermanas, toca sus beats, agita, salta, transpira; es una maestra de ceremonias infatigable que conecta con la gente desde una naturalidad de esas que no abundan en los tiempos de impersonalidad social mediática.
Alto Guiso tiene su larga duración luego de un camino de intensidad y constancia al que atravesaron con carisma, frescura y despliegue musical, llevando su repertorio por encuentros como el #8M, el Tetazo, el festival Otro Río y gran parte de las microescenas rosarinas.
Tras el EP Como Krusty, lanzado en 2016, Psicoguiso llegó en formato virtual días antes del toque en Barrio Echesortu. Grabado, mezclado, masterizado y coproducido por Ignacio Molinos para Mansión Mutante, el disco está compuesto por trece canciones de una narrativa deconstructiva -que tiene bien claro que lo personal es político- inmersa en una espesa mixtura de funk, dub, rap y RnB. Ahí es donde Sofia Pasquinelli, Flor Crocci y Mel Spizzirri dejan en claro que sobre sus tres espaldas cargan décadas de experiencia musical. En ese dominio de la heterogeneidad reside la fortaleza que El Guiso exhibió en el derrotero del último año. Parecen siempre tener un as bajo la manga, manteniéndose frescas, capaces de interpretar la vibra de sus diferentes audiencias y canalizarlas en un rato de comunión.
El disco despliega el aporte de invitadxs como Hugo Lobo (Dancing Mood) y otrxs cómplices que fueron desfilando por los escenarios en este último año: Paola Santi Kramer con su rapeo elegante en portuñol, Llave Salvarezza  haciendo scratch, Larva (Los Vándalos) en guitarra, Sebastián Gabrielli en percusión y finalmente, el rapero colombiano Ali A.K.A. Mind.
Mientras que sus temas más conocidos tienen la actitud necesaria para copar cualquier fiesta, un impulso de en tu cara y en tu cancha (patriarcado) las nuevas canciones contrastan por los sutiles detalles que se van construyendo: arreglos de voz (hasta de respiraciones, inclusive), entramados de punteos de guitarra que van y vienen, un trombón moody impecable.
La era del Psicoguiso ya está en marcha y habrá que estar atentxs a las sorpresas a lo que viene.

III

Hay algo certero en cada ocasión de Kumbia Queers: el sudor te va a alcanzar. Será el tuyo, corriendo por la espalda de tanto bailar, o será el de la persona de al lado, que te salpica, te contagia, te arrastra.  Será la compenetración total que logra Juana Chang -medallista de oro en las Olimpiadas del Histrionismo- con la audiencia. Será la potencia del sexteto que sigue desenmarañando los secretos de la cumbia para tirar magia propia y reversionada casi sin pausas. “Cantinera”, “Valeria”, “Daniela” y “Chica del metal”. El calor húmedo de un otoño usurpado obliga a hidratarse, algunas con birra, otras con agua.
Una chica con remera de Rancid le grita a su amigo, a la derecha, “¡¡Boludoooo, estás meta bailar cumbia!!”. Él, de chaleco denim con parches de Akira y Evangelion, pañuelo verde atado al cuello, simplemente le responde bailando, hasta el instante en que suena “Gascón“, momento en que sale disparado a casi colgarse del escenario para cantar desaforado cada palabra de la canción. Entre el público que se sacude hay cientos de historias, están en sus gestos, en sus risas, en la forma en que cada grupo se suelta a la alegría musical de estas anarkocumbieras. Hay complicidad total, con guiños específicos para cada una de las gancheras tramas que Chang canta e interpreta. Idilios rotos, lujuria de clases, vagancia dominical, engaños, motochorras de cuores, amores perdidos, ingredientes ideales para lo que podría ser LA telenovela de Telemundo. La dirección podría correr por John Waters, dada su oportuna estadía en el país.
Entre tanta química entre artista y audiencia, hay un grito que unifica como ningún otro: “¡Misoprostol!” que inmediatamente es seguido por un ataque guitarrero de Pilar Diabla Rubia Arrese y cientos de pañuelos se elevan por sobre las cabezas. Es un grito unificado por las cuatrocientas mujeres presentes. Una realidad que atraviesa a la sociedad. Un reclamo que unifica las gargantas de las presentes en La Japonesa y que en los días siguientes se repite en distintos puntos de reunión de Rosario y otras ciudades del país. 

IV

Desde su juventud hasta hoy, Patricia Pietrafesa es un dinamo autogestivo. Catalizada por la combustión de un cocktail compuesto por la lectura iniciática de Punk, la muerte joven de Juan Carlos Kreimer, el filo camuseano del Moris de Treinta minutos de vida y los rastros luminosos de Crass, se convirtió en una autodidacta de toda herramienta útil para correr la voz y expresarse. Primero fueron la guitarra y el bajo, además de las fotocopias para los fanzines. Luego dominar otros idiomas, para reproducir ideas, para cartearse con otras esquinas del mundo, para potenciar la inspiración. Eventualmente, llegaría la gestión de festivales de todo tipo. Musicales o de tinta. Los documentales son su más reciente experiencia.
En tiempos de oscurantismo heredado Resistencia, su zine, era un fuego azul que congregaba la lectura de las minorías marginadas. La publicación, que apareció de 1984 hasta  2001, fue el ejercicio de una mujer aporreando una máquina de escribir en primera persona en un mundo abrumado por tipos. Las páginas de Resistencia era un compendio de data capaz de fundir y recalibrar cabezas; un mundillo de cine gore, rock imprescindible, gigs caóticas, entrevistas viscerales a seres que, en un mundo sin Internet, parecían de galaxias tan lejanas como la posibilidad de un futuro luminoso.
Pietrafesa y sus líneas mecanografiadas, pegadas, y reducidas, marcaron un camino de manifestación DIY que con el tiempo funcionarían como testimonio y registro del grito contracultural de todxs aquellxs que no sintonizaban con la norma: travestis, punks, metaleros, lesbianas, gays; personas afuera de un orden que por entonces todavía exudaba la fragancia de un país derecho y humano.
Un camino de cuero, veganismo, canciones y fotocopias que la lleva a cruzarse con seres como Nekro, Pocavida, Miriam Maidana, Gamexane, Ruth Mary Kelly, Walas, Pilar, Mariana Enriquez y más, muchxs más. Algunxs ya no están para contarlo. Otrxs cambiaron de rumbo.
Desde la espontaneidad, una aventura del tipo “a ver qué pasa”, las Kumbia Queers recorrieron más de la mitad del planeta tierra. En una década de calendarios marcados, rutas y festivales la movida contracultural se diseminó en nuevas formas mientras que el feminismo se rearmó de acuerdo a la disponibilidad de la información,  fortaleciendo su diálogo, aumentando su caudal, reverberando verde por las calles de las principales ciudades del país. Una nueva generación había entrado en actividad y muchxs de ellxs crecieron con She Devils, empatizando con canciones como “No es tan fácil”, “Nada para mi”, “Baby” y “Morir hoy”, tomando contacto con un camino y con una obra. Porque décadas de laburo constituyen una obra y nunca una obra está más viva que cuando viaja de persona en persona.
Buena parte de su leyenda puede dimensionarse al observar las decenas de notas que arroja cualquier buscador de Internet al ingresar su nombre. Activistas del mundo subterráneo se adentran en las varias facetas de Pat en entrevistas, artículos y hasta pseudo ensayos publicados y republicado -multiplicar el mensaje es un mandato prioritario de todo zine- en recovecos del mundo virtual.
Siempre hay curiosidad por la figura de Pietrafesa. Algo del pasado, algo del presente, y de cómo devienen en el mañana. Los 80, los 90, los 2000. La resistencia, la organización, el combate, el desprejuicio, el equilibrio.
Un “Hola, Patricia, ¿podemos hacer una nota?” probablemente obtendrá una respuesta positiva aunque esto le signifique a Pat hablar a tientas en la madrugada, procurando no invadir el sueño ajeno. Ella sabe que cada pregunta ofrece la oportunidad de seguir amplificando información. Hasta el medio más conservador presenta una oportunidad de contrabandear y propagar el mensaje.
En casi todas las notas la definen como referente, pionera, antropóloga, dueña de la palabra autorizada, un prolongado etcétera que podría seguir pero a Patricia no le interesa tanta pulpa para el ego. Sí el respeto. Sí el cariño. Pero el resto, las etiquetas o los epítetos grandilocuentes,  son lengua muerta y ella está bien viva, viva y dinámica como una canción de tres minutos. Pietrafesa es vitalidad y acción. Siempre desconfiada y esquiva a quienes quieren erigirla en una figura de bronce a la que respeta pero se la conjuga en pasado. Patricia cree en la memoria, no en la nostalgia. Pat es movimiento constante; una dinámica tripartita de tocar, producir y proyectar. OK, descansar también, por momentos. Entre idas y venidas, entre ensayos y gigs. Descansar para recomponer energías. Robarle algunas horas, al menos, al horario invertido.
Tocar con Kumbia Queers, que viven su propio never ending tour por nuestro país y por partes del mundo impensadas para la música tropical. Producir música, libros y ferias. Hace pocas horas las Kumbia estrenaron nuevo video y canción, “Rara”, con la participación estelar de Susy Shock. Libros con Alcohol&Fotocopias, su editorial, para la Feria del libro punk & derivades o cualquier otro espacio que presente oportunidad. Proyectar el futuro, propiciar encuentros, proponer intercambio, imaginar un eventual lineup de bandas autogestivas, enchufar amplis, subir el volumen a niveles Spinal Tap y que suenen las canciones de Las Diablas.

– Kumbia Queers ya pasó los diez años de vida, ¿te sorprende mirar para atrás y ver todo lo que generó un proyecto que surgió desde la espontaneidad?

Sí, me re sorprende que hayan pasado tantos años. Me sorprende que hayan pasado diez años en especial cuando te ponés a pensar en ese tiempo. Decís ¿Cómo pueden haber pasado diez años? Te sorprende porque mucho de ese tiempo estuvimos de gira. Ha habido años en que estuvimos todo el tiempo viajando, estuvo buenísimo eso, ha sido increíble. Kumbia Queers es un proyecto que, sinceramente, nos cambió nuestras vidas. Ocupa mucho tiempo de nuestras vidas. Ocupa mucho entusiasmo también, es lo que hizo falta para crear la banda que, como bien decís vos, nació de manera muy espontánea un día en un ensayo para tocar en una fiesta. De hecho, en ese ensayo tocamos por primera vez el tema que luego fue “Kumbia dark” o lo que fue “Chica del metal”, que seguimos tocando hasta el día de hoy. Son canciones que nos llevan, que nos abren las puertas y nos llevan a entendernos con miles de personas con quienes no compartimos el idioma ni nada más que la música y el momento que estamos compartiendo. Esos primeros años abandonamos todo. En mi caso abandoné mi casa, mi trabajo y mi gato y nos fuimos sin saber cuándo volvíamos. A mi una persona conocida me dio plata para pagarme un pasaje y cada una fue viendo cómo podía agenciarse los medios para juntarnos en Junio en México hace diez años. A partir de ahí nunca paramos, fue maravilloso. Lo vivimos con mucha alegría porque aprendimos muchísimo. Fuimos mutando (risas)…aprendimos duramente a tocar cumbia después de varios años y pasamos muchas giras con condiciones ultra mínimas. De la segunda gira de tres meses yo vine muy comprometida, mal. De hecho, a los dos días se manifestó mi autoinmunidad a partir de octubre del 2008. En fin, mil cosas, mil aventuras, experiencias, escenarios y la convicción que te decía antes, poder estar tocando en el norte de Suecia en un festival en medio del campo, con gente que más jamás en su vida escuchó un acorde cumbia ni te conoce ni nada y sin embargo se crea por una hora una especie de encuentro ceremonia en el cual me doy cuenta de la potencia de la música en vivo. Esas personas terminan vibrando y todos nos involucramos en esa locura o magia que se crea desde el escenario. En ese momento vos sentís perfectamente todo ese aluvión de energía de toda la gente que está ahí. Es maravilloso. Es una forma de vida hermosa.  

– Siempre te hiciste tiempo para desarrollar proyectos editoriales, sin importar el ritmo intenso de recitales y giras que mantiene Kumbia Queers. ¿Qué importancia tiene la literatura en tu vida?

No siempre pudo ser así. Durante los primeros dos años de Kumbia Queers no pude hacer otra cosa. Creo que, en un momento, cada una se sintió medio bloqueada de sus vidas porque estábamos tipo tres o cuatro meses sin un peso en distintos lugares y sin poder desarrollar casi ninguna otra actividad. Recién fue en 2012 que pude retomar mis actividades que había suspendido en 2007. En 2012 me puse a trabajar en la edición del libro Resistencia y empecé a escribir sobre el pasado, sobre mi punkitud, sobre mi experiencia en la punkitud que fue entre el año 84 y 89. Al empezar a escribir sobre eso, con gente que me había pedido que colabore con sus libros, se me abrió una puerta que tenía cerrada hace mucho tiempo. Gracias al incentivo de un amigo, de Carlos, Nekro, que también estaba sacando su compilado de fanzines y me empezó a incentivar y a movilizar para que haga mi propio compilado. Trabajé muchísimo en la elaboración del índice y la reorganización de algunas hojas y seguir la misma línea que tenía el fanzine de ese momento, todo hecho a mano y en máquina de escribir. Me encantó hacerlo. El índice es un laburo que me fascina pero me demoré bastante. Son veinte hojas que elaboran y analizan el contenido de las 380 páginas restantes del libro, está dividido en categorías, títulos, etcétera. Me encanta hacer eso pero me lleva mucho tiempo. Así quedó inaugurada la editorial y a partir de eso fue cuestión de no dejar de laburar en eso que es lo que siempre hice: fanzines. Por mucho tiempo no hice pero igual organizaba encuentros y siempre distribuí material y agité movidas en torno a crear entornos y situaciones  donde este tipo de manifestaciones que me parecen únicas, increíbles y que pueblan toda esta contracultura que me fascina, este lado paralelo de la realidad en que vivo (risas). Me fascina la contracultura que se produce en lo subterráneo. La subterraneidad de la cultura es un camino que se inició hace siglos, la contracultura, si bien existe en forma definida desde fines de los 60, es un concepto que atraviesa la historia de la humanidad. Ahí estoy yo, me encanta todo. Publicaciones informales, publicaciones independientes, son puntos de vista que no son los que forman la historia clásica que conocemos que es la historia del poder y del patriarcado. Entonces estos pequeños relatos construyen toda esta vida. Aparte creo que las publicaciones subterráneas es el laboratorio de creación más espontáneo y genuino, donde las cosas toman otro rumbo. Me fascina, siempre lo hago.

– Los últimos años han traído una revisión importante sobre la cultura independiente y autogestiva de los 80 y 90. Allí el rol de las She Devils como agentes de agite cultural es tremendo. ¿Cuándo empiezan a notar ustedes que le habían llegado a más de una generación de músicxs, periodistxs, cineastas?

Yo empecé a notarlo hace un par de años cuando nos empezaron a llamar para participar de algunas charlas y a poner las reivindicaciones que no se pueden desconocer en el sentido de que nosotras no estábamos buscando nada más que la agitación sobre el tema de la despenalización del aborto. Fue un paso, uno de los pasos. Todos los movimientos están construidos a partir de empujes que vienen de antes. Obviamente que nosotras no podríamos haber hecho el disco sobre la despenalización del aborto (El aborto ilegal asesina mi libertad, split She-Devils y Fun People, 1997) de no haber sido también por nuestras predecesoras que nos dieron confianza para negarnos a un montón de cosas y para ir por un camino. Si bien, estábamos y estamos en contacto con un feminismo, no sé, en mi caso desde mitad de los 80, cuando en la post dictadura se empiezan a visibilizar todas las manifestaciones que habían estado ahí agazapadas aguantando toda esa represión, escondidas, tapadas, prohibidas, tuve mucha relación y aprendí mucho pero lo que me pasó durante mis años de punkitud es que veía por ahí a las feministas que conocí como lejanas en clase, en edad, y yo quería romper todo (risas) hacía manifestaciones por la disolución de la institución policial, estaba en otra cosa. Aprendí mucho en los grupos de lectura donde me dejaron entrar y también a mi me han apoyado en mis publicaciones. Ha sido también una vertiente importante, incluso en tiempos de los 90, de finales de 90, hemos tocado, a partir del disco por la despenalización del aborto, nos llamaron muchísimas organizaciones y eventos. Hemos tocado en el Congreso, justamente por la despenalización del aborto, a finales de los 90. Pero también chocabamos un poco con ciertas cosas que veíamos como institucionales o seguíamos viéndonos un poco lejos. Necesitábamos un tipo de feminismo más loco, o bueno, no sabíamos tampoco de teoría o teníamos todas las herramientas que hay a mano a partir de Internet, entonces, instintivamente nos separamos y armamos unos festivales que llamamos Belladona. Fue a partir del año 98, creo que hicimos algo maravilloso que fue nada más dar un pie para que se creen estas situaciones de mujeres rebeldes, así las llamamos en ese momento, pero mujeres de todo tipo, no solamente mujeres o biomujeres sino quienes se autopercibieran desde ese lado o de un lado no varón, y desde un lado rebelde. Desde un lado varón también porque hemos tenido varios festivales donde han participado varones que apoyaban la causa. Eso duró como diez años. He visto cierto revisionismo con respecto a eso, yo misma no lo he hecho, ya lo haré cuando tenga oportunidad, no hemos revisado nuestra propia historia, ni siquiera tenemos nuestros propios discos a la venta, ni subidos a Internet, ni nada, somos… no sé (risas). Las cosas de Belladona tampoco, ya alguien, en algún momento en que no estamos de gira o no estemos tocando, nos dedicaremos a eso. Es importante reconocer los caminos.

– Durante toda tu vida en la música y la cultura punk llevaste adelante un conjunto de ideas, llevaste una lucha con tus propios medios por esas ideas. Entre esas ideas estaba por supuesto, la bandera del feminismo. ¿Qué sentís en corazón y cabeza cuando ves por las calles el tremendo movimiento de mujeres que atraviesa todo el país?

Para mi es super emocionante y vital. Es increíble lo que está sucediendo ahora. Trato de dar espacio, eso es importante. Las personas de ahora tienen una percepción y una elaboración sobre la situación y tienen que tener espacio para expresarlo. Estoy fascinada viendo todo lo que sucede. Desaprendiendo, aprendiendo. Cometiendo errores como todes pero también participando. Es como si estuvieras viendo…es una revolución que estás viendo y viviendo el mismo momento en que está sucediendo. Si bien la revolución es todos los días me refiero a este conjunto de energías, potencias y quiebres que se están dando. Sí, por supuesto siento que hay gente que mira para otro lado. Me deprime un poco gente que he visto participar en movidas, movimientos, situaciones de rebeldía años atrás y que ahora se han vuelto reaccionarios. Eso un poco me duele pero la fuerza con la que viene el feminismo y el transfeminismo y la popularización de las herramientas de las personas oprimidas por sus corporalidades y sus identidades que están tomando consciencia de sus derechos y espacios me fascina. Me parece un momento increíble históricamente hablando y aquí estamos viviéndolo.  

– Antes mencionaste al festival Belladona, ¿te da curiosidad ver qué podría generar un festival así en el contexto actual?

Sí, en un momento tenía ganas de hacerlo pero también participo de varios festivales no solamente en Buenos Aires justamente la semana pasada estuve en uno en La Plata, en el verano fuimos finalmente en el festival por la diversidad en El Bolsón, también estuvimos en la Contracultural Mostra de bariloche. También anduve por una feria de esas características en Córdoba. Sí, es un paraíso de movidas geniales que está habiendo. La verdad que, en lo posible, con Kumbia Queers tratamos de ir y si no es posible yo trato de ir particularmente todas las que puedo llevando mi puesto itinerante y participando fascinada de todos estos encuentros. Tienen mucho de lo que había soñado con Belladona. Estaría buenísimo en algún momento algún festival, puede llegar a salir, tiene que ver con nuestras actividades. Igual, todos los años, laburo muchísimo para poner en marcha la feria del libro punk y derivades, que si bien está centrado en publicaciones independientes dura dos días y tiene un espacio de talleres y presentaciones. Ahí puedo exorcizar un poco toda la fiebre de generar combinaciones de encuentros de personas diferentes que tienen muchísimo para decir y para exponer y que necesitan espacio para hacerlo. Eso lo hago a pleno. Hace un par de años que estoy pensando en un festival con bandas de distintos puntos del país, que sea gestionado por nosotros, obviamente, y seguramente va a suceder y que toque She Devils. Ese sería mi sueño para fin de año. Seguramente va a suceder.

– En los últimos tiempos se denunciaron varias casos de violencia y abusos por parte de músicos de rock. ¿Por qué te parece que cuesta tanto hablar desde adentro de la movida musical sobre estas cosas? ¿Hay mucha gente que prefiere mirar para otro lado?

Sí, cuesta. A las personas que han sido abusadas…a las personas que hemos sido abusadas cuesta hablar. Cuesta porque está a la vista. Siempre se descree o se cuestiona los métodos, los momentos, cuando alguien habla sobre lo que le ha sucedido enseguida viene una contrarespuesta a cuestionar el testimonio. Me parece que la colectiva YA NO NOS CALLAMOS MÁS es increíble porque está formada por unas personas que le ponen tiempo, cuerpo cabeza y todo, a llevar adelante de la mejor manera posible algo que sale del dolor. En el sitio que ellas generaron podés hacer tu denuncia. Se encuentran muchos testimonios y denuncias de personas que no necesariamente tienen que ir a denunciar a la “justicia” donde es posible que no seamos escuchadas. Sus fanzines son increíbles. Generaron una potencia que le llega a otras personas, algo fundamental para poder hablar. Transmitir eso es esencial, para poder hablar y contar, que es la herramienta principal con la que vas a denunciar y a aportar a la caída de este sistema atroz que nos aplastó y nos está aplastando desde hace tanto tiempo pero que ahora está siendo cuestionado desde montones de lugares. Está esa confianza de “se va a caer, se va a caer”.  

Txt . Lucas Canalda
Ph . Renzo Leonard

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